El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon
#0

08/06/2011 23:44
Vídeos FormulaTV
#381

01/08/2011 22:55
La madre del cordero!! me cago en scarface!! Pobre Paca!!
#382

01/08/2011 23:00
Hay la virgen, lna estoy de los nervios jajajajaj. Tanta prisa por enterarme que al final...jejejeje voy a leerlo otra vez
#383

01/08/2011 23:23
- ¡Madre!
Corrieron hasta allí. Don Julián intentaba cortar la hemorragia. Raimundo, a su lado, le tomaba la mano mientras las lágrimas arrasaban sus ojos y caían sobre ella.
- Francisca… por Dios… Tienes que aguantar. ¡Francisca!- la voz de Raimundo era la voz del dolor en estado puro.
Francisca entreabrió los ojos. En medio de su sufrimiento, sintió que alguien le cogía con fuerza de la mano. Alguien que la quería arrancar de las garras de la muerte. Vio a Raimundo a su lado. Esbozó una débil sonrisa.
- Te… quiero..- susurró. Después perdió el conocimiento.
- ¡¡¡Francisca!!!
El grito de Raimundo sonó tan desgarrador que todos se temieron lo peor. Pero Don Julián intentó tranquilizar a un desesperado Raimundo.
- Cálmese, Raimundo, sólo se ha desmayado del dolor. Y es mejor así. Le sacaré ahora mismo la bala. El tiempo es crucial.
El previsor doctor sacó una pequeña cajita que siempre lleva consigo por si había alguna urgencia. Extrajo de ella un bisturí y unas pinzas. Desabrochó con sumo cuidado los botones del cuello del vestido y retiró la tela lo suficiente para dejar al descubierto la espantosa herida. Tragó saliva. Estaba cerca del corazón. Era un verdadero milagro que Francisca aún estuviese viva. No sabía cómo, pero su corazón latía, como si su fuerza y orgullo le impidiesen dejar de hacerlo. Don Julián comenzó a abrirse paso a través de la herida. A pesar de la inconsciencia, el dolor la torturaba. Finalmente, las pinzas del médico tocaron algo que no era carne.
- La tengo…- dijo con voz temblorosa.
Todos contuvieron la respiración cuando el doctor pareció atrapar algo con las pinzas. Poco a poco, empezó a retirarlas. Finalmente las extrajo, trayendo consigo la maldita bala.
- Pronto, necesito lienzos, tela, lo que sea para parar la hemorragia.
Don Anselmo entró corriendo en la sacristía. Cuando salió, portaba todas sus vestiduras recién lavadas y se las dio al médico. Éste apretó con fuerza la herida de Francisca.
- Debemos trasladarla a la Casona y acostarla. Allí podré terminar de atenderla. Pepa…- la aludida adelantó un paso- quiero que te acerques a mi consultorio y me traigas el maletín junto con todas las medicinas que tengo en el primer cajón de la mesa.
Levantaron a Francisca y la colocaron en la parte de atrás del carro de los Castañeda. El médico les había asegurado que era mejor que fuese completamente acostada, por lo que la calesa no era lo más conveniente. Raimundo, Tristán, Soledad y Sebastián se fueron con ella, mientras Alfonso guiaba el carro lo más rápido posible hacia la Casona. Pepa dejó a Martín a cargo de Mariana y se dispuso a acercarse al consultorio acompañada de Emilia.
Corrieron hasta allí. Don Julián intentaba cortar la hemorragia. Raimundo, a su lado, le tomaba la mano mientras las lágrimas arrasaban sus ojos y caían sobre ella.
- Francisca… por Dios… Tienes que aguantar. ¡Francisca!- la voz de Raimundo era la voz del dolor en estado puro.
Francisca entreabrió los ojos. En medio de su sufrimiento, sintió que alguien le cogía con fuerza de la mano. Alguien que la quería arrancar de las garras de la muerte. Vio a Raimundo a su lado. Esbozó una débil sonrisa.
- Te… quiero..- susurró. Después perdió el conocimiento.
- ¡¡¡Francisca!!!
El grito de Raimundo sonó tan desgarrador que todos se temieron lo peor. Pero Don Julián intentó tranquilizar a un desesperado Raimundo.
- Cálmese, Raimundo, sólo se ha desmayado del dolor. Y es mejor así. Le sacaré ahora mismo la bala. El tiempo es crucial.
El previsor doctor sacó una pequeña cajita que siempre lleva consigo por si había alguna urgencia. Extrajo de ella un bisturí y unas pinzas. Desabrochó con sumo cuidado los botones del cuello del vestido y retiró la tela lo suficiente para dejar al descubierto la espantosa herida. Tragó saliva. Estaba cerca del corazón. Era un verdadero milagro que Francisca aún estuviese viva. No sabía cómo, pero su corazón latía, como si su fuerza y orgullo le impidiesen dejar de hacerlo. Don Julián comenzó a abrirse paso a través de la herida. A pesar de la inconsciencia, el dolor la torturaba. Finalmente, las pinzas del médico tocaron algo que no era carne.
- La tengo…- dijo con voz temblorosa.
Todos contuvieron la respiración cuando el doctor pareció atrapar algo con las pinzas. Poco a poco, empezó a retirarlas. Finalmente las extrajo, trayendo consigo la maldita bala.
- Pronto, necesito lienzos, tela, lo que sea para parar la hemorragia.
Don Anselmo entró corriendo en la sacristía. Cuando salió, portaba todas sus vestiduras recién lavadas y se las dio al médico. Éste apretó con fuerza la herida de Francisca.
- Debemos trasladarla a la Casona y acostarla. Allí podré terminar de atenderla. Pepa…- la aludida adelantó un paso- quiero que te acerques a mi consultorio y me traigas el maletín junto con todas las medicinas que tengo en el primer cajón de la mesa.
Levantaron a Francisca y la colocaron en la parte de atrás del carro de los Castañeda. El médico les había asegurado que era mejor que fuese completamente acostada, por lo que la calesa no era lo más conveniente. Raimundo, Tristán, Soledad y Sebastián se fueron con ella, mientras Alfonso guiaba el carro lo más rápido posible hacia la Casona. Pepa dejó a Martín a cargo de Mariana y se dispuso a acercarse al consultorio acompañada de Emilia.
#384

