Foro El secreto de Puente Viejo
Creemos nuestro propio Puente Viejo. ¡TODOS JUNTOS!
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07/03/2012 15:08
Fann3 me ha dado la idea de hacer esto, consiste en elaborar nuestra propia historia de Puente Viejo todos juntos. Cada forer@ va a ser un personaje de Puente Viejo.
Espero que os guste esta idea, me parece que lo podemos pasar muy bien.Si teneis alguna duda me lo deciis, y antes que nada si os parece bien, decidme que personaje quereis cada unos y yo los iré poniendo antes de empezar a elaborar la historia. Yo me pido Pepa si no os parece mal, si alguien quiereel personaje de Pepa yo me cojo otro y no pasa nada. Muchas gracias.



PERSONAJES PARA LA HISTORIA:
miri1309- Raimundo
Ruthlovetristan-Pepa
musicintheair13-Emilia
emshdopv-Soledad
Mariaesdpv-Tristán
Fann3-Alfonso
CristinaESDPV- Gregoria Casas
Franrai-Francisca
Triestrellasara-Mariana
Jessicavalido-Rosario
Laury93-Salvador Castro
Nhgsa- Sebastian Ulloa
Esdpvluna- D.Anselmo
¡PODEIS SEGUIR UNIENDOOS AUNQUE YA HAYAMOS EMPEZADO!
Aviso!! Por favor si os comprometeis a hacer un personaje, intentad escribir regularmente para darle continuidad a la historia y no quedar estancados. Muchas Gracias.
Y si quereis participar , informadnos con antelación, sino esto se desmadra y sería un caos. GRACIAS.
Espero que os guste esta idea, me parece que lo podemos pasar muy bien.Si teneis alguna duda me lo deciis, y antes que nada si os parece bien, decidme que personaje quereis cada unos y yo los iré poniendo antes de empezar a elaborar la historia. Yo me pido Pepa si no os parece mal, si alguien quiereel personaje de Pepa yo me cojo otro y no pasa nada. Muchas gracias.



PERSONAJES PARA LA HISTORIA:
miri1309- Raimundo
Ruthlovetristan-Pepa
musicintheair13-Emilia
emshdopv-Soledad
Mariaesdpv-Tristán
Fann3-Alfonso
CristinaESDPV- Gregoria Casas
Franrai-Francisca
Triestrellasara-Mariana
Jessicavalido-Rosario
Laury93-Salvador Castro
Nhgsa- Sebastian Ulloa
Esdpvluna- D.Anselmo
¡PODEIS SEGUIR UNIENDOOS AUNQUE YA HAYAMOS EMPEZADO!
Aviso!! Por favor si os comprometeis a hacer un personaje, intentad escribir regularmente para darle continuidad a la historia y no quedar estancados. Muchas Gracias.
Y si quereis participar , informadnos con antelación, sino esto se desmadra y sería un caos. GRACIAS.
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#81

