El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon
#0

08/06/2011 23:44
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#481

07/08/2011 21:38
POR FIIIIIIIIN QUE VIVAN LOS NOVIOOOOOOOOOS, que emoción, no nos dejes así quiero la post-boda yaaaaaaaa
por cierto una vez casados seguimos llamando chozoencuentro al chozoencuentro o lo llamamos posadaencuentro o casonaencuentro??????
por cierto una vez casados seguimos llamando chozoencuentro al chozoencuentro o lo llamamos posadaencuentro o casonaencuentro??????
#482

07/08/2011 21:42
Ina, acabo de llergar de fin de semana y me he puesto al día. He reído, me he emocionado, he soltado una lagrimita... Gracias por seguir escribiendo, por seguir haciéndonos creer que el amor puede con los años, con la soberbia y el orgullo... Gracias, campeona.
#483

07/08/2011 21:43
Bueno, bueno, bueno jajajaja que vivan los novios!!!! que bonito lna :)
pero tu sigue con tus relatos ehh ;) jajajja
pero tu sigue con tus relatos ehh ;) jajajja
#484

07/08/2011 23:43
Ina preciosa la boda, ahora champagne para celebrarlo.
#485

07/08/2011 23:47
Graciaas chicaas, jajaja, que siga la fiesta! Recordad que Rai y Paca tienen una gran celebración pendiente












#486

07/08/2011 23:57
INAAAAAAAAAA ¿tendremos continuación esta noche? Si me dices que si me espero y sino me voy a dormir que no te imaginas lo que agota montar un mueble de Ikea con 40 grados de calor
#487

08/08/2011 00:09
La verdad es que esta muy bien escrito, y con mucho sentimiento, ojala copiaran en la serie de tus dotes como escritora. Yo creo que cuando Raimundo se entere de que Francisca pago su operación, habra un antes y un despues de ese hecho, haber si no tardan mucho.
#488

08/08/2011 00:21
Gracias elivr ;-) Y en cuanto a tí, Mariajo... jo, me siento un poquito culpable. Iba a escribir otro poquillo de historia, pero mujer, ve a dormir, que me haces sentir mal, jajajjaa
#489

08/08/2011 00:26
pues si escribes algo al final lo leo mañana, me voy a mimir y además feliz que con tu historia tan preciosa me alegras los días, bueno igual antes de dormir tomo ejemplo de Rai y Francisca y....es que tus relatos me inspiran, je je
#490

08/08/2011 00:33
Jajajajjaa, joer, mariajo, al final tu chico va a acabar desconfiando... no le llames Raimundo en un despiste ehh? jajajaja. Buenas noches, majaa.
#491

