LHDP - ROL Capítulo 18
El C18 marca el comienzo de la recta final del ROL.
La 4ª temporada pondrá final a una gran historia que lleva desarrollándose más de un año, y a la que aún, le queda mucho (y lo mejor) por contar.
•Resúmenes
•El Despacho de Don Lorenzo
•REGLAS•
- No interrumpir el juego con comentarios que deban ser tratados en el anuncio. De interrumpirlo, habrá de editar inmediatamente.
-Para adquirir un secundario, se ha de elevar una petición a la cúpula directiva. Sin embargo, obtener un secundario es muy complicado, ya que por lo general suelen estar vinculados al caso que se trata salvo alguna excepción.
- No se pueden alterar bruscamente las tramas generales de la historia ni aquellas que incumben a determinados personajes sin la aprobación de su propietario.
- ELENCO -
• (Paco Miranda) >>Carlinter_76
• (Lola Castro)>>Martinyfelix
• (Mariano Moreno)>>Bryan-Derek
• (Lucas Fernández)>>Lukesita
• (Sara Miranda)>>Lukiando
• (Gonzalo Montoya)>>Sara_93
• (Silvia Castro)>>Meli-esdm
• (Aitor Carrasco)>>Rubén16
• (Félix Montejo)>>Avataryl
• (Monsieur De Gaulle)>>Sauker
• (Marina Salgado)>>Meli-esdm
• (José Luis Povedilla)>>Martinyfelix
• (Reyes Sánchez Bilbao)>>Marsea
• (Dr. Decker) >>Bryan-Derek
• (Gregorio "Goyo")>>Dain
• (Lis Peñuelas)>>Dain
• (Rita Peláez)>>Sara_93
• (Blackman)>>Lyonel_19
• (Doña Concha)>>Lukesita
• (Don Lorenzo Castro)>>Avataryl
- CON LA COLABORACIÓN ESPECIAL DE -
• (Arcadio Claus)>>Sauker
• (Hermenegildo XXXVIII)>>Avataryl
• (Querubina Iluminada)>>Martinyfelix
• (Emiliano Salido)>>Rubén16
• (Dr. Pascual Dapena)>>Avataryl
• (El Maestro)>>Meli-esdm
- INTERVIENEN -
• (Rasputín Verenguer) † >>Sauker
• (El Químico)>>Bryan-Derek
• (Manuel Delgado)>>Rubén16
• (Fiti Bragueta & Sandra Millán)>>Sauker
• (Claude & Charlotte)>>Sauker
• (Inspector Olmo)>>Avataryl
• (Agapito Elano)>>Bryan-Derek
• (Bruce Willis)>>Avataryl
Cortinilla, realizada por Avataryl:
1er Tráiler, realizado por Sauker:
2º Tráiler, realizado por Avataryl:
3er Tráiler, realizado por Sauker:
SINOPSIS
Los agentes de San Antonio retiran el cadáver de Rasputín Verenguer (Sauker) de las escaleras del aparcamiento de la clínica. Según parece, el doctor resbaló y al recibir la caída murió en el acto, pero al comisario le inquieta que tuviera la cabeza completamente del revés.
Fiti, Claude, Charlotte y Sandra (Sauker) regresan de la clínica a su hogar, llorando la muerte del doctor. Fiti tendrá que dividir su tiempo, y junto con ver el Mundial, tendrá que encargarse de ejercer de cabeza de familia para tomar una decisión que cambiará sus vidas para siempre.
Ahora que Aitor Carrasco (ruben16) por fin ha conseguido la placa y conquistado a Silvia (meli-esdm) su prioridad será descubrir qué le pasó a Kike (BryanDeReK). Don Lorenzo (Avataryl) ha desmantelado la investigación y prohibido que nadie siga indagando, por lo que el agente tendrá que realizar sus pesquisas en secreto.
