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El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon

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samureta
samureta
08/06/2011 23:44
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No existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas profundas.

[/b]
#341
falleretabarea
falleretabarea
31/07/2011 12:51
ya te vale Lnaeowyn, ya te vale!!! yo que soy de lágrima facil, he inundado mi casa y se me caen hasta los mocos!!!!que emocionante reconciliación!!!! lo que ya te he comentado antes , seguro que la tuya es mas bonita que la que nos tienen preparada los guionistas de la serie!!! ya verás ya, nos estas mal acostumbrando, luego no nos va a gustar las cosas que van a pasar en la serie!
QUIERO QUE TE CONTRATEN YA Y LLEVEN A ESCENA TODO LO QUE HAS ESCRITO!!!!!!QUE BONITO !!!
#342
Artemisilla
Artemisilla
31/07/2011 14:08
Lo siento, no puedo decir nada, tan sólo aplaudir.

Sigue así, artistaza!!
#343
lnaeowyn
lnaeowyn
31/07/2011 14:10
Tras el susto pasado, transcurrieron los días tranquilos en Puente Viejo. Todos se sorprendieron y alegraron de la reconciliación entre Francisca y Soledad, especialmente Tristán, quien no cabía en sí de gozo y de asombro al ver a su madre y a su hermana actuando como lo que eran, madre e hija. Es cierto que Francisca nunca habría de dejar de lado su orgullo y ese ramalazo malicioso, pero Tristán estaba atónito ante el cambio que había experimentado últimamente su madre. Sonrió, mientras acompañaba a su madre, su hermana y su sobrina en el primer paseo de la pequeña Francisca. No le cabía duda sobre la identidad del responsable de semejante cambio. Su sonrisa se ensanchó cuando vio a dicho responsable a las puertas de su negocio, abriendo las ventanas.
- Buenos días, padre.- saludó Tristán cariñoso.
Raimundo se volvió al ver al grupo.
- Buenos días, hijo- contestó, dirigiéndole una sonrisa.- Buenos días, Soledad, ¿cómo te sientes?
- Completamente recuperada.- la joven le sonrió- Gracias, Raimundo.
Raimundo desvió los ojos de Soledad y su mirada se detuvo en su madre.
- Buenos días a ti también, Francisca.

La aludida le miró. El conocido escalofrío ya estaba de nuevo presente. ¿Es que nunca dejaría de sentirlo? Se dio cuenta de que había recuperado a Soledad gracias al desafío que le había lanzado Raimundo. Pero también recordó que se lo haría pagar. Y ella nunca olvidaba una amenaza… por muy enamorada que estuviera. Una sonrisa maliciosa amenazaba con asomar a su rostro. Se le había ocurrido una… venganza perfecta. Y además, podría ser muy divertida.

- Buenos días, Raimundo.- dijo, alzando el mentón en un inconfundible gesto.

Tristán y Soledad miraron a su madre, sin comprender ese cambio de actitud. Raimundo, que sí que la conocía mejor que sus dos hijos, sonrió. Fingió ignorarla mientras se acercaba al carrito en donde descansaba la pequeña.
- Menuda hermosura.- dijo, cariñoso, haciéndole una gracia. La niña le miró con sus enormes ojos y esbozó una adorable sonrisa en su boquita.- Vaya, creo que le he caído bien. Parece que tengo un don para conquistar a todas las Franciscas… ¿A que sí, preciosa?- le dijo, haciéndole carantoñas a la niña, que empezó a reír.

Tristán y Soledad hicieron verdaderos esfuerzos por no imitar a la pequeña, mientras miraban disimuladamente cómo Francisca asesinaba con los ojos a Raimundo.
- Parece que los niños se le dan estupendamente, Raimundo.- dijo Soledad, sonriente.- Puede cogerla, si quiere.

Raimundo le devolvió la sonrisa y, con muchísimo cuidado, tomó a la pequeña en brazos. La pequeña Francisca parecía estar muy a gusto y terminó por dormirse. Raimundo sonrió tierno.
- Bueno, espero que esta ricura herede de su abuela sólo el nombre, porque si no…- guiñó un ojo a Soledad, quien no pudo evitar esta vez una risa involuntaria. Sin embargo, se calló de repente, al ver la cara que estaba poniendo su madre. Raimundo decidió que ya había provocado bastante a Francisca por aquella mañana. Se inclinó y depositó a la niña dormida en su carro.- Bueno, hijos, me alegro muchísimo de que todo vaya bien, pero tengo un montón de faena allá dentro.
- Si quiere, puedo ayudarle.- se ofreció Tristán.- Emilia ya me ha enseñado un par de cosas.

