El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon
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08/06/2011 23:44
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#441

04/08/2011 22:47
La Casona era un hervidero de gente y preparativos para el bautizo del pequeño. Don Anselmo ya estaba allí. Decidieron que qué mejor lugar para bautizarlo que el hermoso patio de la residencia Montenegro. El día lucía espléndido. Pepa terminó de ponerle al niño el traje de bautizo. Sonrió emocionada. Era el que había llevado Tristán. Parecía un verdadero querubín, con esos rizos oscuros adorables y dos hoyuelos en las mejillas. Francisca apareció tras ella, sin poder disimular que le caía la baba ante su nieto.
- Ya está todo listo, nuera. ¿Te falta mucho?- dijo, intentando ocultar sus sentimientos.
Pepa sonrió a su suegra.
- No, este angelito ya está listo. Voy a ver si Martín también lo está.- se acercó a Francisca, con el niño en brazos.- Téngalo un momento, que enseguida vuelvo.
Francisca cogió a su nieto en brazos mientras Pepa se marchaba presurosa. El pequeño se quedó mirándola y después curvó su boquita en una sonrisa irresistible. Francisca creyó morir de ternura. Las lágrimas se agolparon en sus ojos. Era idéntico a Tristán… cuando nació.
Tan embelesada estaba que no advirtió una presencia tras ella. Raimundo miraba con un nudo en la garganta cómo Francisca acunaba amorosa a su nieto. El pequeño reía feliz mientras ella le tarareaba una dulce canción. Sintió un salvaje dolor mezclado con arrepentimiento. ¿Por qué…? ¿Por qué no había sido ella la madre de sus hijos? Es cierto que tenían a Tristán y eso ya era motivo suficiente de alegría, pero le dolió en el alma que Sebastián y Emilia no fuesen también hijos suyos. De pronto, sintió un horrible remordimiento. –“Perdóname… Natalia”- pensó en lo más hondo de su alma. El dolor siguió torturándolo. Natalia, aquella bendita mujer que había sido su esposa, que le rescató del abismo, casándose con él y dándole dos hijos maravillosos. Aquella mujer que siempre supo que él no la amaba. La quería, cierto, pero no la amaba… por más que lo intentó. Y ella jamás le reprochó nada… como si en el fondo supiese que toda lucha que él sostuviera para lograr amarla fuese baldía.
Bajó la cabeza, abatido, pero algo en su corazón tembló, como si de repente, ella, su esposa, le hubiese dicho en su interior que todo estaba bien… que fuese feliz. Que dejara de torturarse por algo en lo que nadie tenía la culpa. Contempló de nuevo a Francisca, que sonreía y besaba a su nieto. La contempló… sin poder dejar de hacerlo. Ella se volvió, como si sintiese su mirada.
- ¿Desde cuándo estás ahí espiándome?- preguntó irónica, acercándose hacia él.
Raimundo no fue capaz de contestar. Siguió allí, inmóvil, simplemente mirándola con adoración. Francisca sintió un dolor repentino en su corazón al ver su rostro abatido.
- ¿Qué te ocurre, Raimundo?
Él tragó saliva. Meneó la cabeza, intentando restarle importancia a su pregunta. Su mirada se posó en su nieto, que dormía feliz en los brazos de Francisca.
- Es una preciosidad.- dijo, acariciando su diminuta nariz en un tierno gesto.
Francisca sonrió.
- Tristán era igual cuando nació.- dijo.
Nada más decirlo, sintió de nuevo un pinchazo en el corazón al recordar el nacimiento de Tristán. Los recuerdos eran tan vívidos... Su dolor, la indiferencia de Salvador Castro, que lo único que le interesó saber era si no había sido una niña. También recordó la ira de ese desgraciado cuando dijo que no parecía un Castro y el horrible temor que sintió. Raimundo la miró, leyendo en sus ojos su sufrimiento. No pudo soportarlo. Le levantó el mentón hasta que sus ojos se conectaron. Ella le miró sin comprender. Él la besó con toda su alma.
- ¿Qué demonios te ocurre, Raimundo?- preguntó ella, cuando fue capaz de volver a hablar.- ¿A qué ha venido eso?
- A que te amo.- dijo él.- Nunca dudes que… te amo.
Francisca tragó saliva, sintiendo una burbuja de felicidad explotar en su pecho. Se acercó para devolverle el beso.
- Lo sé.- dijo tras robarle el aliento.- Y ahora, será mejor que vayamos. Todos nos deben estar esperando.
Como si Emilia le hubiese leído el pensamiento, la radiante madrina apareció. Francisca le entregó al niño y se dirigieron hacia el patio.