La sospecha de que "El Químico" (BryanDeReK) podría ser la persona que ordenó la ejecución de los policías aterrorizará a Mariano (BryanDeReK), que además se sentirá responsable por haberle permitido escapar de los calabozos. Además, el subinspector deberá hacer frente a las consecuencias del doble asesinato que perpetró durante la estancia en la clínica…
Después de renunciar a las armas y la violencia, Félix (Avataryl) se considera otra vez merecedor de compartir su vida con Lola (martinyfelix). Sin embargo, pronto descubrirá que su futura esposa ha sido secuestrada de nuevo, y cuando comience a buscarla, su compromiso pacifista se pondrá a prueba por primera vez…
El inspector de la Interpol, De Gaulle (Sauker), se ha convertido en un marido soso y aburrido y para colmo, muy a menudo, sufre ataques de ansiedad y amagos de infarto. Pese a los consejos de Marina (Meli-esdm), declinará la posibilidad de encontrar un nuevo médico de cabecera que le trate, avergonzado por los problemas que le aquejan a su temprana edad. De Gaulle sospechará además que Marina tiene un amante. El francés encontrará en Félix (Avataryl) todo el apoyo que necesita para descubrir al posible amante de su mujer y, de paso, superar los baches que le amargan la vida.
Abrumado por los últimos acontecimientos, don Lorenzo (Avataryl) recordará a Félix (Avataryl) lo que acordaron en París, y el comisario se someterá a la terapia del psicólogo. Gracias a esto, el comisario superará poco a poco su pesadumbre y recuperará la fortaleza y energía que le caracterizan. El deseo por Marina Salgado (meli-esdm) aumentará desproporcionalmente, y llegará un momento en el que no logrará refrenar la pasión que siente por la comandante…
Después de presenciar la muerte de su amiga Amaia (mitchie) , Goyo y Lis (Dain) deberán decidir finalmente con quién está su lealtad cuando el inspector Olmo de Asuntos Internos vuelva a contactar con ellos. Antes de reanudar su trabajo en la comisaría, a los dos becarios se les concederá una excedencia para que puedan superar la pérdida.
A la hora de realizar una autopsia, Silvia (meli-esdm) confesará que el trabajo le sobrepasa, y que no podrá seguir encargándose de todo el apartado científico de la comisaría sin ayuda. Pronto contratarán a otro forense, llamado Decker (?), para que trabaje con Silvia (meli-esdm). Probablemente, esto no agradará a Aitor (ruben16)...
Después de una semana de baja, Paco Miranda (?) volverá a la comisaría... La comisaría recibirá la noticia de que han sido hallados dos cadáveres en una cueva. Algunos agentes se desplazarán hasta allí para investigar. Y así es como dará comienzo el caso más difícil al que San Antonio se haya enfrentado jamás...
Cabecera, realizada por Avataryl:
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El inspector de Asuntos Internos adoptó una profesional mueca de asco, juntó los dedos índices con los pulgares para mover las manos cursimente y comenzó a esbozar pucheros, imitando a los dos becarios. Su semblante permutó enseguida, recobrando la mueca rancia anterior. Olmo se incorporó diligentemente, asiéndose la corbata con una mano para que no se enredara, y esta vez mostró todos los dientes a Goyo y Lis.
-¡Vosotros no seríais nada sin mí! -afirmó, furioso pero burlón al mismo tiempo- ¡Yo fui quien os admitió en la academia, quien os instruyó y quien consiguió enchufaros en una comisaría! ¡Todo me lo debéis a mí, niñatos! ¡Y lo único que os he pedido a cambio es un poco de gratitud! -bramó, inflándose y desinflándose, y volviendo a sentarse a continuación, más calmado- Lleváis ya casi una semana en San Antonio, así que venga, empezad, ¿qué habéis averiguado? -preguntó, ansioso, inclinándose hacia delante para conocer antes la respuesta.
Lis se dispuso a responder ante la violenta reacción de Olmo, pero Goyo se le anticipó. Había tomado una decisión, al contemplar que el comportamiento paternal del inspector de asuntos internos no había sido más que una fachada, que se había empecinado en mantener hasta camelárselos. Ahora que los becarios habían descubierto su juego, no necesitaba seguir puliéndola.
