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El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon

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samureta
samureta
08/06/2011 23:44
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No existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas profundas.

[/b]
#261
lnaeowyn
lnaeowyn
25/07/2011 16:28
Gracias, chicas ;-) por todos vuestros comentarios. Respecto a la historia, quise poner al primer médico de Puente Viejo sencillamente porque a Alberto no lo soporto y no podría aparecer aquí. Es superior a mí. Y los personajes... pues ya véis. Francisca está medio rendida, pero aún no ha claudicado del todo, jeje. Tranquilas, no le falta casi nada para que lo haga X-D, pero es que esta Montenegro es mucha Montenegro y aunque se muere por Raimundo, todavía no le ha dicho que le quiere. Y en cuanto a Raimundo... ¡me encanta este hombre! es un poco mayor para mí, pero como la Paca no se ande fina, se lo quito, jajajaja.

En breve, más capítulos...
#262
lnaeowyn
lnaeowyn
25/07/2011 21:33
Proseguimos....

Sebastián Ulloa se sentó en una silla del jardín trasero de la Casona. Quedó un momento mirando la nada y después cubrió el rostro con sus manos. Sentía un dolor insoportable, pero no era por la herida que tenía a la altura del estómago, que aún no había sido atendida. Era una herida mucho peor. Allá dentro, su amigo del alma, Tristán, luchaba por su vida después de habérsela salvado a él. Y allá dentro, una vez más, su padre arriesgaba la vida por salvar la de Tristán. “-¿Por qué?”- pensó desesperado, mientras las lágrimas parecían quemarle los ojos. “-¿Por qué ellos? Si alguien debe morir, Dios,… debería ser yo… Esa maldita bala era para mí”…
Las lágrimas se desprendieron de sus ojos celestes y cayeron al suelo. De pronto, una suave mano se posó en su oscuro cabello. Levantó la cabeza y, parpadeó hasta que la imagen de Mariana apareció nítida.

- Mariana…- se irguió, enjugándose precipitadamente los ojos y procurando recuperar la compostura.
La joven Castañeda retiró inmediatamente la mano. No pudo evitar enrojecer al darse cuenta de que había mostrado un gesto de cariño demasiado delator.
- Lo siento, señor…- dijo azorada. – Yo… le vi tan alicaído que… no pude…
- No te disculpes, Mariana, y por lo que más quieras, no me llames señor. Mi nombre ya lo conoces.
- Está bien, señ… Sebastián.- se corrigió azorada.
Sebastián esbozó una sonrisa, pero triste. Ella notó su tristeza y el enrojecimiento de sus ojos azules.
- ¿Cómo es que estás aquí?- preguntó él. – Te hacía dentro, ayudando a Don Julián.
- No necesitan a nadie más.- aclaró la muchacha. La pena de él le llegó hasta el corazón - ¿Se… encuentra bien?
- En realidad… no.
Mariana le miró preocupada. De pronto, advirtió una mancha roja en su camisa.
- Señor… quiero decir, Sebastián, está herido.
- No es nada.

La joven no le hizo caso y, en un alarde asombroso de valor frente a su habitual timidez, avanzó un paso y levantó su camisa. Se quedó horrorizada al ver la herida.
- ¿¡Que no es nada!? Por Dios, Sebastián, eso debe dolerle horrores, ¿cómo no dijo nada? Voy a curarle ahora mismo.
- Mariana…
- Y no hay discusión posible.- zanjó ella. De pronto, pareció darse cuenta de lo que acababa de decir. – Lo siento – dijo, azorada – Pero debe curar esa herida.
La muchacha desapareció dentro de la cocina. A los pocos minutos estaba de vuelta con una palangana de agua recién hervida y una toalla limpia.
- Súbase la camisa. Esto le dolerá, señor, pero procuraré ir con cuidado.
- Mariana, mi nombre es Sebastián y por Dios, no me trates de usted. Nos conocemos desde críos e iguales somos.

Mariana asintió. Sebastián desabrochó la camisa y se la quitó. La muchacha intentó no enrojecer, pero pese a sus esfuerzos sentía que la cara le ardía. Intentó concentrarse en limpiar la herida cuidadosamente. Un triste silencio descendió sobre ellos.

- ¿Qué le..te ocurre, Sebastián?

El joven Ulloa levantó la mirada hacia ella. Sin saber por qué, la miró como si no la hubiese visto antes. ¡Cuánto había cambiado! En su mente, recordaba a aquella chiquilla delgada y extremadamente tímida a la que hacía rabiar. Su timidez se había conservado, pero tras ella pudo ver mucha determinación, honestidad y fortaleza. Contrajo el estómago por un pinchazo de dolor y pudo ver que ella también contraía su rostro.

- Lo siento…
- No te preocupes. En cuanto a lo qué me pasa… Sencillamente, Tristán no debería estar en esa cama. Debería estar yo.
- No digas eso, Sebastián. Nadie debería estar en esa cama. El señor Tristán hizo un acto muy heroico al colocarse delante.
- No debí permitírselo…- dijo Sebastián desesperado, negando con la cabeza. – La culpa es mía. Si muere… Tristán es como un hermano para mí.
- No morirá, ya lo verás. Y tú no tienes la culpa de nada. Ten fe, Sebastián. Además, estoy segura de que tu padre conseguirá salvarlo.
- Arriesgando también él su propia vida.

Mariana acarició en un impulso la mejilla de él.
- Tu padre es un hombre muy fuerte y valiente. Lo conseguirá.

Sebastián se perdió en los honestos ojos castaños de Mariana. Era muy extraño. Ya no sentía ningún dolor, ni físico ni de otra índole. La preocupación por Tristán y su padre parecía haberse esfumado de repente. Y la herida ya ni escocía. Sólo sentía algo retorciéndose en su estómago y una tremenda necesidad de acercarse más a ella y…

- Mariana…- susurró, a pocos centímetros de sus labios.

De pronto, la joven pareció darse cuenta de lo que ocurría y creyó morir de vergüenza. Se separó al instante, con el rostro teñido de escarlata y mirando a todos lados como si quisiese encontrar un agujero en el que esconderse.

- Yo… yo… tengo que irme.- se levantó a toda prisa, pero Sebastián también se puso en pie y la retuvo de la mano.

Ambos se miraron sin atreverse a decir nada. Sebastián la acercó tan suavemente como si fuese de cristal. La joven estaba paralizada. Él la besó tiernamente muy cerca de la comisura de sus labios, en una clara muestra de no querer ofenderla. Se separaron un instante.

- Sebastián... - susurró, azorada.- Esto... no está bien.
Él sonrió cautivador.
- Es cierto. Se puede mejorar.

