El Rincón de Francisca y Raimundo:ESTE AMOR SE MERECE UN YACIMIENTO (TUNDA TUNDA) Gracias María y Ramon
#0
08/06/2011 23:44
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#221
21/07/2011 18:43
Aaaiiisss, que mala es esta Paca. ¡¡A Sebastián no!!! Pobrecillo, con lo buenísimo y honradísimo que es. Raimundo le va a dar unos cuantos azotes, jeje. Miri, jeje, que tengo mucho arte para cortar el relato en lo más interesante. Disculpa, pero así tiene más emoción ;-)
Vengaa, que ya no te hago sufrir más.
De pronto, unos pasos sonaron y la puerta se abrió.
- Padre, quería darle una buena noticia….
Sebastián se quedó de piedra al ver la escena que tenía ante sus ojos. Su padre estaba inclinado sobre doña Francisca, abrazándola y besándola como si la vida le fuese en ello. Al sentirle, los dos se separaron. Doña Francisca, tremendamente sofocada, le miró con una mueca de horror.
- Yo… lo siento mucho. – Dijo el joven.- Lamento muchísimo haber interrumpido.
- No te preocupes, Sebastián, no es culpa tuya. La culpa es de esa maldita puerta, que no se cierra como debería hacerlo.- Dijo Raimundo.
- Creo… que es mejor que me vaya.- Añadió Francisca.
Raimundo desvió la mirada desde su hijo a Francisca. Antes de que pudiese reaccionar, ella se soltó de su abrazo y corrió hacia la puerta, desapareciendo. Sebastián siguió a la Doña con la mirada y después miró un tanto avergonzado hacia su padre.
- Padre… lo siento en el alma…
- No te preocupes, Sebastián. No tienes por qué disculparte.
- Pero…
- Pero nada.- replicó Raimundo.- La culpa no es tuya.
- Padre.- Sebastián vaciló, sin saber cómo expresar lo que le rondaba por la cabeza. Finalmente miró sin parpadear a su padre. - ¿Qué demonios ha ocurrido?
- Si te digo la verdad… ni yo mismo lo sé. Sólo sé que Francisca y yo estábamos discutiendo como siempre, lanzándonos los mismos dardos envenenados, cuando de repente, la ira se convirtió en…
- En lo que siempre han sentido, ¿cierto padre?
Raimundo suspiró.
- Cierto.
Sebastián apoyó la mano en el hombro de su padre.
- Y, ¿qué va a hacer ahora?
- Buena pregunta, hijo…
- No irá a rendirse o a echarse atrás, ¿verdad?
- Sebastián, yo nunca me echo atrás, pero la situación es muy delicada y complicada. Le he dicho a Francisca que la amaba y la he besado. No me arrepiento en absoluto y si por mí fuera, la raptaría y me casaría con ella ahora mismo. Pero ese demonio de mujer no es tan fácil de convencer. Es una Montenegro y las costumbres y los usos sociales están demasiado arraigados en ella.
- Padre…ella también le ama.
- Sí, pero a veces el orgullo puede más.
- Si el amor ha logrado vencer a su orgullo, le aseguro que también vencerá al orgullo de Doña Francisca.-añadió con sorna el joven Ulloa.
Vengaa, que ya no te hago sufrir más.
De pronto, unos pasos sonaron y la puerta se abrió.
- Padre, quería darle una buena noticia….
Sebastián se quedó de piedra al ver la escena que tenía ante sus ojos. Su padre estaba inclinado sobre doña Francisca, abrazándola y besándola como si la vida le fuese en ello. Al sentirle, los dos se separaron. Doña Francisca, tremendamente sofocada, le miró con una mueca de horror.
- Yo… lo siento mucho. – Dijo el joven.- Lamento muchísimo haber interrumpido.
- No te preocupes, Sebastián, no es culpa tuya. La culpa es de esa maldita puerta, que no se cierra como debería hacerlo.- Dijo Raimundo.
- Creo… que es mejor que me vaya.- Añadió Francisca.
Raimundo desvió la mirada desde su hijo a Francisca. Antes de que pudiese reaccionar, ella se soltó de su abrazo y corrió hacia la puerta, desapareciendo. Sebastián siguió a la Doña con la mirada y después miró un tanto avergonzado hacia su padre.
- Padre… lo siento en el alma…
- No te preocupes, Sebastián. No tienes por qué disculparte.
- Pero…
- Pero nada.- replicó Raimundo.- La culpa no es tuya.
- Padre.- Sebastián vaciló, sin saber cómo expresar lo que le rondaba por la cabeza. Finalmente miró sin parpadear a su padre. - ¿Qué demonios ha ocurrido?
- Si te digo la verdad… ni yo mismo lo sé. Sólo sé que Francisca y yo estábamos discutiendo como siempre, lanzándonos los mismos dardos envenenados, cuando de repente, la ira se convirtió en…
- En lo que siempre han sentido, ¿cierto padre?
Raimundo suspiró.
- Cierto.
Sebastián apoyó la mano en el hombro de su padre.
- Y, ¿qué va a hacer ahora?
- Buena pregunta, hijo…
- No irá a rendirse o a echarse atrás, ¿verdad?
- Sebastián, yo nunca me echo atrás, pero la situación es muy delicada y complicada. Le he dicho a Francisca que la amaba y la he besado. No me arrepiento en absoluto y si por mí fuera, la raptaría y me casaría con ella ahora mismo. Pero ese demonio de mujer no es tan fácil de convencer. Es una Montenegro y las costumbres y los usos sociales están demasiado arraigados en ella.
- Padre…ella también le ama.
- Sí, pero a veces el orgullo puede más.
- Si el amor ha logrado vencer a su orgullo, le aseguro que también vencerá al orgullo de Doña Francisca.-añadió con sorna el joven Ulloa.
#222
21/07/2011 22:12
Miri quieres k s la lie a Sebas? jaja pues ahi a mi me ha decepcionado xk yo pensaba k le tenia cariño x ser hijo del amor d su vida y como ella esté detras d lo dl robo me kedo muerta... lo que sé es que algo raro ahi y que Mauricio yo creo k está detrás.
Y por favor no metais spoilers (lo que has dicho de que se entera el padre de lo de Virtudes y Gerardo) en estos post xk yo no suelo leer las cosas antes d verlas...y me entero sin querer jeje.
Y por favor no metais spoilers (lo que has dicho de que se entera el padre de lo de Virtudes y Gerardo) en estos post xk yo no suelo leer las cosas antes d verlas...y me entero sin querer jeje.
#223
21/07/2011 22:31
Mmm, sé que la Paca es más mala que un dolor... pero dudo que sea ella la responsable del robo de la conservera... Tengo la sensación de que Francisca se siente un poquito rabiosa porque es la primera vez que ha mostrado su debilidad por Raimundo delante de él, cuando fue a consolarla por lo de Tristán. Le cogió la mano que le tendía y le susurró un "-Raimundo.." que vamos... no hace falta ver para darse cuenta de cómo sonó. De hecho, al Ulloa no se le pasó y por eso dijo lo de "-Hacía tanto tiempo que no oía mi nombre así". La Paca se encuentra dividida entre el amor y el orgullo. No es capaz de gestionar ninguno de ambos y por eso intenta ahora resarcirse y mostrar que es la misma "Montenegro" de antes... bueno, más bien, la de después de casada, jejejeje. Así que, esto es un no vivir. A veces le puede el orgullo a Raimundo y otras a Francisca. ¡Que se pongan de acuerdo ya!¡Que se líen primero y luego que discutan si quieren! X-D
Por cierto, Miri, muchísimas gracias por tus comentarios. Me alegro de que te guste la historia. Si te hace ilu, la continuaré... a ver hasta dónde llega, jejeje.
Por cierto, Miri, muchísimas gracias por tus comentarios. Me alegro de que te guste la historia. Si te hace ilu, la continuaré... a ver hasta dónde llega, jejeje.
#224
21/07/2011 22:36
HOY TRISTÁN LE HA HA DICHO QUE SE IBA, ELLA LE PIDIÓ QUE NO QUE SE QUEDABA SOLA,
Adios (La Palabra Mas Triste)
Mama
Me has dado la vida
Has transformado un bebe en una senora
Y mama
Todo lo que tenias a ofrecer
Era la promesa de amarme por toda tu vida
Ahora sé
Que no hay nigun otro
Amor tan grande como el de una madre por su nino
Y conozco
A un amor tan grande
Que algun dia debe irse
Debe decir adios
Adios es la palabra mas triste que oiré
Adios es la ultima vez que te abrazaré
Algun dia vas a decir esta palabra y lloraré
Tendré el corazon rompido cuando te oiré decir adios
Mama
Me has dado el amor
Has transformado una nina en una mujer
Y mama
Todo lo que necesite
Era una garantia de tu amor por mi
Porque sé
Que no hay nigun otro
Amor tan grande como el de una madre por su nino
Y me lastima tanto
Que algo tan poderoso y fuerte
Tenga que irse algun dia, decir adios
Ooh ah
Adios es la palabra mas triste que oiré
Adios es la ultima vez que te abrazaré
Algun dia vas a decir esta palabra y lloraré
Tendré el corazon rompido cuando te oiré decir adios
Pero el amor que has dado siempre vivira en mi
Siempre estaras aqui cada vez que te necesitaré
Me has ofrecido el mas grande amor que existe
Tomas mis debilidades y las transformes en fuerzas
Y siempre te amaré, hacia que sea eternal
Y cuando me necesitaras
Estaré por tu lado, siempre
Estaré a tu lado por toda tu vida
Estaré aqui, te lo promeso mama
Seré tu faro en las noches sombras
Seré las alas que guiaron tu vuelo
Seré tu abrigo a traves de la tormenta que rabia
Y siempre te amaré, hacia que sea eternal
Adios es la palabra mas triste que oiré
Adios es la ultima vez que te abrazaré
Algun dia vas a decir esta palabra y lloraré
Tendré el corazon rompido cuando te oiré decir adios
Hacia que nos encontramos de nuevo...
Mientras...