- Si cree que le vamos a contar los trapos sucios de los agentes de San Antonio, se equivoca - determinó, acercándose con coraje y recolzándose sobre los nudillos de sus dos manos sobre el escritorio lleno de ceniza del inspector - Esa gente, a pesar de saber de dónde y para que veníamos mejor que nosotros mismos, acabó aceptándonos, e incluso nos llegaron a salvar la vida - recordó - Esa gente nos llevó a dos operativos en nuestra primera semana de servicio, una tarea que ninguna otra comisaría hubiera confiado en asignarnos... Esa gente - repitió por tercera vez, emfatizando la segunda palabra a la par que se aproximaba cada vez más al rostro de su superior - sería capaz de dar la vida por sus compañeros. Se han enfrentado a miles de situaciones, y a pesar de no ser los mejores policías del mundo, han salido airosos gracias a su trabajo en equipo. Ahora mismo, se están enfrentando al mismísimo diablo mientras usted fuma como una puta locomotora en la mesa de su despacho, intentado averiguar cualquier tipo de infracción para encarcelarles - le acusó, notando que sus mejillas adquirían un color rojizo - Así que - prosiguió, cambiando súbitamente el tono de voz de su discurso - le voy a dar el primer error de los agentes de San Antonio - comunicó, y en su cabeza se formó fugazmente la imagen de aquellos dos celadores muertos. Algo que bastaría para enchironar a Mariano de por vida - El subinspector Moreno - susurró - En el operativo de la clínica... ingerió una dosis de droga por equivocación - culminó, y una media sonrisa aparecio en su rostro al ver la expresión del hombre. Luego, se echó hacia atrás y se llevó la mano al pomo - Quien sabe, a lo mejor consigue una semana de suspensión de empleo y sueldo para él - dictaminó, para finalmente abandonar el habitáculo.
Impaciente, el inspector se aproximaba a Goyo conforme este hablaba, dibujando círculos con la mano para animarle a hablar más rápido, expectante y a la espera de recabar información jugosa. Olmo nunca comprendió lo que el becario le estaba diciendo hasta que este abandonó el despacho, y en ese momento su irritación alcanzó tal nivel que, furioso, aferró el cenicero con una mano y lo arrojó contra la puerta, tras la que los sus dos pupilos, meras herramientas para alcanzar su objetivo, acababan de desaparecer. El objeto provocó una muesca en la madera, pero no se rompió, y al caer la ceniza se desparramó por el suelo.
Airado y bufando, el inspector de Asuntos Internos se levantó y caminó hasta la puerta, que él también abrió, y se asomó al exterior.
-¡Usted! -se dirigió a Moraroca, uno de sus subordinados- ¡Busque a una zorra para que venga a limpiar esto! -ordenó, señalando el interior de su despacho.
A continuación, malhumorado, caminó hasta un perchero y recogió un sombrero pasado de moda, que a continuación se ciñó en la cabeza. Después, abandonó la sede de Asuntos Internos.
Desde que se topara por primera vez con ellos, Olmo sabía perfectamente que los miembros de la comisaría de San Antonio perpetraban toda suerte de irregularidades y negligencias, e incluso sospechaba que algunos de ellos eran policías corruptos, pero nunca había logrado demostrarlo. Recordó con rabia las dos ocasiones en las que, mientras San Antonio investigaba el caso Z-105, había estado a punto de detenerles, pero los agentes habían sido escurridizos y el inspector se había tenido que conformar con una periodista llamada Sofía Guerra.
El inspector Olmo era un cazador de policías. Y, aunque unos becarios hubiesen frustrado su nuevo plan, no descansaría hasta ver entre rejas a todos los agentes de la comisaría San Antonio...
Ambos becarios, lejos de asustarse cuando un objeto de cristal se quebró contra la puerta del despacho, se miraron y sonrieron a la vez que atravesaban el pasillo, orgullosos de su enfrentamiento verbal con Olmo. Lis observó, por primera vez, con admiración a Goyo, por el hecho de haberle plantado cara de ese modo. Él correspondió a su gesto, y fue entonces, cuando la chica se decidió a darle una respuesta que aún no le había dado.
