El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon
#0
08/06/2011 23:44
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#1761
10/09/2011 12:54
Kerala tiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa como molaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaassssss. Qué bonito. Anda que los guionistas no podían coger ideas si se pasearan por aquí. Ya te digo. Es que no hay derecho a tenernos así. Que ascooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo de guionistas. Tendríamos que enviar una carta o algo a antena 3 diciéndoles que se pasen por el foro. Third, creo que tienes razón en algo. La trama de Francisca y Raimundo es la base de la novela creo yo. Si resuelven eso es que el final de la novela está cerca. Pero aún así nos podrían dar alguna peleilla o algo.
En fin, aquí os dejo con la confesión de Paca con su hijo. Nos acercamos a la traca final... XD.
Espero que os guste.
Al día siguiente Tristán no podía estar quieto. No dejaba de ver la cara de su madre rota por el dolor y el cristal de la foto de sus abuelos por los suelos. Nunca había visto así a su madre.
En ese momento Mariana apareció para servir el desayuno. Tristán se le acercó.
- Mariana, ¿sabes si mi madre despertó?
- No señor. No ha despertado.
- Y… ¿sabes si pasó algo grave ayer? ¿Algo que la alterara sobremanera?
- N.. no… no señor. No recuerdo que pasara algo especialmente grave.
- De acuerdo. Puedes retirarte Mariana. Y llama a Mauricio.
- Sí señor.
Mauricio entró pocos minutos después.
- ¿Ha mandado llamarme señor?
- Sí, Mauricio. ¿Pasó ayer algo grave en los campos o algo en especial?
- No señor. Solamente que el terreno de las judías sigue sin poder estar operativo pero anda más que yo recuerde.
- Bien. Puedes retirarte.
- ¿Ocurre algo señor?
- No tranquilo. Puedes retirarte.
Tristán salió al jardín con cara preocupada cuando llegó Pepa.
- ¿A qué viene esa cara Tristán?
- Mi madre me tiene muy preocupado.
- ¿Es que ha ocurrido algo?
- Eso quisiera saber yo Pepa. Nunca había visto a mi madre tan destrozada ni tan apagada como anoche. No dejaba de llorar y se aferró a mí con todas sus fuerzas. Cuando terminó de tomarse la tisana intentó tranquilizarse pero no lo consiguió hasta bien entrada la noche. No consintió decirme nada. Después la dejé descansar. – dijo Tristán con aire apesadumbrado.
- ¿Y todavía no ha despertado?
- No. Mariana me ha dicho que sigue en su habitación.
- Bueno, tranquilo. Seguro que después de haber descansado lo ve todo más tranquila. Seguro que se puede arreglar. – dijo Pepa dándole un abrazo.
Francisca despertó poco a poco. Como si la luz le hiciera daño en los ojos. De repente fue tomando consciencia de lo ocurrido la noche anterior, de cómo esa fortaleza se había derrumbado sólo de pensar en Raimundo y en esa mujer. Se había dado cuenta de lo absurdo de sus peleas y de su “aparente” fortaleza. Era sólo una coraza pero que no la protegía del dolor. No podía pensar que Raimundo pudiera abandonarla. Otra vez no. Ya lo había soportado con Natalia y no podía volver a suceder. Pero ¿qué podía hacer? Al fin y al cabo no estaba acostumbrada a esas peleas. ¿Qué podía hacer para demostrarle a Raimundo que le amaba como siempre le había amado? De momento le vino una idea. Y, algo que le sorprendió mucho, no le dolió pensar en hacerla realidad. Podría pedirle consejo Tristán. Su hijo. “Dios santo…” – pensó Francisca. Tristán le había visto en ese arrebato de desesperación. Había conseguido no decirle nada esa noche pero merecía una explicación y pronto.
Se vistió y bajó lentamente las escaleras. Mariana la vio y se dirigió a ella.
- Señora ¿se encuentra bien?
- Sí Mariana. ¿Dónde está mi hijo?
- En el jardín desayunando. Está muy preocupado por usted.
Francisca sonrió al oír eso. Adoraba a su hijo.
- Sírveme el desayuno con él.
- Enseguida señora.
Cuando Tristán y Pepa la vieron llegar enseguida se levantaron y Tristán dirigió a ella.
- Madre, por Dios, ¿se encuentra bien?
- Sí hijo sí.
- Madre me dejó ayer muy preocupado. ¿Qué pasó ayer tan grave?
- Siéntate hijo. Tengo que explicarte algo.
Ambos se sentaron. Francisca cogió la mano de su hijo y respiró hondo.
- Espera Pepa, no te vayas. Antes que nada quería pediros perdón de corazón.
Tristán y Pepa la miraron sorprendidos. ¿Francisca Montenegro estaba pidiendo perdón?
- Madre… pero… ¿qué tengo que perdonarle? – dijo Tristán besándole la mano.
- Muchas cosas hijo. Verás… Aunque parezca mentira cuando era joven yo estaba enamorada de Raimundo. Desde niña para ser exactos. – Tristán la miró asombrado.- Nos amábamos con locura pero nuestros padres siempre se opusieron. Mi madre diciéndome… bueno… todo lo que yo te llevo diciendo desde pequeño. Y su padre porque nos odiaba.
- M…madre… pero… ¿por qué no me contó esto?
- Espera hijo. Ahora lo entenderás. Nosotros siempre nos salíamos con la nuestra porque contábamos con apoyos. Yo con el de mi padre y él con el de su tío Esteban y el de su prima Alicia. Esto hizo que mi madre les tuviera más inquina ya que Alicia… tuvo una aventura con mi padre.
Tristán la miraba con la boca abierta. Jamás le había contado esto.
- El padre de Raimundo, Fernando, no sabía qué hacer para separarnos así que… Obligó a Raimundo a casarse con una rica heredera de Madrid o si no nos destruiría. Especialmente a mí. – dijo Francisca con lágrimas en los ojos.
- M… madre… - dijo Tristán sin poder evitar tampoco las lágrimas.
- Cuando me enteré de que Raimundo se casaba mi vida se fue con él. Mi madre aprovechó para… en ese momento de dolor… inculcarme todo lo que yo os he transmitido desde pequeños. Yo la creí. Estaba despechada así que no le fue difícil. Después mi madre acabó casándome con vuestro padre. Pero nunca me contaron que Raimundo no llegó a casarse con esa heredera porque murió antes de la boda. Pero al casarme yo con Salvador, él… hizo su vida… como es normal. Yo estaba dolida, rabiosa y destrozada y por ese dolor planee mi venganza gracias al poder que tenía vuestro padre.
- Por eso él es ahora un simple tabernero. – dijo Tristán al que empezaba a encajar todo.
- Sí. Por eso quiero pedirte perdón hijo. Ayer me di cuenta más que ningún otro día que… lo que mi madre me decía no lleva a ningún lado. Pero por otro lado no quería que pasaras por lo que pasé yo. El dinero no siempre trae el verdadero amor consigo hijo. Así fue como yo me sentí cuando supe que Raimundo… se casaba por dinero. No quiero que sufras lo mismo.
- Madre… venga aquí. – dijo Tristán atrayéndola hacia sí.
Los dos se fundieron en un abrazo. Tristán no cabía en sí de gozo. Al fin veía el interior de su madre y no era tan malo como todos creían después de todo. Pepa tampoco podía evitar las lágrimas. Nunca pensó que hubiera una historia tan triste detrás de Francisca Montenegro.
- S...señora… yo… no sé qué decirle.
- No tienes que decirme nada partera. Si queréis confirmación… creo que Emilia también lo sabe. Raimundo se lo contó. Pero ahora sí que necesitaría hablar con mi hijo a solas.
Pepa asintió con la cabeza y se despidió de Tristán con un beso.
- Usted dirá madre.
Francisca no sabía cómo continuar. Llegaba el momento de mostrar sus celos y se sentía como una niña. Decidió ir por otro camino.
- Tristán… necesito pedirte consejo.
Tristán no podía creerlo. ¿Su madre pidiendo consejo? “Algo grave tuvo que haber pasado para que la haya removido tanto.” – pensó Tristán.
- Madre… ¿usted le quiere?
- Desde siempre.
- Y… ¿sabe si él la quiere?
- Me confesó que sentía algo por mí pero que no podía olvidar estos años de peleas. Creo que sé que puedo hacer para demostrarlo pero quiero consultarlo contigo.
- Claro madre. Dígame.
- Primeramente decir que… yo pagué la operación de Raimundo. - Tristán no dejaba de sonreír – Pero él no lo sabe y no sé cómo decírselo. Además había pensado también en hacerle co-propietario de la conservera. Al fin y al cabo Sebastián está gastando su tiempo allí.
Tristán la miró sonriente. Nunca pensó que acabaría queriendo tanto a su madre como a partir de ese momento. Le cogió la mano y le dijo.
- Me parece una idea estupenda madre.
En fin, aquí os dejo con la confesión de Paca con su hijo. Nos acercamos a la traca final... XD.
Espero que os guste.
Al día siguiente Tristán no podía estar quieto. No dejaba de ver la cara de su madre rota por el dolor y el cristal de la foto de sus abuelos por los suelos. Nunca había visto así a su madre.
En ese momento Mariana apareció para servir el desayuno. Tristán se le acercó.
- Mariana, ¿sabes si mi madre despertó?
- No señor. No ha despertado.
- Y… ¿sabes si pasó algo grave ayer? ¿Algo que la alterara sobremanera?
- N.. no… no señor. No recuerdo que pasara algo especialmente grave.
- De acuerdo. Puedes retirarte Mariana. Y llama a Mauricio.
- Sí señor.
Mauricio entró pocos minutos después.
- ¿Ha mandado llamarme señor?
- Sí, Mauricio. ¿Pasó ayer algo grave en los campos o algo en especial?
- No señor. Solamente que el terreno de las judías sigue sin poder estar operativo pero anda más que yo recuerde.
- Bien. Puedes retirarte.
- ¿Ocurre algo señor?
- No tranquilo. Puedes retirarte.
Tristán salió al jardín con cara preocupada cuando llegó Pepa.
- ¿A qué viene esa cara Tristán?
- Mi madre me tiene muy preocupado.
