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El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon

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samureta
samureta
08/06/2011 23:44
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No existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas profundas.

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#301
mariajo76
mariajo76
28/07/2011 23:50
por cierto y antes de que se me olvide, a ver que opinais:a falta de escenas juntos en la serie estoy repasando las antiguas y en la última en la que Francisca va a la posada a hablar, bueno más bien tontear, con Raimundo al final de la escena cuando Francisca se va con ese "adios Ulloa" me da la sensación de que Raimundo pone una cara así como de "mierda la he fastidiado", como de que no había aprovechado la oportunidad que le había ofrecido Francisca.
Igual son paranoias mías de las ganas de verlos juntos, pero no se, a ver que me decís.
#302
lnaeowyn
lnaeowyn
29/07/2011 01:16
Que no se diga, jejejeje...

Un ruiseñor se posó en el alféizar de la ventana a la mañana siguiente y cantó con todas sus fuerzas. La hermosa melodía llegó hasta los oídos de Francisca. Se negó a abrir los ojos, como si no quisiera despertar y dejar de sentir esa paz y felicidad. Pero poco a poco, su mente empezó a adueñarse de ella. Sintió que un calor la reconfortaba y que otro sonido se hacía presente. Era un latido. El latido de un corazón poderoso. Abrió los ojos. La habitación estaba iluminada por las primeras luces del Sol y un hermoso cielo azul se vislumbraba por la ventana.

Bajó la mirada hasta contemplar el suave pecho sobre el que estaba apoyada y en el que latía aquel corazón. Sintió un estremecimiento que la sacudió entera. Se incorporó levemente, afianzándose en un codo y contempló a Raimundo. Dormía tranquilo, con una expresión mezcla de calma, felicidad y nobleza. Su rostro aparecía relajado y pensó que jamás lo había visto tan guapo. Tragó saliva. Sí, a sus ojos, Raimundo Ulloa aparecía como un príncipe, un caballero, un hombre…perfecto.

-“El amor te está haciendo delirar”- se dijo a sí misma, reprendiéndose. Pero no podía dejar de mirarle. Era inútil seguir luchando contra eso. Le amaba con todas las fuerzas de cada partícula de su ser. Amaba su orgullo, su fuerza, su carácter. Amaba todas y cada una de sus disputas y querellas. Amaba su afilado sentido del humor, la manera que tenía de hacerla rabiar y la forma en la que después se mostraba tierno. Amaba aquel hijo que le había dado. Incluso amaba su exagerado racionalismo y su forma de renegar de todo aquello que no se pudiera demostrar, incluido Dios.

“-Decididamente, acabarás yendo al infierno”- la reprendió su conciencia. No sólo no se había conducido como una señora decente, sino que también le gustaba el ateísmo de Raimundo. Cerró los ojos. Es cierto que le amaba pero… ¿cómo pudieron llegar las cosas tan… lejos? Se estremeció al recordar lo ocurrido aquella noche. –“¡Por todos los…!” ¿Cómo era posible que se hubiesen dejado llevar como dos jovenzuelos con las hormonas disparadas? Sintió una arrolladora oleada de vergüenza al recordar que Raimundo, caballeroso, le había dicho que si quería parar, lo haría y ella le había contestado que si lo hacía le mataría. ¡Dios bendito! Sabía que Raimundo lo había dicho sólo por decir, pero aún así…

Estaba tan sumida en sus cargos de conciencia, que no advirtió que Raimundo se había despertado y la miraba. Él aprovechó su despiste para contemplarla de reojo. Sabía exactamente todo lo que estaba pasando por esa cabeza dura y reprimió las ganas de estallar en carcajadas.
Aguantó estoico y siguió contemplándola, con los párpados entrecerrados. Finalmente, no pudo más y abrió completamente los ojos.
- Buenos días, mi pequeña.- susurró.
Francisca se sobresaltó y le miró.
- Buenos…días.

Raimundo la contempló. Verla allí, con su abundante cabellera negra suelta, sin más ropa que un delicado camisón hizo que sintiera deseos de restregarse los ojos y darse de cabezazos contra la pared para asegurarse de una vez por todas que aquello no era un sueño. Alargó la mano y deslizó los dedos por el sedoso cabello oscuro, retirándolo hacia su espalda. Ella le miró sin comprender.
- Eres… preciosa como una mañana de verano.- susurró.
Francisca tembló al contacto de su mano. Él se incorporó, sentándose a su lado en el lecho. Tomó su mentón y la besó.
- Raimundo.- dijo ella, rompiendo el beso- ¿Qué hemos hecho…?
Él alzó una ceja, burlón.
- No pretenderás que te lo explique, ¿verdad?
Francisca se sintió a partes iguales enfadada y divertida ante la respuesta.
- Muy gracioso, tabernero.- le contestó.- Te lo pregunto en serio. Esto… no… no está bien.
- Bueno… con la práctica mejorará.- dijo socarrón.- Pero yo creo que ha estado… extraordinariamente bien. Y tal como yo recuerdo… creo que a ti también te gustó.
- ¡Raimundo!
- Vamos, Francisca. Deja ya de ponerle puertas al campo. Ya te lo dije. Ni tú ni yo podemos evitar esto ni luchar contra esto. Así que… si no puedes con tu enemigo… únete a él.- dijo, guiñándole un ojo travieso.
- Pero… ¿Qué vamos a hacer? No pretenderás que todo Puente Viejo nos vea como…
- ¿Novios? ¿Amantes? ¿Enemigos enamorados?- dijo Raimundo, reprimiendo la risa.
- ¿¡Es que no puedes tomarte nada en serio?!!- estalló Francisca, furiosa.
- Perdón, perdón.- suplicó él, manso como un corderito.- Está bien…si tanto problema supone para ti que todo el mundo sepa que amas al tabernero, de acuerdo. Se hará como tú digas. Esto no ha ocurrido, y nunca jamás volverá a ocurrir.