Francisca fulminó con la mirada a su hijo. Parecía que esos dos aquella mañana no tenían otra cosa mejor que hacer que sacarla de sus casillas. Raimundo ahogó la risa. No le importaba que Francisca intentase matarle, pero no quería que también la tomara con Tristán.
- No te preocupes, hijo. No es necesario. Además, tú deberías ayudar a Pepa con los preparativos de vuestra boda.
- Entre ella, Emilia, Mariana y Soledad, aquí presente, apenas me dejan meter baza.- suspiró el joven capitán.
Soledad sonrió.
- No necesitas meterla, hermano. Lo tenemos casi todo listo. Bueno, lo dicho, Raimundo, no le entretenemos más.

Tristán y Soledad se despidieron cariñosos mientras empujaban el carrito de la niña. Francisca se detuvo un instante. Ambos intercambiaron una mirada que expresaba demasiadas cosas.
- Esto no quedará así, Raimundo.- dijo ella.
- Lo sé, Francisca.- contestó él con una sonrisa.
#344
mariajo76
mariajo76
31/07/2011 14:31
joer Miri, te me adelantas siempre, que velocidad, yo también me muero de curiosidad por saber que va a hacer Francisca, sólo espero que le ponga a Raimundo un poquito firme por que él no puede ganar siempre ¿no? y para terminar CHOZOENCUENTRO.
Por cierto muy bueno lo que dice Rai de que se le da bien conquistar a las Franciscas ja ja lo que me he podido reir
#345
lnaeowyn
lnaeowyn
31/07/2011 15:16
Aquella noche, tras cerrar la casa de comidas, Raimundo se sentó pensativo. Rememoró todas y cada una de las expresiones y palabras de Francisca, desde que él la había amenazado con no acercarse a ella si no suavizaba un poquito su actitud. Era evidente que lo había hecho. Se había reconciliado con Soledad; Pepa y ella, pese a la similitud de sus explosivos caracteres estaban empezando a hacer muy buenas migas e, incluso ya no ponía objeciones a que Juan Castañeda acompañase a Soledad y su hija cuando la iban a visitar. No pudo evitar sonreír. Si hasta Sebastián le había dicho que apenas la tomaba ya con la pobre Mariana y, como consecuencia, la torpeza de la chica había casi desaparecido. La vajilla de los Montenegro estaba a salvo. “-Qué gran noticia”- pensó, burlón.

Sus pensamientos empezaron a tomar un rumbo distinto. Le había costado horrores mantener su amenaza. Cerró los ojos y respiró hondo. Su último acercamiento había sido el sorpresivo beso que Francisca le había dado después de derribarle en medio del pasillo tras comprobar que Soledad estaba sana y salva. Y nada más. Raimundo tragó saliva. Esa mujer era su perdición. Era su veneno. Un veneno que lo mataba lentamente, pero sin el cual no podía sobrevivir. Sonrió al recordar su rostro cada vez que la hacía rabiar. Dios…¡La quería tanto que hasta le dolía! Su mente recordó la amenaza de ella. Pero el deseo de tenerla le impidió seguir pensando con claridad. A su mente vinieron imágenes de su último encuentro en la conservera. Allí habían caído rendidos la primera vez y también la última.

Se levantó con tanta brusquedad que tiró el taburete al suelo. Emilia, que estaba barriendo, le miró.
- ¿Le ocurre algo, padre?- preguntó, algo preocupada.

Raimundo miró a su hija. Se había olvidado de que estaba allí.
- Eh… no, nada.- Emilia le miró, inquisidora.- Es sólo que… acabo de recordar que tengo que… encargar un pedido a la conservera. Me acercaré a la Casona. En seguida vuelvo.

Desapareció como alma que lleva el diablo. Emilia se quedó boquiabierta. En ese momento, Sebastián salió de la trastienda y miró a su hermana.
- ¿Qué ocurre, Emilia?- vio el taburete en el suelo.
Emilia resopló.
- Pues que a padre se le acaba de recordar que necesita un pedido “importantísimo” y ha salido volando hacia la Casona para encargártelo a ti.- dijo la joven meneando irónica la cabeza.

Los dos hermanos se miraron. Emilia se llevó las manos a la cabeza y Sebastián estalló en carcajadas.
- Pobrecillos,- dijo Sebastián cuando pudo volver a hablar.- Si es que desde el último “pedido” ha pasado demasiado tiempo.- dijo, controlando a duras penas la risa.