08/08/2011 01:11
Todo Puente Viejo estaba iluminado por la celebración. Había hasta farolillos en la plaza. Y no era para menos. El banquete fue un verdadero festín. Todos reían, festejaban, comían y bebían como si el día no fuese a acabar jamás. Y los protagonistas absolutos no podían dejar de sonreír en ningún momento. La dicha era demasiado grande.
- ¡Bueno, yo creo que ya va siendo hora de que bailen los novios!- exclamó un exultante Tristán, alzando su copa y poniéndose en pie.- ¿No estáis todos de acuerdo?- preguntó. Todos gritaron un ensordecedor “-¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!”. Raimundo rió con ganas. Su hijo se volvió hacia él.- Vamos, padre, ¿a qué espera? Que la novia se va a impacientar.
Francisca meneó la cabeza, retomando su papel de orgullosa Montenegro, y miró reprobadora a Tristán, que no dejaba de hacer chanza con Sebastián y los Castañeda. Parecían una recua de muchachos revoltosos. En cierto momento, la algarabía que formaron fue tal que Sebastián terminó derramando todo el vino de su copa en la camisa de Tristán. Francisca puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonreír.
Raimundo se carcajeó a gusto al ver que ahora era Tristán quien acababa de rociar de vino a su hijo menor en venganza. A los Castañeda les pareció una idea genial y pronto se desencadenó una guerra de vino. Ese fue el punto que colmó la paciencia de Francisca. Se irguió tan digna como enfadada.
- ¿Se puede saber qué diablos es esto?- preguntó, fulminándolos con la mirada. Los chicos pararon al instante. Francisca miró reprobadora a su hijo y a Sebastián.- Desde luego, de los Castañeda no me sorprende, pero ¿vosotros? ¿Comportándoos como dos haraganes de baja estofa? Miraos.- añadió, indignada.
Los dos hermanos bajaron la cabeza como dos pilluelos arrepentidos y totalmente empapados de vino. Francisca resopló furibunda. Miró a Pepa y a Mariana.
- ¿Es que vosotras dos no vais a decir nada a vuestros maridos?
Pepa reprimió la risa.
- ¿Para qué, suegra? Si usted ya lo está haciendo muy bien…- Francisca fulminó con la mirada a Pepa. Ella y Emilia se rieron a gusto. Pepa meneó la cabeza.- Ay, Emilia, pobrecito tu padre… la que le espera.
Francisca la oyó y tuvo la tentación de retorcerle el pescuezo a su querida nuera.
- No te apures por mí, Pepa.- repuso Raimundo, burlón.- Sé cómo dominar… la situación.- dijo divertido.
Raimundo sonreía burlón mientras se acercaba a su mujer. Ella le miró y se cruzó de brazos, desafiante.
- No deberías enfadarte, mi pequeña.- le susurró con voz aterciopelada, invadiendo su espacio vital.- Te pones demasiado guapa cuando te enfadas. Y no puedo… resistirme.
Francisca tragó saliva al verlo tan cerca. Él sonrió encantador. Pepa, Tristán, Sebastián y Emilia rieron al ver que efectivamente, Raimundo podía dominarla. Francisca se dio cuenta de lo que pensaban y todo su orgullo se encendió.
- ¡Serás…!
Su voz se ahogó. Raimundo le estaba robando la respiración con un beso robado. Los presentes hasta aplaudieron y vitorearon. La música empezó a sonar. Raimundo se separó de Francisca levemente y la tomó de la mano. La llevó hasta el centro de la plaza y, atrayéndola hacia él, la ciñó, dibujando círculos imaginarios en su cintura con sus dedos. Ella sintió millones de escalofríos ante la suave caricia. Él tomó su mano y la apoyó en su pecho. Comenzaron a bailar tan pegados que don Anselmo se santiguó. Raimundo rió.
- Vamos padre,- dijo burlón.- Que ya estamos casados…
- Eso no es justificación. Se debe guardar la castidad del matrimonio.
Raimundo alzó una ceja y miró a Francisca. Ella apenas pudo contener la sonrisa.
- Me parece a mí, que lo de la castidad del matrimonio va a ser harto complicado.- dijo él mirándola malicioso.
