Creemos nuestro propio Puente Viejo. ¡TODOS JUNTOS!

Fuimos a ver a don Anselmo para darle las buenas nuevas. Entre los tres finalmente decidimos pasar el día en Madrid antes de ir a Valencia. Tendríamos que hablar primero con Miguel y así descansaríamos. Además podríamos coger algo de ropa para cambiarnos.
Caminamos hacia el hotel más cercano para reservar habitación. ¿Cuántas reservaríamos: 2, 3? Teniendo en cuenta el carácter de don Anselmo reservé tres habitaciones individuales aunque me costó un mundo hacerlo. Mi cuerpo reclamaba a Soledad: su piel, su calor, sus besos,… Pero tenía que controlarme, por nada del mundo quería asustarla ni hacerla sentir incómoda.
Don Anselmo insistió en quedarse y descansar. Nosotros fuimos a ver a nuestro querido amigo Miguel Sánchez. El local elegido para la exposición fue un restaurante moderno. Se notaba por las ropas de la gente que acudió que era un pintor que estaba adquiriendo cierta fama: ropa elegante, peinados extravagantes, murmullos de curiosidad entre las parejas,… Un miembro del personal del restaurante se acercó a nosotros y nos dijo:
- ¿Desean algo?
- Buscábamos al señor Miguel Sánchez por favor.
- ¿De parte de quién?
- Soy la viuda de un amigo suyo. Él es… mi primo Julio – dijo después de dudar unos momentos.
- El señor Miguel vendrá esta noche para inaugurar la exposición. Desgraciadamente no puedo dejarles pasar con ese vestuario.
- En ese caso podría decirnos ¿dónde se aloja? Seguro que se alegra de vernos.
- Veamos… Se aloja en el hotel “Buenavista”.
- Muchísimas gracias. – dijo Soledad.
Llegamos al hotel y fuimos a hablar con la recepcionista.
- Perdone ¿el señor Miguel Sánchez está?
- ¿Les conozco? – dijo una voz detrás de nosotros
Nos giramos y pregunté.
- ¿Es usted Miguel Sánchez?
- Sí soy yo… pero espere… ¿tú eres… Soledad?
Ella afirmó y le invitó a sentarse junto a nosotros en el hall. Nos contó que Juan efectivamente les había hablado de unas pruebas que tenía contra Salvador jactándose de que le tenía en su poder. Durante una fiesta estuvo emborrachándose y diciendo que era “como Dios”. Pero dijo que les había dejado cosas a Joan y a Tobías… él no tenía nada. Sabía que Tobías tenía una llave y que Joan tenía una carta. Nosotros nos miramos extrañados y después le dimos las gracias.
Volvimos al hotel dispuestos a descansar. Don Anselmo nos interrumpió con ansias de vigilar que no hacíamos nada pecaminoso.
- No te preocupes… en Valencia podremos estar solos. – le susurré al oído con una sonrisa pícara.
Una vez en nuestra habitación me cambié y enseguida noté que algo iba mal en mi interior. Comencé a toser y mi corazón volvió a latir muy fuerte y despacio. Me costaba respirar. Me volví loco intentando encontrar las pastillas de mi bolsillo. Me tomé dos rápidamente y empezó a pasarse la angustia de los minutos anteriores pero eso se desvaneció cuando me limpié lo que yo creí que eran babas alrededor de mi boca… era sangre…

6 meses de calvario. En el viaje a Valencia empeoré más de lo que esperaba. Soledad y Don Anselmo se asustaron mucho. Y para colmo de males Miguel nos engañó. Fuimos a ver a Joan y a Tobías y nos ayudaron mucho dándonos la llave y la carta. Parecía que teníamos algo pero nada podíamos hacer sin pruebas y más teniendo en cuenta de que nadie creería a un mafioso como Juan.
La carta decía lo siguiente:

Querido Joan,

He decidido repartir entre vosotros lo que descubrí por si algo saliera mal y algún amigo de Salvador va a por vosotros así tendréis algún hilo del que tirar.

