Creemos nuestro propio Puente Viejo. ¡TODOS JUNTOS!

Ví como Raimundo se iba durmiendo, tranquilo al saber, que Francisca estaba bien. Había sido muy valiente, aunque tengo que decir, que si yo hubiera estado en la misma tesitura con Tristán, hubiera hecho lo mismo. Pero ahora las cosas habían cambiado, se trataba de mi hermano, tenía que dar tiempo al tiempo para poder acostumbrarme.
¿Estas seguro?- le volví a preguntar preocupada a Tristán viendo que sus síntomas de dolor aumentaban y se tenía que sentar.
Dejame ver, le pedí haciendole un gesto, para que se quitara la camisa.

Traté con las pocas fuerzas que me quedaban de no gritar ante la oleada de dolor que invadió mi cuerpo mientras vertía media botella de tequia en la profunda herida que se abría en mi pierna, no paraba de sangrar pero me daba igual. Que me desangrase, que muriese, qué más daba si lo único que me había mantenido con vida aquellos oscuros años había sido la idea, el convencimiento de que algún día lograría acabar con mi madre, que acabaría con su vida como ella acabó con la mía y con la de mis hermanos, y cuando pensé que lo había conseguido, que por fin la tenía, que era mía, que había conseguido vengar a mis hermanos…entonces volvía a aparecerse, regresaba de entre los muertos, del infierno al que yo mismo la mandé. Tragué con avidez de la botella notando el ardor que descendía por mi cuerpo, sin dejar de pensar que aquello no podía estar pasándome. Lo tenía todo, los tenía a todos donde quería y entonces aquel maldito collar, aquella muchacha que se parecía tanto a ella, a Flora, cuando era joven cuando aún era mi madre, y yo un muchacho feliz. Pero después se marchó, los dejó y yo juré, les juré a mis hermanos en su lecho de muerte que la encontraría y le haría pagar por su abandono, y no lo había hecho, los había decepcionado… Unas alegres risas inocentes revolotearon a mi alrededor.
- ¿Mateo, Pelayo? – les llamé. Los oía reír, los sentía a mi alrededor
- Nos has fallado, hermano- me dijeron sus infantiles voces, en un eco infernal
- No, no, perdonadme, os juró que os vengaré, lo juro.
- Ya lo hiciste una vez, y madre sigue viva… mientras nosotros nos pudrimos bajo tierra.
- No, yo la maté, sé que la maté, pero…
- Nunca supiste protegernos, ni cuando padre quería abusar de nosotros ni cuando enfermamos, ni siquiera ahora.
- Perdonadme, perdonadme…- les suplicaba, les rogaba, las lágrimas pugnaban por abandonarme mientras enloquecía más y más a cada instante
- Nos has fallado, Abel, nos has fallado…
- No, no me dejéis, no os vayáis
Sentía que sus voces volvían a alejarse y no quería, no podía permitirlo pues aunque sus atormentadas almas solo aumentaran mi rabia, los necesitaba a mi lado, siempre presentes, recordándome siempre mi objetivo.
- Os prometo que esta vez nada se interpondrá en mi camino…- grité al aire.
- Eres un alma atormentada- escuché una voz que venía de la oscuridad. Casi había olvidado que el párroco seguía atado en mi sótano, en aquel oscuro lugar cuyo rancio aroma a podredumbre y humedad me impedía respirar.- Pero aún no es tarde, si te arrepientes, si te encomiendas a Dios…
- ¿Dios? ¿Dónde estaba su Dios cuando mi padre nos maltrataba, o cuando mis hermanos murieron o cuando no teníamos un mendrugo que echarnos a la boca?
Enfadado con todo y con todos, lancé la botella, ya vacía contra una de las paredes
- Maldigo a ese Dios y a todos los que pueda haber. Pero espero que exista el infierno, porque es a donde pienso mandar a todos. Esta vez no fallaré, se lo debo a ellos. Y lo primero que pienso hacer es acabar con mi madre… y todo lo que tenga que ver con ella.
Me alcé a duras penas, sosteniendo mi peso sobre la pierna que no tenía ensangrentada, pero me dio igual, la sangre, el dolor... solo podía pensar en aquella muchacha, en aquellos ojos que tan bien creía conocer y en su colgante.

