LHDP - ROL Capítulo 16

La tercera temporada ha sido la más exitosa hasta el momento, cosechando gran número de páginas en los cinco capítulos que la componen y siendo el caso Z-105 y las tramas planteadas éxito en la crítica de roleros y el público.
Ahora inicia el C16, el primer capítulo de la nueva tanda de episodios, que será, sin duda alguna, la más impresionante que se vivirá en el ROL. Las tramas principales de este capítulo han permanecido encerradas bajo llave durante un mes, y es el capítulo con los secretos mejor guardados hasta la fecha.
Tienen a su disposición dos páginas extra además de este post principal y el anuncio.
•Resúmenes
•El Despacho de Don Lorenzo
•REGLAS•
- No interrumpir el juego con comentarios que deban ser tratados en el anuncio. De interrumpirlo, habrá de editar inmediatamente.
-Para adquirir un secundario, se ha de elevar una petición a la cúpula directiva. Sin embargo, obtener un secundario es muy complicado, ya que por lo general suelen estar vinculados al caso que se trata salvo alguna excepción.
- No se pueden alterar bruscamente las tramas generales de la historia ni aquellas que incumben a determinados personajes sin la aprobación de su propietario.
- ELENCO -
• (Paco Miranda) >>Mayyy
• (Lola Castro)>>Martinyfelix
• (Mariano Moreno)>>Bryan-Derek
• (Lucas Fernández)>>Lukesita
• (Sara Miranda)>>Beuka
• (Gonzalo Montoya)>>Sara_93
• (Silvia Castro)>>Meli-esdm
• (Aitor Carrasco)>>Rubén16
• (Félix Montejo)>>Avataryl
• (Monsieur De Gaulle)>>Sauker
• (Marina Salgado)>>Meli-esdm
• (Blackman)>>Lyonel_19
• (Doña Concha)>>Lukesita
• (José Luis Povedilla)>>Martinyfelix
• (Rita Peláez)>>Sara_93
• (Kike Gallardo)>>Bryan-Derek
• (Nelson Amadú)>>Scarface
• (Carlota Fernández)>>Xispi_lhdp
• (Don Lorenzo Castro)>>Avataryl
- CON LA COLABORACIÓN ESPECIAL DE -
• (Rasputín Verenguer)>>Sauker
• (Álvaro D´Alvade)>>Avataryl
• (Agostino Baladamenti)>>Martinyfelix
• (Antonio Decoco)>>Rubén16
• (Camilla Margaretti)>>Meli-esdm
• (Sr. Crisantos)>>Bryan-Derek
- INTERVIENEN -
• (Los Guiñoles)>>Sauker
-Sandra/El ente
-Fructuoso "Fiti" Bragueta
• (Bruce Willis)>>Avataryl
• (El Químico)>>Bryan-Derek
• (Claude & Charlotte)>>Sauker
• (Felipa)>>Martinyfelix
• (Patricia)>>Sara_93
• (Arcadio Claus)>>Sauker
1er anuncio, realizado por Sauker:
2º anuncio, realizado por Avataryl.
3er anuncio, realizado por Sauker:
4º anuncio, realizado por Avataryl:
SINOPSIS
Ha transcurrido una semana desde el fatídico desenlace del caso Z-105, y los agentes de San Antonio se preparan con cierta reticencia para una ceremonia que preferirían que no se celebrase. Desearían olvidar lo antes posible todo el daño que los Sombrereros les han causado.
Don Lorenzo Castro, definitivamente recuperado de su enajenación mental, volverá a San Antonio para tomar las riendas de la comisaría.
Paco se ha desprendido de la responsabilidad del comisariato, pero aún tiene muchas cosas en las que pensar. La escena del bosque aún le atormenta, y la experiencia tan cercana a la muerte que ha vivido le obligará a replantearse su vida. Para empezar, intentará recuperar a Lola.
Félix también se reconcome por dentro. Algo que sucedió durante el operativo en los laboratorios le ha perseguido desde entonces y le impide conciliar el sueño. Lola, que ya se ha recuperado de la gripe A, retomará los planes de la boda, que cada vez está más cerca. Y el psicólogo pronto recibirá una visita inesperada...
De Gaulle y Salgado viven con pasión los primeros días de su vida conyugal. Pero la felicidad se esfumará súbitamente cuando vuelvan a San Antonio, donde los padres del francés estarán esperando para incordiar todo lo posible a la pareja.
Silvia permanece conmocionada por lo que le sucedió a Aitor. Sus sentimientos hacia el becario por fin han aflorado, pero parece que es demasiado tarde. Para más inri, Montoya reaparecerá en comisaría tras un tiempo ausente.
Por otra parte, el terror seguirá floreciendo en la casa de Rasputín. El doctor y Fiti tomarán todas las medidas necesarias para evitar ser atacados por Sandra, cuya posesión diabólica parece haber llegado a su cénit, y, por supuesto, intentarán que vuelva en sí. A ratos, Sandra es muy recatada, pero el espíritu que en ella alberga ha resultado ser un temible acosador y, cuando se manifiesta, las inhibiciones de la chica se desvanecen y despierta la lascivia que esconde bajo sus encajes.
El periódico El Observador se hace eco de una impactante noticia. Han amenazado de muerte a Álvaro D'Alvade, el famoso tenor italiano que se halla de gira y próximamente actuará en la ópera de París...