Emilia meneó la cabeza, sin poder creer todavía la historia de la encerrona en la conservera de la que tan orgullosos se mostraban sus dos hermanos. Sin embargo, finalmente, al ver la cara que estaba poniendo Sebastián, no pudo evitar echarse a reír con él.
#346
thirdwatch
thirdwatch
31/07/2011 15:42
Menuda encerrona el han echo a Raimundo jajajajaja. vaya par de hermanos.. Continuala pronto.. Tengo ganas de mas y mass
#347
mariajo76
mariajo76
31/07/2011 15:51
Paca hazle sufriiiiiiiiiiiiirrrrrrrrr ya sabes que lo que se hace esperar se desea más, que lo pase un poco mal y luego CHOZOENCUENTRO, CHOZOENCUENTROOOOOOOO
#348
martads
martads
31/07/2011 16:43
siiiiiiiiiiiiiii totalmente de acuerdo!! que sufraaaa un pocoo y luego CHOZOENCUENTRO!!! me rio tanto con tu historia Lna, me encanta!tambien me emociono, como en la escena de reconciliación...
es genial!
sigue así que nos tienes a todas enganchadisimas!
#349
lnaeowyn
lnaeowyn
31/07/2011 16:45
Mariana abrió la puerta de la Casona y disimuló la sorpresa lo mejor que pudo al ver allí a Raimundo Ulloa.
- Raimundo…- dijo- ¿Qué se le ofrece?
- Necesito…hablar un momento con Francisca.- repuso. –“¡Mentiroso!”- le reprendió su conciencia.
- Pase, por favor. Ahora mismo se lo digo.- dijo la chica con una amable sonrisa.
Raimundo entró y se quedó de pie en el lujoso salón. Mariana subió las escaleras hasta la alcoba de la Doña. Tras llamar y obtener el permiso, entró.
- Doña Francisca, disculpe que la moleste pero… tiene visita.
Francisca estaba haciéndose su acostumbrada trenza para dormir.
- La gente últimamente acostumbra a hacer las visitas a una hora muy impropia.- dijo meneando la cabeza.- ¿Quién es?
- Raimundo Ulloa.

Francisca Montenegro se quedó inmóvil, con el cepillo en la mano. Procuró calmar su corazón, que ya había empezado con su habitual repiqueteo. Tras lograrlo, una perversa sonrisa empezó a aparecer en su rostro. Mariana tembló al verla.
- Dile que bajaré en un momento.- dijo lentamente, saboreando las palabras. La chica se inclinó, temerosa, dispuesta a irse.- Y, Mariana.- la llamó. La joven se volvió.- No quiero que nada ni nadie nos interrumpa. ¿Me he expresado con claridad?
- Sí señora, descuide.

En cuanto la muchacha se hubo marchado, Francisca se puso en pie. Repasó mentalmente su plan mientras se quitaba a toda prisa el pesado vestido. Abrió el armario y eligió cuidadosamente el camisón más hermoso que tenía. Se lo puso sin perder un segundo y después se situó frente al espejo. Deshizo el nudo de su trenza y su oscura cabellera se desparramó como una cascada de azabache por su espalda. Alzó la cabeza y se contempló orgullosa. Después abrió la puerta y salió. Descendió silenciosa las escaleras. Raimundo estaba de espaldas a ella, contemplando con curiosidad algo al otro lado del salón. Reprimió a duras penas la risa. Aquello iba a ser muy divertido.

- Vaya, vaya- dijo, de repente, sobresaltando al visitante.- Pero si tenemos aquí al más respetable tabernero de Puente Viejo.

Raimundo sonrió tras la sorpresa inicial. Se volvió lentamente, como siempre lo hacía al encararse con ella, y de repente, se le cortó la respiración.

Francisca se encontraba allí, en el último peldaño de la escalera, sin más prenda encima que un suave camisón que dejaba más bien poco a la imaginación. Su cabello estaba suelto y en sus ojos bailaba un travieso brillo. Sintió que se le secaba la boca. Intentó mantener la cabeza fría y serena pero le estaba costando horrores. Francisca descendió el último peldaño y se acercó, para después alejarse sutilmente, como un felino rondando a su presa. Finalmente, se detuvo a un par de metros de él.

- Supongo que habrás venido a cumplir tu parte del trato.- dijo ella maliciosa.- De la misma manera que yo cumplí con mi parte.

Una pequeña alarma saltó en la mente de Raimundo. Pero por desgracia, la parte racional de su cerebro había dejado de funcionar hacía ya demasiado tiempo. Se acercó como una exhalación a ella.
- Me alegro de que esté todo claro y no sean necesarias más explicaciones.- dijo él.