Raimundo se levantó, apenas vestido con unas polainas. Francisca se quedó horrorizada ante sus palabras y sin poder apartar sus ojos del pecho desnudo de él. Raimundo tomó su camisa mientras la miraba por el rabillo del ojo, riendo interiormente de su treta.
- ¿Estás… hablando en… serio?- preguntó ella, con la voz más temblorosa de lo que le hubiese gustado.
- Totalmente. Ya no tiene sentido sacrificarse más por alguien que es más terco que todas las mulas del pueblo.
- Raimundo…- dijo ella, al ver que él empezaba a vestirse.
- ¿Qué?- dijo él sin mirarla y a lo suyo.

Francisca no lo soportó más. Se abalanzó sobre él. Raimundo en ese instante estaba con la guardia baja y le hizo trastabillar. Los dos cayeron sobre el lecho. Francisca se irguió un momento sobre él.
- Que me da igual que todo el mundo sepa que amo al tabernero de Puente Viejo.
Antes de que Raimundo se recobrase de la acometida, Francisca se dejó caer y le besó apasionadamente. Raimundo la abrazó y, girándose, la apretó contra su cuerpo hasta que logró situarse sobre ella. La pasión volvió a prender como la paja seca. Estaban a punto de perder el control cuando oyeron que el gallo empezaba a cantar.
- Creo que deberíamos irnos.- dijo con gran esfuerzo Raimundo.
Francisca sabía que tenía razón. Sebastián no tardaría en aparecer y…
- ¡Dios mío!- exclamó ella.
- ¿Qué ocurre, Francisca?
- ¡La puerta! ¡Estamos encerrados!
Raimundo se quedó de piedra. Lo había olvidado completamente.
- ¿Qué vamos a hacer ahora?- preguntó ella, desesperada.- Si nos descubren aquí…
Él se quedó pensativo. Después una idea pareció asomar en sus ojos.
- Francisca… ¿recuerdas cómo solíamos escapar de aquí cuando tu padre andaba intentando darnos caza?
Ella le miró, atónita.
- ¿No pretenderás…? Raimundo, ya no somos dos mozos. ¡No podemos saltar por la ventana!
- ¿Cómo que no? La otra opción es que nos atrapen aquí. Vamos. Te ayudaré.
Francisca logró subir al alféizar. Tragó saliva al ver que al otro lado había una considerable altura.
- No sé por qué… hoy me siento como si tuviese dieciocho años…- murmuró enfadada.
- A mí me pasa igual- dijo Raimundo, colocándose a su lado sobre el alféizar.
- Yo no pienso saltar. Primero quiero ver cómo lo hace un experto.- dijo ella, sarcástica.
Raimundo le dirigió una sonrisa socarrona. Sin más, se descolgó y aterrizó en el suelo.
- Vamos, Francisca, salta.- la apremió.
Ella tragó saliva, pero finalmente, saltó. Raimundo intentó frenar su caída y terminaron los dos en el suelo.
- Esto se está empezando a convertir en una costumbre.- dijo Raimundo, mientras Francisca procuraba levantarse de encima de él.

Los dos se levantaron. Francisca se recompuso el vestido, procurando alisarlo. Raimundo se sacudió la ropa. Al menos habían logrado salir. Sólo faltaba tirar hacia Puente Viejo sin que nadie les viese…
- Buenos días.- ambos levantaron la mirada para descubrir a Tristán y Sebastián, que les miraban si pestañear.
#303
thirdwatch
thirdwatch
29/07/2011 01:38
¿Me peude gustar más tu historia? ¿Me puede gustar más? Guionistas que complacernos es fácil: nos dais escenas, nos quitáis a los estorbos y nos dais cosas asi.
#304
mariajo76
mariajo76
29/07/2011 08:46
que bueno, lo que me he podido reir,esa escena es impagable, ja ja menuda cara se le debe de haber quedado a los dos hermanos, es que me imagino la situación y...no se cual de los cuatro pasará más vergüenza, bueno tres por que seguro que Raimundo se parte de risa.
¡Ay! que hará la doña, ¿los matará o los abrazará?.
Y sigo con mis dudas: ¿Francisca ya y definitivamente y de una vez por todas se ha rendido? ¿necesitará otro chozoencuentro para ver la luz definitivamente? ¿le pedirá Raimundo matrimonio? ¿se lo pedirá ella a él? ains que sinvivir. SIGUEEEEEEEEE por fa por fa
#305
lauSP
lauSP
29/07/2011 09:23
Ja, ja, Lna... ya nos has encarrilado bien el día!!!!!!

Mira que graciosa eres!!! La paca está segura que se va camino del infierno..... ¡y no por sus maldades, no!, si no por caer en la tentación con Raimundooooooo..... ¡pero mira que eres buena Lna!.

Y bueno ya los dos en el alféizar de la ventana... y rodando por el suelo..... ¡lo que daría yo por ver ya no la escena, si no las caras de Sebas y Tris.... Te apuesto a que cuando sus progenitores desaparezcan de su vista... acabn descojonándose de la risaaaaa!!!!!!