21/03/2012 00:23
La mano de Salvador había apretado con fuerza mi muñeca. Una fuerza a la que siempre, con él, estuve acostumbrada. Mas no dejaba de doler igual. Tanto como saberlo vivo. Dispuesto a seguir amargando mi existencia.
Escuché la voz de Raimundo y vi la mirada enrabietada que Salvador le dirigía. Este último me soltó de su agarre con ímpetu. Haciéndome trastabillar y tras unas milésimas de segundo tratando de no perder definitivamente el equilibrio, caí al suelo.
Raimundo se acercó a mí. Levantándome con una ternura aplastante. Rodeándome con sus brazos. Acariciando mi rostro y preguntándome si me encontraba bien. ¿Bien? Qué era eso cuando el peor hombre que puede haber sobre la faz de la tierra salía de lo más profundo de mis pesadillas para atormentarme también el día. Que era eso cuando mi hijo llevaba desaparecido meses. Que era eso cuando la noche anterior le había negado un beso a quien más amaba. No, no me encontraba bien.
Besó mi frente. Haciendo que de nuevo, y como si el terremoto de mi vida no fuese suficiente, el suelo temblase bajo mis pies. Me aferré a su pecho. Abrazándolo contra mí con fuerza. Tratando de explicarle todo lo que sentía.
-Tristán. Él lo ha... Es Salvador. Es Salvador. Mi niño. Él no puede...- pronunciaba casi sin coherencia. Sin relación alguna entre mis palabras. Saltando sin sentido entre una y otra. Sin terminar las frases que empezaba por puro temor a que fuesen ciertas.
No quise separarme de él, de Raimundo. No me veía con fuerzas para hacerlo. Necesitaba su apoyo. Su calor. Necesitaba sentirlo cerca. Notar que por una vez no se disiparía entre mis brazos como estos años siempre había ocurrido en mis sueños.
-Te quiero.- moví mis labios imaginando que aquellas palabras se hacían oír. Que llegaban a oídos de Raimundo liberándome del sufrimiento al que mi corazón se veía atado por no tener el valor de decírselo.
De repente una voz con la que no contaba me sorprendió. Justo cuando Salvador se había dispuesto a amenazarnos. "Madre". Sonreí sin separar mi rostro del cuello de Raimundo. Era él, mi niño. Tristán. Me dispuse a correr a sus brazos. Pero las órdenes de Salvador se hicieron escuchar. Si aquel demonio no nos mataba, ya habría tiempo para lanzarme a los brazos de mi hijo.
Escuché como Salvador comenzaba a insinuar cosas que hubiese preferido que se mantuvieran en secreto. Si ese malnacido los revelaba mi relación con Raimundo, el último resquicio de amor que hubiera podido guardar, se esfumaría sin duda. Raimundo no me perdonaría ciertas cosas. Y no estaba dispuesta a permitir que el Castro terminase de arruinar mi vida.
-Déjalos que se vayan.- pronuncie armándome de valor y dando un paso al frente. -Déjalos ir.- repetí. -Si con alguien has de hablar es conmigo.- di otro paso más. Sintiendo como Raimundo acariciaba mi brazo tratando de que no lo hiciese. -Vamos, Salvador.- insistí. Demasiado cerca ya de él.
Escuché la voz de Raimundo y vi la mirada enrabietada que Salvador le dirigía. Este último me soltó de su agarre con ímpetu. Haciéndome trastabillar y tras unas milésimas de segundo tratando de no perder definitivamente el equilibrio, caí al suelo.
Raimundo se acercó a mí. Levantándome con una ternura aplastante. Rodeándome con sus brazos. Acariciando mi rostro y preguntándome si me encontraba bien. ¿Bien? Qué era eso cuando el peor hombre que puede haber sobre la faz de la tierra salía de lo más profundo de mis pesadillas para atormentarme también el día. Que era eso cuando mi hijo llevaba desaparecido meses. Que era eso cuando la noche anterior le había negado un beso a quien más amaba. No, no me encontraba bien.
Besó mi frente. Haciendo que de nuevo, y como si el terremoto de mi vida no fuese suficiente, el suelo temblase bajo mis pies. Me aferré a su pecho. Abrazándolo contra mí con fuerza. Tratando de explicarle todo lo que sentía.
-Tristán. Él lo ha... Es Salvador. Es Salvador. Mi niño. Él no puede...- pronunciaba casi sin coherencia. Sin relación alguna entre mis palabras. Saltando sin sentido entre una y otra. Sin terminar las frases que empezaba por puro temor a que fuesen ciertas.
No quise separarme de él, de Raimundo. No me veía con fuerzas para hacerlo. Necesitaba su apoyo. Su calor. Necesitaba sentirlo cerca. Notar que por una vez no se disiparía entre mis brazos como estos años siempre había ocurrido en mis sueños.
-Te quiero.- moví mis labios imaginando que aquellas palabras se hacían oír. Que llegaban a oídos de Raimundo liberándome del sufrimiento al que mi corazón se veía atado por no tener el valor de decírselo.
De repente una voz con la que no contaba me sorprendió. Justo cuando Salvador se había dispuesto a amenazarnos. "Madre". Sonreí sin separar mi rostro del cuello de Raimundo. Era él, mi niño. Tristán. Me dispuse a correr a sus brazos. Pero las órdenes de Salvador se hicieron escuchar. Si aquel demonio no nos mataba, ya habría tiempo para lanzarme a los brazos de mi hijo.
Escuché como Salvador comenzaba a insinuar cosas que hubiese preferido que se mantuvieran en secreto. Si ese malnacido los revelaba mi relación con Raimundo, el último resquicio de amor que hubiera podido guardar, se esfumaría sin duda. Raimundo no me perdonaría ciertas cosas. Y no estaba dispuesta a permitir que el Castro terminase de arruinar mi vida.
-Déjalos que se vayan.- pronuncie armándome de valor y dando un paso al frente. -Déjalos ir.- repetí. -Si con alguien has de hablar es conmigo.- di otro paso más. Sintiendo como Raimundo acariciaba mi brazo tratando de que no lo hiciese. -Vamos, Salvador.- insistí. Demasiado cerca ya de él.
#82

