El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon
#0

08/06/2011 23:44
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#681

15/08/2011 23:13
VENGA FRANCISCA QUE NO SE DIGA, y como se suele decir en estos casos...que tengas una hora corta
#682

15/08/2011 23:20
Jajajajaja ay la Doña, siempre echándole la culpa de todo al condenado tabernero. Y pobre Mariana, ya mismo la veo con tics nerviosos y todos xDDDD
#683

15/08/2011 23:39
Chicas, en breve más.... Un segunditooo que estoy buscando a Pepa, jajaja
#684

16/08/2011 00:47
Mariana llegó sin resuello a la casa de Tristán y Pepa. Golpeó con fuerza la puerta pero nadie contestó. Se volvió histérica. Iba a echar a correr cuando alguien la tomó por los hombros. Sebastián la miró sorprendido.
- Mariana, cariño, ¿qué te ocurre? ¿Y qué estás haciendo aquí?- le preguntó preocupado.
- Sebastián…- le tomó por las solapas de la chaqueta.- Por Dios, ¿has visto a Pepa?
El joven Ulloa la miró inquieto.
- Pues… no, mi amor, no la he visto. Pero ¿qué ocurre?
- Ay, Sebastián, que la doña se ha puesto de parto… y como no encuentre a Pepa…- empezó a caminar desquiciada. Sebastián la tranquilizó.
- Cálmate, Mariana. Ve corriendo a la Casona, ¿entendido? Yo la buscaré. Y no te preocupes. ¡Ve!
La joven obedeció. Sebastián salió corriendo hacia la plaza a toda velocidad. Se detuvo en el dintel de la casa de comidas, sin resuello. Raimundo y don Anselmo le miraron, alzando una ceja.
- Hijo, parece que a alguien se le está quemando la casa. ¿Qué pasa?
- Padre…- jadeó.- Doña Francisca… Mariana…Pepa…
Don Anselmo le miró.
- Muchacho, como no te expliques mejor, no creo que podamos ayudarte.
Raimundo sintió una súbita inquietud.
- ¿Qué pasa con Francisca?
Sebastián respiró hondo por fin.
- Padre, Francisca se ha puesto de parto. Y necesito encontrar a Pepa. Mariana ha venido corriendo desde la Casona, pero no está en casa.
- ¿De parto??
Raimundo levantó la mesa abatible y salió como un rayo de detrás de la barra. Don Anselmo miró nervioso a Sebastián.
- Creo que ha ido a atender a Socorro, la mujer de Elías.
Sebastián asintió y salió corriendo. Raimundo se deshizo rápidamente del delantal y lo dejó tirado en la barra. Don Anselmo le miró sorprendido.
- Raimundo, ¿no pretenderás…? No puedes irte. Tu hija y Alfonso aún no han regresado del colmado.- vio que el tozudo Ulloa no le estaba haciendo ni caso.- ¿Vas a dejar el negocio solo?
Raimundo tomó el delantal y se lo entregó a un sorprendido párroco.
- Tenga, invite a todos a una ración de jamón y vino de mi parte.
- Pero… Raimundo...
No pudo decir nada más. Raimundo Ulloa ya había desaparecido como alma que lleva el diablo.
- Mariana, cariño, ¿qué te ocurre? ¿Y qué estás haciendo aquí?- le preguntó preocupado.
- Sebastián…- le tomó por las solapas de la chaqueta.- Por Dios, ¿has visto a Pepa?
El joven Ulloa la miró inquieto.
- Pues… no, mi amor, no la he visto. Pero ¿qué ocurre?
- Ay, Sebastián, que la doña se ha puesto de parto… y como no encuentre a Pepa…- empezó a caminar desquiciada. Sebastián la tranquilizó.
- Cálmate, Mariana. Ve corriendo a la Casona, ¿entendido? Yo la buscaré. Y no te preocupes. ¡Ve!
La joven obedeció. Sebastián salió corriendo hacia la plaza a toda velocidad. Se detuvo en el dintel de la casa de comidas, sin resuello. Raimundo y don Anselmo le miraron, alzando una ceja.
- Hijo, parece que a alguien se le está quemando la casa. ¿Qué pasa?
- Padre…- jadeó.- Doña Francisca… Mariana…Pepa…
Don Anselmo le miró.
- Muchacho, como no te expliques mejor, no creo que podamos ayudarte.
Raimundo sintió una súbita inquietud.
- ¿Qué pasa con Francisca?
Sebastián respiró hondo por fin.
- Padre, Francisca se ha puesto de parto. Y necesito encontrar a Pepa. Mariana ha venido corriendo desde la Casona, pero no está en casa.
- ¿De parto??
Raimundo levantó la mesa abatible y salió como un rayo de detrás de la barra. Don Anselmo miró nervioso a Sebastián.
- Creo que ha ido a atender a Socorro, la mujer de Elías.
Sebastián asintió y salió corriendo. Raimundo se deshizo rápidamente del delantal y lo dejó tirado en la barra. Don Anselmo le miró sorprendido.
- Raimundo, ¿no pretenderás…? No puedes irte. Tu hija y Alfonso aún no han regresado del colmado.- vio que el tozudo Ulloa no le estaba haciendo ni caso.- ¿Vas a dejar el negocio solo?
Raimundo tomó el delantal y se lo entregó a un sorprendido párroco.
- Tenga, invite a todos a una ración de jamón y vino de mi parte.
- Pero… Raimundo...
No pudo decir nada más. Raimundo Ulloa ya había desaparecido como alma que lleva el diablo.
#685

