Creemos nuestro propio Puente Viejo. ¡TODOS JUNTOS!

-Sí,sera mejor que volvamos pero...-me miré de arriba abajo y la miré a ella, soltando una risilla- solo nos pasan estas cosas a nosotros...-reí más-

Raimundo calmó mi enfado con sus tiernas palabras y dulces caricias, mirándome fijamente con aquella mirada a la que nunca podría negar un beso. Salimos de la habitación de Don Anselmo totalmente recompuestos. Viendo entonces a Tristán y Pepa que reían, supusimos, de la comprometida escena vivida. Raimundo hizo uno de sus comentarios mientras yo trataba de evitar a toda costa las miradas de los jóvenes, y nos dispusimos a ir al entierro.

El cual se hizo tremendamente pesado. Cuando creí que había terminado, el párroco dio pasó a algunos vecinos del pueblo, allegados a los jóvenes y a nosotros mismos, para que pronunciasen algunas amables palabras. Me mantenía seria, lo cual de seguro no extrañó a ningún pueblerino. Lo que quizás si lo hizo, fue que me mantuviese al lado de Raimundo. Mi enemigo acérrimo. Pero quizás, Dolores ya habría puesto al corriente a todos de nuestras salidas y entradas… En aquello había tenido la cabeza hasta que los últimos vecinos nos repitieron su más sentido pésame.

Miré a Raimundo mientras paseábamos de vuelta a la Casona. Y sonreí al verlo ensimismado en sus propios pensamientos. Como antes había estado en mitad del entierro, y por lo que había tenido que pellizcarle más de un par de veces.

Suspiré y devolví mi mirada al frente. Caminando ambos en silencio. Hasta que él decidió romperlo. Diciendo que debía ir a recoger algo a la Conservera, pues con tanto alboroto le había resultado imposible hacerlo.

-¿Qué cosa, Raimundo?- le pregunté al tiempo que fruncía el ceño por la escasez de información que me había proporcionado. Pero él, aunque nervioso, respondió y no dudé en mostrarle una sonrisa cuando hizo referencia a lo que pronto seriamos “una familia”.

Me aferré a su brazo, dando aquello por respuesta. Dirigiéndonos ambos hacia la Conservera dando un tranquilo paseo que se me antojó lo más delicioso de la tarde.

Al llegar a la Conservera y recorrer los pasillos de la misma, entramos en el despacho de Sebastián. Me adentré en él. Echando una minuciosa ojeada a la estancia, buscando el documento del que Raimundo había hablado. Hasta que el sonido de la puerta cerrándose fuertemente me alentó. Miré a Raimundo extrañada. Sin entender muy bien su actitud. Pues quedó con las manos detrás de la espalda y con un extraño semblante en el rostro.

-Ningún documento tenías que recoger ¿no es así?- le dije frunciendo el ceño. Él quedó callado. -¿A que me traes aquí, Ulloa?- terminé preguntando.

Caminamos hacia la Casona, pues estábamos muy cerca ya

-Solo a nosotros, no tenemos remedio- dije sonriendo

El pasó su brazo por mis hombros, abrazándome y dandome un beso en la mejilla, así seguimos caminando hasta llegar a nuestro destino.

Rei ante sus bien ciertas palabras, caminaba mirando a todos lados por si habia alguien,la abrazaba frotando sus brazos para que pasara el menor frio posible,cuando estabamos llegando vimos a unos pueblerinos,yo cogi a Pepa de la mano y rapidamente comence a correr con ella.

-Corre Pepa! -le dije riendo,viendo el ridiculo que estabamos haciendo,hasta que llegamos a la casona-

Nos cruzamos con unos pueblerinos cuando ya estábamos llegando. Tristán me agarró de la mano y echamos a correr.

-Que verguenza...- dije riendome

Al fin entramos en la Casona.

Entramos en la casona y di un suspiro de alivio,rei de nuevo.

-Mañana lo sabrá todo el pueblo...-continué riendo-

-Solo hace falta que llegue a oidos de la Señora Mirañar, que ya se encargará ella- dije riendo

-Aún así, poco me importan los cuchicheos, si estas a mi lado - le sonreí

Sonreì cogiendola por la cintura y dandole un dulce beso.

-A mi tampoco me importa,si estás conmigo.

Subimos a la habitación y le di su camison.

Subimos a la habitación y me dio el camisón. Le cogí.

-Gracias.- le dije

Me lo puse.

-No esta nada mal esto de estar de huesped en la Casona. A una la tratan muy bien.- le sonreí

Me cambie yo tambien de ropa, y me acerque a ella, volviendola a besar,era ya muy de madrugada pero no tenia sueño.

-¿Le apetece a mi huesped algo de comer? -rei-

-Te lo agradezco Tristán pero, no se si será por el frío o por que... Se me ha cerrado el estómago. Pero se lo agradezco amable caballero- le dije

Me dijo que no tenia ganas de comer,asi que abri la cama y me meti en ella abriendo los brazo,sonriente.

-Ven aqui,mi amor.

Me metí junto a él en el lecho, dándole un beso en los labios y mirandole con una ternura y un amor infinitos.
Me comenzó a acariciar el vientre.

Le comence a acariciar suavemente el vientre,sonriendo.

-¿Como te gustaria que se llamara? -le dije emocionado al pensar en ello-

-Es cierto- le dije dandome cuenta de que no habíamos pensado en nombres

-Si es niña... Me gustaría que se llamara Alba, fue el nombre que mi madre escogió para mí cuando nací y era muy importante para ella- dije con una sonrisa algo triste en el rostro al recordar a Águeda, mi madre.

La mire con una media sonrisa,me gustaba mucho ese nombre,pero aun mas si era tan importante para ella.