Camilla Margaretti(Estaba estacionada delante de la puerta de su habitación, buscando en su enorme bolso la tarjeta de esta, cuando divisa a dos jovenes pasar por su lado, dirigiendose a las escaleras. Repara en el muchacho: alto, delgado, moreno, y se queda mirandole el culo unos segundos hasta que desaparece por las escaleras) Grazie a Dio per che dono (y olvidando lo que estaba haciendo frente a la puerta siguió a las dos personas, aunque en realidad solo le interesaba el chico)
Marina Salgado(Esperó a quedarse sola en la habitación, para poner una mueca de asco en su rostro, y taparse la narzi) Que asco ¡Por el amor de Dios! (Salió de la habitación, y al chocarse de frente con la inspectora Castro y el becario, cambio la mueca por algo mas acorde para la ocasión y, así, no dejar ver la angustia que le daba semejante imagen) ¡Ah, por fin llegaron! Justo salía a buscarles (Acompaña a los agentes, nuevamente, al interior de la habitación) Castro, haga su trabajo lo más rapido posible, no podemos estar husmeando mucho tiempo por aquí sin empezar a levantar sospechas (Dirige una mirada a ambos agentes, y se dirige a la puerta) Yo...yo me voy a buscar a De Gaulle y a don Lorenzo, que ya tardan demasiado (Se escusa para poder salir de semejante escenario)

El corazón del comisario dio un vuelco cuando la recepcionista les informó de a quién pertenecía la tarjeta con la que se había accedido a la habitación del señor Crisantos para depositar entre las sábanas la cabeza de caballo, y las palabras de Aitor resonaron en la cabeza del atónito comisario:
Aitor
Entonces... , el sospechoso... lo más seguro esque esté entre el reparto de actores o empleados que trabajan en la obra , o... incluso sea algún huesped que se aloje en este Hotel , no?
-Aunque pensándolo bien, no sé de qué me extraño -Se dijo para sí, rememorando otros actos desproporcionadamente más graves que este que también llevaban la firma de su inminente yerno. En cualquier caso, iba a hablar con él inmediatamente. Y por el bien de Lola, debía llevar el asunto con la mayor discrección posible.
Articulando un escueto agradecimiento a la dependiente y sin despedirse de nadie, el comisario volvió raudo y veloz al ascensor y, sin esperar a los demás, regresó al piso en el que se alojaría el señor Crisantos de no ser por la cabeza de cierto animal. Una vez allí, olfateó el aire y dirigió la mirada hacia todas las direcciones imaginables hasta distinguir a Félix, que ausente, permanecía en pie en mitad del rellano. <<La culpa le corroe>>, dedujo don Lorenzo.
Sin pensárselo dos veces, el comisario se deslizó hasta situarse tras el psicólogo y, cuando menos se lo esperaba este, colocó una mano para taparle la boca al tiempo que le encajaba unas esposas en las muñecas. Acto seguido, y haciendo un gran esfuerzo, don Lorenzo arrastró a su prisionero hasta su habitación...