La atrapó en sus brazos, pero antes de que pudiese besarla, Francisca le detuvo, amenazándolo con un abrecartas.
- No tan rápido… mi querido Raimundo. – él la miró sin comprender.- ¿Creías que después de lo que me hiciste iba a resultar todo tan fácil?
- ¿De qué demonios estás hablando?- preguntó él.
- Tú osaste chantajearme diciendo que no volverías a acercarte a mí hasta que no “endulzase un poco mi carácter”- dijo burlona, imitando su voz.- Y yo te juré que esto no iba a quedar así.

Raimundo empezó a ver todo mucho más claro, a pesar de que la pasión seguía torturándolo. ¡Demonio de mujer!
- Muy bien.- dijo en un susurro que supo que le causaría escalofríos.- ¿Por qué no… dejamos la venganza para luego? Creo que ahora tenemos cosas más importantes que hacer…

Francisca sintió efectivamente ese escalofrío. ¡Maldito Raimundo! Apeló a todo su orgullo y su fuerza de voluntad. No podía rendirse. ¡No podía! Con un esfuerzo sobrehumano, se deshizo de su abrazo y retrocedió.
- Lo siento, Raimundo, pero eso ya no sería una venganza. – dijo sonriendo malvada.
Raimundo la miró incrédulo.
- No…no puedes estar hablando en serio.- dijo.
- Estoy hablando muy en serio. Nadie se burla de Francisca Montenegro. Y mucho menos tú.
- Te equivocas, mi querida Francisca.- Raimundo la miró con un destello en los ojos que le hizo dar un respingo. Había furia, amor y un deseo incontenible.- Tu venganza se volverá contra ti.
- ¿Ah, sí?- preguntó ella retadora- ¿Y por qué?
Raimundo se acercó de nuevo a ella. Ambos sintieron que saltaban chispas.
- Porque tú me deseas tanto como yo a ti.- dijo.

Haciendo un esfuerzo que jamás creyó ser capaz de hacer, Raimundo Ulloa se alejó y se encaminó hasta la puerta. La abrió y antes de marcharse le dedicó una mirada que la hizo temblar. Después desapareció tras la puerta. Francisca se quedó inmóvil. No era nada fácil vencer a Raimundo Ulloa, pensó. Pero eso lo hacía más emocionante. Estaba segura de que al final, lo conseguiría. Sólo tenía que aguantar un poquito más que él…
#350
neca12
neca12
31/07/2011 16:59
No puedes dejarnos así!! Sigue porfavor!
Jajaja
#351
mariajo76
mariajo76
31/07/2011 17:04
ajajajajajaja Venga Franciscaaaaaaaaaaa aguantaaaaaaaaaaaaaa estamos todas contigo, tu puedessssssssssssssss, Rai ¿qué tal sienta tomar de tu propia medicina?. No nos dejes así mujer sigue por lo menos Hasta el CHOZOENCUENTRO, por que habrá ¿no?
#352
martads
martads
31/07/2011 17:11
jaajjajajajajajajja me encantaaaaan!!!francisca aguantaaaaaa
no nos dejes asi porfavoooor
(me he cambiado la foto en honor a nuestra paca, que es la mejor!)
sigueeeee
#353
mariajo76
mariajo76
31/07/2011 17:13
ja ja Miri, es que bastantes cosas hay en la vida malas así que una historia de amor viene fenomenal y ya que en la serie parece que les jode ponerlos juntos pues ni te imaginas lo que estoy disfrutando así que Miri grita conmigo CHOZOENCUENTRO CHOZOENCUENTRO
#354
lnaeowyn
lnaeowyn
31/07/2011 17:26
Jajajjajaajajajajajjajaa, chicas, que me parto con vosotras... Pobrecito Rai, jajajaja, con lo mal que lo debe estar pasando. Pero la venganza será terrible carcajadacarcajadacarcajadacarcajadacarcajadacarcajadacarcajadacarcajada

_______________________


- Buenos días, hermano.- saludó Sebastián sonriendo mientras entraba al patio trasero de la Casona.
- ¡Tío Sebastián!- exclamó feliz Martín, abalanzándose hacia él.

Sebastián levantó a su sobrino en brazos, haciéndolo volar levemente sobre él. Las risas y los juegos de los tres se vieron interrumpidos de repente por la dueña de la casa.
- ¿Se puede saber qué jaleo es éste?

Tristán, Sebastián y Martín se quedaron inmóviles ante el evidente enfado de la Doña.
- Doña Francisca… - empezó Sebastián arrepentido- Yo… lo siento. Estábamos…
- No te he pedido tu opinión, Sebastián. Ya me imagino lo que estabais haciendo.- Sebastián tragó saliva al ver la furiosa mirada de Francisca.- Que sea la última vez que montáis este escándalo en mi casa. ¿Acaso no tenéis nada mejor que hacer?
- Madre…- intentó apaciguarla Tristán. Se calló inmediatamente al ver que ahora, la furiosa mirada se la estaba dedicando a él. Los tres enmudecieron. Francisca finalmente se volvió y se marchó.

