El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon
#0

08/06/2011 23:44
Vídeos FormulaTV
#1021

28/08/2011 13:25
jajaja Iris, la verdad es que la mesa no es muy grande, pero cuando hay ganas uno se apaña en cualquier lado ¿no? 
Una cosita chicas, hace tiempo comentarón que cómo ahora el Hormiguero esta en Antena3 que es muy probable que Alex,Megan,Ramón y María fueran, espero que sea cierto ;)

Una cosita chicas, hace tiempo comentarón que cómo ahora el Hormiguero esta en Antena3 que es muy probable que Alex,Megan,Ramón y María fueran, espero que sea cierto ;)
#1022

28/08/2011 13:25
Raimundo soltó una risita. Deslizó su mano por su hermoso cuello y levantó su mentón con el índice. Atrapó sus labios con los suyos en un beso infinitamente tierno, dulce y amoroso. Le acarició delicadamente el labio inferior con un toque levísimo de su lengua. Francisca se sintió morir y sin saber por qué separó sus labios. Raimundo luchó consigo mismo por el deseo de probar aquella boca irresistible. Todos sus dilemas se vinieron abajo cuando Francisca se atrevió a introducir su lengua tímidamente en su boca. Él no pudo soportarlo y la atrajo, pegándola a su cuerpo y profundizando el beso. Devoró su boca como un muerto de sed. Francisca intentó no desmayarse ante semejante beso. Nunca hasta ahora la había besado así. La estaba volviendo loca. Estaba despertando en ella un cúmulo de sentimientos y emociones que la asustaban y la atraían a la vez.
De pronto, un resquicio de cordura pareció adueñarse de Raimundo. Se quedó sin aire al darse cuenta de que estaba a punto de perder el control. Rompió el beso y la miró. Se sintió horriblemente mal al ver su rostro asustado y ruborizado. Y también se sintió doblemente culpable al sentir que moría de deseo por ella. Dios, si seguía mirándola, ni todas las fuerzas del Universo podrían detenerle.
- Francisca…- susurró con voz ronca.- Lo siento. No debería… haberte besado así.
Se separó de ella, retrocediendo como si su contacto le quemase. No podía… ni contemplarla. El joven se volvió y caminó desesperado hacia la puerta de la valla que daba acceso al cortijo. Apoyó ambas manos sobre ella y tomó aire, procurando despejar su mente. Francisca se había quedado sorprendida contemplándolo. Estaba tan confusa que no lograba entender nada. Sólo sabía que ese beso había sacudido todos los cimientos de su alma y su cuerpo. Y ahora se sentía… Una burbuja de pena explotó en su pecho sólo porque él se había alejado unos metros de ella. ¿Qué ocurría? ¿Por qué la había soltado y se había marchado?
Francisca se acercó. Alargó su mano y la posó en su brazo. Raimundo se sobresaltó como si hubiese sentido una descarga eléctrica y se apartó de nuevo. Las lágrimas se acumularon en los ojos de la joven ante esa reacción.
- ¿Qué te pasa, Raimundo?- preguntó con el dolor asomando en su voz.- ¿Por qué… te alejas de mí?
Raimundo sintió una puñalada en el corazón al ver esos bellísimos ojos humedecidos. Se sintió como el más desgraciado y el más ruin sólo por ser el responsable de esas lágrimas. Quería abrazarla contra su alma, pero el desquiciante deseo que sentía por ella… no daba muestras de menguar. Al contrario. Amor y deseo se mezclaban en su corazón, creciendo imparables hasta límites insospechados. Ella olvidó un momento su propio dolor al ver su rostro torturado. Se acercó de nuevo a él.
- ¿Qué te pasa, Raimundo?- volvió a preguntar. Él intentó de nuevo zafarse de su contacto pero esta vez Francisca no lo permitió y cortó su escapatoria situándose delante de él.- ¿Por qué me rehuyes? ¿Acaso… no… soy lo bastante…?
Un nudo de dolor le impidió terminar la frase, pero no fue necesario que lo hiciera. Raimundo la miró como si se hubiese vuelto loca. Mandó al infierno un momento el mantener a raya su deseo y la aferró por los hombros.
- ¿Se puede saber qué diablos… qué majadería se te ha pasado por la cabeza?
Ella tragó saliva al ver que sus ojos echaban fuego. Sin saber por qué, repentinamente notó que su pena disminuía.
- Yo pensé que… tú…- tomó aire procurando ordenar las palabras con coherencia.- Te has alejado de mí y cada vez que me acerco… huyes como si… no soportases mi contacto.- terminó sintiendo que la voz se le quebraba.
Raimundo cerró un instante los ojos. Después la miró.
- Francisca… - intentó tomar oxígeno.- Es cierto. Tu contacto cada vez es más… - buscó la palabra, pero no creyó que existiese la adecuada. Meneó la cabeza.- … digamos que es cada vez más difícil para mí. Pero no por lo que tú crees.
- ¿Ya no te gusto?- Francisca creyó morir al pronunciar en voz alta su mayor condena.
Raimundo la miró incrédulo. ¿Qué si no le gustaba? ¡Por todos los…! Quería gritarle que la adoraba, que moriría por ella, que desearía tumbarla en suelo, arrancarle el vestido y grabar ese fuego que le consumía en su piel.
- Francisca…- su voz sonó extremadamente ronca mientras deslizaba las manos por sus brazos, arrancándole mil escalofríos, hasta que terminó por apoyarlas en sus hombros.- El problema no es que no me gustes. El problema es justamente el contrario. Te quiero hasta la locura, mi pequeña.
Francisca sintió que toda su pena se evaporaba en medio segundo al oír sus palabras. En su rostro se dibujó una sonrisa tan hermosa que el maltrecho corazón de Raimundo fue herido por otra daga.
- ¿Y eso es un problema?- preguntó ella feliz.
- Lo es porque…- Raimundo tomó aire.- Francisca, este amor no sólo existe en mi alma y en mi ser. También domina mi cuerpo. Y eso es algo que… cada vez me cuesta más controlar.
Francisca se quedó sin oxígeno sólo con ver el fuego en los ojos de él, que la quemaban hasta reducirla a cenizas. De pronto todo pareció tener sentido. Raimundo temía… que sus instintos le dominasen. Recordaba las interminables advertencias de su madre. De que el mayor tesoro que tenía era su virtud y como tal debía conservarlo hasta que su futuro esposo la reclamara. ¿Su futuro esposo? Ella se perdió en los ojos de él. Por primera vez en su vida, mandó al diablo todas las enseñanzas de su madre, de la gente respetable y de don Remigio. Quería a Raimundo con todas las fuerzas de su corazón y sin saber cómo, se encontró pensando que el terrible pecado que se suponía que era entregarse a él no lo era en absoluto. Al contrario. El pecado sería no hacerlo amándolo como lo amaba.
Raimundo contempló su rostro, dándose cuenta de que por fin lo había comprendido.
- ¿Ahora entiendes… el por qué de mi… distancia?- la miró torturado y lleno de amor.- Te deseo con toda mi alma, mi pequeña, pero jamás haría nada que te perjudicase. Antes me mataría.
Francisca casi sollozó ante sus palabras. Se precipitó en sus brazos, apretándose contra su pecho con todas sus fuerzas. Él la abrazó como si quisiera fundirse con ella. Finalmente, Francisca alzó la cabeza para mirarle. Raimundo sintió que de nuevo la tortura lo consumía.
- Será mejor que… te acompañe a casa.
Francisca no se movió de su sitio. Cuando él hizo amago de separarse, ella rodeó su cuello con sus brazos. Él la miró.
- Francisca…- su advertencia sonó tremendamente ronca.
- No pienso irme a casa.- dijo ella firme.- Quiero… estar contigo.
Raimundo la miró. Su pecho rugía de deseo, amor y felicidad. Pero todavía su desmedido afán de protección le hizo menear la cabeza.
- Mi pequeña… Las damas no tienen una conducta tan licenciosa.- dijo acariciando su mejilla entre tierno y divertido. Esa broma pareció aliviar un poco la tortura que estaba padeciendo. Pero después la locura se adueñó de nuevo de su ser.- ¿Estás segura…de esto?
