Creemos nuestro propio Puente Viejo. ¡TODOS JUNTOS!

El pequeño se fue, feliz de que su dibujo me hubiera gustado.

-Yo también tengo una sorpresa...-me sonrió Tristán

Me levanté con cuidado

-¿Ah sí, capitán? ¿Y se puede saber que es? Porque que yo sepa hoy no es el día de la novia ni de la esposa- me acerqué a él sonriendo

Se levantó con cuidado viniendo hacia mí.

-Bueno pero es el día de la madre, y tú eres la madre de mis hijos...además era una excusa para hacerte el regalo..-reí y saqué un ramo de rosas rojas- Estas son las rosas de los besos, cada una representa cada beso que nos hemos dado -sonreí-

No pude evitar mirarle con una gran ronrisa al oir sus palabras. Y cuando vi el ramo me volvi a emocionar.

Me le entregó.

-Son preciosas Tristán- dije mientras las olía

-Pero te aseguró que si aquí estuvieran todos los besos que nos hemos dado, las rosas no cabrían en la Casona- le dije riendo y besándole

En ese instante entró Martín.

-¿Padre, le han gustado a Pepa las rosas?- preguntó pícaro mirándonos

-Son preciosas Tristán- Me dijo oliéndolas-

-No más que tú. -sonreí-

Reí ante su comentario.

-Y creo que ni en todo en Pueblo.-le dije de chanza-

Nos besamos y en ese momento entró Martín preguntando si le habían gustado las rosas.

-Ups...parece que sí -dijo riendo pillo al vernos besándonos-

Le hice un gesto con la mano a Martín para que se acercara a nosotros. El vino y les abrazé a ambos.

-Vais a hacer que llore, y no quiero- les dije riendo, pero con las emociones a flor de piel

-Mis soldados...-les susurré

Nos abrazamos los tres, yo no podía dejar de sonreir, la felicidad se respiraba en aquella habitación.

-Mis Soldados..-susurró-

-Martín y yo nos miramos con una sonrisa, y ambos le dijimos a la vez- Tus Soldados te adoran.

Sonreí.

-Y yo también os adoro- reí

Miré hacia la mesilla, donde estaba el chocolate con unos bollos.

-¡El chocolate!- dije llevando las manos a mi cabeza

-¿Me quedé dormida-pregunté riendo

Sonreía. Sonreía sin orgullo. Sin pudor. Sin hacer caso a lo que siempre me había amedrentado: el qué dirán. Aguantaba las miradas malintencionadas aferrándome al brazo de Raimundo. Y sonreía ampliamente a aquellos que nos saludaban amablemente.

Meses llevaba escuchando que si Francisca por aquí... Que si Raimundo por allá... Que si “míralos, como si de dos zagales enamoriscados se tratase”... Y lo mejor, la voz escandalizada de alguien que decía: ¡A su edad embarazada!

Al principio no dudaba en enfrentarme con quien fuese que estuviese hablando de nosotros, pero ahora aquellos comentarios casi no me molestaban. Raimundo y yo estábamos juntos, enamorados. Mis hijos eran felices y el embarazo iba a las mil maravillas. Si, con dolores, antojos, molestias, incomodidad... Pero el niño venía sano y eso lo compensaba todo. No podía pedirle más a la vida, ahora no. Y toda esa dicha no la iban a empañar unos simples destripaterrones.

Compramos las fresas y nos dirigimos hacia el Colmado. Ni el alcalde, ni el botarate de su hijo se encontraban allí. Suspiré. Mas pronto Dolores salió de la trastienda sorprendiéndose de que hubiésemos entrado juntos. Mirando con poco disimulo mi abultado vientre.

Le sonreí tan falsamente como pude. -Buenas tardes.-la saludé finalmente. Del mismo modo que Raimundo había hecho. Escuchando después como nos preguntaba el motivo de nuestra presencia. -Un poco de nata, si es tan amable.- le pedí distante.

