El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon
#0

08/06/2011 23:44
Vídeos FormulaTV
#421

03/08/2011 23:31
Sí, neca... en breve, el bodorrio, jejejejje. Ya falta poquito ;-)
#422

04/08/2011 00:03
Llegó por fin el esperado día. Mariana y Emilia, ayudadas por Soledad y Pepa, se convirtieron en dos bellísimas novias. Pepa, cruzándose de brazos satisfecha, evaluó el resultado.
- Estáis preciosas.- dijo, con una sonrisa. Meneó la cabeza, mirando a Emilia.- Ese vestido es una preciosidad, Emilia. Y te queda como un guante. Menudo detalle tuvo mi suegra… Me pregunto si no se golpearía la cabeza…con algo.
Emilia rió.
- No seas mala, Pepa. Doña Francisca… no es tan mala.
Mariana, Pepa y Soledad se miraron entre ellas y se echaron a reír.
- Hay que ver… la Doña ha conseguido conquistar a todos los Ulloa.- rió Pepa.
En ese momento, aparecieron por la puerta Raimundo y José Castañeda, los flamantes padrinos. José besó a su hija. Raimundo sonrió al ver a Emilia. Su sonrisa se apagó velada por la emoción al ver su vestido. Emilia le miró.
- Padre… ¿Está bien?
Raimundo miró a su niña con adoración.
- Sí, hija…Mejor que nunca.- le acarició tierno la mejilla.- Mi niña… mi Emilia. Estás… tan preciosa.
Emilia no soportó la emoción y se abrazó a su padre con todas sus fuerzas. Raimundo besó su frente con ternura y luego la separó, limpiando con infinita suavidad las lágrimas que surcaban las mejillas de la joven. Después se irguió, orgulloso y le ofreció su brazo.
En la iglesia, dos nerviosos novios esperaban junto a sus madrinas. Francisca sonrió. Estaba claro que Sebastián y Tristán eran hermanos. Actuaban igual cuando estaban nerviosos. Finalmente, la espera tuvo su recompensa. Alfonso creyó morir de emoción al ver a una Emilia vestida como una princesa, avanzando hacia él del brazo de Raimundo. Sebastián sonrió a su hermana y a su padre y después, se volvió hacia la comitiva que caminaba a su lado. Tragó saliva al ver a Mariana, iluminando su corazón con aquella bellísima sonrisa y caminando del brazo de José. Tras ellos avanzaban Martín, Tristán y Pepa y, cerrando el grupo Soledad y Juan.
Llegaron todos al altar. Había demasiadas emociones juntas. Los novios recibieron a las novias con un emotivo beso en la mejilla. Los padrinos se quedaron a ambos lados. Casualmente, Francisca, situada a la derecha de Sebastián, quedó al lado de Raimundo, que se encontraba junto a Emilia. Se miraron, tragando saliva. Estaban justo en el centro del altar. Francisca intentó que su corazón dejase de martillear en el pecho. Raimundo intentó con todas sus fuerzas no tomar esa mano que se encontraba a muy poca distancia. Los pensamientos de ambos parecieron navegar muy lejos… hacia el pasado y hacia otra boda que… no pudo ser. El dolor se instaló en sus almas. Francisca sintió que se le desgarraba el corazón al recordar. Raimundo vio su gesto. Le importó un comino las miradas indiscretas del público. Alargó la mano y tomó la de Francisca. Ella sintió que el dolor desaparecía al instante y le miró… perdiéndose en sus ojos. Raimundo le sonrió tierno.
Don Anselmo comenzó la ceremonia. Fue tan sencilla como bella. Alfonso no podía dejar de mirar con adoración a Emilia, que le sonreía. Sebastián y Mariana se miraban mientras ella intentaba controlar las lágrimas. Él le sonrió y, en cierto momento, alzó la mano y le enjugó amoroso la mejilla. Llegaron los momentos del intercambio de votos y anillos. Emilia tragó saliva, emocionada al contestar “-Sí, quiero” y apenas pudo evitar sollozar de alegría cuando Alfonso le colocó el anillo en el dedo. Sebastián, nervioso, hizo rodar el anillo por el suelo al ir a colocárselo a Mariana. Pero Martín, orgulloso de su papel de portador de anillos, enseguida saltó y corrió para atraparlo, causando las risas de los presentes.
Finalmente, Don Anselmo pronunció las esperadas palabras, convirtiendo a ambas parejas en marido y mujer. Alfonso no pudo esperar al permiso de Don Anselmo y, en cuanto oyó la proclamación, tomó a Emilia y la besó apasionado y amoroso. El honrado párroco no pudo evitar la sonrisa y miró a Sebastián.
- Venga, hijo, que aquí el que no corre, vuela.
Sebastián casi se rió. Se volvió a Mariana y la acercó con infinita delicadeza. Le levantó el mentón y la besó como si fuese lo más sagrado.
La emoción contenida se rompió en aplausos. Tristán y Pepa se miraron felices para después intercambiar otro beso. José y Rosario se abrazaron llenos de dicha. Francisca y Raimundo permanecieron en pie, uno al lado del otro mientras todas las parejas se besaban y abrazaban celebrando el hermoso momento. Ellos ardían en deseos de hacer lo mismo, pero sabían que si cedían a ese impulso, nada podría detenerlos. Y no era una idea muy buena… dadas las circunstancias. Ya era bastante embarazoso de por sí confesar a Don Anselmo haber pecado contra el sexto mandamiento, pensó Francisca, como para que les excomulgase por un espectáculo apasionado en plena iglesia.
La comitiva de recién casados abandonó finalmente la iglesia y todos se abrazaron entre gritos de alegría y emoción. Raimundo besó emocionado a su hija y abrazó a su nuevo yerno con enorme cariño. Después se volvió y miró a Sebastián, que en ese momento recibía el abrazo de Tristán, Pepa y Soledad. Sebastián se volvió hacia su padre. Sin poder pronunciar palabra, el joven se abrazó a él. Raimundo le apretó contra su corazón. Después, intentando controlar las emociones, se volvió a todos.
