LHDP - ROL Capítulo 18
El C18 marca el comienzo de la recta final del ROL.
La 4ª temporada pondrá final a una gran historia que lleva desarrollándose más de un año, y a la que aún, le queda mucho (y lo mejor) por contar.
•Resúmenes
•El Despacho de Don Lorenzo
•REGLAS•
- No interrumpir el juego con comentarios que deban ser tratados en el anuncio. De interrumpirlo, habrá de editar inmediatamente.
-Para adquirir un secundario, se ha de elevar una petición a la cúpula directiva. Sin embargo, obtener un secundario es muy complicado, ya que por lo general suelen estar vinculados al caso que se trata salvo alguna excepción.
- No se pueden alterar bruscamente las tramas generales de la historia ni aquellas que incumben a determinados personajes sin la aprobación de su propietario.
- ELENCO -
• (Paco Miranda) >>Carlinter_76
• (Lola Castro)>>Martinyfelix
• (Mariano Moreno)>>Bryan-Derek
• (Lucas Fernández)>>Lukesita
• (Sara Miranda)>>Lukiando
• (Gonzalo Montoya)>>Sara_93
• (Silvia Castro)>>Meli-esdm
• (Aitor Carrasco)>>Rubén16
• (Félix Montejo)>>Avataryl
• (Monsieur De Gaulle)>>Sauker
• (Marina Salgado)>>Meli-esdm
• (José Luis Povedilla)>>Martinyfelix
• (Reyes Sánchez Bilbao)>>Marsea
• (Dr. Decker) >>Bryan-Derek
• (Gregorio "Goyo")>>Dain
• (Lis Peñuelas)>>Dain
• (Rita Peláez)>>Sara_93
• (Blackman)>>Lyonel_19
• (Doña Concha)>>Lukesita
• (Don Lorenzo Castro)>>Avataryl
- CON LA COLABORACIÓN ESPECIAL DE -
• (Arcadio Claus)>>Sauker
• (Hermenegildo XXXVIII)>>Avataryl
• (Querubina Iluminada)>>Martinyfelix
• (Emiliano Salido)>>Rubén16
• (Dr. Pascual Dapena)>>Avataryl
• (El Maestro)>>Meli-esdm
- INTERVIENEN -
• (Rasputín Verenguer) † >>Sauker
• (El Químico)>>Bryan-Derek
• (Manuel Delgado)>>Rubén16
• (Fiti Bragueta & Sandra Millán)>>Sauker
• (Claude & Charlotte)>>Sauker
• (Inspector Olmo)>>Avataryl
• (Agapito Elano)>>Bryan-Derek
• (Bruce Willis)>>Avataryl
Cortinilla, realizada por Avataryl:
1er Tráiler, realizado por Sauker:
2º Tráiler, realizado por Avataryl:
3er Tráiler, realizado por Sauker:
SINOPSIS
Los agentes de San Antonio retiran el cadáver de Rasputín Verenguer (Sauker) de las escaleras del aparcamiento de la clínica. Según parece, el doctor resbaló y al recibir la caída murió en el acto, pero al comisario le inquieta que tuviera la cabeza completamente del revés.
Fiti, Claude, Charlotte y Sandra (Sauker) regresan de la clínica a su hogar, llorando la muerte del doctor. Fiti tendrá que dividir su tiempo, y junto con ver el Mundial, tendrá que encargarse de ejercer de cabeza de familia para tomar una decisión que cambiará sus vidas para siempre.
Ahora que Aitor Carrasco (ruben16) por fin ha conseguido la placa y conquistado a Silvia (meli-esdm) su prioridad será descubrir qué le pasó a Kike (BryanDeReK). Don Lorenzo (Avataryl) ha desmantelado la investigación y prohibido que nadie siga indagando, por lo que el agente tendrá que realizar sus pesquisas en secreto.
La sospecha de que "El Químico" (BryanDeReK) podría ser la persona que ordenó la ejecución de los policías aterrorizará a Mariano (BryanDeReK), que además se sentirá responsable por haberle permitido escapar de los calabozos. Además, el subinspector deberá hacer frente a las consecuencias del doble asesinato que perpetró durante la estancia en la clínica…
Después de renunciar a las armas y la violencia, Félix (Avataryl) se considera otra vez merecedor de compartir su vida con Lola (martinyfelix). Sin embargo, pronto descubrirá que su futura esposa ha sido secuestrada de nuevo, y cuando comience a buscarla, su compromiso pacifista se pondrá a prueba por primera vez…
El inspector de la Interpol, De Gaulle (Sauker), se ha convertido en un marido soso y aburrido y para colmo, muy a menudo, sufre ataques de ansiedad y amagos de infarto. Pese a los consejos de Marina (Meli-esdm), declinará la posibilidad de encontrar un nuevo médico de cabecera que le trate, avergonzado por los problemas que le aquejan a su temprana edad. De Gaulle sospechará además que Marina tiene un amante. El francés encontrará en Félix (Avataryl) todo el apoyo que necesita para descubrir al posible amante de su mujer y, de paso, superar los baches que le amargan la vida.
Abrumado por los últimos acontecimientos, don Lorenzo (Avataryl) recordará a Félix (Avataryl) lo que acordaron en París, y el comisario se someterá a la terapia del psicólogo. Gracias a esto, el comisario superará poco a poco su pesadumbre y recuperará la fortaleza y energía que le caracterizan. El deseo por Marina Salgado (meli-esdm) aumentará desproporcionalmente, y llegará un momento en el que no logrará refrenar la pasión que siente por la comandante…
Después de presenciar la muerte de su amiga Amaia (mitchie) , Goyo y Lis (Dain) deberán decidir finalmente con quién está su lealtad cuando el inspector Olmo de Asuntos Internos vuelva a contactar con ellos. Antes de reanudar su trabajo en la comisaría, a los dos becarios se les concederá una excedencia para que puedan superar la pérdida.
A la hora de realizar una autopsia, Silvia (meli-esdm) confesará que el trabajo le sobrepasa, y que no podrá seguir encargándose de todo el apartado científico de la comisaría sin ayuda. Pronto contratarán a otro forense, llamado Decker (?), para que trabaje con Silvia (meli-esdm). Probablemente, esto no agradará a Aitor (ruben16)...
Después de una semana de baja, Paco Miranda (?) volverá a la comisaría... La comisaría recibirá la noticia de que han sido hallados dos cadáveres en una cueva. Algunos agentes se desplazarán hasta allí para investigar. Y así es como dará comienzo el caso más difícil al que San Antonio se haya enfrentado jamás...