¡Que pases tú también un buen día!... y no te olvides de seguir escribiendo, ja,ja.

Edito:
Y Raimundo no va y le dice: que es más terca que todas las mulas del pueblo!!!!..... ja,ja. apártate le dijo la sartén al cazo.... nada más y nada menos.
Y me encanta lo del camisón..... digo yo que serán las enaguas....porque como no lo llevara por ai acaso...!!!, y el otro en polainas.... ¡me has recordado a los de la casa de la pradera,ja,ja.
Chica cuantos más veces lo leo, más me gusta.
#306
Artemisilla
Artemisilla
29/07/2011 11:31
Toma encontronazo!!! Lo único que te puedo decir es chapó. Me has emocionado y todo! Sigue así!
#307
lnaeowyn
lnaeowyn
29/07/2011 12:17
- Buenos días.- ambos levantaron la mirada para descubrir a Tristán y Sebastián, que les miraban si pestañear.

Francisca creyó que esta vez sí moriría de vergüenza. Ni siquiera podía sentirse furiosa. Frente a ellos estaban un sonriente Tristán, que acababa de saludarles como si tal cosa, y un muy incómodo Sebastián, que rehuyendo la mirada de la Doña, procuraba esconderse tras su hermano.
- Buenos días, hijo.- respondió Raimundo tan feliz como los ruiseñores que cantaban a su alrededor.

Francisca apartó sus ojos de los chicos para clavarlos en Raimundo. Tristán intentó por todos los medios no estallar en carcajadas. Incluso Sebastián no pudo impedir que una sonrisa apareciese en su rostro. Doña Francisca les iba a matar, eso estaba claro. Bueno, concretamente, le iba a matar a él, pensó Sebastián, porque Tristán era su hijo y el niño de sus ojos. Pero aún así, no podía evitar pensar que la escena era… realmente cómica. De hecho, tanto su hermano como su padre estaban intentando controlar con bastante esfuerzo el impulso de echarse a reír. Únicamente Francisca no encontraba la gracia a aquello por ningún lado.
- Doña Francisca…- empezó Sebastián, algo culpable. Tragó saliva al ver la mirada que le estaba dirigiendo ella.
- Sebastián Ulloa…- empezó ella.- ¿Cómo tienes la… osadía de… dirigirme la palabra?

Intuyendo la tempestad, Tristán se adelantó un paso, colocándose al lado de su hermano.
- Madre, no la tome con Sebastián. La idea de esta… pequeña broma, fue mía. De hecho, me costó bastante convencerle para que me ayudase.- concluyó el joven capitán.
Francisca miró a su hijo sin dar crédito.
- Tristán…dime que…me estás tomando el pelo.
- Vamos madre, no se lo tome así. Sólo pretendíamos…

Un par de ojos celestes y dos pares de ojos castaños le miraron fijamente. Tristán tragó saliva. ¿Cómo demonios se suponía que debía terminar esa frase? Sebastián le miraba con temor. Francisca le miraba con la boca abierta y Raimundo había alzado una ceja mientras una sonrisa asomaba a su rostro. Tristán miró asustado a su madre.
- Vamos Francisca.- intervino Raimundo, conciliador.- Sólo ha sido una… travesura de muchachos. No ha habido mala intención.- dijo, apoyando una mano sobre el hombro de Tristán. El joven miró a su padre, agradeciéndole en silencio que hubiese intervenido.
- ¿Qué no ha habido mala intención?- repitió ella, indignada. Miró furibunda a los dos muchachos.- Nos hemos quedado encerrados ahí dentro, ¡por vuestra culpa!
Tristán y Sebastián intercambiaron una rápida mirada.
- ¿Encerrados?
- Sí, encerrados. El condenado pestillo de esa condenada puerta está roto. Por vuestras chiquilladas hemos estado ahí atrapados toda la noche.
- Vaya… lo sentimos…- dijo un apesadumbrado Sebastián.- Pero… ¿cómo no se les ocurrió saltar por la ventana, como lo acaban de hacer ahora?
Francisca se quedó sin palabras ante la pregunta. Tragó saliva. –“Bravo, Sebastián”-le dijo su conciencia-“Sigue cavando lentamente tu propia tumba”.
- A decir verdad, preferimos pasar la noche aquí. No era prudente saltar a ciegas y emprender el camino de vuelta a Puente Viejo a esas horas.- dijo Raimundo sagaz.

Francisca se sintió tremendamente aliviada ante la inteligente respuesta de Raimundo. Tan aliviada que tuvo que reprimir el deseo de besarle. Los dos jóvenes decidieron que era mejor no seguir poniendo el dedo en la llaga.
- Bueno, basta ya de conversación – dijo Francisca, recobrando su habitual compostura.- Olvidemos este lamentable… incidente. Deberíais abrir ya la conservera y para eso necesitaréis un cerrajero.
- Me acercaré a los campos. Alfonso Castañeda es muy hábil en cuestión de reparar cerraduras.- dijo Tristán. Miró a su madre.- Madre, si quiere, puedo acercarla a la Casona.
- ¿A caballo? No gracias. Necesito un poco de tranquilidad después de tantas aventuras.- respondió medio enfadada. – Prefiero dar un paseo. Buenos días.
- No te preocupes, Tristán, yo la acompañaré- dijo Raimundo. Francisca le miró un instante, procurando disimular sus sentimientos. Alzó la cabeza altiva y sin más echó a andar por el camino.
Los tres hombres la miraron. Raimundo apoyó una mano en cada hombro de sus dos hijos. Después les dio un cariñoso empellón mientras les miraba, cómplice.
- Gracias.- les dijo. Después echó a andar tras aquel diablo orgulloso.