01/08/2011 23:25
que me daaaaaaaaaaaaaaaa, mi Paca no puede morir jodeeeeeeeeeeeerrrrrrrrrrrr tiene que vivir ahora que ha recuperado a su gran amor, lo estoy pasando fatal que agonía, y tiene que casarse con su Raimundo y ver crecer a sus nietos.
Miri, compañera de fatigas dime algo que me haga ver la luz
Miri, compañera de fatigas dime algo que me haga ver la luz
#385

01/08/2011 23:34
Miri, el corazón me va a mil,me ha pasado lo mismo que a tí ,ese "te quiero" a Raimundo ha sido... es que tengo un nudo en la garganta, AGUANTA FRANCISCA ESTAMOS CONTIGOOOOOOOOOO.
#386

01/08/2011 23:37
Dios, no había estado tanto tiempo sin respirar!!!! Inaeowyn, eres una pedazo de artista!!
Pobre Ray, tiene que estar hecho un manojo de nervios!! Ojalá que su pequeña salga adelante!!
Pobre Ray, tiene que estar hecho un manojo de nervios!! Ojalá que su pequeña salga adelante!!
#387

01/08/2011 23:41
Joer nada de nada sobre este par. A ver si vuelve Carlos Castro y todo explota por los aires! Quiero que salga ya la trama de Tristán hijo del Ulloa!
#388