16/08/2011 00:55
tia no seas así no nos dejes a la Paca sin parirrrrrrrrrrrrrrrr por favor te lo pido
#686

16/08/2011 01:15
Francisca ahogó un grito ante el siguiente pinchazo de dolor que la atravesó. Rosario, a su lado, procuraba aliviarla, pero no era tarea nada sencilla.
- Vamos, señora, aguante un poco más, que ya verá cómo pronto llegará Pepa.
- Cuando lo haga, te juro… por Dios que me va a oír…¡Aahhh!- jadeó.
La buena Rosario tragó saliva, colmándose de paciencia. De pronto, la puerta se abrió y Mariana apareció tras ella, con cara de cordero al que llevan al sacrificio.
- Gracias… a Dios…- dijo Francisca, apretando los dientes.- ¿Dónde…Dónde demonios está esa condenada partera?
- Yo…yo… yo…
- ¡Lo que faltaba…!- Francisca tomó aire.- Ahora esta… criatura se ha vuelto… tartamuda.
- Señora…- empezó la pobre Mariana, temblando como una hoja.- Pepa… no estaba en casa. Sebastián ha ido a buscarla.
- ¿¡Qué?!!
Una nueva contracción le arrancó un gemido ahogado a Francisca. Rosario sujetó su mano. Después se volvió hacia la joven.
- Mariana, hija, ve a la cocina y pon agua a hervir. Rápido.
La chica corrió como si la persiguiesen todos los demonios. En ese momento, por la puerta entreabierta apareció sin aliento Raimundo. Corrió hasta el sofá como una exhalación.
- ¡Francisca! Mi pequeña…- le tomó la mano.- ¿Cómo estás?
Ella maldijo entre dientes, fulminándolo con los ojos.
- ¡Estupendamente!- gimió sarcástica.- ¿Es que… va a aparecer todo el… mundo aquí… salvo esa insufrible partera??
Como respuesta a su pregunta, Tristán apareció por la puerta, con expresión preocupada.
- ¡Madre! Me he enterado de camino por Sebastián. ¿Cómo está?- preguntó acercándose.
- ¡Mataré al próximo… que vuelva a… preguntarme eso!- jadeó ahogando un nuevo grito de dolor.
Rosario se levantó.
- Raimundo, Tristán, será mejor que esperen fuera. Yo me quedaré con ella.
- Lo siento, Rosario, pero yo no pienso moverme de aquí.- dijo Raimundo, obstinado. Advirtió la mirada de Francisca.- Y ni esa mirada va a hacerme cambiar de opinión. Además…- le guiñó un ojo, travieso.- deberías saber que ya tengo experiencia en atender partos.
Francisca iba a maldecirle pero el dolor de nuevo la desgarró. Raimundo la tomó de la mano y ella la apretó con tanta fuerza que creyó que se la arrancaría. Tristán finalmente salió fuera.
- Vamos, mi pequeña, respira.- susurró Raimundo estrechándole la mano.
Ella sintió ganas de matarlo, pero sorprendentemente, le obedeció. El dolor remitió a un nivel medianamente insoportable. Justo en ese momento, Pepa apareció por la puerta y se acercó veloz.
- Siento el retraso, suegra, pero esta mañana ha sido un no parar. Sebastián vino a buscarme en medio de otro parto.
Por toda respuesta, Francisca soltó un gruñido. Pepa la examinó, apoyando una mano sobre su vientre.
- Señora, ha dilatado, pero todavía le queda un poco. Respire entre cada contracción y retenga el aire cuando el dolor sea más fuerte, ¿de acuerdo? Lo está haciendo muy bien.
Ella asintió cuando otra contracción la obligó a soltar otro grito de dolor. Raimundo acarició su frente y sujetó su mano con fuerza, sintiéndose a dosis iguales preocupado, impotente y feliz. Pasado un rato, Pepa volvió a examinarla.
- Eso es… muy bien.- Pepa sonrió.- Venga suegra. Ahora tiene que empujar con toda su alma, ¿me ha entendido? Junte toda esa rabia que tiene y empuje… ¡Ahora!
Francisca empujó con todas sus fuerzas, apretando los dientes y soltando un espantoso gemido de dolor. Pepa sonreía exultante. Raimundo creyó morir.
- Muy bien, muy bien… un poquito más, que ya casi tengo a este pequeñajo.
Francisca volvió a empujar, creyendo que se partiría en dos. Pero finalmente, el dolor remitió. Pepa sonrió pletórica, sosteniendo a una criatura que chillaba con todas sus fuerzas. La envolvió con una toalla y hábilmente cortó el cordón umbilical.
- Es un niño precioso.- dijo Pepa, tendiéndoselo a un paralizado Raimundo. Él lo cogió, mientras las lágrimas de emoción y felicidad inundaban sus ojos.- Venga, suegra, que todavía queda otro.
- No me digas…
Otra contracción le arrancó un nuevo gemido. Pepa la animó y empujó con todas sus fuerzas.
- Vamos, mi pequeña…- susurró Raimundo.- Empuja.
- No me digas… lo que… tengo que hacer…- jadeó furiosa tras soltar otro grito. Empujó con todas sus fuerzas, creyendo morir. Vio a Raimundo a su lado, que no soltaba su mano.- Te mataré… por esto… condenado… tabernero.
Tras un último esfuerzo, Pepa tomó en sus brazos a la segunda criatura, envolviéndola también en una toalla.
- Es una niña.- anunció feliz.- Una preciosa niña. Tan saludable como su hermano.
Raimundo aún sostenía a su hijo en brazos. No podía creer que se pudiese uno morir de felicidad. Pero en ese momento, sí lo veía muy posible. Pepa alargó la niña a Francisca y la depositó en sus brazos. Francisca sintió que estallaba una burbuja de inmensa felicidad al ver a aquella preciosidad. No pudo evitar un gemido de emoción.
- Es… preciosa.
Raimundo se acercó a ella y apoyó suavemente al niño junto al otro brazo libre de ella. Francisca derramó lágrimas de esfuerzo y emoción al verlo. Era otra pequeña maravilla. Los dos se quedaron mirando a sus hijos mientras la emoción les arrancaba lágrimas. Finalmente, Francisca alzó la mirada hacia Raimundo.