Dolores asintió y se dirigió hacia la despensa. Momento que Raimundo aprovechó para hablarme de mi comportamiento para con la tendera.

-Nada voy a hacerle o decirle, Raimundo.- le dije tranquilizadora. Aunque no muy segura de mis palabras.
Miré hacia afuera comprobando que nadie nos estuviese observando y lo rodeé con mis brazos. Dejando mis manos en su trasero. Acortando la escasa distancia que nos separaba, teniendo en cuenta la barriga. Él sonrió y haciendo caso a mi mirada me besó sin reparo. Haciéndome sentir entonces el calor de sus deliciosos labios. Los cuales había probado apenas unos minutos antes. Raimundo recorrió con sus manos mi espalda. Llevándolas hacia la nuca, mientras proseguía con el intenso beso.

Nos separamos bruscamente al sentir la puerta abrirse. Tras ella apareció Hipólito. Ensimismado en leer una especie de pergamino y vestido aparentemente de... ¿trovador? Miré a Raimundo y ambos meneamos la cabeza y reímos ante la imagen del joven.

Aquellas mismas risas sacaron al muchacho de su enajenamiento y con efusividad en su tono, nos saludó. Soltando todos sus bártulos y, tras preguntarnos por nuestra presencia allí, me ofreció asiento. Obligándome casi a sentarme. Hablando de mí embarazo.

Raimundo y yo nos cruzábamos las miradas atrapados en la situación. Esperando a que Dolores viniese con la nata. Mis ojos se abrieron como platos al escucharlo hacer referencia sobre si sería niño o niña. Y sentí ganas de carcajearme al escuchar de sus labios un "Raimundito" para hacer referencia a si de un niño finalmente se tratase. Pero mi risa se tornó en un rostro desencajado al escuchar como usaba el mismo método con mi nombre. "Paquita" dijo.

Reí ante su reacción cuando vio el chocolate.

-Sí, te quedaste dormida en apenas un minuto. -seguí riendo y cogí el chocolate- Voy a bajar a calentarlo que estará helado.

Bajé y calenté el chocolate,subiendo de nuevo.

-Lo siento, no me di ni cuenta...-dije suavemente soltando una leve risita

Tristán me dijo que no ocurría nada, que bajaría a calentarlo.

Me quedé con Martín, sentados ambos en la cama. Cogí su dibujo y se lo mostré.

-¿Este eres tú?-pregunté señalando a uno de los personajes del dibujo

-Sí, Pepa. Y tu eres esta y padre es este.- dijo señalando sonriendo

-¡Anda, si va con su traje de capitán!- le sonreí cogiendole de la mejilla

-¡Sí! Y nos cogemos de la mano- me explicó

-Uii, y esta persona tan pequeñita de aquí, ¿Quién es?- le pregunté sonriendo

-Ese es mi hermanito, le he dibujado muy pequeñito porque todavía no ha nacido- me dijo poniendo la manita sobre mi vientre

-Ven aquí, pequeñajo- reí haciendole cosquillas

Cuando entré, vi a Pepa haciendole cosquillas a Martín, una estampa perfecta, sonreí y me acerqué a ellos.

-¡Ya está aquí el chocolate! -dije poniéndolo sobre la mesa-

Entró Tristán con una bandeja en la que había 3 vasos de chocolate.

-Mmm- nos relamimos Martín y yo

-¡Yo también quiero, padre!- gritó el pequeño oliendo el chololate

-No te preocupes hijo, que no me he olvidado de tí, tu tambien tienes tu vaso- le contestó Tristán sentandose con nosotros en la cama y acariciándole a Martín el pelo

Unté uno de los bollos que había sobre la bandeja en el chocolate, se lo iba a ofrecer a Tristán.

-¿Quieres?- pregunté

Justo entonces él giro la cabeza hacia mi haciendo que le manchara el labio y parte de la mejilla de chocolate.

Martín y yo comenzamos a reirnos.