Mariana tragó saliva. Sebastián la ciñó con suavidad por la cintura y acarició su espalda. Ella bajó la cabeza, sintiendo una oleada de pudor y de miles de sentimientos. Él deslizó su mano hasta su mentón y lo levantó. Finalmente, posó sus labios en los de ella y comenzó a besarla con infinita delicadeza. Sintió una salvaje alegría en su pecho cuando notó que ella le devolvía el beso.
Un ruido les hizo separarse. Mariana creyó morir.

- Doña Francisca…

La joven se separó horrorizada. Atinó a balbucear una disculpa y salió corriendo.
Francisca se quedó mirándola, entre incómoda y sorprendida. Después se volvió a Sebastián.
#263
Artemisilla
Artemisilla
25/07/2011 22:21
Jajajajaja es que la Paca es como el Espíritu Santo... está en todas partes!

Y qué escena tan tierna la de los tortolitos!! Me encanta!
#264
lnaeowyn
lnaeowyn
25/07/2011 23:17
La joven se separó horrorizada. Atinó a balbucear una disculpa y salió corriendo.

Francisca se quedó mirándola, entre incómoda y sorprendida. Después se volvió a Sebastián.
- Vaya... Nunca hubiera imaginado una escena así, en este lugar y con semejantes protagonistas.
Sebastián carraspeó algo incómodo. Pero después la miró con un brillo malicioso en sus ojos.
- Conozco la sensación. Yo tampoco me imaginé jamás otra escena en otro lugar y con otros protagonistas.
Francisca le fulminó con la mirada.
- Perdone, doña Francisca. No quise ofenderla en absoluto. Soy un deslenguado maleducado. – dijo, arrepentido.

La Doña le contempló. Esos arranques de afilado humor eran muy típicos de… su padre. Meneó la cabeza al ver la cara de arrepentimiento del chico. Intentó frenar la sonrisa que amenazaba con asomar a su rostro. Después reparó en la herida.
- Estás herido.
- No ha sido nada. Debería haber sido mucho más.- dijo en un doloroso tono de voz. – Jamás me perdonaré que Tristán…
Se le quebró de nuevo la voz. Francisca se sintió conmovida al ver el gran cariño que Sebastián le tenía a su hijo.
- No te culpes, Sebastián. Nada pudiste hacer.

Permanecieron en silencio. Ambos con la misma preocupación invadiendo sus mentes. Sin embargo, a pesar de la angustiosa situación, Francisca no podía evitar sentir una mezcla de pudor e incomodidad al pensar que, la última vez que había visto a Sebastián ella se encontraba acorralada por los brazos de Raimundo mientras se besaban apasionadamente. Se removió inquieta. Sebastián la miró, adivinando sus pensamientos.

- Deje de torturarse, doña Francisca.
- ¿Qué?- preguntó demasiado rápido. Se enfureció consigo misma al sentir que su voz no era tan firme como de costumbre y temblaba un poco.- No sé a qué te refieres.
- Por supuesto que lo sabe.- Sebastián esbozó una suave sonrisa cómplice. Intentó que la sonrisa no se ampliase, pero en verdad era difícil. Francisca le miraba como una chiquilla que acaba de robar un caramelo. Pero al fin y al cabo, era Francisca Montenegro, y nunca era muy prudente bromear sobre ella. Así que el rostro de Sebastián adquirió de nuevo un educado semblante neutro.
- ¿Qué se supone que tengo que saber? – preguntó, adquiriendo de nuevo su característica pose altiva.
Sebastián la miró, reprimiendo otra vez la sonrisa. Finalmente suspiró.
- Déjese de disimulos, doña Francisca. Entiendo que se sienta un poco violenta al hablar conmigo después de… bueno, después de la histórica reconciliación entre usted y mi padre. Pero no tiene ningún motivo. Yo me alegro mucho por ambos.

Francisca intentó recuperar la compostura tras esa respuesta. Pero las expresiones de su rostro eran todo un poema. Alzó orgullosa el mentón.
- ¿Reconciliación? Estás muy equivocado. Raimundo Ulloa siempre será mi enemigo.
- Entonces, ¿debo entender que lo que vieron mis ojos era una discusión a… otro nivel? - preguntó irónico. – Y , dígame – continuó - ¿Han tenido más discusiones de… ese tipo?
Francisca sintió que todos los colores se le subían al rostro. Sebastián finalmente no pudo evitarlo y reprimió la risa.
- ¡Serás…! ¡Eres igual que tu padre! Tienes su misma habilidad para sacarme de quicio.
- No se lo tome así. Sólo intento quitarle hierro al asunto. – vio que ella seguía enfadada y buscó su mirada como un niño arrepentido. – Doña Francisca, por Dios. ¿Es que no se da cuenta de que no tiene por qué avergonzarse? No tiene por qué temer reconocer lo que siente. Va a seguir siendo la misma Francisca Montenegro, con su mismo orgullo y sus mismos arrestos.

Francisca miró al joven Ulloa, sintiendo que su incomodidad desaparecía. Él le sonrió.
- En serio, doña Francisca. Me alegro muchísimo de que ustedes dos hayan arreglado sus diferencias. Creo que nadie se merece más esa felicidad. Y créame que se lo digo con el corazón en la mano.

Ella se sintió conmovida por el hermoso gesto del chico. Era evidente que ese muchacho tenía una honestidad enorme.
- Agradezco tus palabras, Sebastián, así como tus intenciones. Sé que son nobles. Pero las cosas no son tan… sencillas.
- Son todo lo sencillas que uno quiera hacerlas, señora.- replicó él.

Unas voces en el interior les alertaron. Francisca y Sebastián se miraron y casi, literalmente, echaron a correr hacia la cocina. Al llegar al salón, advirtieron que don Julián y Pepa ya se encontraban allí.
#265
mariajo76
mariajo76
25/07/2011 23:26
ohhhhh que bonitooooooooo que dulce Sebas, es que me lo imagino con esos ojazos azules que tiene y uf, como para resistirse.
Lo de Francisca ha sido como venganza por haber interrumpido su encuentro pasional con Rai, justicia poética dicen que se llama eso.
Siguelo pronto que quiero saber que pasa con nuestro Rai y con Tris que ganitas tengo de que se sepa la gran noticia además Sebas ya siente a Tris como su hermano, jo es super bonito
#266
thirdwatch
thirdwatch
25/07/2011 23:34
Que siga la historia donde estos dos tiene por fin trama, acercamientos, vemos su vena pasional.. Guionistas queremos algo así!!
#267
lnaeowyn
lnaeowyn
26/07/2011 00:19
Tacháaan... X-D

Unas voces en el interior les alertaron. Francisca y Sebastián se miraron y casi, literalmente, echaron a correr hacia la cocina. Al llegar al salón, advirtieron que don Julián y Pepa ya se encontraban allí.

Todos los presentes se volvieron en cuanto entró la dueña de la Casona, seguida por Sebastián. Francisca ignoró a todo el mundo y abordó al médico.