Francisca ya se había alejado un trecho. Miró por el rabillo del ojo. Finalmente se dio la vuelta. No había ni rastro de Raimundo. –“¿Dónde demonios se ha metido?”- Pensó. Meneó la cabeza. Cuando eran jóvenes y andaban paseando por el campo, Raimundo siempre tenía una magnífica habilidad para esconderse y luego aparecer dándole un susto de muerte. Pues esta vez no se iba a dejar sorpren…
De pronto, Raimundo apareció ante ella y la apresó contra un árbol. Pensó que el corazón se le salía del pecho.
- ¡Serás condenado…! ¿Qué rayos…?
Raimundo la silenció adueñándose de su boca. La resistencia de ella duró apenas un segundo. Se besaron con la misma ansia que les devoraba desde que tenían memoria.
- Raimundo… - susurró.- como sigamos así, no vamos a llegar nunca a Puente Viejo.
- Bueno, tampoco pasa nada porque nos tomemos un día libre.- dijo él, volviendo a besarla.
Francisca le devolvió el beso y sonrió interiormente. Él le acarició la nuca mientras atrapaba su labio inferior. Con un esfuerzo, ella se separó otra vez.
- Raimundo, no podemos… descuidar nuestras… obligaciones.- le costó horrores hablar mientras él dejaba un rastro de besos por su mentón y su cuello.
Raimundo sabía que tenía razón. Emilia lo mataría si la dejaba sola en el negocio. Y Francisca nunca dejaba de tener mil cosas que hacer. Subió por su cuello y, finalmente, le dio un cariñoso beso en la punta de la nariz.
- Odio que tengas razón, Francisca Montenegro.- dijo él retomando cómicamente su papel de enemigo.

Francisca sonrió. Raimundo comenzó a caminar. Ella caminó a su lado, pero no pudo evitar devolverle la jugada. Esta vez fue ella la que se colocó delante de su camino y le besó. Raimundo la abrazó, levantándola del suelo mientras de nuevo calmaba su sed en sus labios.
- Sí, definitivamente, hoy no llegamos a Puente Viejo.- rió Raimundo.

Ella sonrió, traviesa y malvada. Cuando él estaba a punto de perder el control, Francisca se separó de él y echó a correr como si tuviese quince años. Raimundo se quedó perplejo. –“Demonio de mujer”- pensó.
- Espera, Francisca. Como te atrape, no te va a salvar ni Don Anselmo.- la amenazó echando a correr tras ella.
#308
mariajo76
mariajo76
29/07/2011 13:04
Adoro a la Francisca de tu relato, es que no cede ni después de echar el polvo de su vida, orgullosa y terca hasta el fin, con lo fácil que hubiera sido decir "muchas gracias chicos gracias a vosotros magnífica noche y por cierto amo a vuestro padre y me voy a casar con él" la tía se encabrona y les monta una que para qué, me mata la curiosidad por saber como piensa anunciar que ama a Raimundo eso sí que va a ser divertido.
Y Rai... que hombre por favor , es que me encanta es tan dulce....la verdad es que también es terco de narices no ha parado hasta que ha conseguido a su Francisca, ahora sólo tiene que convencerla para casarse, ahí es nada.
Sigue por faaaaaaaaaaa.
Por cierto, yo ya no veo la serie, he perdido la cuenta de los capis que hace que no salen estos dos juntos y la verdad es que el resto de las parejas no me interesan demasiado,me leo los resúmenes y listo, con tú historia me basta y me sobra, escribes tan bien que no me cuesta nada imaginármelos como si los estuviera viendo por la tele.
#309
sarahh
sarahh
29/07/2011 13:04
Genial. Qué bien escribes, tenían que contratarte de guionista porque últimamente la serie aburre a las piedras
#310
martads
martads
29/07/2011 14:50
no tengo palabras ante esta increible historia.
madre mia que romanticoooo! la paca esque me encanta, en serio.
como lo haces? me emociono, me rio, consigues que me lo imagine a la perfeccion!!! gracias :D
ojala en la serie pase esto algun dia...
#311
lnaeowyn
lnaeowyn
29/07/2011 16:33
Francisca se detuvo al llegar a las inmediaciones del pueblo. Raimundo la alcanzó. Ella se había quedado inmóvil al ver que se acercaban dos lugareños. Él sintió otra vez un pinchazo en el corazón. Se preguntó si alguna vez esa dura coraza cedería de una vez. Tal vez estuviera pidiendo un imposible. Puede que Francisca le amase, pero jamás lo reconocería delante de nadie que no fuese él. Ese pensamiento le torturó el alma. Estaba sumido en sus negras cavilaciones cuando de repente, Francisca se acercó a él y sin más miramientos, le cogió del brazo.
Los vecinos se quedaron de piedra al ver la escena. Francisca Montenegro iba del brazo de…¡Raimundo Ulloa! Les miraron como si hubiesen visto al ángel anunciador del día del gran Juicio. Raimundo también la miró atónito.
- Buenos días.- saludó Francisca, irguiendo su orgullosa cabeza, sin reparar en las caras que estaban poniendo.