- Bueno, y ahora viene lo mejor. El banquete que han preparado las mejores cocineras de Puente Viejo. Mi hija y mi querida consuegra.- dijo sonriendo hacia Emilia y Rosario.
Se oyeron vítores por parte de los Castañeda. Todos se encaminaron a la casa de comidas.
- Estáis preciosas.- dijo, con una sonrisa. Meneó la cabeza, mirando a Emilia.- Ese vestido es una preciosidad, Emilia. Y te queda como un guante. Menudo detalle tuvo mi suegra… Me pregunto si no se golpearía la cabeza…con algo.
Emilia rió.
- No seas mala, Pepa. Doña Francisca… no es tan mala.
Mariana, Pepa y Soledad se miraron entre ellas y se echaron a reír.
- Hay que ver… la Doña ha conseguido conquistar a todos los Ulloa.- rió Pepa.
En ese momento, aparecieron por la puerta Raimundo y José Castañeda, los flamantes padrinos. José besó a su hija. Raimundo sonrió al ver a Emilia. Su sonrisa se apagó velada por la emoción al ver su vestido. Emilia le miró.
- Padre… ¿Está bien?
Raimundo miró a su niña con adoración.
- Sí, hija…Mejor que nunca.- le acarició tierno la mejilla.- Mi niña… mi Emilia. Estás… tan preciosa.
Emilia no soportó la emoción y se abrazó a su padre con todas sus fuerzas. Raimundo besó su frente con ternura y luego la separó, limpiando con infinita suavidad las lágrimas que surcaban las mejillas de la joven. Después se irguió, orgulloso y le ofreció su brazo.
En la iglesia, dos nerviosos novios esperaban junto a sus madrinas. Francisca sonrió. Estaba claro que Sebastián y Tristán eran hermanos. Actuaban igual cuando estaban nerviosos. Finalmente, la espera tuvo su recompensa. Alfonso creyó morir de emoción al ver a una Emilia vestida como una princesa, avanzando hacia él del brazo de Raimundo. Sebastián sonrió a su hermana y a su padre y después, se volvió hacia la comitiva que caminaba a su lado. Tragó saliva al ver a Mariana, iluminando su corazón con aquella bellísima sonrisa y caminando del brazo de José. Tras ellos avanzaban Martín, Tristán y Pepa y, cerrando el grupo Soledad y Juan.
Llegaron todos al altar. Había demasiadas emociones juntas. Los novios recibieron a las novias con un emotivo beso en la mejilla. Los padrinos se quedaron a ambos lados. Casualmente, Francisca, situada a la derecha de Sebastián, quedó al lado de Raimundo, que se encontraba junto a Emilia. Se miraron, tragando saliva. Estaban justo en el centro del altar. Francisca intentó que su corazón dejase de martillear en el pecho. Raimundo intentó con todas sus fuerzas no tomar esa mano que se encontraba a muy poca distancia. Los pensamientos de ambos parecieron navegar muy lejos… hacia el pasado y hacia otra boda que… no pudo ser. El dolor se instaló en sus almas. Francisca sintió que se le desgarraba el corazón al recordar. Raimundo vio su gesto. Le importó un comino las miradas indiscretas del público. Alargó la mano y tomó la de Francisca. Ella sintió que el dolor desaparecía al instante y le miró… perdiéndose en sus ojos. Raimundo le sonrió tierno.
Don Anselmo comenzó la ceremonia. Fue tan sencilla como bella. Alfonso no podía dejar de mirar con adoración a Emilia, que le sonreía. Sebastián y Mariana se miraban mientras ella intentaba controlar las lágrimas. Él le sonrió y, en cierto momento, alzó la mano y le enjugó amoroso la mejilla. Llegaron los momentos del intercambio de votos y anillos. Emilia tragó saliva, emocionada al contestar “-Sí, quiero” y apenas pudo evitar sollozar de alegría cuando Alfonso le colocó el anillo en el dedo. Sebastián, nervioso, hizo rodar el anillo por el suelo al ir a colocárselo a Mariana. Pero Martín, orgulloso de su papel de portador de anillos, enseguida saltó y corrió para atraparlo, causando las risas de los presentes.
Finalmente, Don Anselmo pronunció las esperadas palabras, convirtiendo a ambas parejas en marido y mujer. Alfonso no pudo esperar al permiso de Don Anselmo y, en cuanto oyó la proclamación, tomó a Emilia y la besó apasionado y amoroso. El honrado párroco no pudo evitar la sonrisa y miró a Sebastián.
- Venga, hijo, que aquí el que no corre, vuela.
Sebastián casi se rió. Se volvió a Mariana y la acercó con infinita delicadeza. Le levantó el mentón y la besó como si fuese lo más sagrado.
La emoción contenida se rompió en aplausos. Tristán y Pepa se miraron felices para después intercambiar otro beso. José y Rosario se abrazaron llenos de dicha. Francisca y Raimundo permanecieron en pie, uno al lado del otro mientras todas las parejas se besaban y abrazaban celebrando el hermoso momento. Ellos ardían en deseos de hacer lo mismo, pero sabían que si cedían a ese impulso, nada podría detenerlos. Y no era una idea muy buena… dadas las circunstancias. Ya era bastante embarazoso de por sí confesar a Don Anselmo haber pecado contra el sexto mandamiento, pensó Francisca, como para que les excomulgase por un espectáculo apasionado en plena iglesia.
La comitiva de recién casados abandonó finalmente la iglesia y todos se abrazaron entre gritos de alegría y emoción. Raimundo besó emocionado a su hija y abrazó a su nuevo yerno con enorme cariño. Después se volvió y miró a Sebastián, que en ese momento recibía el abrazo de Tristán, Pepa y Soledad. Sebastián se volvió hacia su padre. Sin poder pronunciar palabra, el joven se abrazó a él. Raimundo le apretó contra su corazón. Después, intentando controlar las emociones, se volvió a todos.
- Bueno, y ahora viene lo mejor. El banquete que han preparado las mejores cocineras de Puente Viejo. Mi hija y mi querida consuegra.- dijo sonriendo hacia Emilia y Rosario.
Se oyeron vítores por parte de los Castañeda. Todos se encaminaron a la casa de comidas.
#423