- Don Julián, ¿cómo está mi hijo? – preguntó sin disimular su ansiedad.
- Perfectamente. – suspiró.- La transfusión ha sido un auténtico éxito. Ahora mismo está durmiendo plácidamente, con el pulso estable y la respiración totalmente normal.

Francisca sintió que una salvaje felicidad embargaba todo su ser. Su niño… ¡su niño vivía! Sin embargo, le sorprendió la expresión de Pepa. La partera no parecía estar todo lo feliz que debería sabiendo que el amor de su vida se encontraba a salvo. Emilia también miró a Pepa pero ella desvió la mirada, intentando no revelar sus emociones. Eso fue suficiente para que en el hermoso rostro de Emilia se dibujara un terror sin nombre. La joven Ulloa se encaró con el médico.

- Doctor… ¿Y mi padre?

Don Julián miró a la muchacha. Sebastián también se había adelantado. El médico tragó saliva al ver las caras de preocupación.

- Por el amor de Dios, esa muchacha le ha hecho una pregunta – explotó de repente Francisca.- ¿Cómo está Raimundo?
- Señora – Don Julián parecía pensar cada palabra. – La transfusión, como he dicho, ha sido un éxito pero…
- ¡Pero qué….?!!- gritaron al unísono Emilia, Sebastián y Francisca.
- Raimundo ha sufrido una falta de tensión y ha perdido el conocimiento. Su estado es estable, pero todavía no ha despertado.

Francisca sentía que unas garras afiladas le asfixiaban de nuevo. Emilia reprimió un angustioso sollozo y Sebastián la abrazó.
- ¿Qué.. qué quiere decir con eso?
- Cuanto más tarde en despertar…- el doctor no fue capaz de terminar la frase.- Su estado puede ser grave. Hemos intentado todo, pero aún no ha respondido.

Todos enmudecieron. Sólo se oían las lágrimas de Emilia. Don Anselmo apoyó una mano reconfortante en el hombro de Francisca. Pero ella ni lo notó. Sólo podía sentir que su corazón se rompía por dentro. “-No, no… no….¡No!!”

- ¡No!!

Todos los presentes se quedaron de piedra ante el grito de la Montenegro. Francisca se encaminó hacia el dormitorio donde reposaban Tristán y Raimundo. Nadie ni nada fue capaz de detenerla. Abrió la puerta. Tristán dormía tranquilo y muy profundamente. Francisca sollozó y acarició con infinita ternura el rostro de su hijo. Alzó la mirada y las lágrimas inundaron sus ojos y su alma. Raimundo estaba acostado, mortalmente pálido e inmóvil. Francisca se arrastró hasta su lecho, sintiendo que le desgarraban el corazón.

- Raimundo…- gimió.- Por favor, Raimundo, despierta.- las lágrimas manaron a raudales de sus ojos.- ¡Raimundo, por Dios, tienes que despertar! ¡Raimundo!! No te puedes morir, ¡no puedes hacerme esto, maldito tabernero!... Yo..¡te… quiero!

Francisca enterró la cara en la colcha que cubría el lecho de Raimundo y sollozó con toda su alma, derramando lágrimas de sangre.

- Pues sí que… te ha costado… decirlo.- susurró una voz.

Francisca sintió que el corazón se le paraba para, a continuación, latir salvajemente. Alzó la cabeza. Raimundo la miraba con un brillo pícaro en su mirada que contrastaba con su cansado rostro. Francisca sintió que volvía a morir, pero de felicidad.

- Condenado tabernero…- dijo con una mezcla de enfado y dicha. No pudo con el cúmulo de emociones y se derrumbó llorando sobre su pecho, aferrándose a él con todas sus fuerzas.
- Fran..cisca, espera, me estás dejando sin aire.
Ella se separó angustiada, pero él le sonrió y la abrazó de nuevo.
- Bueno, al fin y al cabo, ¿qué mejor manera de morir que asfixiado por ti?- dijo burlón.

Francisca sonrió entre las lágrimas. Ambos se aferraron el uno al otro… para no separarse jamás en toda la noche.
#268
mariajo76
mariajo76
26/07/2011 10:23
Simplemente perfecto, más romántico no ha podido ser, tengo los pelos de punta, que preciosidad, no hay nada como saber que puedes perder aquello que amas para darte cuenta de que de verdad lo quieres, que escena más maravillosa la de Francisca abrazada a Raimundo llorando, y él abrazándola a ella, y la has escrito tan bien que te juro que lo he podido ver, que lástima que en la serie no se vaya a ver nunca algo así. De todas formas me mata la curiosidad, Francisca se ha rendido del todo o cuando Raimundo se recupere ella volverá a las andadas, ¿sabes lo que me gustaria? que ya que Rai se lo ha currado de lo lindo para volver a reconciliarse, vamos que casi se deja la vida para salvar al hijo del amor de su vida y eso es todo un puntazo, ella tambien tuviera un gesto romántico hacia él , y no me refiero a decirle que Tris es su hijo, que eso a nada que Rai sea un poco listo lo deducirá solito, sino a algo más... personal, que te digo yo, una cenita con chozoencuentro, una declaración pública, una cosita así.
Bueno artistaza, que sepas que me has alegrado la mañana con estos capítulos tan preciosos, que estoy super enganchada y que ya no se las veces que me he podido leer la historia entera y que por fa SIGUELA MUY PRONTO que el mono que tengo es muy fuerte y soy capaz hasta de ver el sálvame para quitármelo.
#269
lnaeowyn
lnaeowyn
26/07/2011 16:26
Un tenue rayo de luz se coló por la apertura de las pesadas cortinas que cubrían las ventanas, dando de lleno en el rostro de Raimundo. Giró la cabeza, resistiéndose aún a despertar. A continuación, sintió un peso sobre él. Abrió los ojos. Su corazón saltó de júbilo. Francisca se encontraba dormida, acostada a su lado, utilizando su pecho de almohada y reposando su mano derecha a la altura de su corazón. Su rostro estaba relajado y no mostraba en absoluto aquella dureza que había adquirido a lo largo de los años. Parecía incluso más joven y recordaba muchísimo a aquella muchacha obstinada, orgullosa y romántica de la que se enamoró perdidamente. Hacía tanto tiempo… y habían pasado tantas cosas… Sin embargo, ese amor había sobrevivido, más intenso si cabe que antes. Raimundo siguió contemplándola con adoración. Deseaba que ese momento no terminara nunca.

Finalmente, alguien más le hizo apartar los ojos de su pequeña. Volvió la cabeza hacia el lecho contiguo. Tristán dormía tranquilo, con la serenidad pintada en su noble rostro. No sabía por qué, pero Raimundo sintió una enorme oleada de cariño al ver al muchacho. Al verle así se dio cuenta de que hubiera muerto una y mil veces por salvarle la vida. Parpadeó confuso. No acertaba a interpretar bien la intensidad de sus sentimientos por ese chico. No sabía si era por ser hijo de Francisca, pero le sentía como si también fuese suyo.