- Ya, claro, pero al final soy yo la que tiene que pasar por el mal trago de confesarse.- se quejó ella.
Los dos se echaron a reír mientras siguieron bailando en aquella noche mágica.
- ¡Bueno, yo creo que ya va siendo hora de que bailen los novios!- exclamó un exultante Tristán, alzando su copa y poniéndose en pie.- ¿No estáis todos de acuerdo?- preguntó. Todos gritaron un ensordecedor “-¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!”. Raimundo rió con ganas. Su hijo se volvió hacia él.- Vamos, padre, ¿a qué espera? Que la novia se va a impacientar.
Francisca meneó la cabeza, retomando su papel de orgullosa Montenegro, y miró reprobadora a Tristán, que no dejaba de hacer chanza con Sebastián y los Castañeda. Parecían una recua de muchachos revoltosos. En cierto momento, la algarabía que formaron fue tal que Sebastián terminó derramando todo el vino de su copa en la camisa de Tristán. Francisca puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonreír.
Raimundo se carcajeó a gusto al ver que ahora era Tristán quien acababa de rociar de vino a su hijo menor en venganza. A los Castañeda les pareció una idea genial y pronto se desencadenó una guerra de vino. Ese fue el punto que colmó la paciencia de Francisca. Se irguió tan digna como enfadada.
- ¿Se puede saber qué diablos es esto?- preguntó, fulminándolos con la mirada. Los chicos pararon al instante. Francisca miró reprobadora a su hijo y a Sebastián.- Desde luego, de los Castañeda no me sorprende, pero ¿vosotros? ¿Comportándoos como dos haraganes de baja estofa? Miraos.- añadió, indignada.
Los dos hermanos bajaron la cabeza como dos pilluelos arrepentidos y totalmente empapados de vino. Francisca resopló furibunda. Miró a Pepa y a Mariana.
- ¿Es que vosotras dos no vais a decir nada a vuestros maridos?
Pepa reprimió la risa.
- ¿Para qué, suegra? Si usted ya lo está haciendo muy bien…- Francisca fulminó con la mirada a Pepa. Ella y Emilia se rieron a gusto. Pepa meneó la cabeza.- Ay, Emilia, pobrecito tu padre… la que le espera.
Francisca la oyó y tuvo la tentación de retorcerle el pescuezo a su querida nuera.
- No te apures por mí, Pepa.- repuso Raimundo, burlón.- Sé cómo dominar… la situación.- dijo divertido.
Raimundo sonreía burlón mientras se acercaba a su mujer. Ella le miró y se cruzó de brazos, desafiante.
- No deberías enfadarte, mi pequeña.- le susurró con voz aterciopelada, invadiendo su espacio vital.- Te pones demasiado guapa cuando te enfadas. Y no puedo… resistirme.
Francisca tragó saliva al verlo tan cerca. Él sonrió encantador. Pepa, Tristán, Sebastián y Emilia rieron al ver que efectivamente, Raimundo podía dominarla. Francisca se dio cuenta de lo que pensaban y todo su orgullo se encendió.
- ¡Serás…!
Su voz se ahogó. Raimundo le estaba robando la respiración con un beso robado. Los presentes hasta aplaudieron y vitorearon. La música empezó a sonar. Raimundo se separó de Francisca levemente y la tomó de la mano. La llevó hasta el centro de la plaza y, atrayéndola hacia él, la ciñó, dibujando círculos imaginarios en su cintura con sus dedos. Ella sintió millones de escalofríos ante la suave caricia. Él tomó su mano y la apoyó en su pecho. Comenzaron a bailar tan pegados que don Anselmo se santiguó. Raimundo rió.
- Vamos padre,- dijo burlón.- Que ya estamos casados…
- Eso no es justificación. Se debe guardar la castidad del matrimonio.
Raimundo alzó una ceja y miró a Francisca. Ella apenas pudo contener la sonrisa.
- Me parece a mí, que lo de la castidad del matrimonio va a ser harto complicado.- dijo él mirándola malicioso.
- Ya, claro, pero al final soy yo la que tiene que pasar por el mal trago de confesarse.- se quejó ella.
Los dos se echaron a reír mientras siguieron bailando en aquella noche mágica.
#492