Una vez llega a la habitación de Crisantos con la Inspectora , este se toma la licencia de coger dos guantes de latex de los muchos que guardaba Silvia en su maletín - Se que no soy ni forense ni... nada por el estilo pero... , tu padre me dijo que si resolvía este caso me daba la placa... y es exactamente lo que voy a hacer , voy a encontrar al cabrón que nos ha echo venir a paris , que nos está haciendo actuar y hacer el ridiculo encima de un escenario y sobretodo... al cabrón que nos ha jodido una cena en la Torre Eiffiel y eso... eso es imperdonable jejeje - Rie el becario poniendo una sonrisa picarona y a continuación se pone a reconocer la habitación

El psicólogo pestañeó varias veces hasta recuperar la consciencia. Paulatinamente, la oscuridad que le rodeaba comenzó a disiparse, y frente a sí pudo distinguir un rostro que le observaba pacientemente: el de don Lorenzo Castro. Remangado, el comisario de San Antonio aguardaba frente a él, inclinado con las manos sobre las rodillas.
Félix chasqueó la lengua al intentar incorporarse para tenderle la mano a don Lorenzo y descubrir que se encontraba amordazado y maniatado en una silla, en una habitación que no era la suya.
Don Lorenzo alargó la mano para retirarle la mordaza al psicólogo, y en cuanto este recuperó la movilidad de su mandíbula, abalanzó la boca hacia delante para morder la extremidad del comisario hasta desangrarla. Don Lorenzo ahogó un grito -pues ya habían tenido suficientes aquella noche- y apartó la mano bruscamente. Después, se retiró.
A solas, en lugar de preguntarse por qué se encontraba allí, Félix comenzó a sacudirse sobre su silla, cada vez más violentamente, hasta que finalmente se cayó de lado y su cabeza impactó contra el suelo. Después, avergonzado, ya no hizo nada más.
DON LORENZO:
El comisario observaba su reflejo mientras bañaba sus manos en el grifo del cuarto de baño y la herida que le había infringido Félix supuraba sangre. En ese momento se escuchó un ruido seco y, bufando, don Lorenzo se sacudió las manos para secarles y abandonó el baño para reencontrarse con el psicólogo. En un primer momento temió que Félix hubiese logrado huir, pues no le observó en un primer vistazo, pero enseguida advertió que había volcado la silla y se encontraba, inmóvil, en el suelo. El comisario, chupándose la mano en el lugar en el que Félix le había hincado los dientes, arrugó el rostro y negó lentamene con la cabeza, con la mirada fija en el psicólogo.
-Cómo odio ese bigote...

Kike:
-Yo... yo esto no me lo explico subinspector
Dijo dirigiendose a Mariano
-¿Usted cree que esto es obra del amenazante de Álvaro Subinspector?
El subinspector, que nada mas llegar a la habitación lo primero que hizo fue potar en sus propias zapatillas, ya que aun estaba en pijama, fue sentarse en el suelo apoyado con la paresd, y llevarse las manos a la cabeza
Mariano:
-Yo... yo no sé nada Gallardo... pero yo estoy muy mal...esto....esto tiene que ser las pastillas del médico este de pacotilla, maldición, ¿Y ahora como resolvemos esto?
Finalmente se puso en pie, se acercó a Kike y le dió instrucciones
-Escucheme Gallardo, baja inmediatamente a recepción, saca la información de las últimas 12 horas sobre las personas que han estado en esta habitación, limpiadoras, visitas, todo lo que sea necesario, no sé por que pero me da que el individuo no se ha movido de este hotel
Kike le miro con cara extrañada y le contesto
Kike:
-Pe...pero Subinspector, el comisario y el francés ya fueron a ello, ¿Lo ve necesario?
Mariano aun aturdido por la situación, volvió a echarse contra la pared y sufrir unos mareos que casi le volvian a hacer potar
Mariano:
-Va...vale...pero traeme un vaso de agua por favor... que esto esta en la garganta coño.... y no aguanto mucho más...
Kike asintió
Mientras tanto en la otra punta el Sr. Crisantos seguía sin dar credito a todo lo que le habia ocurrido en la última hora, no sabia que hacer ni como reaccionar, por lo que se apoyaba constantemente en su amigo del alma
Sr. Crisantos
-Ohh...¡Hermano!, que mal lo he pasado... yo....yo... no lo pasaba tan mal... desde que la homosexualidad se puso legal....oh..... por todos los santos... ¿Qué vas ha hacer hermano?, ¿Suspenderás la obra...? No...no lo agas por favor... los santos del cielo nos veneran y será propicio tu actuacione.... confia en mi...