Francisca se removió y poco a poco, empezó a abrir los ojos. En principio, miró confusa, sin saber muy bien donde se encontraba. De pronto se vio en una cama que no era la suya y acostada casi encima de Raimundo. Recordó todo de repente. Tragó saliva. Un torbellino de emociones se descargó en ella. Y sin saber cómo, empezó a sentirse extremadamente abochornada.”- ¡Dios bendito!, ¿en qué manera una enfrenta una situación así?” Sus ojos se encontraron con los de Raimundo, que la miraba haciendo verdaderos esfuerzos por aguantar la risa. Como siempre, él acababa de leerle la mente.

- Buenos días, bella durmiente.- dijo él entre divertido y tierno.
- Buenos… días.- ella miró a su alrededor en un claro intento de construir un muro de autoprotección. Finalmente, sus ojos se detuvieron en Tristán.- ¿Cómo está? – preguntó con un deje de preocupación.
- Durmiendo como un angelito.- dijo él.

Francisca se sintió aliviada. Un incómodo silencio se impuso entre los dos. Ella intentaba que se la tragase la tierra mientras rehuía la mirada de él. Él no apartaba sus ojos de ella, sabiendo que eso la ponía nerviosa. Finalmente, Francisca le miró.

- Supongo que esto te hace mucha gracia, ¿no?
- A decir verdad, es bastante divertido. – admitió él.
Francisca soltó un bufido y le miró amenazadora.
- Te sentirás orgulloso, ¿cierto? Orgulloso de tu victoria. Pues te aseguro que…

Raimundo se incorporó de repente en un movimiento tan rápido que la tomó desprevenida. Invirtió rápidamente su posición y tumbó a Francisca en el lecho. Ella intentó levantarse pero él apresó sus muñecas, dejándola sin escapatoria posible. Francisca sintió que se la llevaban los demonios hasta que de pronto, fue consciente de su situación. Raimundo se encontraba sobre ella, en una posición nada decorosa para una señora como lo era ella, aprisionándola entre su cuerpo y el colchón. Los ojos de él la quemaban como el fuego. La tenía completamente inmovilizada. Realmente, había recuperado todas sus fuerzas tras la transfusión.

- ¿Qué… pretendes?
- Hablas demasiado, Francisca Montenegro.

Antes de que pudiese replicar, Raimundo atrapó su boca con la suya en un beso demoledor. Francisca creyó morir. Millones de escalofríos la recorrieron mientras él saciaba toda su sed en sus labios. Abandonó un instante su boca y dejó un reguero de pasión a lo largo de su cuello.
- Rai.. mundo.- gimió ella.
Él se separó para mirarla a los ojos. Francisca tragó saliva.
- Dilo.- susurró él con voz ronca.
Ella parpadeó y volvió a tragar saliva, nerviosa.
- Dilo – repitió él exigente. – Dilo de una vez. Di una vez por todas aquello que sólo dices cuando mi vida está en peligro. Porque si no lo haces, te juro por Dios o por quien sea que te arrancaré esas palabras haciéndote mía aquí mismo.

Francisca tembló.
- Raimundo… Tristán…él…
- Me da igual que esté aquí. – dijo, retador.- Procuraré ser silencioso para que no despierte. La cuestión es si tú también podrás serlo.

Raimundo se acercó, amenazador, dispuesto a cumplir su palabra.

- ¡Te quiero! – dijo ella de repente.

Él la miró. Francisca se estremeció al ver su mirada rebosante de amor. Sintió que sus muñecas estaban libres y que él se separaba, sin dejar de mirarla. Algo se rompía en el interior de Francisca. Todas sus barreras, todo su orgullo, todos sus prejuicios. Lo único que podía percibir era que amaba a aquel hombre más que a su propia vida. Y por primera vez ese conocimiento no le produjo dolor ni humillación. Se sintió completa, feliz y… tranquila.

- Te quiero.- repitió, mirándolo a los ojos.- Te quiero Raimundo Ulloa. Más que a mi propia vida.
#270
Artemisilla
Artemisilla
26/07/2011 17:30
Olé, olé y olé!!! Nuestra Paca claudicando por amor!! Pagaría por ver eso en la pantalla.

Sigue así!
#271
lnaeowyn
lnaeowyn
26/07/2011 19:17
- Te quiero.- repitió, mirándolo a los ojos.- Te quiero Raimundo Ulloa. Más que a mi propia vida.

Raimundo le tomó el mentón y la besó. Ella le rodeó el cuello con los brazos. Se abrazaron como si no pudieran volver a separarse. Estuvieron así un buen rato. Sin decir palabra. Sólo abrazándose. De pronto, Raimundo sintió que algo mojaba su camisa. Se separó levemente y vio que Francisca lloraba en silencio.

- Mi pequeña. – susurró preocupado. Le levantó de nuevo el mentón y enjugó sus lágrimas. - ¿Por qué lloras?
- Por todo… por estos treinta años. Por todo lo que… te hice.
- ¿Qué importa eso ahora?
- Sí que importa. Yo…- se le quebró la voz. Ni siquiera sabía cómo continuar. Inspiró profundamente, logrando recuperar de nuevo la compostura, y miró a Raimundo. – Tengo algo que decirte.

Él la miró.
- Vaya, hoy el día está plagado de noticias.- murmuró burlón. - ¿Qué ocurre?
Francisca tragó saliva y cerró un instante los ojos. Le miró de nuevo.
- ¿Recuerdas cuando…me abandonaste?
- Sí, es un recuerdo que me ha torturado durante años.- dijo él, sintiendo de nuevo esa conocida opresión en el pecho. – Francisca, tienes que creerme que lo hice por ti…
- Lo sé, Raimundo. Ya lo sé. No es de eso de lo que quiero hablar. La cuestión es que, a los pocos días de que me dejaras yo descubrí que estaba… embarazada.

Raimundo sintió que el corazón se le paraba. Clavó sus ojos en Francisca y después su mirada voló hacia el joven que dormía en el lecho contiguo.

- Tristán…- susurró.

Ella asintió.
- Es tu hijo.

Un cúmulo de sentimientos palpitó en el corazón de Raimundo. Cerró los ojos. Dios, tenía un hijo, un hijo de Francisca. Le embargó una alegría tan inmensa que pensó que se desmayaría. Respiró profundamente. La miró.

- Francisca… ¿Por qué no me lo dijiste? Si lo hubiera sabido…
- ¿Cómo iba a decírtelo? Estaba destrozada y… simplemente, no podía volver a mirarte a la cara sin sufrir. Además, ¿acaso habrías cambiado de idea si lo hubieses sabido?
Raimundo sabía que tenía razón. Sintió de nuevo el dolor creciendo en su interior.
- Francisca…- dijo con la voz rota. – Lo siento.