21/03/2012 08:20
No lo podía creer. El hombre que estaba ante mis ojos, apuntando a Francisca y a Raimundo era Salvador Castro, mi padre. Tenía tanta rabia guardada hacia él. Aunque Tristán dijo que me fueran NO PUDE contener el impulso avancé unos pasos y le dije:
-Malnacido... Pagarás por todo el daño que le hiciste a mi madre. Te lo juro.
-Malnacido... Pagarás por todo el daño que le hiciste a mi madre. Te lo juro.
#83

21/03/2012 13:54
Pepa, Pepa por dios *avance los pasos con ella y la volvi a coger de los brazos por detras, se estaba metiendo en la boca del lobo, y no podia permitir que Salvador le hiciera daño,a ella no, era un monstruo, un monstruo sin escrupulo alguno*
#84

21/03/2012 15:49
Lo primero, antes de que leáis esto y el resto de lo que escriba como Salvador que quede claro que yo soy una chiquita la mar de alegre y feminista a tope y siempre dispuesta a ayudar… Solo me meto mucho en el papel.jeje
La situación empezaba a complicarse y si hay algo que no me guste es no tener las cosas bajo control así que decididamente tenía que enseñar a aquella panda de lastimeros despojos con quién estaban tratando.
- Controla a tu zorra hijo, que tu madre y yo tenemos que hablar.- Le espeté al pasmarote de Tristán, realmente no había aprendido nada de mí.- Y tú querida. Ven acércate.
Podía ver lo que pretendía acercándose a mí insinuante, tratando de librarse del agarre de ese mequetrefe de Raimundo que en vano buscaba retenerla. La tomé de la mano y tiré de ella, pegando nuestros cuerpos, sintiendo en mi pecho el contorno de sus curvas, su acelerada respiración. Sabía que intentaba despistarme, salvar a su amante y al pazguato del hijo, pero nada podría salvarlos de mí, ya no.
- Francisca, querida- le susurré- entiendo que me hayas echado de menos pero no es momento para que te dejes llevar por tus primigenios instintos de ramera- la apreté más contra mí- y menos delante de nuestros invitados. Mas parece ser que este mentecato no ha podido satisfacer te como una hembra de tu lozanía se merece.
Entonces la forcé a acercarse hasta que su rostro quedó a escasos centímetros de la mía y, disfrutando del mohín de hastío que brillaba en su mirada, uní mis labios con los suyos, forzándola a abrir la boca para introducir mi lengua viperina. No había acabado de degustar el sabor a coñac que destilaban sus labios cuando la muy zorra mordió mis labios con fruición. Una ola de dolor se apoderó de mí, haciendo que la apartase agarrada del cabello.
- Sucia perra. ¿Cómo te atreves? Ya me habéis enfadado ¿ves lo que has conseguido? ¿Estarás contenta? Solo quería disfrutar de una agradable velada con la familia, un reencuentro con té y rosquillas y habéis porfiado en contrariar mis intenciones. No tolero ni una chanza más. Haremos un trato- dije agarrando con más brusquedad a Francisca- Voy a hablar, os estaréis calladitos y sin molestarme o le desinflo el peinado a Francisca a base de balas, ¿entendido?- Todos me desafiaron con la mirada y probablemente musitaron algún insulto, pero me daba igual- Francisca, querida, sírveme una copa, ha sido un día de muchas emociones. Y ahora me vais a dejar acabar. Antes de que esta desconsiderada mujer nos interrumpiera, Raimundo, te decía que si querías conocer aquello que nos une, pero ante tu silencio, supondré que no. Bueno, quizás aumente tu interés cuando sepas lo pendiente que he estado siempre de ti. Veréis, nuestra historia Raimundo comenzó hará ya algo más de 50 años, pero la parte que ahora nos atañe se remonta a hace exactamente 32 años, a 1871, el año en el que