LHDP - ROL Capítulo 15 [El Desenlace]

Una figura acechaba a Luis de la Torre desde detrás de una hilera de vehículos, reptando junto a ellos al mismo ritmo que el juez. El observador escucha los temerosos graznidos de De la Torre, y se relame cuando este le localiza. Lentamente, abandona su escondite y se sitúa a escasos metros del juez.
El acechante vestía una gabardina negra que le cubría la mayor parte del cuerpo, dejando al descubierto únicamente su cara.
Sobre su cabeza, cual presagio de muerte, se erigía un imperturbable sombrero de copa. La figura comenzó a acercarse a Luis de la Torre.

El individuo se abstiene de hablar, limitándose a contemplar cómo Luis de la Torre se humilla sobornándole y ofreciéndole bienes que él no necesita a cambio de perdonarle la vida. Con movimientos cautos y metódicos, hunde una mano enfundida en un guante negro en los pliegues de su gabardina y, con la misma elegancia, desenfunda un pequeño revólver. Procurando no inmutarse, el Sombrerero alza el arma y apunta directamente a la cabeza del juez.

El Sombrerero se encogió de hombros cuando Luis de la Torre consiguió asegurarse unos segundos más de vida. A sabiendas de que no conseguiría hacer diana, el individuo disparó contra la pared junto a la que el juez se ocultaba. Su objetivo no era matarle, sino simplemente aterrorizarle, apremiarle a que cometiese el primer error que podría sentenciar su vida.
Seguro de que De la Torre no huiría de su escondrijo, su agresor caminó parsimoniosamente hasta la única salida del párking y se aseguró de bloquearla.
Después, con la misma carencia de prisas, se encaminó hacia la madriguera del juez, presto a cumplir de una vez por todas su objetivo.

El Sombrerero permanece impertérrito mientras Luis de la Torre desciende del vehículo, cumpliendo con su voluntad. El agresor piensa en que el pánico del juez es ahora palpable y que su nerviosismo carece de parangón. Por primera vez desde que apareciese en el garaje, el hombre del sombrero se permite abrir la boca, y lo hace para escupir una sonora carcajada. La estruendosa risa de aquella persona reverbera en las paredes y se repite varias veces, atormentando al juez. Es un sonido horrible, gutural, inhumano... Incluso en aquella situación, el Sombrerero camufla su verdadera voz bajo un distorsionador.
Una vez más, pero seguro de que no será la última, el hombre del sombrero alza el arma. Luis se contrae, amilanado, y entonces, con un movimiento brusco, su agresor extiende una mano y le agarra la cabeza, que inmediatamente estrella contra el volante del coche. Una vez, otra, y de nuevo otra más...

El Sombrerero trata de zafarse del paraguas de Luis por todos los medios posibles, demostrando que el ataque del juez le ha pillado por sorpresa. A pesar de estar recibiendo toda una colección de de golpes y encontrarse en una posición de clara desventaja, vuelva a expolotar en carcajadas, que aumentan de intensidad con cada golpe que De la Torre le propina.
Cuando la agresión comienza a incomodarle, el Sombrerero alza una mano y atrapa el paraguas por la varilla cuando este se encontraba en pleno movimiento. Durante unos segundos, el juez y él intercambian una larga mirada... y finalmente el Sombrerero consigue apartarle empujándole hacia atrás.

El Sombrerero siente que el oxígeno se escapa de sus pulmones cuando el extremo del paraguas comprime sus costillas, empotrándole contra un coche. <<Entre la espada y la pared>>, piensa, aunque no con tanto optimismo como le gustaría. Su primer instinto es lanzar las manos contra el paraguas para arrancárselo al juez, pero este resulta ser mucho más fuerte que él, algo que ya sabía antes de enfrascarse en aquella batalla encarnizada. Tose. Se atraganta. Apenas puede respirar. Comienza a dejarse caer lentamente sobre el capó del coche, hasta que finalmente se desparrama sobre el suelo, incapaz de defenderse. Entonces... distingue un objeto a su izquierda. Junto a él, a apenas medio metro de distancia, se encuentra su revólver. Incapaz de creerse su propia suerte, el Sombrerero estira la mano y recupera su escurridiza arma, que inmediatamente alza y abre fuego contra el paraguas del juez, perforándolo por varios zonas. No consigue herir al juez, pero es suficiente para obligarle a retroceder.
El Sombrerero se incorpora, recuperando el aliento y, de nuevo, alza el arma. Es consciente de que esta será la última vez que tendrá que hacerlo.