- ¿Es que ha ocurrido algo?
- Eso quisiera saber yo Pepa. Nunca había visto a mi madre tan destrozada ni tan apagada como anoche. No dejaba de llorar y se aferró a mí con todas sus fuerzas. Cuando terminó de tomarse la tisana intentó tranquilizarse pero no lo consiguió hasta bien entrada la noche. No consintió decirme nada. Después la dejé descansar. – dijo Tristán con aire apesadumbrado.
- ¿Y todavía no ha despertado?
- No. Mariana me ha dicho que sigue en su habitación.
- Bueno, tranquilo. Seguro que después de haber descansado lo ve todo más tranquila. Seguro que se puede arreglar. – dijo Pepa dándole un abrazo.
Francisca despertó poco a poco. Como si la luz le hiciera daño en los ojos. De repente fue tomando consciencia de lo ocurrido la noche anterior, de cómo esa fortaleza se había derrumbado sólo de pensar en Raimundo y en esa mujer. Se había dado cuenta de lo absurdo de sus peleas y de su “aparente” fortaleza. Era sólo una coraza pero que no la protegía del dolor. No podía pensar que Raimundo pudiera abandonarla. Otra vez no. Ya lo había soportado con Natalia y no podía volver a suceder. Pero ¿qué podía hacer? Al fin y al cabo no estaba acostumbrada a esas peleas. ¿Qué podía hacer para demostrarle a Raimundo que le amaba como siempre le había amado? De momento le vino una idea. Y, algo que le sorprendió mucho, no le dolió pensar en hacerla realidad. Podría pedirle consejo Tristán. Su hijo. “Dios santo…” – pensó Francisca. Tristán le había visto en ese arrebato de desesperación. Había conseguido no decirle nada esa noche pero merecía una explicación y pronto.
Se vistió y bajó lentamente las escaleras. Mariana la vio y se dirigió a ella.
- Señora ¿se encuentra bien?
- Sí Mariana. ¿Dónde está mi hijo?
- En el jardín desayunando. Está muy preocupado por usted.
Francisca sonrió al oír eso. Adoraba a su hijo.
- Sírveme el desayuno con él.
- Enseguida señora.
Cuando Tristán y Pepa la vieron llegar enseguida se levantaron y Tristán dirigió a ella.
- Madre, por Dios, ¿se encuentra bien?
- Sí hijo sí.
- Madre me dejó ayer muy preocupado. ¿Qué pasó ayer tan grave?
- Siéntate hijo. Tengo que explicarte algo.
Ambos se sentaron. Francisca cogió la mano de su hijo y respiró hondo.
- Espera Pepa, no te vayas. Antes que nada quería pediros perdón de corazón.
Tristán y Pepa la miraron sorprendidos. ¿Francisca Montenegro estaba pidiendo perdón?
- Madre… pero… ¿qué tengo que perdonarle? – dijo Tristán besándole la mano.
- Muchas cosas hijo. Verás… Aunque parezca mentira cuando era joven yo estaba enamorada de Raimundo. Desde niña para ser exactos. – Tristán la miró asombrado.- Nos amábamos con locura pero nuestros padres siempre se opusieron. Mi madre diciéndome… bueno… todo lo que yo te llevo diciendo desde pequeño. Y su padre porque nos odiaba.
- M…madre… pero… ¿por qué no me contó esto?
- Espera hijo. Ahora lo entenderás. Nosotros siempre nos salíamos con la nuestra porque contábamos con apoyos. Yo con el de mi padre y él con el de su tío Esteban y el de su prima Alicia. Esto hizo que mi madre les tuviera más inquina ya que Alicia… tuvo una aventura con mi padre.
Tristán la miraba con la boca abierta. Jamás le había contado esto.
- El padre de Raimundo, Fernando, no sabía qué hacer para separarnos así que… Obligó a Raimundo a casarse con una rica heredera de Madrid o si no nos destruiría. Especialmente a mí. – dijo Francisca con lágrimas en los ojos.
- M… madre… - dijo Tristán sin poder evitar tampoco las lágrimas.
- Cuando me enteré de que Raimundo se casaba mi vida se fue con él. Mi madre aprovechó para… en ese momento de dolor… inculcarme todo lo que yo os he transmitido desde pequeños. Yo la creí. Estaba despechada así que no le fue difícil. Después mi madre acabó casándome con vuestro padre. Pero nunca me contaron que Raimundo no llegó a casarse con esa heredera porque murió antes de la boda. Pero al casarme yo con Salvador, él… hizo su vida… como es normal. Yo estaba dolida, rabiosa y destrozada y por ese dolor planee mi venganza gracias al poder que tenía vuestro padre.
- Por eso él es ahora un simple tabernero. – dijo Tristán al que empezaba a encajar todo.
- Sí. Por eso quiero pedirte perdón hijo. Ayer me di cuenta más que ningún otro día que… lo que mi madre me decía no lleva a ningún lado. Pero por otro lado no quería que pasaras por lo que pasé yo. El dinero no siempre trae el verdadero amor consigo hijo. Así fue como yo me sentí cuando supe que Raimundo… se casaba por dinero. No quiero que sufras lo mismo.
- Madre… venga aquí. – dijo Tristán atrayéndola hacia sí.
Los dos se fundieron en un abrazo. Tristán no cabía en sí de gozo. Al fin veía el interior de su madre y no era tan malo como todos creían después de todo. Pepa tampoco podía evitar las lágrimas. Nunca pensó que hubiera una historia tan triste detrás de Francisca Montenegro.
- S...señora… yo… no sé qué decirle.
- No tienes que decirme nada partera. Si queréis confirmación… creo que Emilia también lo sabe. Raimundo se lo contó. Pero ahora sí que necesitaría hablar con mi hijo a solas.
Pepa asintió con la cabeza y se despidió de Tristán con un beso.
- Usted dirá madre.
Francisca no sabía cómo continuar. Llegaba el momento de mostrar sus celos y se sentía como una niña. Decidió ir por otro camino.
- Tristán… necesito pedirte consejo.
Tristán no podía creerlo. ¿Su madre pidiendo consejo? “Algo grave tuvo que haber pasado para que la haya removido tanto.” – pensó Tristán.
- Madre… ¿usted le quiere?
- Desde siempre.
- Y… ¿sabe si él la quiere?
- Me confesó que sentía algo por mí pero que no podía olvidar estos años de peleas. Creo que sé que puedo hacer para demostrarlo pero quiero consultarlo contigo.
- Claro madre. Dígame.
- Primeramente decir que… yo pagué la operación de Raimundo. - Tristán no dejaba de sonreír – Pero él no lo sabe y no sé cómo decírselo. Además había pensado también en hacerle co-propietario de la conservera. Al fin y al cabo Sebastián está gastando su tiempo allí.
Tristán la miró sonriente. Nunca pensó que acabaría queriendo tanto a su madre como a partir de ese momento. Le cogió la mano y le dijo.
- Me parece una idea estupenda madre.
#1762
10/09/2011 13:20
jo gracias chicas,me sacais los colores.Pero es que con este par es taaaaaan fácil hacer historias cargadas de amor,pasión,ternura...Yo no se a qué juegan los guionistas,de verdad 
lna,ese Alejandro sin poder dormir me encanta.Y a Francisca cuando creo que no la puedo adorar mas,llegas tu y escribes cosas así.ME ENCANTA! sigue pronto
Natalia,qué bonito!!!!! se ve que esta Carmen le ha dado donde mas le duele a nuestra Paca...Me encanta que se haya mostrado vulnerable y sincera con Tristán.Comienza la operación "reconquista" jejeje esto promete

lna,ese Alejandro sin poder dormir me encanta.Y a Francisca cuando creo que no la puedo adorar mas,llegas tu y escribes cosas así.ME ENCANTA! sigue pronto
Natalia,qué bonito!!!!! se ve que esta Carmen le ha dado donde mas le duele a nuestra Paca...Me encanta que se haya mostrado vulnerable y sincera con Tristán.Comienza la operación "reconquista" jejeje esto promete
#1763
10/09/2011 13:47
Cuántos capis llevamos YA sin escenas de estos dos? Joer que aparezca ya el rico de las narices o lo que sea que traman los Mirañar!!! No habrá cara a cara por la Conservera y Sebas? Lo que sea pero que halla algo joer!!!
#1764
10/09/2011 13:52
Qué preciosidad, qué jodidaaa pasadaaaaaaaaaaa. Dios, estoy alucinando. Este hilo, además del más pervertido de Puente Viejo,jajaja, también es el que derrocha más talento. ESPECTACULAR.
Bueno... una contribución de una humilde servidora....
Alicia estaba tomando tranquilamente el té en el salón, acompañada de Esteban y Raimundo. Sus dos primos no dejaban de charlar contándole divertidas anécdotas sobre los chismorreos de Puente Viejo. Ella les miraba con una sonrisa cariñosa. Sabía que la charla tenía como única intención distraerla, hacerle olvidar el horroroso día anterior. Miró a Esteban. Era realmente el mejor hermano que jamás podría tener. Y además, un hermano muy guapo. Él advirtió su mirada y le guiñó un travieso ojo, arrancándole una sonrisa. En ese momento, alguien llamó a la puerta. Todos alzaron la mirada al ver entrar a Francisca.
- Buenas tardes a todos... y que aproveche.- dijo con una sonrisa.
- Buenas tardes, Francisca.- Esteban se la devolvió.- ¿Te apetece tomar el té?
- No, gracias. Ya lo he hecho.
Raimundo se levantó adorándola con la mirada, acercándose.
- Buenas tardes, mi pequeña.
Ella sintió millones de escalofríos al ver esos hermosos ojos. Él la atrajo y la besó con infinita ternura, haciéndola derretirse. Esteban esbozó una burlona sonrisa.
- No entiendo como la cocinera ha dicho que había que comprar dos sacos de azúcar. Yo diría que estamos sobrados de “dulce”- dijo irónico.
Alicia no pudo reprimir una risita. Los dos jóvenes se separaron. Francisca miró un tanto irritada a Esteban, quien le guiñó un ojo. Raimundo también sonrió divertido.