- Goyo, he pensado mucho lo que me propusiste en la sala de tiro - le dijo, muy seria - Y creo que unos días lejos del crimen y la muerte... y lo paranormal - se apresuró a añadir, recordando aquellos temblores de tierra y el aura blanca incorpórea de aquel vídeo - me vendrían muy bien. Así que, pienso que deberíamos pedir esa excedencia. Y si aún quieres, todavía podemos irnos el fin de semana a Italia. No he tirado los billetes... Y creo que a... Amaia - pronunció con cierta dificultad, aunque en el momento que le había echado en cara su muerte a Olmo había empezado a superar su animadversión a recordar a los muertos - Le haría mucha ilusión.
Goyo
El joven observó la aceptación de su compañera con expectación, y después de unos segundos soltó una carcajada, algo que llevaba tiempo sin hacer. Demasiado tiempo. Sin decir nada, con gesto divertido sin saber bien por qué, pasó su brazo derecho por la cintura de Lis, y ella le pasó el brazó izquierdo por los hombros, para finalmente abandonar la comisaría caminando muy juntos, y con la firme intención de dirigirse a su piso para hacer las maletas. Pero aquella paz se vio interrumpida por el eco del teléfono de la muchacha. Goyo vio como ésta lo cogía, y le parecía atisbar el nombre de Olmo en la parte superior de su pantalla. La chica empezó a leer el mensaje de texto que había recibido, y él sonrió. Tal había sido la presión del inspector de asuntos internos por vía teléfonica durante los últimos días que ya veía su nombre por todas partes. Riendo de nuevo, no vio la cara de desconcierto de la joven justo antes de que se guardara otra vez el móvil en el bolsillo, para volverlo a agarrar de la cintura y retomar el camino.
Acurrucado en el fondo de la sala junto al tumulto de agentes que también huían de las langota,s observaba la situacción. Lola, como no, lanzando granadas a diestro y siniestro, el Papa en la Patagonia, Mariano llevando a su santidad en caballito, y Aitor llenando la sala de una humereda blanca, que eliminaba a las langostas, pero también a los agentes.
LOLA
-¡ME CAGUEN! ¡COFFF, COFFF, COOF! ¡¿QUIÉN HA SIDO EL IDIOTA QUE HA SACADO EL EXTINTOR?! ¡¡QUE NO VEO NADA!! -Lola seguía disparando al frente intentando equilibrar la escopeta y esperando que ningún agentes se pusiera en medio. Echó mano de otra granada y la tiró hacia delante, consiguiendo eliminar unas cuantas langostas. Sin embargo, entre la humareda del extintor y la humareda de la explosión, no había quién viera tres es un burro. -¡QUE ALGUIEN HABRA UNA VENTANA, INÚTILES! -Rugió a los agentes que estaba agazapados en el fondo.
De repente, el psicólogo se atragantó. Tosiendo, desanudó los brazos, se incorporó y comenzó a correr por la niebla, escuchando con desagrado cómo los cadáveres de innumerables insectos crujían bajo sus zapatos. Su tez tendió a un violeta angustioso, y, asfixiado, comenzó a propinarse golpes en la espalda, pero enseguida se detuvo al recordar que había renunciado a la violencia. No obstante, fueron suficientes para que Félix lograra escupir aquello que se le había atascado en la garganta: una langosta emergió de la boca del psicólogo, empapada, y este la atrapó con la mano.
Respirando de nuevo, Félix contempló su puño, en cuyo interior había confinado al insecto, y anheló cerrarlo aún más para espachurrarle. Sin embargo, reprimió su deseo y, mientras la niebla y el zumbido se disipaban, se asomó al cristal que habían destrozado las langostas y extendió las manos.
-¡Vuela libre! -exclamó, ilusionado, mientras liberaba y lanzaba lejos a su langosta, que revoloteó enajenada durante unos instantes por el techo para finalmente colisionar contra una bombilla y morir electrocutada.
Félix se tapó la boca con ambas manos para sofocar una exclamación de sorpresa. Después, debajo de sus manos, cobró forma una sonrisa vengativa...
De vez en cuando soltaba risotadas, para maquillar gritos de asco y de terror, nunca hubiera imaginado que las langostas hubieran invadido la Briefing, y menos después de la carrera para cerrar la puerta antes de su llegada.
Eran los insectos más repugnantes que había visto en su vida, y cuando alguno le rozaba la piel sentía ganas de correr fuera y tirarse por las escaleras.