Adios
http://www.youtube.com/watch?v=
Adios (La Palabra Mas Triste)
Mama
Me has dado la vida
Has transformado un bebe en una senora
Y mama
Todo lo que tenias a ofrecer
Era la promesa de amarme por toda tu vida
Ahora sé
Que no hay nigun otro
Amor tan grande como el de una madre por su nino
Y conozco
A un amor tan grande
Que algun dia debe irse
Debe decir adios
Adios es la palabra mas triste que oiré
Adios es la ultima vez que te abrazaré
Algun dia vas a decir esta palabra y lloraré
Tendré el corazon rompido cuando te oiré decir adios
Mama
Me has dado el amor
Has transformado una nina en una mujer
Y mama
Todo lo que necesite
Era una garantia de tu amor por mi
Porque sé
Que no hay nigun otro
Amor tan grande como el de una madre por su nino
Y me lastima tanto
Que algo tan poderoso y fuerte
Tenga que irse algun dia, decir adios
Ooh ah
Adios es la palabra mas triste que oiré
Adios es la ultima vez que te abrazaré
Algun dia vas a decir esta palabra y lloraré
Tendré el corazon rompido cuando te oiré decir adios
Pero el amor que has dado siempre vivira en mi
Siempre estaras aqui cada vez que te necesitaré
Me has ofrecido el mas grande amor que existe
Tomas mis debilidades y las transformes en fuerzas
Y siempre te amaré, hacia que sea eternal
Y cuando me necesitaras
Estaré por tu lado, siempre
Estaré a tu lado por toda tu vida
Estaré aqui, te lo promeso mama
Seré tu faro en las noches sombras
Seré las alas que guiaron tu vuelo
Seré tu abrigo a traves de la tormenta que rabia
Y siempre te amaré, hacia que sea eternal
Adios es la palabra mas triste que oiré
Adios es la ultima vez que te abrazaré
Algun dia vas a decir esta palabra y lloraré
Tendré el corazon rompido cuando te oiré decir adios
Hacia que nos encontramos de nuevo...
Mientras...
Adios
http://www.youtube.com/watch?v=
#225
21/07/2011 23:27
Que bonito Vero, y como dice Miri siempre aciertas!.
Sobre el robo yo toy dudando pienso k son los sosos (Gerardo y Virtudes) pero x otra parte solo se vió a Mauricio k sabia dnde la guardaba la combinacion y k la cambiaba kada dia... eso Virtudes n lo sabia entonces Mauricio tiene k estar detras y a lo mejor x algo k le ha dicho la Paca... yo spero k no sea asi xk no me gsta k sake su lado malo y menos cn el hijo del amor de su vida...
Sobre el robo yo toy dudando pienso k son los sosos (Gerardo y Virtudes) pero x otra parte solo se vió a Mauricio k sabia dnde la guardaba la combinacion y k la cambiaba kada dia... eso Virtudes n lo sabia entonces Mauricio tiene k estar detras y a lo mejor x algo k le ha dicho la Paca... yo spero k no sea asi xk no me gsta k sake su lado malo y menos cn el hijo del amor de su vida...
#226
22/07/2011 13:21
Bueno... prosigamos con nuestra pequeña historia.
Francisca Montenegro entró como una exhalación en la Casona, ignorando totalmente a Mariana y su anuncio de que la cena, el desayuno o lo que diablos fuese, estaba servido. La muchacha estaba tan sorprendida tras abrirle la puerta y verla entrar de esa forma que tardó dos segundos de más en reaccionar. Cuando lo hizo descubrió con horror que la Doña se dirigía directamente a…
- ¡Dios mío!, ¡Señora, espere…!
Tampoco la oyó. Abrió de par en par las puertas correderas de su despacho. Necesitaba estar sola. Lo necesitaba desesperadamente. Dio un paso pero eso fue todo. Se quedó paralizada en el sitio, al ver que Tristán y Pepa se hallaban dentro, en una posición bastante comprometedora. Su hijo abrazaba a la partera y, aunque no había visto nada, no había que ser un lince para saber que no se habían dedicado precisamente a conversar.
- Madre.- empezó Tristán.- Nosotros…no. Lo siento madre. No era nuestra intención… Bueno, sí lo era, pero, lo que quiero decir es que… ya sabe.
Pepa desvió su mirada de Francisca a Tristán.
- Sí, ahora le ha quedado más claro.- le susurró irónica la partera a Tristán.
Francisca estaba inmóvil, mirándolos pero sin verlos realmente. Pepa y Tristán la miraron sin comprender.
- Señora, ¿le ocurre algo?- preguntó Pepa, frunciendo el ceño. – Parece que hubiera visto una aparición.
Francisca pareció despertar de pronto. Miró a Pepa.
- Yo… lo siento.
Sin más, se volvió y salió del despacho apresuradamente. Tristán y Pepa se quedaron clavados en el sitio.
- ¿Ha dicho “lo siento”?- Preguntó Pepa atónita.
- Pues sí... No parecía ella.
Tristán miró a Pepa, preocupado. Los dos salieron del despacho.
- Tengo que averiguar qué ha ocurrido. No es normal que se comporte así.
- Temo que no sea una buena idea, Tristán. Parecía en estado de shock, como si hubiese visto o le hubiese ocurrido algo que nunca jamás pudiera imaginar. Ahora mismo, no te va a contar nada.
- Pepa, es mi madre. Tengo que saber qué pasa.
Tristán besó tiernamente a Pepa y empezó a subir las escaleras, dirigiéndose al dormitorio de su madre. A mitad de camino, se tropezó con Rosario, que sostenía una bandeja con una taza de tila.
- Rosario, ¿qué le pasa a mi madre?
- Ni yo misma lo sé, señor. Se ha encerrado a cal y canto en su habitación. No quiere que nadie entre. Ni siquiera ha accedido a tomarse esta tila. Y no atiende a razones. Quiere estar sola.
Tristán miró preocupado la puerta de la alcoba de su madre.
- Don Tristán, es mejor que no intente hablar con ella ahora. No sé que habrá ocurrido, pero la ha impresionado de verdad.
- Sí, tal vez tengas razón.- concedió a regañadientes. – Pero mantenme informado de cualquier cambio.
- Descuide, señor.
El joven estaba dándose la vuelta cuando, pareció acordarse de algo.
- Rosario, no sabía que mi madre estaba ausente de la Casona. ¿Sabes a dónde ha ido esta tarde?
- Al parecer estuvo en el pueblo, en el colmado primero y en la casa de comidas.
- ¿Hablando con Raimundo Ulloa?
- No lo sé, señor, pero es posible.
Tristán pareció aliviado, pero a continuación frunció el ceño.
- No lo entiendo. Normalmente siempre que tropieza con Raimundo vuelve a casa hecha una furia y no como si hubiese visto un fantasma.
- Puede que hoy hayan hecho algo más que discutir… - Dijo Rosario, más para sí que para Tristán. Pero el joven la escuchó.
- ¿Qué quieres decir, Rosario?
La buena mujer advirtió que no había debido hablar en voz alta. Sacudió la cabeza.
- No me haga caso, don Tristán. Tonterías de una pobre vieja a la que la cabeza le empieza a fallar. No se preocupe. Seguro que su madre está bien.
Francisca se apoyó en la puerta de su dormitorio una vez la hubo cerrado. Tragó saliva y miró a su alrededor. Para su alivio, ahora sí estaba completamente sola. Inspiró profundamente, tratando de calmar su acelerado corazón. Puede que Pepa tuviera razón. Aquel ataque que le había dado no era de corazón, sino de nervios. Su corazón debía estar en verdad muy sano para que todavía siguiera latiendo tan furiosamente como lo estaba haciendo y no se parase después de lo sucedido hacía sólo unos momentos.
Dejó escapar el aire, poco a poco, y cerró los ojos, tratando de tranquilizarse. Pero en cuanto dejó caer los párpados, un millón de imágenes y sentimientos la asaltaron. Raimundo discutiendo con ella. Raimundo aferrándola por los hombros. Raimundo abrazándola y besándola. Se llevó una mano a sus labios. De nuevo los escalofríos volvían sólo con el recuerdo y su corazón empezó a desbocarse otra vez. Si seguía así, acabaría saltándole del pecho.
- Francisca, por Dios, ¡ya está bien!- dijo, reprendiéndose a sí misma.- Deja de comportarte como una jovenzuela estúpida.
Apretó los puños y los dientes. No podía ser. No podía creer que le estuviese pasando eso a ella, precisamente. Y aún por encima, con él. ¿Cómo demonios se había atrevido a besarla? Y, para más inri, la había besado dos veces. Podría justificarse a sí misma que la primera vez la había cogido por sorpresa y nada pudo hacer, pero… ¿cómo justificar caer dos veces? En lo más profundo de su conciencia, sabía que no había excusas. Raimundo la había besado, cierto, pero ella le había correspondido. Apretó los párpados. ¡Y tanto que le había correspondido! A su mente vinieron flashes. Por Dios, ¡pero si incluso llegó a agarrarle de las solapas del chaleco! Realmente, no sabía qué tan lejos podrían haber llegado si Emilia primero y Sebastián después no les hubiesen interrumpido.
“¿Qué me está pasando, Señor?”- Pensó desesperada. Se llevó una mano a la frente al recordar la declaración de Raimundo. Le había dicho que la amaba. ¿Estaría hablando en serio? No, era imposible. Si después de todo lo que le había hecho a lo largo de su vida seguía queriéndola, Raimundo Ulloa había perdido definitivamente el juicio. Pero… ¿Acaso ella no seguía queriéndolo, a pesar del sufrimiento que le causó, a pesar de que su abandono le rompió para siempre el corazón? Francisca negó, discutiendo consigo misma. “No le quiero”, “¡le odio!”
- ¡Le odio!- repitió en voz alta, como si eso sirviera para convencerse a sí misma.
Estaba segura de que Raimundo sólo la había besado para humillarla. Sí, eso era. Alzó el mentón. Ese condenado tabernero iba a pagar caro lo que había hecho. Nadie humilla a Francisca Montenegro. Y mucho menos Raimundo Ulloa. La próxima vez que se viesen cara a cara, ella saborearía su triunfo. Sería él el humillado.
Francisca Montenegro entró como una exhalación en la Casona, ignorando totalmente a Mariana y su anuncio de que la cena, el desayuno o lo que diablos fuese, estaba servido. La muchacha estaba tan sorprendida tras abrirle la puerta y verla entrar de esa forma que tardó dos segundos de más en reaccionar. Cuando lo hizo descubrió con horror que la Doña se dirigía directamente a…
- ¡Dios mío!, ¡Señora, espere…!
Tampoco la oyó. Abrió de par en par las puertas correderas de su despacho. Necesitaba estar sola. Lo necesitaba desesperadamente. Dio un paso pero eso fue todo. Se quedó paralizada en el sitio, al ver que Tristán y Pepa se hallaban dentro, en una posición bastante comprometedora. Su hijo abrazaba a la partera y, aunque no había visto nada, no había que ser un lince para saber que no se habían dedicado precisamente a conversar.