- Tu tío tiene un don para sacarme de mis casillas.- dijo ella con voz lo suficientemente alta como para que Esteban soltase una risita que la enervó más. Ella miró de nuevo al irónico Ulloa.
- Creo que todos los Ulloa tenemos ese peculiar efecto en los Montenegro.- dijo Esteban con un brillo de astuta diversión en sus ojos castaños.
Alicia miró a Esteban un poquito incómoda, pero en el fondo risueña. Francisca puso los ojos en blanco. Decidió ignorar a Esteban y se volvió a Raimundo. Iba a abrir la boca para decir algo cuando se percató en la brecha que cruzaba el lateral de su frente hasta su sien izquierda.
- ¿Qué... diablos te ha pasado?- le preguntó angustiada.
- No es nada, Francisca.- Raimundo intentó restarle importancia. Su mente trabajó rápida.- Ayer... estaba cortando leña y una astilla me alcanzó.
- Ya claro... y yo tengo esta marca en el cuello porque un duendecillo del bosque me echó una maldición.- repuso irónica. Le miró seria.- ¿Qué te ha pasado?- repitió.
Raimundo resopló. ¿Por qué diablos era tan difícil mentirle a Francisca? Miró a Alicia. Su prima dejó la taza y se levantó. Sintió que le costaba horrores hablar. Esteban también se levantó y apoyó una mano en su hombro.
- Fue... Fernando.- terminó diciendo Alicia.
Francisca creyó que el suelo se abría a sus pies.
- ¿Tu padre te hizo eso?- exclamó atónita.
- En realidad.- Alicia acaparó de nuevo la mirada de Francisca.- El golpe de la fusta era para mí. Por comportarme como una “vulgar mujerzuela” en vez de ser una auténtica Ulloa.- añadió con un fondo de increíble amargura.- Raimundo se interpuso y recibió el golpe en mi lugar.
Francisca miró a Alicia con la boca abierta. Después miró a Raimundo, que le dirigió una dulce sonrisa como si le dijera que no tenía importancia. Sintió que un odio infinito y puro empezaba a hervir en sus venas. Deseó que Fernando Ulloa estuviese delante de ella en ese preciso momento.
- ¡Hijo de...!
Como si hubiese habido una conexión empática, Fernando apareció en ese momento, después de su rutinaria jornada de caza. Echó una desdeñosa mirada a los presentes, en especial a Alicia.
- Buenas tardes.- dijo con veneno.
Francisca sintió que se la llevaban todos los demonios. Raimundo enseguida percibió el peligro, pero antes de que pudiera evitarlo, ella ya se había acercado como una exhalación hasta situarse a un amenazador paso de Fernando Ulloa. Apretó los puños y le miró con odio destilado en sus ojos oscuros.
- Es usted el despojo humano mas rastrero, vil y malnacido que he tenido la poca fortuna de tropezarme en mi vida.- le dijo apretando los puños con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron completamente blancos.
Fernando se quedó perplejo ante semejante arranque. Clavó dos frías dagas de hielo en los ojos de Francisca. Pero el fuego de ira en sus ojos oscuros pareció fundir ese hielo.
- ¿Has perdido el juicio? ¿Cómo diablos te atreves a venir a mi casa a insultarme?- preguntó con odio.
- Es cierto. En vez de insultarle, debería matarle por atreverse a levantar su maldita fusta contra una mujer y descargarla contra Raimundo.
El odio restalló en los ojos de Fernando. ¿Cómo se atrevía aquella maldita Montenegro a amenazarle de esa forma en su propia casa? ¿Cómo se atrevía a mirarle como si ella fuese superior a él? Apretó con fuerza la fusta que aferraba con la mano derecha y avanzó un paso amenazador. Pero Francisca estaba tan furiosa que no advirtió el peligro y se irguió más desafiante todavía. Raimundo creyó morir. Sólo de pensar que su padre pudiera rozar siquiera a Francisca... Avanzó como un huracán hacia él, interponiéndose. La fusta restalló en el aire, pero la mano de Raimundo la detuvo, aferrándola con fuerza. Padre e hijo intercambiaron una mirada llena de odio. Fuera de sí, Raimundo arrebató la fusta de la mano de su padre y la rompió por la mitad. Fernando le miró con horror.
- ¿Te has vuelto loco?- exclamó.
Raimundo le miró. Jamás había visto ese odio concentrado en los ojos de su hijo.
- Como vuelva a intentar algo contra Francisca, le juro por mi sangre que le mataré.- amenazó.- Y le juro que no me temblará el pulso.
Fernando miró a su hijo, aún atónito. Raimundo sujetaba a Francisca rodeándola con un abrazo protector. El asombro cedió. Sus fríos ojos azules se clavaron en ambos.
- Ambos pagaréis caro esto.- amenazó lentamente.- Desde luego que lo pagaréis. Más de lo que imagináis.
Se volvió despacio, desapareciendo tras la puerta. Francisca sintió un aleteo de desconocida angustia que le oprimía la garganta. Raimundo pareció advertirlo y la abrazó con fuerza contra su corazón.
Bueno... una contribución de una humilde servidora....
Alicia estaba tomando tranquilamente el té en el salón, acompañada de Esteban y Raimundo. Sus dos primos no dejaban de charlar contándole divertidas anécdotas sobre los chismorreos de Puente Viejo. Ella les miraba con una sonrisa cariñosa. Sabía que la charla tenía como única intención distraerla, hacerle olvidar el horroroso día anterior. Miró a Esteban. Era realmente el mejor hermano que jamás podría tener. Y además, un hermano muy guapo. Él advirtió su mirada y le guiñó un travieso ojo, arrancándole una sonrisa. En ese momento, alguien llamó a la puerta. Todos alzaron la mirada al ver entrar a Francisca.
- Buenas tardes a todos... y que aproveche.- dijo con una sonrisa.
- Buenas tardes, Francisca.- Esteban se la devolvió.- ¿Te apetece tomar el té?
- No, gracias. Ya lo he hecho.
Raimundo se levantó adorándola con la mirada, acercándose.
- Buenas tardes, mi pequeña.
Ella sintió millones de escalofríos al ver esos hermosos ojos. Él la atrajo y la besó con infinita ternura, haciéndola derretirse. Esteban esbozó una burlona sonrisa.
- No entiendo como la cocinera ha dicho que había que comprar dos sacos de azúcar. Yo diría que estamos sobrados de “dulce”- dijo irónico.
Alicia no pudo reprimir una risita. Los dos jóvenes se separaron. Francisca miró un tanto irritada a Esteban, quien le guiñó un ojo. Raimundo también sonrió divertido.
- Tu tío tiene un don para sacarme de mis casillas.- dijo ella con voz lo suficientemente alta como para que Esteban soltase una risita que la enervó más. Ella miró de nuevo al irónico Ulloa.
- Creo que todos los Ulloa tenemos ese peculiar efecto en los Montenegro.- dijo Esteban con un brillo de astuta diversión en sus ojos castaños.
Alicia miró a Esteban un poquito incómoda, pero en el fondo risueña. Francisca puso los ojos en blanco. Decidió ignorar a Esteban y se volvió a Raimundo. Iba a abrir la boca para decir algo cuando se percató en la brecha que cruzaba el lateral de su frente hasta su sien izquierda.
- ¿Qué... diablos te ha pasado?- le preguntó angustiada.
- No es nada, Francisca.- Raimundo intentó restarle importancia. Su mente trabajó rápida.- Ayer... estaba cortando leña y una astilla me alcanzó.
- Ya claro... y yo tengo esta marca en el cuello porque un duendecillo del bosque me echó una maldición.- repuso irónica. Le miró seria.- ¿Qué te ha pasado?- repitió.
Raimundo resopló. ¿Por qué diablos era tan difícil mentirle a Francisca? Miró a Alicia. Su prima dejó la taza y se levantó. Sintió que le costaba horrores hablar. Esteban también se levantó y apoyó una mano en su hombro.
- Fue... Fernando.- terminó diciendo Alicia.
Francisca creyó que el suelo se abría a sus pies.
- ¿Tu padre te hizo eso?- exclamó atónita.
- En realidad.- Alicia acaparó de nuevo la mirada de Francisca.- El golpe de la fusta era para mí. Por comportarme como una “vulgar mujerzuela” en vez de ser una auténtica Ulloa.- añadió con un fondo de increíble amargura.- Raimundo se interpuso y recibió el golpe en mi lugar.
Francisca miró a Alicia con la boca abierta. Después miró a Raimundo, que le dirigió una dulce sonrisa como si le dijera que no tenía importancia. Sintió que un odio infinito y puro empezaba a hervir en sus venas. Deseó que Fernando Ulloa estuviese delante de ella en ese preciso momento.
- ¡Hijo de...!
Como si hubiese habido una conexión empática, Fernando apareció en ese momento, después de su rutinaria jornada de caza. Echó una desdeñosa mirada a los presentes, en especial a Alicia.
- Buenas tardes.- dijo con veneno.
Francisca sintió que se la llevaban todos los demonios. Raimundo enseguida percibió el peligro, pero antes de que pudiera evitarlo, ella ya se había acercado como una exhalación hasta situarse a un amenazador paso de Fernando Ulloa. Apretó los puños y le miró con odio destilado en sus ojos oscuros.
- Es usted el despojo humano mas rastrero, vil y malnacido que he tenido la poca fortuna de tropezarme en mi vida.- le dijo apretando los puños con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron completamente blancos.
Fernando se quedó perplejo ante semejante arranque. Clavó dos frías dagas de hielo en los ojos de Francisca. Pero el fuego de ira en sus ojos oscuros pareció fundir ese hielo.
- ¿Has perdido el juicio? ¿Cómo diablos te atreves a venir a mi casa a insultarme?- preguntó con odio.
- Es cierto. En vez de insultarle, debería matarle por atreverse a levantar su maldita fusta contra una mujer y descargarla contra Raimundo.