-Alba me parece un nombre precioso. ¿Y si es niño?

-Si es niño quiero llamarle como tú, mi amor.Tristán es un nombre precioso y me gustaría que nuestro pequeño se llame como su padre. ¿Qué te parece?- le sonreí al ver que me miraba sonriendo

Se separó al fin de la puerta. Confesándome que ningún papel tenía que recoger. Diciéndome que deseaba hablar conmigo a solas y éste le pareció un buen lugar. Lo miraba extrañada. Sin saber que era lo que quería decirme. Hasta que comenzó a decir que tenía que pedirme algo que me pidió hace muchos años. Algo que nunca llegó a cumplirse. Cerré los ojos, pues ya imaginaba que quería referirme.

Se acercó a mí quedando a escasos centímetros de mis labios. Y vi como cerraba ahora él los ojos, para después abrirlos y quedar ambos perdidos en la mirada del otro.

Tomó mi mano entre las suyas. Haciéndome notar como estas temblaban de puro nerviosismo. Sonreí levemente para tranquilizarlo. Escuchando entonces las hermosas palabras que comenzó a dedicarme. Haciendo que mis ojos brillasen presos del amor que sentía hacia él. Viendo su sonrisa después. Y sintiendo como un escalofrío recorrió mi ser cuando él colocó su mano en mi vientre, haciendo referencia a aquel niño que estaba por nacer. Volviendo después a decir que me amaba y que quería pedirme lo mismo que un día hace ya más de 30 años me pidió.

Una lágrima de felicidad y amor cayó inevitablemente por mi rostro. Lágrima que no evitó que pudiese ver como Raimundo se arrodillaba en el suelo. Solté entonces un suspiro temiendo que él llanto fuese a más y llevé mi mano a la boca para controlarlo cuando sacó una pequeña cajita de terciopelo de su bolsillo. Raimundo la abrió, enseñándome entonces un anillo que ya estuvo en mi mano una vez. Un anillo que le devolví en una de nuestras disputas, tiempo después de haber casado ambos. Anillo que nunca creí volver a ver.

Cerré los ojos tratando de tranquilizarme pues más lágrimas de felicidad amenazaban con seguir humedeciendo mi rostro. Al abrirlos, pude ver la sonrisa de Raimundo y como sacaba aquel anillo de su caja. Tomando después mi mano izquierda. Prosiguiendo con sus dulces confesiones. Diciéndome que había soñado con este momento cada noche, tantas como yo. Besó mi mano y entonces pude ver el precioso anillo colocado en mi dedo anular. Un sollozo amenazó con salir por mi garganta, pues nunca había sentido tanta felicidad junta.

Y entonces, llegó su pregunta. Como si aún lo dudase. Como si no supiese mi respuesta. Le mostré mi mejor sonrisa entre lágrimas pues la emoción me desbordaba. Lo hice levantarse del suelo en que llegaba unos minutos arrodillado. Llevé mis manos hacia su nuca. Atrayéndolo hacia mí. Pegando su frente a la mía.

-Por supuesto que si.- respondí casi en un susurro pues la voz no terminaba de salir. Atrapé entonces sus labios entre los míos. Terminando así de pronunciar mi respuesta. Besando cálidamente sus labios. Prosiguiendo con la dulzura del momento.

Al separarnos, no demasiado, dirigí mi mirada hacia el anillo. Contemplándolo. Viendo como relucía tanto como entonces. Sonreí de emoción llevando mis ojos de nuevo hacia los de Raimundo. No quise romper el mágico momento, recordando a Salvador, ni al pasado siquiera. La nulidad llegaría. Y el pasado ya quedaba atrás.

Volví a acortar la distancia que nos separaba. Dejando un tierno beso en sus labios.

-Perdiste el juicio en el mismo instante en el que tus ojos se posaron en mí, Ulloa.- le dije tras besarlo. -Nada ha sido normal en nuestras vidas desde entonces.- proseguí consiguiendo lo que no quería. Hacer mención al pasado. A como un día nos tuvimos que separar. A como habíamos compartido nuestras vidas con personas a las que no amábamos. A como mil palabras sin sentimiento alguno habían salido por nuestras bocas todos estos años de disputas... No quería seguir recordando. Y mucho menos empañar el instante.

Le sonreí haciendo que él también lo hiciese. Mordiéndome el labio, entonces, en un nervioso gesto.

-¿Estás seguro de que estás preparado?- le pregunté casi como una chanza. -Aguantar a Francisca Montenegro los 365 días del año no es tarea fácil.- solté un pequeño suspiro acompañado de una amplia sonrisa, mientras bajaba mi mirada hacia mi vientre. –Y menos ahora.- pronuncié.

Tristán,si era niño queria que le llamasemos Tristan,como yo,me emocione cuando me lo dijo,no me esperaba que quisiera llamarle asi,la mire con una gran sonrisa,acariciando sus mejillas y poniendo mi frente encima de la suya.

-¿De verdad? -le dije emocionado- Para mi sería todo un orgullo. -volvi a sonreir-

Llegamos a la Casona bastante tarde. La noche hacía ya tiempo que había caído y en los caminos no encontramos ni un alma. Y al entrar en la vivienda no había más que silencio.


-Tristán ya tiene que estar en su alcoba, si es que ha venido.- pronuncié. Sabiendo que estuviese donde estuviese estaría con Pepa. –Así que si querías celebrar algo con alguien, habrás de esperar a mañana.

Raimundo me miró entonces sonriente, atrayéndome hacia sí y colocando sus manos en el final de su espalda.

-¿Quieres tomar algo o prefieres subir a la habitación?- le pregunté tras besar brevemente sus labios.