Por un momento, Francisca sintió que le fallaba el ánimo. Sólo con una caricia él la estaba enloqueciendo. Pero al mirarle a los ojos se dio cuenta de que no tenía nada que temer. En aquel momento le importó un comino ir al mismo infierno. No supo cómo, pero de pronto se encontró besándole con desesperación.
Todas las barreras de Raimundo cayeron y se pulverizaron en un segundo al sentir esa boca sobre la suya. La atrapó por la nuca, profundizando el beso. Avanzaron dando traspiés y a ciegas hasta que tropezaron y cayeron al suelo. Raimundo la aprisionó con su cuerpo, deslizando su mano en una torturadora caricia por la cintura y la espalda de Francisca. Ella gimió ante el contacto mientras sus bocas se enzarzaban en una guerra sin cuartel.
De pronto, un resquicio de cordura pareció adueñarse de Raimundo. Se quedó sin aire al darse cuenta de que estaba a punto de perder el control. Rompió el beso y la miró. Se sintió horriblemente mal al ver su rostro asustado y ruborizado. Y también se sintió doblemente culpable al sentir que moría de deseo por ella. Dios, si seguía mirándola, ni todas las fuerzas del Universo podrían detenerle.
- Francisca…- susurró con voz ronca.- Lo siento. No debería… haberte besado así.
Se separó de ella, retrocediendo como si su contacto le quemase. No podía… ni contemplarla. El joven se volvió y caminó desesperado hacia la puerta de la valla que daba acceso al cortijo. Apoyó ambas manos sobre ella y tomó aire, procurando despejar su mente. Francisca se había quedado sorprendida contemplándolo. Estaba tan confusa que no lograba entender nada. Sólo sabía que ese beso había sacudido todos los cimientos de su alma y su cuerpo. Y ahora se sentía… Una burbuja de pena explotó en su pecho sólo porque él se había alejado unos metros de ella. ¿Qué ocurría? ¿Por qué la había soltado y se había marchado?
Francisca se acercó. Alargó su mano y la posó en su brazo. Raimundo se sobresaltó como si hubiese sentido una descarga eléctrica y se apartó de nuevo. Las lágrimas se acumularon en los ojos de la joven ante esa reacción.
- ¿Qué te pasa, Raimundo?- preguntó con el dolor asomando en su voz.- ¿Por qué… te alejas de mí?
Raimundo sintió una puñalada en el corazón al ver esos bellísimos ojos humedecidos. Se sintió como el más desgraciado y el más ruin sólo por ser el responsable de esas lágrimas. Quería abrazarla contra su alma, pero el desquiciante deseo que sentía por ella… no daba muestras de menguar. Al contrario. Amor y deseo se mezclaban en su corazón, creciendo imparables hasta límites insospechados. Ella olvidó un momento su propio dolor al ver su rostro torturado. Se acercó de nuevo a él.
- ¿Qué te pasa, Raimundo?- volvió a preguntar. Él intentó de nuevo zafarse de su contacto pero esta vez Francisca no lo permitió y cortó su escapatoria situándose delante de él.- ¿Por qué me rehuyes? ¿Acaso… no… soy lo bastante…?
Un nudo de dolor le impidió terminar la frase, pero no fue necesario que lo hiciera. Raimundo la miró como si se hubiese vuelto loca. Mandó al infierno un momento el mantener a raya su deseo y la aferró por los hombros.
- ¿Se puede saber qué diablos… qué majadería se te ha pasado por la cabeza?
Ella tragó saliva al ver que sus ojos echaban fuego. Sin saber por qué, repentinamente notó que su pena disminuía.
- Yo pensé que… tú…- tomó aire procurando ordenar las palabras con coherencia.- Te has alejado de mí y cada vez que me acerco… huyes como si… no soportases mi contacto.- terminó sintiendo que la voz se le quebraba.
Raimundo cerró un instante los ojos. Después la miró.
- Francisca… - intentó tomar oxígeno.- Es cierto. Tu contacto cada vez es más… - buscó la palabra, pero no creyó que existiese la adecuada. Meneó la cabeza.- … digamos que es cada vez más difícil para mí. Pero no por lo que tú crees.
- ¿Ya no te gusto?- Francisca creyó morir al pronunciar en voz alta su mayor condena.
Raimundo la miró incrédulo. ¿Qué si no le gustaba? ¡Por todos los…! Quería gritarle que la adoraba, que moriría por ella, que desearía tumbarla en suelo, arrancarle el vestido y grabar ese fuego que le consumía en su piel.
- Francisca…- su voz sonó extremadamente ronca mientras deslizaba las manos por sus brazos, arrancándole mil escalofríos, hasta que terminó por apoyarlas en sus hombros.- El problema no es que no me gustes. El problema es justamente el contrario. Te quiero hasta la locura, mi pequeña.
Francisca sintió que toda su pena se evaporaba en medio segundo al oír sus palabras. En su rostro se dibujó una sonrisa tan hermosa que el maltrecho corazón de Raimundo fue herido por otra daga.
- ¿Y eso es un problema?- preguntó ella feliz.
- Lo es porque…- Raimundo tomó aire.- Francisca, este amor no sólo existe en mi alma y en mi ser. También domina mi cuerpo. Y eso es algo que… cada vez me cuesta más controlar.
Francisca se quedó sin oxígeno sólo con ver el fuego en los ojos de él, que la quemaban hasta reducirla a cenizas. De pronto todo pareció tener sentido. Raimundo temía… que sus instintos le dominasen. Recordaba las interminables advertencias de su madre. De que el mayor tesoro que tenía era su virtud y como tal debía conservarlo hasta que su futuro esposo la reclamara. ¿Su futuro esposo? Ella se perdió en los ojos de él. Por primera vez en su vida, mandó al diablo todas las enseñanzas de su madre, de la gente respetable y de don Remigio. Quería a Raimundo con todas las fuerzas de su corazón y sin saber cómo, se encontró pensando que el terrible pecado que se suponía que era entregarse a él no lo era en absoluto. Al contrario. El pecado sería no hacerlo amándolo como lo amaba.
Raimundo contempló su rostro, dándose cuenta de que por fin lo había comprendido.
- ¿Ahora entiendes… el por qué de mi… distancia?- la miró torturado y lleno de amor.- Te deseo con toda mi alma, mi pequeña, pero jamás haría nada que te perjudicase. Antes me mataría.
Francisca casi sollozó ante sus palabras. Se precipitó en sus brazos, apretándose contra su pecho con todas sus fuerzas. Él la abrazó como si quisiera fundirse con ella. Finalmente, Francisca alzó la cabeza para mirarle. Raimundo sintió que de nuevo la tortura lo consumía.
- Será mejor que… te acompañe a casa.
Francisca no se movió de su sitio. Cuando él hizo amago de separarse, ella rodeó su cuello con sus brazos. Él la miró.
- Francisca…- su advertencia sonó tremendamente ronca.
- No pienso irme a casa.- dijo ella firme.- Quiero… estar contigo.
Raimundo la miró. Su pecho rugía de deseo, amor y felicidad. Pero todavía su desmedido afán de protección le hizo menear la cabeza.
- Mi pequeña… Las damas no tienen una conducta tan licenciosa.- dijo acariciando su mejilla entre tierno y divertido. Esa broma pareció aliviar un poco la tortura que estaba padeciendo. Pero después la locura se adueñó de nuevo de su ser.- ¿Estás segura…de esto?
Por un momento, Francisca sintió que le fallaba el ánimo. Sólo con una caricia él la estaba enloqueciendo. Pero al mirarle a los ojos se dio cuenta de que no tenía nada que temer. En aquel momento le importó un comino ir al mismo infierno. No supo cómo, pero de pronto se encontró besándole con desesperación.
Todas las barreras de Raimundo cayeron y se pulverizaron en un segundo al sentir esa boca sobre la suya. La atrapó por la nuca, profundizando el beso. Avanzaron dando traspiés y a ciegas hasta que tropezaron y cayeron al suelo. Raimundo la aprisionó con su cuerpo, deslizando su mano en una torturadora caricia por la cintura y la espalda de Francisca. Ella gimió ante el contacto mientras sus bocas se enzarzaban en una guerra sin cuartel.
#1023