El odio restalló en los ojos de Fernando. ¿Cómo se atrevía aquella maldita Montenegro a amenazarle de esa forma en su propia casa? ¿Cómo se atrevía a mirarle como si ella fuese superior a él? Apretó con fuerza la fusta que aferraba con la mano derecha y avanzó un paso amenazador. Pero Francisca estaba tan furiosa que no advirtió el peligro y se irguió más desafiante todavía. Raimundo creyó morir. Sólo de pensar que su padre pudiera rozar siquiera a Francisca... Avanzó como un huracán hacia él, interponiéndose. La fusta restalló en el aire, pero la mano de Raimundo la detuvo, aferrándola con fuerza. Padre e hijo intercambiaron una mirada llena de odio. Fuera de sí, Raimundo arrebató la fusta de la mano de su padre y la rompió por la mitad. Fernando le miró con horror.
- ¿Te has vuelto loco?- exclamó.
Raimundo le miró. Jamás había visto ese odio concentrado en los ojos de su hijo.
- Como vuelva a intentar algo contra Francisca, le juro por mi sangre que le mataré.- amenazó.- Y le juro que no me temblará el pulso.
Fernando miró a su hijo, aún atónito. Raimundo sujetaba a Francisca rodeándola con un abrazo protector. El asombro cedió. Sus fríos ojos azules se clavaron en ambos.
- Ambos pagaréis caro esto.- amenazó lentamente.- Desde luego que lo pagaréis. Más de lo que imagináis.
Se volvió despacio, desapareciendo tras la puerta. Francisca sintió un aleteo de desconocida angustia que le oprimía la garganta. Raimundo pareció advertirlo y la abrazó con fuerza contra su corazón.
#1765
10/09/2011 14:44
Repito: ole los huevos de Raimundo.
le quiero!!! gracias lna.
Odio a Fernando con todo mi corazón.Miedito me da lo que va a hacerles,aunque ya sabemos cómo terminó la historia...sigueeeeeeeeeee
le quiero!!! gracias lna.
Odio a Fernando con todo mi corazón.Miedito me da lo que va a hacerles,aunque ya sabemos cómo terminó la historia...sigueeeeeeeeeee
#1766
10/09/2011 15:54
Chicas,os pongo el otro cachito que me quedaba del capítulo de hoy
Jamás un pasillo se había hecho tan interminable. Se paraban cada momento para unir sus almas en un beso tan profundo que no hacía mas que incrementar las ganas que tenían de amarse. Francisca provocaba a Raimundo mordiendo tiernamente el lóbulo de su oreja. Él hacía verdaderos esfuerzos por no tumbarla en el suelo de aquel enorme caserón e introducirse en ella. Aguantó como pudo hasta que por fin llegaron a la alcoba iluminada de manera tenue por un pequeño quinqué.
Raimundo dejó suavemente a Francisca en el suelo, pero no aflojó su abrazo. Sus respiraciones se entremezclaban.
-30 años Francisca- su voz sonaba ronca por el deseo – Demasiado tiempo sin ti- besó sus párpados –soñaba cada noche con volver a tenerte entre mis brazos- deslizó sus labios por su mejilla- Y ahora por fin estás aquí- concluyó mirándole intensamente a los ojos.
Francisca sintió que su sangre se convertía en lava fluyendo por sus venas. Raimundo la quemaba. Y no deseaba otra cosa que morir abrasada en la pasión de su amor. Anhelaba sus besos y su cuerpo. Anhelaba su alma.
-Ámame Raimundo…ámame como si el mañana no existiera- susurró Francisca junto a sus labios –Necesito sentirte mio una vez más- y le rozó con la punta de la lengua en la comisura de los labios.
Aquello trastornó a Raimundo. Puso su mano tras la nuca de Francisca y atacó su boca como si estuviera hambriento. Era como encontrar un oasis cuando se está muerto de sed. Francisca no se quedó atrás. Mientras recibía las acometidas de la dulce lengua de Raimundo, sus manos se deslizaron por su pecho hasta encontrar el primer botón de su camisa. Consiguió a duras penas desabrocharle, y cuando se disponía a hacer lo mismo con el segundo, Raimundo se separó un instante de su boca
-Mi pequeña,arráncame la camisa si es menester,pero no me tortures más…
Francisca a pesar de la pasión no pudo menos que reir al oir la intensidad de su voz.
–No te creía tan impaciente tabernero- y dicho lo cual, rompió de un tirón todos los botones de la camisa de Raimundo quedando su pecho expuesto ante ella. Sus dedos juguetones se deslizaron por él sembrando un camino de fuego que se incrementó cuando su boca siguió el mismo recorrido. Raimundo jadeó.
-Mi amor, me estás matando…- Los expertos dedos de Raimundo desbrocharon el vestido de Francisca que quedó echo un rebujo a sus pies junto con el resto de su ropa. –Estás aún más bonita de lo que te recordaba- su mirada se deslizó por el cuerpo de Francisca erizándole la piel –voy a amarte de tal manera que no te quedarán ganas de volver a discutir conmigo- ambos sonrieron. Raimundo tomó en brazos a Francisca y la depositó en el lecho.
-¿Quieres que apague la luz,mi pequeña?
-No Raimundo- rozó levemente su boca con los dedos -Quiero volver a ver tu cara mientras nos amamos. Grabarla en mi memoria para que me acompañe siempre en lo que me queda de vida
Raimundo selló sus labios con un beso cargado de angustia.No,ahora no era momento de pensar en perderla.Ahora,solo podía amarla.
Y así lo hizo. Se amaron en un silencio roto únicamente por los jadeos y respiraciones de ambos. Cuando el momento de la culminación llegó,no podían dejar de mirarse a los ojos viendo cada uno,el placer del otro. De nuevo,eran uno solo.
-Te quiero Raimundo…-
-Te quiero mi pequeña. Nunca te dejaré marchar.Así tenga que enfrentarme al mismísimo Dios
Jamás un pasillo se había hecho tan interminable. Se paraban cada momento para unir sus almas en un beso tan profundo que no hacía mas que incrementar las ganas que tenían de amarse. Francisca provocaba a Raimundo mordiendo tiernamente el lóbulo de su oreja. Él hacía verdaderos esfuerzos por no tumbarla en el suelo de aquel enorme caserón e introducirse en ella. Aguantó como pudo hasta que por fin llegaron a la alcoba iluminada de manera tenue por un pequeño quinqué.
Raimundo dejó suavemente a Francisca en el suelo, pero no aflojó su abrazo. Sus respiraciones se entremezclaban.
-30 años Francisca- su voz sonaba ronca por el deseo – Demasiado tiempo sin ti- besó sus párpados –soñaba cada noche con volver a tenerte entre mis brazos- deslizó sus labios por su mejilla- Y ahora por fin estás aquí- concluyó mirándole intensamente a los ojos.
Francisca sintió que su sangre se convertía en lava fluyendo por sus venas. Raimundo la quemaba. Y no deseaba otra cosa que morir abrasada en la pasión de su amor. Anhelaba sus besos y su cuerpo. Anhelaba su alma.
-Ámame Raimundo…ámame como si el mañana no existiera- susurró Francisca junto a sus labios –Necesito sentirte mio una vez más- y le rozó con la punta de la lengua en la comisura de los labios.
Aquello trastornó a Raimundo. Puso su mano tras la nuca de Francisca y atacó su boca como si estuviera hambriento. Era como encontrar un oasis cuando se está muerto de sed. Francisca no se quedó atrás. Mientras recibía las acometidas de la dulce lengua de Raimundo, sus manos se deslizaron por su pecho hasta encontrar el primer botón de su camisa. Consiguió a duras penas desabrocharle, y cuando se disponía a hacer lo mismo con el segundo, Raimundo se separó un instante de su boca
-Mi pequeña,arráncame la camisa si es menester,pero no me tortures más…
Francisca a pesar de la pasión no pudo menos que reir al oir la intensidad de su voz.
–No te creía tan impaciente tabernero- y dicho lo cual, rompió de un tirón todos los botones de la camisa de Raimundo quedando su pecho expuesto ante ella. Sus dedos juguetones se deslizaron por él sembrando un camino de fuego que se incrementó cuando su boca siguió el mismo recorrido. Raimundo jadeó.
-Mi amor, me estás matando…- Los expertos dedos de Raimundo desbrocharon el vestido de Francisca que quedó echo un rebujo a sus pies junto con el resto de su ropa. –Estás aún más bonita de lo que te recordaba- su mirada se deslizó por el cuerpo de Francisca erizándole la piel –voy a amarte de tal manera que no te quedarán ganas de volver a discutir conmigo- ambos sonrieron. Raimundo tomó en brazos a Francisca y la depositó en el lecho.
-¿Quieres que apague la luz,mi pequeña?
-No Raimundo- rozó levemente su boca con los dedos -Quiero volver a ver tu cara mientras nos amamos. Grabarla en mi memoria para que me acompañe siempre en lo que me queda de vida
Raimundo selló sus labios con un beso cargado de angustia.No,ahora no era momento de pensar en perderla.Ahora,solo podía amarla.
Y así lo hizo. Se amaron en un silencio roto únicamente por los jadeos y respiraciones de ambos. Cuando el momento de la culminación llegó,no podían dejar de mirarse a los ojos viendo cada uno,el placer del otro. De nuevo,eran uno solo.
-Te quiero Raimundo…-
-Te quiero mi pequeña. Nunca te dejaré marchar.Así tenga que enfrentarme al mismísimo Dios
#1767
10/09/2011 16:00
Alejandro Montenegro intentó anudarse por tercera vez el lazo de su cuello. Pero sus temblorosas manos se lo estaban poniendo realmente difícil. Inspiró hondo y maldijo. ¿Por qué diablos estaba como un maldito colegial ante su primer examen? Se quitó hastiado el lazo. Al diablo, iría sin él. Se detuvo, mirando su imagen ante el espejo, pero sin verse. No sabía si aquello era una buena idea. Debía decirle a Alicia que no había sido su intención herirla, ni muchísimo menos. Que la apreciaba demasiado como para poner en peligro su... amistad. Sí, eso era. Una vocecita en su interior pareció resonar. -”Eres un cobarde, Alejandro Montenegro. ¿Amistad??”. Alejandro resopló torturado. Está bien, sí, aquella tortura no era una simple amistad. Sabía que la quería, desde que ella le había arrollado en el camino tras su precipitada y religiosa huida. Esos ojos chocolate le habían hechizado en cuanto se posaron en los suyos. Y cuanto más veía en su mente su imagen, más se incrementaba aquella agonía. ¿Cómo demonios había pasado aquello? ¿Cómo era posible que en unas pocas semanas ella hubiera logrado derretir así su corazón?