¡¡Como siempre!! ¡¡Ya se ha líado como siempre!! Exclamaba Paco a la par que salía del teatro. Si es que yo lo sabía, con lo bien que estaba actuando, que ya le había pillado el acento al italiano, si es que parece que llevo lo de actuar en la sangre. Seguía hablando solo mientras estaba ya en la calle y se dirigía hacia el hotel. ¡¡Aire puro!! Creí que me ahogaba, si es que esto parecía un ataque terrorista. Si es que yo lo sabía. L O S-A-B-Í-A. Recalcaba estas últimas palabras mientras se secaba el sudor de la frente.Si no se les puede sacar a la calle, ¡¡¿¿cómo los hemos traído a otro país??!! Entretenido con su monólogo se le hizo corto el camino del teatro al hotel.
Allí, justo en la entrada, atónito, comprobó que su madre estaba allí, en París, en su hotel. Paco movía la cabeza con actitud de incredulidad.
¿Mi madre? No puede ser... ¡¡Mi madre!! Yo ahora no estoy como para aguantar a mi madre, que a saber qué quiere esta mujer ahora.
Con sumo cuidado fue escondiéndose tras las columnas que había en la entrada y consiguió llegar hasta los baños, donde decidió quedarse un buen rato hasta estar seguro de que Doña Concha ya no pululaba por ahí. Ni siquiera un grito le hizo salir de su escondite. Pensó que había empezado a hablar con un incauto que preso de la desesperación no había podido contenerse.
Cuando se asomó no la vio a ella, sino revuelo de sus hombres, hablando con la recepcionista de las horas de entrada y salida en la habitación del tenor, de algo de un caballo, de un cura, de estampitas de la virgen...
Se dio cuenta de que algo estaba pasando. Se recompuso, carrespeó un par de veces y salió como quien no quiere la cosa.
Preguntó a la recepcionista, quien le indicó a qué piso y habitación debía dirigirse, tras identificarse como inspector de policía. Se dirigió hasta allí y en efecto, se encontró con todos sus hombres hablando entre sí y haciendo conjeturas.
¿Puede alguno de ustedes resumirme qué está pasando aquí...? Es que estaba... esto... siguiendo una pista muy fiable... y por eso... por eso... no he podido llegar antes...

Don Lorenzo se marcha, y sabe perfectamente que irá a buscar al psicólogo...
Le tiemblan las piernas, pero ha de darse prisa para encontrar a Félix antes que el comisario.
De repente, se vuelve y observa a Paco sorprendido.
Monsieur De Gaulle
Migangda... ¿se puegde sabeg dóngde se megte últimamengte?
Es incgreíble cogmo en una caglle tan pequegña puegde pegdegse tangtas vegses.
Estagmos segca de gesolveg el cagso, y usteg se va a un bag paga hincag los cogdos en la bagga y hagtagse de coffee y ... ¿amuegmáos?
¿Em...empanagos?-preguntaba nada seguro.
¡Sogbaos... egso es...!
Sogbaos, que los cagga el diagblo-se cruzó de brazos muy descontento con Paco.