Mis pruebas son pocas pero potentes. En mis viajes a Valencia y a Barcelona encontré documentos de compraventa falsos firmados por Salvador y una foto de él de joven con Eduardo Puig, un mafioso de Barcelona. No conocen mucho sobre su vida pero le reconocieron en cuanto les enseñé una foto que me dio Soledad. Esa foto en un principio no es mucho pero si te fijas bien en la foto podrás relacionarle con las muertes de las que Miguel tiene constancia por los documentos que le he entregado y por las que Salvador nunca ha pagado. De hecho, son casos sin resolver actualmente.

Juan

No era mucho cierto es. Pero lo peor de todo es que Joan nos dijo que esos documentos los tenía Miguel. Nos había engañado ¿por qué? Así que junto a mis amigos de Valencia tuvimos que investigar todos los asesinatos sin resolver de 20 años. Pero lo peor de todo era mi enfermedad.

Soledad no se apartó de mi lado ni don Anselmo. Empecé a echar sangre y pus cuando tosía y pasaba varias noches con fiebre e incluso llegaba a delirar. No podía ir a un hospital porque no teníamos ningún documento que acreditara nuestro nombre ni estábamos empadronados así que mi amigo Roberto, el médico, nos prestó su casa. En cuanto les conté lo que quería hacer todos mis amigos se pusieron manos a la obra. Gracias a Dios que el padre de uno de ellos es guardia civil y eso nos facilitó mucho para conseguir los archivos.

No dejaba de pensar en mi familia. ¿Y si ese era mi final? No… no podía ser. Tenía que conseguir acabar con Salvador como sea. No podría dejar las cosas así y menos aún sabiendo que Soledad me ama.

Pero mi cuerpo no parecía en la labor de obedecer. Después de esos 6 meses nos anunciaron que Miguel volvería de la gira que había llevado su exposición por toda España. Al fin podríamos ajustar cuentas.

Durante los últimos días parecía que mejoraba gracias al tratamiento al que me sometió Roberto. Ya podía salir y pasear cerca del mar. Su brisa me hacía mucho bien. Roberto me decía que todavía mis defensas estaban muy débiles pero yo insistía en que quería caminar. No podía estar con los brazos cruzados ni un minuto más además tenía que escribir a mi familia y ayudar a la investigación.

Por mucho que miraba la foto que encontramos no se me ocurría qué era tan importante como para que relacionara a Salvador con los crímenes. En mi estancia en Barcelona oí hablar de las hazañas de Puig y de Oriol… eran como los Bonnie y Clyde barceloneses pero que supiera ellos no dejaban pruebas. Siempre que detenían a Puig salía ileso y no sólo eso… siempre conseguía ganar las denuncias que interponía él contra la guardia civil por abuso de poder. Nunca llegaron a imputarle nada ni a él ni a Oriol. Lo único que encontramos en los casos sin resolver es que muchas de ellas tenían grabadas una serpiente en el cuerpo pero ni siquiera investigaron a Salvador… Por mucho que buscáramos no había nada que le inculpara pero si es así… ¿Por qué Salvador accedió a fingir su muerte si Juan no tenía nada contra él? La respuesta llegó una mañana en la que Alfredo, el padre guardia civil que nos estaba ayudando llegó con una sorprendente noticia: Salvador no llegó a empadronarse en ningún momento ni en Valencia ni en Barcelona. No había registros de él en ningún lado… en otras palabras… no existía.

-Si... Yo tampoco. Un hermano siempre es muy bonito. Por cierto, nos tendremos que sentar y explicarle a Laura y a lo que venga como puede ser que su tio- miro a Francisca- o su tia sea meses más pequeña que ella. Por cierto, ¿ya has pensado como se llamará?

En vez de enfadarme como meses atrás habría hecho, sonreí ante las palabras de Emilia. Cargadas de razón. Pues seguía resultándome extraño saber a mis nietos mayores que mi hijo.

-No, aun no.- contesté a su pregunta. -Tu padre quiso decidirlos en cuanto supo que esperábamos una nueva criatura, pero alegando que era demasiado pronto disuadí el tema. A día de hoy aún no nos hemos parado en ello.- expliqué con tranquilidad. Sentándome en la cama. Al lado de la joven.

-Pues vaya pensandolo. Por cierto, ¿quiere un chocolate caliente mientras seguimos charlando tranquilamente?