- Mi pequeña…- susurró él mientras la besaba con infinito amor.
- Vamos, señora, aguante un poco más, que ya verá cómo pronto llegará Pepa.
- Cuando lo haga, te juro… por Dios que me va a oír…¡Aahhh!- jadeó.
La buena Rosario tragó saliva, colmándose de paciencia. De pronto, la puerta se abrió y Mariana apareció tras ella, con cara de cordero al que llevan al sacrificio.
- Gracias… a Dios…- dijo Francisca, apretando los dientes.- ¿Dónde…Dónde demonios está esa condenada partera?
- Yo…yo… yo…
- ¡Lo que faltaba…!- Francisca tomó aire.- Ahora esta… criatura se ha vuelto… tartamuda.
- Señora…- empezó la pobre Mariana, temblando como una hoja.- Pepa… no estaba en casa. Sebastián ha ido a buscarla.
- ¿¡Qué?!!
Una nueva contracción le arrancó un gemido ahogado a Francisca. Rosario sujetó su mano. Después se volvió hacia la joven.
- Mariana, hija, ve a la cocina y pon agua a hervir. Rápido.
La chica corrió como si la persiguiesen todos los demonios. En ese momento, por la puerta entreabierta apareció sin aliento Raimundo. Corrió hasta el sofá como una exhalación.
- ¡Francisca! Mi pequeña…- le tomó la mano.- ¿Cómo estás?
Ella maldijo entre dientes, fulminándolo con los ojos.
- ¡Estupendamente!- gimió sarcástica.- ¿Es que… va a aparecer todo el… mundo aquí… salvo esa insufrible partera??
Como respuesta a su pregunta, Tristán apareció por la puerta, con expresión preocupada.
- ¡Madre! Me he enterado de camino por Sebastián. ¿Cómo está?- preguntó acercándose.
- ¡Mataré al próximo… que vuelva a… preguntarme eso!- jadeó ahogando un nuevo grito de dolor.
Rosario se levantó.
- Raimundo, Tristán, será mejor que esperen fuera. Yo me quedaré con ella.
- Lo siento, Rosario, pero yo no pienso moverme de aquí.- dijo Raimundo, obstinado. Advirtió la mirada de Francisca.- Y ni esa mirada va a hacerme cambiar de opinión. Además…- le guiñó un ojo, travieso.- deberías saber que ya tengo experiencia en atender partos.
Francisca iba a maldecirle pero el dolor de nuevo la desgarró. Raimundo la tomó de la mano y ella la apretó con tanta fuerza que creyó que se la arrancaría. Tristán finalmente salió fuera.
- Vamos, mi pequeña, respira.- susurró Raimundo estrechándole la mano.
Ella sintió ganas de matarlo, pero sorprendentemente, le obedeció. El dolor remitió a un nivel medianamente insoportable. Justo en ese momento, Pepa apareció por la puerta y se acercó veloz.
- Siento el retraso, suegra, pero esta mañana ha sido un no parar. Sebastián vino a buscarme en medio de otro parto.
Por toda respuesta, Francisca soltó un gruñido. Pepa la examinó, apoyando una mano sobre su vientre.
- Señora, ha dilatado, pero todavía le queda un poco. Respire entre cada contracción y retenga el aire cuando el dolor sea más fuerte, ¿de acuerdo? Lo está haciendo muy bien.
Ella asintió cuando otra contracción la obligó a soltar otro grito de dolor. Raimundo acarició su frente y sujetó su mano con fuerza, sintiéndose a dosis iguales preocupado, impotente y feliz. Pasado un rato, Pepa volvió a examinarla.
- Eso es… muy bien.- Pepa sonrió.- Venga suegra. Ahora tiene que empujar con toda su alma, ¿me ha entendido? Junte toda esa rabia que tiene y empuje… ¡Ahora!
Francisca empujó con todas sus fuerzas, apretando los dientes y soltando un espantoso gemido de dolor. Pepa sonreía exultante. Raimundo creyó morir.
- Muy bien, muy bien… un poquito más, que ya casi tengo a este pequeñajo.
Francisca volvió a empujar, creyendo que se partiría en dos. Pero finalmente, el dolor remitió. Pepa sonrió pletórica, sosteniendo a una criatura que chillaba con todas sus fuerzas. La envolvió con una toalla y hábilmente cortó el cordón umbilical.
- Es un niño precioso.- dijo Pepa, tendiéndoselo a un paralizado Raimundo. Él lo cogió, mientras las lágrimas de emoción y felicidad inundaban sus ojos.- Venga, suegra, que todavía queda otro.
- No me digas…
Otra contracción le arrancó un nuevo gemido. Pepa la animó y empujó con todas sus fuerzas.
- Vamos, mi pequeña…- susurró Raimundo.- Empuja.
- No me digas… lo que… tengo que hacer…- jadeó furiosa tras soltar otro grito. Empujó con todas sus fuerzas, creyendo morir. Vio a Raimundo a su lado, que no soltaba su mano.- Te mataré… por esto… condenado… tabernero.
Tras un último esfuerzo, Pepa tomó en sus brazos a la segunda criatura, envolviéndola también en una toalla.
- Es una niña.- anunció feliz.- Una preciosa niña. Tan saludable como su hermano.
Raimundo aún sostenía a su hijo en brazos. No podía creer que se pudiese uno morir de felicidad. Pero en ese momento, sí lo veía muy posible. Pepa alargó la niña a Francisca y la depositó en sus brazos. Francisca sintió que estallaba una burbuja de inmensa felicidad al ver a aquella preciosidad. No pudo evitar un gemido de emoción.
- Es… preciosa.
Raimundo se acercó a ella y apoyó suavemente al niño junto al otro brazo libre de ella. Francisca derramó lágrimas de esfuerzo y emoción al verlo. Era otra pequeña maravilla. Los dos se quedaron mirando a sus hijos mientras la emoción les arrancaba lágrimas. Finalmente, Francisca alzó la mirada hacia Raimundo.
- Mi pequeña…- susurró él mientras la besaba con infinito amor.
#687