08/08/2011 01:34
Jajajaja ¡¡¡Que se besen, que se besen, que se besen!!!
Genial, Ina!! Me encantan las bodas!!
Genial, Ina!! Me encantan las bodas!!
#493

08/08/2011 12:47
Así que al final escribiste un poco más, y que bonito ha sido: la juerga, el baile, ellos tan felices...
Bueno pues ahora la fiesta pero la de verdad tu ya me entiendes. SIGUE PRONTOOOOOOOOOOOO
Bueno pues ahora la fiesta pero la de verdad tu ya me entiendes. SIGUE PRONTOOOOOOOOOOOO
#494

08/08/2011 12:49
MADRE MIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!
soy felizzzzzzzzzz!!!!!!!!!!!!!!!!
ademas lo he leido todo de golpe y no podia dejar de emocionarmeeeee
lna sigue porfiiiiii que me tienes enganchadisima!
escribes tan bien mare mia
por fin son marido y mujer!!si señor, se merecen ser felices
y ahora....como dice mariajo, la fiesta de verdad...
soy felizzzzzzzzzz!!!!!!!!!!!!!!!!
ademas lo he leido todo de golpe y no podia dejar de emocionarmeeeee
lna sigue porfiiiiii que me tienes enganchadisima!
escribes tan bien mare mia
por fin son marido y mujer!!si señor, se merecen ser felices
y ahora....como dice mariajo, la fiesta de verdad...
#495