-¿Un chocolate?- exclamé al escucharla ofrecérmelo para pasar el rato. -Sí, por qué no.- contesté. Ciertamente me apetecían más las fresas... pero no era momento de molestar a la joven. Y menos por una simple preferencia, pues no llegaba a necesitarlas con la magnitud que aquella mañana.

-Pues ahora mismo vuelvo con ello.- Me levanté dejando a Laura en sus brazos.- Portate bien- y le dí un beso en la frentre a Laura. Salí de mi habitación cerrando la puerta tras de mi.

Se fue a por el chocolate y me quedé con la niña. Haciéndole mil carantoñas y sin poder borrar aquella tierna sonrisa que se había posado irremediablemente en mis labios.

Poco tardó en volver con las dos tazas. Con cuidado coloqué a pequeña Laura en la cuna y me senté junto a su madre en la cama. Cosa poco acostumbrada en una señora de alta posición social. Pero embarazada a mi edad, enamorada y viviendo bajo el mismo techo que un simple tabernero... ¿qué era normal?

El resto de la tarde la pasé con Emilia. Contándome ella sus primeros meses la pequeña y aconsejándola yo sobre el cuidado de una niña de tan solo 5 meses.


-Bueno, Emilia, he de dejarte.- dije mientras me levantaba. Acomodando bien mis faldones una vez lo hube hecho y colocando casi por inercia la mano en mi vientre. -Voy a ver si tu padre ha terminado ya. Y supongo que tu también estarás cansada de aguantar a esta cacique.- bromeé.

Me acerqué a la cunita de la niña y acaricié su tranquilo rostro.

-Adiós, princesa.- le susurré dejando que el embarazo provocase aquel gesto.

Y con una sonrisa hacia su madre, salí de la habitación. Encaminándome hacia donde Raimundo se encontraba.

- ¿Cómo que no está empadronado?

- Lo único que hay de él son noticias de que estuvo aquí haciendo negocios… nada más.

- Pero… eso no puede ser… - dijo Jaime, su hijo. – sí estuvo aquí trabajando pagó impuestos y para eso hay que estar empadronado.

- Eso es lo extraño del asunto hijo.

Comimos todos juntos en el comedor. Yo todavía andaba débil pero comía lo mismo que los demás solo que tenía que tomar unas pastillas distintas a las que me había recetado don Julián.
Por la tarde Roberto se acercó a nosotros con unos papeles.

- Sebastián… ya tengo los resultados de las últimas pruebas que te hice.

- ¿Y?

- Definitivamente lo que tienes es una infección pulmonar provocada por la maquinaria de la conservera. Eso era lo que te provocaba el soplo. Gracias a Dios tus pulmones se han recuperado y tu corazón está más fuerte pero aún así debes tener cuidado con el frío ¿de acuerdo?

- Gracias amigo.

- Además he recibido una carta de don Julián para ti.

- ¿De don Julián?

- Sí… supuse que querrías saber lo que pasa en el pueblo así que le dije que era tu médico. Si tú confías en él yo también.

Soledad me miró ansiosa de conocer las buenas nuevas. Roberto nos dejó para ir a ver a Miguel, el amigo de Juan, junto con los demás.

Querido Sebastián,

Estoy muy preocupado por ti. Tu amigo Roberto me ha contado lo que te pasa y muchas veces he estado a punto de contárselo a tu familia pero no me he atrevido por los momentos felices que están teniendo ahora. La hija de tu hermana Emilia, Laura, está cada día más hermosa. Pepa está en la recta final de su embarazo y Francisca… bueno, nadie la reconoce. Entre las redondeces de su embarazo y el amor que le da tu padre está irreconocible para los que hemos conocido a la malvada cacique que era antes.

Pero la mejor noticia es esta: Salvador sigue en coma y no hay signos de que pueda despertar. Técnicamente hay posibilidades todavía de que despierte así que todavía no te hagas ilusiones. Francisca y tu padre están pidiendo la nulidad y el cura nuevo no deja de darles esperanzas aunque me confesó estando en la consulta que no sabe qué hacer. Me dijo que había oído cosas horribles de Salvador y que por eso lo hace, para hacerles felices a ellos pero que había hablado con el obispado y se lo habían negado.