16/08/2011 01:21
ohhhhhhhhhhhhhhhh por fin están aquí los pequeñajos, que bonito ha sido, ahora la elección de los nombres y de los padrinos, jo como me ha gustado
#688

16/08/2011 01:31
Calla calla que me imagino a Rai con su niña en brazos y a Francisca con su niño y tengo que limpiar el teclado de babas, Natalia y Esteban, suena fenomenal esos niños van a ser muuuuuuuy mimados, que bonito
#689

16/08/2011 01:35
Ina... hasta pariendo sale la Paca... ¡ menos mal que llegó a tiempo la partera porque si no.... qué le hubiera hecho la suegra, ja,ja.
Precioso el momento, Rai llorando de felicidad y la doña... embobada con su niña primero, emocionada con su niño después... ¡qué bonita estampa!
Precioso el momento, Rai llorando de felicidad y la doña... embobada con su niña primero, emocionada con su niño después... ¡qué bonita estampa!
#690

16/08/2011 01:53
Lo que también va a ser divertido es el momento en el que esta parejita se ponga romántica y empiecen a chillar esos dos mellizos con toda la tozudez Ulloa- Montenegro, jajajjaa.
#691

16/08/2011 11:34
Anda Ina por fa escribe algo bonito antes de la 1 que a mi jefa le ha salido de los ovarios que tengo que entrar una hora antes por el morro y por lo menos me ire de mejor humor
#692

16/08/2011 15:06
Jajajaja esa es mi Paca, genio y figura hasta en el parto!!
Ina, ya sé que me repito más que el ajo, pero envidia sana me das por lo bien que escribes!
Ina, ya sé que me repito más que el ajo, pero envidia sana me das por lo bien que escribes!
#693