- Yo te bautizo con el nombre de Alfonso Ulloa-Montenegro Balmes, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Pepa y Tristán sintieron una felicidad indescriptible mientras el pequeño lloraba con todas sus fuerzas al sentir el agua en su cabecita. Emilia sostenía a su ahijado mientras intercambiaba una sonrisa con su padre, el flamante padrino. Martín no se perdía detalle, pegado a la pierna de Raimundo. Los Castañeda al completo miraban emocionados. Soledad se acercó un momento a Tristán para abrazarle cariñosa. Y Francisca… creyó que nunca podría ser tan feliz como al ver bautizar a su segundo nieto.
- Ya está todo listo, nuera. ¿Te falta mucho?- dijo, intentando ocultar sus sentimientos.
Pepa sonrió a su suegra.
- No, este angelito ya está listo. Voy a ver si Martín también lo está.- se acercó a Francisca, con el niño en brazos.- Téngalo un momento, que enseguida vuelvo.
Francisca cogió a su nieto en brazos mientras Pepa se marchaba presurosa. El pequeño se quedó mirándola y después curvó su boquita en una sonrisa irresistible. Francisca creyó morir de ternura. Las lágrimas se agolparon en sus ojos. Era idéntico a Tristán… cuando nació.
Tan embelesada estaba que no advirtió una presencia tras ella. Raimundo miraba con un nudo en la garganta cómo Francisca acunaba amorosa a su nieto. El pequeño reía feliz mientras ella le tarareaba una dulce canción. Sintió un salvaje dolor mezclado con arrepentimiento. ¿Por qué…? ¿Por qué no había sido ella la madre de sus hijos? Es cierto que tenían a Tristán y eso ya era motivo suficiente de alegría, pero le dolió en el alma que Sebastián y Emilia no fuesen también hijos suyos. De pronto, sintió un horrible remordimiento. –“Perdóname… Natalia”- pensó en lo más hondo de su alma. El dolor siguió torturándolo. Natalia, aquella bendita mujer que había sido su esposa, que le rescató del abismo, casándose con él y dándole dos hijos maravillosos. Aquella mujer que siempre supo que él no la amaba. La quería, cierto, pero no la amaba… por más que lo intentó. Y ella jamás le reprochó nada… como si en el fondo supiese que toda lucha que él sostuviera para lograr amarla fuese baldía.
Bajó la cabeza, abatido, pero algo en su corazón tembló, como si de repente, ella, su esposa, le hubiese dicho en su interior que todo estaba bien… que fuese feliz. Que dejara de torturarse por algo en lo que nadie tenía la culpa. Contempló de nuevo a Francisca, que sonreía y besaba a su nieto. La contempló… sin poder dejar de hacerlo. Ella se volvió, como si sintiese su mirada.
- ¿Desde cuándo estás ahí espiándome?- preguntó irónica, acercándose hacia él.
Raimundo no fue capaz de contestar. Siguió allí, inmóvil, simplemente mirándola con adoración. Francisca sintió un dolor repentino en su corazón al ver su rostro abatido.
- ¿Qué te ocurre, Raimundo?
Él tragó saliva. Meneó la cabeza, intentando restarle importancia a su pregunta. Su mirada se posó en su nieto, que dormía feliz en los brazos de Francisca.
- Es una preciosidad.- dijo, acariciando su diminuta nariz en un tierno gesto.
Francisca sonrió.
- Tristán era igual cuando nació.- dijo.
Nada más decirlo, sintió de nuevo un pinchazo en el corazón al recordar el nacimiento de Tristán. Los recuerdos eran tan vívidos... Su dolor, la indiferencia de Salvador Castro, que lo único que le interesó saber era si no había sido una niña. También recordó la ira de ese desgraciado cuando dijo que no parecía un Castro y el horrible temor que sintió. Raimundo la miró, leyendo en sus ojos su sufrimiento. No pudo soportarlo. Le levantó el mentón hasta que sus ojos se conectaron. Ella le miró sin comprender. Él la besó con toda su alma.
- ¿Qué demonios te ocurre, Raimundo?- preguntó ella, cuando fue capaz de volver a hablar.- ¿A qué ha venido eso?
- A que te amo.- dijo él.- Nunca dudes que… te amo.
Francisca tragó saliva, sintiendo una burbuja de felicidad explotar en su pecho. Se acercó para devolverle el beso.
- Lo sé.- dijo tras robarle el aliento.- Y ahora, será mejor que vayamos. Todos nos deben estar esperando.
Como si Emilia le hubiese leído el pensamiento, la radiante madrina apareció. Francisca le entregó al niño y se dirigieron hacia el patio.
- Yo te bautizo con el nombre de Alfonso Ulloa-Montenegro Balmes, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Pepa y Tristán sintieron una felicidad indescriptible mientras el pequeño lloraba con todas sus fuerzas al sentir el agua en su cabecita. Emilia sostenía a su ahijado mientras intercambiaba una sonrisa con su padre, el flamante padrino. Martín no se perdía detalle, pegado a la pierna de Raimundo. Los Castañeda al completo miraban emocionados. Soledad se acercó un momento a Tristán para abrazarle cariñosa. Y Francisca… creyó que nunca podría ser tan feliz como al ver bautizar a su segundo nieto.
#442