02/08/2011 01:07
En la Casona todo era un ir y venir de nervios y angustia. Raimundo se paseaba como un alma en pena mientras dentro de la habitación de Francisca el médico y Pepa luchaban a contrarreloj para salvarla. Tristán estaba sentado en el sofá, sin dar crédito a que su madre estuviese luchando por su vida. No podía ser cierto. Desde que tenía memoria, su madre, Francisca Montenegro, siempre había sido una roca sólida, fuerte, que jamás enfermaba. Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Su madre no podía morir. No podía imaginar siquiera su pérdida. Había discutido mucho con ella en el pasado, y casi nunca estaban de acuerdo en muchas cosas y en su manera de actuar, pero la quería. La quería con toda su alma. Era su madre y sabía que daría la vida por aquellos a los que amaba, tal y como había demostrado salvándole la vida a su padre. Sintió que una mano se posaba en su cabeza. Alzó los ojos y contempló el rostro de su padre. Pudo ver un dolor infinito en sus nobles ojos, tan parecidos a los suyos. Pese a ese dolor, Raimundo se sentó a su lado y extendió sus brazos hacia su hijo. Tristán se refugió en su pecho protector, mientras derramaba silenciosas lágrimas.
El sonido de una puerta que se abría y cerraba rompió el espantoso silencio que reinaba en la Casona. Tristán, Raimundo, Soledad, Emilia y Sebastián se levantaron como un resorte en cuanto vieron bajar a Don Julián y Pepa. La gravedad de sus rostros fue un mazazo para sus corazones.
- ¿Cómo está?- Raimundo apenas supo cómo pudo preguntarlo.
Pepa tragó saliva con los ojos húmedos e intercambió una mirada con el médico.
- La hemorragia ha cesado.- dijo Don Julián.- Pero… me temo que no podemos hacer nada más.
Raimundo pensó que esta vez el dolor le mataría allí mismo.
- ¿Cómo que… no se puede… hacer nada… más?
Don Julián apoyó una mano en el hombro de Raimundo.
- Ha perdido mucha sangre. Lo sorprendente es que siga viva. No sé cómo, pero así es. Sin embargo, es difícil que pueda aguantar lo necesario como para… pasar esta noche.
Un horroroso silencio se adueñó de todos. Soledad sollozó abrazada a Tristán.
- Si ha sobrevivido hasta ahora… ¿Por qué no va a seguir haciéndolo?
- Es cierto. Esa mujer tiene una fortaleza increíble, pero… Le he administrado una considerable cantidad de suero, para evitar una bajada de tensión fatal. No sé por cuánto tiempo podrá resistir.
- Resistirá.- dijo Raimundo, como si fuese una verdad absoluta.- Tiene que hacerlo.- se le quebró la voz.
- Ahora es mejor que descansen un poco. Me quedaré en la Casona toda la noche por lo que pueda pasar. Lamento decir esto, pero no estaría de más que Don Anselmo estuviera también por aquí.
Tristán abrazó a Pepa. Aquella era su noche de bodas. Una noche que debía ser maravillosa convertida en una tragedia por culpa de aquel malnacido. La besó en la frente.
- Yo me quedaré con madre.- anunció.
- Tristán, acabas de casarte.- dijo Raimundo.- Yo me quedaré. Vosotros… descansad.- dijo con voz quebrada.
- Padre, esto es demasiado para usted…- dijo Tristán, preocupado. – No puede quedarse usted solo.
- No puedo hacer otra cosa, hijo. Aunque me estén desgarrando el alma y el corazón a tiras, no puedo hacer otra cosa.
Raimundo posó una mano en el hombro de su hijo y en el de Pepa. Después subió las escaleras. Apoyó la frente en la puerta de la habitación de Francisca. La abrió y las lágrimas arrasaron su alma. Allí estaba, su pequeña, tan pálida, tan débil que no parecía esa misma Francisca que con sólo una mirada podía amenazar al peor enemigo. Raimundo se arrastró de rodillas hasta su cama. Creyó morir de dolor.
- Mi pequeña…- sollozó.- Mi… Francisca. No puedes hacerme… esto. Déjame… morir en tu lugar. ¡Dios!- casi gritó, alzando los ojos al cielo por vez primera en mucho tiempo.- ¡Déjame morir en su lugar!!
El dolor era insoportable. Y sin saber cómo, en medio del horroroso sufrimiento, un millón de recuerdos aguijonearon su alma torturada. Recordó a una Francisca niña que le sacaba la lengua burlona. Recordó mil correrías y juegos en los campos y su cara de felicidad cuando él le regaló una guirnalda de margaritas. Recordó la primera vez que al mirarla sintió algo “raro” en el pecho. Recordó la primera vez que se besaron, temblando. Recordó todos y cada uno de sus interminables paseos, la risa de una preciosa Francisca de quince años, la felicidad cuando él le pidió que se casara con ella, su primera noche juntos, rindiéndose por vez primera a aquel indestructible amor…
Raimundo sollozó aferrándose a la pálida mano de ella. La oleada de recuerdos lo torturaba. Ahora eran recuerdos dolorosos. Las amenazas de su padre, su abandono pocos días antes de la boda, el dolor y el odio de Francisca…