16/08/2011 15:56
Lo siento muchoo, Mariajo, pero es que he estado tooda la mañana ocupada, y hasta ahora no he leído esto. Bueno, ya lo leerás cuando vuelvas del curro, jeje.
Y muchísimas graciaas, Arte. ¡Qué envidia sana ni leches! Tú escribes genial y si te gusta este relato... a mí me encantaan los tuyos. En serio. Eres fantástica.
Bueno, chicas, como siempre, os lo dedico. No he escrito mucho, pero pronto seguirá...
_____________________________________________
Raimundo acunaba con infinito amor a su hijo, que ya dormía limpio y tranquilo en sus brazos. Pepa se estaba encargando de la niña en ese momento. Miró a su hijo. De nuevo un cúmulo de emociones le estaba atenazando la garganta. Era realmente una preciosidad. Y se parecía bastante a Alfonso. Tenía una mata de pelo castaño que se ondulaba en suaves rizos, muy similar al de Tristán. La carita era simplemente perfecta. Un verdadero querubín. Le besó tierno la frente. Pepa entró con la niña en brazos y le sonrió.
- Esta princesita ya está lista.- dijo la joven, mirándola embobada con una hermosa sonrisa.- Es realmente preciosa. Una muñeca.
Raimundo miró a su hija. Desde luego que lo era. La pequeña frunció de pronto la boquita al abrir sus enormes ojos castaños. Raimundo creyó que se le caía la baba.
- Ese gesto… es muy típico de Francisca.- sonrió embelesado.
Pepa casi rió.
- Espero que no tenga también su carácter.- dijo divertida.- Aunque… no sé yo… Estos dos a tozudez… creo que no les va a ganar nadie.
La joven partera depositó a la niña con infinita suavidad en la cuna cercana.
- A dormir, chiquitina.- después se volvió a su suegro.- Usted también debería descansar un poco, Raimundo. Esta noche me pasaré para ver cómo están los niños y su madre. Aunque creo que doña Francisca en un par de días estará dando guerra otra vez como si tal cosa.- sonrió, meneando la cabeza.- Esa mujer tiene una fortaleza fuera de lo común. Ya la quisieran muchas jóvenes…
Raimundo sonrió. Sí, desde luego que la tenía. Tomó la mano de Pepa.
- Gracias por todo, hija.
- Es mi trabajo, suegro.- la chica le sonrió.- Y, por cierto, tal vez le contrate de ayudante.- le guiñó un ojo traviesa.- No se le da nada mal.
Raimundo reprimió una carcajada. Pepa le dio un cariñoso beso en la mejilla y se marchó. Él se volvió. Sí, en cierto modo, también estaba un poquito cansado. Pero simplemente no podía ir a reposar y dejar de deleitarse con aquel cuadro maravilloso. La niña dormía como un angelito en la cuna. Con un esfuerzo, Raimundo colocó al niño en la cuna vecina. No podía dejar de mirarlos. Después, sus ojos se dirigieron a Francisca, que también dormía en su lecho. El corazón se le derritió de amor al contemplar su rostro. No parecía aquella Francisca que fulminaba a cualquiera con la mirada. Estaba tranquila, con una expresión feliz y deliciosamente dulce. Se acercó y se arrodilló a su lado, sintiendo que su vida estaba plena simplemente viéndola dormir, velando su sueño. Alargó la mano, acariciando su frente con infinito amor.
- Mi pequeña… Mi Francisca…- susurró antes de que el cansancio le venciese.
Y muchísimas graciaas, Arte. ¡Qué envidia sana ni leches! Tú escribes genial y si te gusta este relato... a mí me encantaan los tuyos. En serio. Eres fantástica.
Bueno, chicas, como siempre, os lo dedico. No he escrito mucho, pero pronto seguirá...
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Raimundo acunaba con infinito amor a su hijo, que ya dormía limpio y tranquilo en sus brazos. Pepa se estaba encargando de la niña en ese momento. Miró a su hijo. De nuevo un cúmulo de emociones le estaba atenazando la garganta. Era realmente una preciosidad. Y se parecía bastante a Alfonso. Tenía una mata de pelo castaño que se ondulaba en suaves rizos, muy similar al de Tristán. La carita era simplemente perfecta. Un verdadero querubín. Le besó tierno la frente. Pepa entró con la niña en brazos y le sonrió.
- Esta princesita ya está lista.- dijo la joven, mirándola embobada con una hermosa sonrisa.- Es realmente preciosa. Una muñeca.
Raimundo miró a su hija. Desde luego que lo era. La pequeña frunció de pronto la boquita al abrir sus enormes ojos castaños. Raimundo creyó que se le caía la baba.
- Ese gesto… es muy típico de Francisca.- sonrió embelesado.
Pepa casi rió.
- Espero que no tenga también su carácter.- dijo divertida.- Aunque… no sé yo… Estos dos a tozudez… creo que no les va a ganar nadie.
La joven partera depositó a la niña con infinita suavidad en la cuna cercana.
- A dormir, chiquitina.- después se volvió a su suegro.- Usted también debería descansar un poco, Raimundo. Esta noche me pasaré para ver cómo están los niños y su madre. Aunque creo que doña Francisca en un par de días estará dando guerra otra vez como si tal cosa.- sonrió, meneando la cabeza.- Esa mujer tiene una fortaleza fuera de lo común. Ya la quisieran muchas jóvenes…
Raimundo sonrió. Sí, desde luego que la tenía. Tomó la mano de Pepa.
- Gracias por todo, hija.
- Es mi trabajo, suegro.- la chica le sonrió.- Y, por cierto, tal vez le contrate de ayudante.- le guiñó un ojo traviesa.- No se le da nada mal.
Raimundo reprimió una carcajada. Pepa le dio un cariñoso beso en la mejilla y se marchó. Él se volvió. Sí, en cierto modo, también estaba un poquito cansado. Pero simplemente no podía ir a reposar y dejar de deleitarse con aquel cuadro maravilloso. La niña dormía como un angelito en la cuna. Con un esfuerzo, Raimundo colocó al niño en la cuna vecina. No podía dejar de mirarlos. Después, sus ojos se dirigieron a Francisca, que también dormía en su lecho. El corazón se le derritió de amor al contemplar su rostro. No parecía aquella Francisca que fulminaba a cualquiera con la mirada. Estaba tranquila, con una expresión feliz y deliciosamente dulce. Se acercó y se arrodilló a su lado, sintiendo que su vida estaba plena simplemente viéndola dormir, velando su sueño. Alargó la mano, acariciando su frente con infinito amor.
- Mi pequeña… Mi Francisca…- susurró antes de que el cansancio le venciese.
#694

16/08/2011 16:11
Ina, qué bonito, ya tenemos familia numerosa, este Raimundo va a tener más hijos que Julio Iglesias, ajajaja
#695

16/08/2011 16:15
Jajjajaja, qué bueno Risa, jajaja, pero no creo que la Paca esté por la labor de pasar otra vez por otro parto... A la próxima, lo mataría pero de verdad,