-Si no es nada...

No queria alarmar a Pepa, pero el dolor ya estaba siendo demasiado, asi que tras su insistencia cedi, y me quite el chaleco y la camisa, mirandola a los ojos, sus manos rozaron mi pecho, y en ese momento senti unas ganas horribles de besarla, de abrazarla.

Cuando deslizada mis manos por su pecho recordaba aquellos momentos tan dichosos que pasamos, cuando podíamos estar juntos... Necesitaba bsarle, abrazarle, sentir su calor, pero era imposible. La misma sangre corría por nuetras venas. Palpé su costado derecho.

-¿Ahí te duele?- el me dio a entender que sí con un gesto de dolor

Cogí unas vendas y le fuí inmovilizando esa parte.

-Quizas tienes alguna costilla rota, pero no te preocupes te recuperarás.

-Ahora si quieres ve a la Casona a ver a tu madre, necesitara de una abrazo tuyo para reconfortarse, yo me quedo aquí velando el sueño de Raimundo

Abrí la puerta muy despacio y comprobé que la señora dormía pero no era un sueño tranquilo pues tenia el ceño fruncido, quizás su mente estuviera reviviendo todo lo acontecido.La arrope con las mantas y me acerque a la ventana,todo estaba tranquilo, cogí una silla y la puse junto a la cama me senté dispuesta a velar su sueño.

Cerre los ojos mientras me ponia la venda, con sus dulces y suaves manos, esas que tanto anhelaba. Despues la mire.

- no, no te dejare sola, no sabemos donde puede estar Salvador y no me voy a arriesgar a que te haga daño.

Un intenso frío recorría mi cuerpo que se estremecía presa de los escalofríos sin que pudiera evitarlo. En mi frente notaba las heladas gotas de sudor, y ni siquiera el gélido viento de la calla había podido aliviar el abotargamiento de mi mente. Había tapado la herida que se dibujaba en mi pierna, pero con el movimiento había vuelto a abrirse, y podía sentir las cálidas gotas del líquido que manaba de mi interior deslizándose por mi piel. Mi cabeza daba vueltas, todo me daba vueltas, y en ocasiones creía que podría desvanecerme, pero cuando sentí eso, cuando negras nubes porfiaban en nublar mi entendimiento recordaba las voces de mis hermanos y recuperaba las fuerzas, la rabia, la determinación. Todavía tenía mucho que hacer por vengarlos, por cumplir mi promesa. Demasiadas para dejarme vencer por un simple corte. Por eso, estaba allí, por eso aguardaba. Oculto entre la oscuridad, como una sombra más esperaba a la salida de aquella muchacha, aguardaba como un león que acecha a su presa que se quedase sola e indefensa.
Pensé que llegaba mi oportunidad al pensar que Tristán se marcharía, pero parecía dispuesto permanecer allí, y yo ya no sabía cuánto más podría aguantar, cuánto tiempo más lograría seguir de pie soportando el dolor punzante que sometía mi cuerpo con cada nueva oleada de dolor. No me sentía con fuerzas de enfrentarme de nuevo a mi hijo, pero si no se marchaba pronto no me quedaría otro remedio. Me dispuse a esperar, solo un poco más, repitiéndome, convenciéndome de que esta vez no podía dejar que nada se interpusiese en mi camino. No cometería el mismo error dos veces. No les volvería a fallar.

Él no quería dejarme sola.