Varias langostas se le metieron por el cuello de la camisa, y volaban sin rumbo alrededor de su espalda y torso.
Y comenzó a gritar, pataleando y dándose golpes con la mano en el pecho, abdomen y espalda.
Monsieur De Gaulle
¡¡¡Sangto demognio!!!
¡¡¡Uy, qué hoggog!!!-gritaba desquiciado.
¡¡¡Qué hoggog!!!
¡¡¡COGÑO!!! ¡¡¡QUÉ ASCO!!!-se echó al suelo y movió las piernas hacia los lados, al igual que los brazos, como un niño que dibuja un ángel en la nieve.
Indefenso antes las acometidas de las langostas, el comisario se arrojó al suelo y comenzó a rodar en dirección de las sillas, pero se detuvo enseguida al comprender por qué el suelo crepitaba conforme él se desplazaba. Asqueado, con el traje impregnado de las entrañas de langostas, don Lorenzo estiró la mano hacia uno de los asientos, donde algún agente había olvidado un periódico. Empuñando el ejemplar, el comisario se levantó con ciertas dificultades, pues las pegajosas vísceras de los insectos le habían adherido al suelo, y esgrimió el periódico para espantar a las escasas langostas que aún revoloteaban por la habitación.
No lo hizo durante demasiado tiempo, porque el zumbido se desvaneció finalmente y las langostas cesaron de acosarles. Don Lorenzo apoyó las manos, en una de las cuales aún sostenía el periódico, en las rodillas, y jadeó. Dirigió la mirada hacia Hermenegildo XXXVIII, y la visión que descubrió le horrorizó.
SPOILER (puntero encima para mostrar)Todas las langostas supervivientes se habían solapado al Pontífice, tejiéndole un traje de insectos que le recubría e impedía que se atisbara ni la menor porción de él.
Preocupado, don Lorenzo corrió hacia allí para ahuyentar a la plaga, mientras gritaba a los demás que hicieran lo mismo.
En vista de que la mitad de los presentes estaba escondido o desmayado (como por ejemplo el señor Salido), se levantó las faldas y se acercó a Lola para pisotear a las langostas. -Bene tarde. Io sono Querubina Iluminada. Tú ser la espossi dil comissaire?
LOLA
¡¿Qui espossi ni que espossi?! ¡Yo soy la comisaria! -Exclamó fulminando a otra langosta. -¡Además, que podría ser mi padre!
POVEDILLA
-Abrió la ventana para que se diluyera el polvo, e iba a volver con los cobardes cuando pensó en el pobre santidad. No podía dejarle abandonado de esa manera, así que agarró una pistola, y colocándose tras Lola, fue dando tiros intermitentes.
ROCAMORA
Continuaba friéndo langostas mientras gritaba al techo. -¡VETE AL INFIERNO, FANTASMITA! ¡VEN AQUÍ Y DA LA CARA! ¡COBARDE MANDA LANGOSTAS! ¡MUHAJAHAHAHA!
LOLA
Finalmente el zumbido cesó, pero cuando iban a celebrarlo, Don Lorenzo les alertó de las langostas que estaban pegadas al pontifíce. -¡COÑO! ¡¡AHH, CABRONAS!! -Gritó lanzándose sobre ellas y dandolas culatazos que lograron eliminarlas. -¡VENGA, DISPARAR, PERO CON CUIDADO! -Lola cogió la escopeta con mirilla y con gran precisión y agilidad fue eliminando a los bichejos inmundos ayudada por sus compañeros. Finalmente, el Papa estuvo libre de la mancha roja. -¡HALE!
Mariano:
-Joooodeeeeeer esto es demasiado ya... que puedo hacer que puedo hacer
Decia mientras daba vueltas alrededor de el mismo
-¡Ya se!...
Apilo unas 5 mesas de la sala brifing y las unió una detrás de otra, con toda la fuerza posible, la lanzo directa al suelo donde se encontraban muchas langostas, cayendo encima de ellas y quedando espachurradas en las tablas de la mesa...
-¡Toma ya!... ¡jajajajajaja!, ¡mire Don Lorenzo mire!.... ¡me cargue a un montón!