04/08/2011 00:08
QUE VIVAN LOS NOVIOS, precioso el momento recuerdo, y ellos dos con las manos unidas, ains es super romántico
#424

04/08/2011 00:19
queremos ver a francisca bailando la conga!! conga me gusta la milonga, una mano en la cabeza una mano en la cintura, moviendo la colita y una vueltecita!!! jajajajaja
#425

04/08/2011 00:34
Neca es que me parto, me imagino a la Paca con el cubata en la mano y bailando el paquito el chocolatero y me meooooooooooo ja ja que buenoooooooooooo
#426

04/08/2011 00:56
Jjajaajajajjajajajajajajjajajajajajjajajajajaajja, me partooo, que leyendo vuestros comentarios me ha venido a la cabeza el vídeo de la Paca dance, jajajaajajajajajajajjajajaa.
En unos minutejos, el fiestorro puentevejero. ;-)
En unos minutejos, el fiestorro puentevejero. ;-)
#427

04/08/2011 01:43
El banquete estaba resultando ser un verdadero festín. Todos comían los deliciosos platos preparados con tanto esmero para la ocasión, mientras charlaban y reían. Se oyeron un montón de -¡”Vivan los novios!” y con tanto brindis y tanto vino, la alegría parecía multiplicarse a cada momento. Terminado el postre, Hipólito reclamó la atención de los presentes, golpeando una copa con la cucharilla del postre.
- Señoras y señores convecinos, después de semejante y exquisita delicia para el paladar, sería un auténtico honor para todos que los novios abran el baile.
Empezó a sonar un hermoso pasodoble en el viejo gramófono. Alfonso y Emilia sonrieron y enseguida ocuparon el centro de la plaza del pueblo para bailar. Sebastián tomó a Mariana e hicieron lo mismo. Todos aplaudieron sonrientes.
- Y ahora, que se unan también los padrinos.- dijo Hipólito feliz en su papel de moderador del evento.
Raimundo reprimió una risa traviesa ante la idea del joven Mirañar. Aquello sería muy divertido. Sin más, se acercó a Rosario, inclinándose caballeroso. La buena mujer le miró un tanto azorada.
- Pero Raimundo…
- Vamos, mujer, que no se diga que los padrinos no sabemos bailar tan bien como los novios.
Rosario tomó su mano sin estar del todo convencida. Empezaron a bailar. Rosario miró extrañada a Raimundo. Él estaba mirando ligeramente de reojo hacia atrás, sin disimular una sonrisa irónica. Rosario siguió su mirada y casi se quedó sin habla. Su pobre José estaba tremendamente azorado al verse obligado a invitar a bailar a nada menos que a Francisca Montenegro y ella le miraba echando chispas por los ojos.
- ¡Raimundo!, eres peor que mi Ramiro cuando era un mocoso.- dijo Rosario, medio enfadada, medio divertida.
Raimundo no pudo evitar echarse a reír. Francisca le oyó y tuvo que apelar a toda su voluntad para no ir hacia él y matarlo delante de todo el pueblo. Rosario consideró que la chanza ya estaba cumplida y Raimundo finalmente, capituló. Le estaba dando muchísima pena el bueno de José. Rosario le dedicó a Raimundo una sonrisa un tanto regañona y lo dejó, llegándose a su marido para rescatarlo. Francisca se quedó sola.
- ¿Me concede este baile, hermosa dama?- Raimundo se había acercado y se inclinó caballerosamente frente a ella, extendiendo su mano.
Francisca le fulminó con la mirada. Sin embargo, advirtió que todo Puente Viejo les estaba observando sin disimular. Se irguió muy digna. No le iba a dar el gusto de explotar frente a todos. Alargó su mano derecha. Raimundo la tomó y la acercó hasta posar su otra mano en su cintura. Ella apoyó su otra mano sobre el hombro de él. Raimundo la acercó más. Francisca se perdió en sus ojos. Sonó una hermosa melodía y empezaron a bailar. Todos les miraban, sorprendidos.
- Realmente… hacen una magnífica pareja.- dijo Tristán, como si fuese la primera vez que reparaba en ello.
Raimundo y Francisca parecían estar en su mundo. Cada vez que daban un paso y se acercaban, parecían saltar chispas. Cada vez que él deslizaba la mano en su cintura, millones de escalofríos la recorrían. Francisca quería mostrarse aún furiosa por su última “broma”, pero como siempre, le estaba costando muchísimo.
- No tuerzas esa boca de enfado, mi pequeña. Sólo ha sido una broma.- dijo él divertido y tierno.
Ella bufó por toda respuesta. Él sonrió y la atrajo más hacia él, haciendo que la expresión de ella cambiase en un instante al sentirlo tan cerca. De nuevo se perdió en sus ojos. La música terminó y ellos continuaron agarrados, hasta que advirtieron las miraditas divertidas que les estaban echando Tristán y Sebastián. Francisca se separó.
La fiesta y el baile continuaron hasta bien entrada la noche. El jolgorio general iba en aumento y al final, todos acabaron bailando con todos. Incluso don Anselmo se atrevió a arrancarse un pasodoble con Emilia. Raimundo rió de buena gana al verlo. Después miró a su alrededor. Era una noche memorable. Rió entre dientes al ver a Tristán y Pepa muy acaramelados e intentando esconderse para que no los vieran.
Se volvió para ver cómo bailaban el alcalde y la alcaldesa consorte y, al hacerlo, vio a Francisca, charlando distendida con Sebastián y Mariana. Se quedó contemplándola sin remedio. Deseaba… secuestrarla, llevársela de allí. Tragó saliva. Deseaba… La deseaba a ella.
Miró a su alrededor. Todos bailaban y festejaban. Se levantó y empezó a caminar disimuladamente hacia donde se encontraba ella. Se ocultó en las sombras tras una de las columnas. Sebastián ahora estaba charlando animadamente con Alfonso. Francisca se había quedado sola y parecía estar buscando a alguien con la mirada. Ella retrocedió unos pasos. De pronto, se sobresaltó al sentir una mano en su hombro.
- ¡Raimundo, por Dios!- dijo con el corazón en la garganta. - ¿A santo de qué andas como los ladrones?
- Será porque… he venido a robar.- dijo él, suavemente.
- ¿El qué?- preguntó ella, sin comprender.
- A ti.
No pudo ni replicar. Raimundo la atrapó, ocultándola tras la columna, y la besó ardientemente. Francisca gimió ante el ataque de él. En medio segundo perdieron completamente el control. Él llevó las manos a su espalda, buscando el cierre del vestido.
- Raimundo…- jadeó.- Estamos… en mitad… de la plaza… Nos… pueden ver.
Él se detuvo un instante. Miró derecha e izquierda desde su escondrijo. Después, tomándola de la mano, empezaron a caminar sigilosos bordeando la plaza. Ella miró a todas partes, dejándose arrastrar. Finalmente, llegaron a la puerta de la posada. Raimundo la abrió con cuidado y entraron. Cerraron la puerta. Francisca miró preocupada a través del cristal. Raimundo se apoyó a su lado y la miró.
- ¿Por.. dónde íbamos?
Francisca sintió que las rodillas le temblaban al ver la mirada de deseo que le estaba dedicando él.
- Ya recuerdo…- dijo burlón.
Le levantó el mentón y la besó sin tregua. Ella le devolvió el beso, mientras trataba de quitarle la chaqueta y el chaleco. Sin embargo, él también estaba intentando desabrochar el maldito vestido, con lo que se estaban haciendo un verdadero lío de brazos y manos. Raimundo, desesperado ya, acabó por romper el cierre del traje de Francisca.
- Oye… que este traje es mi favorito.- se quejó ella.
- Pues estas mejor sin él.- replicó él.