- Madre.- empezó Tristán.- Nosotros…no. Lo siento madre. No era nuestra intención… Bueno, sí lo era, pero, lo que quiero decir es que… ya sabe.
Pepa desvió su mirada de Francisca a Tristán.
- Sí, ahora le ha quedado más claro.- le susurró irónica la partera a Tristán.
Francisca estaba inmóvil, mirándolos pero sin verlos realmente. Pepa y Tristán la miraron sin comprender.
- Señora, ¿le ocurre algo?- preguntó Pepa, frunciendo el ceño. – Parece que hubiera visto una aparición.
Francisca pareció despertar de pronto. Miró a Pepa.
- Yo… lo siento.
Sin más, se volvió y salió del despacho apresuradamente. Tristán y Pepa se quedaron clavados en el sitio.
- ¿Ha dicho “lo siento”?- Preguntó Pepa atónita.
- Pues sí... No parecía ella.
Tristán miró a Pepa, preocupado. Los dos salieron del despacho.
- Tengo que averiguar qué ha ocurrido. No es normal que se comporte así.
- Temo que no sea una buena idea, Tristán. Parecía en estado de shock, como si hubiese visto o le hubiese ocurrido algo que nunca jamás pudiera imaginar. Ahora mismo, no te va a contar nada.
- Pepa, es mi madre. Tengo que saber qué pasa.
Tristán besó tiernamente a Pepa y empezó a subir las escaleras, dirigiéndose al dormitorio de su madre. A mitad de camino, se tropezó con Rosario, que sostenía una bandeja con una taza de tila.
- Rosario, ¿qué le pasa a mi madre?
- Ni yo misma lo sé, señor. Se ha encerrado a cal y canto en su habitación. No quiere que nadie entre. Ni siquiera ha accedido a tomarse esta tila. Y no atiende a razones. Quiere estar sola.
Tristán miró preocupado la puerta de la alcoba de su madre.
- Don Tristán, es mejor que no intente hablar con ella ahora. No sé que habrá ocurrido, pero la ha impresionado de verdad.
- Sí, tal vez tengas razón.- concedió a regañadientes. – Pero mantenme informado de cualquier cambio.
- Descuide, señor.
El joven estaba dándose la vuelta cuando, pareció acordarse de algo.
- Rosario, no sabía que mi madre estaba ausente de la Casona. ¿Sabes a dónde ha ido esta tarde?
- Al parecer estuvo en el pueblo, en el colmado primero y en la casa de comidas.
- ¿Hablando con Raimundo Ulloa?
- No lo sé, señor, pero es posible.
Tristán pareció aliviado, pero a continuación frunció el ceño.
- No lo entiendo. Normalmente siempre que tropieza con Raimundo vuelve a casa hecha una furia y no como si hubiese visto un fantasma.
- Puede que hoy hayan hecho algo más que discutir… - Dijo Rosario, más para sí que para Tristán. Pero el joven la escuchó.
- ¿Qué quieres decir, Rosario?
La buena mujer advirtió que no había debido hablar en voz alta. Sacudió la cabeza.
- No me haga caso, don Tristán. Tonterías de una pobre vieja a la que la cabeza le empieza a fallar. No se preocupe. Seguro que su madre está bien.
Francisca se apoyó en la puerta de su dormitorio una vez la hubo cerrado. Tragó saliva y miró a su alrededor. Para su alivio, ahora sí estaba completamente sola. Inspiró profundamente, tratando de calmar su acelerado corazón. Puede que Pepa tuviera razón. Aquel ataque que le había dado no era de corazón, sino de nervios. Su corazón debía estar en verdad muy sano para que todavía siguiera latiendo tan furiosamente como lo estaba haciendo y no se parase después de lo sucedido hacía sólo unos momentos.
Dejó escapar el aire, poco a poco, y cerró los ojos, tratando de tranquilizarse. Pero en cuanto dejó caer los párpados, un millón de imágenes y sentimientos la asaltaron. Raimundo discutiendo con ella. Raimundo aferrándola por los hombros. Raimundo abrazándola y besándola. Se llevó una mano a sus labios. De nuevo los escalofríos volvían sólo con el recuerdo y su corazón empezó a desbocarse otra vez. Si seguía así, acabaría saltándole del pecho.
- Francisca, por Dios, ¡ya está bien!- dijo, reprendiéndose a sí misma.- Deja de comportarte como una jovenzuela estúpida.
Apretó los puños y los dientes. No podía ser. No podía creer que le estuviese pasando eso a ella, precisamente. Y aún por encima, con él. ¿Cómo demonios se había atrevido a besarla? Y, para más inri, la había besado dos veces. Podría justificarse a sí misma que la primera vez la había cogido por sorpresa y nada pudo hacer, pero… ¿cómo justificar caer dos veces? En lo más profundo de su conciencia, sabía que no había excusas. Raimundo la había besado, cierto, pero ella le había correspondido. Apretó los párpados. ¡Y tanto que le había correspondido! A su mente vinieron flashes. Por Dios, ¡pero si incluso llegó a agarrarle de las solapas del chaleco! Realmente, no sabía qué tan lejos podrían haber llegado si Emilia primero y Sebastián después no les hubiesen interrumpido.
“¿Qué me está pasando, Señor?”- Pensó desesperada. Se llevó una mano a la frente al recordar la declaración de Raimundo. Le había dicho que la amaba. ¿Estaría hablando en serio? No, era imposible. Si después de todo lo que le había hecho a lo largo de su vida seguía queriéndola, Raimundo Ulloa había perdido definitivamente el juicio. Pero… ¿Acaso ella no seguía queriéndolo, a pesar del sufrimiento que le causó, a pesar de que su abandono le rompió para siempre el corazón? Francisca negó, discutiendo consigo misma. “No le quiero”, “¡le odio!”
- ¡Le odio!- repitió en voz alta, como si eso sirviera para convencerse a sí misma.
Estaba segura de que Raimundo sólo la había besado para humillarla. Sí, eso era. Alzó el mentón. Ese condenado tabernero iba a pagar caro lo que había hecho. Nadie humilla a Francisca Montenegro. Y mucho menos Raimundo Ulloa. La próxima vez que se viesen cara a cara, ella saborearía su triunfo. Sería él el humillado.
#227
22/07/2011 18:31
Jejeje, Miri, esta noche continúo un poquito más... mientras tanto, deléitate con el montaje de este par.
#228
22/07/2011 19:01
lnaeowyn por favor sigueeee!!!! me tienes enganchadisima nose como te lo haces!!
gracias por deleitarnos con tus escritos porque por lo que es la serie....en el avance no ha salido nada de ellos dos solos asi que nos tocara esperar!aunque yo me voy diviertiendo cada dia mas con las escenas de la paca! es la mejor
gracias por deleitarnos con tus escritos porque por lo que es la serie....en el avance no ha salido nada de ellos dos solos asi que nos tocara esperar!aunque yo me voy diviertiendo cada dia mas con las escenas de la paca! es la mejor
#229
23/07/2011 00:43
Chicaas, he vuelto. Perdón por el retraso, pero es que mi sobrino es dinamita y no me dejaa respirar. Pero aquí tenéis.
En el capítulo anterior...
Estaba segura de que Raimundo sólo la había besado para humillarla. Sí, eso era. Alzó el mentón. Ese condenado tabernero iba a pagar caro lo que había hecho. Nadie humilla a Francisca Montenegro. Y mucho menos Raimundo Ulloa. La próxima vez que se viesen cara a cara, ella saborearía su triunfo. Sería él el humillado.
-¡Plaf!
Emilia maldijo por lo bajo mientras se inclinaba para recoger el vaso que acababa de estrellarse contra el suelo. Últimamente, no hacía otra cosa más que romper vajilla y no era para menos. Entre Pepa, el doctor, Sebastián, su padre y doña Francisca… La joven se quedó estática. Cerró los ojos con fuerza. Por más que se lavase los ojos con jabón y lo que fuese, estaba segura de que la imagen de su padre besando apasionadamente a la Doña la iba a perseguir hasta el fin de sus días. Estaba segura de que, en cuanto su cuerpo tocase el lecho aquella noche y sus ojos se cerrasen por el sueño, esa imagen la torturaría. Secó bruscamente otro vaso recién lavado, frotándolo con furia.
- Hija, como sigas frotando el vaso, va a salir algún genio, trasgo o diablo.
- ¡Plaf!
Emilia cerró los ojos y alzó desesperada la cabeza hacia el cielo. Resopló y se inclinó para recoger otro vaso más hecho añicos. Raimundo también se inclinó.
- Emilia…
- Deje, padre, no se moleste que ya lo recojo.
Raimundo advirtió que su hija rehuía su mirada. No pudo evitar sentirse culpable como un chiquillo al que habían pillado en medio de una buena travesura. La miró casi con timidez.
- Emilia, tenemos que hablar.
- No tenemos nada de que hablar, padre. Una imagen vale más que mil palabras.- dijo la muchacha con voz tensa.
Recogió el vaso, pero sus manos temblaban tanto que sin querer, rozó un borde cortante.
- ¡Ay!
- Hija, por lo que más quieras, deja ya los vasos. Tráeme esa mano.
- No es nada.
- ¿Cómo que no es nada? Estás sangrando y de lo lindo.
Raimundo le dirigió una severa mirada a su hija justo cuando estaba a punto de rechistar. Cogió la mano de Emilia y lavó lenta y cuidadosamente la herida bajo el chorro de agua. La joven se dejó curar, pero por dentro seguían llevándosela los demonios. Finalmente, su padre logró cortar la hemorragia y le vendó la mano.
- Gracias, padre.- respondió escueta.- Y ahora, si me disculpa, me retiro al lecho. Hoy ha sido un día demasiado…movido.
Giró sobre sus talones, pero Raimundo la detuvo.
- Emilia, no te vas a mover de aquí hasta que no aclaremos las cosas.
- ¿Acaso hay algo que aclarar, padre? Me quedó todo muy claro cuando le vi esta tarde… con doña Francisca. Vamos, transparente.
- Emilia, déjame explicarte. Tú no entiendes…
- ¿Que no entiendo? ¿Pero cómo puede decir que no entiendo? Lo entiendo todo perfectamente. Usted, que montó en cólera contra Sebastián por asociarse con doña Francisca, que me las vi y me las deseé para que le perdonase y pudiesen seguir tratándose como padre e hijo, resulta que ahora sale con estas. Usted, que le dijo a Sebastián un millón de veces que se estaba metiendo en la boca del lobo. Y resulta que es usted, padre, quien se ha metido, pero literalmente, en la boca de esa loba llamada Francisca Montenegro. ¿Ha perdido el juicio?