accidentalmente en uno de mis viajes, supe de tu existencia, observé tu vida, vi que eras un muchacho alegre, feliz, enamorado… y no pudo controlar mi furia, la rabia… todo aquello tenía que haber sido mío- Cogí la copa que me ofrecía Francisca y me la bebí de un trago arrojando la copa de cristal al suelo viendo como se deshacía en mil pedazos. - ¡Mío! Pero al destino le gusta jugar, y yo he aprendido a jugar con él. Hice por saber algo más de ti y me propuse jugar contigo igual que la vida lo hizo conmigo. Una tormentosa noche cabalgué hasta tu casa para reunirme con tu padre, el venerable señor de Ulloa… valiente mentecato, la codicia podía leerse en sus ojos a leguas. Le hice una oferta que no podía rechazar. “Casarse con la heredera es lo mejor que podría hacer su hijo por el patrimonio, la dote es enorme” le dije. “Realmente es una suma muy impresionante, pero no comprendo qué saca usted de todo esto” me dijo el viejo. “¿Yo? Ayudar a un joven a labrar su futuro… y la verdad es que su hijo anda enamoriscado con una joven de gran belleza a la que le he echado el ojo. Si hace esto por mí, e impide que su hijo vuelva a acercarse a esa chiquilla, qué se yo, amenazando con arruinar a su familia, con herirla, ya sabe cómo son los enamorados trágicos harían cualquier cosa por la amada. Bien pues si prometiese a su hijo con la heredera y consiguiese apartarlo de la de los Montenegro para que no pueda convencerla de que lo espere y cosas por el estilo… entonces yo podría ser muy generoso” “Me sobra el dinero, ¿qué puede ofrecerme?” “Cuando me case con Francisca le daré las tierras de su familia” Nada más ver el brillo de su mirada supe que había caído en mis redes.
Y así fue como comenzaron a unirse nuestras vidas. – reí divertido- Cómo te separé del amor de tu vida que se convirtió en mi esposa, pero no sufras, lo pasamos muy bien ¿verdad querida? Todavía recuerdo tus gritos cuando te enteraste de que me dedicaba a saquear a los Ulloa, a robarles las tierras, las cosechas… ¿Y cuándo me suplicabas que te pegara a ti en lugar de mandar a mis matones a apalizar al tabernero? Patético. Pero lo más divertido de todo fue que tú siempre creíste que todo era obra de Francisca y te dedicaste a despreciarla cuando ella hacía todo lo posible por protegerte. Pero claro cómo iba esta ramera a protegerte si ni siquiera podía cuidar de sus hijos. Después tuve de marcharme, hace 10 años, fingiendo mi muerte por unos asuntos un tanto escabrosos. Pero ni siquiera mi muerte pudo ponerte a salvo de mí Raimundo porque seguí vigilándote en la sombra siempre atento, siempre a la espera de una oportunidad para complicar un poco más tu vida: trastocar los quemadores de la fábrica de tu hijo, hablar a un muchacho mujeriego con fama de tunante de la planta de tu hija, por no hablar de mi último golpe- Me reí saboreando aquel momento, la mirada de odio de Raimundo, las lágrimas que intentaba acallar, el dolor reflejado en cada gesto- No sabes qué fue lo último que hice por ti. Verás, no hace mucho me enteré de que te disponías a desposar a una viuda rica que, ¡casualidad de las casualidades! Era una mocosa que tiempo atrás seduje, parece que tenemos gustos similares- le dije señalando a Francisca- El mismo día que celebrasteis vuestra fiesta de compromiso me deslicé entre las sombras, adentrándome en sus aposentos cuando la supe asolas. Estaba cogiendo algo de un bolso cerca de una ventana abierta. La miré desde mi escondite sabiéndola confiada, indefensa y una maliciosa idea cruzó mi mente hasta que mis piernas cobraron vida propia y sin poder detenerme a mí mismo, sin llegar a pensar en lo que hacía, avancé hacia ella lanzándola por la ventana en mi ímpetu criminal.