Raimundo la besó presa de la pasión, sin poder soportarlo. Francisca acarició su pecho mientras la besaba. De nuevo la camisa de él acabó en el suelo. Él la acarició adorándola, sembrando amor por toda su piel. Los jadeos empezaron a subir de intensidad. Mientras se besaban sin tregua, Raimundo fue conduciéndola a oscuras por la posada hasta que llegaron a su habitación.
Tropezaron y cayeron sobre la cama mientras continuaban amándose sin control. Sus cuerpos se necesitaban. Una vez más, el amor les venció, haciéndolos más fuertes y uniéndolos. La felicidad y el placer les hicieron temblar. Su culminación les hizo sentir plenos, dichosos y libres. Raimundo la besó y ella apoyó la cabeza sobre su corazón, rindiéndose en sus brazos.
- Señoras y señores convecinos, después de semejante y exquisita delicia para el paladar, sería un auténtico honor para todos que los novios abran el baile.
Empezó a sonar un hermoso pasodoble en el viejo gramófono. Alfonso y Emilia sonrieron y enseguida ocuparon el centro de la plaza del pueblo para bailar. Sebastián tomó a Mariana e hicieron lo mismo. Todos aplaudieron sonrientes.
- Y ahora, que se unan también los padrinos.- dijo Hipólito feliz en su papel de moderador del evento.
Raimundo reprimió una risa traviesa ante la idea del joven Mirañar. Aquello sería muy divertido. Sin más, se acercó a Rosario, inclinándose caballeroso. La buena mujer le miró un tanto azorada.
- Pero Raimundo…
- Vamos, mujer, que no se diga que los padrinos no sabemos bailar tan bien como los novios.
Rosario tomó su mano sin estar del todo convencida. Empezaron a bailar. Rosario miró extrañada a Raimundo. Él estaba mirando ligeramente de reojo hacia atrás, sin disimular una sonrisa irónica. Rosario siguió su mirada y casi se quedó sin habla. Su pobre José estaba tremendamente azorado al verse obligado a invitar a bailar a nada menos que a Francisca Montenegro y ella le miraba echando chispas por los ojos.
- ¡Raimundo!, eres peor que mi Ramiro cuando era un mocoso.- dijo Rosario, medio enfadada, medio divertida.
Raimundo no pudo evitar echarse a reír. Francisca le oyó y tuvo que apelar a toda su voluntad para no ir hacia él y matarlo delante de todo el pueblo. Rosario consideró que la chanza ya estaba cumplida y Raimundo finalmente, capituló. Le estaba dando muchísima pena el bueno de José. Rosario le dedicó a Raimundo una sonrisa un tanto regañona y lo dejó, llegándose a su marido para rescatarlo. Francisca se quedó sola.
- ¿Me concede este baile, hermosa dama?- Raimundo se había acercado y se inclinó caballerosamente frente a ella, extendiendo su mano.
Francisca le fulminó con la mirada. Sin embargo, advirtió que todo Puente Viejo les estaba observando sin disimular. Se irguió muy digna. No le iba a dar el gusto de explotar frente a todos. Alargó su mano derecha. Raimundo la tomó y la acercó hasta posar su otra mano en su cintura. Ella apoyó su otra mano sobre el hombro de él. Raimundo la acercó más. Francisca se perdió en sus ojos. Sonó una hermosa melodía y empezaron a bailar. Todos les miraban, sorprendidos.
- Realmente… hacen una magnífica pareja.- dijo Tristán, como si fuese la primera vez que reparaba en ello.
Raimundo y Francisca parecían estar en su mundo. Cada vez que daban un paso y se acercaban, parecían saltar chispas. Cada vez que él deslizaba la mano en su cintura, millones de escalofríos la recorrían. Francisca quería mostrarse aún furiosa por su última “broma”, pero como siempre, le estaba costando muchísimo.
- No tuerzas esa boca de enfado, mi pequeña. Sólo ha sido una broma.- dijo él divertido y tierno.
Ella bufó por toda respuesta. Él sonrió y la atrajo más hacia él, haciendo que la expresión de ella cambiase en un instante al sentirlo tan cerca. De nuevo se perdió en sus ojos. La música terminó y ellos continuaron agarrados, hasta que advirtieron las miraditas divertidas que les estaban echando Tristán y Sebastián. Francisca se separó.
La fiesta y el baile continuaron hasta bien entrada la noche. El jolgorio general iba en aumento y al final, todos acabaron bailando con todos. Incluso don Anselmo se atrevió a arrancarse un pasodoble con Emilia. Raimundo rió de buena gana al verlo. Después miró a su alrededor. Era una noche memorable. Rió entre dientes al ver a Tristán y Pepa muy acaramelados e intentando esconderse para que no los vieran.
Se volvió para ver cómo bailaban el alcalde y la alcaldesa consorte y, al hacerlo, vio a Francisca, charlando distendida con Sebastián y Mariana. Se quedó contemplándola sin remedio. Deseaba… secuestrarla, llevársela de allí. Tragó saliva. Deseaba… La deseaba a ella.
Miró a su alrededor. Todos bailaban y festejaban. Se levantó y empezó a caminar disimuladamente hacia donde se encontraba ella. Se ocultó en las sombras tras una de las columnas. Sebastián ahora estaba charlando animadamente con Alfonso. Francisca se había quedado sola y parecía estar buscando a alguien con la mirada. Ella retrocedió unos pasos. De pronto, se sobresaltó al sentir una mano en su hombro.
- ¡Raimundo, por Dios!- dijo con el corazón en la garganta. - ¿A santo de qué andas como los ladrones?
- Será porque… he venido a robar.- dijo él, suavemente.
- ¿El qué?- preguntó ella, sin comprender.
- A ti.
No pudo ni replicar. Raimundo la atrapó, ocultándola tras la columna, y la besó ardientemente. Francisca gimió ante el ataque de él. En medio segundo perdieron completamente el control. Él llevó las manos a su espalda, buscando el cierre del vestido.
- Raimundo…- jadeó.- Estamos… en mitad… de la plaza… Nos… pueden ver.
Él se detuvo un instante. Miró derecha e izquierda desde su escondrijo. Después, tomándola de la mano, empezaron a caminar sigilosos bordeando la plaza. Ella miró a todas partes, dejándose arrastrar. Finalmente, llegaron a la puerta de la posada. Raimundo la abrió con cuidado y entraron. Cerraron la puerta. Francisca miró preocupada a través del cristal. Raimundo se apoyó a su lado y la miró.
- ¿Por.. dónde íbamos?
Francisca sintió que las rodillas le temblaban al ver la mirada de deseo que le estaba dedicando él.
- Ya recuerdo…- dijo burlón.
Le levantó el mentón y la besó sin tregua. Ella le devolvió el beso, mientras trataba de quitarle la chaqueta y el chaleco. Sin embargo, él también estaba intentando desabrochar el maldito vestido, con lo que se estaban haciendo un verdadero lío de brazos y manos. Raimundo, desesperado ya, acabó por romper el cierre del traje de Francisca.
- Oye… que este traje es mi favorito.- se quejó ella.
- Pues estas mejor sin él.- replicó él.
Raimundo la besó presa de la pasión, sin poder soportarlo. Francisca acarició su pecho mientras la besaba. De nuevo la camisa de él acabó en el suelo. Él la acarició adorándola, sembrando amor por toda su piel. Los jadeos empezaron a subir de intensidad. Mientras se besaban sin tregua, Raimundo fue conduciéndola a oscuras por la posada hasta que llegaron a su habitación.
Tropezaron y cayeron sobre la cama mientras continuaban amándose sin control. Sus cuerpos se necesitaban. Una vez más, el amor les venció, haciéndolos más fuertes y uniéndolos. La felicidad y el placer les hicieron temblar. Su culminación les hizo sentir plenos, dichosos y libres. Raimundo la besó y ella apoyó la cabeza sobre su corazón, rindiéndose en sus brazos.
#428