Los tres se habían quedado mudos ante el arranque de doña Francisca.
- Padre.- dijo Martín un tanto triste.- Lo siento… yo no quería…
- Ven aquí, mi soldado.- le dijo Tristán, sentándolo en sus rodillas.- No te preocupes. La abuela no está enfadada contigo… sólo lo está… con el resto del mundo.- le dijo, mientras le acariciaba la cabeza.- Anda, corre a que Mariana te dé el desayuno. Enseguida estoy contigo.

El chiquillo obedeció y salió corriendo. Los dos hermanos se quedaron solos.
- ¿Qué mosca le ha picado a tu madre?- preguntó al fin Sebastián.
- No tengo ni idea. Sólo sé que hoy se ha levantado con un humor de perros.- le contestó su hermano.

Sebastián frunció el ceño.
- ¡Qué extraño!- musitó, mirando al infinito. Tristán le miró.
- ¿Qué es tan extraño?
- Pues que hoy también padre estaba con un humor de mil demonios. Le ha montado una de órdago a la pobre Emilia sólo porque rompió un vaso. De hecho, por eso he venido hasta aquí. Emilia, que es igual de cabezota que él, le espetó que quería desayunar tranquila y se ha marchado a junto de los Castañeda.

Los dos hermanos se quedaron mirándose sorprendidos.
- Está claro. Han discutido otra vez.- dijo Tristán, certero.

Sebastián alzó los ojos al cielo.
- Por todos los… ¿Es que van a estar así toda la vida? Pero… ¿Por qué habrá sido esta vez?
- Y yo qué sé, hermano. Si son tal para cual.
- Pues más vale que se arreglen o todos sufriremos las consecuencias.
- ¿Crees que… sería prudente que les echáramos una mano?- sugirió Tristán.
- Ah, no, eso sí que no. Esta vez sí que nos matarían.- dijo Sebastián.
- Podríamos hablar con padre…
- Más bien, podrías hablar tú. Si yo lo intento, me atiza con la escoba, estoy seguro. Pero tú eres su niño mimado.- dijo Sebastián burlón. – Contigo sería manso como un cordero.

Tristán sonrió.
- Hablaré con él.
#355
lnaeowyn
lnaeowyn
31/07/2011 17:38
Jajjaa, un poco de tranquilidad, Miri. Yo jamás me reiría de vosotras, sino con vosotras guiño
Todo llegará... jejejje. La venganza es un plato que se sirve frío... aunque la venganza de Raimundo va a ser de todo menos fría, jajajajja.

Os prometo que esta noche, habemus chozoencuentro. Palabra de Montenegro! carcajada
#356
mariajo76
mariajo76
31/07/2011 17:50
Lna te tomo la palabra es que esto es una agonía.
Miri compañera de sufrimientos que te voy a decir que ya no puedo vida, que esta historia me tiene loca y por cierto, me apunto a lo de la pancarta sólo que tendríamos que llevar 5 o 6:
Rai y Paca juntos en escena ya
Por broncas entre Rai y Paca
Rai y Paca reconciliación
Rai y Paca encuentro
Ray y Paca chozoencuentro de una p..a vez
vamos que más que una pancarta va a parecer que llevamos la biblia
#357
thirdwatch
thirdwatch
31/07/2011 17:59
Mariajo me uno a la manifestación y añadiría una pancarta: Porque sean por fin protagonistas y no extras que esta temporada se han paseado sin pena ni gloria por la serie
#358
lnaeowyn
lnaeowyn
31/07/2011 21:20
Chicass, lo prometido es deuda carcajada
_____________________________

Aquel atardecer, Tristán se encaminó hacia la casa de comidas, mientras discutía consigo mismo cómo mantener aquella delicada conversación con su padre. Sabía que, básicamente, debía convencerle de que fuese un poquito más comprensivo que su madre. Pero tenía la sensación de que iba a ser tan costoso como pedirle lo mismo a su madre. Meneó la cabeza. Su padre y su madre eran exactamente iguales en cuanto a orgullo y cabezonería. Estaba ya llegando a su destino cuando vio algo que le dejó inmóvil. Su padre salía por la puerta, vestido con el mejor traje que tenía. En absoluto parecía el tabernero, sino Don Raimundo Ulloa, miembro de la noble familia más distinguida de Puente Viejo.