- Francisca… sabes que si tú mueres… yo muero. Mi existencia no tiene sentido sin la tuya…- el dolor lo ahogó.- Mi pequeña… mi vida entera te pertenece. No quiero vivirla sin ti.- lágrimas arrolladoras le cegaban.- No soportaré la idea de perderte… otra vez. Sabes que no lo soportaré.
Besó la mano y sin dejar de sostenerla, bajó el torturado rostro, ocultándolo en la sábana que la cubría. El agotamiento le hizo caer inconsciente y no notó que la pálida mano estrechaba imperceptiblemente la suya.
El sonido de una puerta que se abría y cerraba rompió el espantoso silencio que reinaba en la Casona. Tristán, Raimundo, Soledad, Emilia y Sebastián se levantaron como un resorte en cuanto vieron bajar a Don Julián y Pepa. La gravedad de sus rostros fue un mazazo para sus corazones.
- ¿Cómo está?- Raimundo apenas supo cómo pudo preguntarlo.
Pepa tragó saliva con los ojos húmedos e intercambió una mirada con el médico.
- La hemorragia ha cesado.- dijo Don Julián.- Pero… me temo que no podemos hacer nada más.
Raimundo pensó que esta vez el dolor le mataría allí mismo.
- ¿Cómo que… no se puede… hacer nada… más?
Don Julián apoyó una mano en el hombro de Raimundo.
- Ha perdido mucha sangre. Lo sorprendente es que siga viva. No sé cómo, pero así es. Sin embargo, es difícil que pueda aguantar lo necesario como para… pasar esta noche.
Un horroroso silencio se adueñó de todos. Soledad sollozó abrazada a Tristán.
- Si ha sobrevivido hasta ahora… ¿Por qué no va a seguir haciéndolo?
- Es cierto. Esa mujer tiene una fortaleza increíble, pero… Le he administrado una considerable cantidad de suero, para evitar una bajada de tensión fatal. No sé por cuánto tiempo podrá resistir.
- Resistirá.- dijo Raimundo, como si fuese una verdad absoluta.- Tiene que hacerlo.- se le quebró la voz.
- Ahora es mejor que descansen un poco. Me quedaré en la Casona toda la noche por lo que pueda pasar. Lamento decir esto, pero no estaría de más que Don Anselmo estuviera también por aquí.
Tristán abrazó a Pepa. Aquella era su noche de bodas. Una noche que debía ser maravillosa convertida en una tragedia por culpa de aquel malnacido. La besó en la frente.
- Yo me quedaré con madre.- anunció.
- Tristán, acabas de casarte.- dijo Raimundo.- Yo me quedaré. Vosotros… descansad.- dijo con voz quebrada.
- Padre, esto es demasiado para usted…- dijo Tristán, preocupado. – No puede quedarse usted solo.
- No puedo hacer otra cosa, hijo. Aunque me estén desgarrando el alma y el corazón a tiras, no puedo hacer otra cosa.
Raimundo posó una mano en el hombro de su hijo y en el de Pepa. Después subió las escaleras. Apoyó la frente en la puerta de la habitación de Francisca. La abrió y las lágrimas arrasaron su alma. Allí estaba, su pequeña, tan pálida, tan débil que no parecía esa misma Francisca que con sólo una mirada podía amenazar al peor enemigo. Raimundo se arrastró de rodillas hasta su cama. Creyó morir de dolor.
- Mi pequeña…- sollozó.- Mi… Francisca. No puedes hacerme… esto. Déjame… morir en tu lugar. ¡Dios!- casi gritó, alzando los ojos al cielo por vez primera en mucho tiempo.- ¡Déjame morir en su lugar!!
El dolor era insoportable. Y sin saber cómo, en medio del horroroso sufrimiento, un millón de recuerdos aguijonearon su alma torturada. Recordó a una Francisca niña que le sacaba la lengua burlona. Recordó mil correrías y juegos en los campos y su cara de felicidad cuando él le regaló una guirnalda de margaritas. Recordó la primera vez que al mirarla sintió algo “raro” en el pecho. Recordó la primera vez que se besaron, temblando. Recordó todos y cada uno de sus interminables paseos, la risa de una preciosa Francisca de quince años, la felicidad cuando él le pidió que se casara con ella, su primera noche juntos, rindiéndose por vez primera a aquel indestructible amor…
Raimundo sollozó aferrándose a la pálida mano de ella. La oleada de recuerdos lo torturaba. Ahora eran recuerdos dolorosos. Las amenazas de su padre, su abandono pocos días antes de la boda, el dolor y el odio de Francisca…
- Francisca… sabes que si tú mueres… yo muero. Mi existencia no tiene sentido sin la tuya…- el dolor lo ahogó.- Mi pequeña… mi vida entera te pertenece. No quiero vivirla sin ti.- lágrimas arrolladoras le cegaban.- No soportaré la idea de perderte… otra vez. Sabes que no lo soportaré.
Besó la mano y sin dejar de sostenerla, bajó el torturado rostro, ocultándolo en la sábana que la cubría. El agotamiento le hizo caer inconsciente y no notó que la pálida mano estrechaba imperceptiblemente la suya.
#389