#696

16/08/2011 16:24
Madre mía, creo que tengo que comprar más recogebabas, uno para Ray y otro para mí, que se me cae la baba al verle babear por sus niños...
Cómo me gustan estas escenas tan tiernas y llenas de amor. ¡Sigue así, campeona!
Cómo me gustan estas escenas tan tiernas y llenas de amor. ¡Sigue así, campeona!
#697

16/08/2011 22:44
Un rayo de Sol vespertino se coló osado por la ventana y cayó sobre el rostro de Francisca. Se removió y giró la cabeza. Pero después abrió los ojos. Su mirada se posó automáticamente en las dos cunas vecinas. Los niños dormían cuales querubines. Las lágrimas de felicidad inundaron de nuevo sus ojos. Necesitaba… tenerlos en sus brazos desesperadamente. Aunque dormir era lo mejor que podían hacer. Era un verdadero sacrificio, pero se limitó a mirarlos resignada. Sonrió. El niño se parecía mucho a Tristán. Con aquellos deliciosos rizos ondulados en su cabello. Y la niña… Meneó la cabeza. Realmente, se parecía a ella, salvo en que los ojos… eran los de Raimundo. Los mismos ojos que tenía también Emilia.
Intentó incorporarse para verlos mejor, pero estaba realmente molida. Sin embargo, su orgullo no le permitió rendirse y, apretando los dientes, luchó por quedar recostada contra el cabecero del lecho. Finalmente, lo consiguió. Entonces reparó en Raimundo. Estaba arrodillado junto a su lecho, dormido en una posición bastante incómoda, con la cabeza apoyada en el borde del colchón y en precario equilibrio. Francisca sonrió al verle y por su mente cruzó la maliciosa idea de empujarle levemente para que despertase al caerse al suelo. Rió entre dientes pero al final, se quedó contemplándolo. Su orgullo la reprendió internamente, pero aquello era superior a todo. Le amaba tanto… que a veces pensaba si aquel amor no era una enfermedad. Si lo era, estaba claro de qué acabaría muriendo. De amor por él. Acarició suavemente su pelo revuelto. Raimundo empezó a despertar. Ella retiró la mano. Él alzó la cabeza, aún medio dormido. Eso hizo que no calculase demasiado bien el movimiento. El delicado equilibrio se rompió, y cayó, acabando sentado en el suelo y despertándose completamente. Francisca se echó a reír.
Raimundo gruñó por lo bajo pero al oír aquella deliciosa y traviesa risa alzó la mirada, devorándola con los ojos.
- ¿De qué te ríes, mi pequeña cacique?
- De ti, condenado tabernero.- respondió con una sonrisa.
Él se incorporó y se acercó, sentándose en el borde de la cama, con una sonrisa pícara y tierna. La miró adorándola.
- ¿Cómo estás?- le preguntó amoroso.
- Como si un tren de mercancías me hubiese pasado por encima.- dijo irónica, arrancando una suave risa de él. – Pero gracias por preguntar.- terminó con su característica lengua viperina.
Raimundo le dedicó la mirada que sólo guardaba para ella. Francisca sintió un millón de escalofríos. Él se acercó tan despacio que los escalofríos de Francisca se multiplicaron. La atrajo y atrapó su labio inferior entre los suyos, besándola ardientemente. Ella apenas pudo reaccionar, pero ni hacía falta. Raimundo hacía lo que quería con ella sin que se diese cuenta. La lengua de él se deslizó por su labio inferior y se coló atrevida en su boca, acorralando a su propia lengua. Francisca se olvidó hasta de respirar. La tenía totalmente a su merced y esa forma de besarla la estaba volviendo loca. Finalmente, Raimundo se separó con suavidad.
- ¿Te encuentras mejor?- preguntó con voz acariciadora.
Ella le miró sin habla. Desde luego… a decir verdad, en ese momento, no le dolía nada.
- S… sí…- pudo contestar al fin.- Un poco… mejor.
Raimundo sonrió.
- ¿Sólo un poco? Pues eso no puede ser…
Volvió a adueñarse de sus labios, explorando su boca con tanta suavidad como pasión contenida. Francisca creyó morir. ¿Cómo era capaz de besar así? ¿Cómo podía derretirla con un beso? Sus manos acabaron actuando por voluntad propia y se deslizaron por el cuello de él, atrayéndolo para profundizar más el beso. Antes de perder completamente la razón, Raimundo volvió a separarse con un considerable esfuerzo de voluntad. Se miraron intentando recuperar el aliento.
- ¿Y ahora?
- Sí, mucho mejor.
Francisca sintió una oleada de vergüenza al segundo siguiente de haber contestado. Raimundo rió travieso, besándola cariñoso en la punta de la nariz y después en la frente. Después la abrazó contra su pecho. Permanecieron así un rato, sintiendo una felicidad pura mientras miraban dormir a sus hijos.
- Raimundo…
- Dime, mi pequeña.
- ¿Qué nombres les pondremos?
Raimundo sonrió.
- A Martín se le ocurrió una buena elección. Él quería que, si fuese niño, se llamase Esteban, como el tío. Y si era niña, pues Pepa.
Francisca bufó.
- ¡Vaya ideas que se le ocurren a ese zagal! Lo de Esteban… pase, aunque Dios sabe que ese hombre me agota la paciencia en un minuto. Pero… ¿Pepa? Ni hablar. Ya es suficiente con una.- dijo mordaz.
- Bueno… también era suficiente con una Francisca y ahora hay dos.- respondió él divertido.
Francisca lo fulminó con la mirada.
- No me mires así, mi pequeña, que me entran ganas de hacer algo que luego tendrás que confesarle a Don Anselmo.- se burló.
Ella le miró, totalmente ruborizada.
- ¡Serás…!- no pudo resistirlo y le golpeó con la almohada. Él rió divertido.- Volviendo al tema, mi hija no se llamará Pepa. Y punto. No hay discusión sobre eso.
- Está bien…- Raimundo la miró, un tanto inquieto. Ella lo advirtió.
- ¿Qué ocurre, Raimundo?
- Pues… verás. A mí se me había ocurrido otro nombre para la niña. Es un hermoso nombre, pero…
- ¿Pero?
Raimundo suspiró.
- Creo que te va a hacer tan poca gracia como el de Pepa.
- Bueno, dime cuál es primero.- contestó ella, aguijoneada por la curiosidad.- Después te diré si me gusta o no.
- Natalia.
Francisca miró a Raimundo. Por un momento sintió un latigazo en el corazón, pero después, ese sentimiento se esfumó. Raimundo meneó la cabeza.
- Antes de que te pongas hecha una fiera...- empezó.- …te diré que nada de lo que pase por tu retorcida cabeza explica por qué quiero ponerle ese nombre a la niña. Simplemente es una especie de… homenaje. Natalia fue una gran mujer y se lo merece.
- Está bien…- susurró Francisca.
- Siempre estuvo a mi lado y en el peor momento de mi vida, y me apoyó sin una queja, sabiendo que no la amaba… sabiendo que nunca podría amarla…- Raimundo seguía con su discurso.
- Raimundo…
- Y además…
- ¡Raimundo!!
Él enmudeció un tanto sorprendido mientras ella le sacudía para que le hiciera caso.