Sé que es un dilema: volver y esperar o seguir investigando. Tenía que contártelo.

Espero noticias tuyas. Tu amigo,

Julián

Era un gran dilema, cierto.

- ¿Quieres volver? – le pregunté a Soledad. Ella me miró sin saber qué decir. Después de unos segundos me dijo que qué iba a hacer.

- Yo no puedo volver… hasta que don Julián no certifique su defunción no pienso fiarme. ¿Y si vive y hemos vuelto a Puente Viejo? Lo único que tenemos son suposiciones. Además no quiero que me vean así… ¿Y tú? ¿Qué quieres hacer?

- Me quedaré contigo Sebastián. Juntos conseguiremos hundir a ese cerdo por si la muerte lo vuelve a rechazar. – afirmó tajantemente Soledad.

Yo le acaricié el rostro con una mano y ella se acercó a mí.

- ¿Qué habría sido de mi vida sin ti? – le susurré a un milímetro de sus labios. Ella me sonrió y besó mis labios con dulzura.

Besó mi cuello tras quejarse por tenerme a su antojo.

-Eso es problema tuyo, Ulloa.- refuté. Antes de que se dispusiese a besarme. Y esperé aquel beso, pero no llegó. El pequeño se había movido, y Raimundo, por primera vez, lo había notado.

Dejé escapar una pequeña risa ante el nerviosismo al que se sumió. Extendió la mano en mi vientre, buscando sentir de nuevo aquella sensación. Asegurando después, debido al movimiento del niño, que sería igual a mí.

-Lleva un par de días moviéndose de igual forma.- aseguré viéndolo concentrado en los movimientos de la criatura. Dirigiendo entonces sus ojos hacia mí con un gesto reprochador. –No me mires así, mi amor.- le dije. –No querrías que te despertase a las tantas de la madrugada por que tu hijo se mueve.- y su mirada gritó con total convencimiento que sí.

Habló de cómo se perdió aquella sensación con Tristán y mi rostro no pudo sino entristecerse. Tanto como a él me dolía que no hubiese podido disfrutar de él, de su niño. Sin darme tiempo a reflexionar más sobre el tema, me sonrió y acarició mi rostro. Pronunciando después un te quiero y besando mis labios.


“Dos” dijo. Fruncí el ceño sin dar crédito a lo que decía.

-¡¿Dos?!- exclamé al verlo entusiasmado ante la idea. –No. No me lo imagino.- contesté. Mirando mi vientre y negándome a pensar en la idea de traer dos criaturas al mundo. –Será un niño. Un precioso niño calcado a su padre.- sonreí. –Además, este no es lugar para discutir sobre eso, asi que no hay más que hablar.- terminé imperativa. Mirandollo fijamente a los ojos.

LLegue a la casa de comidas y vi a Alfonso atendiendo a los parroquianos,al verme se acerco a mi y me saludo con un beso en la mejilla.Yo estaba feliz ya que al final me había perdonado.

-¿Donde esta la niña de mis ojos?-dije con una sonrisa.

-En la habitacion con su madre,vaya a verlas que las dos se alegraran de verla-me dijo Alfonso devolviendome la sonrisa y dirigiendose a la barra.

Yo llegue a la habitación y espere a que Emilia me diera permiso para entrar,cuando lo hizo la vi jugando con la pequeña.

-Hola Emilia¿como estas?-le dije acariciando a la pequeña-Hola tesoro¿donde esta la niña mimada de la abuela?-le dije haciendole cosquillas para que se riera.

Emilia me sonrió y me dijo que si podia quedarme con la pequeña que iba a echarle una mano a Alfonso.

-Claro que si,para mi es un regalo cuidar de este angelito,ademas la voy a llevar un rato a la plaza para presumir de nieta-tras decir esto Emilia me sonrió y salio a ayudar a Alfonso.

-Laura¿Vamos a la plaza con la abuela?-dije mirando a la pequeña que me tendía los brazos.

Al salir dirigi mi mirada al consultorio y se me ocurrió que quizás la pequeña obrara el milagro de devolverlo a la vida. Llegue al consultorio y me abrió don Julian que me miro con el ceño fruncido al verme con la niña en brazos.