04/08/2011 16:05
Los meses pasaron con tranquilidad en Puente Viejo. Una tranquilidad tan inesperada como cierta. Pepa se encontraba ya en la recta final de su embarazo y, a pesar de que Tristán no hacía otra cosa que consentirla y preocuparse por ella, la partera no había dejado de trabajar. Le había repetido un millón de veces a Tristán que estaba embarazada, no enferma. Y que mientras su embarazo siguiese su curso normal, no descuidaría sus obligaciones. El pequeño Martín estaba que no cabía en sí de gozo al ver cómo crecía el vientre de su madre y se quedó casi asustado cuando, animado por Pepa, posó su pequeña mano en él y sintió los movimientos del bebé. Pepa sonrió a su niño.
- Oye madre, ¿crees que será un niño?
- Pues niño o niña. No hay más.- dijo divertida, acariciando la cabeza de Martín.
- ¿Tú qué prefieres?- preguntó, mirándola escrutador.
La partera le miró cariñosa.
- Me da igual, Martín. Me basta con saber que nacerá bien, tan sano y guapo como tú.
El chiquillo sonrió a su madre.
- A mí me gustaría que fuese un niño. Para jugar a los soldados juntos.- meneó la cabeza.- Las niñas son unas aburridas. La prima Francisca no me hace ni caso.
Pepa soltó una carcajada.
- Criatura, tu prima es todavía muy pequeña. Pero si ha heredado de tu abuela algo más que su nombre, te aseguro que jugará tan bien a los soldados contigo que necesitarás refuerzos.- dijo risueña.
- Seguro que padre quiere una niña.- dijo el chiquillo, haciendo un mohín.
- Venga lo que venga, ya verás cómo te lo pasarás en grande con tu hermano o hermana.- le dijo, revolviéndole el flequillo.
Pepa continuó con su quehacer en la cocina de su casa, mientras Martín la seguía a todas partes. Un súbito cansancio la invadió y se quedó inmóvil. Según sus cálculos, la criatura no nacería hasta dentro de una semana, tal vez. Sabía que una semana podía significar cinco días, dos, o…
Tragó saliva al notar un agudo dolor. –“Muy oportuno”- pensó la joven. Se sujetó el vientre con ambas manos, en parte para mitigar el dolor y en parte para explorarse a sí misma. Tragó saliva. La criatura había descendido. Podía sentir que estaba colocada.
- Madre, ¿qué te ocurre?
Pepa intentó controlar otro pinchazo doloroso para evitar que Martin no se asustase más de lo que ya estaba.
- No te preocupes, mi niño. Creo que tu hermanito está deseando conocerte.- su rostro se contrajo en una mueca.- Martín, escúchame con atención. Quiero que vayas corriendo todo lo rápido que puedas hasta la Casona para avisar a tu padre. Dile que… este pequeñajo está a punto de nacer.
Martín asintió y salió corriendo todo lo que le daban sus pequeñas piernas. Pepa se recostó en su cama y empezó a respirar hondo, intentando controlar el intenso dolor.
- Oye madre, ¿crees que será un niño?
- Pues niño o niña. No hay más.- dijo divertida, acariciando la cabeza de Martín.
- ¿Tú qué prefieres?- preguntó, mirándola escrutador.
La partera le miró cariñosa.
- Me da igual, Martín. Me basta con saber que nacerá bien, tan sano y guapo como tú.
El chiquillo sonrió a su madre.
- A mí me gustaría que fuese un niño. Para jugar a los soldados juntos.- meneó la cabeza.- Las niñas son unas aburridas. La prima Francisca no me hace ni caso.
Pepa soltó una carcajada.
- Criatura, tu prima es todavía muy pequeña. Pero si ha heredado de tu abuela algo más que su nombre, te aseguro que jugará tan bien a los soldados contigo que necesitarás refuerzos.- dijo risueña.
- Seguro que padre quiere una niña.- dijo el chiquillo, haciendo un mohín.
- Venga lo que venga, ya verás cómo te lo pasarás en grande con tu hermano o hermana.- le dijo, revolviéndole el flequillo.
Pepa continuó con su quehacer en la cocina de su casa, mientras Martín la seguía a todas partes. Un súbito cansancio la invadió y se quedó inmóvil. Según sus cálculos, la criatura no nacería hasta dentro de una semana, tal vez. Sabía que una semana podía significar cinco días, dos, o…
Tragó saliva al notar un agudo dolor. –“Muy oportuno”- pensó la joven. Se sujetó el vientre con ambas manos, en parte para mitigar el dolor y en parte para explorarse a sí misma. Tragó saliva. La criatura había descendido. Podía sentir que estaba colocada.
- Madre, ¿qué te ocurre?
Pepa intentó controlar otro pinchazo doloroso para evitar que Martin no se asustase más de lo que ya estaba.
- No te preocupes, mi niño. Creo que tu hermanito está deseando conocerte.- su rostro se contrajo en una mueca.- Martín, escúchame con atención. Quiero que vayas corriendo todo lo rápido que puedas hasta la Casona para avisar a tu padre. Dile que… este pequeñajo está a punto de nacer.
Martín asintió y salió corriendo todo lo que le daban sus pequeñas piernas. Pepa se recostó en su cama y empezó a respirar hondo, intentando controlar el intenso dolor.
#429