02/08/2011 01:20
Miri amiga, no se que decir, hemos pasado esos momentos maravillosos con ellos dos juntos y ahora, Dios me siento fatal, ya se que sólo es una historia pero es que escribes tan bien Lna que parece que los veo sufrir y me duele el alma, me voy muy triste a dormir, estoy fatal
#390

02/08/2011 01:35
Chicaas, no sufráis, que me estoy sintiendo mal...
Siento hacer sufrir así a nuestro adorable Rai... pero no os preocupéis, que mala hierba nunca muere, jejejejejejjejejejee.
PD. Nunca me cansaré de daros las gracias por todo lo que me decís. Me alegro sólo con ver vuestros comentarios

PD. Nunca me cansaré de daros las gracias por todo lo que me decís. Me alegro sólo con ver vuestros comentarios
#391

02/08/2011 01:56
Gracias de nuevo Miri. Yo soy optimista y sé que al final la Paca y Rai acabarán viéndose las caras... nunca mejor dicho si él recupera la vista. ¡Espero que esta vez sea de verdad! En el capítulo de hoy Francisca me ha encantado, cuando Sebas le pide que le deje quedarse en la conservera, trabajando para saldar la deuda. ¡Menuda batería de expresiones puso nuestra Paca! Es increíble. Al final, parecía como si no pudiese fastidiar a Sebas aunque supiese que es lo que su orgullo le manda hacer. Se le ve perfectamente que tiene una espina clavada en el corazón. AAAAyyyy.... Y sin embargo, mañana lo larga de la Casona. Esta mujer es un sin vivir.
#392