28/08/2011 14:15
Lo sabía, como lo sabía, que cuando volvieras de Paris, nos deleitarías con escenas impresionantes, ¡Paris!, la ciudad del amor.
Que decirte que no te hayan dicho otras foreras, insuperable, francamente insuperable.
Ahora, me enfado contigo, no puedes escribir la escena del lunes, esa escena que luego espero y me cabrea ver todo lo contrario, es decir na de na. Con lo bonito que es hacerlo bien y se empeñan en hacerlo mal.
Que decirte que no te hayan dicho otras foreras, insuperable, francamente insuperable.
Ahora, me enfado contigo, no puedes escribir la escena del lunes, esa escena que luego espero y me cabrea ver todo lo contrario, es decir na de na. Con lo bonito que es hacerlo bien y se empeñan en hacerlo mal.
#1024

28/08/2011 14:50
Uf, pues mira por donde este capi me ha dado mogollón de angustía por que me pongo en el lugar de Rai y...que mal y me pongo en el de Francisca y...peor, primero piensa que él no la desea y luego bueno, entregarse antes del matrimonio en aquellas épocas (ellos se lo perdían je je), también es una decisión complicada pero una vez tomada....
Ja ja en medio del campo, chica Ina ten compasión y mételos en un chozo, por lo menos que haya una cama que la primera vez y en medio del campo...no me dan ninguna envidia, la verdad
Ja ja en medio del campo, chica Ina ten compasión y mételos en un chozo, por lo menos que haya una cama que la primera vez y en medio del campo...no me dan ninguna envidia, la verdad
#1025

28/08/2011 15:08
ains qué bonita la primera vez si estás con la persona que quieres...
pero si,mételes en algún lado,que si no,ahi en medio del prado vienen las vacas a molestar jeje
lna qué boito haces que parezca...ya podían aprender de ti unos que yo me se
sigue pronto!!! (soy una ansiosa...sorry)
pero si,mételes en algún lado,que si no,ahi en medio del prado vienen las vacas a molestar jeje
lna qué boito haces que parezca...ya podían aprender de ti unos que yo me se
sigue pronto!!! (soy una ansiosa...sorry)
#1026

28/08/2011 15:10
por cierto,que se me olvidaba: Silvia,me encantaría ver en el Hormiguero a María y Ramón juntos
qué monos!! a ver si nos contaban si va a haber casonaencuentro o no.Mas vale que si...
qué monos!! a ver si nos contaban si va a haber casonaencuentro o no.Mas vale que si...
#1027