Los parroquianos balbucearon un saludo un tanto ininteligible. Después pasaron de largo. Raimundo descubrió que había estado conteniendo la respiración. O simplemente, se había olvidado de respirar. Finalmente, la miró.
- ¿Qué...? ¿Qué ha sido… eso?
- ¿El qué?- preguntó ella, fingiendo inocencia.
- ¿Cómo que el qué?- repuso él.- ¿Qué ha de ser? ¿Por qué te has agarrado a mi brazo cuando han pasado los vecinos de los Mirañar?
- ¿Acaso no puedo ir del brazo del hombre al que amo?- replicó ella, como si estuviese dando su opinión sobre los sembrados de espárragos.

Raimundo sintió que mil mariposas revolotearon desde su estómago hasta su garganta. Estaban entrando en la plaza del pueblo y todos los que los veían no daban crédito a sus ojos. Allí estaban, los dos enemigos mortales, cogidos del brazo como una pareja de jovenzuelos mientras charlaban con toda tranquilidad. Raimundo sintió tal salvaje alegría que a punto estuvo de besarla delante de todo el mundo. De hecho, se detuvo y la miró intensamente.
- Raimundo…- dijo ella, adivinando sus intenciones.- No creo que… sea una buena idea.
Él la aferró de los hombros. Francisca sintió a dosis iguales temor y… anhelo. Él la miraba con una seriedad apasionada. Ella rezó porque no se dejara llevar por sus instintos, aunque una parte de ella lo deseaba más que nada.
- Pero… ¿Qué es esto?- los dos se sobresaltaron al oír la perpleja y asustadiza voz del alcalde.- Raimundo Ulloa, ¿cómo se atreve a amenazar a doña Francisca en mitad de la plaza? ¡Suéltela ahora mismo!

Raimundo y Francisca miraron a Pedro Mirañar con los ojos como platos. Raimundo soltó a Francisca, todavía perplejo.
- Doña Francisca, ¿se encuentra bien?- preguntó el solícito alcalde.
- Sí… creo que sí.- dijo ella, levantando una ceja.
Pedro se volvió hacia Raimundo.
- ¿Se ha vuelto loco? Entiendo que tenga sus diferencias con doña Francisca, pero ¿atacarla en mitad de la plaza? Está usted detenido.

Francisca empezó a recobrar su ánimo tras la sorpresa inicial. Poco a poco, una sonrisa amenazaba con asomar a su rostro. Se llevó una mano a la boca, intentando ocultarla.
- ¿Qué rábanos está diciendo?- dijo Raimundo.- Yo no estaba amenazando a Francisca.
- ¿Y qué se supone que estaba haciendo?- preguntó el alcalde, todavía alterado.
Raimundo se quedó sin habla. Francisca ya sonreía sin disimular.
- No se preocupe, alcalde.- dijo ella.- Raimundo y yo, sólo estábamos arreglando nuestras diferencias. Y por cierto.- dijo, encarándose a un nervioso Pedro Mirañar.- ¿Quién le ha mandado interrumpirnos? – le espetó, fingiendo enfado.
- Yo… yo… - empezó el nervioso alcalde.- Mi señora, nada más lejos de mi humilde intención que interrumpirles. Yo, sólo me desvivo por su bienestar. Y al verla con este individuo, pues supuse…
- No suponga nada, alcalde, que no se le paga por sus suposiciones.- dijo ella. Le dio la espalda y se volvió hacia Raimundo.- Gracias por…acompañarme, Raimundo.

Sin más preámbulos, Francisca se acercó y besó a un sorprendido Raimundo Ulloa en los labios, robándole momentáneamente la respiración. Después dio media vuelta, dedicó una leve inclinación de cabeza al alcalde y se marchó.

Raimundo parpadeó. Vio que el alcalde se había quedado blanco como el papel al presenciar semejante escena.
- Bueno, Pedro.- dijo Raimundo.- Le dejo que tengo que atender el negocio. Buenos días.

Raimundo desapareció tras la puerta de la casa de comidas. Pedro Mirañar se quedó clavado en el sitio. Después se encaminó hacia el colmado.
- Dolores, Dolores… llama a Pepa, por el amor de Dios.
- Pero ¿qué te ocurre alma de cántaro?- le respondió su mujer, preocupada.
- Que veo alucinaciones, querida…¡Que estoy muy grave! Me muero… me muero.
Dolores Mirañar le dio un vaso de agua.
- ¿Quieres tranquilizarte? ¿Qué ha ocurrido?- dijo, abanicándolo con un periódico.
- Ay, mi Dolores, que he visto… que he visto…
- Suéltalo ya o del mamporro que te doy sí verás alucinaciones.
Pedro tragó aire.
- He visto a doña Francisca y a Raimundo en la plaza. Yo creía que estaban discutiendo pero no…No estaban discutiendo.
Dolores le miró aterrada.
- ¿Se estaban peleando?
- No… Cuando les interrumpí… ¡Dolores, que doña Francisca se ha despedido de Raimundo besándole!
- ¿¿Besándole?? Pero… besándole, lo que se dice…
- Que sí, mujer, besándole.
- Creo que voy a llamar ahora mismo a Pepa. A ver si te prepara un brebaje de los suyos y dejas de decir incoherencias.
- Pero mujer, ¡que es cierto…!
Ya era tarde. Su mujer se había marchado por la puerta. Pedro Mirañar se quedó solo y se llevó las manos a la cabeza al recordar lo que había visto.
#312
Artemisilla
Artemisilla
29/07/2011 17:01
Jajaja qué gracioso!! Me estoy imaginando la cara de Pedro y me da la risa, jajaja