Se que mas de alguna ahora mismo me estara dando las gracias por haberme deshecho de la prometida de Raimundo, pero no os confiéis tan pronto, porque nadie se interpone en el camino de Salvador Castro y vive para contarlo y aun tengo muchos secretos por desvelar. Sinceramente harto de estos pazguatos, Salvador Castro o sea
La situación empezaba a complicarse y si hay algo que no me guste es no tener las cosas bajo control así que decididamente tenía que enseñar a aquella panda de lastimeros despojos con quién estaban tratando.
- Controla a tu zorra hijo, que tu madre y yo tenemos que hablar.- Le espeté al pasmarote de Tristán, realmente no había aprendido nada de mí.- Y tú querida. Ven acércate.
Podía ver lo que pretendía acercándose a mí insinuante, tratando de librarse del agarre de ese mequetrefe de Raimundo que en vano buscaba retenerla. La tomé de la mano y tiré de ella, pegando nuestros cuerpos, sintiendo en mi pecho el contorno de sus curvas, su acelerada respiración. Sabía que intentaba despistarme, salvar a su amante y al pazguato del hijo, pero nada podría salvarlos de mí, ya no.
- Francisca, querida- le susurré- entiendo que me hayas echado de menos pero no es momento para que te dejes llevar por tus primigenios instintos de ramera- la apreté más contra mí- y menos delante de nuestros invitados. Mas parece ser que este mentecato no ha podido satisfacer te como una hembra de tu lozanía se merece.
Entonces la forcé a acercarse hasta que su rostro quedó a escasos centímetros de la mía y, disfrutando del mohín de hastío que brillaba en su mirada, uní mis labios con los suyos, forzándola a abrir la boca para introducir mi lengua viperina. No había acabado de degustar el sabor a coñac que destilaban sus labios cuando la muy zorra mordió mis labios con fruición. Una ola de dolor se apoderó de mí, haciendo que la apartase agarrada del cabello.
- Sucia perra. ¿Cómo te atreves? Ya me habéis enfadado ¿ves lo que has conseguido? ¿Estarás contenta? Solo quería disfrutar de una agradable velada con la familia, un reencuentro con té y rosquillas y habéis porfiado en contrariar mis intenciones. No tolero ni una chanza más. Haremos un trato- dije agarrando con más brusquedad a Francisca- Voy a hablar, os estaréis calladitos y sin molestarme o le desinflo el peinado a Francisca a base de balas, ¿entendido?- Todos me desafiaron con la mirada y probablemente musitaron algún insulto, pero me daba igual- Francisca, querida, sírveme una copa, ha sido un día de muchas emociones. Y ahora me vais a dejar acabar. Antes de que esta desconsiderada mujer nos interrumpiera, Raimundo, te decía que si querías conocer aquello que nos une, pero ante tu silencio, supondré que no. Bueno, quizás aumente tu interés cuando sepas lo pendiente que he estado siempre de ti. Veréis, nuestra historia Raimundo comenzó hará ya algo más de 50 años, pero la parte que ahora nos atañe se remonta a hace exactamente 32 años, a 1871, el año en el que accidentalmente en uno de mis viajes, supe de tu existencia, observé tu vida, vi que eras un muchacho alegre, feliz, enamorado… y no pudo controlar mi furia, la rabia… todo aquello tenía que haber sido mío- Cogí la copa que me ofrecía Francisca y me la bebí de un trago arrojando la copa de cristal al suelo viendo como se deshacía en mil pedazos. - ¡Mío! Pero al destino le gusta jugar, y yo he aprendido a jugar con él. Hice por saber algo más de ti y me propuse