Mariano:
-Y tu... tu donde te metes eh... estamos aqui en medio de un opetativo y lo único que se te ocurre es poner escusas... anda entra en la habitación y échale un ojo a lo que hay encima de la cama...
En ese momento Mariano volvió a mirar, y sin poder aguantarse... le poto encima a Paco
-aaarrrh.....dios...lo...lo siento Paco tio...lo siento....yo.... es que lo tenia en la garganta joder....no.... losiento...
Cojió un pañuelo lleno de mocos de su pantalón y se puso a limpiarle los restros de vomito
-¡Gallardo!, ¡donde esta ese vaso de agua!

El tenor había conseguido arrastrar a su amigo el señor Crisantos hasta la recepción, empresa que había precisado alrededor de diez minutos. Durante el trayecto, varios huéspedes del hotel se detuvieron para contemplar la ensangrentada indumentaria del religioso y salir corriendo, aunque tampoco faltaron los que se interpusieron en su camino para, ignorando al sacerdote, solicitar un autógrafo a D'Alvade, y a los que el tenor despachó instantáneamente.
-Miss, inviare una cameriera nella habitazcione del signore Crisantos da limpiare. Qualcuno ha gastatto uno bromma pesante a queste buon hommbre, e eso parecce un porcile. Presto, per favore! -Exclamó urgentemente, y la plurilingüista dependienta, con la mirada fija en el señor Crisantos, asintió y procedió a contactar con el servicio de limpieza. Álvaro D'Alvade asió al religioso por el hombro y le apartó hasta una esquina- Tu sapete quien ha sitto?

Al psicólogo le había molestado levemente la última frase de don Lorenzo. Al igual que en el caso de D'Alvade, el bigote de Félix parecía inspirarles más sentimientos que la propia persona. Inquieto, el psicólogo comenzaba a sospechar que él era una prolongación de su mostacho, y no al revés.
Ensismismado como estaba en estas cavilaciones, Félix aún no había dispuesto de tiempo para preguntar por qué motivo el comisario de San Antonio le había atado a una silla y encerrado en una habitación. En cualquier caso, tumbado como estaba y con media cara tocando el frío suelo de azulejos, el psicólogo se sobresaltó al escuchar los pasos de don Lorenzo acercándose de nuevo. Dado que antes el susodicho le había retirado la mordaza, Félix detentaba la posibilidad de gritar en busca de socorro, pero esa posibilidad era inconcebible porque el psicólogo tenía una dignidad y una reputación que mantener; así que, en lugar de eso, Félix optó por fingir que estaba muerto.
DON LORENZO:
El comisario avanzaba hacia el psicólogo con una permanente mueca de asco, que se atenuó al observar cómo Félix cerraba de repente los ojos y se esforzaba en contener la respiración. Bufando, don Lorenzo se arrodilló junto a él y, obviando un repentino dolor en la espalda, elevó la silla y con ella al psicólogo para que ambos recuperaran una postura vertical. Durante el movimiento, Félix se había esforzado en permanecer inerte, y ahora su tez comenzaba a adquirir un tono púrpura debido a la carencia de oxígeno.
-Ya puede... respirar -Musitó don Lorenzo, y el psicólogo obedeció gustoso. Arremengándose de nuevo, el comisario se inclinó hasta situarse a la altura de Félix-. Antes de nada, Montejo, le ruego que no me haga perder el tiempo. Simplemente, conteste a esta pregunta: ¿es o no es usted quien quiere matar a Álvaro D'Alvade?