Cabecera, realizada por Avataryl:
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Sentada en una de las sillas de la sala breafing y siguiendo las ordenes del tal Arcadio Claus de que nadie interviniera durante aquel trabajo con la ouija,Sara aguantaba como podia las vibraciones que a punto estaban de tirarlos a todos por los suelos.
Sabia qué aquel Mal qué ellos no veian, estaria casi acariciando las manos de aquel agotado y desencajado hombre,asi que cuando unas gotitas de agua bendita llegaron a su cara,ella las recibió,como recibia la lluvia cuando estaba con su Lucas.
Sara escucho una voz iimperceptible que creyó reconocer......¡¡era Mariano¡¡¡¡¡¡¡
Cerró los ojos con fuerza y con fuerza tambien agarró la cruz que llevaba colgada sobre su cuello,un escapulario que siempre la acompañaba.
La levantó como intentando aunar fuerzas con la del parasicólogo y presa de dolor empezó a rezar mental y atropelladamente todas las oraciones qué recordaba de pequeña mientras éstas se entrecortaban con sus súplicas de que no le ocurriera nada a Mariano.
Los movimientos fueron más fuertes y Sara abrió los ojos para comprobar qué todo estaba bien.Aquel hombre estaba pálido,¡¡habia vencido al mal¡¡ y aunque ella habia desconfiado de él ahora le agradecia su esfuerzo.
Todo parecia haber vuelto a la normalidad y hasta de Gaulle y el tal Decker miraban con ojos de lascivia a aquella despampanante subinspectora qué parecia suspirar como liberada de aquella pesadilla.
Sara pensó en su padre y en Lucas y en Michelle,y un escalofrio recorrió de nuevo su cuerpo.Estaba intranquila y no sabia si todo habia terminado
Su Santidad se encontraba recostado en la lujosa butaca del despacho papal, balanceándose con la nuca apoyada sobre las dos manos entrelazadas. Cerca de él, el camarlengo trajinaba incansablemente, encargándose de todas las actividades que el pontífice descuidaba. Aunque distraído, Hermenegildo le observaba de vez en cuando con hostilidad.
El papa dirigió la mirada hacia su espléndido escritorio, y su vista reposó en una fotografía enmarcada. En ella, con una playa tropical por fondo, aparecían él y Vittorio Ruini, ambos en bañador. Hermenegildo sonreía a la cámara y alzaba el pulgar, mientras con la otra mano intentaba rodear el escurridizo cuello de su acompañante. Enternecido, Su Santidad admiró la imagen durante unos minutos más con nostalgia, pero la retiró y comenzó a sudar al fijarse en la mirada asesina con la que el difunto camarlengo le fulminaba. Avergonzado, el Papa alzó la vista misericordiosamente hacia el camarlengo actual.
-Io he hezzo una cossa horribile -cloqueó, enterrando el rostro entre las arrugadas manos, abochornado-. Quando io estuve en San Anttonio con mis vecchios amicos, quise demostrareles chi io era un buono Papa... -se detuvo, y rompió a gimotear- y fingí que Dio había hablatto conmico. Fingí une milagro! -exclamó, agitando las manos, porque consideraba idiota al camarlengo y creía que de otro modo no le entendería-. Esppero chi algune vezz puettan pertonnarme... -suspiró, dirigiendo una mirada de arrepentimiento hacia la comisaría de San Antonio.
Reflexivo, Su Santidad comprendió que en lugar de convertirse en pontífice debería haber seguido su vocación, que no era otra que ser domador de tigres.
Observó el enorme anillo que ceñía uno de sus dedos; ya era demasiado tarde para echarse atrás. Indolente, Hermenegildo XXXVIII se incorporó, se asestó campechanamente varias palmadas en su prominente barriga y, seguidamente, se desabrochó la vestimenta arcana que le envolvía el cuerpo, que cayó solemnemente al suelo dejando al descubierto su apergaminada desnudez.
-Prepparame le bagñera -ordenó al estupefacto camarlengo, en un tono que no admitía réplica-. Chiero bagñarme...
El comisario permaneció en su silla durante un tiempo, con las cejas alzadas y una sonrisa simple en los labios. Había presenciado cómo Arcadio Claus, el hombre a que había tachado de cobarde, había lidiado encarnizadamente contra un enemigo invisible y con una valentía que don Lorenzo, una vez asimilado lo ocurrido, envidió. Cuando la güija concluyó, el comisario no percibió nada indicativo de que el Mal hubiese sido expulsado, pero supo que había sido así terminado cuando observó el rostro de satisfacción del parasicólogo. Todo había terminado. Y Arcadio Claus les había salvado a todos. Mientras todos los agentes, aún conmocionados por el triunfo, lo celebraban, don Lorenzo se levantó lentamente y caminó hacia Arcadio. Se detuvo frente a él con una mirada dura.
-Gracias -dijo. Y después, comenzó a aplaudir.
Escucha palmadas procedentes de las extremidades del comisario , que a medida se hacían más sonoras , el agente se levantó del asiento , todavía no estaba convencido de nada , pero no obstante sabía que Arcadio había realizado un buen trabajo , afrontando por fin sus miedos , por lo que , siguiendo la acción de Don Lorenzo , comenzó a aplaudir acto al que se unieron sus compañeros - Bravo!!
Mariano:
-Buen trabajo.
Para haber sido su primer día de trabajo sin dormir,parecía que todo había salido bien
o por lo menos que por el momento podrían descansar tranquilos,de pronto observó
a Don Lorenzo dirigirse a Arcadio Claus y aplaudirle,claro que para ella el éxito de la misión
había sido el trabajo en equipo pero por respeto y consideración con su superior empezó a
aplaudir tambien al parroco,uniendose a sus compañeros.
El psicólogo presenció sin interés cómo Arcadio Claus batallaba contra su invisible némesis, aunque él prefirió pensar que a lo que estaba asistiendo era a una exhibición de danza.
Cuando todos comenzaron a aplaudir, Félix se encogió de hombros y, puesto que el parasicólogo había bailado muy bien, les imitó.
-¡Ja-ja! -se rió, contagiado por la felicidad respirable en la habitación.
Tras tomar el comisario la iniciativa, todos los agentes comenzaron a aplaudir al padre. Exceptuando Decker que se había marchado antes de que diese lugar la escenita.
Silvia, continuaba en su silla con los brazos cruzados, contemplando a sus compañeros. Después de unos minutos, se levantó pero no hizo ningún amago de aplauso.