Alzó la cabeza, desesperado. Recordó las palabras de Francisca. Su hija le había aconsejado que luchara por ese amor. Sonrió con tristeza. Su hija era demasiado joven e idealista. No parecía comprender que en aquella época estaba bien visto que un hombre tuviese una amante en su matrimonio pero era casi un crimen que un matrimonio se rompiese por culpa de otra mujer. Y que quien pagaría todas las culpas y humillaciones sería Alicia. No podía permitir eso. Sentía que prefería morir antes que causarle un perjuicio a ella.
Cerró la puerta de la Casona tras él, sin apenas oír la voz de Elena que le preguntaba a dónde iba. Sus pasos se encaminaron hacia el Caserón de los Ulloa. Contempló el viejo castaño del patio, que tendía sus majestuosas ramas sobre el viejo muro. Esteban se encontraba sentado en su rincón, leyendo el libro que le había regalado Esperanza... hacía ya tanto tiempo. Esbozó una sonrisa triste. Por primera vez se dio cuenta del verdadero tormento que su amigo debía arrastrar desde siempre, desde que su hermana les abandonó demasiado pronto. Sentía que se le humedecían los ojos. Esteban era un hombre realmente admirable, con un valor extraordinario, capaz de sobreponerse a esa terrible pérdida y ayudar a quienes le necesitaban.
Esteban pareció sentirse observado y alzó la cabeza. Vio a Alejandro en pie frente a él. Le sonrió sincero, pero después advirtió una profunda e insondable pena en sus ojos oscuros.
- Alejandro...- se levantó, cerrando el libro.- … ¿Te encuentras bien?
- Sí...- apartó la mirada un tanto avergonzado. Esteban lo notó. Sabía que Alejandro era extremadamente reservado para sus emociones. Por eso colocó un brazo alrededor de sus hombros, transmitiéndole su apoyo en silencio.
- No pongas esa cara de funeral.- le dijo risueño.- Que todo tiene arreglo.
Alejandro no pudo evitar sonreír ante la graciosa mueca de su amigo. Esteban soltó una risita pícara.
- Apuesto a que estás buscando a una novicia con el pelo rubio, los ojos castaños y testaruda como pocas.- dijo con un guiño irónico.
El Montenegro deseó que la tierra se abriese bajo sus pies, mientras no podía evitar que la turbación le subiera al rostro. Esteban estalló en carcajadas.
- Yo... quería... disculparme con ella... por... lo del otro día...- casi balbuceó.
Esteban meneó la cabeza.
- Ten cuidado con lo que te disculpas. Porque si le pides perdón por besarla... - suspiró.- Después de los días que lleva con lo del incidente de Fernando... El mal genio Ulloa puede acabar explotando... y eso sí que no te lo recomiendo.
Alejandro miró a su amigo.
- ¿Qué incidente?
- Mi querido hermano.- bufó.- Ha osado levantarle la mano a Alicia sólo por llegar con el vestido empapado y no comportarse como una señorita. Por suerte Raimundo se interpuso.
Alejandro sintió que un odio inexplicablemente intenso abrasó sus venas. Sus ojos relampaguearon. Un cosquilleo asesino hormigueó en sus manos.-”¡Maldito Ulloa!” Esteban no perdió detalle de su reacción y apoyó una mano en su hombro.
- No te preocupes. Ese descerebrado no osará volver a cometer ninguna locura. De eso nos encargamos mi sobrino y yo. Y tú, de lo que tienes que encargarte, es de solucionar de una vez por todas las cosas con Alicia.
- Ya te he dicho que he venido...
- Alejandro.- Esteban le interrumpió con un suspiro de impaciencia.- ¿Crees que diciéndole a Alicia que lamentas en el alma haberla besado va a solucionar algo? Eso le sentará peor que el latigazo de Fernando.
- ¿Y qué diablos quieres que haga, Esteban?- preguntó casi desquiciado.
- Que le digas la verdad. Que le digas que la quieres con toda tu alma y que haberla besado es lo mejor que has hecho en unos veintipico años.
Alejandro miró a su amigo. Esteban le sostuvo la mirada orgulloso y a la vez infundiéndole ánimo.
- No puedo hacer eso...- Alejandro bajó derrotado la cabeza.
- Pero ¿cómo que no lo puedes hacer?
- ¿Es que no lo entiendes? Estoy casado, Esteban. Y no tienes idea de lo mucho que lo lamento, pero así es. ¿En qué situación pondría a Alicia?- negó desesperado con la cabeza.- No podría hacerle eso. No podría... permitir que arruinase su vida de esa manera.
Esteban miró compasivo a su amigo.
- Y para no arruinar su vida, prefieres seguir arruinando la tuya. Eso es amor verdadero... con todas sus letras.- susurró con una sonrisa triste.
Alejandro bajó la mirada, torturado. Esteban apretó la mano que reposaba en su hombro.
No fue capaz de decirle nada. Ambos amigos se miraron con tristeza contenida. De pronto, una sonriente Alicia apareció en el jardín. Alejandro sintió que su corazón se rompía. La preciosa sonrisa se esfumó al verle. Esteban miró a su prima y después a su amigo. Le dio un rápido abrazo y caminó hasta desaparecer en el interior del Caserón.
EDITO: KERALAAA ERES LA CAÑA DE ESPAÑAAA. Joer, qué llorera...
Alzó la cabeza, desesperado. Recordó las palabras de Francisca. Su hija le había aconsejado que luchara por ese amor. Sonrió con tristeza. Su hija era demasiado joven e idealista. No parecía comprender que en aquella época estaba bien visto que un hombre tuviese una amante en su matrimonio pero era casi un crimen que un matrimonio se rompiese por culpa de otra mujer. Y que quien pagaría todas las culpas y humillaciones sería Alicia. No podía permitir eso. Sentía que prefería morir antes que causarle un perjuicio a ella.
Cerró la puerta de la Casona tras él, sin apenas oír la voz de Elena que le preguntaba a dónde iba. Sus pasos se encaminaron hacia el Caserón de los Ulloa. Contempló el viejo castaño del patio, que tendía sus majestuosas ramas sobre el viejo muro. Esteban se encontraba sentado en su rincón, leyendo el libro que le había regalado Esperanza... hacía ya tanto tiempo. Esbozó una sonrisa triste. Por primera vez se dio cuenta del verdadero tormento que su amigo debía arrastrar desde siempre, desde que su hermana les abandonó demasiado pronto. Sentía que se le humedecían los ojos. Esteban era un hombre realmente admirable, con un valor extraordinario, capaz de sobreponerse a esa terrible pérdida y ayudar a quienes le necesitaban.
Esteban pareció sentirse observado y alzó la cabeza. Vio a Alejandro en pie frente a él. Le sonrió sincero, pero después advirtió una profunda e insondable pena en sus ojos oscuros.
- Alejandro...- se levantó, cerrando el libro.- … ¿Te encuentras bien?
- Sí...- apartó la mirada un tanto avergonzado. Esteban lo notó. Sabía que Alejandro era extremadamente reservado para sus emociones. Por eso colocó un brazo alrededor de sus hombros, transmitiéndole su apoyo en silencio.
- No pongas esa cara de funeral.- le dijo risueño.- Que todo tiene arreglo.
Alejandro no pudo evitar sonreír ante la graciosa mueca de su amigo. Esteban soltó una risita pícara.
- Apuesto a que estás buscando a una novicia con el pelo rubio, los ojos castaños y testaruda como pocas.- dijo con un guiño irónico.
El Montenegro deseó que la tierra se abriese bajo sus pies, mientras no podía evitar que la turbación le subiera al rostro. Esteban estalló en carcajadas.
- Yo... quería... disculparme con ella... por... lo del otro día...- casi balbuceó.
Esteban meneó la cabeza.
- Ten cuidado con lo que te disculpas. Porque si le pides perdón por besarla... - suspiró.- Después de los días que lleva con lo del incidente de Fernando... El mal genio Ulloa puede acabar explotando... y eso sí que no te lo recomiendo.
Alejandro miró a su amigo.
- ¿Qué incidente?
- Mi querido hermano.- bufó.- Ha osado levantarle la mano a Alicia sólo por llegar con el vestido empapado y no comportarse como una señorita. Por suerte Raimundo se interpuso.
Alejandro sintió que un odio inexplicablemente intenso abrasó sus venas. Sus ojos relampaguearon. Un cosquilleo asesino hormigueó en sus manos.-”¡Maldito Ulloa!” Esteban no perdió detalle de su reacción y apoyó una mano en su hombro.
- No te preocupes. Ese descerebrado no osará volver a cometer ninguna locura. De eso nos encargamos mi sobrino y yo. Y tú, de lo que tienes que encargarte, es de solucionar de una vez por todas las cosas con Alicia.
- Ya te he dicho que he venido...
- Alejandro.- Esteban le interrumpió con un suspiro de impaciencia.- ¿Crees que diciéndole a Alicia que lamentas en el alma haberla besado va a solucionar algo? Eso le sentará peor que el latigazo de Fernando.
- ¿Y qué diablos quieres que haga, Esteban?- preguntó casi desquiciado.
- Que le digas la verdad. Que le digas que la quieres con toda tu alma y que haberla besado es lo mejor que has hecho en unos veintipico años.
Alejandro miró a su amigo. Esteban le sostuvo la mirada orgulloso y a la vez infundiéndole ánimo.
- No puedo hacer eso...- Alejandro bajó derrotado la cabeza.
- Pero ¿cómo que no lo puedes hacer?
- ¿Es que no lo entiendes? Estoy casado, Esteban. Y no tienes idea de lo mucho que lo lamento, pero así es. ¿En qué situación pondría a Alicia?- negó desesperado con la cabeza.- No podría hacerle eso. No podría... permitir que arruinase su vida de esa manera.
Esteban miró compasivo a su amigo.
- Y para no arruinar su vida, prefieres seguir arruinando la tuya. Eso es amor verdadero... con todas sus letras.- susurró con una sonrisa triste.