Ella sintió su dolor como propio. Alargó la mano y acarició su mejilla. No le salían las palabras. Sólo quería decirle que todo estaba bien y que ya nada podría separarlos jamás. Negó con la cabeza y, a modo de respuesta, le besó. Cuando se separaron, Raimundo volvió a preguntar.

- Pero… Salvador Castro… ¿Él no sospechó que Tristán no era suyo?
- No. En cuanto me enteré de que estaba encinta, me casé con él. No podía esperar. En la noche de bodas…- Francisca sentía que le costaba horrores recordar todo aquello.- él se emborrachó y no llegó a consumar el matrimonio. Sin embargo, nunca lo recordó. Al saberme embarazada, no dudó ni un instante de que fuese suyo. Y desde luego, fue lo mejor. Si supiese que Tristán era tu hijo… lo habría matado. A él y a mí.
- Antes le hubiese matado yo.- respondió Raimundo sintiendo la cólera hervir en sus venas.

Francisca le miró, conmovida. Después prosiguió.

- En realidad, Salvador no hizo mucho uso del matrimonio, gracias a Dios. Aunque, una noche, llegó borracho a casa y… me violentó. Odiaba saber que yo le rechazaba, así que el muy malnacido...- Francisca sintió que un odio inmenso le impedía hablar. Pero apretó los dientes y continuó. – me tomó por la fuerza. Así me quedé embarazada de Soledad.

- ¡Maldito hijo de…! – Raimundo deseó por un instante que Salvador Castro estuviese vivo y a su alcance. Jamás había sentido unos impulsos asesinos como los estaba sintiendo en ese momento. Francisca le tomó la mano.

- Ya nada de eso importa. Él estará en el infierno, como se merece. Mi único consuelo era Tristán. Se parecía tanto a ti. Fue lo único que tuve para poder sobrevivir al dolor.

Raimundo miró a Francisca. Además de amarla con todo su ser la admiraba. Admiraba su tremendo valor y su fortaleza. Por vez primera se dio cuenta del inmenso sufrimiento que había soportado y todo por culpa de su abandono. En realidad, Francisca no había sido tan pérfida con él, después de todo. Él lo sabía. Sabía que detrás de ese muro de rencor y orgullo había un corazón valiente, decidido y noble. La acercó y la abrazó con toda su alma.

- Madre…

Ambos se volvieron para ver a un Tristán recién despertado que los miraba sin pestañear.
#272
thirdwatch
thirdwatch
26/07/2011 21:52
Gracias por las escenas aquí al menos coinciden en escena.

Como dije en el hilo del capítulo al final voy a desear que la Paca le haga algo a Sebas lo meta en algún lío para que Rai queira vengarse. ¡Al menos así coincidirían en alguna escena! Poruqe nos tienen a pan y agua siempre
#273
lnaeowyn
lnaeowyn
26/07/2011 21:56
Bueeno, seguimos. Escribir sobre esta pareja es ya casi un vicio, jejeje. No me cansoo.

- Madre…

Ambos se volvieron para ver a un Tristán recién despertado que los miraba sin pestañear.

Francisca se levantó, separándose por primera vez de Raimundo y corrió a su cama.
- Tristán, hijo… ¿Cómo estás? – le acarició el rostro con una ternura tan poco acostumbrada que el joven capitán se quedó sorprendido.
- Bien, madre. Un poco débil, pero bien.

Francisca le abrazó con tanto cuidado como cariño. Tristán sentía un cúmulo de sentimientos confusos. Le devolvió el abrazo a su madre. De pronto, sus ojos se toparon con los de Raimundo, que les observaba con una sonrisa sentado en la cama contigua.

- Raimundo..., ¿qué hace usted aquí? ¿Qué ha pasado con el dinero? ¿Dónde está Sebastián?
- Para el carro, muchacho. Demasiadas preguntas haces a la vez.- dijo Raimundo.- No te preocupes por el dinero. Está a buen recaudo. Afortunadamente, los hombres de Mauricio llegaron a tiempo. Y en cuanto a Sebastián, se encuentra perfectamente.

Tristán relajó su semblante al oír esas noticias. Después se miró el vendaje que cubría su herida.

- No me ha contestado a la primera pregunta.- replicó el joven, mirando a Raimundo.

El orgulloso Ulloa por una vez se quedó sin palabras. Francisca no pudo evitar saborear el momento y sonrió irónica.
- Pues hace, hijo, lo que siempre mejor se le da. Hacerse el héroe. Aunque esta vez se ha lucido en su papel.- dijo. Raimundo la fulminó con la mirada como diciéndole –“Te vas a enterar…”

Tristán no acababa de entender lo que ocurría. Cuando despertó los había visto abrazados. Y ahora, su madre le lanzaba esa pulla a Raimundo y éste la miraba con cara de venganza. Francisca continuó, un poco menos ladina.

- Raimundo está aquí porque te ha salvado la vida. Tuvieron que hacerte una transfusión de sangre y él fue el donante. Aunque a punto estuvo de costarle la vida.

Tristán miró a Raimundo, conmocionado por semejante acción.
- Raimundo… yo…¿Por qué lo ha hecho?
- ¿Acaso no salvaste tú la vida de Sebastián?- Raimundo estaba haciendo verdaderos esfuerzos por no levantarse y abrazar a su hijo con todas sus fuerzas. Pero ya habría tiempo para eso. Ahora no era el momento.- Volvería a hacerlo sin dudarlo.
- Gracias.- dijo Tristán.- De corazón.
- Bueno, basta de cháchara. Le diré a Rosario que te suba un caldo. Has de reponerte cuanto antes.- replicó la Montenegro.
- Y yo será mejor que me vaya. Ya me encuentro perfectamente. Y mi Emilia debe saberlo antes de que me mate ella a sartenazos por la preocupación.- arguyó Raimundo.

Francisca se encaminó hacia la puerta. Raimundo la siguió. Se despidieron del joven y cerraron la puerta del dormitorio. El pasillo estaba desierto. Antes de que Francisca pudiera escapar, Raimundo la acorraló contra la pared.

- ¿Así que el “héroe” eh?- dijo, sujetando sus muñecas contra la pared.
- ¿Acaso no es cierto?- replicó ella, adoptando su típica expresión orgullosa pero sin poder contener la sonrisa.
- Esto se merece un castigo.

Raimundo le levantó el mentón y la besó apasionadamente. Francisca se soltó y se colgó de su cuello, devolviéndole el beso con las mismas ansias. Raimundo siguió su venganza y, de repente, se separó y empezó a hacerle cosquillas. Ella intentó escapar, ahogada por la risa, pero él lo impidió.

- ¡Para Raimundo!, no, para, por Dios, ¡que nos van a oir!
- ¿Y..?
- Raimundo, que ya somos mayorcitos como para comportarnos como criajos de quince años.