Silvia
Me cuesta creer que todo halla acabado así...sin más.-Mira a sus compañeros.
¿Qué pasa con Sandra?
¿Nos olvidamos de ella porque este señor haya dicho que todo a terminado?
No es nada contra usted, padre...-Pronuncia mientras mira al cura.
Os recuerdo que está gestando una gárgola.
¿Qué se supone que hacemos con eso?- No estaba dispuesta a pensar que todo había terminado así.
Lo siento, pero...hasta que no esté el caso resuelto por todos los flecos que ha dejado, yo, no pienso celebrar nada.
Era la primera vez que recibía un baño de masas, y lo mejor, es que sabía que era totalmente sincero, agradeciéndole el trabajo realizado en comisaría.
Con lágrimas en los ojos, no dudó en admitir en su interior que había sido el momento más feliz de su vida.
Asintió secándose las lágrimas, aunque otras nuevas no tardaban escapar de sus cuencas, y, al borde de un llanto desenfrenado, abrazó a Lorenzo, un abrazo que quería que sirviera para mostrar su agradecimiento, por consiguiente, a todos los demás.
Arcadio Claus
Muchísimas gracias a todos.
Ha sido el... momento más emotivo que he vivido nunca.
Son ustedes los mejores policías que conozco-habló de corazón.
Esto no es una comisaría... esto es un Milagro, un sueño hecho realidad.
Dios ha visitado su comisaría-miró a Lorenzo con los ojos rojos.
Y tenga por seguro que si ha vuelto a la Tierra y me ha ayudado a derrotar al Mal, ha sido... porque sabía que merecería la pena.
Ningún final es digno ni está a la altura de cada uno de ustedes.
El Mal encarnado... no era suficiente para acabar con sus vidas-besó el crucifijo, volviendo a secarse las lágrimas.
Todos se giraron, y escucharon en silencio a Silvia.
Arcadio carraspeó la garganta, pensando en qué decir, y cómo hacerlo.
El comisario alzó los brazos instintivamente y adoptó una posició defensiva cuando Arcadio Claus le abrazó, pero enseguida se relajó y, aunque no le correspondió, sí consintió el gesto, un tanto embarazado. Cuando se separaron, don Lorenzo también tenía los ojos diáfanos.
-Jamás podremos agradecerle lo que ha hecho por nosotros, padre -murmuró el comisario, asintiendo mecánicamente con la cabeza-. De no ser por usted... no sé qué habríamos hecho -admitió, mordiéndose el labio-. Ha cumplido su trabajo, y ahora ya no puede sernos de más ayuda, y se merece un descanso. Le avisaremos cuando le investigación sea definitivamente cerrada -se despidió, tal vez con cierta brusquedad. Consciente de ello, titubeó e intentó redimirse:-. Antes de que se vaya, quiero pedirle disculpas por lo que le dije en la iglesia... Usted no es ningún cobarde.
Tras varios instantes durante el cual se dedicó en mirarles uno a uno con lágrimas en los ojos, asintió mordiéndose los labios, y tomando su maletín para marchar de la comisaría para siempre.
Arcadio Claus
Son ustedes los feligreses de los que más orgulloso me sentiré nunca.
No es necesario ir diariamente a una Iglesia para demostrar ser un digno hijo de Dios-admitió la realidad, pues muchos de sus fieles (los que quedaban) tenían mucho que envidiar a los hombres de Lorenzo.
Ha sido un placer, agentes, un verdadero placer.
Me gustaría volver a verles algún día.
Cuando quieran les esperaré en la parroquia "Divino Salvador", ya la conocen, dispuesto a recibirles en confesión.
Sin protocolo, una vez más-alzó su dedo índice, haciendo sonreír a todos, pues bien sabían que las conversaciones que se mantuvieron estaban muy lejos de una confesión.
De lo único que me arrepiento es de no haberles conocido antes, ustedes... han hecho que deje de ser un cobarde.
Gracias... San Antonio-miró las paredes de la sala, triste por tener que abandonar el lugar.
Gracias por devolverme mi dignidad.
Arcadio abandonó la sala Briefing, y una vez en el pasillo, tras asentir, abrió su maletín.
Hurgó en su interior durante largos minutos, y no por no encontrar lo que buscaba, sino porque dudaba si se sentía o no preparado para pasar página.
No lo pensó, recordó sus palabras en el interior de la Briefing, y sacó lo que había ocultado durante más de 20 años.
SPOILER (puntero encima para mostrar)Una foto de un jovencísimo Arcadio Claus en África, abrazando a una decena de niños hambrientos el día en el que llegaron las vacunas.
Entre ellos estaba aquel que abandonó a su suerte a la merced del Mal.
Tragó saliva, y se introdujo la foto en el interior de su chaqueta.
He tardado mucho tiempo en vengarte, pero él ya se ha ido...
Yo le he hecho marchar
Y ahora... puedo volver a verte, sin sentir vergüenza.
Te esperaré allí a donde vaya, hijo mío, para pedirte disculpas-se alejó el sacerdote envejecido, bajando las escaleras y perdiéndose en la lejanía en dirección a su parroquia.
Era el hombre que durante tantos años había ansiado ser.
Era un verdadero siervo del señor, que se dedicaría en cuerpo y alma a sus fieles, hasta el fin de sus días, que encontraría... sin ningún remordimiento.
El psicólogo empujó una puerta y accedió a los vestuarios. Agotado, deslizó la manga del traje por la frente y se secó el sudor con el puño. Permaneció en el umbral un tiempo, pensativo, y, finalmente, tras encogerse de hombros, avanzó hasta situarse frente a un amplio espejo y apoyó las manos en los bordes de un lavabo. Jadeando, observó con mirada crítica su reflejo en el cristal, y descubrió con orgullo y sin ningún temor que su vigoroso bigote ya había crecido completamente. Abrió el grifo y agachó la cabeza para enjuagarse la cara. Cuando alzó la mirada, en su rostro empapado cobró forma una sonrisa torcida.
Sucesos increíbles habían asolado durante los últimos días a la comisaría de San Antonio, pero Félix Montejo los había combatido con escepticismo y lucidez; una lucidez que no había poseído desde hacía años, cuando regentaba una aburrida consulta privada y aún no se había zambullido en un mundo policiaco que desató su lado más salvaje. Al renunciar a la violencia, había recuperado la cordura. La decisión le deparaba una existencia menos divertida que la que había mantenido últimamente, pero asimismo preservaba la seguridad de Lola; y esto importaba tanto al psicólogo que estaba dispuesto a sacrificar mucho más que su 9milímetros para asegurarlo.