-Tristán, te lo ruego, ve a ver a tu madre, hazla compañía. No hay nadie en la Casona. ¿Y si la pasara algo? Seguro que la hará bien verte. Hazme caso, no me moveré de aquí. Estaré bien, además Salvador esta herido, seguro que ya yace muerto en alguna parte del campo.- dije muy segura.

Abrí mis ojos aterrada. Despertando de aquella pesadilla. De nuevo todo se había repetido en mi mente. Cada gesto. Cada palabra. Cada insulto de Salvador. Cada amenaza. Pero ahora algo se había añadido. El sueño había terminado con un disparo. Un disparo que la vez anterior no escuché. Que la vez anterior no vi.

Sudorosa me incorporé en la cama. Sintiendo que la habitación era demasiado pequeña, que el aire me faltaba.

-Raimundo.- pronunciaron mis labios haciéndose eco de mi angustioso presentimiento.

Tan enajenada y asustada estaba que no noté que Rosario estaba a mi lado hasta que esta se acercó a mí. Colocando sus manos sobre mis brazos. Tranquilizándome.

-He tenido una pesadilla.- le dije convenciéndome de que aquello no era más que eso, un mal sueño. -Otra vez.-añadí.

Dude unos instantes, no sabia que hacer, tenia muchas ganas de ver a mi madre, de ver como se encontraba.

- Esta bien...pero volvere lo antes posible

Sali del consultorio dirigiendome hacia la casona,cuando estaba por medio camino, recorde que se me habia olvidado decirle algo a Pepa.

Al final accedió a irse, aunque no muy convencido. Yo necesitaba un respiro después de todo lo que había ocurrido ¡En una sola noche! Ya era por la mañana, la operación se había alargado, pero por suerte todo había salido bien y Raimundo viviría.

¿Viviría? Dios mio quien me iba a decir a mi que de pronto iba a aparecer Salvador Castro en persona y iba a disparar a Raimundo, quién me iba a decir que él era mi padre y el que mato a mi madre y...

Quién me iba decir que después de todo lo que Tristán y yo sufrimos, después de todos los obstaculos que salvamos, iba a venir uno insalvable, somos hermanos. ¡Maldita realidad! -Pensé mientas una lágrima caía por mis mejillas.

Me preguntaba si aquello que esa bestia de Salvador afirmaba sería verdad. Me preguntaba si Flora sería mi abuela y si por eso siempre la tenía cuando la necesitaba a través del colgante que me regaló.

Tenía tantas preguntas sin responder...

De pronto ohí un ruido a mi espalda y me giré.

No sé el tiempo que pasé esperando, quizás minutos, horas, en las que el gélido viento fue entumeciendo mi cuerpo hasta que por fin el sonido de una puerta al cerrarse me hizo despertar de golpe. Al ver salir a Tristán de la pequeña habitación que hacía las veces de consultorio y saber a aquella muchacha a solas las fuerzas que me habían ido abandonando lentamente volvieron a mí. En aquel momento, justo antes de avanzar, justo antes de disponerme siquiera a caminar, he de confesar que me sentía perdido, confuso, engañado por aquel destino que tan mal me había tratado, que me había negado mi victoria justo cuando estaba al alcance de mis manos. Había estado tan cerca, tan cerca de acabar con él y de poder descansar en paz, de cumplir mi cometido. Pero había fallado, y lo peor… no, no quería pensarlo, no debía pensarlo, si no me importaba, ¿por qué me importaba? Pero lo cierto era que una parte de mí no dejaba de pensar que Rosario me había disparado, que había intentado matarme. Pero no, no me importaba, no podía. Solo podía, solo debía centrarme en mi nueva empresa, coger a aquella muchacha que me había traído tantos recuerdos.
Sintiendo una oleada de dolor a cada nuevo paso avancé con toda la agilidad que mi ajada pierna me permitió y me dispuse a entrar en la habitación en la que la sabía a solas. Dispuesto a descubrir la verdad del paradero de mi madre y a hacer cualquier cosa por conseguirlo.
Abrí la puerta tratando de ser sigiloso, pero ella se giró de pronto haciendo que quedaramos de frente volviendo a encontrar aquellos ojos que me resultaban tan familiares, como si hubieran poblados mis sueños y pesadillas.
- No quiero hacerte daño muchacha, no si me dices de dónde sacaste el collar y si me dices cómo encontrar a Flora. Pero será mejor que no te hagas de rogar, hoy ya se me ha acabado la paciencia- le dije señalando el arma que llevaba colgada al cinto