-Rosario ¿que haces aquí con una niña tan pequeña?-me pregunto cada vez mas sorprendido.

-Solo sera un momento por favor-le dije esperando que accediera.

-Esta bien pero solo cinco minutos-dijo el doctor acariciando el rostro de la niña.

-Gracias le prometo que no tardare-al decir esto el doctor salio dejándonos solos a los tres.Me acerque a la camilla en la que salvador descansaba y me senté en una silla con la niña en brazos,ella le toco la mano como queriendo agarrarlo a la vida.

-Laura dile:Abuelo despierta que quiero jugar contigo y que me lleves con la abuela a pasear a la orilla del rió-dije imaginando que era la niña quien hablaba.

-Mi amor tienes que despertar,esta pequeña y yo te necesitamos-dije con los ojos llenos de lagrimas.En ese momento entro don Julian y me dijo que deberiamos irnos que iba a revisar a Salvador.

-Adiós mi amor, volveré pronto-dije en un susurro y tras despedirme del doctor me encamine con la niña de nuevo a la casa de comidas.

Llegue con la pequeña y nos recibió Alfonso,que cogió a su hija en brazos y estaba segura de que presentía donde había estado.

-¿Como esta Salvador?-yo mude el rostro ante la respuesta que debía darle.

-Igual,el doctor no esta seguro de que despierte,le lleve a la niña a ver si esta pequeña obraba el milagro-Al decir esto acaricie el rostro de la pequeña.

-Bueno hijo marcho ya a la casona, adiós princesa volveré pronto -dije dando a la pequeña un beso en la frente,ella dio un bostezo que me hizo sonreír.

-Este angelito ya reclama su cuna-dije dirigiéndome a Alfonso con una sonrisa.

-Si voy a acostarla enseguida,dile adiós a la abuela Laura-Di un tierno beso a la niña y otro al padre y me quede mirándolos desaparecer tras la puerta que comunicaba la posada con la casa de comidas.

Llegue a la casona y entre en la cocina,me senté en una de las sillas,pensando en que quizás Salvador no despertara nunca y que a mi era a la única a la que esa posibilidad le desgarraba el alma.

Me acaricio la mejilla cariñosamente,diciendome que hoy si que habia dormido bien,le sonreí y en ese momento entro Martin gritando y abalanzandose sobre la cama,yo rei cogiendole para que no se tirara encima de Pepa.

-Eso Soldado Martin, tienes que tener más cuidado,que Pepa lleva a tu hermanito en su vientre y si te tiras asi le puedes dañar. -le dije dándole con el dedo en la nariz,sonriénde-

-¡Perdooooon! -Martin solto una risilla- ¿Vienen a jugar al jardín?

-Sí claro ahora bajamos,anda corre tunante.

El niño se fue cogiendo sus juguetes y miré a Pepa con una sonrisa.

-Es la alegria de la casa...-segui sonriendo-

-Desde luego, pero dentro de poco, tendremos a otro pequeñín correteando por aquí- dije acariciándo mi vientre.

-No sabes las ganas que tengo de coger a nuestro pequeño en brazos- dijo Tristán

-Será pronto, muy pronto- le contesté dándole un beso

-¿Por qué no hacemos un picnic, al aire libre, con Martín?- le dije sonriendo ilusionada

Le acaricié el vientre con dulzura y luegole dí un cálido beso con una sonrisa.

-Me parece perfecto, podríamos ir al lado del río, hay unas vistas preciosas, aunque más que tu no lo creo. -sonreí de nuevo-

Sonreí asintiendo, besándole.

-¿Nos vestimos y bajamos a busacr a Martín?- le pregunté

Asentí con la cabeza, y la besé, levántandome y vistiendome.

-¿Ya diste aviso a tus preñadas de que ya no vas a trabajar hasta después del parto? -me giré mirándola, y antes de que me contestara ya sabía la respuesta-

-Tristán, no puedo abandonarlas... Se que D.Julián podría atenderlas, pero quiero hacerlo yo, ellas confían en mí. Además, sabes que mi trabajo es una de las cosas mas importantes en mi vida, además de ti y de Martín- le sonreí guiñándole un ojo