Su sonrisa se pronunció aún más: definitivamente, ya no estaba loco.
De repente, escuchó el espantoso ruido de un váter succionando agua, señal inequívoca de que alguien había tirado de la cadena, y se volvió hacia atrás.
SPOILER (puntero encima para mostrar)BRUCE WILLIS:
El héroe de Félix emergió del excusado y fulminó al psicólogo con una mirada brutal; fue una mirada cruel, pero también de complicidad.
-Bien hecho, Montejo -le felicitó con una voz gutural, inmóvil, sin perder un ápice de seriedad, mientras la puerta del baño oscilaba tras él-. Ya estás curado.
FÉLIX:
El psicólogo elevó las cejas, levemente perplejo.
-Que me... aspen -dijo-. ¿Aún... sigues de vacaciones? -inquirió, pero Bruce Willis no contestó.
El sonido de succión se repitió en el excusado adyacente, y seguidamente de este brotó, balando, la cabra satánica que a Félix se le había aparecido en múltiples ocasiones.
En lugar de responder, el héroe del psicólogo se aproximó a Félix y depositó una mano fantasmagórica sobre uno de sus hombros. La bestia también se acercó a ellos. Desconcertado, el psicólogo se volvió hacia el espejo. Junto a él, Bruce Willis y la cabra rompieron a reír diabólicamente, y Félix les imitó.
Reflejado en el espejo, el psicólogo se carcajeaba con la misma intensidad que fuera de él, pero en la superficie reflectora no había ni rastro de Bruce Willis y el animal.
Pero Félix no llegó a darse cuenta de que estos sólo eran un producto de su imaginación.
Definitivamente, ya no estaba loco.
Con la mano apoyada en la cadera, el comisario observó alejarse a Arcadio Claus con la maleta en una mano y, mordiéndose el labio, comenzó a asentir. De repente, envejecer ya no le perturbaba, y, antes de que el parasicólogo doblara una esquina, don Lorenzo decidió que cuando lo hiciera y sus manos se arrugaran intentaría ser como Arcadio Claus. Cuando el religioso desapareció, el comisario, conmovido, giró sobre la suela de uno de sus zapatos hacia sus agentes. Los policías guardaron mudez durante algún tiempo, asimilando que habían salido victoriosos de una nueva aventura, más peligrosa e incomprensible que ninguna a la que se hubiesen enfrentado antes. Cuando a don Lorenzo la situación comenzó a antojársele ridícula, rompió el silencio carraspeando.
-Bueno, señores, parece que lo peor ya ha pasado... -masculló, espabilándoles- Han sido días muy duros, pero espero que a nadie se le ocurra aprovecharlo como excusa para holgazanear. Les recuerdo que ahí fuera hay alguien además de Rasputín -pronunció dudoso, pues nunca había entendido muy bien quién era el verdadero enemigo- que quiere vernos a todos muertos -recordó, evocando el descubrimiento que habían obrado en el despacho de Lázaro Orozco, y que tras el hallazgo del cadáver del doctor todos parecían haber olvidado.
A continuación, se dirigió a Silvia, cuya observación no había querido comentar hasta que Arcadio se hubiera ido.
-Cierto, Sandra Millán. Esa mujer, al igual que los demás amigos de Verenguer, tienen una orden de busca y captura en su haber y todo el cuerpo de policía está tras su pista, pero nadie sabe dónde están. Si algún día les encontramos y siguen vivos, tal vez puedan esclarecer más todo lo que ha pasado. Aunque, por muy oscuro que haya sido este caso, hay algo de lo que estoy seguro: los cadáveres que encontramos en la casa fueron emparedados por Verenguer y su familia, seguramente para encubrir los atroces crímenes de Sandra.
El comisario comenzó a masajearse las sienes y ahogó un bostezo, agotado. Los demás le escuchaban, reponiéndose aún del susto.
-Sólo Dios sabe a dónde ha ido a parar el cadáver de Verenguer, pero hay algo que, ahora, no puedo evitar preguntarme: ¿cómo moriría? Me temo que nunca lo sabremos -sentenció enseguida, a caballo entre la decepción y el alivio-. Bueno, señores, es el momento de volver a casa y descansar -añadió al cabo, dando palmas-. Duerman, si es que son capaces, y mañana a primera hora quiero verles aquí otra vez. Tenemos mucho trabajo que hacer: el Mal no pierde el tiempo -concluyó solemnemente, adoptando con orgullo el mantra de Arcadio Claus.
Dicho esto, el comisario sacudió la cabeza y, no demasiado consciente del contenido de su discurso, abandonó la sala Brifing junto a los demás. Sin mediar palabra, los agentes se alejaron, con la certeza de que nunca llegarían a entender bien qué había pasado durante las últimos días, pero seguros, asimismo, de que la historia había terminado con un final feliz y la victoria del Bien sobre el Mal.
Clínica “Camellos Dorados”
Rasputín Verenguer bajaba las escaleras, contento.
Fiti, Charlotte, Claude y la ahora recuperada Sandra, aguardaban en la habitación su llegada.
Había prometido volver enseguida, tan sólo iba a abandonar la clínica para comprar unos helados a su ahijada con motivo de su cura y la marcha definitiva del Ente que les había acosado durante meses.
Lo primero que pensaba hacer en cuanto deleitara a Sandra con los helados, sería llevarse a su familia en el coche y volver a su hogar, para hacer una majestuosa cena que acabaría con café y canciones groseras entorno al piano hasta las tantas de la madrugada.
También dejaría su trabajo en la clínica, pero seguiría ejerciendo en el hospital “Nuestra Señora del Milagro Inútil”, ya que tan sólo había mantenido ambos trabajos para poder costear las obras de la casa debidas a los estragos que iba causando Sandra a su paso.
Sacó las llaves de su coche, y canturreando, se dirigió al automóvil.
Rasputín Verenguer
Me partiría el alma por tenerte…
Solos tú… tú y yo…
¡Desesperadamente aquí me tienes, en un rincón… sin tu amor…!
¡Y te dejé marchar, te dejé…!-se vio interrumpido al apagarse las luces.
Coño, estas si esto está peor que mi casa.
Como se las gasta Orozco, macho-arqueó las cejas sorprendido por las deficiencias de la instalación eléctrica.
Unos pasos se hicieron eco en el garaje, y el doctor, con una sonrisa, miraba a un lado y al otro.
Comenzó a hacer frío y el propio aire se viciaba, pero él no entraba en el coche, intrigado por los pasos de aquel que por allí rondara.