Sigue así, guapetona!!!
#313
falleretabarea
falleretabarea
29/07/2011 18:59
ole , ole y ole por Lnaeowyn!!!!!!!! me ha encantado to lo que has escrito, eres muy buena!!!!es como si fueras una de los guionistas de la serie!!! ojalá pasaran esas cosas en la serie ! te podrían contratar eh!!!!me ha encantado sobre todo la escena en la que van cogidos La Paca y Raimundo paseando delante de todo el pueblo y el alcalde es buenisimo!!! te felicito!!!!! a ver si te hacen plagio los guionistas, no estaria nada mal, a mi no me importaria!!! jeje!!!
#314
Abril 22
Abril 22
29/07/2011 21:32
A ver si con lo de Sebastián hay acercamiento. Cuando se sepa porqué Sebastián no denunció a Virtudes y el Ray hable con la Paca dirá que su hijo cargó con las culpas para que ella no le pasara nada lo mismo que hizo él cuando su padre lo obligó a casarse con la difunta para que a la Paca no le hiciera nada... Fijo el Ulloa le sale por ahí...
#315
lnaeowyn
lnaeowyn
29/07/2011 22:03
Tienes razón, Abril, yo también pensé eso mismo.

Bueno... sigamosss, sonriente

Emilia Ulloa resopló mientras frotaba con un paño los cristales de las ventanas de la casa de comidas. Había pasado una semana desde que trascendió la noticia y en todo Puente Viejo no se hablaba de otra cosa. De seguir así, la histórica reconciliación de su padre y doña Francisca acabaría apareciendo en el Imparcial de Puente Viejo. Meneó la cabeza. Mataría a Hipólito si eso llegara a ocurrir.

Estaba tan concentrada en su faena que no advirtió que había alguien a su espalda. Cuando se giró…
- ¡Doña Francisca!- exclamó.- Por Dios, me ha dado un susto de muerte.
- Perdona, no era esa mi intención.- dijo ella, mirándola.
- Ahora mismo… avisaré a mi padre.- dijo la muchacha con retintín.
- Espera, muchacha.- la detuvo la Doña.
Emilia giró lentamente hasta encararla. Francisca la miró cuidadosamente.
- Parece ser que, al contrario que Tristán y Sebastián, a ti no te hace ninguna gracia que Raimundo y yo hayamos… solucionado nuestras diferencias. – dijo diplomática.
- No creo que mi opinión sea de su incumbencia.- respondió la joven.
- Te equivocas. Eres la hija de Raimundo y sí me interesa tu opinión.
Emilia resopló. Se encaró con Francisca.
- ¿Quiere saber mi opinión? Pues opino que mi padre debe haberse vuelto imbécil por culpa del amor para perdonarle con tanta facilidad todas sus jugadas, todas sus malas artes y todo el mal que le hizo durante todos estos años.
Francisca tragó saliva pero le mantuvo la mirada.
- ¿Has estado enamorada… alguna vez?
Emilia se quedó sorprendida por la pregunta. Sintió un dolor sordo en su corazón.
- No te sientas avergonzada si no lo has estado.- dijo Francisca, conciliadora.- Llegará el día en el que alguien te robe el corazón aunque no quieras. Y cuando eso ocurra te darás cuenta de que… nada de lo que intentes hacer podrá evitar que caigas.- Emilia la miró, sorprendida. Francisca continuó.- Cuando Raimundo me abandonó a los dos días de nuestra boda, me juré a mí misma que jamás le perdonaría, que sólo calmaría el sufrimiento de mi corazón odiándole. – un rastro de dolor ensombreció el rostro de Francisca. Miró a Emilia.- Y, mírame ahora.- prosiguió con cierta ironía.- Por más que intente mantener ese juramento, es imposible. Quiero con toda mi alma a ese condenado tabernero que me arrebató el corazón desde casi niña. Y no puedo hacer nada para evitarlo.

Emilia se quedó sin respiración ante las palabras de la Doña. Jamás pensó ver a Francisca Montenegro admitiendo que amaba con todas sus fuerzas a su padre. Pero ahí estaba. Meneó la cabeza, entre admirada y también triste. Francisca lo advirtió.
- ¿Qué te ocurre, niña?
Ella sacudió la cabeza, sonriendo como si se reprendiese a sí misma.
- Nada. Es sólo que…- alzó la mirada para encontrarse con la de Francisca.- Parece que después de todo no es tan fiero el león como lo pintan.- dijo ella.
Francisca sonrió.
- Tampoco te fíes.- replicó burlona.- Pero…no creo que hayas puesto esa cara de tristeza por haber llegado a esa conclusión.- dijo ella sagaz.
- Es sólo que…- vaciló. Pero al mirarla supo que, sorprendentemente, podía contárselo.- Tengo la sensación de que un amor como el suyo no ocurre todos los días.
Francisca la evaluó esbozando una leve sonrisa.
- Eso nunca se sabe.- le dijo misteriosa.
En ese momento, apareció Raimundo.
- Ya decía yo que me había parecido oír a la cacique más ilustre de nuestro pueblo.- dijo irónico.
Francisca le asesinó con la mirada. Raimundo sonrió y se le acercó, pero ella le dio la espalda ofendida. Emilia no pudo evitar sonreír. –“Madre de Dios, si parecen dos muchachos”- pensó la joven. Meneó la cabeza.
- Padre, voy un momento al colmado, que se nos ha acabado la miel…- dijo, mientras se quitaba el delantal. Puso los ojos en blanco cuando vio que su padre estaba besando a doña Francisca.- Aunque… quién lo diría.- murmuró para sí misma, saliendo por la puerta.
#316
mariajo76
mariajo76
29/07/2011 23:30
OLÉ TUS OVARIOS FRANCISCAAAAAAAAAAAA:
por que una vez que has tomado la decisión de tirar para adelante con el amor de tu vida te la ha soplado todo
por que pasas de la gente y vas orgullosa con tu hombre hasta el fin del mundo
por que sigues siendo una cabrona pero con un corazón enorme
por que te has enfrentado a la hija de tu amor y con el corazón en la mano te la has ganado
Y en definitiva por que ERES LA MEJOR, te adoro Francisca Montenegro en este relato y en la serie
#317
Artemisilla
Artemisilla
29/07/2011 23:36
La Paca y Emilia en plan madre e hija? Mola!