Nos sentamos, y en cuanto giré la cara Pepa me ofreció un bollo, y me manchó el labio y parte de la mejilla, me comencé a reir, viéndo las carcajadas de ellos.

-¿Quereis guerra? -continué riendo y cogi otro bollo,manchando la nariz a Pepa y seguidamente a Martín- ¿Ahora que,eh?

¡Pero serás malandrín!- le grité cuando nos manchó la nariz a Martín y a mi de chocolate.

Martín sujetó a Tristán por las piernas.

-¡Pepa, Pepa, corre, atacalé!- dijo mientras le agarraba con fuerza

Reí y con la cuchara, le eché chocolate a Tristán por los labios.

Martín me agarró de las piernas y gritó a Pepa que me atacara, ella riendo con la cuchara me echó chocolate en los labios,yo reí.

-¡Eso no vale! Ahora veréis! -cogi a Martín como un saco de Patatas y besé a Pepa manchándole todos los labios de chocolate, sin parar de reir.- ¿y ahora que me vais a hacer? ¡tengo al soldado secuestrado!

Él me besó riendo. En ese momento se chanceó con que se cobraría su venganza. Cogió a Martín en brazos y dijo:

-¿Ahora que vais a hacer? Tengo al soldado secuestrado

-¡Hagamos un trato! ¿Que quieres a cambio del pequeño soldado?- sonreí

Me preguntó chanceandose que quería a cambio del pequeño.

-mmmm...quiero muuuuchos abrazos y muuuchos besos. -reí bajándo al pequeño-

-Esta bien, hay trato- le dije sonriendo

Dejó a Martín en el suelo, que no hacia mas que reirse. Tristán y yo nos acercamos y nos dimos un apasionado beso.

-¡Besos de chocolate!- exclamó Martín

Nos echamos a reir los 3.

Martín no paraba de reirse, Pepa y yo nos dimos un apasionado beso con sabor a chocolate.

-¡Besos de chocolate!- exclamó Martín-

Los tres nos hechamos a reir, en ese momento entró Mauricio.

-Don Tristán,siento molestarle, pero los papeles de la finca han llegado y hay algunos fallos ¿puede acompañarme?

Me sabía mal irme, con el buen rato que estabamos pasando, pero no tenía más remedio, me limpié, les di un beso a ambos y salí con Mauricio.

Entró Mauricio y avisó a Tristán de que se le requería para revisar los fallos de algunos papeles de la finca. Se notaba que le costaba marcharse, pero era su deber. Se despidió de nosotros con un beso y marchó.

Me quedé con Martín en la habitación, hablando y jugando con él. Cuando de pronto me acordé que yo también tenía que atender a Cándida, una parturienta, que estaba ya de un embarazo muy avanzado y tenía algunos problemas de salus, por eso debía ir a su casa.

Bajé con Martín a la cocina, allí me encontré a Elena.

-Elena, ¿Te podrías quedar con él y vigilarle hasta mi vuelta? No creo que tarde mas de un par de horas- le pedí por favor

-Claro, Pepa. No te preocupes, yo cuido de él hasta que regreses.

Me fui tranquila despidiendome de Martín. Por el camino fui pensando en todas las cosas bonitas que me quedaban por vivir junto con mi futuro marido, mi pequeño Martín, y el fruto de nuestro amor, que pronto iba a llegar. Vi algo moverse detrás de unos matorrales y me preocupé.

-¿Quién anda ahí?- pregunté

No obtuve respuesta, sin embargo vi como un hombre encapuchado salía de unos matorrales. No pude evitar pensar que se trataba de Carlos, aunque yo misma había presenciado su muerte, no me quedaba tranquila. El hombre se dirigió hacia mi, no podía verle con claridad el rostro, de pronto, salió corriendo.

Estaba muy asustada. ¿Quién será? No hacia mas que preguntarme. Cuando me percaté de que tenía toda la falda mojada, el suelo también lo estaba. Acababa de romper aguas. Iba a ponerme de parto.