Su alegría protno se convertiria en desesperación, cuando una gama de langostas, al menos 50, se fueron hacia el en forma de venganza y rodeandole todo el brazo, piernas, cuello y barriga
-¡AAAHHHH!,... ¡Ayudaaaaaaaaa ayyudaaaaaaaaaaaaaaaa!
Daba vueltas sin parar por toda la habitación, golpeandose con todo y haciendo una verdadera masa de objetos rotos y tirados por todos lados, en ese instante tras la desesperación de este, se fue directo a Carrasco y se tropezó con el, cayendo ambos en el suelo y llenándose aun más de langostas todo su cuerpo
Tras apartar a muchas de ellas a golpes con sus manos, golpes leves para no agredir a su Santidad, metió las manos en el bolsillo interior de su chaqueta.
Monsieur De Gaulle
¡¡¡He tenigdo una idea...!!!
¡El spgray, el spgray las detengdgrá!
¡Logenso, tagpe con el pegdiodicugcho egse los ojos a su Santidag!-ordenó señalando el ejemplar de "El Observador".
¡Mogig, higjas de pugta!
Pog el amog del demognio, esto ha sigdo una plagga en togda gegla, la habgrá mandago pog los magicognes.
¡Que en esta comisagía siempgre ha habigdo mugcho desviago, que les cagbe un meglón entego!-siguió rociando a Hermenegildo mientras las langostas comenzaban a caer al suelo.
Cubierto de langostas, el Pontífice se sumió en un nuevo trance, adoptando una posición meditabunda, y esta vez sí alcanzó un clímax religioso. Los insectos, que recorrían su cuerpo y aleteaban a su alrededor, figuraron la sensación de que el Papa comenzaba a levitar.
-Ah... -balbuceó Su Santidad, extasiado, con los ojos en blanco y la boca abierta y babeante, y por la cual se introducían las imparables langostas, que Hermenegildo masticaba inconscientemente. Un aura dorada parecía rodearle.
Cuando los agentes lograron ahuyentar finalmente a todos los insectos, el Papa aterrizó sobre la mesa y emitió una exhalación agónica, y todos acudieron a auxiliarle- ¡Dios me ha hablado! -reveló en un perfecto español.
Mariano:
-¡Ohhh!.... ¡DIOS EXISTE, DIOS EXISTE!....
Seguía haciendo reverencias hasta que finalmente se colocó en modo yoga y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas a la espera de que hablara
Todos los agentes presentes en la sala Brifing apartaron a la Guardia Suiza y se reunieron en torno al Pontífice, que había comenzado a boquear y se apoyó en Mariano para sostenerse en pie. Los ojos del Papa aún no se habían enfocado y, mientras abría y cerraba la boca, de ella comenzó a brotar un hálito gutural.
-Dio... me ha hablatto -repitió, con una voz de ultratumba, balanceándose hacia adelante y atrás-. Il Signore... me ha hablatto... Alabatto sea... Me ha dizzo... que el Mal esta acezzando este lugar... Que el Diavolo ha marcatto esta comissaría... -explicó, ensimismado- ¡Un spíritu infernale campa enntre estas parettes! ¡Es alguien que tuvvo una muertte teribile! ¡Y chiere vengarse de lo vivvos! ¡Tutti corren un gravve peligrio!
Dicho esto, Hermenegildo exhaló una pestilente bocanada de aire, y las pupilas reaparecieron en sus ojos. Extrañado, contempló a todas las personas que le rodeaban.
¿Chi ha pasatto? ¿Dóndi stan las langostis?
Carrasco, Moreno, Rocamora...
¿Qué importaba?
Necesitaba sentirse cerca de alguien, tenía miedo.
No un miedo normal, no el miedo que siente cualquiera, sino el miedo que te impide reaccionar y analizar friamente la situación.
Hermenegildo lanzó su apocalíptico mensaje, y él, creyó en la palabra de aquel hombre de Dios.
Era verdad, y lo sabía, lo que estaba sucediendo, no era normal.
Se contuvo las ganas de orinarse en los pantalones, aunque por muy poco.