Pero él no estaba dispuesto a ceder. Francisca logró zafarse un momento. Tenía que impedirle a toda costa que siguiera esa tortura con las cosquillas. Así que tomó su rostro con ambas manos y empezó a besarle como si el mundo se acabase. Tal vez eso le distrajera. Y tanto que le distrajo. Raimundo se olvidó completamente de su idea y los besos comenzaron a subir cada vez más de intensidad. La pasión estaba alcanzando cotas alarmantes. Sabían que no debían, y menos en el pasillo de la Casona, pero ninguno de los dos deseaba otra cosa. Esta vez fue Francisca la que finalmente recuperó el sentido común al oír un ruido.

- Raimundo… - jadeó – espera… He oído algo.
- Tranquila, es mi corazón o tal vez el tuyo.- repuso él, volviendo a besarla.
- No, espera.- se zafó con esfuerzo.- Cualquiera podría vernos. Creo que ya es suficiente que nos hayan visto tus hijos. Estoy segura que hasta Don Anselmo sospecha algo.
- Pues que nos dé la bendición y en paz.- Raimundo se acercó de nuevo a ella para seguir a lo suyo.
- ¡Raimundo!, por Dios, ¿me quieres escuchar de una vez?- dijo ella.- No podemos… ahora no. No es el momento ni el lugar. Podrían vernos Rosario, Mariana, Pepa, Sebastián…
- Vale, vale, lo he captado.- refunfuñó él. – Si es que tienes más personal aquí que en mi posada. Además de robarme el corazón, también me robas clientes.

Francisca sonrió. Recuperó la compostura y bajó por las escaleras. Raimundo la siguió con la mirada y, tras un tiempo prudente, bajó también sin sospechar que un par de ojos curiosos les habían estado observando.
#274
lnaeowyn
lnaeowyn
26/07/2011 23:24
En la habitación de Tristán, el joven soldado se sentó en la cama, procurando no lastimar su herida. Todavía estaba bastante sorprendido por tantos acontecimientos. Se alegró infinitamente de que Sebastián se encontrara bien y de que el dinero estuviera a salvo. Y una vez más, se maravilló de saber que Raimundo Ulloa le había dado una buena parte de su sangre y gracias a ello podía estar allí. ¿Por qué lo había hecho? Le había dicho que era lo menos que podía hacer después de arriesgar su vida por Sebastián, pero el joven intuía que tenía que haber algo más. ¿Lo habría hecho por su madre? Era muy evidente que estaban enamorados como dos zagales. Puede que fuese por eso. Tristán sonrió. Vió feliz a su madre como hacía mucho tiempo que no la veía. De hecho, jamás la había visto así. Y el culpable de todo era Raimundo Ulloa, ni más ni menos. Además de salvar su vida, Tristán tenía que agradecerle que le hubiese pintado esa sonrisa a su madre.

Estaba perdido en sus pensamientos cuando la puerta se abrió con suavidad. Martín entró hecho un torbellino, seguido de Pepa que portaba una bandeja.

- ¡Padre!- exclamó alegre el chiquillo.
Se iba a lanzar sobre Tristán cuando Pepa le agarró de la chaqueta.
- Quieto ahí, pequeño soldado. Tu padre está herido. ¿Qué quieres? ¿Acabar de rematarlo?
Tristán sonrió.
- Déjalo Pepa. Que me remate si quiere.- ella le miró reprobadora.- No te preocupes. Estoy bien.- le sonrió amoroso.

Pepa soltó a su hijo. Martín saltó hacia el lecho y se quedó sentado en él. Tristán le miró y ambos se abrazaron con infinita ternura y cariño.
- Padre, me preocupé mucho por usted, pero le juro que intenté no tener miedo. Aunque no pude evitar tenerlo. Todos estaban muy asustados. Pensé que le iba a pasar algo malo.
- No temas hijo mío.- Tristán acarició con ternura la mejilla del niño.- Ya pasó. Sabes que a tu padre no lo pueden vencer tan fácilmente.
- Porque es un capitán muy valiente.- dijo el niño, orgulloso.
- Así es- sonrió él.- Ven aquí.

Se abrazaron de nuevo. Pepa les contempló con una alegría salvaje en el pecho.
- Bueno Martincillo, venga, que tu padre debe tomar este caldo tan delicioso que le ha preparado Rosario.

El chiquillo le hizo hueco a Pepa. La partera se sentó en el borde de la cama con la bandeja del caldo. Extendió un lienzo y colocó la comida. Tristán la miraba embelesado. Pepa lo advirtió y esbozó una sonrisa.
- Deja de poner esa cara de tonto y venga, abre la boca.- dijo, tomando la cuchara y disponiéndose a darle de comer.
Tristán tomó la primera cucharada sin dejar de mirar a Pepa. Martín se rió pícaro.
- Pepa, yo creo que lo que padre quiere es que le des un beso, no el caldo.- dijo el agudo chiquillo.
Tristán reprimió la risa. Pepa miró asombrada a su niño.
- ¡Pero serás…! ¿Qué sabrás tú de cosas de mayores, tunante?
- Pues sé algo que tú no sabes, Pepa.- dijo con desparpajo el chiquillo.
- ¿En serio? A ver, qué es lo que sabes tú que yo no sepa.
Martín rió pícaro.
- Que tú y padre os queréis igual que la abuela y don Raimundo.

Tristán se atragantó con el caldo. A Pepa casi se le cae el cuenco de las manos. Los dos se miraron espantados pero con tremenda curiosidad.

- ¿De qué estás hablando, criatura?- le preguntó Pepa.
Martín se sintió muy importante al decir la noticia.
- Pues que he visto cómo la abuela y don Raimundo se besaban en el pasillo.

Pepa y Tristán se quedaron inmóviles y con cara de haber visto una aparición. Pepa miró a su hijo.
- Mi bien, ¿no lo habrás soñado?- preguntó. Aunque… “-¡menuda imaginación!”- pensó la partera.
- No Pepa. Les acabo de ver. Ellos no me vieron pero yo a ellos sí.

Pepa miró a Tristán. El joven capitán miró a su hijo.
- Martín, corre a la cocina y dile a Mariana que te… lleve a buscar setas.
- Pero padre, si estamos en verano…
- Bueno, pues que te lleve a jugar.
- ¿Por qué no puedo quedarme aquí?- preguntó el chiquillo haciendo un puchero.
- Porque tu padre y yo tenemos que hablar sobre… cosas que no te interesan, Martín.- el niño la miró, remolón.- Vamos, que luego jugaré contigo al escondite o a lo que te apetezca.

Martín finalmente capituló no muy convencido mientras Pepa le daba un beso en la frente. Antes de salir, se volvió.
- ¿Van a hablar de la abuela y Raimundo?
- ¿Quieres marcharte de una vez pillastre?- dijo Pepa, amenazándolo cómicamente con la cuchara. Martín se rió y salió corriendo.