Tal era así, que sacó unos caramelos y se los introdujo en la boca, haciendo tiempo hasta que bajara las escaleras.
Parecía que una cuerda unía a todos ellos, y, confuso, tiró de un extremo de la misma, para comprobar que estaba ingiriendo.
Se trataba de sus bolas chinas.
Le vinieron varias arcadas, e inmediatamente, guardó las mismas en su bata blanca, asqueado.
Quien quiera que se aproximaba, no parecía de este mundo, su presencia era suficiente para perturbarle, sin tan siquiera haberle visto el rostro.
A Rasputín le vino el Ente a la cabeza, y casi visualizó su rostro en un mar de oscuridad.
Aterrado, habló con voz nerviosa.
¿¡No te molestes, eh!?
Si yo me voy ya, jajaja-rió antes de que se le cayeran las llaves del coche de las que pendía una cuerda de bolas chinas, y se agachara nervioso para recogerlas.
¡Si quieres charlar o algo espérate un momento, que ahora mi amigo Fiti va a salir también para comprar unas latas, que estaba viendo el Mundial!
¡O ve al despacho de Orozco, que tiene un café cojonudo, jaja!
No te molestes, por favor, que yo ya me…-susurró al presenciar cómo alguien pisaba el manojo de llaves con un zapato negro brillante.
Voy…
[url= ]Levantó la mirada.[/url]
SPOILER (puntero encima para mostrar)Y allí estaba él, impasible, envuelto en oscuridad y de brazos cruzados.
Rasputín sintió un escalofrío, que pronto confundió con atracción.SPOILER (puntero encima para mostrar)¡De Gaulle, por mis gamuzas!-contempló su rostro desde abajo, agachado.
¡Qué sorpresa!
La madre que me parió, me has acojonao, macho.
Como avanza la ciencia con las piernas ortopédicas, ¿eh?
No te he oído ni llegar, joío por culo.
Jajajaja-soltó varias carcajadas dándole un golpecito en el pecho.
El francés le observaba con seriedad, aunque no pudo evitar que en su rostro se dibujara una sonrisa.
Rasputín, temblando, notaba su acelerada respiración, que casi le despeinaba.
Se dispuso a meter las llave en la cerradura de la puerta, pero el inspector, alterado, le detuvo.
Monsieur De Gaulle
Oh, siengto habegte asustagdo, Gaspugtín.
No ega mi intensión, pego he visto que te igbas ya con el cogche.
¿Quieges qué te llegve?-preguntó a caballo entre amable y sugerente.
Rasputín Verenguer
No, no hace falta, de verdad.
Si es que voy a comprar helados, que Sandra estará ya libre de pecado, pero en gula anda en las mismas.
Voy a cargar el coche hasta arriba, y bueno, que no vamos a caber y voy a llevar mucho peso a la vuelta-se giró para entrar en el coche, agarrándole De Gaulle del brazo y tirando de él.
Monsieur De Gaulle
Pego no tenggas tangta pgrisa, hombgre.
Si tú y yo tenegmos un tegma pendiengte asega de un hegcho que pgresisamengte tugvo lugag en este gagagje.
Rasputín sonrió, se guardó las llaves en el interior de la bata blanca, y agarró a De Gaulle de los hombros, extasiado.
Ahora lo comprendía, y no se andaría con rodeos.
Rasputín Verenguer
Sé que siempre me has amado, De Gaulle.
Pero ahora no tendrás que esperar más, deja a tu mujer y me tendrás para toda la eternidad.
Pero bueno, tampoco le diría que no a un tórrido romance a las espaldas del mundo.
¿A qué te sientes mejor fuera del armario?-lo dijo en un tono casi burlesco que al francés no le gustó nada.
Monsieur De Gaulle
Tú magtaste a Adolphe…
Tú asesinaste a mi gagto-le recordó lleno de rencor.
Rasputín Verenguer
Unos se van, De Gaulle, y otros se quedan…
Ahora podremos estar juntos para siempre-inclinó la cabeza hacia adelante tomando sus labios un tamaño desmesurado.
Monsieur De Gaulle
No…
El inspector de la Interpol apretó la mandíbula, agarró a Rasputín del cuello, sorprendiendo al doctor la fogosidad de De Gaulle.
Sin embargo, aquel pensamiento duró poco.
De Gaulle, con las manos vestidas por unos finos guantes de cuero, saltó con sus manos hasta las sienes, y con una fuerza casi sobrehumana, retorció la cabeza del doctor, quien soltó un breve grito de dolor que le puso los pelos de punta.
Tambaleándose con la cabeza vuelta del revés, llegó a las escaleras, unos metros más allá.
Rasputín tuvo que girarse para observar a De Gaulle durante unos segundos en los que seguramente ya estaba muerto, con el rostro sobre la espalda.
Se precipitó contra el suelo con fuerza, rompiéndose varias costillas.
El francés suspiró, y se quedó mirando el cadáver durante un tiempo que no pudo precisar.
Jungtos paga siempre…-repitió satisfecho.
Ahoga estás dongde te megeses, Gaspugtín.
SPOILER (puntero encima para mostrar)Después, con el corazón en un puño levantó la mirada, advirtiendo el piloto rojo de la cámara de seguridad del garaje.
Su plan seguía.
Subió por las escaleras a toda prisa, y se convenció así mismo de que al abandonar el garaje no se toparía con nadie.
Por suerte, acertó.
Los agentes estaban fuera de la clínica, probablemente en un operativo del que no se le había informado.
Sólo deseaba que Marina estuviera bien…
En ese momento, tras perder el miedo a ser visto por alguien, carecía de todo sentimiento.
Ira, dolor, alegría, remordimientos…
Su venganza se había cobrado la vida de Rasputín, ahora todo estaba en paz, su balanza se había equilibrado.
Llegó a la centralita de seguridad, y para su sorpresa, descubrió que estaba vacía.
Creía que tanta suerte no era posible, por lo que, con cuidado, asomó la cabeza para posar la mirada tras el cristal de la sala, y contempló los cuerpos poco más allá, tirados y noqueados.
La comisaría no había dejado a casi ningún empleado del lugar en pie.
Sonriendo, se sentó, rebobinó la grabación de la cámara del garaje apenas una hora, teniendo que revivir el momento en el que había asesinado a Rasputín, durante el cual cerró los ojos.
Pulsó Pause, y comenzó a grabar encima de las imágenes posteriores.
La única prueba que podría comprometerle estaba siendo eliminada.