28/08/2011 15:16
Esteban Ulloa y Alejandro Montenegro volvían de una productiva jornada de caza. Desde que habían dejado atrás sus diferencias, Esteban había advertido que Alejandro era un buen hombre. Duro cierto, pero a diferencia de su hermano, tenía un fondo de nobleza. Alejandro también acabó por reconocer que Esteban era trigo limpio. Nada que ver con Fernando Ulloa. En el fondo sabía que la culpa de la desgracia de su pobre hermana era responsabilidad única del padre de Esteban y del propio Fernando, que se habían empeñado en separarles. Ahora se daba cuenta de que realmente le hubiese gustado tener a Esteban como cuñado.
- Bueno, al final el día se nos ha dado bastante bien.- comentó Esteban.
- Sí, así es.- coincidió el Montenegro.- A decir verdad, hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un día de caza en equipo. Casi siempre voy solo.
- A mí no me apasiona demasiado cazar.- Esteban meneó la cabeza.- Pero he de reconocer que es mucho más divertido acompañarle a usted, Alejandro, que a mi querido hermano.
Alejandro reprimió una sonrisa.
- ¿Sabe? No acabo de entender cómo pueden ser hermanos siendo tan diferentes.
- Sí, es un misterio sin resolver.- dijo Esteban sonriendo divertido.- En realidad, es fácilmente explicable. Mi hermano es clavado a nuestro padre.- la sonrisa pareció desdibujarse.- Y yo, soy idéntico a nuestra madre.
- Debía ser una buena mujer, entonces.- dijo Alejandro cortés, al percibir el cambio en él.
- Lo era.
Alejandro intentó desviar la conversación de aquel tema que percibía doloroso. Tras un silencio volvió a hablar.
- Parece que su sobrino también ha heredado la rama materna de los Ulloa.- dijo con una media sonrisa.- Raimundo es un buen muchacho. Se parece mucho a usted. En realidad, al verlos al principio pensaba que era su hijo y no su sobrino.
Esteban esbozó una sonrisa cariñosa.
- Así es. Ese zagal se parece más a mí que a su padre. Es algo que me llena de orgullo y que a mi hermano desquicia.- rió divertido.- A decir verdad, quiero a ese muchacho como si fuese realmente mi hijo. Si no fuese por él, retomaría mi carrera militar.
Alejandro abrió los ojos.
- Vaya, no sabía que era militar.
- Sí, bueno… Hace diez años sufrí un grave accidente en campaña y me concedieron una licencia indefinida para recuperarme. Todavía no he regresado porque… - meneó la cabeza.- Cuando me marché al ejército lo hice para… intentar soportar un dolor demasiado grande.- Alejandro le miró.- Después regresé y… al hacerlo, vi que tenía un nuevo motivo para quedarme en Puente Viejo. Mi sobrino Raimundo.
Alejandro asintió. Esteban meneó la cabeza al recordar.
- Mi pobre sobrino era sólo un niño. Acababa de perder a su madre y simplemente no tuve fuerzas para dejarle aquí solo, huérfano de cariño y con un padre que nunca le trató como tal. Por eso permanecí aquí.
Alejando Montenegro apoyó una mano en su hombro.
- Ese acto le honra de verdad. Ese muchacho es afortunado por tenerle como tío.
- No más que yo por tenerle de sobrino.- respondió él, sin disimular el orgullo.
Continuaron su camino. El caserón pronto apareció ante sus ojos. Esteban le dirigió una sonrisa.
- ¿Le apetecería tomar el té en casa?
- Es muy amable, pero no quisiera importunar.- dijo Alejandro, cortés.
- No se preocupe. No creo que haya nadie en casa. Mi hermano no volverá hasta la hora de la cena. Y Raimundo es otro que andará desaparecido. Y me figuro con quién.- añadió con una media sonrisa divertida.
Alejandro meneó la cabeza un tanto enfadado, pero finalmente le devolvió la sonrisa.
- Está bien. Será un placer entonces.
Se dirigieron al camino mientras seguían con la distendida charla. De pronto, Esteban se quedó clavado en el sitio. Alejandro le miró sorprendido. El Ulloa se había quedado tan blanco como el papel y la escopeta que llevaba al hombro resbaló y cayó al suelo.
- Bueno, al final el día se nos ha dado bastante bien.- comentó Esteban.
- Sí, así es.- coincidió el Montenegro.- A decir verdad, hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un día de caza en equipo. Casi siempre voy solo.
- A mí no me apasiona demasiado cazar.- Esteban meneó la cabeza.- Pero he de reconocer que es mucho más divertido acompañarle a usted, Alejandro, que a mi querido hermano.
Alejandro reprimió una sonrisa.
- ¿Sabe? No acabo de entender cómo pueden ser hermanos siendo tan diferentes.
- Sí, es un misterio sin resolver.- dijo Esteban sonriendo divertido.- En realidad, es fácilmente explicable. Mi hermano es clavado a nuestro padre.- la sonrisa pareció desdibujarse.- Y yo, soy idéntico a nuestra madre.
- Debía ser una buena mujer, entonces.- dijo Alejandro cortés, al percibir el cambio en él.
- Lo era.
Alejandro intentó desviar la conversación de aquel tema que percibía doloroso. Tras un silencio volvió a hablar.
- Parece que su sobrino también ha heredado la rama materna de los Ulloa.- dijo con una media sonrisa.- Raimundo es un buen muchacho. Se parece mucho a usted. En realidad, al verlos al principio pensaba que era su hijo y no su sobrino.
Esteban esbozó una sonrisa cariñosa.
- Así es. Ese zagal se parece más a mí que a su padre. Es algo que me llena de orgullo y que a mi hermano desquicia.- rió divertido.- A decir verdad, quiero a ese muchacho como si fuese realmente mi hijo. Si no fuese por él, retomaría mi carrera militar.
Alejandro abrió los ojos.
- Vaya, no sabía que era militar.
- Sí, bueno… Hace diez años sufrí un grave accidente en campaña y me concedieron una licencia indefinida para recuperarme. Todavía no he regresado porque… - meneó la cabeza.- Cuando me marché al ejército lo hice para… intentar soportar un dolor demasiado grande.- Alejandro le miró.- Después regresé y… al hacerlo, vi que tenía un nuevo motivo para quedarme en Puente Viejo. Mi sobrino Raimundo.
Alejandro asintió. Esteban meneó la cabeza al recordar.
- Mi pobre sobrino era sólo un niño. Acababa de perder a su madre y simplemente no tuve fuerzas para dejarle aquí solo, huérfano de cariño y con un padre que nunca le trató como tal. Por eso permanecí aquí.
Alejando Montenegro apoyó una mano en su hombro.
- Ese acto le honra de verdad. Ese muchacho es afortunado por tenerle como tío.
- No más que yo por tenerle de sobrino.- respondió él, sin disimular el orgullo.
Continuaron su camino. El caserón pronto apareció ante sus ojos. Esteban le dirigió una sonrisa.
- ¿Le apetecería tomar el té en casa?
- Es muy amable, pero no quisiera importunar.- dijo Alejandro, cortés.
- No se preocupe. No creo que haya nadie en casa. Mi hermano no volverá hasta la hora de la cena. Y Raimundo es otro que andará desaparecido. Y me figuro con quién.- añadió con una media sonrisa divertida.
Alejandro meneó la cabeza un tanto enfadado, pero finalmente le devolvió la sonrisa.
- Está bien. Será un placer entonces.
Se dirigieron al camino mientras seguían con la distendida charla. De pronto, Esteban se quedó clavado en el sitio. Alejandro le miró sorprendido. El Ulloa se había quedado tan blanco como el papel y la escopeta que llevaba al hombro resbaló y cayó al suelo.
#1028