Me encanta ver a la cacique y al tabernero de tres al cuarto tan enamorados. Son tan monos...
#318
lnaeowyn
lnaeowyn
29/07/2011 23:53
Emilia cruzó la plaza mientras se ceñía su chal. Entró en el colmado y compró la miel, sin prestar apenas atención a la charla de Hipólito. Se disponía a volver, pero cambió de opinión. Su padre y Francisca se sentirían más a gusto con un poco más de privacidad y además, sentía que no podía presenciar más escenitas románticas. No era por Francisca. Emilia se dio cuenta de que, al fin y al cabo, la Doña no le disgustaba tanto como creía. Era una mujer fuerte, valiente, orgullosa y luchadora, cuyo lado negativo se había acentuado como consecuencia de demasiados sufrimientos. En realidad, tenía bastantes cosas en común con Pepa e incluso con ella misma, pensó. El motivo por el que no quería presenciar escenas románticas era porque cada vez que veía una, fuesen quienes fuesen los protagonistas, sentía un enorme vacío en su interior. Cada vez que veía a Tristán y a Pepa, a Juan y a Soledad, y sí, también a Sebastián con Mariana, no podía evitar sentir un pinchazo en el alma.
Sacudió la cabeza.-“Déjate de tonterías románticas, Emilia Ulloa.”
Tan ensimismada iba que sólo advirtió que chocaba con alguien cuando ya era demasiado tarde. Perdió el equilibrio, pero antes de que su cuerpo tocase el suelo, unos fuertes brazos la retuvieron.
- ¿Estás bien, Emilia?

Alzó la cabeza. Alfonso Castañeda la miraba preocupado. Sintió que algo la recorría de pies a cabeza al advertir que la tenía asida por la cintura.
- Eh, sí, yo… lo siento, Alfonso – respondió- Perdona, es que estaba…
- En otro mundo, diría yo.- terminó él.

Emilia esbozó una sonrisa. Se miraron un instante. Él seguía ciñéndola de la cintura. De pronto, pareció darse cuenta y la soltó, un tanto avergonzado.
- ¿Hay algo que te preocupe?- indagó.- Sabes que puedes contarme lo que quieras.
- Lo sé, Alfonso. Pero no te preocupes. No pasa nada.
Él la miró cariñoso.
- Mientes fatal, Emilia.- le sonrió y siguió contemplándola- ¿Es por lo de tu padre y Doña Francisca?- preguntó. – No me extraña… cualquiera estaría más mustio que una col sin agua si le tocase en suerte semejante madrastra. ¡Si es igualita a la de los cuentos!

Emilia no pudo evitar echarse a reír.
- Te equivocas, Alfonso. No se trata de Francisca. No es tan pérfida como todos pensábamos. A mí me basta saber que hace feliz a mi padre. Y así parece…
De nuevo la tristeza asomó a los ojos de la joven.
- Pues no pareces nada contenta.- dijo él.
- Es que… ¿Sabes? Nunca creí que podría existir un amor así.- dijo ella.
Alfonso la miró y bajó los ojos un segundo antes de volver a contemplarla.
- Me refiero a que… - Emilia tomó aire.- Fíjate en mi padre y Francisca. Se quieren desde casi niños. Su amor acabó trágicamente, se convirtieron en enemigos declarados y, sin embargo…Nunca han dejado de amarse.
- Se supone que el verdadero amor es así.- dijo Alfonso, suavemente.
- Así es.
- ¿Y eso te entristece?
Ella sacudió la cabeza.
- Me entristece pensar que… yo nunca voy a vivir algo así.
Alfonso sintió que su corazón le dolía al ver una lágrima asomando en los hermosos ojos de Emilia. Tragó saliva.
- No digas eso, Emilia. Estoy seguro de que hay alguien que… cortaría su corazón en trozos para dártelo.- dijo, procurando que su voz no temblara tanto como sus manos. – Tú, más que nadie, mereces ese amor.
Emilia sonrió entre las lágrimas.
- Soy una tonta.- dijo- Aquí estoy, dándote la brasa con mis tontunas.
- No eres ninguna tonta.- dijo Alfonso.- Eres una mujer maravillosa, Emilia Ulloa. La mujer más maravillosa, fuerte, luchadora y honesta que he conocido jamás.
Ella le miró, sorprendida.
- ¿Te has golpeado la cabeza con la azada?- le preguntó.
Alfonso se echó a reir.
- No. Sólo me he golpeado el corazón… contigo.