04/08/2011 16:39
¡Me encanta! Raimundo y su pequeña se han puesto fiesteros, jajaja y Martín va a conocer a su hermanito o hermanita ya mismo, jeje.
Qué nervios!
Qué nervios!
#430

04/08/2011 16:41
Ina, esta pareja está desatada, es un no parar, tienen que recuperar tanto tiempo perdido, ajajaj
Ay, que ya estamos de parto, ¿qué será? ¿?
Ay, que ya estamos de parto, ¿qué será? ¿?
#431

04/08/2011 16:43
joliiiiiiiiiiin no veas con el Rai y la Paca...cada vez que se ven saltan miles de chispas jajaja no pueden contenerse xD
y......continua!!! que nos has dejado con Pepa a punto de dar a luz....y Martincillo corriendo para ir a por Tris! jajaja genial Ina!!!
y......continua!!! que nos has dejado con Pepa a punto de dar a luz....y Martincillo corriendo para ir a por Tris! jajaja genial Ina!!!
#432

04/08/2011 16:57
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#433

04/08/2011 18:41
Raimundo salió de la casa de comidas, dejando a su yerno en su lugar. Le había prometido al pequeño Martín que le llevaría aquella misma tarde a pescar y tenía una sorpresa para el chiquillo. Sonrió mientras sostenía la caña que acababa de adquirir en la feria de la Puebla. Martín se pondría como unas castañuelas al verla. Adoraba a ese niño. Pese a que no llevara su sangre, no lo podía querer más. Y el chiquillo estaba como loco con su abuelo. Siempre se le ocurrían cosas emocionantes para hacer y nunca había un momento en el que no se divirtiera. Como Tristán decía acertadamente, abuelo y nieto eran como un par de chiquillos revoltosos.
Se acercó a la puerta de la casa de Tristán y Pepa y llamó. Frunció el ceño. Siempre que llamaba, Martín no tardaba ni dos segundos en abrir. De pronto, escuchó algo que le dejó helado. Era un grito de dolor.
- Pepa…
El rostro de Raimundo se ensombreció de preocupación. Olvidándose por completo de la caña, forcejeó con la puerta. Después, sin más preámbulos cargó contra ella. El pestillo quedó hecho añicos y la puerta se abrió de par en par. Entró como alma que lleva al diablo. Se quedó sin resuello al ver a Pepa, recostada en su cama, con el rostro contraído de dolor mientras las contracciones la torturaban con mayor frecuencia cada vez. Tragó saliva. Ya había roto aguas y aquello ya era imparable.
- ¡Pepa… por todos los…!
La joven alzó la cabeza, empapada en sudor, y su rostro alivió su expresión de dolor al ver a su suegro.
- No… sabe cuánto me alegro de… verlo, Raimundo.- de nuevo otra contracción la dejó sin habla. Inspiró con todas sus fuerzas, procurando calmar el insoportable dolor. – Martín ha ido a … avisar a la… Casona.
Raimundo se quedó sin saber cómo reaccionar. Su primer impulso fue salir corriendo para avisar a don Julián, pero no podía dejar sola a Pepa. La joven pareció adivinar sus pensamientos.
- Raimundo…- dijo con esfuerzo.- Escúcheme bien. Tiene que… hacer todo lo que yo le diga.
Él la miró como si hubiese perdido el juicio.
- ¿¡Qué?!… qué estás diciendo, Pepa? – replicó asustado.- Yo no…
- Usted sí.- le calló Pepa, sin más. Vio su cara de pánico y sonrió. - ¿Dónde está… ese renombrado… valor Ulloa?
Raimundo meneó la cabeza y miró a esa obstinada y valiente joven.
- Condenada muchacha..- murmuró fingiendo un enfado que desapareció en una sonrisa.- Está bien… pero te aseguro que como comadrona… no tengo precio.- dijo irónico.
Pepa rió involuntariamente, pero después la risa se convirtió en un grito de dolor. Se aferró a la cabecera de la cama con todas sus fuerzas. Raimundo tragó saliva, sintiéndose tan impotente que se desesperó.
- Raimundo, coja… el agua hervida que está en el caldero.- dijo la joven.- y traiga…las toallas del armario. Colóquelas a… mis pies.
Su suegro obedeció de inmediato. Otro grito atravesó la garganta de la joven.
- Esta criatura ya… viene.- gimió Pepa.- Tiene que verle… la cabeza.
Raimundo se quedó sin aire.
- La veo…- dijo con la voz temblorosa.- Está casi… fuera.
Pepa asintió y, en cuanto notó la siguiente contracción, inspiró y empujó con todas sus fuerzas. Raimundo creyó morir ante semejante sacrificio. Sabía que una mujer sufría lo indecible para traer vida al mundo, pero era la primera vez que lo veía en primera fila. Le alargó la mano. Pepa se la cogió y la apretó con tanta fuerza que creyó que le rompería los dedos.
- Vamos, Pepa, está… saliendo. Tengo la cabeza.
Pepa empujó una vez más, con todas las fuerzas que le quedaban. Raimundo casi gritó de emoción cuando al fin sostuvo a la criatura recién nacida. Justo en ese momento entraron como una exhalación don Julián y Tristán. El joven capitán casi se desmaya al ver a la criatura, todavía cubierta de sangre, en las manos de su padre.
- Pepa…- dijo Tristán con un hilo de voz.
Su esposa sonrió en medio del agotamiento. Tristán fue hacia ella y la besó tierno en la frente, conteniendo las lágrimas de felicidad. El médico extrajo la placenta y cortó el cordón umbilical. En ese momento, la criatura empezó a chillar con toda la fuerza de sus pulmones. Raimundo, sonrió maravillado.
- Este niño tiene el brío de los Ulloa, los Montenegro y los Balmes juntos.- dijo, sintiendo que iba a explotar de orgullo.
- ¿Niño…?- preguntó Tristán, con voz temblorosa.
Raimundo sonrió a Tristán. Envolvieron al pequeño en una toalla. Raimundo se lo tendió a su hijo. Tristán lo cogió, presa de una emoción incontenible. Le miró. Era una pequeña maravilla. Una preciosidad. Con la cabecita llena de una mata de pelo oscuro. Se volvió hacia Pepa. Ella le sonrió, en medio de las lágrimas. Depositó al niño en su regazo. Pepa le miró, le besó y rompió a llorar, mientras Tristán los abrazaba.