- Padre – le llamó. Raimundo sonrió al ver a su hijo. Tristán se acercó a él y le miró de pies a cabeza.- ¿A qué se debe este… despliegue de elegancia?
- Pues sencillamente, hay que vestir bien cuando se va a celebrar algo.- dijo él, sonriendo enigmático.

Tristán sentía que ya no podía más con la curiosidad.
- Por Dios, padre, no me tenga en este sin vivir. ¿Qué ha ocurrido?
- Esta tarde, Francisca y yo hemos tenido un encuentro casual y la he convencido para que cenemos juntos esta noche. Le prometí que le pediría disculpas por mi… comportamiento.

Su hijo le miró perplejo.
- Entonces… ¿Es usted quien al final capitula en lo que sea que les haya pasado?
Raimundo sonrió, pícaro.
- Eso es lo que tu madre cree.- dijo travieso.
Tristán se quedó con la boca abierta. Su padre le dio una palmadita cariñosa en el hombro.
- Y, si me haces un favor hijo, te agradecería que esta noche en la Casona… no nos molestase nadie.- se volvió, con intención de irse, pero después se encaró de nuevo al joven. –Por cierto, ¿has venido hasta aquí con algún motivo?
- A decir verdad, venía con el propósito de pedirle que resolviera sus diferencias con mi madre… pero está visto que no es necesario.- dijo Tristán. Raimundo le sonrió y se dispuso a marcharse.- Padre.

Raimundo se volvió a mirarle.
- Tenga cuidado.- le dijo Tristán.- Nunca es muy recomendable jugar con fuego.

Raimundo no pudo evitar una sonrisa.
- Salvo que tu intención sea quemar.- dijo él divertido. Finalmente se volvió y se marchó.
_______________________________

Francisca tragó saliva al ver entrar a Raimundo en su casa. Jamás pensó que pudiera verse así sólo con un traje de etiqueta que tampoco era de los más lujosos.
- Buenas noches, Francisca.- dijo él, inclinándose caballeroso, mientras le tendía un ramo de flores.

Ella se quedó tan sorprendida que le costó reaccionar. Miró el ramo. Eran lirios, sus flores favoritas. Alargó la mano para cogerlas pero, en un hábil movimiento, Raimundo tomó su mano y la llevó a sus labios. Le besó la mano con tanta delicadeza que Francisca intentó por todos los medios disimular el millón de mariposas que empezaron a hacer estragos en su estómago.

- Buenas noches… Raimundo.- contestó, procurando mantener la compostura. Retiró con esfuerzo la mano y tomó al fin las flores. - No creas que te será tan fácil ganar mi perdón. Y mucho menos con unas flores.- dijo ella, volviendo a sus andadas.
- Lo sé, mi pequeña. Pero no pude evitar la tentación de coger esas flores. Siempre me han recordado a ti.- dijo tierno. - ¿Recuerdas cuando te las regalé por primera vez?- Francisca sintió un involuntario temblor.- No tendríamos más de catorce años.- continuó él. – Tú te prendiste las flores en el pelo y después, me besaste. Fue nuestro primer beso.

Raimundo la miraba hipnotizador a los labios. Francisca sintió un escalofrío tras otro. Renegó en su interior. “-Por Dios, Francisca, ¿no decías que no le perdonarías tan fácilmente?”- Apretó los dientes. Aquello iba a ser más difícil de lo que pensaba. Podía discutir con él y defenderse como una leona cuando él también se le enfrentaba. Pero esa táctica… Esa táctica de Raimundo la desquiciaba. No sabía cómo reaccionar.
- Será mejor que… nos sentemos. La cena ya está preparada.- dijo, agradeciendo que Rosario hubiese aparecido para indicarles silenciosamente que todo estaba listo.
Se sentaron a la mesa. Rosario les sirvió.
- Señora, si no le importa, debo marcharme. Su hija Soledad me pidió que llegase hoy antes a casa porque la pequeña está un poco resfriada y ya sabe, las madres primerizas se preocupan demasiado. ¿No le importa?

Francisca miró temerosa a Rosario. No sabía por qué, pero de pronto, la idea de quedarse completamente sola con Raimundo le hacía sentir dosis iguales de temor y anhelo. Raimundo la miró. Su idea estaba funcionando. Vencería a Francisca utilizando las armas contrarias a las que usaba ella. Le dedicó una mirada cargada de ternura y… deseo.
- ¿Señora?

Francisca pareció despertar de pronto. Se había perdido ante la mirada de él.
- ¿Eh?- alzó la mirada hacia Rosario.- Sí… no te preocupes.

Francisca se sobresaltó levemente cuando oyó la puerta cerrarse tras la marcha de Rosario. Y se sobresaltó de nuevo cuando Raimundo posó una mano sobre la suya.
- Estás preciosa esta noche, mi pequeña.- le dijo en un susurro.