Raimundo tragó saliva. Por vez primera en toda su vida, no supo cómo rebatir. Bajó la mirada y luego volvió a contemplar a su hija.
- Tienes razón.- susurró. Su hija le miró. No todos los días Raimundo Ulloa daba la razón a nadie con tanta facilidad.- Es cierto, Emilia, tienes razón. Lo que has dicho es una verdad muy grande. Lo siento. Sé que… esto es totalmente irracional pero… no puedo evitarlo.
- Padre… Una vez le pregunté si aún la quería y usted me dijo que cómo se podía querer a alguien que causa un sufrimiento tan insoportable.
- Lo sé. Y entiendo que ahora te sorprenda ver esto.
- Se equivoca padre. Cuando usted me contestó eso, yo deduje que sí que la quería. Las personas que causan nuestros mayores sufrimientos suelen ser a las que más queremos.
Raimundo sonrió con cansancio ante el buen sentido de su hija.
- Padre, entiéndame. No me importa a quien ame. Lo único que me importa es que usted esté bien y que nadie le haga daño. No soportaría ver que doña Francisca le haga sufrir otra vez. ¿Es que no se da cuenta de que esa mujer no le conviene?
- Parece que se han cambiado los papeles. Eso debería decírtelo yo acerca de algún malandrín que te hubiera enamorado.- contestó Raimundo burlón.
- No me cambie de tema.- Emilia intentó seguir enfadada, pero sabía que cuando su padre le sonreía así, su enfado solía evaporarse aunque ella no quisiera.- Sabe que tengo razón. ¿Qué piensa hacer? ¿Se ha parado a pensar qué ocurrirá cuando se encuentren de nuevo?
- Bueno, seguramente discutiremos y una cosa lleva a la otra…
- Padre, por Dios, quiere hablar en serio de una vez.
- Vale, valee. A decir verdad, no sé qué va a pasar, Emilia. Le he dicho que… la amo.
Emilia se quedó sin aire.
- ¿Qué? ¿Qué ha hecho qué?
Emilia se llevó las manos a la cabeza, desesperada.
- Cálmate, Emilia. El Sol volverá a salir mañana. No es el fin del mundo.
- Como si lo fuera. ¿Es que no ve que ha firmado su sentencia? Francisca se aprovechará de su debilidad.
- Lo dudo, porque esa debilidad también es suya. Sé que me ama tanto como yo a ella.
- Aunque así fuera, padre. A la Doña le puede más su orgullo que sus sentimientos.
- Bueno… digamos que se ha declarado una batalla diferente. Es cuestión de tiempo. La plaza que capitula está medio conquistada. Y Francisca ha capitulado, aunque no lo sepa. Es cierto que la besé, pero ella no tardó ni cinco segundos en corresponderme. Eso es una capitulación en toda regla.
- ¿Y ahora?
- Ahora ella estará reconcomiéndose y mortificándose, y su orgullo le recriminará haber tenido esa debilidad. Con lo que estoy seguro que intentará vengarse de alguna manera. Pero no te apures, hija. La conozco demasiado bien. Sé como defenderme de ella.
- Espero que esté en lo cierto. Y, ¿cuando capitule definitivamente…? si es que llega a hacerlo…
- Pues le pediré que se case conmigo. Y por fin podremos ser felices de una buena vez.
Emilia miró a su padre con una mezcla de incredulidad, admiración y amor.
- Pese a todo, está claro que doña Francisca es extremadamente afortunada. Aunque haya tenido que esperar treinta años.
Raimundo sonrió a su hija y le acarició la mejilla.
- No tan afortunada como aquel que se case contigo, mi niña.
Emilia sonrió con tristeza. Raimundo le besó la frente y la abrazó.
En el capítulo anterior...
Estaba segura de que Raimundo sólo la había besado para humillarla. Sí, eso era. Alzó el mentón. Ese condenado tabernero iba a pagar caro lo que había hecho. Nadie humilla a Francisca Montenegro. Y mucho menos Raimundo Ulloa. La próxima vez que se viesen cara a cara, ella saborearía su triunfo. Sería él el humillado.
-¡Plaf!
Emilia maldijo por lo bajo mientras se inclinaba para recoger el vaso que acababa de estrellarse contra el suelo. Últimamente, no hacía otra cosa más que romper vajilla y no era para menos. Entre Pepa, el doctor, Sebastián, su padre y doña Francisca… La joven se quedó estática. Cerró los ojos con fuerza. Por más que se lavase los ojos con jabón y lo que fuese, estaba segura de que la imagen de su padre besando apasionadamente a la Doña la iba a perseguir hasta el fin de sus días. Estaba segura de que, en cuanto su cuerpo tocase el lecho aquella noche y sus ojos se cerrasen por el sueño, esa imagen la torturaría. Secó bruscamente otro vaso recién lavado, frotándolo con furia.
- Hija, como sigas frotando el vaso, va a salir algún genio, trasgo o diablo.
- ¡Plaf!
Emilia cerró los ojos y alzó desesperada la cabeza hacia el cielo. Resopló y se inclinó para recoger otro vaso más hecho añicos. Raimundo también se inclinó.
- Emilia…
- Deje, padre, no se moleste que ya lo recojo.
Raimundo advirtió que su hija rehuía su mirada. No pudo evitar sentirse culpable como un chiquillo al que habían pillado en medio de una buena travesura. La miró casi con timidez.
- Emilia, tenemos que hablar.
- No tenemos nada de que hablar, padre. Una imagen vale más que mil palabras.- dijo la muchacha con voz tensa.
Recogió el vaso, pero sus manos temblaban tanto que sin querer, rozó un borde cortante.
- ¡Ay!
- Hija, por lo que más quieras, deja ya los vasos. Tráeme esa mano.
- No es nada.
- ¿Cómo que no es nada? Estás sangrando y de lo lindo.
Raimundo le dirigió una severa mirada a su hija justo cuando estaba a punto de rechistar. Cogió la mano de Emilia y lavó lenta y cuidadosamente la herida bajo el chorro de agua. La joven se dejó curar, pero por dentro seguían llevándosela los demonios. Finalmente, su padre logró cortar la hemorragia y le vendó la mano.
- Gracias, padre.- respondió escueta.- Y ahora, si me disculpa, me retiro al lecho. Hoy ha sido un día demasiado…movido.
Giró sobre sus talones, pero Raimundo la detuvo.
- Emilia, no te vas a mover de aquí hasta que no aclaremos las cosas.
- ¿Acaso hay algo que aclarar, padre? Me quedó todo muy claro cuando le vi esta tarde… con doña Francisca. Vamos, transparente.
- Emilia, déjame explicarte. Tú no entiendes…
- ¿Que no entiendo? ¿Pero cómo puede decir que no entiendo? Lo entiendo todo perfectamente. Usted, que montó en cólera contra Sebastián por asociarse con doña Francisca, que me las vi y me las deseé para que le perdonase y pudiesen seguir tratándose como padre e hijo, resulta que ahora sale con estas. Usted, que le dijo a Sebastián un millón de veces que se estaba metiendo en la boca del lobo. Y resulta que es usted, padre, quien se ha metido, pero literalmente, en la boca de esa loba llamada Francisca Montenegro. ¿Ha perdido el juicio?
Raimundo tragó saliva. Por vez primera en toda su vida, no supo cómo rebatir. Bajó la mirada y luego volvió a contemplar a su hija.
- Tienes razón.- susurró. Su hija le miró. No todos los días Raimundo Ulloa daba la razón a nadie con tanta facilidad.- Es cierto, Emilia, tienes razón. Lo que has dicho es una verdad muy grande. Lo siento. Sé que… esto es totalmente irracional pero… no puedo evitarlo.
- Padre… Una vez le pregunté si aún la quería y usted me dijo que cómo se podía querer a alguien que causa un sufrimiento tan insoportable.
- Lo sé. Y entiendo que ahora te sorprenda ver esto.
- Se equivoca padre. Cuando usted me contestó eso, yo deduje que sí que la quería. Las personas que causan nuestros mayores sufrimientos suelen ser a las que más queremos.
Raimundo sonrió con cansancio ante el buen sentido de su hija.
- Padre, entiéndame. No me importa a quien ame. Lo único que me importa es que usted esté bien y que nadie le haga daño. No soportaría ver que doña Francisca le haga sufrir otra vez. ¿Es que no se da cuenta de que esa mujer no le conviene?
- Parece que se han cambiado los papeles. Eso debería decírtelo yo acerca de algún malandrín que te hubiera enamorado.- contestó Raimundo burlón.
- No me cambie de tema.- Emilia intentó seguir enfadada, pero sabía que cuando su padre le sonreía así, su enfado solía evaporarse aunque ella no quisiera.- Sabe que tengo razón. ¿Qué piensa hacer? ¿Se ha parado a pensar qué ocurrirá cuando se encuentren de nuevo?
- Bueno, seguramente discutiremos y una cosa lleva a la otra…
- Padre, por Dios, quiere hablar en serio de una vez.
- Vale, valee. A decir verdad, no sé qué va a pasar, Emilia. Le he dicho que… la amo.
Emilia se quedó sin aire.
- ¿Qué? ¿Qué ha hecho qué?
Emilia se llevó las manos a la cabeza, desesperada.
- Cálmate, Emilia. El Sol volverá a salir mañana. No es el fin del mundo.
- Como si lo fuera. ¿Es que no ve que ha firmado su sentencia? Francisca se aprovechará de su debilidad.
- Lo dudo, porque esa debilidad también es suya. Sé que me ama tanto como yo a ella.
- Aunque así fuera, padre. A la Doña le puede más su orgullo que sus sentimientos.
- Bueno… digamos que se ha declarado una batalla diferente. Es cuestión de tiempo. La plaza que capitula está medio conquistada. Y Francisca ha capitulado, aunque no lo sepa. Es cierto que la besé, pero ella no tardó ni cinco segundos en corresponderme. Eso es una capitulación en toda regla.
- ¿Y ahora?
- Ahora ella estará reconcomiéndose y mortificándose, y su orgullo le recriminará haber tenido esa debilidad. Con lo que estoy seguro que intentará vengarse de alguna manera. Pero no te apures, hija. La conozco demasiado bien. Sé como defenderme de ella.
- Espero que esté en lo cierto. Y, ¿cuando capitule definitivamente…? si es que llega a hacerlo…
- Pues le pediré que se case conmigo. Y por fin podremos ser felices de una buena vez.
Emilia miró a su padre con una mezcla de incredulidad, admiración y amor.
- Pese a todo, está claro que doña Francisca es extremadamente afortunada. Aunque haya tenido que esperar treinta años.