- Mamá… - se oyó una vocecita preocupada.
Pepa y Tristán levantaron la mirada. Martín estaba en la habitación, con la carita preocupada. Pepa le tendió una fatigada mano.
- Ven aquí, mi Martincillo…- el niño tomó la mano de su madre. Pepa le acarició.
- Estaba muy preocupado por ti madre…- le dijo el niño.
Pepa le besó y abrazó. Después le enseñó a la criatura que dormía tranquila en su pecho.
- Tu deseo se ha concedido, mi soldado valiente. Este es tu hermano.
La cara de Martín se iluminó. Le besó con muchísimo cuidado la pequeña frente. Tristán y Pepa, henchidos de felicidad, se besaron mientras abrazaban a sus hijos.
Se acercó a la puerta de la casa de Tristán y Pepa y llamó. Frunció el ceño. Siempre que llamaba, Martín no tardaba ni dos segundos en abrir. De pronto, escuchó algo que le dejó helado. Era un grito de dolor.
- Pepa…
El rostro de Raimundo se ensombreció de preocupación. Olvidándose por completo de la caña, forcejeó con la puerta. Después, sin más preámbulos cargó contra ella. El pestillo quedó hecho añicos y la puerta se abrió de par en par. Entró como alma que lleva al diablo. Se quedó sin resuello al ver a Pepa, recostada en su cama, con el rostro contraído de dolor mientras las contracciones la torturaban con mayor frecuencia cada vez. Tragó saliva. Ya había roto aguas y aquello ya era imparable.
- ¡Pepa… por todos los…!
La joven alzó la cabeza, empapada en sudor, y su rostro alivió su expresión de dolor al ver a su suegro.
- No… sabe cuánto me alegro de… verlo, Raimundo.- de nuevo otra contracción la dejó sin habla. Inspiró con todas sus fuerzas, procurando calmar el insoportable dolor. – Martín ha ido a … avisar a la… Casona.
Raimundo se quedó sin saber cómo reaccionar. Su primer impulso fue salir corriendo para avisar a don Julián, pero no podía dejar sola a Pepa. La joven pareció adivinar sus pensamientos.
- Raimundo…- dijo con esfuerzo.- Escúcheme bien. Tiene que… hacer todo lo que yo le diga.
Él la miró como si hubiese perdido el juicio.
- ¿¡Qué?!… qué estás diciendo, Pepa? – replicó asustado.- Yo no…
- Usted sí.- le calló Pepa, sin más. Vio su cara de pánico y sonrió. - ¿Dónde está… ese renombrado… valor Ulloa?
Raimundo meneó la cabeza y miró a esa obstinada y valiente joven.
- Condenada muchacha..- murmuró fingiendo un enfado que desapareció en una sonrisa.- Está bien… pero te aseguro que como comadrona… no tengo precio.- dijo irónico.
Pepa rió involuntariamente, pero después la risa se convirtió en un grito de dolor. Se aferró a la cabecera de la cama con todas sus fuerzas. Raimundo tragó saliva, sintiéndose tan impotente que se desesperó.
- Raimundo, coja… el agua hervida que está en el caldero.- dijo la joven.- y traiga…las toallas del armario. Colóquelas a… mis pies.
Su suegro obedeció de inmediato. Otro grito atravesó la garganta de la joven.
- Esta criatura ya… viene.- gimió Pepa.- Tiene que verle… la cabeza.
Raimundo se quedó sin aire.
- La veo…- dijo con la voz temblorosa.- Está casi… fuera.
Pepa asintió y, en cuanto notó la siguiente contracción, inspiró y empujó con todas sus fuerzas. Raimundo creyó morir ante semejante sacrificio. Sabía que una mujer sufría lo indecible para traer vida al mundo, pero era la primera vez que lo veía en primera fila. Le alargó la mano. Pepa se la cogió y la apretó con tanta fuerza que creyó que le rompería los dedos.
- Vamos, Pepa, está… saliendo. Tengo la cabeza.
Pepa empujó una vez más, con todas las fuerzas que le quedaban. Raimundo casi gritó de emoción cuando al fin sostuvo a la criatura recién nacida. Justo en ese momento entraron como una exhalación don Julián y Tristán. El joven capitán casi se desmaya al ver a la criatura, todavía cubierta de sangre, en las manos de su padre.
- Pepa…- dijo Tristán con un hilo de voz.
Su esposa sonrió en medio del agotamiento. Tristán fue hacia ella y la besó tierno en la frente, conteniendo las lágrimas de felicidad. El médico extrajo la placenta y cortó el cordón umbilical. En ese momento, la criatura empezó a chillar con toda la fuerza de sus pulmones. Raimundo, sonrió maravillado.
- Este niño tiene el brío de los Ulloa, los Montenegro y los Balmes juntos.- dijo, sintiendo que iba a explotar de orgullo.
- ¿Niño…?- preguntó Tristán, con voz temblorosa.
Raimundo sonrió a Tristán. Envolvieron al pequeño en una toalla. Raimundo se lo tendió a su hijo. Tristán lo cogió, presa de una emoción incontenible. Le miró. Era una pequeña maravilla. Una preciosidad. Con la cabecita llena de una mata de pelo oscuro. Se volvió hacia Pepa. Ella le sonrió, en medio de las lágrimas. Depositó al niño en su regazo. Pepa le miró, le besó y rompió a llorar, mientras Tristán los abrazaba.
- Mamá… - se oyó una vocecita preocupada.
Pepa y Tristán levantaron la mirada. Martín estaba en la habitación, con la carita preocupada. Pepa le tendió una fatigada mano.
- Ven aquí, mi Martincillo…- el niño tomó la mano de su madre. Pepa le acarició.
- Estaba muy preocupado por ti madre…- le dijo el niño.
Pepa le besó y abrazó. Después le enseñó a la criatura que dormía tranquila en su pecho.
- Tu deseo se ha concedido, mi soldado valiente. Este es tu hermano.
La cara de Martín se iluminó. Le besó con muchísimo cuidado la pequeña frente. Tristán y Pepa, henchidos de felicidad, se besaron mientras abrazaban a sus hijos.
#434