¡Félix le necesitaba!
Tras mirar a ambos lados de la estancia, posó su vista en un botones, que llevaba un enorme carro de equipaje.
Sonrió.
Monsieur De Gaulle
¡Alto ahí, megluso!-le señaló con el dedo y corrió hacia él.
Nesesigto su caggo, es una emeggensia...-introdujo sus manos en los bolsillos de su pijama en busca de su cartera, que lógicamente, no llevaba encima.
Eh... ¿ha visto lo sugsio qué está el sueglo, estúpigdo?
El botones bajó la mirada, y De Gaulle le propinó una dura colleja que sorprendentemente le dejó inconsciente.
Tras soltar un par de carcajadas ante lo absurdo de la situación, subió una pierna al carro (la ortopédica), y con la otra pisó una y otra vez el suelo, para comenzar a desplazarse.
Todo el mundo le observaba.
El botones yacía noqueado a su lado, y él se movía aún más lento que si hubiera ido caminando mientras engullía un helado.
Tras negar con la cabeza, bajó, cogió el carro por las barras metálicas, y tras coger carrerilla, corrió con él a máxima velocidad.
Pasados unos segundos de vertiginosa carrera, subió.
El francés estaba avergonzado, ya que veía los rostros fugaces de los huéspedes, quienes sonreían e intercambiaban comentarios, pero pronto llegaría a su destino.
Al final del pasillo, el ascensor por el que había subido Lorenzo volvió a abrirse, parecía que por arte de magia, ya que nadie lo había llamado.
Cada vez estaba más cerca.
¡¡¡Demognios, sí!!!
Jajajajajaja-reía sin parar.
Segundos más tarde, una señora pasó por recepción, pidiendo ayuda a varios empleados.
"Un carro de equipaje estrellándose contra las puertas metálicas del ascensor, y había un herido", aclaró cuando le preguntaron que había visto.

El psicólogo resopla al escuchar la pregunta de don Lorenzo y comienza a reírse en silencio, educadamente. Al parecer, aquella situación se le antojaba sumamente divertida, pero también dotada de cierta ceremoniosidad.
-Qué ideas tan descabelladas tiene, Lorenzo. ¿Por qué iba yo a querer liquidar a ese filibustero? D’Alvade es una eminencia dentro del mundo de la ópera, y aquí donde me ve, ¡yo soy un melómano y un gran amante de esa forma de expresión artística! Aunque, que quede entre usted y yo... -Añadió Félix, insaciable, y brincó sobre la silla para aproximarse al comisario y susurarle al oído, a pesar de que la habitación estaaba desierta y no corría el riesgo de que nadie más le oyera- ¡esto último es mentira! Soy un farsante, y sólo acudo a la ópera para aparentar cosas que no soy -Dicho esto, suspiró y comenzó a asentir lentamente con la mirada fija en un punto inconcreto, visiblemente avergonzado-. Ah, y ahora... que lo dice, creo recordar que olvidé mi tarjeta en... el pasillo; y que cuando volví ya no estaba. Seguramente quienquiera que depositó esa cabeza de caballo en la... habitación del señor Crisantos la encontró y se benefició de ello. No cabe duda, está claro que así fue -Explicó con nulo interés.
DON LORENZO:
El comisario no aparta sus ojos de los de Félix hasta que el psicólogo cesa su perorata, pausa que aprovecha para retroceder, torcer el cuello en ambas direcciones hasta hacerlo crujir y finalmente patrullar pensativo frente a Félix, que observaba todo aquello con sumo interés.
-Es tan posible que me esté diciendo la verdad como que me esté mintiendo, Montejo -Sentencia finalmente-. Pero lo que siempre he tenido claro, y su implicación en este asunto no hace más que confirmarlo -El comisario hablaba mientras caminaba de un lado a otro, sin atreverse a mirar directamente a Félix-, es que usted no es trigo limpio -Ahora sí, el comisario se detuvo y dirigió la mirada al impertérrito psicólogo. Y, esforzándose mentalmente en dotar de honradez a sus siguientes frases, se aproximó de nuevo a Félix y, apretando los dientes, comenzó a hablar-. Y no puedo permitir que mi hija se case contigo. Eres un peligro para todos los que te rodean, y concediéndote su mano lo único que haría sería exponerla a una muerte tan segura como dolorosa. Así que, voy a pedírtelo por las buenas, Montejo, quiero que la dejes antes de que, probablemente, se le parta el corazón viéndote salir esposado de aquí. No eres trigo limpio -Repitió.