Alejandro bajó la mirada, torturado. Esteban apretó la mano que reposaba en su hombro.
No fue capaz de decirle nada. Ambos amigos se miraron con tristeza contenida. De pronto, una sonriente Alicia apareció en el jardín. Alejandro sintió que su corazón se rompía. La preciosa sonrisa se esfumó al verle. Esteban miró a su prima y después a su amigo. Le dio un rápido abrazo y caminó hasta desaparecer en el interior del Caserón.
EDITO: KERALAAA ERES LA CAÑA DE ESPAÑAAA. Joer, qué llorera...
#1768
10/09/2011 16:39
Me queréis matar las dos de emociones hoy!! Kerala graciassss graciasss por hacer que me emocione y vibre con ellos, que los veo tan humanos, tan terrenales, tan desesperados el uno por el otro.
Y a ti Ina que eres un genio de la naturaleza. Ayyy como me gusta tu historia
Y a ti Ina que eres un genio de la naturaleza. Ayyy como me gusta tu historia
#1769
10/09/2011 21:39
chicas,ayudarme a encontrar un buen título para mi relato.Quiero subirlo a la biblioteca
Se me ha ocurrido "Amarte es mi destino" pero no se,no me convence mucho...
Se me ha ocurrido "Amarte es mi destino" pero no se,no me convence mucho...
#1770
10/09/2011 21:43
Kerala ¿Qué te parece?: Encontrarnos recorriendo el mismo camino
#1771
10/09/2011 22:12
¿Qué te parece... "Amor, lucha y rendición"?
#1772
10/09/2011 22:47
Es definitivo estoy perdida he irremediablemente enamorada de Alejandro Montenegro te juro q se me han caído las lagrimas al verlo con el corazón roto.
Tu también me has hecho llorar Kera cuanta ternura, la ultima frase de Raí ha sido preciosa ¿Puede amarse mas?
Natalia ahí mi Paca, luchando por su amor y con ayuda de su hijo, que bonito
Chicas estoy sensible pero q jartera de llorar que llevo
En cuanto al titulo que te parece el destino dijo si
Tu también me has hecho llorar Kera cuanta ternura, la ultima frase de Raí ha sido preciosa ¿Puede amarse mas?
Natalia ahí mi Paca, luchando por su amor y con ayuda de su hijo, que bonito
Chicas estoy sensible pero q jartera de llorar que llevo
En cuanto al titulo que te parece el destino dijo si
#1773
10/09/2011 22:52
Me gustan los títulos que habeís puesto.Muchísimas gracias,entre esta noche y mañana decido a ver cuál pongo 
He estado continuando con el relato, con la parte que quería poneros mañana, pero después de revisarlo creo que es más propio leerlo por la noche

Os lo subo en un ratito???

He estado continuando con el relato, con la parte que quería poneros mañana, pero después de revisarlo creo que es más propio leerlo por la noche


Os lo subo en un ratito???
#1774
10/09/2011 23:17
Los primeros rayos de sol empezaban a colarse juguetones por los grandes ventanales de la casona. Su interior empezaba a hervir de trabajo: Rosario y Mariana estaban horneando los bollos para el desayuno y un delicioso olor a café inundaba toda la estancia. Nada hacía sospechar la noche de pasión que se había producido en una de las habitaciones de la casa. Y en nada más y nada menos, que en la de Francisca Montenegro.
Francisca sonrió. Se encontraba apoyada sobre un codo mirando el cuerpo apenas cubierto con la sábana que yacía a su lado. Raimundo seguía ahí. Quería pellizcarse para creer que no era el sueño que tantas y tantas noches anhelaba. Tímidamente acercó sus dedos al pecho desnudo de Raimundo. Era real. Tenía ganas de gritar de alegría. Rememoró la tórrida noche que habían compartido y no pudo evitar ruborizarse. También recordó que fue ella quien le rogó que se quedara, y el motivo por el que lo había hecho. Quería tener un último recuerdo antes…antes de…morir. La sola mención de esa palabra era como si le clavaran una daga en el corazón. El doctor le había informado del bajo porcentaje de éxito que tenía la operación. Ella iba a luchar, por supuesto. Era una Montenegro. Y ahora tenía una razón más para querer vivir. Pero sentía miedo de no regresar. Por eso quería llevarse el olor y el sabor de Raimundo en su cuerpo, en su alma. Un último recuerdo. Por si acaso…
Empezó a deslizar suavemente su dedo índice por el cuerpo de Raimundo. Comenzó por el cuello y poco a poco fue bajando, dibujando arabescos con sus dedos por todo su pecho. Percibió el cambio de ritmo en la respiración de Raimundo, que se había vuelto más irregular. Siguió su camino, hasta llegar justo debajo del ombligo. Seguía dormido pero notó como se le tensaban los músculos del abdomen
-Francisca… - susurró Raimundo en sueños.
Ella arqueó una ceja –“Vaya, hasta en sueños es mío…”- pensó satisfecha. Se sentía poderosa, se sentía…salvaje. Terminó de quitar la sábana que cubría sus cuerpos y siguió explorando con sus dedos. Un brillo travieso iluminaba sus ojos.
-¿Te diviertes…?
Francisca sonrió. Se encontraba apoyada sobre un codo mirando el cuerpo apenas cubierto con la sábana que yacía a su lado. Raimundo seguía ahí. Quería pellizcarse para creer que no era el sueño que tantas y tantas noches anhelaba. Tímidamente acercó sus dedos al pecho desnudo de Raimundo. Era real. Tenía ganas de gritar de alegría. Rememoró la tórrida noche que habían compartido y no pudo evitar ruborizarse. También recordó que fue ella quien le rogó que se quedara, y el motivo por el que lo había hecho. Quería tener un último recuerdo antes…antes de…morir. La sola mención de esa palabra era como si le clavaran una daga en el corazón. El doctor le había informado del bajo porcentaje de éxito que tenía la operación. Ella iba a luchar, por supuesto. Era una Montenegro. Y ahora tenía una razón más para querer vivir. Pero sentía miedo de no regresar. Por eso quería llevarse el olor y el sabor de Raimundo en su cuerpo, en su alma. Un último recuerdo. Por si acaso…
Empezó a deslizar suavemente su dedo índice por el cuerpo de Raimundo. Comenzó por el cuello y poco a poco fue bajando, dibujando arabescos con sus dedos por todo su pecho. Percibió el cambio de ritmo en la respiración de Raimundo, que se había vuelto más irregular. Siguió su camino, hasta llegar justo debajo del ombligo. Seguía dormido pero notó como se le tensaban los músculos del abdomen
-Francisca… - susurró Raimundo en sueños.
Ella arqueó una ceja –“Vaya, hasta en sueños es mío…”- pensó satisfecha. Se sentía poderosa, se sentía…salvaje. Terminó de quitar la sábana que cubría sus cuerpos y siguió explorando con sus dedos. Un brillo travieso iluminaba sus ojos.
-¿Te diviertes…?
#1775
10/09/2011 23:31
Se quedó inmóvil. Dios mío, ¡Raimundo se había despertado! No se atrevía a moverse, mucho menos a mirarle a la cara. ¡Pero cómo había podido actuar así! No era propio de una señora decente. Tenía que reponerse. Su orgullo Montenegro se puso en acción y adoptando su pose más digna se volvió hacia él.
-Raimundo verás. Resulta que tenías… ¡¿pero qué demonios?!
En un rápido movimiento, Raimundo la giró de tal manera, que Francisca se encontró atrapada entre el colchón y su cuerpo.
-¿Qué me decías que tenía?-
Cómo detestaba no controlar la situación. Raimundo le estaba mirando con ese brillo guasón en los ojos tan típico de él. Intentó zafarse, pero no lo consiguió. Frunció el ceño derrotada. Raimundo reía en su interior viendo la lucha que mantenía Francisca en su mente.
-¿Sabes que hasta ceñuda estás preciosa? - Susurró junto a sus labios. Francisca abrió la boca para contestarle y él aprovechó para introducir su lengua en ella. Ella no pudo más que rendirse a su ataque y le devolvió el beso con igual pasión. Durante un buen rato se besaron como dos locos hambrientos hasta que tuvieron que parar para no ahogarse.
-Buenos días amor. ¿Has dormido bien?-
-Buenos días tabernero. Al fin te despertaste- respondió digna
Raimundo bajó la vista hacía donde sus cuerpos se encontraban pegados. –Eso parece, mi pequeña- dijo mientras arqueaba burlón las cejas.
Al darse cuenta de la connotación de sus palabras, unido al gesto de Raimundo, Francisca notó que la sangre se le subía a la cara y sintió fuego en sus mejillas.
–Eres un grosero, y un maleduc…-
No pudo terminar la frase. Soltó un jadeo intenso. Justo en ese momento Raimundo se había introducido en ella. Empezó a moverse de manera acompasada.
–Así que un grosero ¿eh? Y ¿qué mas decías que soy?- le dijo Raimundo. Pero, de repente, se quedó quieto.
Por todos los demonios. ¡Se había detenido! ¿Pero cómo pretendía que le respondiera en esos momentos? ¡Si casi no le salía ni la voz! ¡Y mucho menos podía pensar una respuesta mordaz!
-¿No hablas princesa?-
-Cállate maldito tabernero. Y haz el favor de continuar o te juro que lamentarás esto el resto de tu vida…- consiguió decir con apenas un hilo de voz. Raimundo rió victorioso y le dio lo que quería. Comenzó un ritmo rápido de embestidas que pronto los llevó a ambos a cotas inalcanzables de placer, dejándoles exhaustos por el esfuerzo. Raimundo dejó caer su peso suavemente sobre ella.
- Condenado Ulloa ¿Sabes que voy a matarte?-
-Si va a ser de esta manera, te dejo que me mates cuando quieras, mi pequeña…
-Raimundo verás. Resulta que tenías… ¡¿pero qué demonios?!
En un rápido movimiento, Raimundo la giró de tal manera, que Francisca se encontró atrapada entre el colchón y su cuerpo.