- ¿Qué?
- Que me parece bien. Natalia es un bonito nombre para la niña.
Raimundo la miró incrédulo.
- ¿En serio?
- En serio.- sonrió Francisca.- Natalia Ulloa Montenegro. Suena bien.
- Y Esteban Ulloa Montenegro.
Los dos sonrieron. Sí sonaban muy bien. Raimundo la abrazó de nuevo.
- ¿Crees que… serán igual de orgullosos y desquiciantes que tú?- preguntó ella burlona, mientras se refugiaba en su pecho.
- No, creo que eso lo heredarán de ti.- rió él travieso, apretándola contra su corazón.
Intentó incorporarse para verlos mejor, pero estaba realmente molida. Sin embargo, su orgullo no le permitió rendirse y, apretando los dientes, luchó por quedar recostada contra el cabecero del lecho. Finalmente, lo consiguió. Entonces reparó en Raimundo. Estaba arrodillado junto a su lecho, dormido en una posición bastante incómoda, con la cabeza apoyada en el borde del colchón y en precario equilibrio. Francisca sonrió al verle y por su mente cruzó la maliciosa idea de empujarle levemente para que despertase al caerse al suelo. Rió entre dientes pero al final, se quedó contemplándolo. Su orgullo la reprendió internamente, pero aquello era superior a todo. Le amaba tanto… que a veces pensaba si aquel amor no era una enfermedad. Si lo era, estaba claro de qué acabaría muriendo. De amor por él. Acarició suavemente su pelo revuelto. Raimundo empezó a despertar. Ella retiró la mano. Él alzó la cabeza, aún medio dormido. Eso hizo que no calculase demasiado bien el movimiento. El delicado equilibrio se rompió, y cayó, acabando sentado en el suelo y despertándose completamente. Francisca se echó a reír.
Raimundo gruñó por lo bajo pero al oír aquella deliciosa y traviesa risa alzó la mirada, devorándola con los ojos.
- ¿De qué te ríes, mi pequeña cacique?
- De ti, condenado tabernero.- respondió con una sonrisa.
Él se incorporó y se acercó, sentándose en el borde de la cama, con una sonrisa pícara y tierna. La miró adorándola.
- ¿Cómo estás?- le preguntó amoroso.
- Como si un tren de mercancías me hubiese pasado por encima.- dijo irónica, arrancando una suave risa de él. – Pero gracias por preguntar.- terminó con su característica lengua viperina.
Raimundo le dedicó la mirada que sólo guardaba para ella. Francisca sintió un millón de escalofríos. Él se acercó tan despacio que los escalofríos de Francisca se multiplicaron. La atrajo y atrapó su labio inferior entre los suyos, besándola ardientemente. Ella apenas pudo reaccionar, pero ni hacía falta. Raimundo hacía lo que quería con ella sin que se diese cuenta. La lengua de él se deslizó por su labio inferior y se coló atrevida en su boca, acorralando a su propia lengua. Francisca se olvidó hasta de respirar. La tenía totalmente a su merced y esa forma de besarla la estaba volviendo loca. Finalmente, Raimundo se separó con suavidad.
- ¿Te encuentras mejor?- preguntó con voz acariciadora.
Ella le miró sin habla. Desde luego… a decir verdad, en ese momento, no le dolía nada.
- S… sí…- pudo contestar al fin.- Un poco… mejor.
Raimundo sonrió.
- ¿Sólo un poco? Pues eso no puede ser…
Volvió a adueñarse de sus labios, explorando su boca con tanta suavidad como pasión contenida. Francisca creyó morir. ¿Cómo era capaz de besar así? ¿Cómo podía derretirla con un beso? Sus manos acabaron actuando por voluntad propia y se deslizaron por el cuello de él, atrayéndolo para profundizar más el beso. Antes de perder completamente la razón, Raimundo volvió a separarse con un considerable esfuerzo de voluntad. Se miraron intentando recuperar el aliento.
- ¿Y ahora?
- Sí, mucho mejor.
Francisca sintió una oleada de vergüenza al segundo siguiente de haber contestado. Raimundo rió travieso, besándola cariñoso en la punta de la nariz y después en la frente. Después la abrazó contra su pecho. Permanecieron así un rato, sintiendo una felicidad pura mientras miraban dormir a sus hijos.
- Raimundo…
- Dime, mi pequeña.
- ¿Qué nombres les pondremos?
Raimundo sonrió.
- A Martín se le ocurrió una buena elección. Él quería que, si fuese niño, se llamase Esteban, como el tío. Y si era niña, pues Pepa.
Francisca bufó.
- ¡Vaya ideas que se le ocurren a ese zagal! Lo de Esteban… pase, aunque Dios sabe que ese hombre me agota la paciencia en un minuto. Pero… ¿Pepa? Ni hablar. Ya es suficiente con una.- dijo mordaz.
- Bueno… también era suficiente con una Francisca y ahora hay dos.- respondió él divertido.
Francisca lo fulminó con la mirada.
- No me mires así, mi pequeña, que me entran ganas de hacer algo que luego tendrás que confesarle a Don Anselmo.- se burló.
Ella le miró, totalmente ruborizada.
- ¡Serás…!- no pudo resistirlo y le golpeó con la almohada. Él rió divertido.- Volviendo al tema, mi hija no se llamará Pepa. Y punto. No hay discusión sobre eso.
- Está bien…- Raimundo la miró, un tanto inquieto. Ella lo advirtió.
- ¿Qué ocurre, Raimundo?
- Pues… verás. A mí se me había ocurrido otro nombre para la niña. Es un hermoso nombre, pero…
- ¿Pero?
Raimundo suspiró.
- Creo que te va a hacer tan poca gracia como el de Pepa.
- Bueno, dime cuál es primero.- contestó ella, aguijoneada por la curiosidad.- Después te diré si me gusta o no.
- Natalia.
Francisca miró a Raimundo. Por un momento sintió un latigazo en el corazón, pero después, ese sentimiento se esfumó. Raimundo meneó la cabeza.
- Antes de que te pongas hecha una fiera...- empezó.- …te diré que nada de lo que pase por tu retorcida cabeza explica por qué quiero ponerle ese nombre a la niña. Simplemente es una especie de… homenaje. Natalia fue una gran mujer y se lo merece.
- Está bien…- susurró Francisca.
- Siempre estuvo a mi lado y en el peor momento de mi vida, y me apoyó sin una queja, sabiendo que no la amaba… sabiendo que nunca podría amarla…- Raimundo seguía con su discurso.
- Raimundo…
- Y además…
- ¡Raimundo!!
Él enmudeció un tanto sorprendido mientras ella le sacudía para que le hiciera caso.
- ¿Qué?
- Que me parece bien. Natalia es un bonito nombre para la niña.
Raimundo la miró incrédulo.
- ¿En serio?
- En serio.- sonrió Francisca.- Natalia Ulloa Montenegro. Suena bien.
- Y Esteban Ulloa Montenegro.
Los dos sonrieron. Sí sonaban muy bien. Raimundo la abrazó de nuevo.
- ¿Crees que… serán igual de orgullosos y desquiciantes que tú?- preguntó ella burlona, mientras se refugiaba en su pecho.
- No, creo que eso lo heredarán de ti.- rió él travieso, apretándola contra su corazón.
#698