04/08/2011 22:56
Me encanta esta pareja!! Y me encanta ver a esa Paca mostrando tanta ternura por su nieto Alfonso (gracias por tener en cuenta mi sugerencia)
Artistaza, tengo ganas de más!!!!!!
Artistaza, tengo ganas de más!!!!!!
#443

04/08/2011 23:10
lna.... sin palabras me dejas.
Gracias por ese derroche de inventiva que tienes.
Gracias por ese derroche de inventiva que tienes.
#444

04/08/2011 23:29
Ole mi Rai que me vale para un roto y para un descosido, quiero uno pero ya, es dulce, romántico, encantador, caballeroso, tiene caracter cuando hay que tenerlo, simplemente maravilloso.
Me ha dado mucha penica cuando se ha acordado de su mujer, y es que debe de ser super duro estar con alguien que te ama pero a la que tú no puedes querer y tener al amor de tu vida tan cerca sabiendo que te odia y que es muy infeliz...que tragedia
Ina sigue por fa, que tengo ganicas de que estos dos se decidan y den el paso para estar juntos
FRANCISCA SI RAI NO SE DECIDE PIDESELO TUUUUUUUUUUUUU
Me ha dado mucha penica cuando se ha acordado de su mujer, y es que debe de ser super duro estar con alguien que te ama pero a la que tú no puedes querer y tener al amor de tu vida tan cerca sabiendo que te odia y que es muy infeliz...que tragedia
Ina sigue por fa, que tengo ganicas de que estos dos se decidan y den el paso para estar juntos
FRANCISCA SI RAI NO SE DECIDE PIDESELO TUUUUUUUUUUUUU
#445