Raimundo sonrió a su hija y le acarició la mejilla.
- No tan afortunada como aquel que se case contigo, mi niña.
Emilia sonrió con tristeza. Raimundo le besó la frente y la abrazó.
#230
23/07/2011 01:09
Jejejjee, Miri, me gusta la idea de que Martín descubra a su abuela. Sí, me gusta mucho ;-) Pero antes de eso... tengo que meterme en la piel de la Montenegro para idear venganza, jejeje.
#231
23/07/2011 01:51
ooohh hasta ahora no pude leerlo y valio la pena!!!
Madre mia que dulce que es Raimundo me encanta esta escena, esque me la imagino toda!lnaeowyn esque me tienes enganchadisima y lo escribes de una forma que los oigo hasta hablar de verdad!
jajajaja parezco loca!
Miri me alegro muchisimo que te guste mi imagen de Jose Luis Garcia Perez y no puedo estar mas de acuerdo en que hace un papel increible en Amar en tiempos revueltos! Para mí, el mejor de la serie. Muchas gracias!!! Y tienes razon con lo de los avances jejeje la semana pasada no nos lo esperabamos y tuvimos una escena fascinante!
Y por favor lnaeowyn, esque nos dejas con la miel en los labios que ganas tengo de saber que es lo que maquina la paca y el proximo encuentro de la pareja!!! sigue siiiguee! siempre que puedas :)
Madre mia que dulce que es Raimundo me encanta esta escena, esque me la imagino toda!lnaeowyn esque me tienes enganchadisima y lo escribes de una forma que los oigo hasta hablar de verdad!
jajajaja parezco loca!
Miri me alegro muchisimo que te guste mi imagen de Jose Luis Garcia Perez y no puedo estar mas de acuerdo en que hace un papel increible en Amar en tiempos revueltos! Para mí, el mejor de la serie. Muchas gracias!!! Y tienes razon con lo de los avances jejeje la semana pasada no nos lo esperabamos y tuvimos una escena fascinante!
Y por favor lnaeowyn, esque nos dejas con la miel en los labios que ganas tengo de saber que es lo que maquina la paca y el proximo encuentro de la pareja!!! sigue siiiguee! siempre que puedas :)
#232
23/07/2011 02:35
Otro poquito más...
Un hermoso amanecer pintó de dorado y azul el cielo de la mañana en Puente Viejo. En la conservera, Sebastián ya llevaba una hora con la cabeza metida entre miles de papeles. Escribía sin descanso en el libro de cuentas. Alzó sus ojos celestes para meditar una cifra, y de repente, se encontró recordando la increíble escena del día anterior, con su padre y doña Francisca. Meneó la cabeza, todavía incrédulo, pero no pudo evitar que se le dibujase una sonrisa. ¿Quién iba a decir que semejante cosa ocurriría? Pero así era. El joven se alegraba de veras por su padre.
Iba a continuar cuando la puerta chirrió. Alzó la mirada para ver a su hermana portando consigo un cesto del que desprendía un maravilloso olor.
- Emilia, ¿qué haces aquí tan temprano?
- Pues alimentarte, hermano, que como sigas así, dentro de poco no se te verá de perfil. Te he traído unas torrijas con miel, para que desayunes decentemente.
El estómago de Sebastián saltó de júbilo cuando la muchacha destapó el cesto.
- Te lo agradezco de veras, pero no tenías que molestarte.
- Sabes que no es molestia. Además, también tenía que hablar contigo.- agregó la joven sentándose en el escritorio frente a él.
Sebastián miró a su hermana con una sonrisa ladeada.
- ¿Hablar? Déjame adivinar…
- Jamás adivinarías lo que te tengo que contar.- suspiró Emilia.
- Mmmm, ¿es acaso sobre la romántica historia de amor que están viviendo nuestro queridísimo padre y nuestra odiadísima doña Francisca?
Emilia abrió la boca.
- ¿Lo sabes??
Sebastián asintió, divertido.
- ¿Cómo lo has descubierto?
- Ayer les pillé “in fraganti”, vamos, en plena demostración romántica.- dijo el joven Ulloa.
- Yo también. Les sorprendí besándose.- dijo sorprendida Emilia.
Sebastián se echó a reir.
- ¡Válgame Dios!- exclamó Emilia.- ¿Pero cuántas veces se besaron?
- Por lo menos dos.- respondió Sebastián intentando contener la risa.- Pobrecillos, qué mala suerte. Mira que ser interrumpidos en dos ocasiones…
- ¡Ay, Sebastián, no sé cómo puedes hacer chanza con esto…!
- Vamos Emilia, no sufras. Verás que al final todo se arreglará.
- No sé, hermano. No me fío un pelo de la Doña.
- Padre sabe defenderse muy bien. Y además, acaba de descubrir que besar a doña Francisca la deja totalmente a su merced.- dijo Sebastián, guiñándole un ojo a su hermana.
Emilia miró reprobadora a su hermano, como una madre que mira a un chiquillo revoltoso. De repente, la puerta volvió a chirriar.
- Buenos días, Sebastián.- Saludó Tristán, entrando en el despacho.- Buenos días Emilia.
- Buenos días amigo.- Sebastián le dirigió una sonrisa.- Parece que hoy a todo el mundo le ha dado por madrugar y acercarse hasta aquí.
Tristán sonrió.
- En realidad, he venido porque necesito hablar contigo, Sebastián.
- No me digas…- Sebastián intercambió una rápida mirada con su hermana.
- Será mejor que os deje. Si padre sabe que no estoy aquí en lugar de estar en la Posada… me regañaría como si tuviese diez años. Con permiso.
Los dos jóvenes vieron a Emilia salir por la puerta. En cuanto se marchó, Tristán se acercó al escritorio y tomó el asiento que había dejado libre Emilia.
- Bueno, tú dirás.
Tristán miró a su viejo y mejor amigo.
- Sebastián, ¿sabes si ayer mi madre estuvo en la casa de comidas?
- Pues sí, sí que estuvo. ¿Ocurre algo?
- A decir verdad sí. Mi madre volvió ayer a la Casona como si hubiese visto un fantasma. Se encerró en su alcoba y se negó a ver ni a hablar con nadie. Y hoy por la mañana, a primera hora, ya estaba en su despacho. Le pregunté qué le había ocurrido y me contestó con evasivas, diciendo que todo estaba bien y que tenía mucho quehacer. Literalmente, casi me echó del despacho con la excusa de que estaba muy ocupada.
Sebastián guardó silencio prudentemente.
- Sebastián, amigo, si sabes algo, me gustaría saberlo. Es mi madre, a pesar de todo, y no puedo evitar preocuparme por ella. ¿Ha ocurrido algo grave? Si me dices que sólo ha sido una discusión entre tu padre y mi madre, me sentiré muy aliviado. Aunque me temo que no haya sido una simple discusión.
- ¿Por qué crees eso?
- Pues porque cuando ha discutido con Raimundo, está de un humor de perros. Y ayer no lo estaba en absoluto. Nos sorprendió a mí y a Pepa en su despacho, Sebastián, y en lugar de montar en cólera, nos pidió disculpas. Eso es suficiente para preocuparse.
Sebastián alzó una ceja sorprendido.
- Vaya…
- Sebastián, por favor…necesito saber la verdad, y estoy seguro de que tú la conoces.
El joven Ulloa suspiró.
- Está bien. Tristán, ¿sabes por qué tu madre y mi padre se tienen tanta inquina entre ellos?
- Rencillas familiares, supongo. Sé que los Ulloa fueron grandes terratenientes y que compitieron en poder con los Montenegro. Siempre han existido rivalidades entre familias poderosas.
- Cierto pero, ¿no crees que entre mi padre y tu madre esas rencillas superaban lo habitual?
- ¿Qué quieres decir?
- Mi padre siempre ha echado pestes de tu madre, Tristán, desde que puedo recordar. Incluso, al principio, me prohibió que entablase amistad contigo, hasta que conoció tu honestidad siendo aún unos críos. Nunca había visto una animadversión, un odio tan intenso por parte de mi padre hacia alguien.
- Sí, lo mismo puedo decir de mi madre. He crecido oyéndole echar sapos y culebras sobre Raimundo. Y lo siento, Sebastián.
- Detrás de un odio tan grande… siempre hay otro sentimiento tan intenso como el odio.
Tristán miró a Sebastián. Empezó a abrir la boca de asombro.
- ¿Qué quieres decir?
- Tristán, tu madre y mi padre, antes de ser enemigos mortales, estuvieron profundamente enamorados el uno del otro desde que eran unos muchachos.
- ¡¿Qué?!
....... Mañana más... que es tardísimo. No os impacientéis ;-)
Un hermoso amanecer pintó de dorado y azul el cielo de la mañana en Puente Viejo. En la conservera, Sebastián ya llevaba una hora con la cabeza metida entre miles de papeles. Escribía sin descanso en el libro de cuentas. Alzó sus ojos celestes para meditar una cifra, y de repente, se encontró recordando la increíble escena del día anterior, con su padre y doña Francisca. Meneó la cabeza, todavía incrédulo, pero no pudo evitar que se le dibujase una sonrisa. ¿Quién iba a decir que semejante cosa ocurriría? Pero así era. El joven se alegraba de veras por su padre.
Iba a continuar cuando la puerta chirrió. Alzó la mirada para ver a su hermana portando consigo un cesto del que desprendía un maravilloso olor.
- Emilia, ¿qué haces aquí tan temprano?
- Pues alimentarte, hermano, que como sigas así, dentro de poco no se te verá de perfil. Te he traído unas torrijas con miel, para que desayunes decentemente.
El estómago de Sebastián saltó de júbilo cuando la muchacha destapó el cesto.
- Te lo agradezco de veras, pero no tenías que molestarte.
- Sabes que no es molestia. Además, también tenía que hablar contigo.- agregó la joven sentándose en el escritorio frente a él.
Sebastián miró a su hermana con una sonrisa ladeada.
- ¿Hablar? Déjame adivinar…
- Jamás adivinarías lo que te tengo que contar.- suspiró Emilia.
- Mmmm, ¿es acaso sobre la romántica historia de amor que están viviendo nuestro queridísimo padre y nuestra odiadísima doña Francisca?
Emilia abrió la boca.
- ¿Lo sabes??
Sebastián asintió, divertido.
- ¿Cómo lo has descubierto?
- Ayer les pillé “in fraganti”, vamos, en plena demostración romántica.- dijo el joven Ulloa.
- Yo también. Les sorprendí besándose.- dijo sorprendida Emilia.