Pepa cerró la puerta.
- ¿Tú crees lo que acaba de decir esta criatura?- preguntó.
- Por supuesto. Martín es un niño, cierto, pero no tiene un pelo de necio. Sabía muy bien que yo no quería caldo…
Antes de que Pepa pudiese replicar, Tristán la atrajo hacia él y la besó tierna y apasionadamente. Ella intentó zafarse.

- No me cambies de tema, soldado.- dijo ella. Pero Tristán volvió a besarla hasta que ella se rindió y empezó a devolverle el beso. Finalmente, terminaron ambos en la cama. La partera le esquivó de nuevo.
- Deberías comer algo.- dijo con tono de madre.
- ¿Acaso no lo estoy haciendo?- preguntó el burlón.

Tristán se giró para atrapar a Pepa bajo él y volvió a besarla. La pasión se prendió como la pólvora. Tristán acarició tiernamente la cintura de la joven mientras devoraba sus labios y su cuello. De repente, la puerta se abrió y los dos se separaron. Sebastián estaba en el umbral.

- Yo…- el joven Ulloa no sabía dónde meterse.
- Sebastián.- Tristán sonrió al verle. Pepa le miró también contenta pero un poquito incómoda.
- Lo siento amigo. Parece que últimamente no hago otra cosa que sorprender a parejas en plena demostración romántica.- dijo irónico.

Tristán sonrió cómplice a su amigo. Pepa frunció el ceño sin saber de qué se trataba pero con la sospecha asomando en su rostro.
- No te preocupes y no te quedes ahí. Pasa amigo.
Sebastián entró.
- ¿Cómo te encuentras? Veo que mucho mejor.- añadió.
- Sí, desde luego, pero no soy el único.- dijo Tristán travieso.- Tu padre también se encuentra muchísimo mejor.
- ¿En serio?- Sebastián abrió mucho los ojos, con una expresión llena de curiosidad.- Cuenta, ¡cuenta!
- ¿Queréis parar de una vez?- explotó al fin Pepa.- Dejad de actuar como si yo no existiese. ¿Alguien me va a contar aquí qué está pasando?

Los dos jóvenes miraron a una enfadada Pepa y luego se miraron entre sí.
#275
lauSP
lauSP
27/07/2011 00:44
Ina, GENIALLLL. Me encanta. Chica ya podrías mandar tu curriculum a los de PV. porque si yo fuera ellos, no te dejaba escapar. Por Dios, si es que lo vemos sólo con leerlo. Y los diálogos.... me dejas sin palabras.
Me gusta lo que haces con la Paca y Raimundo. Y me ha encantado la escena de las otras parejitas más jóvenes...¡ Bueno! y la última escena de Martincillo.... ¡para qué vamos a decir más!.
#276
mariajo76
mariajo76
27/07/2011 08:46
Cuando pienso que ya no me voy a sorprender más llega otro capítulo de tu historia y me quedo con la boca abierta, es lo más dulce, tierno y romántico que he leído en mucho tiempo, ver claudicar a Francisca, leer como aceptaba sus sentimientos ha sido impresionante, después de todo lo que han pasado estos dos se merecen ser muuuuuuuuuy felices, y me gusta que Paca siga teniendo ese repuntín de mala leche como cuando se despierta y se pone a la defensiva, que buena escritora eres, a pesar de todo sigues manteniendo la esencia de nuestra Francisca que solo cede, por su gusto eso sí, cuando se ve entre la espada y la pared (o entre Rai y el colchón). En cuanto a Raimundo...simplemente lo adoro es dulce, es tierno, es romántico...quiero uno así en vida.
Ya que en la serie nos niegan cualquier acercamiento entre ellos estoy encantadísima con tu historia, está tan bien escrita que me los imagino sin ningún problema y por cierto, Martín para comerselo, que rico.
Siguelo muy pronto que quiero ver la cara de Tristán y Sebastián cuando se enteren que son hermanos y la reacción de Tris con Raimundo.
Por cierto CHOZOENCUENTRO PACA-RAI YA, por el fin de treinta años de sequía. Como no se desfoguen pronto les va a dar algo.
#277
Artemisilla
Artemisilla
27/07/2011 12:36
Jajajaja genial, en serio, genial!!

Me ha encantado Martín, Sebastián, Pepa, Raimundo y su pequeña...

Sigue así!
#278
lnaeowyn
lnaeowyn
27/07/2011 16:21
Los dos jóvenes miraron a una enfadada Pepa y luego se miraron entre sí. Si los ojos de Pepa fuesen cañones, ambos serían ya dos montoncitos de ceniza.
- Siéntate, amor.- dijo Tristán.

La partera alzó una ceja. Nunca le gustaban las conversaciones en las que lo primero que le decían era que se sentase. Sebastián le sonrió, tranquilizador.
- Sigue su consejo, Pepa. Es mejor oír esta noticia sentado, no vaya a ser….
Pepa resopló, pero finalmente tomó asiento.
- Verás.- empezó Tristán. – Lo que ocurre es… algo que sin duda alguna… te contará muchísimo mejor Sebastián que yo.

Sebastián fulminó con la mirada a su hermano secreto. Tristán hizo verdaderos esfuerzos por mantener la seriedad. Pepa sintió que estaba perdiendo definitivamente la paciencia.
- Como no me digáis ahora mismo lo que ocurre, bajaré al salón y se lo preguntaré directamente a doña Francisca.

Los dos hermanos miraron con horror a Pepa. Ella se levantó, dispuesta a cumplir lo que acababa de decir. No podían imaginarse semejante conversación entre las dos mujeres con más carácter de todo Puente Viejo. Sebastián agarró el brazo de Pepa antes de que saliese por la puerta.
- Pepa, por Dios, ¿te has vuelto loca?- dijo el joven Ulloa.- La Doña me matará si haces eso.
- Entonces desembucha.- dijo tajante la partera.
- Está bien – se rindió Sebastián.- Lo que ocurre es que… bueno, no sé si sabías que mi padre y doña Francisca estuvieron enamorados desde chiquillos. Y parece que ese amor nunca dejó de existir.
Pepa miró al joven Ulloa con los ojos desorbitados y la boca abierta.
- ¿¡Quéeee?!!
- Últimamente todos decimos lo mismo.- dijo Tristán divertido.