Durante unos instantes vaciló, creyendo estar en escena, pues vio moverse algo en la oscuridad.
Activó el modo visión nocturna, y advirtió una mancha blanca volaba de un ladro a otro, preguntándose de qué podría tratarse.
Cuando volvió a activar la cámara en modo normal, se percató de que tan sólo era una oleada de mosquitos.
"No tener memoria es un lujo, cuando no se tiene nada bueno que recordar", pensó el francés en su asiento.
DOS DÍAS ATRÁS
SPOILER (puntero encima para mostrar)El francés yacía tumbado en el sofá, vistiendo un pijama de seda brillante color negro, agarrado a un cojín mientras veía las noticias.
Marina y él habían ido a dormir hacía apenas unos minutos, y había sido testigo de cómo su mujer había vomitado en el baño.
Por un momento pensaba que le había transmitido su mala energía y su nerviosismo, la muerte de Rasputín le perseguía a todas partes, y no dejaba de escuchar además como el crujido de su cuello se repetía una y otra vez, además de la horripilante imagen del doctor con la cabeza vuelta del revés, tambaleándose antes de caer al suelo.
Dirigió una mirada hacia el rincón del salón.
La cama de Adolphe seguía allí, como si no hubiera pasado nada.
Rompió a llorar, atormentado, hasta que comenzó la previsión del tiempo, y las palabras del meteorólogo captaron su atención.
Hola, muy buenas noches.
La situación meteorológica en España sigue muy complicada, marcada por el viento de levante, esas bolsas de aire frío en altura y las tormentas, que empezarán a descargar a partir de mañana y lo seguirán haciendo a partir de la jornada de mañana y los próximos días en la región norte.
Pero no sólo eso, los sismógrafos prevén fuertes terremotos a partir de los próximos días que pueden causar daños relevantes en …
El teléfono móvil de De Gaulle comenzó a sonar, y lo cogió de inmediato.
Había algo que requería su atención.
Se trataba de Rocamora, el cuerpo de Rasputín había llegado a comisaría.
Ya ega hoga.
2:45
Aparcó su coche frente a comisaría, sin introducirlo en el garaje.
En la entrada, en la centralita a la izquierda, donde yacía el registro, estaba Quintanilla, quien se vio obligado a preguntarle qué hacía en comisaría.
El inspector respondió que había olvidado unos informes, y que, en definitiva, no era asunto suyo.
De puntillas, caminó por los pasillos de la planta baja, y entró poco después relamiéndose en el laboratorio de la inspectora Castro.
Allí estaba la bolsa que guardaba el cadáver de Rasputín.
Ansioso, bajó la cremallera, y descubrió su cuerpo desnudo, ante lo que contuvo las ganas de vomitar.
Volvía a escuchar el crujido de su cuello de nuevo, por lo que se golpeó la cabeza con las manos, deseando que cesara.
Sacó un cutex que traía de casa, y tras ponerse unos guantes de látex de la forense, dio la vuelta al cadáver del doctor.
Hizo cortes profundos en su espalda, conteniendo la respiración, hasta formar una palabra:SPOILER (puntero encima para mostrar)AUXILIUM
SPOILER (puntero encima para mostrar)3:23
Había vuelto a casa, Marina seguía durmiendo.
Tomó su portátil del maletín, y raudo y veloz, se conectó a Internet.
Pronto aparecieron en las ventanas abiertas publicidad de chat de homosexuales, y a punto estuvo de estuvo de escupir al suelo, escandalizado.
Odiaba navegar por la red, pero tendría que hacer una excepción.
Entró en una web satánica, y se conectó al chat con un nombre sugerente: GuardiánDeLaDecencia.
Pronto estableció contacto con un hombre que se hacía llamar Maestro, y ambos, comenzaron a conversar.
Tras varios minutos hablando sobre el Bien y el Mal y sus creencias (conversación durante la cual De Gaulle había mentido sin piedad), logró hacerse con la confianza de aquel fanático, y decidió pedirle un favor.
GuardiánDeLaDecencia
Maestro, ¿qué estaría dispuesto a hacer por traer el Mal a la Tierra?
El Maestro
Ya te lo he dicho, cualquier cosa.
Mis adeptos y yo estamos a punto de conseguirlo, vamos a abrir las puertas del Infierno.
¿Acaso quieres unirte?
GuardiánDeLaDecencia
Por desgracia, muchos no comparten nuestra opinión y carecen de nuestra fe.
¿Me ayudarías a “hacer creer” a unos amigos?
Les necesitamos a nuestro lado, nuevos miembros para tu comunidad, nuevas voces para invocar al Maligno.
El Maestro
¿Qué hay qué hacer?
De Gaulle se había reunido con el Maestro en un polígono industrial alejado del centro de la ciudad.
Le había proporcionado cierta información acerca del caso que la policía investigaba, para que utilizara las frases y argumentos adecuados.
Su plan no podía fallar.
También le había obligado a grabar un vídeo, un vídeo, que en algún momento De Gaulle expondría sin ser visto en comisaría, en el que aparecería el rostro del Maestro, maquillado para parecer el mismísimo Mal encarnado.
Le sugirió grabar su voz, obteniendo el francés numerosos clips.
El primero de ellos fue expuesto en comisaría, colocando una grabadora en el interior de un mueble del despacho del comisario, bajo los micrófonos de megafonía.
Coincidiendo la reproducción del mensaje con algún que otro terremoto, lo cual, a pesar de antojársele terrorífico, no le sorprendió.
Ya sabía, como muchos españoles, que los terremotos se iban a suceder sin parar en los próximos días.UN DÍA ATRÁS[/h2]
Monsieur De Gaulle
Togma, estos bigchos me dan muchígsimo asco-cedió un paquete al Maestro.
En bgreve va a llegag su Santidag, ojigto con los atentagdos que sé dongde chateas-amenazó señalándole con el dedo.
Vas a hasegte pasag pog sivil, emplea tu habilisag, y, sin seg visto, llega hasta la asotea.
Cuangdo pagse cogmo una megdia hoga, abgres el paquegte de langostas fgrengte al conducto de la ventilasión.
¡Qué caiggan togdas!
¡Y que no te vean, nos jugagmos mugcho!-dio un zapatazo, mostrándose dispuesto a todo si el Maestro fracasaba.
SPOILER (puntero encima para mostrar)HORAS DESPUÉS[/h2]
El francés deambulaba por la casa de Rasputín sujetando su maleta con nerviosismo, temeroso a que pudiera caerse al suelo, abrirse, y que cualquiera pudiera ver su contenido.