Sebastián se echó a reir.
- ¡Válgame Dios!- exclamó Emilia.- ¿Pero cuántas veces se besaron?
- Por lo menos dos.- respondió Sebastián intentando contener la risa.- Pobrecillos, qué mala suerte. Mira que ser interrumpidos en dos ocasiones…
- ¡Ay, Sebastián, no sé cómo puedes hacer chanza con esto…!
- Vamos Emilia, no sufras. Verás que al final todo se arreglará.
- No sé, hermano. No me fío un pelo de la Doña.
- Padre sabe defenderse muy bien. Y además, acaba de descubrir que besar a doña Francisca la deja totalmente a su merced.- dijo Sebastián, guiñándole un ojo a su hermana.
Emilia miró reprobadora a su hermano, como una madre que mira a un chiquillo revoltoso. De repente, la puerta volvió a chirriar.
- Buenos días, Sebastián.- Saludó Tristán, entrando en el despacho.- Buenos días Emilia.
- Buenos días amigo.- Sebastián le dirigió una sonrisa.- Parece que hoy a todo el mundo le ha dado por madrugar y acercarse hasta aquí.
Tristán sonrió.
- En realidad, he venido porque necesito hablar contigo, Sebastián.
- No me digas…- Sebastián intercambió una rápida mirada con su hermana.
- Será mejor que os deje. Si padre sabe que no estoy aquí en lugar de estar en la Posada… me regañaría como si tuviese diez años. Con permiso.
Los dos jóvenes vieron a Emilia salir por la puerta. En cuanto se marchó, Tristán se acercó al escritorio y tomó el asiento que había dejado libre Emilia.
- Bueno, tú dirás.
Tristán miró a su viejo y mejor amigo.
- Sebastián, ¿sabes si ayer mi madre estuvo en la casa de comidas?
- Pues sí, sí que estuvo. ¿Ocurre algo?
- A decir verdad sí. Mi madre volvió ayer a la Casona como si hubiese visto un fantasma. Se encerró en su alcoba y se negó a ver ni a hablar con nadie. Y hoy por la mañana, a primera hora, ya estaba en su despacho. Le pregunté qué le había ocurrido y me contestó con evasivas, diciendo que todo estaba bien y que tenía mucho quehacer. Literalmente, casi me echó del despacho con la excusa de que estaba muy ocupada.
Sebastián guardó silencio prudentemente.
- Sebastián, amigo, si sabes algo, me gustaría saberlo. Es mi madre, a pesar de todo, y no puedo evitar preocuparme por ella. ¿Ha ocurrido algo grave? Si me dices que sólo ha sido una discusión entre tu padre y mi madre, me sentiré muy aliviado. Aunque me temo que no haya sido una simple discusión.
- ¿Por qué crees eso?
- Pues porque cuando ha discutido con Raimundo, está de un humor de perros. Y ayer no lo estaba en absoluto. Nos sorprendió a mí y a Pepa en su despacho, Sebastián, y en lugar de montar en cólera, nos pidió disculpas. Eso es suficiente para preocuparse.
Sebastián alzó una ceja sorprendido.
- Vaya…
- Sebastián, por favor…necesito saber la verdad, y estoy seguro de que tú la conoces.
El joven Ulloa suspiró.
- Está bien. Tristán, ¿sabes por qué tu madre y mi padre se tienen tanta inquina entre ellos?
- Rencillas familiares, supongo. Sé que los Ulloa fueron grandes terratenientes y que compitieron en poder con los Montenegro. Siempre han existido rivalidades entre familias poderosas.
- Cierto pero, ¿no crees que entre mi padre y tu madre esas rencillas superaban lo habitual?
- ¿Qué quieres decir?
- Mi padre siempre ha echado pestes de tu madre, Tristán, desde que puedo recordar. Incluso, al principio, me prohibió que entablase amistad contigo, hasta que conoció tu honestidad siendo aún unos críos. Nunca había visto una animadversión, un odio tan intenso por parte de mi padre hacia alguien.
- Sí, lo mismo puedo decir de mi madre. He crecido oyéndole echar sapos y culebras sobre Raimundo. Y lo siento, Sebastián.
- Detrás de un odio tan grande… siempre hay otro sentimiento tan intenso como el odio.
Tristán miró a Sebastián. Empezó a abrir la boca de asombro.
- ¿Qué quieres decir?
- Tristán, tu madre y mi padre, antes de ser enemigos mortales, estuvieron profundamente enamorados el uno del otro desde que eran unos muchachos.
- ¡¿Qué?!
....... Mañana más... que es tardísimo. No os impacientéis ;-)
#233
23/07/2011 15:56
Bueno, antes del esperadísimo próximo encuentro, terminemos la escena de estos dos hermanos tan majos.
- Tristán, tu madre y mi padre, antes de ser enemigos mortales, estuvieron profundamente enamorados el uno del otro desde que eran unos muchachos.
- ¡¿Qué?!
Sebastián miró preocupado a su amigo. Se había quedado blanco como la cera ante semejante revelación. Se reprendió a sí mismo. Tal vez se lo había contado demasiado precipitadamente. Sin embargo, algo tan increíble como aquella historia era imposible de suavizar. Recordaba perfectamente la cara que puso cuando encontró las cartas de su padre y Francisca y se enteró de todo. “Sí, la misma cara que está poniendo ahora Tristán”- pensó.
Tristán miró al joven Ulloa. No podía creerlo. Pero, a decir verdad, todo parecía encajar de alguna extraña forma. Recordó la angustia de su madre cuando Raimundo estuvo a punto de morir por culpa del edema cerebral. El rostro de su madre se contrajo como si acabasen de clavarle un puñal en el corazón cuando Sebastián les comunicó la trágica noticia. Y más de una vez, después de aquello y durante toda la larga convalecencia, Francisca había preguntado por él, apenas pudiendo disimular su preocupación. Sí, tenía sentido. El joven Montenegro meneó la cabeza y una suave sonrisa empezó a dibujarse en su apuesto rostro.
Quedaron un rato en silencio. Los dos amigos se miraban. No hacía falta casi ni hablar. Se conocían demasiado bien. Sebastián sabía que Tristán lo entendía y aceptaba. Realmente nunca dudó de que lo hiciese, pero saber de cierto que era así le alivió por completo. Sebastián le devolvió la sonrisa.
- Hay algo que no acabo de entender.- dijo al fin Tristán. – Si se amaban tanto, ¿qué pudo ocurrir para que todo terminase así?
- El destino, que es traicionero, amigo. Según me contó Emilia, nuestro abuelo paterno le prohibió a padre que se casase con doña Francisca. Quería que casara con la rica heredera de otra familia y así aumentar el patrimonio de los Ulloa. Mi padre se negó rotundamente, pero entonces su padre atacó su punto débil. Le juró que si no se casaba con la heredera, se lo haría pagar caro a los Montenegro, en especial a Francisca. Les arrebataría todo y los hundiría en la miseria. En aquel momento, los Ulloa podían permitirse el lujo de cumplir esas amenazas. Eran muy poderosos.
- Y entonces, tu padre…- continuó Tristán.
- Mi padre haría lo que fuera por doña Francisca, por evitarle cualquier mal. Y eso incluyó abandonarla. No le contó sus motivos porque sabía que tu madre se enfrentaría con quien fuese y no quería que mi abuelo cumpliera su amenaza. Así que la dejó sin explicaciones, a pocos días de su boda. El resto ya lo puedes imaginar.
Tristán y Sebastián guardaron de nuevo silencio. Ahora ya no había sonrisas. Ambos jóvenes pensaban en lo mismo, en la injusticia de la vida al no permitir que dos personas que se amaban pudieran estar juntas. Tristán se imaginó por un momento lo que sería si a él y a Pepa les ocurriese algo así. Se imaginó en el lugar de Raimundo. Se imaginó el insoportable dolor de saber que debía hacerle daño a lo que más quería para evitar un daño mayor. Se imaginó el dolor de Pepa y sólo pensar que pudiera odiarle le dejó sin respiración. Sebastián pareció leer su pensamiento y apoyó una mano reconfortante en su hombro.
- No se lo merecían.- dijo Tristán, con una mezcla de tristeza y rabia en su voz.- No es justo.
- Desde luego que no. La vida es muy a menudo injusta.
- Tenemos que hacer algo, Sebastián. Algo por ellos, para que se reconcilien de una vez. Después de tantos años de dolor se lo merecen.
- Amigo, sé que tus intenciones no pueden ser mejores, pero creo que eso es meterse en un buen lío. ¿Tú y yo de celestinos? A mí me mataría mi padre y a ti tu madre. Eso deben solucionarlo entre ellos. Y no te preocupes, que mi padre ya ha dado el primer paso.
- ¿Cómo? ¿Qué paso?
Un brillo pícaro revoloteó en los ojos celestes del joven Ulloa.
- Ayer fui a la casa de comidas para decirle a mi padre que habíamos ganado doscientos duros este mes en la conservera. Abrí la puerta y… ante mis ojos vi lo que jamás pensé ver en esta vida. Mi padre y doña Francisca besándose.
- ¿Besándose??
- Lo que oyes. Y no era un beso casto, no señor. Cuando se separaron, la Doña estaba más roja que los tomates que usamos para las conservas.
Tristán estaba con la boca abierta. De repente, los dos jóvenes empezaron a reír a carcajadas.
- ¡Madre de Dios! Lo que hubiera dado por verlo.- exclamó Tristán procurando controlar la risa.- Ahora entiendo su comportamiento de anoche y de esta mañana. ¿Y ahora…? ¿Qué?
- Bueno, he estado hablando con mi padre. Él intentará hacerla claudicar pero sabemos cómo se las gasta tu madre. Esto es la guerra. Así que es mejor que no nos metamos, no vaya a ser que resultemos heridos.- dijo Sebastián burlón.
- Tristán, tu madre y mi padre, antes de ser enemigos mortales, estuvieron profundamente enamorados el uno del otro desde que eran unos muchachos.
- ¡¿Qué?!
Sebastián miró preocupado a su amigo. Se había quedado blanco como la cera ante semejante revelación. Se reprendió a sí mismo. Tal vez se lo había contado demasiado precipitadamente. Sin embargo, algo tan increíble como aquella historia era imposible de suavizar. Recordaba perfectamente la cara que puso cuando encontró las cartas de su padre y Francisca y se enteró de todo. “Sí, la misma cara que está poniendo ahora Tristán”- pensó.