02/08/2011 01:56
Bueno, Francisca le ha apretado la mano a Ray, lo cual significa que no todo está perdido. Yo soy optimista, y la Paca se merece que lo seamos.
Ina, llámame pesada si quieres, pero tú como escritora no tienes precio!! Sigue así, con lo bien que escribes me da igual si sigues con esta historia, con una policíaca o con un recetario, pero sigue escribiendo, artistaza!!
Ina, llámame pesada si quieres, pero tú como escritora no tienes precio!! Sigue así, con lo bien que escribes me da igual si sigues con esta historia, con una policíaca o con un recetario, pero sigue escribiendo, artistaza!!
#393

02/08/2011 13:51
Francisca abrió los ojos y, sorprendida, miró a su alrededor. Se encontraba en un hermoso prado salpicado de malvas y por el que corría un límpido arroyo. No entendía nada. Se sentía diferente…Caminó despacio hasta el agua. Sus pies estaban descalzos y de pronto, vio que estaba vestida con un vaporoso vestido blanco. Era el vestido favorito de sus quince años. Tragó saliva. Se inclinó en donde el pequeño arroyuelo hacía un recodo de agua tranquila y se quedó sin respiración. La imagen que contemplaba era la de una jovencísima Francisca. Su rostro aparecía terso y extraordinariamente bello, tan parecido al de Soledad… salvo en que sus ojos mostraban un destello travieso y algo malicioso que no existía en su hija. Estiró la mano hacia su imagen. Bajó la mirada.
- ¿Qué… qué está pasando? ¿Dónde estoy?
Recordó de pronto imágenes que la torturaron. Carlos Castro disparando. Un dolor insoportable… y luego, la negrura.
- ¿Estoy… muerta?- se preguntó mientras su cuerpo temblaba. Alzó la mirada. – Si esto es el infierno… no me lo imaginaba así…- murmuró.
- Francisca…
Esa voz…Se levantó con el corazón en un puño y se volvió. Raimundo estaba detrás de ella. Era el Raimundo de su juventud, con el mismo rostro apuesto y orgulloso. Una lágrima asomó a los ojos de ella.
- Mi pequeña…- se acercó el muchacho.- ¿Por qué lloras?
- Tú… no puedes… estar muerto. – dijo en un sollozo.
- Mi Francisca…- susurró él, acercándose.
De pronto, la belleza del lugar pareció transformarse en un lugar inhóspito y oscuro. Francisca miró horrorizada a su alrededor. La imagen de Raimundo empezaba a alejarse.
- ¡Raimundo!- gritó. Vio que él le tendía la mano, pero irremediablemente, parecía estar muy lejos. Ella corrió con todas sus fuerzas y extendió su mano hacia la de él. No podía alcanzarle y creyó morir…
Raimundo despertó al sentir un fuerte apretón en su mano. Levantó la cabeza, confundido… y de pronto se quedó sin aliento. Francisca estaba aferrándose a su mano con desesperación. Se incorporó como un resorte.
- ¡Francisca…!
Su rostro estaba contraído de sufrimiento, pero la fuerza con la que le estaba agarrando hizo que una luz de esperanza creciera en su pecho. ¡Francisca estaba viva! Vio que estaba a punto de amanecer. Había sobrevivido a la noche. Raimundo le devolvió el apretón a su mano, se arrodilló de nuevo junto a su lecho y derramó lágrimas mientras le besaba la mano. Ella aflojó poco a poco la presión y su rostro se relajó hasta quedar totalmente inmóvil. Raimundo creyó que el corazón se le paraba.
- Doctor, ¡¡¡¡doctor!!!
Don Julián, se sobresaltó, despertándose, y se levantó de la butaca en la que había pasado toda la noche. Vio a Raimundo arrodillado junto a Francisca mientras sus manos estaban entrelazadas. Se acercó raudo.
- Me estaba apretando la mano…- explicó atropelladamente – cuando de repente, ha dejado de hacerlo y… se ha quedado completamente inmóvil.
El médico tomó su estetoscopio y lo colocó a la altura del corazón de Francisca. Raimundo pensó que no sobreviviría a aquella incertidumbre. Don Julián exhaló un suspiro.
- Está viva, Raimundo. No tengo ni idea de cómo… pero está viva. Sólo ha perdido la consciencia.
- ¿Viva?- Raimundo pronunció la palabra con un nudo en el estómago. – Está… viva…- repitió, como si no pudiera dejar de hacerlo.
El amable médico le dio una sincera palmada de apoyo en el hombro.
- Ha pasado lo peor. Si no hay complicaciones, lo conseguirá. Le voy a administrar un sedante y algo más de suero. El reposo es vital en su situación.
Raimundo creyó ahogarse de felicidad. Sabía que debía comunicar esa noticia a todos los que esperaban angustiados, pero se dio cuenta que le resultaba imposible soltar la mano de Francisca.
- Doctor… puede avisar a Tristán y a los demás.
- Por supuesto, Raimundo.- dijo el médico con una sonrisa.- Ahora mismo lo haré.
El médico puso la inyección a Francisca y después recogió su maletín.
- Volveré esta tarde.- dijo, a modo de despedida.