Al llegar con Reyes, mientras corría a toda prisa tras la subinspectora, había desviado la mirada hacia la acera, y descubierto al vecino de Rasputín subido a un poste, pelando cables e intentando manipular la antena del vecindario.
A punto estuvo de llamarle la atención, pero pensó que igual podría caer y tendría que acarrear con otra muerte con el resto de su vida.
Supo que había dado resultado porque no mucho después se sintonizó la ABC mientras retransmitían “Perdidos”, aquel hombre había estado dispuesto a arriesgar su vida y vencer su vértigo con tal de ver el último capítulo, un gesto valiente que a De Gaulle hizo sonreír.
Entró en el cuarto de baño, y abrió la cremallera de su pesada maleta, en la que había micrófonos y escuchas, que iba a colocar en todas las velas que reposaban en una caja de la cocina, y que posteriormente se iban a repartir por el salón.
El Maestro, desde su guarida, escucharía como invocaban al Mal, y él mismo se encargaría de suplantar la voz del demonio, algo que, pensó De Gaulle, debería excitarle muchísimo.
Llevaba consigo además la brolanfetamina, más conocida como la cápsula del miedo.
La administraría a modo de spray a Arcadio y todos los agentes cuando estuvieran durmiendo, mientras él llevaba a cabo su turno de vigilancia, y probablemente, por la mañana, cuando despertaran, tendrían algún tipo de alucinación.
Y así fue, Arcadio dijo ver cómo llovía sangre, y los demás, drogados, creyeron verlo también.
Entrelazó las manos, y abrió la maleta a escondidas, escuchando silbidos en su interior.
Monsieur De Gaulle
¡Eh, Englantigno!-alzó la voz mirando a la serpiente que reposaba en el interior de una urna.
A ti no te suelto hasta que no lleggue la madrugagda, que todagvía de togdos los meglusos que hay me peggas un mogdisco en los tobigllos y me dejas segco.
¡Así que deja de silbag, que vas a jodegme el chiguinguito!
En cuangto te vean yo te peggo un tiggo, vagya camigno me has dagdo en el cogche-murmuró quejoso antes de cerrar la maleta, inundando de oscuridad la urna que aprisionaba a la serpiente.MADRUGADA DE HOY
El inspector hablaba en voz baja durante su turno de vigilancia con el Maestro por móvil, escondido en el almacén de la cocina.
Monsieur De Gaulle
Sí, sí, togdo va según lo pgrevisto.
Las ouijas están quedangdo de magaviglla.
Entgre que Agcagdio está segagdo pog su fe, la vos del Mal, la dgroga que les he suministgragdo y que hase un tiempo paga meteg la cabegsa en el hogno está quegangdo togo que ni en una pelícugla de teggog.
Y lueggo cuestiognan mi pgrofesionalidag, segán cabgrognes, ¿algugno de egllos segguía tan inteligengte de haseg un montagje agsí?-preguntó recibiendo un no por respuesta.
No me haggas la pelogta que no vas a cobgrag más, ensigma de que te voy a llevag adeptos, ¡desveggonsago!-le insultó de los nervios.
Sí, sobogné a Dapegna, el médigco de Sandgra y amiggo de Gaspugtín.
A la chigca no le pasagba nagda, Gaspugtín no debió entendeg los anáglisis.
Tenía un tgrastogno alimentagio, a la pobgre la pusiegon a gégigmen y acagbó con esquisofgrenia paganoigde.
Sí, hablagba lagtín, se tgragta de la xenogglosia, una enfegmedag que pgrovogca que hagbles idiogmas que desconogses cagsi pog complegto, es uno de los pogcos cagsos que se han dago en los últigmos agños, me he infogmaggo-se apoyó en la pared, entre dos jamones.
Togdo egllo mesclagdo con egotogofia, temog al segxo.
Según Pascual degbió gesibig una educagsión gepgrimigda y se mastugbaba aleggangdo que ega un engte el que abusagba de eglla.
Hegcha un asco se la encontgró cuangdo la fue a examinag, pog degmoggrafía, hegigdas que apagesen en la piel sin motigvo apagengte, ¡qué sepagmos!
Yo siggo sosteniengdo que se las haggía con las ugñas de los pies, que pagesían pegsebes-explicó con una sonrisa.
Togo lo degmás que pudiegan veg Gaspugtín, su amiggo y mis padgres debió seg fgrugto de su imaginagsión, causagdo pog… el teggog del momengto.
Ogye, angtes de colgag, en algún momento, dugangte tu fagsa de Demognio togo podegoso-agitó las manos en señal de ridiculez- podgrías amenasag con caggagte a algguien, y yo te finjo que me da un infagto, egso se me da de muegte.
El Maestro le habló durante unos segundos, y De Gaulle deseaba recuperar la palabra, tenía que controlar demasiadas cosas a la vez.
¿Encontgraste a esos vaggabungdos paga haseg de adogadoges de Sagtán?
Me da iggual que estén manchagdos de vigno, que apesten o que vagyan sin afeitag… sólo quiego que les ponga una capugcha, se vagyan a la maldigta paggoquia de Claus y que lo haggan ¡ahoga!-colgó al Maestro, deseoso de que dejara de serle útil para acabar con su vida durante el operativo (sin saber que un fenómeno natural haría su deseo realidad y le evitaría ensuciarse las manos).
SPOILER (puntero encima para mostrar)4:20
El padre Arcadio Claus caminaba por el salón de la casa de Rasputín Verenguer.
Se había enfrentado al Ente en comisaría, y ahora quería enfrentarse a sus miedos una vez más, pura terapia de choque.
Para colmo, caminaba de un lado a otro a oscuras, sin la menor luz, para que le fuera más fácil imaginar el rostro del Mal acosándose y rodeándole, dispuesto a acabar con su vida y hacerle fracasar su misión.
De repente, escuchó como un coche llegaba a la calle, y aparcaba frente a la puerta.
El individuo cerró el automóvil de un portazo, y se aproximó hacia la entrada con pasos lentos que parecían ennegrecer aún más la estancia.
Arcadio, realmente, no sentía miedo, sino más bien curiosidad.
¿Un agente allí... a esas horas?
Quizás no era tan descabellado, y venía a recoger alguna prueba extraviada, o incluso alertado por algún vecino que hubiera llamado a la comisaría denunciando un allanamiento de morada.
En ese momento se santiguó, arrepentido.
Arcadio Claus
Perdone...