05/08/2011 12:12
Martín guerreaba feliz en una apacible tarde de primavera. Su prima, la pequeña Francisca, intentaba seguirle en sus correrías, pero sus piernas aún no estaban muy firmes. Hacía poco que había cumplido un año y estaba decidida a correr tras su primo mayor. Su abuela la miraba llena de orgullo mientras sonreía. La niña se puso en pie y echó a correr con todas sus fuerzas hacia Martín. Desde su sillita, el pequeño Alfonso parecía no perder detalle de los juegos y miraba a su hermano y su prima sin pestañear, con sus enormes ojos castaños.
- Esa criatura tiene más energía que una recua de mulas.- dijo Francisca, henchida de orgullo.
Al no recibir respuesta, volvió la cabeza. Raimundo estaba sentado junto a ella, pero no parecía estar allí. Sus ojos miraban al vacío. Francisca le observó, preocupada. Últimamente, Raimundo parecía estar demasiado serio. Como si algo le torturase día y noche, algo que no le dejaba en paz y rondaba sus pensamientos. La angustia se apoderó de repente de Francisca. Ni siquiera le tomaba el pelo con sus chanzas… y eso era motivo suficiente para preocuparse. Clavó sus ojos en él, mientras su mente maquinaba la forma de… provocarle, aunque sólo fuese para discutir. Sí, eso era. Necesitaba ver al Raimundo de siempre. Lo necesitaba desesperadamente.
- Se nota que por las venas de esa pequeña corre sangre Montenegro.- dijo.- Porque está visto que la sangre Ulloa… deja bastante que desear.
Raimundo pareció salir de su trance y la miró. Francisca empezó a sentirse aliviada, pero su alivio no duró mucho. Él no tenía en su cara esa expresión de orgullo herido mezclado con el brillo astuto que le producía el contraataque. La miraba fijamente, destilando amor por sus ojos, como si en lugar de haberle insultado, le hubiese echado un piropo. Se acercó a ella. Francisca le miraba, sin comprender, con el rostro preocupado. Él le sonrió con tristeza y la besó en la frente. “-¿Por qué en la frente?”- pensó Francisca con un temor anidando en su corazón.
De pronto, sintieron un pequeño estrépito seguido de un llanto desconsolado. Ambos alzaron la vista, preocupados. La pequeña Francisca había tropezado y se había desollado las rodillas. Martín a su lado, intentaba consolarla, pero la niña lloraba con una mezcla de dolor y rabia. Raimundo se levantó y la tomó en brazos. La pequeña posó sus bracitos alrededor del cuello de su abuelo, apretándose fuerte contra él mientras sollozaba. Él la calmó con un beso tierno, mientras le limpiaba la sangre de las rodillas. Francisca tragó saliva al ver la escena. Estaba claro que Raimundo tenía una mano milagrosa con los niños. La pequeña dejó de llorar y le dio un beso a su abuelo. Finalmente, se puso de pie y volvió a correr tras Martín, esta vez con un poco más de precaución.
Raimundo les siguió con la mirada un momento. Después se volvió. Francisca le miraba con una expresión de anhelo y preocupación.
- ¿Qué te ocurre, Raimundo?- preguntó sin poder callarse por más tiempo.- Y no me vengas con que no es nada. Te conozco demasiado bien. No sé qué te pasa, pero no pareces el Raimundo de siempre. Ni siquiera me sacas de quicio con tus necedades.- dijo.
Raimundo no pudo evitar sonreír.
- ¿Y eso es preocupante?- dijo él.
- Desde luego que lo es.- respondió ella.- Por favor, necesito saber qué te pasa.
Él la miró, perdiéndose en sus ojos, adorándola con los suyos.
- Hay algo que… deseo hacer con toda mi alma, pero por otro lado, mi conciencia no deja de torturarme.
- ¿Qué es?- preguntó ella, ansiosa.
Raimundo bajó la mirada.
- No puedo… decírtelo. No aún…
Francisca le miró angustiada. “-¿Que no podía decírselo? Dios mío”- pensó. Debía ser algo muy grave. ¿Desde cuándo Raimundo no podía decirle algo? Siempre se habían contado todo, incluso cuando eran enemigos no dejaron de hacerlo. Acaso… Francisca creyó morir. ¿Acaso…tenía algo que ver con…?
- Raimundo… tú…- no podía ni formular la pregunta.- ¿Estás…seguro de tus… sentimientos?
Él la miró como si se hubiese vuelto loca. Por otro lado, era comprensible que llegase a pensar aquello, tal y como se estaba comportando. Sintió un latigazo en su conciencia. Se acercó a ella, le levantó el mentón y la besó apasionadamente. Francisca creyó morir de felicidad al comprobar que nada había cambiado. Cuando se separaron, él apoyó su frente en la suya, respirando el aire que ella respiraba.
- ¿Cómo puedes preguntarme eso… mi pequeña?- susurró. La miró, devorándola con los ojos.- Moriría por ti.
Las lágrimas humedecieron los ojos de Francisca. Posó la palma de su mano en su mejilla. Él la tomó y la besó con toda su alma.
- Entonces… ¿qué ocurre?
- Algo que debo solucionar yo solo.- le respondió.- Y lo haré.