- Gracias…Don Julián…- dijo Raimundo, con la voz quebrada.
- No me lo agradezca, Raimundo. No he hecho gran cosa, sólo lo que estaba en mi mano. Agradézcaselo a ella. Esa mujer tiene una fuerza fuera de lo común.
El doctor salió por la puerta. Raimundo se volvió para contemplar a Francisca, que dormía suavemente. –“Desde luego que la tiene”- pensó, mirándola con adoración. Apoyó en su frente sus manos entrelazadas. Ella lo había conseguido. No sólo le había salvado una vez de la muerte colocándose delante de él y la bala de Castro. También lo había hecho ahora, al lograr sobrevivir. “-¿Se puede morir de amor?”- pensó Raimundo. Porque estaba seguro que si de algo podía morir, era de amor por Francisca Montenegro.
- ¿Qué… qué está pasando? ¿Dónde estoy?
Recordó de pronto imágenes que la torturaron. Carlos Castro disparando. Un dolor insoportable… y luego, la negrura.
- ¿Estoy… muerta?- se preguntó mientras su cuerpo temblaba. Alzó la mirada. – Si esto es el infierno… no me lo imaginaba así…- murmuró.
- Francisca…
Esa voz…Se levantó con el corazón en un puño y se volvió. Raimundo estaba detrás de ella. Era el Raimundo de su juventud, con el mismo rostro apuesto y orgulloso. Una lágrima asomó a los ojos de ella.
- Mi pequeña…- se acercó el muchacho.- ¿Por qué lloras?
- Tú… no puedes… estar muerto. – dijo en un sollozo.
- Mi Francisca…- susurró él, acercándose.
De pronto, la belleza del lugar pareció transformarse en un lugar inhóspito y oscuro. Francisca miró horrorizada a su alrededor. La imagen de Raimundo empezaba a alejarse.
- ¡Raimundo!- gritó. Vio que él le tendía la mano, pero irremediablemente, parecía estar muy lejos. Ella corrió con todas sus fuerzas y extendió su mano hacia la de él. No podía alcanzarle y creyó morir…
Raimundo despertó al sentir un fuerte apretón en su mano. Levantó la cabeza, confundido… y de pronto se quedó sin aliento. Francisca estaba aferrándose a su mano con desesperación. Se incorporó como un resorte.
- ¡Francisca…!
Su rostro estaba contraído de sufrimiento, pero la fuerza con la que le estaba agarrando hizo que una luz de esperanza creciera en su pecho. ¡Francisca estaba viva! Vio que estaba a punto de amanecer. Había sobrevivido a la noche. Raimundo le devolvió el apretón a su mano, se arrodilló de nuevo junto a su lecho y derramó lágrimas mientras le besaba la mano. Ella aflojó poco a poco la presión y su rostro se relajó hasta quedar totalmente inmóvil. Raimundo creyó que el corazón se le paraba.
- Doctor, ¡¡¡¡doctor!!!
Don Julián, se sobresaltó, despertándose, y se levantó de la butaca en la que había pasado toda la noche. Vio a Raimundo arrodillado junto a Francisca mientras sus manos estaban entrelazadas. Se acercó raudo.
- Me estaba apretando la mano…- explicó atropelladamente – cuando de repente, ha dejado de hacerlo y… se ha quedado completamente inmóvil.
El médico tomó su estetoscopio y lo colocó a la altura del corazón de Francisca. Raimundo pensó que no sobreviviría a aquella incertidumbre. Don Julián exhaló un suspiro.
- Está viva, Raimundo. No tengo ni idea de cómo… pero está viva. Sólo ha perdido la consciencia.
- ¿Viva?- Raimundo pronunció la palabra con un nudo en el estómago. – Está… viva…- repitió, como si no pudiera dejar de hacerlo.
El amable médico le dio una sincera palmada de apoyo en el hombro.
- Ha pasado lo peor. Si no hay complicaciones, lo conseguirá. Le voy a administrar un sedante y algo más de suero. El reposo es vital en su situación.
Raimundo creyó ahogarse de felicidad. Sabía que debía comunicar esa noticia a todos los que esperaban angustiados, pero se dio cuenta que le resultaba imposible soltar la mano de Francisca.
- Doctor… puede avisar a Tristán y a los demás.
- Por supuesto, Raimundo.- dijo el médico con una sonrisa.- Ahora mismo lo haré.
El médico puso la inyección a Francisca y después recogió su maletín.
- Volveré esta tarde.- dijo, a modo de despedida.
- Gracias…Don Julián…- dijo Raimundo, con la voz quebrada.
- No me lo agradezca, Raimundo. No he hecho gran cosa, sólo lo que estaba en mi mano. Agradézcaselo a ella. Esa mujer tiene una fuerza fuera de lo común.
El doctor salió por la puerta. Raimundo se volvió para contemplar a Francisca, que dormía suavemente. –“Desde luego que la tiene”- pensó, mirándola con adoración. Apoyó en su frente sus manos entrelazadas. Ella lo había conseguido. No sólo le había salvado una vez de la muerte colocándose delante de él y la bala de Castro. También lo había hecho ahora, al lograr sobrevivir. “-¿Se puede morir de amor?”- pensó Raimundo. Porque estaba seguro que si de algo podía morir, era de amor por Francisca Montenegro.
#394