08/08/2011 15:53
La Casona aparecía tranquila en medio del camino. Raimundo y Francisca, cogidos de la mano, caminaban charlando y riendo, mientras a su espalda seguían los vítores de la celebración. Paseaban como dos jóvenes desenfadados. Raimundo hacía tiempo que se había deshecho ya de la elegante pero incómoda chaqueta y del lazo. Francisca estaba tan exhausta de pasarse la noche bailando que, en cierto momento, soltó la mano de Raimundo, se arremangó la hermosa falda del vestido y se descalzó. Raimundo se echó a reír.
- Si te viesen ahora los del pueblo… me gustaría saber qué dirían de nuestra respetable cacique.
Francisca se volvió, entre enfadada y divertida.
- ¿Por qué no intentas llevar tú estos malditos zapatos… y después hablamos? Tengo los pies que ni los siento. Además, bien que te has puesto tú cómodo, y mucho antes que yo. – le miró, reprobadora.- ¿Dónde demonios has dejado la chaqueta?
- A decir verdad… no lo sé.- contestó él socarrón. Remedó una expresión pensativa.- Tal vez fuese cuando estaba bailando con Dolores, que con tanto baile y tanto agarrado, la chaqueta estorbaba mucho.- dijo pícaro, intentando aguantar las ganas de reír.
Francisca le fulminó rabiosa con la mirada. Sus ojos echaban chispas.
- ¿Cuándo diablos bailaste tú agarrado con… la mujer del alcalde??- explotó una celosa Francisca, asesinándolo con la mirada.
- Cuando tú estabas bailando con Tristán.- repuso él, tan tranquilo como si hablase del tiempo. Le estaba costando horrores no romper en carcajadas.- ¿No lo recuerdas?
Francisca tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no retorcerle el cuello con las manos. Raimundo rió entre dientes. Aquello era tan deliciosamente divertido que no podía evitarlo. Adoraba sacarla de quicio. Alzó una ceja.
- ¿Acaso estás celosa, mi pequeña?- preguntó entre amoroso y travieso.
- ¿Celosa yo?- Francisca se irguió tan orgullosa que incluso pareció crecer en estatura.- ¿Por qué iba a estar celosa? Ni que fueses un Adonis como para que todas cayeran a tus pies.- dijo, malvada.
Raimundo sonrió.
- Bueno… no sé si tanto como un Adonis, pero me costó bastante convencer a nuestra querida alcaldesa consorte que le hiciera un poco más de caso a su marido y fuese a bailar con él. Al pobre hombre lo tenía abandonado en un rincón.
Francisca apretó los puños mientras agarraba su falda. Sintió deseos de ir a la plaza del pueblo y matar a Dolores Mirañar. Raimundo finalmente, no pudo aguantar más y estalló en carcajadas.
- ¿De qué demonios te ríes, condenado tabernero?
- De tí.- dijo entre risas.- Tenías que haber visto la cara que has puesto, mi pequeña celosa.
El enfado pudo con ella. Bufó rabiosa y sin más se acercó a él amenazadora.
- Te voy a…
Él atrapó sus muñecas antes de que le echase las manos al cuello.
- A ¿qué…?- dijo, clavando su mirada en la de ella.
La enorme tensión apareció sin remedio. El aire de repente pareció hervir. Raimundo sintió cómo el deseo crecía imparable, robándole el aliento. Deslizó una mano furtiva hasta rodearla por la cintura. Francisca emitió un jadeo involuntario al notarlo, como si su mano fuese de fuego.
- A ¿qué…? – repitió el, acariciador, con la voz ronca de deseo.
- A…matar.- dijo ella, con dificultad.
- Pues… mátame.
Raimundo la besó devastador, alzándola en brazos mientras lo hacía. Francisca se aferró a él, luchando por devolverle el beso y no morir en el intento. Sin saber cómo, Raimundo entró en Casona y subió las escaleras llevándola en brazos sin dejar de atacar su boca. Francisca ni siquiera supo donde estaba. Le revolvía el cabello, acariciando su nuca mientras atrapaba su labio inferior. Después besó su mentón y dejó un rastro de besos por el cuello de él. Raimundo creyó enloquecer.
- Francisca…- jadeó.- Tampoco… es necesario que… me mates enseguida.
Ella se separó un instante y sonrió mientras le miraba. Él parecía no ser capaz de soportar mucho tiempo separado de ella. De nuevo atacó su boca. Llevó sus manos a su espalda y desabrochó el precioso vestido de novia. Francisca bajó un momento de sus brazos y el vestido cayó suavemente hasta los pies. Raimundo tragó saliva.
- Eres tan… hermosa.- dijo con esfuerzo.- Tan condenadamente orgullosa, terca y… hermosa.
Francisca sintió derretirse ante la mirada de él. La devoraba con sus ojos, desbordantes de pasión y amor. Se acercó a él y en un gesto sorprendentemente dulce, le acarició el rostro. Él tomó su mano y la besó. Después le robó de nuevo la respiración mientras ella intentaba desabotonar la camisa. Cuando lo hubo logrado se la quitó y la arrojó a las escaleras. Raimundo la levantó de nuevo en brazos y atravesó el corredor, entrando en la alcoba de Francisca. La depositó tierno en el lecho. Se amaron despacio, como si supiesen que ya nada podría separarles. Raimundo la acarició sembrando locura por toda su piel. Ella era incapaz de separarse de sus labios. Ninguno podía evitar que los jadeos y la pasión les consumiese. Raimundo la tomó, fundiéndose con ella. Francisca creyó morir de placer. Se abrazaron mientras la piel de uno quemaba la del otro y el amor les hizo alcanzar la plenitud, uniéndolos para toda la eternidad.