Raimundo la atrajo y la abrazó contra su pecho. Francisca todavía no estaba muy convencida. Estaba preocupada por él. Pero saber que la amaba… y que nunca dejaría de hacerlo la confortó sobremanera. Sólo de pensar que algún día él pudiera dejar de amarla… sería su muerte. Raimundo la apretó contra su corazón, como si le hubiese leído el pensamiento.
- Esa criatura tiene más energía que una recua de mulas.- dijo Francisca, henchida de orgullo.
Al no recibir respuesta, volvió la cabeza. Raimundo estaba sentado junto a ella, pero no parecía estar allí. Sus ojos miraban al vacío. Francisca le observó, preocupada. Últimamente, Raimundo parecía estar demasiado serio. Como si algo le torturase día y noche, algo que no le dejaba en paz y rondaba sus pensamientos. La angustia se apoderó de repente de Francisca. Ni siquiera le tomaba el pelo con sus chanzas… y eso era motivo suficiente para preocuparse. Clavó sus ojos en él, mientras su mente maquinaba la forma de… provocarle, aunque sólo fuese para discutir. Sí, eso era. Necesitaba ver al Raimundo de siempre. Lo necesitaba desesperadamente.
- Se nota que por las venas de esa pequeña corre sangre Montenegro.- dijo.- Porque está visto que la sangre Ulloa… deja bastante que desear.
Raimundo pareció salir de su trance y la miró. Francisca empezó a sentirse aliviada, pero su alivio no duró mucho. Él no tenía en su cara esa expresión de orgullo herido mezclado con el brillo astuto que le producía el contraataque. La miraba fijamente, destilando amor por sus ojos, como si en lugar de haberle insultado, le hubiese echado un piropo. Se acercó a ella. Francisca le miraba, sin comprender, con el rostro preocupado. Él le sonrió con tristeza y la besó en la frente. “-¿Por qué en la frente?”- pensó Francisca con un temor anidando en su corazón.
De pronto, sintieron un pequeño estrépito seguido de un llanto desconsolado. Ambos alzaron la vista, preocupados. La pequeña Francisca había tropezado y se había desollado las rodillas. Martín a su lado, intentaba consolarla, pero la niña lloraba con una mezcla de dolor y rabia. Raimundo se levantó y la tomó en brazos. La pequeña posó sus bracitos alrededor del cuello de su abuelo, apretándose fuerte contra él mientras sollozaba. Él la calmó con un beso tierno, mientras le limpiaba la sangre de las rodillas. Francisca tragó saliva al ver la escena. Estaba claro que Raimundo tenía una mano milagrosa con los niños. La pequeña dejó de llorar y le dio un beso a su abuelo. Finalmente, se puso de pie y volvió a correr tras Martín, esta vez con un poco más de precaución.
Raimundo les siguió con la mirada un momento. Después se volvió. Francisca le miraba con una expresión de anhelo y preocupación.
- ¿Qué te ocurre, Raimundo?- preguntó sin poder callarse por más tiempo.- Y no me vengas con que no es nada. Te conozco demasiado bien. No sé qué te pasa, pero no pareces el Raimundo de siempre. Ni siquiera me sacas de quicio con tus necedades.- dijo.
Raimundo no pudo evitar sonreír.
- ¿Y eso es preocupante?- dijo él.
- Desde luego que lo es.- respondió ella.- Por favor, necesito saber qué te pasa.
Él la miró, perdiéndose en sus ojos, adorándola con los suyos.
- Hay algo que… deseo hacer con toda mi alma, pero por otro lado, mi conciencia no deja de torturarme.
- ¿Qué es?- preguntó ella, ansiosa.
Raimundo bajó la mirada.
- No puedo… decírtelo. No aún…
Francisca le miró angustiada. “-¿Que no podía decírselo? Dios mío”- pensó. Debía ser algo muy grave. ¿Desde cuándo Raimundo no podía decirle algo? Siempre se habían contado todo, incluso cuando eran enemigos no dejaron de hacerlo. Acaso… Francisca creyó morir. ¿Acaso…tenía algo que ver con…?
- Raimundo… tú…- no podía ni formular la pregunta.- ¿Estás…seguro de tus… sentimientos?
Él la miró como si se hubiese vuelto loca. Por otro lado, era comprensible que llegase a pensar aquello, tal y como se estaba comportando. Sintió un latigazo en su conciencia. Se acercó a ella, le levantó el mentón y la besó apasionadamente. Francisca creyó morir de felicidad al comprobar que nada había cambiado. Cuando se separaron, él apoyó su frente en la suya, respirando el aire que ella respiraba.
- ¿Cómo puedes preguntarme eso… mi pequeña?- susurró. La miró, devorándola con los ojos.- Moriría por ti.
Las lágrimas humedecieron los ojos de Francisca. Posó la palma de su mano en su mejilla. Él la tomó y la besó con toda su alma.
- Entonces… ¿qué ocurre?
- Algo que debo solucionar yo solo.- le respondió.- Y lo haré.
Raimundo la atrajo y la abrazó contra su pecho. Francisca todavía no estaba muy convencida. Estaba preocupada por él. Pero saber que la amaba… y que nunca dejaría de hacerlo la confortó sobremanera. Sólo de pensar que algún día él pudiera dejar de amarla… sería su muerte. Raimundo la apretó contra su corazón, como si le hubiese leído el pensamiento.
#446