Ante mi Salvador Castro. No podía ser, lo creía muerto. Lo cierto esque se estaba desangrando pues tenía una gran herida en la pierna. Me preguntó por el colgante.

-¿Por qué he de darte yo respuestas, cuando acabo de enterarme de que has matado a mi madre?- dije aún sabiendo que tenía una pistola.

Tranquila señora ya paso todo- le dije mientras limpiaba el sudor de su frente con un pañuelo,-Ese malnacido ya estará muerto en algún camino-dije intentando calmarla-,y seguro que Tristan y pepa volverán pronto con noticias de Raimundo.-Voy a subirle el desayuno,necesita comer algo y no me replique-y tras agarrar su mano vi que ella me devolvía el gesto por un momento me pareció ver aquella Francisca de antaño,le sonreí y me encamine a la puerta rumbo a la cocina.

Emilia se mostró más que preocupada al verme pero no podía perder tiempo con ella. Me dijo que padre se había ido a resolver un asunto y que puso rumbo a la Casona. Temí lo peor.

- Emilia. No tengo tiempo que perder. Salvador Castro vive y es muy peligroso. Podría estar rondando la plaza en estos momentos. Alfonso, llévala a tu casa y prepara tu rifle. Tendréis noticias mías.

Alfonso asintió y llevó a Emilia a su casa mientras yo me dispuse a poner rumbo a la Casona. Todo mi cuerpo se estremeció al oír un disparo. ¡Dios santo! Había llegado demasiado tarde. Cuando llegué vi que la calesa estaba en marcha mientras una figura se perdía a lo lejos. Al pasar cerca de mí yo me escondí detrás de unos arbustos. Era Salvador. No se percató de mi presencia. Mi instinto me dijo que disparara pero alguien estaba herido y necesitaba saber que mi padre estaba bien. Cuando Salvador se hubo alejado me dispuse a entrar en la Casona.

Mariana me recibió alterada y me contó lo ocurrido. ¡Mi padre estaba herido! ¡Maldito bastardo! Me contó que Salvador estaba herido así que no andaría muy lejos. Le di las gracias y volví al pueblo presto dejando exhausto a mi caballo. Al llegar a la plaza me encontré con Tristán.

- ¡¡¡Tristán!!! ¡Mi padre! ¡¿Cómo está mi padre?! - dije angustiado.

La herida de la pierna me estaba desgastando más de lo que creía si hasta aquella niñata pretendía plantarme cara, pero yo no podía dejarme amedrentar por esa muchacha, no cuando todo mi plan, cuando mi vida, la memoria de mis hermanos dependía de ello, de que averiguara de dónde venía ese maldito collar, si ella estaba viva.
- Mira niña, no quieras enfrentarte a mí. No estoy en mi mejor estado de forma, pero sigo siendo Salvador Castro y no pienso dejar que una ramera como tú eche al traste todos mis planes.No me importa que ti madre muriera ni nadie más, solo quiero acabar de una vez por todas con esa… Dime de dónde sacaste ese colgante ¿sigue viva esa maldita mujer, dónde puedo encontrarla? Dímelo o te juro que acabaré contigo- dije agarrándola con brusquedad del brazo encontrándole de nuevo con sus ojos- Dímelo de una vez

Estaba obsesionado con encontrar a Flora para acabar con ella. Me agarró con brusquedad y me ordenó que le llevarahasta ella, así que yo le dije:

-Dices que tu vida no ha sido fácil. Pues bien, ¿Crees que la mía lo ha sido? Me crié con una mujer que me trató como una hija, pero luego descubrí que no era mi madre. Trabajé en la casa de Carlos Castro y el me sedujo y me dejo preñada, me hizo falsas promesas de amor que luego no cumplió. Cuando di a luz a mi hijo, yo sola, en el bosque me le quitaron y me le cambiaron por el hijo de su esposa que nacio muerto. Y cuando fue a buscar a mi hijo me acusaron de ladrona de niños y me apalearon hasta casi matarme bajo la mirada del que creí que era mi amor. Pasé 6 largos años pateandome los caminos atendiendo parturientas de aquí para allá, y hace casi un año llegué a este pueblo. Me enamoré de un hombre maravilloso, Tristán Castro y volví a encontrar a mi hijo, Martín. Pero este desapareció y lo dimos por muerto, hasta que volvió a aparecer, pero ahora Francisca no me deja verle. Llego, Agueda Mesía a mi vida, mi verdadera madre, con la que apenas pude estar unos meses ya que tu me la arrebataste. ¿Que más me quedaba por perder? A tristán ya que acabó de descubrir que no puedo estar con el porque somos hermanos. ¡TU, SALVADOR CASTRO ERES MI PADRE!

¿Su padre? ¿Mi hija? ¿Pero yo…cómo? No… no podía ser, bueno en realidad sí, pero…Solté un poco el yugo sobre su brazo. No me importaba, a mí no me importaba nada yo… Pero ¿mi hija? ¿Por qué sentía aquella sensación tan extraña que invadía mi pecho y no me dejaba respirara? ¿Por qué al verla sentía algo que nunca había sentido al ver a Tristán ni a Soledad, por qué sentía algo que no había sentido desde que murieron mis hermanos? Aparté todos aquellos pensamientos de mi cabeza porque no podía, no quería permitir que aquel extraño y amenazante sentimiento que amenazaba por embargarme me hiciera olvidar por qué estaba allí.
- Mi hija… no, no lo sabía…Tienes los ojos de Flora…- ¿Pero qué estaba diciendo? ¿qué me estaba pasando? De repente, todo me daba vueltas, sentía la sangre que me abandonaba llevándose con ella mi fuerza, mi aplomo, pero tenía que mantenerme fuerte, tenía que luchar, por ellos, por mí, por nuestra venganza. Vamos, me dije, aún puedes, lucha, lucha- No me importa que seas mi hija, ¿crees que va a cambiar algo? Dime la verdad de Flora porque ni ser mi hija va a salvarte de mi como no me digas de una vez…
Pero no pude más, la oscuridad que hasta entonces solo intuía se apoderó de mí haciéndome perder el equilibrio, obligándome a sujetarme sobre aquella chica, mi hija. Trataba de mantenerme consciente, en pie, amenazante, pero estaba demasiado cansado, demasiado cansado…

Se sorprendió mucho al saber que yo era su hija. Por un momento pude ver un síntoma de alegría y un ebozo de una sonrisa sincera que se disipó cuando cayó al suelo vencido por el dolor de su pierna. o podía permitir que muriera allí desangrado, yo no era como él, después de todo era mi padre así que le desinfecté la herida de la pierna y se la vendé como pude, aunque sabía que no lo merecía. Abrió un poco los ojos y pude notar que me daba las gracias, en el fonfo sentía pena por él.

No entiendo porque lo hice pero cuando ya estuvo algo más consciente le pregunté:
-¿Me parezco a Flora? ¿Es cierto que tengo sus ojos?