16/08/2011 23:12
Pero bueno si tenemos a miri como nueva fotógrafa de Puente Viejo.
Ina, ummmmm, yo quería una Pepita para la Paca, igual de respondona. jajajaj
Ina, ummmmm, yo quería una Pepita para la Paca, igual de respondona. jajajaj
#699

16/08/2011 23:23
no he podido escribir antes por que he tenido que limpiar las babas del teclado varias veces, que bonito Francisca aceptando el nombre de Natalia, lo ha entendido a la perfección . Que bonito toda la familia junta, me encanta tanto amor y PASIOOOOOOOOOON, sigue por fa
Miri, que faena lo de la escena, te juro que yo pensaba que era hoy.
Que chulada la foto, que niños tan preciosos
Miri, que faena lo de la escena, te juro que yo pensaba que era hoy.
Que chulada la foto, que niños tan preciosos
#700

16/08/2011 23:44
A decir verdad, yo me barruntaba que la escena no iba a ser hoy... con lo que les gusta a los guionistas dar por saco... ! Pero bueno, aún así, me ha encantado hoy Rai. Joe, qué peazo de hombre. Y qué guapo estaba el condenado en camisa en la escena de Hipólito y los dos que se peleaban por los terrenos. Me encanta!
Aún así... creo que la escena del juevees va a prometeer. Jejejeje, que se peleen!!! Y que lleguen a las manooos!! jajaja
Aún así... creo que la escena del juevees va a prometeer. Jejejeje, que se peleen!!! Y que lleguen a las manooos!! jajaja