28/08/2011 15:30
No se por que pero sospecho el motivo del susto de Esteban, je je, si ya te lo decía yo que los metieras en un chozo.
Que pena que estos dos no fuesen cuñados la verdad es que son un auténtico encanto, que pena me da Esteban tan enamorado de Esperanza, pero me encanta que en esta historia Alejandro y Esteban no se odien
Que pena que estos dos no fuesen cuñados la verdad es que son un auténtico encanto, que pena me da Esteban tan enamorado de Esperanza, pero me encanta que en esta historia Alejandro y Esteban no se odien
#1029

28/08/2011 15:34
ay que les pillan!! xdddd
#1030

28/08/2011 16:26
Se dirigieron al camino mientras seguían con la distendida charla. De pronto, Esteban se quedó clavado en el sitio. Alejandro le miró sorprendido. El Ulloa se había quedado tan blanco como el papel y la escopeta que llevaba al hombro resbaló y cayó al suelo.
- Esteban, ¿se encuentra bien?- preguntó Alejandro un tanto preocupado.
Esteban le miró con la boca abierta. Sabía que debía reaccionar, pero simplemente estaba en estado de shock y sus ojos volvieron a perderse. Alejandro frunció el ceño y se volvió, dirigiendo la mirada en la misma dirección. Todo el aire de sus pulmones se vació de golpe cuando vio semejante escena. Raimundo y Francisca estaban tirados en el prado, besándose como si no hubiese un mañana. Los dos hombres se quedaron de piedra. Pero Alejandro se recuperó mucho más rápido que Esteban. Sintió que la cólera explotaba en su pecho. Ahora los jóvenes se habían levantado y se disponían a abrir la puerta trasera del cortijo. Más bien era Raimundo el que intentaba abrirla con desesperación mientras Francisca se lo ponía bastante difícil interrumpiéndolo con un beso.
Esteban por fin pareció reaccionar al ver el rostro que estaba poniendo Alejandro. Apoyó una mano en su hombro.
- Alejandro…
El aludido apretó los puños lleno de rabia. Esteban casi retrocedió al ver el cabreo que llevaba encima. Pero se colocó frente a él, procurando tranquilizarlo.
- Recuerde que acaba de decir que Raimundo es un buen muchacho.- dijo entre asustado e irónico.
Alejandro le fulminó con la mirada pero sin saber por qué, sintió que su enfado disminuía ante la chanza del Ulloa. Sin embargo la rabia prendió de nuevo como la pólvora al ver que Raimundo estaba levantando en brazos a su hija sin dejar de besarla.
- ¡Voy a matarlo!
Antes de que Esteban pudiera reaccionar, Alejandro tomó la escopeta de perdigones y echó a correr a toda velocidad. Esteban no tardó un ni un segundo en perseguirle.
- ¡Espere!!
Raimundo y Francisca parecieron despertar de su particular mundo cuando oyeron un estruendo. A regañadientes separaron sus labios. Francisca frunció el ceño mientras procuraba recobrar el aliento tras el beso.
- ¿Qué diablos ha sido eso?- murmuró Raimundo.
Alzaron la cabeza. Francisca creyó morir al ver a un furibundo Alejandro Montenegro correr hacia ellos como alma que lleva el diablo mientras empuñaba con fuerza la escopeta, apuntando certero a Raimundo. Sabía que su padre tenía una impresionante puntería y al verle tan fuera de sí temió que el explosivo carácter Montenegro le impidiese razonar. No lo pensó y en el momento en que se oyó el disparo avanzó hasta colocarse delante de Raimundo. Alejandro pareció recuperar la cordura al ver con horror que su hija se situaba en la trayectoria del perdigón, pero antes de que nadie reaccionase, Raimundo tiró de ella y el proyectil le alcanzó en el abdomen.
- ¡Raimundo!
Francisca gritó horrorizada al ver que una herida se abría bajo sus costillas. Era pequeña, cierto, pero aún así se sintió morir al ver la sangre que manaba de ella. Raimundo ahogó un gemido de dolor, pero no retrocedió ni un ápice y siguió en pie, deslizando un brazo protector a Francisca. Alejandro se quedó de piedra ante la escena. Esteban también llegó y su rostro se quedó lívido al ver la herida de su sobrino.
- Raimundo, hijo, ¿estás bien?- preguntó Esteban preocupado.
- No se preocupe, tío, no es nada.- dijo el joven con un esfuerzo.
Alejandro miró incrédulo al muchacho. Raimundo permanecía en pie frente a él, sin bajar la mirada, aguantando erguido mientras un río escarlata aparecía en su camisa. Desde luego, ese chico tenía valor. Se había interpuesto por evitar que el perdigón alcanzara a Francisca, pero al ver sus ojos, se dio cuenta que habría hecho lo mismo si en lugar de un perdigón hubiese sido la bala de un fusil. ¿Tanto la quería? El Montenegro apartó la escopeta confundido, pero sintiéndose aún furioso.
- Esteban, ¿se encuentra bien?- preguntó Alejandro un tanto preocupado.
Esteban le miró con la boca abierta. Sabía que debía reaccionar, pero simplemente estaba en estado de shock y sus ojos volvieron a perderse. Alejandro frunció el ceño y se volvió, dirigiendo la mirada en la misma dirección. Todo el aire de sus pulmones se vació de golpe cuando vio semejante escena. Raimundo y Francisca estaban tirados en el prado, besándose como si no hubiese un mañana. Los dos hombres se quedaron de piedra. Pero Alejandro se recuperó mucho más rápido que Esteban. Sintió que la cólera explotaba en su pecho. Ahora los jóvenes se habían levantado y se disponían a abrir la puerta trasera del cortijo. Más bien era Raimundo el que intentaba abrirla con desesperación mientras Francisca se lo ponía bastante difícil interrumpiéndolo con un beso.
Esteban por fin pareció reaccionar al ver el rostro que estaba poniendo Alejandro. Apoyó una mano en su hombro.
- Alejandro…
El aludido apretó los puños lleno de rabia. Esteban casi retrocedió al ver el cabreo que llevaba encima. Pero se colocó frente a él, procurando tranquilizarlo.
- Recuerde que acaba de decir que Raimundo es un buen muchacho.- dijo entre asustado e irónico.
Alejandro le fulminó con la mirada pero sin saber por qué, sintió que su enfado disminuía ante la chanza del Ulloa. Sin embargo la rabia prendió de nuevo como la pólvora al ver que Raimundo estaba levantando en brazos a su hija sin dejar de besarla.
- ¡Voy a matarlo!
Antes de que Esteban pudiera reaccionar, Alejandro tomó la escopeta de perdigones y echó a correr a toda velocidad. Esteban no tardó un ni un segundo en perseguirle.
- ¡Espere!!
Raimundo y Francisca parecieron despertar de su particular mundo cuando oyeron un estruendo. A regañadientes separaron sus labios. Francisca frunció el ceño mientras procuraba recobrar el aliento tras el beso.
- ¿Qué diablos ha sido eso?- murmuró Raimundo.
Alzaron la cabeza. Francisca creyó morir al ver a un furibundo Alejandro Montenegro correr hacia ellos como alma que lleva el diablo mientras empuñaba con fuerza la escopeta, apuntando certero a Raimundo. Sabía que su padre tenía una impresionante puntería y al verle tan fuera de sí temió que el explosivo carácter Montenegro le impidiese razonar. No lo pensó y en el momento en que se oyó el disparo avanzó hasta colocarse delante de Raimundo. Alejandro pareció recuperar la cordura al ver con horror que su hija se situaba en la trayectoria del perdigón, pero antes de que nadie reaccionase, Raimundo tiró de ella y el proyectil le alcanzó en el abdomen.
- ¡Raimundo!
Francisca gritó horrorizada al ver que una herida se abría bajo sus costillas. Era pequeña, cierto, pero aún así se sintió morir al ver la sangre que manaba de ella. Raimundo ahogó un gemido de dolor, pero no retrocedió ni un ápice y siguió en pie, deslizando un brazo protector a Francisca. Alejandro se quedó de piedra ante la escena. Esteban también llegó y su rostro se quedó lívido al ver la herida de su sobrino.
- Raimundo, hijo, ¿estás bien?- preguntó Esteban preocupado.
- No se preocupe, tío, no es nada.- dijo el joven con un esfuerzo.
Alejandro miró incrédulo al muchacho. Raimundo permanecía en pie frente a él, sin bajar la mirada, aguantando erguido mientras un río escarlata aparecía en su camisa. Desde luego, ese chico tenía valor. Se había interpuesto por evitar que el perdigón alcanzara a Francisca, pero al ver sus ojos, se dio cuenta que habría hecho lo mismo si en lugar de un perdigón hubiese sido la bala de un fusil. ¿Tanto la quería? El Montenegro apartó la escopeta confundido, pero sintiéndose aún furioso.
#1031