Emilia sintió un escalofrío. Alfonso la miraba tan fijamente que su corazón empezó a repiquetear en su pecho. De pronto se acordó de las palabras de Francisca. –“Cuando eso ocurra, te darás cuenta de que… nada de lo que intentes hacer podrá evitar que caigas…”. Ninguno de los dos podía hablar. Alfonso sabía que era mucho más elocuente expresándose sin palabras. Se acercó a ella casi con temor. Emilia seguía clavada en su sitio. No podía moverse. Alfonso le acarició con infinita ternura la mejilla. Armándose de valor, se acercó y la besó suavemente en la comisura de los labios. Emilia creyó morir. Sus brazos rodearon el cuello de Alfonso, casi por voluntad propia. Finalmente, ambos se fundieron en un beso que disipó todo rastro de tristeza en el corazón de Emilia.

Raimundo contempló desde la ventana de la casa de comidas cómo Alfonso Castañeda besaba a su hija y no pudo evitar que una dicha inmensa se adueñase de su ser. Francisca meneó la cabeza.
#319
risabella
risabella
30/07/2011 00:02
Preciosa historia Ina, que bien escribes. Te digo lo mismo que a tus compis escritoras que pululan por aquí deberías escribir una novela, y te veo en la próxima feria del libro firmando ejemplares.

Bueno, a lo mejor ya eres novelista y te he descubierto, jajajaj
#320
lnaeowyn
lnaeowyn
30/07/2011 00:06
Muchísimas gracias Risabella. No, no soy novelista, jeje, pero sí es cierto que me encanta escribir.

Bueno... ¿Por dónde íbamos?

Raimundo contempló desde la ventana de la casa de comidas cómo Alfonso Castañeda besaba a su hija y no pudo evitar que una dicha inmensa se adueñase de su ser. Francisca meneó la cabeza.
- Desde luego, esta muchacha podría haber elegido a alguien mejor que a un desarrapado Castañeda.- dijo, mordaz.- En fin… no sé qué le pasa a esta juventud. Tristán perdiendo los estribos por una partera deslenguada. Emilia, con un Castañeda y Sebastián con la atolondrada de Mariana.
- Francisca… no te metas con los Castañe…¿Cómo?- preguntó sorprendido.- ¿Sebastián con… Mariana?
- ¿No lo sabías?- preguntó ella sonriendo con un deje de malicia.- Así es. Cada vez que Sebastián aparece por la Casona, esa muchacha se pone más torpe aún. Acabará rompiéndome toda la vajilla.
Raimundo se rió.
- En fin… son jóvenes. Tienen derecho a disfrutar. Pero – continuó Raimundo – no deberías criticar tanto a los demás. ¿Qué me dices de ti, eh? Perdiendo los estribos por un Ulloa, un tabernero de tres al cuarto – meneó la cabeza- Debería darte vergüenza.

Francisca le fulminó con la mirada. ¿Es que nunca perdería esa sorprendente habilidad para provocarla? Raimundo la miró conteniendo la risa. Se acercó a ella.
- ¡No te atrevas a acercarte a mí!- le espetó con orgullo.
- Pero mira que tienes mala leche, Francisca- intentó con todas sus fuerzas no reírse porque si no, sabía que ella intentaría matarlo.- ¿No quieres que me acerque a ti? Muy bien.- levantó ambas manos en señal de rendición.- No lo haré. Y hasta que no decidas endulzar un poco tu carácter con los demás, tampoco lo haré.

Ella le miró, algo temerosa.
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero decir que… hasta que no te reconcilies con Pepa, con Soledad y con todos y cada uno de los Castañeda, no volveré a acercarme a ti.
- ¿¡Qué?!- Francisca creyó por un momento haberle oído mal.
- Lo que has oído, mi pequeña.
Francisca Montenegro no podía dar crédito.
- Te estás tirando un farol.
- No, no lo estoy haciendo. Cierto que supondrá un enorme esfuerzo quedarme…- se acercó a ella, acorralándola, hasta que sus labios quedaron a dos centímetros.- con la miel en los labios pero…- hizo un considerable esfuerzo de voluntad y se separó de ella.
Francisca estaba en estado de shock debido a sus palabras y debido al beso abortado.
- No puedes… hacer eso.- dijo como una niña pequeña a la que le roban un caramelo.- No puedes pedirme que…Creía que me querías tal como era.
- Y te adoro tal como eres.- replicó él.- Sólo quiero que seas un poquito menos perversa con la gente honrada.- dijo, guiñándole un ojo.- Pero no te preocupes, sólo un poquito menos. Tampoco pido milagros.

Francisca por un momento pensó darse de cabezazos contra la pared. Después consideró la idea de darle los cabezazos a él. Inspiró, tratando de apaciguar la furia que crecía en su interior. Raimundo la observaba. Pensó que no podría soportar más las ganas de echarse a reír ni las ganas de acorralarla contra la pared y besarla hasta perder el control. También respiró para tranquilizarse y dominar sus impulsos. Era necesario, si quería que ese plan funcionase.

- Está bien.- capituló Francisca.- Lo haré. Pero cuando cumpla mi parte del trato… vas a saber quién es Francisca Montenegro.

Raimundo sonrió.
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