-¿Qué me decías que tenía?-
Cómo detestaba no controlar la situación. Raimundo le estaba mirando con ese brillo guasón en los ojos tan típico de él. Intentó zafarse, pero no lo consiguió. Frunció el ceño derrotada. Raimundo reía en su interior viendo la lucha que mantenía Francisca en su mente.
-¿Sabes que hasta ceñuda estás preciosa? - Susurró junto a sus labios. Francisca abrió la boca para contestarle y él aprovechó para introducir su lengua en ella. Ella no pudo más que rendirse a su ataque y le devolvió el beso con igual pasión. Durante un buen rato se besaron como dos locos hambrientos hasta que tuvieron que parar para no ahogarse.
-Buenos días amor. ¿Has dormido bien?-
-Buenos días tabernero. Al fin te despertaste- respondió digna
Raimundo bajó la vista hacía donde sus cuerpos se encontraban pegados. –Eso parece, mi pequeña- dijo mientras arqueaba burlón las cejas.
Al darse cuenta de la connotación de sus palabras, unido al gesto de Raimundo, Francisca notó que la sangre se le subía a la cara y sintió fuego en sus mejillas.
–Eres un grosero, y un maleduc…-
No pudo terminar la frase. Soltó un jadeo intenso. Justo en ese momento Raimundo se había introducido en ella. Empezó a moverse de manera acompasada.
–Así que un grosero ¿eh? Y ¿qué mas decías que soy?- le dijo Raimundo. Pero, de repente, se quedó quieto.
Por todos los demonios. ¡Se había detenido! ¿Pero cómo pretendía que le respondiera en esos momentos? ¡Si casi no le salía ni la voz! ¡Y mucho menos podía pensar una respuesta mordaz!
-¿No hablas princesa?-
-Cállate maldito tabernero. Y haz el favor de continuar o te juro que lamentarás esto el resto de tu vida…- consiguió decir con apenas un hilo de voz. Raimundo rió victorioso y le dio lo que quería. Comenzó un ritmo rápido de embestidas que pronto los llevó a ambos a cotas inalcanzables de placer, dejándoles exhaustos por el esfuerzo. Raimundo dejó caer su peso suavemente sobre ella.
- Condenado Ulloa ¿Sabes que voy a matarte?-
-Si va a ser de esta manera, te dejo que me mates cuando quieras, mi pequeña…
#1776
10/09/2011 23:56
Alicia vio como se marchaba su primo. Sus ojos chocolate le siguieron hasta que cerró la puerta de entrada. Después, su mirada se encontró con la de Alejandro, que permanecía inmóvil. Los ojos oscuros de él la atravesaban, insondables y con un brillo casi peligroso. Alicia tragó saliva, procurando calmar su corazón que de pronto había empezado a latir descontrolado. Apretó los puños, apelando a su orgullo, y reunió fuerzas para encararle.
- Buenas tardes, ¿qué se le ofrece?- preguntó con frialdad.
Alejandro sintió un latigazo al ver esa distancia con la que lo volvía a tratar.
- Buenas tardes, Alicia. Creo que... no es necesario que me trates de usted. Al fin y al cabo... ya habíamos empezado a tutearnos.- dijo con un considerable esfuerzo.
Alicia le fulminó con la mirada.
- Ese tuteo fue también otro accidente.- replicó ella con tono de velado dolor.- Así que considero más adecuado que volvamos a las formas iniciales.
Alejandro se acercó, torturado por su dureza.
- Alicia, por favor.- suplicó.- Lo siento en el alma... Yo... nunca pretendí ofenderte. Te lo juro.
- ¡Pues lo hiciste!- explotó ella.- Primero me besas y después dices que ha sido un maldito accidente. Y ahora me vienes con éstas.- los hermosos ojos castaños echaron chispas.- Y lo más gracioso es que te crees que me has ofendido por besarme.- gruñó irónica.- Eso me hace llegar a la conclusión de que, o bien eres imbécil, o bien no has tratado con mujeres en toda tu vida.
Alejandro tragó saliva. Estaba claro que esa mujer no se andaba por las ramas. Alicia bufó.
- ¿Has venido a disculparte por tu “grave” ofensa?- preguntó mordaz.- Pues hala, perdonado. No te preocupes y hazme un favor... ¡olvídame!
Sin más, Alicia echó a andar furiosa y orgullosa hacia el caserón. Alejandro sintió que su corazón dejaba de latir sólo por verla alejarse. Una fuerza superior a él le espoleó y la tomó del brazo, obligándola a girarse.
- ¿Qué estás haciendo? Suéltame.- exigió ella.
- Alicia, por favor, escúchame.- suplicó él.
Ella le miró con mala cara. Y se maldijo interiormente. No debía haberle mirado. Le costaba horrores seguir manteniendo intactos su furia y su orgullo al ver la triste mirada de Alejandro y ese rictus de dolor en su hermoso rostro. Tragó saliva al percatarse de que estaba bastante cerca y lucía extraordinariamente atractivo.
- Lo siento, Alicia.- dijo con dolor.- Pero... no siento haberte besado. Es lo más hermoso que me había ocurrido en...- cerró los ojos, como si le costase hablar.- … en toda mi vida.- Alicia creyó morir al ver su mirada fija en ella. Él la acariciaba con aquellos hechizantes ojos.- Eres una mujer maravillosa. Inteligente, decidida, divertida y... hermosa.- su voz resonaba extremadamente grave y sensual.- Temo poner nombre a lo que me haces sentir... porque sé que si lo nombro, no tendré fuerzas para luchar. Y debo hacerlo. Desearía poder mandar todo al diablo y besarte otra vez... pero no puedo. Tengo encima demasiadas obligaciones... demasiadas cargas. Pero no es ése el único motivo. Mi principal motivo es que... no quiero perjudicarte. Prefiero antes irme al infierno que causarte un daño. Por eso... no puedo... rendirme a este sentimiento que... no me deja ni respirar.- dijo casi sin voz.
Alicia sentía que le iba a dar un infarto en cualquier momento. Tal era la velocidad a la que su corazón golpeaba en sus costillas. La vista casi se le nubló. Santo Dios... iba a desmayarse, y sólo por tener a Alejandro a un paso de distancia, mirándola con aquellos ojos de fuego. Él la aferró por los hombros.
- ¿Lo entiendes?- preguntó casi con una súplica desesperada.- Yo... no puedo hacer otra cosa. Necesito que sepas que jamás podría hacerte daño. Por eso debemos seguir siendo... amigos.
Alicia sintió que una daga se clavaba en su garganta, impidiéndole hablar. Alejandro meneó la cabeza desesperado y torturado.
- Tú... jamás podrías hacerme daño...- pudo decir por fin ella.
- Si me rindo a lo que siento... sí.- añadió él casi con un gemido de dolor.- Alicia, estoy casado y mi mujer no es precisamente la comprensión personificada. Ella... se vengaría de esto... y su blanco serías tú. No puedo permitirlo.
El dolor volvió a silenciar a Alicia. Sabía que Alejandro tenía razón. Le estaba dando una prueba irrefutable del amor que sentía por ella. Estaba dispuesto a renunciar a ella... por evitarle cualquier mal. Le miró, con los ojos arrasados en lágrimas. Alejandro se sintió morir al verlos. En un impulso, la abrazó contra su corazón, acunándola con infinita ternura. Alicia se rompió con aquel hermoso gesto y se aferró a él, desesperada, sollozando en su camisa. Lloró sin tregua. Alejandro notaba que su corazón iba muriendo a medida que las lágrimas brotaban de sus ojos. Sólo pudo abrazarla, hasta que por fin, las lágrimas cesaron.
Se habían quedado totalmente inmóviles. Alicia se removió en sus brazos y Alejandro empezó a separarse. Sin embargo, ella detuvo su movimiento y se acurrucó de nuevo contra él. Alejandro sonrió triste y volvió a abrazarla. Sin embargo, al hacerlo, advirtió que todo el cuerpo de ella estaba en contacto con el suyo. Fue dolorosamente consciente de que cada curva de su delicioso cuerpo encajaba en el suyo, entre sus brazos. Tenía que soltarla de inmediato. Empezó a separarse otra vez. Pero ella volvió a aferrarse con fuerza, presionando su cuerpo contra el suyo.
- Alicia...- casi jadeó él.
Ella alzó la cabeza para mirarle. Se quedaron a unos centímetros de distancia. Alicia tragó saliva ante su peligrosa cercanía.
- Deberíamos... debemos separarnos.- dijo Alejandro con enorme esfuerzo.
- Sí... deberíamos... - susurró ella casi sin voz.
Edito: Que pasadaaa KERALAAA. Joeer, qué caloreees... uuuuf. Quien fuera Paca... menudo despertar, jajaja
- Buenas tardes, ¿qué se le ofrece?- preguntó con frialdad.
Alejandro sintió un latigazo al ver esa distancia con la que lo volvía a tratar.
- Buenas tardes, Alicia. Creo que... no es necesario que me trates de usted. Al fin y al cabo... ya habíamos empezado a tutearnos.- dijo con un considerable esfuerzo.
Alicia le fulminó con la mirada.
- Ese tuteo fue también otro accidente.- replicó ella con tono de velado dolor.- Así que considero más adecuado que volvamos a las formas iniciales.
Alejandro se acercó, torturado por su dureza.
- Alicia, por favor.- suplicó.- Lo siento en el alma... Yo... nunca pretendí ofenderte. Te lo juro.
- ¡Pues lo hiciste!- explotó ella.- Primero me besas y después dices que ha sido un maldito accidente. Y ahora me vienes con éstas.- los hermosos ojos castaños echaron chispas.- Y lo más gracioso es que te crees que me has ofendido por besarme.- gruñó irónica.- Eso me hace llegar a la conclusión de que, o bien eres imbécil, o bien no has tratado con mujeres en toda tu vida.
Alejandro tragó saliva. Estaba claro que esa mujer no se andaba por las ramas. Alicia bufó.
- ¿Has venido a disculparte por tu “grave” ofensa?- preguntó mordaz.- Pues hala, perdonado. No te preocupes y hazme un favor... ¡olvídame!
Sin más, Alicia echó a andar furiosa y orgullosa hacia el caserón. Alejandro sintió que su corazón dejaba de latir sólo por verla alejarse. Una fuerza superior a él le espoleó y la tomó del brazo, obligándola a girarse.