28/08/2011 16:36
joer que carácter ahora ya se a quien se parece Francisca, que pasa, que él nunca ha sido joven o qué, claro que con ese bacalao seco que tiene como esposa seguro que no le dio ni un beso hasta la noche de bodas.
De todas formas se podía sentir orgulloso del pedazo de yerno que le ha caído en gracia, se le tendría que caer la baba de ver que Rai está dispuesto a todo, incluso a dar su propia vida por proteger a Francisca, eso le tiene que hacer ganar algún puntito ¿no?
Por cierto que yo soy Francisca y por mucho que yo respete y quiera a mi padre le monto una que para qué, que sólo se estaban morreando que tampoco es para tanto
De todas formas se podía sentir orgulloso del pedazo de yerno que le ha caído en gracia, se le tendría que caer la baba de ver que Rai está dispuesto a todo, incluso a dar su propia vida por proteger a Francisca, eso le tiene que hacer ganar algún puntito ¿no?
Por cierto que yo soy Francisca y por mucho que yo respete y quiera a mi padre le monto una que para qué, que sólo se estaban morreando que tampoco es para tanto
#1032

28/08/2011 17:24
- Padre…- empezó Francisca. Calló inmediatamente al ver la furibunda mirada que le dedicó su progenitor.
Raimundo avanzó un paso.
- No se enfade con ella.- intervino.- La… culpa fue mía.
Alejandro sintió que le llevaban todos los demonios.
- ¿Qué demonios pretendías? ¿Deshonrar a mi hija?
Raimundo tragó saliva. Esteban le dedicó una suave mirada de apoyo. Raimundo tomó aire despacio.
- Lo siento, señor. Admito que…- ¿cómo diablos terminaba esa frase? Meneó la cabeza desesperado.- Le juro que yo jamás haría daño a su hija. La quiero más que a mi vida.
Francisca sintió que necesitaba toda su fuerza de voluntad para no besar a Raimundo delante de todos. Su sentido común la hizo recapacitar. Si lo hacía, el pobre Raimundo recibiría otro perdigonazo. Esteban sonrió ante las palabras de su sobrino. Alejandro meneó la cabeza como si no supiera qué más hacer.
- ¡Condenada juventud!- resopló casi derrotado. Miró a Raimundo.- No sé si matarte o… darte un abrazo.- dijo desquiciado.
Esteban soltó una risita que silenció enseguida al ver la furibunda mirada que le estaba dedicando Alejandro. Raimundo y Francisca también le miraban con una ceja arqueada.
- Perdón…- susurró el Ulloa.
Francisca meneó la cabeza. Esteban Ulloa no tenía remedio. Eso estaba claro. Volvió la mirada hacia su padre.
- Padre… déjeme explicarle.
- Francisca, no necesito ninguna explicación.- la fulminó con los ojos.- Te aseguro que está muy claro lo que ha ocurrido. Este… condenado Ulloa quiso aprovecharse de tu inocencia.
- Padre…
- Y claro, sabiendo que estás enamorada de él, le resultó muy sencillo engatusarte con…
- ¡¡Padre!! ¡Quiere escucharme de una condenada vez!!
Alejandro, Esteban y Raimundo se quedaron completamente atónitos ante el arranque de una furiosa Francisca, que les miraba echando chispas por los ojos. Esteban le guiñó un ojo a su sobrino.
- Esto viene de familia.- susurró divertido.
Volvió a callarse al verse bombardeado por segunda vez por dos furiosos ojos Montenegro.
- Perdón…- se disculpó de nuevo pesaroso Esteban.
Francisca apartó su mirada del tío de Raimundo resoplando y después miró a su padre.
- Padre, no toda la culpa es de Raimundo. Yo…- sintió que ese valor del que tanta gala hacía le fallaba. Pero su orgullo era demasiado fuerte. Se preparó para recibir un perdigonazo.- Fui yo la que le besó primero.
Todos la miraron atónitos. Alejandro cerró los ojos desesperado.
- No tienes por qué defenderle inventándote…
- ¡No me estoy inventando nada, por el amor de Dios!- exclamó la joven.- Es cierto. Yo lo besé primero. Él incluso… llegó a rechazarme por respetarme, como dice usted. Fui yo la que… - apretó los puños.- Y no me arrepiento.- se encaró orgullosa a su padre, sin saber de dónde sacaba el valor.- Amo a Raimundo con toda mi alma. Y si eso le parece tan grave, pues lo siento mucho. Pero así es.
Alejandro miró a su hija sorprendido y, sin querer admitirlo, admirado. Esteban sonrió al ver la cara que estaba poniendo Raimundo. El joven contemplaba con tanta adoración a Francisca que pronto empezaría a babear. Alejandro sacudió la cabeza casi derrotado.
- Hija… entiendo que… le quieras. Pero lo que pretendíais hacer…
Esteban apoyó una mano tranquilizadora en el hombro de Alejandro.
- Vamos, hombre, no se lo tome así. Cuando se está enamorado… las estúpidas normas sociales dejan de tener esa importancia tan sublime que se les otorga. Y se lo digo con conocimiento de causa. Estoy seguro de que en el fondo lo entiende.
Alejandro miró a Esteban. Por mucho que le doliera reconocerlo, lo que acababa de decir era muy acertado. Pero se trataba de su niña, lo que más quería en ese mundo… Miró a Francisca con adoración, a su Francisca. Después sus ojos se desviaron a Raimundo. El joven miraba también a su hija con un amor infinito, como si no se acordase que tenía una herida bastante fea en el abdomen. No cabía duda. Ese muchacho la quería tan desesperadamente que sintió que sería capaz de todo por ella. Dejó caer la escopeta.
- Lo siento, muchacho.- dijo, acercándose a Raimundo.
El joven le miró. Poco a poco una sonrisa noble se dibujó en su rostro.
- No se preocupe. Le entiendo perfectamente. Si yo estuviese en su lugar, habría hecho lo mismo, pero con un fusil en vez de perdigones.
Alejandro no pudo evitar sonreír. Realmente ese chico era extraordinario. Le palmeó amistoso el hombro.
- Bueno sobrino, vayamos a casa. Hay que curarte esa herida.- intervino Esteban. Se volvió a Alejandro.- Si quiere, mañana podremos tomarnos ese té.