- Si te viesen ahora los del pueblo… me gustaría saber qué dirían de nuestra respetable cacique.
Francisca se volvió, entre enfadada y divertida.
- ¿Por qué no intentas llevar tú estos malditos zapatos… y después hablamos? Tengo los pies que ni los siento. Además, bien que te has puesto tú cómodo, y mucho antes que yo. – le miró, reprobadora.- ¿Dónde demonios has dejado la chaqueta?
- A decir verdad… no lo sé.- contestó él socarrón. Remedó una expresión pensativa.- Tal vez fuese cuando estaba bailando con Dolores, que con tanto baile y tanto agarrado, la chaqueta estorbaba mucho.- dijo pícaro, intentando aguantar las ganas de reír.
Francisca le fulminó rabiosa con la mirada. Sus ojos echaban chispas.
- ¿Cuándo diablos bailaste tú agarrado con… la mujer del alcalde??- explotó una celosa Francisca, asesinándolo con la mirada.
- Cuando tú estabas bailando con Tristán.- repuso él, tan tranquilo como si hablase del tiempo. Le estaba costando horrores no romper en carcajadas.- ¿No lo recuerdas?
Francisca tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no retorcerle el cuello con las manos. Raimundo rió entre dientes. Aquello era tan deliciosamente divertido que no podía evitarlo. Adoraba sacarla de quicio. Alzó una ceja.
- ¿Acaso estás celosa, mi pequeña?- preguntó entre amoroso y travieso.
- ¿Celosa yo?- Francisca se irguió tan orgullosa que incluso pareció crecer en estatura.- ¿Por qué iba a estar celosa? Ni que fueses un Adonis como para que todas cayeran a tus pies.- dijo, malvada.
Raimundo sonrió.
- Bueno… no sé si tanto como un Adonis, pero me costó bastante convencer a nuestra querida alcaldesa consorte que le hiciera un poco más de caso a su marido y fuese a bailar con él. Al pobre hombre lo tenía abandonado en un rincón.
Francisca apretó los puños mientras agarraba su falda. Sintió deseos de ir a la plaza del pueblo y matar a Dolores Mirañar. Raimundo finalmente, no pudo aguantar más y estalló en carcajadas.
- ¿De qué demonios te ríes, condenado tabernero?
- De tí.- dijo entre risas.- Tenías que haber visto la cara que has puesto, mi pequeña celosa.
El enfado pudo con ella. Bufó rabiosa y sin más se acercó a él amenazadora.
- Te voy a…
Él atrapó sus muñecas antes de que le echase las manos al cuello.
- A ¿qué…?- dijo, clavando su mirada en la de ella.
La enorme tensión apareció sin remedio. El aire de repente pareció hervir. Raimundo sintió cómo el deseo crecía imparable, robándole el aliento. Deslizó una mano furtiva hasta rodearla por la cintura. Francisca emitió un jadeo involuntario al notarlo, como si su mano fuese de fuego.
- A ¿qué…? – repitió el, acariciador, con la voz ronca de deseo.
- A…matar.- dijo ella, con dificultad.
- Pues… mátame.
Raimundo la besó devastador, alzándola en brazos mientras lo hacía. Francisca se aferró a él, luchando por devolverle el beso y no morir en el intento. Sin saber cómo, Raimundo entró en Casona y subió las escaleras llevándola en brazos sin dejar de atacar su boca. Francisca ni siquiera supo donde estaba. Le revolvía el cabello, acariciando su nuca mientras atrapaba su labio inferior. Después besó su mentón y dejó un rastro de besos por el cuello de él. Raimundo creyó enloquecer.
- Francisca…- jadeó.- Tampoco… es necesario que… me mates enseguida.
Ella se separó un instante y sonrió mientras le miraba. Él parecía no ser capaz de soportar mucho tiempo separado de ella. De nuevo atacó su boca. Llevó sus manos a su espalda y desabrochó el precioso vestido de novia. Francisca bajó un momento de sus brazos y el vestido cayó suavemente hasta los pies. Raimundo tragó saliva.
- Eres tan… hermosa.- dijo con esfuerzo.- Tan condenadamente orgullosa, terca y… hermosa.
Francisca sintió derretirse ante la mirada de él. La devoraba con sus ojos, desbordantes de pasión y amor. Se acercó a él y en un gesto sorprendentemente dulce, le acarició el rostro. Él tomó su mano y la besó. Después le robó de nuevo la respiración mientras ella intentaba desabotonar la camisa. Cuando lo hubo logrado se la quitó y la arrojó a las escaleras. Raimundo la levantó de nuevo en brazos y atravesó el corredor, entrando en la alcoba de Francisca. La depositó tierno en el lecho. Se amaron despacio, como si supiesen que ya nada podría separarles. Raimundo la acarició sembrando locura por toda su piel. Ella era incapaz de separarse de sus labios. Ninguno podía evitar que los jadeos y la pasión les consumiese. Raimundo la tomó, fundiéndose con ella. Francisca creyó morir de placer. Se abrazaron mientras la piel de uno quemaba la del otro y el amor les hizo alcanzar la plenitud, uniéndolos para toda la eternidad.
#496