02/08/2011 14:09
que bonitoooo :) Bravo lna escribes muy bien a ver si copian algo los guionistas.
vivan la paca y el rai!!!!
vivan la paca y el rai!!!!
#395

02/08/2011 14:23
Me encanta tu historia!!!!
#396

02/08/2011 15:09

ya podian tomar nota los guionistas y darnos mas escenas de estos dos, que los dias pasan y no parece que vaya a haber alguna :s
menos mal que nos queda tu relato, y repito: precioso
#397

02/08/2011 19:34
GRACIAS una vez más Lnaeowyn. ¡Qué manera de aferrarse a la vida!.... dejándose llevar por su corazón....grandeee la Paca
#398

02/08/2011 20:36
Por fin esta recuperando la vista Raimundo 


#399

02/08/2011 20:45
Es verdad Maria jijijj porfin! A ver si ahora le dan mas importancia a la pareja por ejemplo: que cuando Francisca se entere de la buena nueva vaya a ver a raimundo a la casa de comidas y muestren sus sentimientos como aquella vez n la casona donde raimundo se desmayo jejej ;) pero no creo que los guionistas nos den el gusto :(
#400

02/08/2011 20:45
Sííiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, ese RAAAI, que ya puede veeer. Jo, he saltado en el sofá de la emoción cuando se ha quedado traspuesto tras ver todo borroso.
Aiss, qué alegría. Voy a seguir con mi relato, que tengo buenas vibraciones
Aiss, qué alegría. Voy a seguir con mi relato, que tengo buenas vibraciones