05/08/2011 12:27
Esto es un sinvivir, jo pobre Rai, sea lo que sea lo que le recome que lo solucione ya, aunque me imagino lo que es, y sí que ahí Francisca no le puede ayudar.
No nos dejes así por fis ¿qué tal un poquito más antes de comer?, así me voy contenta al tajo que sino hasta las 11 de la noche no te puedo leer y tengo mucho mono je je.
No nos dejes así por fis ¿qué tal un poquito más antes de comer?, así me voy contenta al tajo que sino hasta las 11 de la noche no te puedo leer y tengo mucho mono je je.
#447

05/08/2011 14:42
Al día siguiente, Raimundo salió temprano de la casa de comidas. Estaba amaneciendo. Abrió la puerta con muchísimo cuidado. La plaza estaba totalmente desierta, como cabía esperar a aquellas horas. Miró a todos lados y cerró tras él, convencido de que nadie le había visto. Se marchó sin sospechar que dos ojos sagaces le estaban observando desde la trastienda.
Cruzó rápidamente la plaza y pronto estuvo en el sendero. Los estorninos cantaban a pleno pulmón en su coro matutino. Era un amanecer realmente muy hermoso. Se quedó contemplándolo un momento y después echó a andar, decidido. Dobló un recodo poblado de malvas y lirios y se detuvo. Alargó la mano y tomó un hermoso narciso que asomaba entre la densa vegetación. Se irguió y continuó su camino. Finalmente, llegó. Alzó la mirada y contempló los cipreses que flanqueaban la entrada del cementerio. Cerró un momento los ojos con fuerza e inspiró profundamente. Después entró.
Su mirada recorría las tumbas mientras caminaba lentamente. No le gustaban nada los cementerios. Tal vez porque amaba la vida con todas sus fuerzas. Se detuvo un momento frente a la tumba de sus padres. Una oleada de recuerdos le sacudió. Posó su mano sobre la tumba de su madre. Una lágrima rebelde se derramó y cayó sobre la tierra. Después contempló la tumba vecina, la de su padre. Pese a que tenía muchos motivos para guardarle rencor, se dio cuenta sorprendido de que no sentía más que una pena insondable. Cierto era que solo él era culpable de su desgracia y de la de Francisca… pero sabía en el fondo de su alma que su padre sólo había hecho lo que le habían enseñado: conservar el renombre de los Ulloa sobre todas las cosas. En realidad, su padre sólo era una víctima de las circunstancias de su época. Él también se había casado sin estar enamorado de su madre… porque se suponía que era su obligación. Y su madre había ejercido el papel de abnegada esposa, como también se suponía que era su deber. Raimundo apretó el puño.-“ ¡Maldito deber!”
Cerró los ojos y se levantó. Siguió contemplando el sepulcro de su padre. Sintió remordimientos por haberle guardado ese rencor hasta el final. –“Perdóneme, padre”- susurró. Solo ahora parecía comprender. Solo ahora se sintió en paz con su progenitor.
Continuó su camino. Cerca de la tumba de los Ulloa, se encontraba la propiedad de los Montenegro. Qué curioso. La contempló un momento en silencio. Después sus ojos se desviaron a otra tumba cercana que rezaba “Salvador Castro”. Sintió que le llevaban todos los demonios. Don Anselmo lo excomulgaría definitivamente si supiese todo lo que estaba pasando por su cabeza. Apartó la mirada. Finalmente, a unos pocos metros de distancia, encontró la tumba por la que había decidido salir de su casa al amanecer. La tumba de su esposa. Tragó saliva y se arrodilló.
- Natalia…- susurró con esfuerzo. Eso le iba a costar demasiado. Pero apeló a la fortaleza de carácter de la que había hecho gala toda su vida.- … te preguntarás qué estoy haciendo aquí… a las seis de la mañana. O tal vez… no te lo preguntas porque en el fondo ya lo sabes.- contempló la cruz.- Siempre has sabido todo, pues contigo desahogué todas mis penas y tú me comprendiste sin una sola pregunta, sin un solo reproche. – acarició la tierra, dolido.- Dios sabe que… intenté hacerte la mujer más feliz de la tierra. Nadie podía merecerlo más. Pero…- se le ahogó la voz. Las lágrimas arrasaron sus ojos. Inclinó la cabeza, abatido.- … ojalá pudiese gobernar el corazón al igual que la mente. Ojalá hubiese podido hacerte feliz. Más de una vez me dijiste que lo eras. Pero ambos sabíamos que era una piadosa mentira de tu noble corazón.
Se quedó inmóvil, con los ojos cerrados, mientras procuraba controlar el temblor que le sacudía. Abrió de nuevo los ojos.
- Recuerdo cuando… estabas enferma. Me…dijiste que tenía que ser feliz.- nuevas lágrimas cayeron en la tierra.- Me hiciste jurar que Sebastián, Emilia y yo seríamos felices. Pasase lo que pasase y ocurriese lo que ocurriese. Dijiste que si cumplía esa promesa, tú serías feliz, allá donde estuvieras. No he luchado por otra cosa más que por cumplirla. Sebastián y Emilia son inmensamente dichosos.- sonrió triste. Se le apagó la voz. Tragó saliva.- Y yo…- reprimió un jadeo doloroso.- Sólo una cosa puede hacerme completamente feliz.
Su mano buscó en el bolsillo de la camisa. Tomó algo de él y lo apretó contra su corazón. Después abrió el puño. En la palma de su mano relucía un bellísimo anillo de oro blanco que sostenía un diamante en forma de corazón.
- Tú sabes qué es… de igual forma que lo sabes todo.- continuó, con la voz velada.- Sabes que… siempre he amado a… - cerró los ojos.- …Francisca. Pero… a pesar de todo, mi conciencia no deja de torturarme. Por eso he venido. Para decirte que… siempre serás la madre de mis hijos y como tal siempre ocuparás un lugar en mi corazón. Sé que… estés donde estés, tendrás la felicidad que mereces. Y yo pienso cumplir lo que te prometí. Te juro que seré feliz.
Depositó el narciso sobre la tumba. Después se levantó con facilidad, como si se hubiese quitado un enorme peso de encima. El Sol apareció en ese momento por el este, dándole de lleno en sus ojos. Raimundo se sintió reconfortado sin saber por qué. Miró una última vez el narciso y después se alejó.