Tristán miró al joven Ulloa. No podía creerlo. Pero, a decir verdad, todo parecía encajar de alguna extraña forma. Recordó la angustia de su madre cuando Raimundo estuvo a punto de morir por culpa del edema cerebral. El rostro de su madre se contrajo como si acabasen de clavarle un puñal en el corazón cuando Sebastián les comunicó la trágica noticia. Y más de una vez, después de aquello y durante toda la larga convalecencia, Francisca había preguntado por él, apenas pudiendo disimular su preocupación. Sí, tenía sentido. El joven Montenegro meneó la cabeza y una suave sonrisa empezó a dibujarse en su apuesto rostro.
Quedaron un rato en silencio. Los dos amigos se miraban. No hacía falta casi ni hablar. Se conocían demasiado bien. Sebastián sabía que Tristán lo entendía y aceptaba. Realmente nunca dudó de que lo hiciese, pero saber de cierto que era así le alivió por completo. Sebastián le devolvió la sonrisa.
- Hay algo que no acabo de entender.- dijo al fin Tristán. – Si se amaban tanto, ¿qué pudo ocurrir para que todo terminase así?
- El destino, que es traicionero, amigo. Según me contó Emilia, nuestro abuelo paterno le prohibió a padre que se casase con doña Francisca. Quería que casara con la rica heredera de otra familia y así aumentar el patrimonio de los Ulloa. Mi padre se negó rotundamente, pero entonces su padre atacó su punto débil. Le juró que si no se casaba con la heredera, se lo haría pagar caro a los Montenegro, en especial a Francisca. Les arrebataría todo y los hundiría en la miseria. En aquel momento, los Ulloa podían permitirse el lujo de cumplir esas amenazas. Eran muy poderosos.
- Y entonces, tu padre…- continuó Tristán.
- Mi padre haría lo que fuera por doña Francisca, por evitarle cualquier mal. Y eso incluyó abandonarla. No le contó sus motivos porque sabía que tu madre se enfrentaría con quien fuese y no quería que mi abuelo cumpliera su amenaza. Así que la dejó sin explicaciones, a pocos días de su boda. El resto ya lo puedes imaginar.
Tristán y Sebastián guardaron de nuevo silencio. Ahora ya no había sonrisas. Ambos jóvenes pensaban en lo mismo, en la injusticia de la vida al no permitir que dos personas que se amaban pudieran estar juntas. Tristán se imaginó por un momento lo que sería si a él y a Pepa les ocurriese algo así. Se imaginó en el lugar de Raimundo. Se imaginó el insoportable dolor de saber que debía hacerle daño a lo que más quería para evitar un daño mayor. Se imaginó el dolor de Pepa y sólo pensar que pudiera odiarle le dejó sin respiración. Sebastián pareció leer su pensamiento y apoyó una mano reconfortante en su hombro.
- No se lo merecían.- dijo Tristán, con una mezcla de tristeza y rabia en su voz.- No es justo.
- Desde luego que no. La vida es muy a menudo injusta.
- Tenemos que hacer algo, Sebastián. Algo por ellos, para que se reconcilien de una vez. Después de tantos años de dolor se lo merecen.
- Amigo, sé que tus intenciones no pueden ser mejores, pero creo que eso es meterse en un buen lío. ¿Tú y yo de celestinos? A mí me mataría mi padre y a ti tu madre. Eso deben solucionarlo entre ellos. Y no te preocupes, que mi padre ya ha dado el primer paso.
- ¿Cómo? ¿Qué paso?
Un brillo pícaro revoloteó en los ojos celestes del joven Ulloa.
- Ayer fui a la casa de comidas para decirle a mi padre que habíamos ganado doscientos duros este mes en la conservera. Abrí la puerta y… ante mis ojos vi lo que jamás pensé ver en esta vida. Mi padre y doña Francisca besándose.
- ¿Besándose??
- Lo que oyes. Y no era un beso casto, no señor. Cuando se separaron, la Doña estaba más roja que los tomates que usamos para las conservas.
Tristán estaba con la boca abierta. De repente, los dos jóvenes empezaron a reír a carcajadas.
- ¡Madre de Dios! Lo que hubiera dado por verlo.- exclamó Tristán procurando controlar la risa.- Ahora entiendo su comportamiento de anoche y de esta mañana. ¿Y ahora…? ¿Qué?
- Bueno, he estado hablando con mi padre. Él intentará hacerla claudicar pero sabemos cómo se las gasta tu madre. Esto es la guerra. Así que es mejor que no nos metamos, no vaya a ser que resultemos heridos.- dijo Sebastián burlón.
#234
23/07/2011 18:05
oooooh Dioooos!! yo tambien amo a esa pareja con todo mi seeer!! porfavor quien sea fan de esta pareja mandeme un privado para agregarles al face y alli podremos comentar las fotos y videos!!! Amo a Maria Bouzas de mayor quiero ser como ella!! La amoo!!!!!
#235
23/07/2011 18:08
Esta canción me recuerda a ellos la encuentro muy adecuada!!! Quién me hace un video de ellos con esa canción?? Yo no sé!!!!!! En serio creia que era la única que le gustaba a esa pareja y veo que no, soy feliz!!!!!!! ^^ Y eso que soy joven tengo 27 años y me encantan los amores de otoño!!!
#236
23/07/2011 18:12
Dios sarahh el video que has colgado de las cartas de amoor me ha matado!!!! preciosoo!!!! quién lo ha hecho? lo felicito!!! no sé cuantas veces he muerto viendo ese video!! *babas* No puedo parar de verlo!!
#237
23/07/2011 19:26
Aqui me muero de amor!! que escena mas bonita, sincera y romántica!! para cuando el beso!!!!!!!!!!!???? My Queen love Rai forever!!! No os parece precioso cuando se cogen de la mano??? asi que como será cuando se abrazen o se den un beso!! quiero ya!!! *se emociona* ^________^
Aqui va un poema que escribí para ellos(no apto para grandes amantes de esa pareja ajajaja)Me gustaria que My Queen le dijera eso a Raimundo.
Tú solo tú solo yo te quiero a ti
Y mi corazón se inquieta cuando te acercas
Siempre yo de ti me enamoro una vez más
A pesar de nuestros contratiempos yo te sigo amando mucho más que ayer
Te necesito, atrévete a abrazarme juro que jamas te soltaré, mi gran amor
Pero el tiempo nos marcó la distancia
pero tu corazón seguia hacer latir mi corazón
Si el amanecer no puedes ver seré tu luz
Yo te cuidaré, yo te guiaré porque siempre serás mi gran amor
Te necesito, toma mi mano, no te dejaré mi gran amor!!!
*beso y abrazos*
Porque?? porque no nos ponen una escena romántica ya!!!
#238
23/07/2011 19:30
Gisy no eres la unica, yo soy muy muy de la Paca, es mi personaje preferido con mayúsculas, disfruto con ella en todo su esplendor. Y estos dos me vuelven loca, tiene una historia de amor preciosa. El sacrificó todo por ella, porque la ama y la amaba con locura, y ella al perderlo a él perdió las ganas de seguir viva y se perdió asímisma
No sé hacer videos si no te lo haría
No sé hacer videos si no te lo haría
#239
23/07/2011 21:26
Seguimooos, jeje.
- ¡Mauricio!- el silencio sólo respondió a la llamada de la dueña de la Casona. - ¿Dónde demonios se habrá metido ese mastuerzo descerebrado?- murmuró para sí. - ¡Mauricio!
Francisca se paseó por su despacho mientras terminaba de arreglarse. Se colocó el sombrero y el chal al tiempo que seguía soltando improperios en voz baja.
- ¿Llamaba la señora?- respondió el aludido, entrando.
- No, estaba recitando poesía.- repuso irónica.- La próxima vez que te reclame y no estés aquí al segundo siguiente, desearás tener un gramo más de cerebro en tu sesera. Dispón la calesa. Tengo que hacer un par de recados en el pueblo y luego he de acercarme a la conservera.
- Enseguida, doña Francisca. ¿Desea que la acompañe?
- No es necesario. No te pago para que seas mi “dama de compañía”, sino para que esta hacienda rinda al máximo. Y es curioso que te dé jornal por algo en lo que trabajamos más si cabe mi hijo y yo que tú mismo. Por cierto, ¿dónde está Tristán?
- Salió esta mañana a la amanecida. Pero no dijo a dónde iba.
Francisca se quedó pensativa mientras Mauricio se marchaba. Sabía que su hijo sospechaba que algo estaba ocurriendo relacionado con ella. Y no le faltaban motivos. Pero bueno, Tristán podría elucubrar todo lo que quisiera. Nunca llegaría a enterarse de la verdad. Iba a solucionar aquello de una vez por todas. Raimundo recibiría su lección y volverían a ser los enemigos acérrimos de siempre. Eso era. Las cosas tenían que volver a su cauce.
____________________________________
- Emilia, voy a acercarme a la conservera. Tengo que hacerle un pedido a Sebastián.
- Descuide padre. ¿Quiere que vaya yo en su lugar?
- No, que bastante faena tienes aquí. No tardaré.- Raimundo se volvió- Alfonso, muchacho, ocupa un momento mi lugar y ayuda a mi hija.
- Vaya tranquilo, Raimundo.
Raimundo le cedió a Alfonso su lugar. Se puso la chaqueta y salió a la plaza. Antes de que lograra atravesarla, ya le habían entretenido unos cuantos parroquianos. Se encaminó con paso rápido. Sin embargo, alguien más le interrumpió.
- ¿Huyendo como un cobarde, Raimundo?
El hombre quedó inmóvil ante la inconfundible voz que sonó a sus espaldas. Esbozó una ligera sonrisa y se giró lentamente, como quien enfrenta a su enemigo en duelo.
- Huir de ti no es cobardía, Francisca, sino sentido común. Pero no, no estaba huyendo precisamente. Tengo prisa. Así que no puedo gastar tiempo ahora. Pero será un placer gastarlo… en otro momento.- susurró.
Francisca tragó saliva ante las palabras de Raimundo. Él la miraba intensamente, tan intensamente que por un instante sintió que no podía sostener su mirada. Pero tampoco era capaz de apartar la vista. Pese a sus primeras palabras, el rostro de él no reflejaba furia sino que sonreía suavemente. Una sonrisa realmente hermosa que hizo que el corazón de Francisca empezara a golpear con furia. Raimundo percibió todos los sentimientos que la asaltaban al ver el millón de expresiones que cruzaron por la cara de ella. En un impulso de ternura, dijo las dos palabras que nunca pensó volver a decir.