Yo era un hombre fuerte, siempre lo había sido, la vida me había hecho despiadado, duro, perverso…Nunca me había rendido ante nadie, y menos ante una mujer, nunca había dejado que esa trampa a los que otros llaman sentimientos nublasen mi mente y me apartasen de mi camino. Pero por primera vez, me sentía demasiado cansado para luchar contra mí mismo. Quizás fuese el sopor en el que me había sumido la pérdida de sangre y a la que había contribuido el tequila, pero lo cierto era que al ver a aquella niña que era mi hija,nqeu pretendía incluso curarme, no sentía la rabia que desde mi infancia me había acompañado, por primera vez desde hacía mucho tiempo no sentía odio, simplemente no sentía y era muy extraño. Pero es que al volver a ver aquellos oscuros y profundos ojos miles de recuerdos golpeaban mi mente, recuerdos de tiempos mejores, pero tan lejanos…
- Sí, son sus ojos no hay duda. Aunque tienes la sonrisa de Mateo y Pelayo… mis hermanos.- dije ante su cara de extrañeza- Eran gemelos, siempre iban juntos, a todas partes, yo era el mayor y a veces los envidiaba por robarme el cariño de madre, pero los adoraba, era tan traviesos, siempre acababan metiéndome a mí en líos…Pero yo me desvivía por protegerlos, de todos, sobre todo, de padre, para que no sufrieran lo que yo tuve que sufrir. Ellos eran mi vida- las lágrimas comenzaban a pugnar por escaparme- Recuerdo los juegos, las carreras en las praderas, molestando a las vacas, escapando de las varas de los pastores, la riñas de madre cuando se enteraba y nos reprendía con esos ojos, tan oscuros, tan misteriosos y tan llenos de amor, para luego abrazarnos y decirnos que no pasaba nada, que se aguantase el pastor.- Sonreí como si todavía pudiera verla así.- Su mirada solo se empañaba los días que padre llegaba demasiado bebido, que eran muchos, y los oíamos gritar, y yo quería impedir que Mateo y Pelayo se enterasen pero los escuchaba, a madre recriminándole por gastarse nuestro dinero en mujeres y alcohol, oía los gritos, y los golpes…Y quería protegerla, pero era pequeño y mi padre era… Yo le prometí a mi madre que algún día la salvaría, y ella me dijo que no era mi cometido, que yo había de ser feliz, que ella me protegería a mí…Pero olvidó su promesa, se marchó un buen día, sin decirnos nada, para olvidarnos y rehacer su vida- De nuevo la rabia comenzó a nacer en mi interior- Nos dejó solos con él. Sin dinero, sin nada… intenté trabajar para que mis hermanos pudieran comer, pero un día Mateo enfermó, no podíamos pagar las medicinas y una noche, sin ruido, sin lamentos murió. Y Pelayo, que no sabía vivir sin él, languideció lentamente hasta reunirse con su otra mitad. Y yo les juré en sus tumbas que no descansaría hasta que encontrase a nuestra madre y le hiciera pagar por lo que nos había hecho, por abandonarnos…Igual que hice con mi padre cuando tuve edad suficiente para plantarle cara. Sigo viendo su mirada suplicante al ver la muerte cernirse sobre él. Igual que creí hacer con madre cuando la encontré…Pero de algún modo sigue aquí, no sé cómo, pero te dio ese collar, el mismo que llevaba siempre, el collar que llevaba generaciones en nuestra familia, ese maldito collar que me golpeaban la nariz cada vez que besaba mi frente.- No podía aguantar más todos mis recuerdos, me golpeaban queriendo postrarme ante el dolor, pero yo no me postro, ya no y tenía que encontrar la forma de cumplir la promesa con mis hermanos. – No te pido que me entiendas o que me perdones, ni me importa, sé que he hecho mucho daño, no te imaginas cuánto, he segado muchas vidas, tantas que he perdido la cuenta, pero todo lo he hecho por un único motivo, vengar a mis hermanos y encontrar la fortuna que la vida nos negó. Y no pararé hasta que lo haga. Así que ya lo sabes, eres hija de un monstruo, que tu propia abuela creó. Ya puedes dejarme morir desangrado, qué más da, qué más te da...