Alejandro sonrió a Esteban.
- Será un placer.
Alejandro se alejó un par de pasos pero se detuvo al ver que Francisca no le seguía. Miró a su hija. Ella le devolvió un momento la mirada pero después sus ojos se volvieron a Raimundo. El amor indestructible pudo con la vergüenza y ambos se acercaron como atraídos por dos imanes. Ella miró preocupada la herida y alzó sus ojos hacia él.
- ¿Te duele mucho?- preguntó preocupada.
- Ahora no.- susurró él.
Raimundo acortó la distancia y besó tiernamente a Francisca. Alejandro y Esteban intercambiaron una mirada cómplice.
Raimundo avanzó un paso.
- No se enfade con ella.- intervino.- La… culpa fue mía.
Alejandro sintió que le llevaban todos los demonios.
- ¿Qué demonios pretendías? ¿Deshonrar a mi hija?
Raimundo tragó saliva. Esteban le dedicó una suave mirada de apoyo. Raimundo tomó aire despacio.
- Lo siento, señor. Admito que…- ¿cómo diablos terminaba esa frase? Meneó la cabeza desesperado.- Le juro que yo jamás haría daño a su hija. La quiero más que a mi vida.
Francisca sintió que necesitaba toda su fuerza de voluntad para no besar a Raimundo delante de todos. Su sentido común la hizo recapacitar. Si lo hacía, el pobre Raimundo recibiría otro perdigonazo. Esteban sonrió ante las palabras de su sobrino. Alejandro meneó la cabeza como si no supiera qué más hacer.
- ¡Condenada juventud!- resopló casi derrotado. Miró a Raimundo.- No sé si matarte o… darte un abrazo.- dijo desquiciado.
Esteban soltó una risita que silenció enseguida al ver la furibunda mirada que le estaba dedicando Alejandro. Raimundo y Francisca también le miraban con una ceja arqueada.
- Perdón…- susurró el Ulloa.
Francisca meneó la cabeza. Esteban Ulloa no tenía remedio. Eso estaba claro. Volvió la mirada hacia su padre.
- Padre… déjeme explicarle.
- Francisca, no necesito ninguna explicación.- la fulminó con los ojos.- Te aseguro que está muy claro lo que ha ocurrido. Este… condenado Ulloa quiso aprovecharse de tu inocencia.
- Padre…
- Y claro, sabiendo que estás enamorada de él, le resultó muy sencillo engatusarte con…
- ¡¡Padre!! ¡Quiere escucharme de una condenada vez!!
Alejandro, Esteban y Raimundo se quedaron completamente atónitos ante el arranque de una furiosa Francisca, que les miraba echando chispas por los ojos. Esteban le guiñó un ojo a su sobrino.
- Esto viene de familia.- susurró divertido.
Volvió a callarse al verse bombardeado por segunda vez por dos furiosos ojos Montenegro.
- Perdón…- se disculpó de nuevo pesaroso Esteban.
Francisca apartó su mirada del tío de Raimundo resoplando y después miró a su padre.
- Padre, no toda la culpa es de Raimundo. Yo…- sintió que ese valor del que tanta gala hacía le fallaba. Pero su orgullo era demasiado fuerte. Se preparó para recibir un perdigonazo.- Fui yo la que le besó primero.
Todos la miraron atónitos. Alejandro cerró los ojos desesperado.
- No tienes por qué defenderle inventándote…
- ¡No me estoy inventando nada, por el amor de Dios!- exclamó la joven.- Es cierto. Yo lo besé primero. Él incluso… llegó a rechazarme por respetarme, como dice usted. Fui yo la que… - apretó los puños.- Y no me arrepiento.- se encaró orgullosa a su padre, sin saber de dónde sacaba el valor.- Amo a Raimundo con toda mi alma. Y si eso le parece tan grave, pues lo siento mucho. Pero así es.
Alejandro miró a su hija sorprendido y, sin querer admitirlo, admirado. Esteban sonrió al ver la cara que estaba poniendo Raimundo. El joven contemplaba con tanta adoración a Francisca que pronto empezaría a babear. Alejandro sacudió la cabeza casi derrotado.
- Hija… entiendo que… le quieras. Pero lo que pretendíais hacer…
Esteban apoyó una mano tranquilizadora en el hombro de Alejandro.
- Vamos, hombre, no se lo tome así. Cuando se está enamorado… las estúpidas normas sociales dejan de tener esa importancia tan sublime que se les otorga. Y se lo digo con conocimiento de causa. Estoy seguro de que en el fondo lo entiende.
Alejandro miró a Esteban. Por mucho que le doliera reconocerlo, lo que acababa de decir era muy acertado. Pero se trataba de su niña, lo que más quería en ese mundo… Miró a Francisca con adoración, a su Francisca. Después sus ojos se desviaron a Raimundo. El joven miraba también a su hija con un amor infinito, como si no se acordase que tenía una herida bastante fea en el abdomen. No cabía duda. Ese muchacho la quería tan desesperadamente que sintió que sería capaz de todo por ella. Dejó caer la escopeta.
- Lo siento, muchacho.- dijo, acercándose a Raimundo.
El joven le miró. Poco a poco una sonrisa noble se dibujó en su rostro.
- No se preocupe. Le entiendo perfectamente. Si yo estuviese en su lugar, habría hecho lo mismo, pero con un fusil en vez de perdigones.
Alejandro no pudo evitar sonreír. Realmente ese chico era extraordinario. Le palmeó amistoso el hombro.
- Bueno sobrino, vayamos a casa. Hay que curarte esa herida.- intervino Esteban. Se volvió a Alejandro.- Si quiere, mañana podremos tomarnos ese té.
Alejandro sonrió a Esteban.
- Será un placer.
Alejandro se alejó un par de pasos pero se detuvo al ver que Francisca no le seguía. Miró a su hija. Ella le devolvió un momento la mirada pero después sus ojos se volvieron a Raimundo. El amor indestructible pudo con la vergüenza y ambos se acercaron como atraídos por dos imanes. Ella miró preocupada la herida y alzó sus ojos hacia él.
- ¿Te duele mucho?- preguntó preocupada.
- Ahora no.- susurró él.
Raimundo acortó la distancia y besó tiernamente a Francisca. Alejandro y Esteban intercambiaron una mirada cómplice.
#1033