- Mi pequeña…
Francisca creyó morir al oír esas dos palabras. Parecía que el tiempo se hubiera detenido. Sentía que le faltaba el aire. Sin embargo, de pronto advirtió que estaban en medio de la plaza de Puente Viejo y que más de un parroquiano les estaba mirando con mal disimulada curiosidad. El momento se rompió y sintió de nuevo la rabia y el dolor. Rabia por su orgullo, y dolor porque siempre lo había sentido desde que él la abandonara. “¿Qué demonios estás haciendo, Francisca??”- se recriminó.-“Te estás poniendo en evidencia delante de todos y, ¿qué hay de tu magnífica idea de hacerle pagar caro a Raimundo su osadía?”
Bruscamente, Francisca dio un paso atrás y se encaró hecha una furia.
- No vuelvas a llamarme así, maldito tabernero.- dijo con los ojos echando chispas.
- ¿Por qué no?- repuso Raimundo – Recuerdo que cada vez que te lo llamaba te ponías a temblar, justo como ahora.
- El motivo es distinto. Si tiemblo es por la rabia.
- Más bien por tu orgullo herido.- replicó Raimundo.- Y porque no quieres reconocer que sientes lo mismo que yo.
Francisca estaba tan furiosa que se acercó amenazante a él, con el mentón altivo y lanzando fuego por los ojos. Raimundo también la encaró. Orgullo contra orgullo. Sin embargo, la ira y el orgullo parecieron evaporarse al darse cuenta de que estaban a sólo centímetros de distancia. Ambos sentían que el corazón iba a salirles por la garganta y casi podían oír el latido del otro. Raimundo tragó saliva. Dios, la quería, la necesitaba. Deseaba besarla apasionadamente hasta la locura, hasta rendirla, hasta que ella le dijera que no podía vivir sin él, como tantas veces se lo había dicho en el pasado. Se inclinó sobre ella, pero de repente la cordura pareció abrirse camino. La cordura y una silueta oscura que se había detenido a dos pasos de ellos y que, repentinamente, les llamó la atención. Ambos se separaron como por un resorte.
- Don Anselmo…- dijeron a la vez.
- Buenos días, Raimundo, doña Francisca.- dijo. El amable cura les observó con perspicacia.- Espero no haber interrumpido la discusión de algo… importante.
Francisca intentó por todos los medios que la oleada de vergüenza que sintió no se asomase a su rostro. ¡Dios bendito! Jamás se había sentido tan abochornada en toda su vida. Ni siquiera cuando su padre les había pillado en una escena romántica en el antiguo caserón de los Ulloa y casi le había soltado dos perdigonazos a un jovencísimo Raimundo. Sin embargo, recobró rápidamente la dignidad.
- No se preocupe, padre. No ha interrumpido usted nada importante.- dijo retadora.
- Francisca tiene razón.- repuso Raimundo tras lanzarle una mirada de soslayo. – Con nuestra ilustre terrateniente nunca se discute sobre algo realmente importante. Y ahora, si me disculpan, tengo prisa. Don Anselmo- se despidió. Desvió la mirada.- Francisca.- se inclinó en una reverencia tan caballerosa como sarcástica.
- Hasta luego, Raimundo.- se despidió el padre.
Francisca observó cómo Raimundo se marchaba con paso firme y orgulloso y sintió arder de indignación. Pero en medio de la rabia, no pudo evitar pensar lo apuesto que se veía al marcharse con aquella pose altiva tan característica suya. Sacudió la cabeza. A su lado, el perspicaz Don Anselmo la miraba de reojo.
- Padre, si me disculpa, yo también debo marcharme. Tengo muchas cosas que hacer. Buenos días.
- Quede con Dios, doña Francisca.
- ¡Mauricio!- el silencio sólo respondió a la llamada de la dueña de la Casona. - ¿Dónde demonios se habrá metido ese mastuerzo descerebrado?- murmuró para sí. - ¡Mauricio!
Francisca se paseó por su despacho mientras terminaba de arreglarse. Se colocó el sombrero y el chal al tiempo que seguía soltando improperios en voz baja.
- ¿Llamaba la señora?- respondió el aludido, entrando.
- No, estaba recitando poesía.- repuso irónica.- La próxima vez que te reclame y no estés aquí al segundo siguiente, desearás tener un gramo más de cerebro en tu sesera. Dispón la calesa. Tengo que hacer un par de recados en el pueblo y luego he de acercarme a la conservera.
- Enseguida, doña Francisca. ¿Desea que la acompañe?
- No es necesario. No te pago para que seas mi “dama de compañía”, sino para que esta hacienda rinda al máximo. Y es curioso que te dé jornal por algo en lo que trabajamos más si cabe mi hijo y yo que tú mismo. Por cierto, ¿dónde está Tristán?
- Salió esta mañana a la amanecida. Pero no dijo a dónde iba.
Francisca se quedó pensativa mientras Mauricio se marchaba. Sabía que su hijo sospechaba que algo estaba ocurriendo relacionado con ella. Y no le faltaban motivos. Pero bueno, Tristán podría elucubrar todo lo que quisiera. Nunca llegaría a enterarse de la verdad. Iba a solucionar aquello de una vez por todas. Raimundo recibiría su lección y volverían a ser los enemigos acérrimos de siempre. Eso era. Las cosas tenían que volver a su cauce.
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- Emilia, voy a acercarme a la conservera. Tengo que hacerle un pedido a Sebastián.
- Descuide padre. ¿Quiere que vaya yo en su lugar?
- No, que bastante faena tienes aquí. No tardaré.- Raimundo se volvió- Alfonso, muchacho, ocupa un momento mi lugar y ayuda a mi hija.
- Vaya tranquilo, Raimundo.
Raimundo le cedió a Alfonso su lugar. Se puso la chaqueta y salió a la plaza. Antes de que lograra atravesarla, ya le habían entretenido unos cuantos parroquianos. Se encaminó con paso rápido. Sin embargo, alguien más le interrumpió.
- ¿Huyendo como un cobarde, Raimundo?
El hombre quedó inmóvil ante la inconfundible voz que sonó a sus espaldas. Esbozó una ligera sonrisa y se giró lentamente, como quien enfrenta a su enemigo en duelo.
- Huir de ti no es cobardía, Francisca, sino sentido común. Pero no, no estaba huyendo precisamente. Tengo prisa. Así que no puedo gastar tiempo ahora. Pero será un placer gastarlo… en otro momento.- susurró.
Francisca tragó saliva ante las palabras de Raimundo. Él la miraba intensamente, tan intensamente que por un instante sintió que no podía sostener su mirada. Pero tampoco era capaz de apartar la vista. Pese a sus primeras palabras, el rostro de él no reflejaba furia sino que sonreía suavemente. Una sonrisa realmente hermosa que hizo que el corazón de Francisca empezara a golpear con furia. Raimundo percibió todos los sentimientos que la asaltaban al ver el millón de expresiones que cruzaron por la cara de ella. En un impulso de ternura, dijo las dos palabras que nunca pensó volver a decir.
- Mi pequeña…
Francisca creyó morir al oír esas dos palabras. Parecía que el tiempo se hubiera detenido. Sentía que le faltaba el aire. Sin embargo, de pronto advirtió que estaban en medio de la plaza de Puente Viejo y que más de un parroquiano les estaba mirando con mal disimulada curiosidad. El momento se rompió y sintió de nuevo la rabia y el dolor. Rabia por su orgullo, y dolor porque siempre lo había sentido desde que él la abandonara. “¿Qué demonios estás haciendo, Francisca??”- se recriminó.-“Te estás poniendo en evidencia delante de todos y, ¿qué hay de tu magnífica idea de hacerle pagar caro a Raimundo su osadía?”
Bruscamente, Francisca dio un paso atrás y se encaró hecha una furia.
- No vuelvas a llamarme así, maldito tabernero.- dijo con los ojos echando chispas.
- ¿Por qué no?- repuso Raimundo – Recuerdo que cada vez que te lo llamaba te ponías a temblar, justo como ahora.
- El motivo es distinto. Si tiemblo es por la rabia.
- Más bien por tu orgullo herido.- replicó Raimundo.- Y porque no quieres reconocer que sientes lo mismo que yo.
Francisca estaba tan furiosa que se acercó amenazante a él, con el mentón altivo y lanzando fuego por los ojos. Raimundo también la encaró. Orgullo contra orgullo. Sin embargo, la ira y el orgullo parecieron evaporarse al darse cuenta de que estaban a sólo centímetros de distancia. Ambos sentían que el corazón iba a salirles por la garganta y casi podían oír el latido del otro. Raimundo tragó saliva. Dios, la quería, la necesitaba. Deseaba besarla apasionadamente hasta la locura, hasta rendirla, hasta que ella le dijera que no podía vivir sin él, como tantas veces se lo había dicho en el pasado. Se inclinó sobre ella, pero de repente la cordura pareció abrirse camino. La cordura y una silueta oscura que se había detenido a dos pasos de ellos y que, repentinamente, les llamó la atención. Ambos se separaron como por un resorte.
- Don Anselmo…- dijeron a la vez.
- Buenos días, Raimundo, doña Francisca.- dijo. El amable cura les observó con perspicacia.- Espero no haber interrumpido la discusión de algo… importante.
Francisca intentó por todos los medios que la oleada de vergüenza que sintió no se asomase a su rostro. ¡Dios bendito! Jamás se había sentido tan abochornada en toda su vida. Ni siquiera cuando su padre les había pillado en una escena romántica en el antiguo caserón de los Ulloa y casi le había soltado dos perdigonazos a un jovencísimo Raimundo. Sin embargo, recobró rápidamente la dignidad.
- No se preocupe, padre. No ha interrumpido usted nada importante.- dijo retadora.
- Francisca tiene razón.- repuso Raimundo tras lanzarle una mirada de soslayo. – Con nuestra ilustre terrateniente nunca se discute sobre algo realmente importante. Y ahora, si me disculpan, tengo prisa. Don Anselmo- se despidió. Desvió la mirada.- Francisca.- se inclinó en una reverencia tan caballerosa como sarcástica.
- Hasta luego, Raimundo.- se despidió el padre.
Francisca observó cómo Raimundo se marchaba con paso firme y orgulloso y sintió arder de indignación. Pero en medio de la rabia, no pudo evitar pensar lo apuesto que se veía al marcharse con aquella pose altiva tan característica suya. Sacudió la cabeza. A su lado, el perspicaz Don Anselmo la miraba de reojo.
- Padre, si me disculpa, yo también debo marcharme. Tengo muchas cosas que hacer. Buenos días.
- Quede con Dios, doña Francisca.
#240
23/07/2011 21:29
Con ganitas de que sigas la historia. ¿Porqué me los desaprovechan tanto y parecen a veces extras?