Sebastián le narró a Pepa todo lo que sabía sobre la historia de Raimundo y Francisca. Pepa pasó del asombro a la emoción y, finalmente, no pudo evitar que sus ojos se empañaran. De repente, sintió una enorme empatía por ese ogro que se suponía que era Francisca Montenegro. No le cabía duda de que si Tristán la abandonase, probablemente acabaría ella siendo otra Francisca.
- Es increíble…- murmuró.- Y ahora Raimundo… ¿La está reconquistando otra vez?
- Yo diría que ya lo ha conseguido.- dijo Tristán. - ¿No has oído a Martín? Les ha visto besándose en el pasillo.
- ¿En serio??- Sebastián no pudo reprimir una carcajada. Tristán se le unió mientras Pepa meneaba la cabeza pero sin poder evitar una sonrisa.
- Shhhh – les chitó la joven.- Os van a oír en toda la casa.
- Bueno,- dijo al final Tristán calmándose.- Recordad que este es nuestro secreto. Nadie más debe saberlo.
- Bueno… Emilia también lo sabe. Y Soledad también debería estar al corriente, ¿no crees?
- Claro, y de paso cuéntaselo también al alcalde.- replicó Pepa con sorna.- Menudo par de confabuladores que estáis hechos. Yo en vuestro lugar no me metería en algo así. La Doña os matará a ambos si se entera y creo que Raimundo la ayudará.
Tristán sonrió.
- Tranquila, Pepa, no se enterarán. Palabra de Montenegro y Ulloa.- dijo, mirando cómplice a su amigo.
#279
lnaeowyn
lnaeowyn
27/07/2011 18:28
A la mañana siguiente, Francisca se encontraba desayunando en el salón. Estaba tan sumida en sus pensamientos que al principio no advirtió que alguien la observaba. Al final sintió una pequeña presencia. Levantó la mirada y vio unos inocentes y enormes ojos marrones que la miraban sin pestañear desde un pequeño rostro que se apoyaba en el respaldo del sofá.

- ¿Se puede saber qué haces ahí, Martín?- dijo, con un retintín de enfado.
- Estaba mirándola, abuela.- respondió el chiquillo sin más.
- Eso ya lo veo.- replicó ella.- ¿Qué ocurre? ¿Es más interesante mirarme que jugar con tus soldados?- inquirió.
- Sí, abuela.
Francisca alzó una ceja. Dejó la taza sobre la mesa y dedicó toda su atención a su nieto.
- Ven aquí, Martín.

El chiquillo se acercó hasta situarse a un paso de ella. Francisca le miró y el niño le sostuvo la mirada sin ningún atisbo de temor. Ella esbozó una sonrisa imperceptible. Ese niño tenía el valor de los Montenegro, estaba claro.
- ¿Qué estás tramando, pequeño bribonzuelo?- le preguntó Francisca disimulando una sonrisa.
- Abuela, ¿cómo era el abuelo?- preguntó él a su vez. La sonrisa se borró al instante del rostro de Francisca. – Nunca me ha hablado de él.

Francisca quedó un momento sin habla. El niño la miró.
- No es un tema del que me entusiasme hablar, hijo.- dijo ella.
- ¿Es que era malo? ¿Cómo el tío Carlos? – Preguntó.
Ella le miró. Ese chiquillo era demasiado espabilado para sus siete años.
- Así es. No era un hombre bueno.- dijo ella.
El niño miró a su abuela, pensativo.
- ¿No la quería como quiere padre a Pepa?

Francisca se removió, inquieta. La sinceridad aplastante de un niño no era algo a lo que estuviese muy acostumbrada.
- No.- dijo finalmente.- Aunque tampoco yo le quería a él.

Martín siguió mirándola pensativo. Después una sonrisa entre inocente y pícara apareció en su carita.
- Me gustaría que mi abuelo fuese Raimundo. – dijo sin ningún pudor. Francisca creyó caerse del asiento al oír aquello.- Es bueno. El otro día, la tía Soledad me llevó a la casa de comidas a ver a Pepa y Raimundo me enseñó a hacer volar una cometa. Fue muy divertido.
Francisca intentó mantener la compostura.
- Martín, creo que ya eres lo bastante mayor y lo bastante listo para saber lo que pienso acerca de Raimundo Ulloa. No me hace gracia que te acerques a él.- terminó muy digna, tomando de nuevo su taza.
- Pero abuela, si usted también se ha acercado a él. Ayer estaban los dos muy juntos en el pasillo. Se estaban dando un beso.

En mal momento Francisca estaba terminando su café. Al oír aquello, se atragantó y comenzó a toser deseperada. En ese momento, apareció Tristán.
- Madre, ¿está bien?- le sujetó la taza mientras le daba unas palmaditas en la espalda. Miró a su hijo.- ¿Qué ha ocurrido aquí?
- Yo no he hecho nada, padre. Sólo le estaba diciendo a la abuela que Raimundo…

Tristán tragó saliva e interrumpió a su hijo antes de que terminase de hablar.
- Martín, ve a jugar con Mariana.
- Pero padre…
- Martíiin, venga, ¿qué quieres, que la abuela se nos muera asfixiada?- le miró serio, pero después le guiñó un ojo, tranquilizador.

El niño miró a Francisca.
- Lo siento, abuela. – dijo, haciendo un puchero. Después se marchó.

Tristán miró a su madre, que todavía seguía carraspeando.
- ¿Se encuentra ya mejor?
- Sí, creo que hoy no moriré.- dijo sarcástica. Después miró a su hijo y su rostro se ablandó. - ¿Te has levantado ya? No deberías haberlo hecho. Tu herida…
- Estoy bien, madre. Ya no aguantaba más acostado. La herida se está cerrando y me duele mucho menos.

Francisca se sintió aliviada. A decir verdad, Tristán tenía mucho mejor aspecto. Había recuperado el color de su rostro y parecía tan guapo como siempre. No pudo evitar acariciarle la mejilla, recordando la angustia al creer que lo perdía. Tristán tomó su mano y la besó caballeroso.
- Madre, ¿qué le estaba diciendo Martín acerca de Raimundo?
- Nada.- dijo, procurando disimular su inquietud.- Tonterías de chiquillos. Y ahora, si me disculpas, tengo que… hacer muchas cosas.

Se levantó presurosa, pero la voz de Tristán la detuvo.
- No tan deprisa madre. Usted y yo tenemos una conversación pendiente.
#280
martads
martads
27/07/2011 19:30
que ricura de momentos, pagaria por verlos en pantalla!!pobre Francisca que está acorralada hasta por su nieto!ya no puede negarlo..
me encantó el' te quiero Raimundo Ulloa' madre mia es tan romantico! por favor sigue que me muero por saber como le cuenta la paca a su hijo que está enamoradísima de Raimundo...aunque no se si lo va a hacer... me gusta también el juego que les das a las otras parejas, me lo imagino a la perfección. Y tuviste una gran idea no metiendo al pollo pera en este bonito relato..

Que precioso es el amor entre estos dos esque es tan dulce y tal como tú lo escribes hasta me emociono en algun trozo.
Y tal y como han dicho mas arriba...CHOZOENCUENTRO rai y paca YA!!!
sigue ;)
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