28/08/2011 17:39
La verdad que Francisca Montenegro siempre ha sido una mujer de agallas!!! Q valor!!!!
La escena que más me ha gustado y donde mostró todo su coraje fue cuando los campesinos entraron en la casona y los apuntaron.....tremenda la Montenegro!!!
Como se está haciendo esperar el gran momento...pobrecitos, cuando por fin iban a catarse van y los pillan.....se quedaron con la miel en los labios!!!!
La escena que más me ha gustado y donde mostró todo su coraje fue cuando los campesinos entraron en la casona y los apuntaron.....tremenda la Montenegro!!!
Como se está haciendo esperar el gran momento...pobrecitos, cuando por fin iban a catarse van y los pillan.....se quedaron con la miel en los labios!!!!
#1034

28/08/2011 18:01
Creo que me estoy enamorando Ina, Alejandro Montenegro me tiene loca, me encanta ahí tan duro y a la vez tan blandito, podrías matar a su mujer y que tuviera una historia de amor que te digo yo... con una rubia de enormes ojos marrones, atractiva y simpática...uy perdón se me va la olla si esa soy yo, es que me encanta ese hombre y me encanta también esa amistad que ha empezado con Esteban,( ¿cuándo dejarán de llamarse de usted? si son prácticamente cuñados) me los imagino como los ángeles guardianes de estos dos enfrentandose a la mama de Paca y al papa de Rai, que podrían ser perfectamente los padres del futuro amo de las sombras
#1035

28/08/2011 19:02
Lo único que puedo hacer es aplaudir. He sentido el dolor del perdigonazo, el dolor de Francisca al sentirse rechazada, la complicidad entre el Montenegro y el Ulloa... Como siempre, genial
#1036

28/08/2011 19:54
acabo de pasar 41 maravillosos minutos viendo escenas de nuestra parejita, de verdad que Ramón y María son espectaculares, tengo la carne de gallina, simplemente geniales
#1037

28/08/2011 23:39
Ay que ganas tenia de leer el momento "perdigon" jajaja, pobrecitos, les han interrumpido pero bien. Esteban me encanta,es lo más el hombre
y Alejandro en el fondo pese a su apariencia es un buen hombre (no podia ser menos,que tiene el nombre de mi padre ^_^). En fin, que me re-chifla la historia ya lo sabes ;)
¿Preparadas para el Lunes? Con tus altas expectativas Ina, ya verás tu que depresión cojemos mañana jajaja
Me da un mal rollo que no vuelvan a salir en los adelantos del resto de la semana.........cómo a partir del Lunes nos tengan otra vez sin escenas!!!=(, pero bueno, primero a disfrutar del Lunes :D

¿Preparadas para el Lunes? Con tus altas expectativas Ina, ya verás tu que depresión cojemos mañana jajaja
Me da un mal rollo que no vuelvan a salir en los adelantos del resto de la semana.........cómo a partir del Lunes nos tengan otra vez sin escenas!!!=(, pero bueno, primero a disfrutar del Lunes :D
#1038

28/08/2011 23:42
que sepais que os cedo a Raimundo y me quedo con Alejandro, adoro a ese hombre, me parece muy tierno a pesar de esa apariencia dura. Ina, ya sabes, tu déjalo viudo que yo me encargo del resto
#1039

28/08/2011 23:45
Jajaja, pues entonces Rai para mí
... aunque bueno, Esteban también tiene su puntazo jajaja.
Chicas, a ver si escribo algo antes de dormir...




Chicas, a ver si escribo algo antes de dormir...
#1040

29/08/2011 00:00
Miri ¿cuántas veces se puede ver una escena sin cansarse? por que yo esta la he visto mil. Siempre me pasa igual, cuando Raimundo está en el sillón después de haber disparado y Francisca se le acerca juro que pensaba que ella le iba a abrazar, de echo lo dije en alto PERO ABRAZALO CHICA ¿NO VES QUE LO NECESITA? y luego la escena de la caricia cuando él se retira, lo hubiera matado, Francisca se queda como si le volviera a partir el corazón, y mañana...ay amigas, no espero mucho, me temo que cuando termine tendré que leerme los relatos de Ina para no deprimirme y volveremos al principio