-“Francisca, por Dios, cálmate. Mantén la mente fría”- la regañó su conciencia. Pero por más que lo intentaba, Raimundo tiraba por tierra cada trinchera que ella construía. Sin embargo, su orgullo le dio un último empujón.
- No creas que me vas a engatusar con tus zalamerías, Raimundo Ulloa.- dijo ella, respirando agitadamente. Intentó refrenar el deseo de echarse en sus brazos y se levantó, luchando consigo misma.
- Entonces, si mis zalamerías no lo consiguen…- susurró Raimundo, con voz ronca, levantándose también.- Tal vez lo haga… algo más poderoso.

Francisca se encontró a centímetros de él. Sus respiraciones estaban tan agitadas que parecían dos asmáticos a punto de morir. Sin embargo, Francisca todavía encontró fuerzas.
- Rai… mun…do…- susurró- N..No..
- Yo... diría… que sí.- contestó él.

Esta vez, ni un abrecartas, ni un fusil, ni un cañón pudo impedir que Raimundo deslizase sus brazos apasionadamente alrededor de Francisca. Ella soltó un gemido ante el abrazo que la dejó sin respiración.
- ¿Querías… venganza?- dijo él, a escasos milímetros de sus labios.- Pues escribiré esa venganza… a fuego… en tu piel…

Raimundo atrapó su boca, arrebatándole todo el aliento en un beso asfixiante. Francisca se aferró a él, incapaz de sostenerse sobre sus piernas. La pasión los consumió a los dos. Raimundo la levantó y la sostuvo contra la pared, mientras la besaba sin tregua y sus manos volaron a través de su espalda, desabrochándole el vestido. Francisca sólo podía intentar sobrevivir al ataque de Raimundo. La estaba llevando a la locura. Y lo más sorprendente es que, a pesar de la desesperación con la que la estaba amando, jamás parecía perder esa inmensa ternura con la que la acariciaba, sembrando fuego por toda su piel. Ella se separó un instante. Pareció contagiarse de la urgencia de él y le desabrochó la camisa. ¿Por qué demonios tenía tantos botones aquella maldita camisa? Sin paciencia para terminar, acabó arrancando el último botón.
Él sonrió mientras la besaba y se desposeía de la molesta prenda. Las ropas de ambos empezaron a aparecer desperdigadas por el suelo. Raimundo finalmente tomó a Francisca en brazos y apenas se dio cuenta de que subía las escaleras mientras continuaba adorándola.
Entraron en la alcoba de Francisca y la tumbó en la cama. Dejó un rastro de besos por todo su cuerpo y la pasión cegadora les abatió. De nuevo, volvieron a ser uno. Francisca se aferró a él, mientras el inmenso placer les envolvía. Finalmente, Raimundo la apretó contra su pecho a la vez que las oleadas de placer les hacían temblar. La miró.

- Querías… mi rendición…- susurró él.- Pues ya la tienes.

Francisca le miró, aún temblando. Se apretó contra él.
- También… es la mía.
#359
mariajo76
mariajo76
31/07/2011 22:17
ni vencedores ni vencidos, mejor así y es que el amor es..., uf cuanta pasión, a mi el Rai me trata así y tampoco me resisto, ¿qué pasara a la mañana siguiente?¿dejarán las diferencias atrás de una vez?, jo me imagino a Rai con traje de etiqueta y buenooooooooooo.........lo quiero para miiiiiiiii
Miriiiiiiiii por fin CHOZOENCUENTRO y con que pasión.
Un último capítulo para terminar bien el domingo por fissssssss??????
#360
lnaeowyn
lnaeowyn
01/08/2011 01:28
A la mañana siguiente, Raimundo despertó. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue que se encontraba en una lujosa alcoba. Lo segundo, que Francisca dormía abrazada a él y con la cabeza apoyada en su pecho. Raimundo se sintió de nuevo el hombre más feliz del universo. Su mano derecha reposaba en la cintura de ella. La deslizó suavemente, disfrutando del contacto de su piel. Un pequeño escalofrío la hizo removerse. Pero no terminó de despertar.
- Raimundo…- susurró en sueños.

El aludido la miro maravillado. ¿Estaba soñando con él? La miró, sin poder apartar sus ojos de ella. ¿Cómo podía quererla tanto? No podía vivir sin ella. Sin Francisca Montenegro. Sin ese diablo de mujer que le había embrujado con diez años. Sin esas querellas, sin ese genio que le provocaba cerrarle la boca con un beso apasionado. No quería despertarla, pero ardía en deseos de besarla otra vez.