jugar contigo igual que la vida lo hizo conmigo. Una tormentosa noche cabalgué hasta tu casa para reunirme con tu padre, el venerable señor de Ulloa… valiente mentecato, la codicia podía leerse en sus ojos a leguas. Le hice una oferta que no podía rechazar. “Casarse con la heredera es lo mejor que podría hacer su hijo por el patrimonio, la dote es enorme” le dije. “Realmente es una suma muy impresionante, pero no comprendo qué saca usted de todo esto” me dijo el viejo. “¿Yo? Ayudar a un joven a labrar su futuro… y la verdad es que su hijo anda enamoriscado con una joven de gran belleza a la que le he echado el ojo. Si hace esto por mí, e impide que su hijo vuelva a acercarse a esa chiquilla, qué se yo, amenazando con arruinar a su familia, con herirla, ya sabe cómo son los enamorados trágicos harían cualquier cosa por la amada. Bien pues si prometiese a su hijo con la heredera y consiguiese apartarlo de la de los Montenegro para que no pueda convencerla de que lo espere y cosas por el estilo… entonces yo podría ser muy generoso” “Me sobra el dinero, ¿qué puede ofrecerme?” “Cuando me case con Francisca le daré las tierras de su familia” Nada más ver el brillo de su mirada supe que había caído en mis redes.
Y así fue como comenzaron a unirse nuestras vidas. – reí divertido- Cómo te separé del amor de tu vida que se convirtió en mi esposa, pero no sufras, lo pasamos muy bien ¿verdad querida? Todavía recuerdo tus gritos cuando te enteraste de que me dedicaba a saquear a los Ulloa, a robarles las tierras, las cosechas… ¿Y cuándo me suplicabas que te pegara a ti en lugar de mandar a mis matones a apalizar al tabernero? Patético. Pero lo más divertido de todo fue que tú siempre creíste que todo era obra de Francisca y te dedicaste a despreciarla cuando ella hacía todo lo posible por protegerte. Pero claro cómo iba esta ramera a protegerte si ni siquiera podía cuidar de sus hijos. Después tuve de marcharme, hace 10 años, fingiendo mi muerte por unos asuntos un tanto escabrosos. Pero ni siquiera mi muerte pudo ponerte a salvo de mí Raimundo porque seguí vigilándote en la sombra siempre atento, siempre a la espera de una oportunidad para complicar un poco más tu vida: trastocar los quemadores de la fábrica de tu hijo, hablar a un muchacho mujeriego con fama de tunante de la planta de tu hija, por no hablar de mi último golpe- Me reí saboreando aquel momento, la mirada de odio de Raimundo, las lágrimas que intentaba acallar, el dolor reflejado en cada gesto- No sabes qué fue lo último que hice por ti. Verás, no hace mucho me enteré de que te disponías a desposar a una viuda rica que, ¡casualidad de las casualidades! Era una mocosa que tiempo atrás seduje, parece que tenemos gustos similares- le dije señalando a Francisca- El mismo día que celebrasteis vuestra fiesta de compromiso me deslicé entre las sombras, adentrándome en sus aposentos cuando la supe asolas. Estaba cogiendo algo de un bolso cerca de una ventana abierta. La miré desde mi escondite sabiéndola confiada, indefensa y una maliciosa idea cruzó mi mente hasta que mis piernas cobraron vida propia y sin poder detenerme a mí mismo, sin llegar a pensar en lo que hacía, avancé hacia ella lanzándola por la ventana en mi ímpetu criminal.
Se que mas de alguna ahora mismo me estara dando las gracias por haberme deshecho de la prometida de Raimundo, pero no os confiéis tan pronto, porque nadie se interpone en el camino de Salvador Castro y vive para contarlo y aun tengo muchos secretos por desvelar. Sinceramente harto de estos pazguatos, Salvador Castro o sea