08/08/2011 16:04
Jajajajaja Woooooowwww, esta pareja es un no parar, de discutir y de... jajajaja
#497

08/08/2011 16:20
ja ja castidad matrimonial dice el colega y estos no pueden estar ni 10 minutos separados, normal, es que en 30 años se almacenan muchas energías. No me extraña que Francisca esté celosa, yo con ese pedazo de hombre también lo estaría.
Sigue por fa, quiero mañana siguiente, a ver como se despiertan de la resaca, SIGUEEEEEEEEEE
Sigue por fa, quiero mañana siguiente, a ver como se despiertan de la resaca, SIGUEEEEEEEEEE
#498

08/08/2011 19:53
Francisca despertó a la mañana siguiente con la cabeza a punto de estallar y el cuerpo molido. El martilleo en sus sienes la estaba desquiciando. ¡Pero si apenas había bebido vino la noche anterior! Aunque… bueno, pensándolo bien hubo demasiados brindis y demasiados “¡Vivan los novios!”. Resopló. Si es que ya no estaban para aquellos trotes, aunque parecía que a Raimundo esa idea le traía al fresco. Parpadeó, inspirando profundamente. La vergüenza se le subió a la garganta al sentir agujetas en músculos que jamás pensó que existieran. Estaba claro que Raimundo y ella arderían en el infierno. Y estaba segura de que el infierno sería un lugar mucho menos cálido que sus encuentros. No acababa de entender cómo la pasión les dominaba sin remedio. Se suponía que esos impuros impulsos iban disminuyendo de intensidad con la edad. Pero estaba claro que ellos eran la excepción a la regla. Meneó la cabeza. Pondría la mano en el fuego porque ninguna de las parejas de jóvenes llegaban a ese punto. “-¡Pues menuda castidad matrimonial!”- pensó debatiéndose entre el remordimiento y el sarcasmo.
Todos sus dolores y cuitas se esfumaron cuando se irguió y contempló a su esposo. ¡Su esposo! Todavía no podía creerlo. Pero allí estaba, un tranquilo Raimundo Ulloa, durmiendo como un angelito, con la alianza reluciendo en su mano derecha. Francisca le contempló con tal cara de estupidez que si se hubiese visto en un espejo, se hubiera golpeado a sí misma. ¿Se podía una morir de felicidad? Porque en caso afirmativo, ella tenía los días contados.
Raimundo se agitó suavemente y empezó a abrir los ojos. Parpadeó hasta enfocar el rostro de Francisca, que le miraba sonriente. Él también sonrió.
- ¿Me he muerto y he bajado al infierno? Porque estoy viendo una diabla.- repuso burlón.
Francisca se rió y le golpeó divertida la cara con un almohadón. Sin embargo, el movimiento hizo que sus agujetas le recordasen que tenía el cuerpo un poquito castigado. Raimundo la miró, apartando la almohada.
- ¿Te ocurre algo, mi pequeña?
- Eh, no… nada.- dijo ella, sintiendo la vergüenza otra vez.- Estoy un poco… cansada.
- Como para no estarlo.- repuso él burlón, incorporándose hasta quedar sentado junto a ella y fingiendo cómicamente estar también derrengado.
Francisca reprimió la risa, meneando la cabeza. Él le sonrió y le tomó el mentón.
- Buenos días, amor.- susurró atrapando sus labios en un beso delicioso pero muy breve.
- Buenos días.- susurró ella, perdiéndose en sus ojos.
Francisca le atrajo y le besó apasionadamente. Raimundo sonrió en medio del beso, disfrutando de esa lengua viperina que le volvía loco. Finalmente se separaron.
- Oye, a mí me da que lo de la castidad en el matrimonio…- empezó él, meneando la cabeza.- … no se nos va a dar nada bien.
Francisca resopló.
- Demonio de Don Anselmo….- dijo ella por lo bajo.- ¿Por qué demonios tiene que meterse en algo… que no le concierne?
- Pues porque es un cura, Francisca.- dijo él risueño, como si fuese lo más obvio del mundo.
Ella meneó la cabeza, frustrada. Él sonrió.
- Vamos, mujer, que esto de mentar al cura después de nuestra noche de bodas…-meneó la cabeza.- Es demasiado pérfido hasta para ti.- terminó, riéndose.
Francisca no pudo evitar echarse a reír. Raimundo apartó las sábanas y se levantó. Ella le miró.
- ¿A dónde vas?
- No sé tú, pero yo, tengo hambre. Me das demasiado apetito, mi pequeña.- dijo travieso.
- Y… ¿pretendes preparar tú el desayuno?- ella le miró sorprendida.