- ¿Qué estás haciendo? Suéltame.- exigió ella.
- Alicia, por favor, escúchame.- suplicó él.
Ella le miró con mala cara. Y se maldijo interiormente. No debía haberle mirado. Le costaba horrores seguir manteniendo intactos su furia y su orgullo al ver la triste mirada de Alejandro y ese rictus de dolor en su hermoso rostro. Tragó saliva al percatarse de que estaba bastante cerca y lucía extraordinariamente atractivo.
- Lo siento, Alicia.- dijo con dolor.- Pero... no siento haberte besado. Es lo más hermoso que me había ocurrido en...- cerró los ojos, como si le costase hablar.- … en toda mi vida.- Alicia creyó morir al ver su mirada fija en ella. Él la acariciaba con aquellos hechizantes ojos.- Eres una mujer maravillosa. Inteligente, decidida, divertida y... hermosa.- su voz resonaba extremadamente grave y sensual.- Temo poner nombre a lo que me haces sentir... porque sé que si lo nombro, no tendré fuerzas para luchar. Y debo hacerlo. Desearía poder mandar todo al diablo y besarte otra vez... pero no puedo. Tengo encima demasiadas obligaciones... demasiadas cargas. Pero no es ése el único motivo. Mi principal motivo es que... no quiero perjudicarte. Prefiero antes irme al infierno que causarte un daño. Por eso... no puedo... rendirme a este sentimiento que... no me deja ni respirar.- dijo casi sin voz.
Alicia sentía que le iba a dar un infarto en cualquier momento. Tal era la velocidad a la que su corazón golpeaba en sus costillas. La vista casi se le nubló. Santo Dios... iba a desmayarse, y sólo por tener a Alejandro a un paso de distancia, mirándola con aquellos ojos de fuego. Él la aferró por los hombros.
- ¿Lo entiendes?- preguntó casi con una súplica desesperada.- Yo... no puedo hacer otra cosa. Necesito que sepas que jamás podría hacerte daño. Por eso debemos seguir siendo... amigos.
Alicia sintió que una daga se clavaba en su garganta, impidiéndole hablar. Alejandro meneó la cabeza desesperado y torturado.
- Tú... jamás podrías hacerme daño...- pudo decir por fin ella.
- Si me rindo a lo que siento... sí.- añadió él casi con un gemido de dolor.- Alicia, estoy casado y mi mujer no es precisamente la comprensión personificada. Ella... se vengaría de esto... y su blanco serías tú. No puedo permitirlo.
El dolor volvió a silenciar a Alicia. Sabía que Alejandro tenía razón. Le estaba dando una prueba irrefutable del amor que sentía por ella. Estaba dispuesto a renunciar a ella... por evitarle cualquier mal. Le miró, con los ojos arrasados en lágrimas. Alejandro se sintió morir al verlos. En un impulso, la abrazó contra su corazón, acunándola con infinita ternura. Alicia se rompió con aquel hermoso gesto y se aferró a él, desesperada, sollozando en su camisa. Lloró sin tregua. Alejandro notaba que su corazón iba muriendo a medida que las lágrimas brotaban de sus ojos. Sólo pudo abrazarla, hasta que por fin, las lágrimas cesaron.
Se habían quedado totalmente inmóviles. Alicia se removió en sus brazos y Alejandro empezó a separarse. Sin embargo, ella detuvo su movimiento y se acurrucó de nuevo contra él. Alejandro sonrió triste y volvió a abrazarla. Sin embargo, al hacerlo, advirtió que todo el cuerpo de ella estaba en contacto con el suyo. Fue dolorosamente consciente de que cada curva de su delicioso cuerpo encajaba en el suyo, entre sus brazos. Tenía que soltarla de inmediato. Empezó a separarse otra vez. Pero ella volvió a aferrarse con fuerza, presionando su cuerpo contra el suyo.
- Alicia...- casi jadeó él.
Ella alzó la cabeza para mirarle. Se quedaron a unos centímetros de distancia. Alicia tragó saliva ante su peligrosa cercanía.
- Deberíamos... debemos separarnos.- dijo Alejandro con enorme esfuerzo.
- Sí... deberíamos... - susurró ella casi sin voz.
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#1777
11/09/2011 00:03
Se miraron como dos condenados a muerte. Dios, aquello acabaría por matarles. Alejandro intentó apelar a toda su voluntad, su fuerza, su orgullo, su tenacidad, su sangre Montenegro... pero por primera vez, nada de todo aquello parecía dar resultado. Lo único que sabía era que amaba a aquella mujer hasta la locura y que muy bien podía morirse en ese instante si no saciaba su sed en sus labios. Ya podía irse el mundo al mismo infierno. No lo pudo soportar más. Atrapó delicado el mentón de ella, acercándose otro torturador centímetro.
- Alicia...- susurró.- ¿Qué me has hecho....?
Ella sintió que su corazón explotaría. Antes de que pudiese reaccionar, Alejandro tomó delicadamente su cuello con su mano y sus labios se abatieron sobre los suyos. La besó como un condenado a muerte, atrapando su boca, bebiendo sediento y vencido. Alicia le devolvió el beso, aferrándose a su cuello por temor a que sus rodillas le fallasen. Él la rodeó con sus brazos, mientras su mano derecha reptaba por su espalda hasta tomar su nuca y profundizar el beso, acorralando la lengua de ella con la suya, absorbiendo su alma.
Estaban a punto de perder el control. Alejandro pareció advertirlo y un resquicio de cordura le recordó que estaban en un lugar nada apropiado. Se separó con un titánico esfuerzo. Alicia le miró, todavía temblando. Alejandro sintió que enloquecía al verla así, deliciosamente ruborizada y con los labios enrojecidos por ese salvaje beso. Apretó los dientes y tragó saliva.
- ¿Esto... también... ha sido un... accidente?- preguntó de pronto ella con voz temblorosa y una leve mueca irónica en su rostro.
Alejandro la miró entre maravillado, divertido y amoroso. Soltó una risita que a Alicia le pareció encantadora. Ella sonrió un tanto embarazada mientras se abanicaba cómicamente con una mano. Alejandro sonrió tierno y la besó en la frente.
- ¿Qué voy a hacer contigo... ?- le susurró adorándola con la mirada.
- Debes de ser el único hombre que pregunta eso.- Alicia arqueó una ceja burlona.
Él rió de nuevo. Sabía que todo aquello era una maldita locura, pero en ese momento, cualquier preocupación pareció esfumarse. Todo lo que podía ver era que amaba a Alicia, que le había hecho perder el juicio sin remedio. Y que lo único que deseaba era besar de nuevo esa boca y probar esa osada lengua.
- Era una interrogación retórica... - susurró con un deje de diversión a escasos milímetros de sus labios.- Te aseguro que... no necesito respuesta.- terminó acariciador.
Ella sonrió justo antes de que él le robara de nuevo la respiración, el alma y el corazón con un ardiente beso.
En tu honor, Mariajo... jejejeje.. Bueno.. y también en el de todas, chicas ;-)
- Alicia...- susurró.- ¿Qué me has hecho....?
Ella sintió que su corazón explotaría. Antes de que pudiese reaccionar, Alejandro tomó delicadamente su cuello con su mano y sus labios se abatieron sobre los suyos. La besó como un condenado a muerte, atrapando su boca, bebiendo sediento y vencido. Alicia le devolvió el beso, aferrándose a su cuello por temor a que sus rodillas le fallasen. Él la rodeó con sus brazos, mientras su mano derecha reptaba por su espalda hasta tomar su nuca y profundizar el beso, acorralando la lengua de ella con la suya, absorbiendo su alma.
Estaban a punto de perder el control. Alejandro pareció advertirlo y un resquicio de cordura le recordó que estaban en un lugar nada apropiado. Se separó con un titánico esfuerzo. Alicia le miró, todavía temblando. Alejandro sintió que enloquecía al verla así, deliciosamente ruborizada y con los labios enrojecidos por ese salvaje beso. Apretó los dientes y tragó saliva.
- ¿Esto... también... ha sido un... accidente?- preguntó de pronto ella con voz temblorosa y una leve mueca irónica en su rostro.
Alejandro la miró entre maravillado, divertido y amoroso. Soltó una risita que a Alicia le pareció encantadora. Ella sonrió un tanto embarazada mientras se abanicaba cómicamente con una mano. Alejandro sonrió tierno y la besó en la frente.
- ¿Qué voy a hacer contigo... ?- le susurró adorándola con la mirada.
- Debes de ser el único hombre que pregunta eso.- Alicia arqueó una ceja burlona.
Él rió de nuevo. Sabía que todo aquello era una maldita locura, pero en ese momento, cualquier preocupación pareció esfumarse. Todo lo que podía ver era que amaba a Alicia, que le había hecho perder el juicio sin remedio. Y que lo único que deseaba era besar de nuevo esa boca y probar esa osada lengua.
- Era una interrogación retórica... - susurró con un deje de diversión a escasos milímetros de sus labios.- Te aseguro que... no necesito respuesta.- terminó acariciador.
Ella sonrió justo antes de que él le robara de nuevo la respiración, el alma y el corazón con un ardiente beso.
En tu honor, Mariajo... jejejeje.. Bueno.. y también en el de todas, chicas ;-)
#1778
11/09/2011 00:11
lnaaaaaa,que me estoy desviando de mi Raimundo y no puede ser...Alejandro es adorable!!!!!
Me tienes loca con esta historia.sigue pronto
Me tienes loca con esta historia.sigue pronto
#1779
11/09/2011 00:16
Bua Ina, estoy llorando, no puedo parar, que hermoso lo que has escrito, ese Alejandro renunciando a lo que más quiere me ha dejado muerta y Alicia abrazándolo, joder que pasada, estoy muy emocionada, Alejandro se merecía un amor así, dure lo que dure por lo menos ha conocido lo que se siente estando enamorado, tengo un nudo en la garganta...
#1780
11/09/2011 00:27
Me ofrezco voluntaria para probar junto a Raimundo la fiabilidad de los colchones
Todo sea por el bien del consumidor
Todo sea por el bien del consumidor