Cuando escuchó que un espíritu quería vengarse de comisaría, y que era el causante de los terremotos y toda oscuridad que se cernía sobre ellos, asintió.
Monsieur De Gaulle
Ga...
Ga...
Ga...
Gaspugtín-se le derramó una lágrima.
¡Es Gaspugtín Veguengger...!-se tapó la boca, horrorizado, y contempló como el Papa volvió en sí.
El comisario de San Antonio no sabía qué decir, ni siquiera qué pensar. La presencia del Papa de Roma era un factor tan desconcertante que todo había adquirido de repente un cariz más extenso. Se sentía partícipe en una batalla entre dos fuerzas legendarias, que habían escogido la comisaría de San Antonio como escenario bíblico en el que lidiar encarnizadamente. Y ellos estaban en medio.
-¿El... doctor Verenguer? -balbuceó al fin, anonadado. Se volvió hacia Hermenegildo, al que consideraba la máxima autoridad en ese momento- Su Santidad, lo que está pasando... escapa a la comprensión de todos nosotros. Tal vez usted sí pueda entenderlo. Por favor, ¿qué podemos hacer?
La posibilidad de que Rasputín pudiera volver con objeto de sembrar el Mal en la comisaría le parecía espantosa, además, el doctor no sería capaz de hacer tal cosa.
Sin embargo, recordar a Sandra aparentemente poseída por el demonio, y todo el esoterismo que les rodeó durante meses, le hacía pensar lo contrario.
Tal vez un alma no entienda de razones.
Siempre se había mostrado escéptico, pero que el Papa, uno de los hombres más poderosos del mundo hubiera dado dicho testimonio no le tranquilizaba en absoluto, y el francés ya venía intranquilo desde hacía un par de días por estos sucesos.
Monsieur De Gaulle
Hágagse su volungtad y la del señog, su Santidag.
Pog lo que más quiega, ¿qué tenegmos qué haseg en el cagso de que togdo esto sea vegdag?
Mejog pgrevenig que cugag-se excusó mirando a los agentes.
Su Santidag... ¿nos va a devolveg agquel favog?
Sonrojado, el Pontífice, que tenía rayos X en los ojos, atravesó el techo de la Brifing con la mirada y la dirigió hacia el cielo. De la misma forma, aunó las manos y las alzó hacia el firmamento.
-Sólo pottemos haccer una cossi, amicos míos...: rezzar -sentenció solemnemente-. Está clari que una presenccia maligna acezza este lugare... ¡Salitto! -exclamó, dirigiéndose al obispo, que recuperó la consciencia al escuchar la voz de Su Santidad- Chero que encuenntres un parasicólogo y apruebbes una limpiezza espectral y un exorccismo a este lugare. Presto! Les debbo un favore a mis amicos -concluyó, guiñándole un ojo a De Gaulle.
No creía en la parapsicología, pero prefería que otro rezara por sus almas, y que no fuera él mismo, como había sugerido en principio Hermenegildo.
Se levantó, arqueando una ceja, y habló.
Monsieur De Gaulle
Sangto padgre...
Si no me equivogco paga haseg un exogsismo se nesesigta una autogisagsión de la Iglegsia tgras habeg sometigdo la situagsión a una gigugosa investigagsión-balbuceó.
Y... sin ánigmo de ofendeg a sus camagagdas...
No suegle dagla-negó con la cabeza hablando en voz baja, evitando así que se enterara la Guardia Suiza, y sobre todo, Emiliano Salido.
El Pontífice escuchó las objeciones de De Gaulle y las restó importancia con un ademán divino.
-No che preoccupe, amico; Salitto se encargará di tutti -aseguró, fulminando con la mirada al obispo. Después, alzó la vista al reloj de la pared, pues él carecía de uno-. Beno... Puetto ayuttarles en qualcuna cossa más? Le camerlengo sólo me dechó venir quando le promettí che io returnaría al Vaticano presto... -aclaró, alicaído- Vittorio cherría asessinarme, sí... pero io ia le he perdonatto. Era molti mejore che mi nuovo camarlengo, che essere un plastta. Ni siquiera me limppia quando io salco di la bagnera! -explicó, escandalizado.