Emilia salió de su escondite, tras un ciprés cercano. Se acercó a la tumba de su madre. Las lágrimas rodaron por sus ojos al ver el narciso y al recordar todas las palabras de su padre. Se volvió, viendo cómo se alejaba, y de pronto, como si fuese la primera vez que reparara en ello, sintió que le quería con todas sus fuerzas.
Cruzó rápidamente la plaza y pronto estuvo en el sendero. Los estorninos cantaban a pleno pulmón en su coro matutino. Era un amanecer realmente muy hermoso. Se quedó contemplándolo un momento y después echó a andar, decidido. Dobló un recodo poblado de malvas y lirios y se detuvo. Alargó la mano y tomó un hermoso narciso que asomaba entre la densa vegetación. Se irguió y continuó su camino. Finalmente, llegó. Alzó la mirada y contempló los cipreses que flanqueaban la entrada del cementerio. Cerró un momento los ojos con fuerza e inspiró profundamente. Después entró.
Su mirada recorría las tumbas mientras caminaba lentamente. No le gustaban nada los cementerios. Tal vez porque amaba la vida con todas sus fuerzas. Se detuvo un momento frente a la tumba de sus padres. Una oleada de recuerdos le sacudió. Posó su mano sobre la tumba de su madre. Una lágrima rebelde se derramó y cayó sobre la tierra. Después contempló la tumba vecina, la de su padre. Pese a que tenía muchos motivos para guardarle rencor, se dio cuenta sorprendido de que no sentía más que una pena insondable. Cierto era que solo él era culpable de su desgracia y de la de Francisca… pero sabía en el fondo de su alma que su padre sólo había hecho lo que le habían enseñado: conservar el renombre de los Ulloa sobre todas las cosas. En realidad, su padre sólo era una víctima de las circunstancias de su época. Él también se había casado sin estar enamorado de su madre… porque se suponía que era su obligación. Y su madre había ejercido el papel de abnegada esposa, como también se suponía que era su deber. Raimundo apretó el puño.-“ ¡Maldito deber!”
Cerró los ojos y se levantó. Siguió contemplando el sepulcro de su padre. Sintió remordimientos por haberle guardado ese rencor hasta el final. –“Perdóneme, padre”- susurró. Solo ahora parecía comprender. Solo ahora se sintió en paz con su progenitor.
Continuó su camino. Cerca de la tumba de los Ulloa, se encontraba la propiedad de los Montenegro. Qué curioso. La contempló un momento en silencio. Después sus ojos se desviaron a otra tumba cercana que rezaba “Salvador Castro”. Sintió que le llevaban todos los demonios. Don Anselmo lo excomulgaría definitivamente si supiese todo lo que estaba pasando por su cabeza. Apartó la mirada. Finalmente, a unos pocos metros de distancia, encontró la tumba por la que había decidido salir de su casa al amanecer. La tumba de su esposa. Tragó saliva y se arrodilló.
- Natalia…- susurró con esfuerzo. Eso le iba a costar demasiado. Pero apeló a la fortaleza de carácter de la que había hecho gala toda su vida.- … te preguntarás qué estoy haciendo aquí… a las seis de la mañana. O tal vez… no te lo preguntas porque en el fondo ya lo sabes.- contempló la cruz.- Siempre has sabido todo, pues contigo desahogué todas mis penas y tú me comprendiste sin una sola pregunta, sin un solo reproche. – acarició la tierra, dolido.- Dios sabe que… intenté hacerte la mujer más feliz de la tierra. Nadie podía merecerlo más. Pero…- se le ahogó la voz. Las lágrimas arrasaron sus ojos. Inclinó la cabeza, abatido.- … ojalá pudiese gobernar el corazón al igual que la mente. Ojalá hubiese podido hacerte feliz. Más de una vez me dijiste que lo eras. Pero ambos sabíamos que era una piadosa mentira de tu noble corazón.
Se quedó inmóvil, con los ojos cerrados, mientras procuraba controlar el temblor que le sacudía. Abrió de nuevo los ojos.
- Recuerdo cuando… estabas enferma. Me…dijiste que tenía que ser feliz.- nuevas lágrimas cayeron en la tierra.- Me hiciste jurar que Sebastián, Emilia y yo seríamos felices. Pasase lo que pasase y ocurriese lo que ocurriese. Dijiste que si cumplía esa promesa, tú serías feliz, allá donde estuvieras. No he luchado por otra cosa más que por cumplirla. Sebastián y Emilia son inmensamente dichosos.- sonrió triste. Se le apagó la voz. Tragó saliva.- Y yo…- reprimió un jadeo doloroso.- Sólo una cosa puede hacerme completamente feliz.
Su mano buscó en el bolsillo de la camisa. Tomó algo de él y lo apretó contra su corazón. Después abrió el puño. En la palma de su mano relucía un bellísimo anillo de oro blanco que sostenía un diamante en forma de corazón.
- Tú sabes qué es… de igual forma que lo sabes todo.- continuó, con la voz velada.- Sabes que… siempre he amado a… - cerró los ojos.- …Francisca. Pero… a pesar de todo, mi conciencia no deja de torturarme. Por eso he venido. Para decirte que… siempre serás la madre de mis hijos y como tal siempre ocuparás un lugar en mi corazón. Sé que… estés donde estés, tendrás la felicidad que mereces. Y yo pienso cumplir lo que te prometí. Te juro que seré feliz.
Depositó el narciso sobre la tumba. Después se levantó con facilidad, como si se hubiese quitado un enorme peso de encima. El Sol apareció en ese momento por el este, dándole de lleno en sus ojos. Raimundo se sintió reconfortado sin saber por qué. Miró una última vez el narciso y después se alejó.
Emilia salió de su escondite, tras un ciprés cercano. Se acercó a la tumba de su madre. Las lágrimas rodaron por sus ojos al ver el narciso y al recordar todas las palabras de su padre. Se volvió, viendo cómo se alejaba, y de pronto, como si fuese la primera vez que reparara en ello, sintió que le quería con todas sus fuerzas.
#448