04/08/2011 19:06
raimundo el partero! :) jajajaja que bonito el momento familiar lna.
esta noche bautizooo chicas!! quienes seran el padrino y la madrina? como se llamara el pequeñajo??
lna simplemente magnífica!!
esta noche bautizooo chicas!! quienes seran el padrino y la madrina? como se llamara el pequeñajo??
lna simplemente magnífica!!
#435

04/08/2011 19:10
Jajaja qué bueno, Ray haciendo de comadrón. me encanta la escena, ha sido muy tierna y emotiva. Enhorabuena, Ina!!
#436

04/08/2011 21:07
Gracias chicas
. El padrino de la criatura no puede ser otro que el partero Rai, jajajja, y la madrina, pues Emilia, que es casi como la hermana de Pepa. Pero tengo mis dudas sobre el nombre... no me doy decidido. Heeelp. Ya tenemos a una pequeña Francisca... ¿Qué opináis sobre un pequeño Raimundo?

#437

04/08/2011 21:15
A mí lo de Raimundo, me gusta. A fin de cuentas ha sido su abuelo quien le ha traído al mundo. Ahora, que Alfonso es un nombre que me gusta más, y a fin de cuentas también es si tío...
Pero tú eres la escritora, así que decidas lo que decidas, bien hecho estará :)
Pero tú eres la escritora, así que decidas lo que decidas, bien hecho estará :)
#438

04/08/2011 21:19
Lna.... ¡pero qué lindo! estoy llorando a moco tendido y te aseguro que si te tuviera delante te comía a BESSOOOOSSSSSSS
Emotivo, tierno, con su puntillo de sorna, ja,ja, Raimundo de comadronaaa,.... y preciosa escena final los cuatro juntos.
Me encanta Rai y la Paca, pero Pepa y Tristán son mi debilidad, así que me voy a saborear de nuevo tu relato. FELICIDADES
Emotivo, tierno, con su puntillo de sorna, ja,ja, Raimundo de comadronaaa,.... y preciosa escena final los cuatro juntos.
Me encanta Rai y la Paca, pero Pepa y Tristán son mi debilidad, así que me voy a saborear de nuevo tu relato. FELICIDADES
#439

04/08/2011 22:05
Arte, me has convencido. Adoro a nuestro Rai... pero Raimundo sólo hay uno, jaja. Y siendo Emi la madrina, pues qué otro nombre le va a poner? En breve, el bautizo de Alfonso Ulloa-Montenegro Balmes.
#440

04/08/2011 22:23
lna buenisima eleccion jajajja
suena genial!!
suena genial!!