Como si ella hubiese escuchado sus deseos, Francisca empezó a abrir los ojos. Despertó completamente, de nuevo apoyada en el pecho de Raimundo. Suspiró. Al menos no estaban encerrados en el antiguo caserón y no había que saltar por ninguna ventana. A decir verdad, no estaba muy en condiciones de saltar de ningún sitio debido a la salvaje pasión desatada aquella noche. El pensamiento hizo que la vergüenza empezase a asomar en su rostro. Él lo advirtió y sonrió.
- Buenos días, amor.- susurró tierno.
- Buenos días.- dijo ella. Raimundo la miró. Al menos no se había levantado para salir corriendo. Francisca seguía con la cabeza apoyada en su pecho. Le acarició con infinita ternura el cabello negro.
- ¿En qué piensas, mi pequeña?- preguntó amoroso.
- En que no sé qué le voy a decir a Don Anselmo la próxima vez que me confiese.

Raimundo se echó a reír a carcajadas. Tan contagiosa era su risa cristalina que, pese a todas sus cuitas, Francisca también sonrió. Se levantó, apoyándose sobre un codo.
- No tiene gracia, Raimundo. Tú no tienes ese problema porque eres un condenado ateo, pero ¿yo?
- Bueno, mujer, dile simplemente que has pecado contra el sexto mandamiento… unas siete veces.- dijo burlón.
Francisca levantó una ceja.
- ¿Siete?? Pero si sólo han sido dos.- dijo ella, sin comprender.
Raimundo la miró tierno, risueño y pícaro.
- ¿Cuándo piensas confesarte?
- Pues…- Francisca le miró.- Oye, realmente… ¿estamos teniendo esta conversación?
Raimundo reprimió la risa a duras penas.
- Venga, dime, ¿cuándo piensas confesarte?
- Pues, imagino que el domingo.
Él meneó la cabeza.
- Para eso todavía quedan cinco días. Sí, dile que unas siete veces.

Francisca iba a replicar cuando, de repente, cayó en la cuenta de las implicaciones de lo que decía Raimundo. Su rostro se tiñó de escarlata mientras Raimundo se echaba a reír.
- Raimundo, por Dios. ¿Cómo puedes bromear con esto?
- Y tú.- contestó él, levantando su mentón para mirarla a los ojos.- ¿Cómo puedes sentirte siempre con remordimientos después de amarnos? Ya sabes que vas a ir al infierno, Francisca. Y no sólo por esto. Así que deja de preocuparte.

Francisca abrió la boca. Iba a responderle furiosa pero él ahogó sus palabras con un beso inesperadamente apasionado. Olvidó su enfado y en dos segundos le estaba besando con la misma intensidad. Raimundo sonrió y se separó levemente.
- Si continuamos, tendrás que decirle a Don Anselmo que ocho veces.

Francisca sonrió involuntariamente. Se separó un momento de él y se sentó en la cama. Se quedó perpleja cuando paseó su mirada por la habitación.
- Pero… ¿qué demonios?...- Todo aparecía tirado por el suelo, como si un vendaval hubiese barrido su alcoba. Abrió la boca al ver todas sus ropas tiradas aquí y allá. Miró a Raimundo, presa otra vez de una arrolladora oleada de pudor.
- Bueno… son cosas que pasan. Pero a mí no me eches todas las culpas. Yo al menos respeté todos los botones de tu vestido.- dijo con un guiño pícaro.
- Raimundo… ¿Cómo pudimos… perder los estribos de esta manera?
- ¿Y aún por encima me lo preguntas? Tú, que primero me provocas y después me tienes a pan y agua.
- Lo tenías bien merecido.- dijo ella, sonriendo maliciosa.
Raimundo meneó la cabeza y sonrió.
- Bueno… provócame todo lo que quieras.- dijo, acercándose apasionado.- Me encanta resolver nuestras… diferencias de esta forma. Es una lástima que no lo hubiésemos hecho antes. Así nuestras peleas tendrían un gran… aliciente.
Francisca se rió.
- Oye, no pretenderás… que esto ocurra cada vez que discutimos… ¿verdad?
- ¿Tienes algún inconveniente, mi pequeña?
- A decir verdad… no.

Raimundo sonrió. La abrazó y la besó tiernamente. Ella rodeó su cuello con sus brazos mientras le devolvía el beso. Se separaron, pero siguieron abrazados.
- Te quiero, Raimundo.- dijo Francisca, perdiéndose en sus ojos. Sintió que una burbuja de felicidad se rompía en su pecho.- Siempre te he querido. Y te querré más allá de la muerte.
- Mi pequeña… mi Francisca.- susurró él, abrazándola contra su corazón.
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