05/08/2011 15:13
lna, has hecho que me emocione cuando leia las palabras que raimundo decia a la tumba de su mujer, muy bonito de verdad :) continua cuando puedas! hoy tendremos boda? di que siii!!!!!!!!
Por cierto, igual me estoy equivocando porque son cosas mias pero segun he leído en algún avance, tristan va a contarle a raimundo, a emilia y a sebas lo que planea o lo que ha hecho su madre (me imagino que lo de la demanda del robo o algo asi), y todo esto me ha llevado a la conclusión de que la próxima semana o la siguiente tendremos algun encuentrillo jejeje, vosotras que creeis?
Por cierto, igual me estoy equivocando porque son cosas mias pero segun he leído en algún avance, tristan va a contarle a raimundo, a emilia y a sebas lo que planea o lo que ha hecho su madre (me imagino que lo de la demanda del robo o algo asi), y todo esto me ha llevado a la conclusión de que la próxima semana o la siguiente tendremos algun encuentrillo jejeje, vosotras que creeis?
#449

05/08/2011 15:22
Anmtes de ponerme al día con la historia os invito a pasraos por el hilo de craeciones para que os recreéis con un maravilloso vidoe de Rao y Paca que nos ha regalado Bagxih
#450

05/08/2011 15:23
Pienso que tienes razón, Neca. Yo no lo he leído, pero está claro que el esperadísimo encuentro Rai-Paca es inevitable, está cerca... y nos va a hacer saltar del sofá. ;-)
En breve, más de la historia...
Y graciaas, thirdwatch, voy a verlo ahora mismitooo, X-D
En breve, más de la historia...
Y graciaas, thirdwatch, voy a verlo ahora mismitooo, X-D
#451

05/08/2011 15:33
Hola chic@s les dejo mi vídeo sobre la Paca y el Rai espero os guste. Besitos (gracias third
)

#452

05/08/2011 15:39
Bagxih lo he visto ya 3 o 4 veces y no pararía de verlo. Una autentica preciosidad y hermosura, la canción es perfecta para ellos. Muchísimas gracias por traerlo por este rinconcito
#453

05/08/2011 16:02
El video es preciosooo felicidades!! no me canso de él, lo he visto lo menos 4 veces.
una cosa cual es el capitulo en el que francisca quema las cartas de raimundo? esque me gustaria volver a verlo
una cosa cual es el capitulo en el que francisca quema las cartas de raimundo? esque me gustaria volver a verlo

#454

05/08/2011 16:12
Gracias. Cuando Francisca quema las cartas es en el capítulo 77 (penúltima escena para ser más exactos) Que lo drisfrutes

#455

05/08/2011 16:28
Bagxih te felicito por el video es precioso, los pelos de punta tengo.
#456

05/08/2011 16:45
Ina, sigue por favor no lo dejes, preciosa tu historia.
#457

05/08/2011 17:15
Dios de mi vida... si es que se me han saltado las lágrimas viendo esa preciosidad de vídeo. Me he quedado sin palabras... Y me ha servido de inspiración...
Chicas, esta noche, preparaos, jejeje.

#458

05/08/2011 17:48
Precioso, Ina, en serio, ojalá los guionistas nos regalaran escenas tan preciosas como estas. Sigue escribiendo, porfi!!
#459

05/08/2011 19:50
Hoy le ha recriminado Tristan a su madre, que no entiendo porque él ama a Pepa, porque nunca ha conocido el amor, cuando se entere quien es su verdadero amor, sera un momentazo
#460

05/08/2011 20:06
Bagxih, PRECIOSO el video, la verdad es que gustan mucho los que de tí he visto.
lna... qué decir para no repetirme, la escena del cementerio.... preciosa y conmovedora. Yo creo que ahora a Raimundo no se le pondrá nada por delante. GRACIAS, una vez más.
lna... qué decir para no repetirme, la escena del cementerio.... preciosa y conmovedora. Yo creo que ahora a Raimundo no se le pondrá nada por delante. GRACIAS, una vez más.