El psicólogo ya no se reía. A pesar de que el comportamiento de Lola durante los últimos días había sido indecente, Félix no estaba dispuesto a renunciar a ella. Por eso, a pesar de que aquella hostil conversación con su futuro suegro ya no se le antojaba en absoluto divertida, dijo:
-Es gracioso que diga eso, Lorenzo -Hizo una pausa, que aprovechó para chasquear la lengua, a fin de crear expectación y deleitarse con la mueca de desconcierto del comisario-, cuando usted es tan peligroso para Lola como yo. Al fin y al cabo, usted y yo no somos tan diferentes.
DON LORENZO:
El comisario enarcó las cejas y encogió la cabeza impulsivamente, confuso. Ahora fue él quien se río, jocosamente.
-¿Está usted diciendo... que usted y yo nos parecemos? -Preguntó retóricamente, incrédulo, tras lo cual emitió una nueva y ronca carcajada- He escuchado salir de su boca de anormal de carrito muchas locuras, Montejo, pero esta... esta sin duda las supera a todas. ¿Qué ha querido decir con eso? ¿Por qué lo ha dicho? -Inquirió, convencido de que la respuesta de Félix, fuese cual fuese, no haría más que reafirmar la convicción del comisario de que debía alejarle de Lola.

El psicólogo permaneció impasible mientras don Lorenzo se burlaba de su última afirmación, y el único movimiento que en él se pudo apreciar fue un ligero temblor en los labios. Cuando el comisario enmudeció, una sonrisa torva se dibujó en el rostro del psicólogo. Félix puso los ojos en blanco.
-Lo digo, Lorenzo, porque esto que... me está haciendo, encerrarme en una... habitación, amordazarme y maniatarme a una silla, y lanzarme acusaciones sin fundamento... es algo mucho más propio de mí que de usted -Dijo-. Y después de todo, los dos hemos estado ingresados en un manicomio. Y dos veces -Añadió, guiñándole esperpénticamente un ojo al comisario.
DON LORENZO:
La mandíbula del comisario se había deslizado hacia abajo conforme escuchaba las palabras de Félix, y ahora que este había terminado, don Lorenzo parpadeaba en su dirección y, a pesar de tener la boca tan abierta, era incapaz de articular palabra.
Confuso, el comisario volvió a emprender su andadura por la habitación mientras se masajeaba las sienes. Tras unos segundos de paseo, en los que, por muy rápido y lejos que se desplazara, la mirada del psicólogo nunca se apartó de él, don Lorenzo se volvió hacia él dispuesto a decir algo.
Sin embargo, en ese momento sucedió algo...

El francés entra tambaleándose de un lado a otro, con una bolsa de hielo pegada con cinta aislante a la cabeza.
El comisario y el psiquiatra no le quitan la vista de encima.
Tras moverse de forma extraña por el dormitorio, clava su mirada sobre Don Lorenzo, y le apunta con el dedo.
Monsieur De Gaulle
Usteg...
¿Usteg quién es?
Don Lorenzo permaneció en silencio.
Instantes después, De Gaulle se lanzó a por él.
¡No se megta con mi amiggo!-gritaba agarrándole de las solapas del traje.
¡¡¡¡¡¡NO SE MEGTA CON MI AMIGGO!!!!!-se contenía las ganas de golpearle.

-¡Quíteme... las manos... de encima... anormal! -Balbuceó el comisario, al que había sobresaltado la llegada de De Gaulle. Tras estas palabras, empujó al francés hacia atrás, alejándolo de sí. Las miradas del comisario y el inspector se batieron en duelo durante algunos segundos, y don Lorenzo se aseguró de ponerse de puntillas para poder observar a De Gaulle con superioridad (aunque la camisa naranja fluorescente que aún vestía entorpeció su ostentación de autoridad). Finalmente, ambos retiraron la vista del contrario, ninguno antes que el otro, y don Lorenzo caminó hasta situarse detrás de Félix, que lo observaba todo con curiosidad, y desató las manos del psicólogo, amarradas a la silla. Acto seguido, el comisario se incorporó con dificultad y arrojó a Félix a los brazos del francés- Y ahora, salgan de mi habitación y lárguense de aquí inmediatamente. ¡QUÍTENSE DE MI VISTA!