Raimundo se puso los pantalones y le guiñó un ojo travieso.
- ¿Por qué no? Te recuerdo que acabas de casarte con el tabernero más respetable de Puente Viejo. Así que, mi distinguida dama, no se mueva de ahí, que le traeré el mejor desayuno que haya probado jamás. Y en bandeja de plata.
Francisca sonrió mientras él se dirigía a la puerta. Tomó el pomo.
- Raimundo.- le llamó.
Él se volvió y la miró. Francisca sintió que el corazón le temblaba.
- Te quiero.- dijo ella.
Raimundo sintió que algo estallaba en su alma.
- Y yo a ti, mi pequeña.
Todos sus dolores y cuitas se esfumaron cuando se irguió y contempló a su esposo. ¡Su esposo! Todavía no podía creerlo. Pero allí estaba, un tranquilo Raimundo Ulloa, durmiendo como un angelito, con la alianza reluciendo en su mano derecha. Francisca le contempló con tal cara de estupidez que si se hubiese visto en un espejo, se hubiera golpeado a sí misma. ¿Se podía una morir de felicidad? Porque en caso afirmativo, ella tenía los días contados.
Raimundo se agitó suavemente y empezó a abrir los ojos. Parpadeó hasta enfocar el rostro de Francisca, que le miraba sonriente. Él también sonrió.
- ¿Me he muerto y he bajado al infierno? Porque estoy viendo una diabla.- repuso burlón.
Francisca se rió y le golpeó divertida la cara con un almohadón. Sin embargo, el movimiento hizo que sus agujetas le recordasen que tenía el cuerpo un poquito castigado. Raimundo la miró, apartando la almohada.
- ¿Te ocurre algo, mi pequeña?
- Eh, no… nada.- dijo ella, sintiendo la vergüenza otra vez.- Estoy un poco… cansada.
- Como para no estarlo.- repuso él burlón, incorporándose hasta quedar sentado junto a ella y fingiendo cómicamente estar también derrengado.
Francisca reprimió la risa, meneando la cabeza. Él le sonrió y le tomó el mentón.
- Buenos días, amor.- susurró atrapando sus labios en un beso delicioso pero muy breve.
- Buenos días.- susurró ella, perdiéndose en sus ojos.
Francisca le atrajo y le besó apasionadamente. Raimundo sonrió en medio del beso, disfrutando de esa lengua viperina que le volvía loco. Finalmente se separaron.
- Oye, a mí me da que lo de la castidad en el matrimonio…- empezó él, meneando la cabeza.- … no se nos va a dar nada bien.
Francisca resopló.
- Demonio de Don Anselmo….- dijo ella por lo bajo.- ¿Por qué demonios tiene que meterse en algo… que no le concierne?
- Pues porque es un cura, Francisca.- dijo él risueño, como si fuese lo más obvio del mundo.
Ella meneó la cabeza, frustrada. Él sonrió.
- Vamos, mujer, que esto de mentar al cura después de nuestra noche de bodas…-meneó la cabeza.- Es demasiado pérfido hasta para ti.- terminó, riéndose.
Francisca no pudo evitar echarse a reír. Raimundo apartó las sábanas y se levantó. Ella le miró.
- ¿A dónde vas?
- No sé tú, pero yo, tengo hambre. Me das demasiado apetito, mi pequeña.- dijo travieso.
- Y… ¿pretendes preparar tú el desayuno?- ella le miró sorprendida.
Raimundo se puso los pantalones y le guiñó un ojo travieso.
- ¿Por qué no? Te recuerdo que acabas de casarte con el tabernero más respetable de Puente Viejo. Así que, mi distinguida dama, no se mueva de ahí, que le traeré el mejor desayuno que haya probado jamás. Y en bandeja de plata.
Francisca sonrió mientras él se dirigía a la puerta. Tomó el pomo.
- Raimundo.- le llamó.
Él se volvió y la miró. Francisca sintió que el corazón le temblaba.
- Te quiero.- dijo ella.
Raimundo sintió que algo estallaba en su alma.
- Y yo a ti, mi pequeña.
#499

08/08/2011 20:18
Pero qué tierno mi Ray!!! Tan dulce, tan gracioso y tan "chisposo" con su mujer, jejeje.
Sigue así, campeona!!
Sigue así, campeona!!
#500

08/08/2011 20:26
Me los comooooooooooooooooooooo, es que son tan tiernos, lo de las agujetas la comprendo, es que el amor duele...a veces, pero se pasa con la práctica así que ya sabes Francisca, a practicar.
Ahora sí que me tienes despistada por dónde va a ir la historia... así que espero con muchas ganas la continuación
Ahora sí que me tienes despistada por dónde va a ir la historia... así que espero con muchas ganas la continuación