Soy Arcadio Claus, siento si le he asustado-se disculpó de primeras.
Sé que no debería de estar aquí…SPOILER (puntero encima para mostrar)El inspector De Gaulle entró en la sala arrastrando consigo su bastón, y fulminándole con la mirada.
Efectivamente, “no tendría que estar aquí”, pensó penetrando en la habitación con mandíbula prominente y ojos en blanco.
Monsieur De Gaulle
¿Qué hagse aquí entongses, sasegdote chaglatán?-preguntó apuntándole con el bastón, siendo su rostro iluminado por un relámpago inesperado, que pareció dibujar momentáneamente en el rostro del francés los rasgos del Ente.
Arcadio Claus
Sólo he venido… a rezar, inspector.
Pero no se preocupe, ya me marchaba.
Un nuevo relámpago iluminó el salón y marcó los metros de distancia entre dos hombres.
El francés desenfundó lentamente su arma, y apuntó casi con delicadeza al sacerdote, mirando a su alrededor, sin centrar la vista en él.
Monsieur De Gaulle
¿Sagbe?
Pengsé que ega distingto…
Nungca imagigné que fuega capas de ponegme en jagque a mí…
A mí, Agcagdio, que soy el gesponsable de la llegagda del Mal a la Tiegga, cogmo usteg la llagma-se apoyó en su bastón, sujetando con la otra mano el arma con firmeza.
Le oí gesag, padgre.
Gesag en suegños, y hablangdo del gostgro del Mal en las estgregllas-señaló la ventana de la planta baja, más concretamente el cielo oscuro.
Sengtí pegna, Agcagdio, mugcha pegna.
Pegna de que nascan algugnos seges tan inteligengtes cogmo yo… y nascan otgros desggrasiagdos cogmo usteg… que segagdos pog su fe ven lo que cgreen, y vigven indefengsos en el mismo mungdo que nosotgros.
Y lo peog es que yo, sóglo yo, le he dictago dugangte dos días qué cgreeg y cuángdo haseglo-levantó la pistola unos centímetros.
Ni Dios… ni el Demognio.
Los únigcos que hegmos existigdo sogmos usteg y yo…
Deshasegme de su cadáveg me va a llevag un tiempo, cogmo deshasegme del de Gaspugtín.
Puegdo enteggagle jungtos paga que juegguen a los casafangtasmas…-dio un paso hacia adelante.
Arcadio respiró hondo.
Todo había sido mentira.
Todo había sido la mentira de un solo hombre.
Todo el Mal que persiguió… era carne y hueso, y ahora le tenía delante, humillándose, mofándose de él, y apuntándole con un arma.
Entonces comprendió que sólo un hombre podía actuar con semejante maldad sin ser detenido por su padre, Dios, nuestro señor.
Soltó su maletín con delicadeza en el suelo, pese a que en él ya no reposaba la foto de África, esa la llevaba en el interior de la chaqueta, cerca del corazón porque a partir de ahora le mantendría vivo.
Arcadio Claus
De Gaulle, mi problema es que nunca sé quedarme quieto.
Tengo serias dificultades para seguir el camino recto, como habrá podido comprobar.
Ya le digo que no voy a salir corriendo esta vez, porque sus compañeros confían en mí…
Y a diferencia de usted… voy a cambiar mi papel en la obra.
Aún estoy a tiempo antes de que se corra el telón.
De Gaulle no le entendía, así que se limitó a rechinar los dientes y deslizar un dedo sobre el gatillo, rabioso al no saber qué se proponía Arcadio hacer.
El sacerdote se quitó la chaqueta, dejó caer el rosario que había llevado enredado en su mano toda la noche, y tras una intensa mirada con el francés, se arrancó el alzacuellos y lo lanzó hacia el villano.
El distintivo fue arrastrado por el viento, y salió por la ventana, al igual que se esfumó el miedo de Claus, y la confianza en sí mismo de De Gaulle.
Ahora, Arcadio puso sus manos a la altura del pecho, con los puños entrecerrados.
Dispuesto a encajar una bala de De Gaulle sin portar un arma que les ofreciera una igualdad de condiciones.
El inspector alzó el bastón, con el rostro descompuesto y lo estampó contra la pared, al igual que dejó caer el arma.
Monsieur De Gaulle
Infelis, te ha tenigdo que llegag la muegte paga que lo compgengdas.
Al final de togdo...-tomó aire.
¡Cogmo guste, Agcagdio!-gritó antes de echar a correr hacia él.
[url=]Y ambos dieron paso al final, el final del duelo que llevaba desarrollándose desde hacía dos días, la increíble batalla entre el Bien y el Mal.[/url]
Arcadio hizo frente a la acometida de De Gaulle con un duro puñetazo, que el francés ni siquiera supo encajar, lamentándose con un grito de dolor y retorciéndose entre tambaleos, como Rasputín.
El anciano se lanzó sobre su enemigo, y comenzó a golpearle con todas sus fuerzas, molido.
De Gaulle no fue menos, y tras bajar la guardia unos segundos, propinó un fuerte empujón al sacerdote, llevándole al otro extremo del salón de una patada.
Arcadio rodó por el suelo, y creyó haberse destrozado la cadera, pero no se lo preguntó ni un instante más, y pronto estuvo en pie para esquivar como buenamente podía los puñetazos del traidor.
Tras esquivar algunos de ellos, logró agacharse, agarrarle de la cintura, y estamparlo contra la ventana, que se hizo añicos.
Se colocó sobre él, agarrándole del cuello y cortándole la respiración.
El rostro de De Gaulle, que minutos atrás parecía el del Ente, ahora se enrojecía por momentos, parecía a punto de estallar.
Un relámpago desvió la mirada de ambos, y Arcadio salió despedido hacia atrás.
De Gaulle sujetaba ahora un estilete que había desenfundado mientras se ponía en pie, y corrió hacia el sacerdote exclamando un grito final.
El grito final, que pondría fin al duelo.
El puñal le atravesó, y De Gaulle se encargó de retorcerlo casi durante una eternidad.
Cuando lo sacó del estómago de Claus, el anciano se dejó caer junto a los cristales, dispuesto a permanecer allí horas, esperando la muerte...
Agradecido, y con una última sonrisa, contempló su rostro en el espejo fragmentado.
La batalla le había rejuvenecido…
Agdios, Agcagdio-pronunció dejando al sacerdote atrás, limpiando el estilete con un pañuelo, antes de recoger el bastón, y abandonar el hogar del doctor tras un respiro que hizo vibrar la Tierra.
No hubo más terremotos.