Cuando quisieron darse cuenta, el psicólogo y De Gaulle ya se encontraban en el rellano, y don Lorenzo cerró la puerta de su habitación hostilmente. Félix se encogió de hombros y abrazó al francés.
-¡Oh, De Gaulle, he sido víctima de un... terrible malentendido! ¡Sígueme: te lo demostraré! -Exclamó, y acto seguido comenzó a correr en dirección a su habitación particular. De vez en cuando, dirigía la mirada hacia atrás y, si descubría al francés acercándose demasiado a él, aumentaba la velocidad- ¡Ja-ja! -Se carcajeaba entonces. Pero finalmente, encontrándose a escasos metros de la puerta de la sala en la que se alojaba, el psicólogo tuvo que detenerse, fatigado- ¡Uf! Ya casi hemos llegado -Aseguró. Ahora caminando, él y De Gaulle recorrieron la distancia restante. Sin embargo, cuando se encontraban junto a la puerta, Félix, que llevaba anhelando preguntarlo desde que su amigo le rescató de la habitación de don Lorenzo, se detuvo y dijo-. De Gaulle, ¿tú crees que soy algo más que un bigote? -Inquirió, deslizando el dedo índice por el susodicho mostacho.
Mientras aguardaba una respuesta, Félix desvío la mirada hacia la ranura contigua a la puerta. La tarjeta que el psicólogo se había olvidado insertada en ese dispositivo, y que la anterior vez que estuvo frente a esa puerta había desaparecido (pues la persona que había escondido el escarnio entre las sábanas de la cama del señor Crisantos la había robado para tratar de inculparle a él)... se encontraba de nuevo allí, introducida en la ranura- ¡Que me aspen!

El hombre de negro, que había tenido que renunciar a su peculiar atuendo en los últimos días para pasar desapercibido, se sentía incómodo al estar vestido de una manera tan normal. Ya que estaba solo decidió cambiarse de ropa, al quitarse la camisa se quedó unos segundos mirando una pequeña cicatriz situada en su estómago, el enmascarado no pudo evitar susurrar unas palabras:
-Algunas heridas dejan simplemente una cicatriz que se va disimulando con el paso de los años, otras en cambio, nunca terminan de cerrarse.

El becario se adentra en la habitación hasta llegar a la ventana , la cual analiza con la mirada sin perder detalle , seguidamente se pone de cuclillas junto a la cama para observar la cabeza del caballo - La cabeza del caballo es blanca... , lo mismo eso significa algo no? , lo digo porque el sospechoso podría haber traido una cabeza marrón , negra , gris... , pero la ha traido blanca... - Expone el becario seriamente mirando a Silvia la cual le mira un tanto sorprendida por la barbaridad que acababa de oir - Jejejeje , era broma ee - Rie finalmente durante unos segundos antes de ponerse de nuevo a trabajar en condiciones

El comisario había abandonado minutos antes su habitación, y de camino a la del señor Crisantos, fue incapaz de quitarse de la cabeza las últimas palabras del psicólogo. ¿Sería cierto que él se había convertido en aquello que tanto había aborrecido tiempo atrás? Rememoró los días que había convivido con el psicólogo en un psiquiátrico durante el Caso Scollex, a raíz del cual había comenzado su demenciación, y durante el cual Félix consiguió desesperarle constantemente.
Don Lorenzo sacudió la cabeza. No, no era posible. Él y Félix Montejo no tenían nada en común.
En estas estaba cuando alcanzó la ya célebre habitación, y se asomó para distinguir a su hija dispuesta a recoger una muestra del escarnio. Observó que Aitor se encontraba junto a ella, riéndose.
-Carrasco; Gallardo -Murmuró, sorprendiendo a todos-; vengan conmigo -Los dos aludidos se acercaron enseguida, y el comisario les acompañó hasta el exterior de la habitación-n ¿Recuerdan que esta mañana les dije que a partir de esta noche deberíamos hacer guardia frente a la puerta del señor D'Alvade? Pues ahora tenemos más razones que nunca para hacerlo. Su asesino -El comisario evocó inevitablemente la imagen de Félix- podría encontrarse en este mismo hotel. Además, tenemos razones fundadas para sospechar que el señor D'Alvade podría estar ocultándonos algo -Explicó, esto último en un susurro por temor a calumniar la reputación del tenor-. Quiero que ustedes dos se encarguen de la primera guardia. Si ven algo sospechoso, no duden en llamarme.