#85

21/03/2012 16:00
No daba crédito a lo que oía. ¡Salvador había matdo a mi madre! Cuando yo, inocente, creí que había sido un accidente. El me la había arrebatado. Ahora si que no iba a quedar impune.
-Tú- le dije cargada de rabía.
Me solté de los brazos de Tristán que me agarraban fuertemente y ahora si me acerqué mucho a Salvador y le dije:
-Tu mataste a mi madre. Ojalá te pudras en el infierno, puerco. Le escupí y cuando iba a cruzarle la cara me agarro la mano.
-Tú- le dije cargada de rabía.
Me solté de los brazos de Tristán que me agarraban fuertemente y ahora si me acerqué mucho a Salvador y le dije:
-Tu mataste a mi madre. Ojalá te pudras en el infierno, puerco. Le escupí y cuando iba a cruzarle la cara me agarro la mano.
#86

21/03/2012 16:03
Estaba furioso, no podia contener mi rabia un segundo mas, al ver como habia cogido a mi madre, al escuchar los insultos hacia Pepa, me disponia a atacarle, cuando de sus labios salieron las palabras de que mato a Agueda, me quede petrificado
Mire a Pepa, como se acercaba y escupia a Salvador, el terror se me dibujo en la cara y seguidamente me acerque y vi como la agarraba.
Sueltala, sueltala o te juro que te mato.
Mire a Pepa, como se acercaba y escupia a Salvador, el terror se me dibujo en la cara y seguidamente me acerque y vi como la agarraba.
Sueltala, sueltala o te juro que te mato.
#87

21/03/2012 17:07
Aquella muchacha que mi hijo había traído se acercó a mí gritando, presa de la rabia sin saber por qué o qué decía pues mi mirada se había perdido contemplando el rostro desencajado de Raimundo. Pero entonces aquella fiera salvaje se lanzó contra mí, logré atrapar su mano antes de que lograra tocarme, pero al encontrarme tan cerca de ella, al mirarla a los ojos vi algo conocido. Una mirada que ya había visto muchos años atrás… Y entonces fue cuando lo vi, y todo el aplomo que había mostrado, toda mi rabia desapareció en apenas unos segundos dando paso al más absoluto desconcierto. Aquel collar… no, no podía ser… pero si estaba muerta, yo mismo la maté, ¿cómo podía tenerlo aquella joven?¿Quién era?
- ¿De dónde has sacado ese colgante?- Le dije, ella, extrañada por mi pregunta no respondió, así que le repetí apretando más su brazo- ¿De dónde has sacado ese maldito colgante?
- ¿De dónde has sacado ese colgante?- Le dije, ella, extrañada por mi pregunta no respondió, así que le repetí apretando más su brazo- ¿De dónde has sacado ese maldito colgante?
#88

21/03/2012 17:19
Me agarraba muy fuerte del brazo y me miraba fijamente a los ojos, como si me conociera, me preguntaba por el colgante de Flora, el que llevaba a mi cuello. No sabía de que lo conocería pero me estaba haciendo daño.
-No te atrevas a tocarme- Le dije esquivando su pregunta.
-Dime porque lo hiciste ¿Por qué la mataste? ¿Cómo fuiste tan cobarde?
-No te atrevas a tocarme- Le dije esquivando su pregunta.
-Dime porque lo hiciste ¿Por qué la mataste? ¿Cómo fuiste tan cobarde?
#89

21/03/2012 18:05
Me apunto... ¡esto seguro que es muy divertido! Pues como todos los principales están cogidos yo seré... ¡Sebastián Ulloa! Pero una versión buena ¿eh? no la que hemos tenido en la serie estos últimos días.
#90

21/03/2012 18:39
Él no me contestaba, de pronto Raimundo le propinó un puñetazo que lo derribó, lo que yo no conseguí hacer. Una vez en el suelo le daba goles, cada uno de ellos merecidos.
#91

21/03/2012 19:06
Escuché atentamente como Salvador relataba con gozo como había planeado mil atrocidades a lo largo de su vida. Mi rostro se cubrió con una mezcla de terror y repugnancia hacia él. Dejando que la incredulidad, o más bien sorpresa y resistencia a creer que tanta maldad podia estar concentrada en un solo hombre, ante todo lo que contaba jugase también un papel importante.
Aun podía notar en mis labios el sucio sabor de su boca. Ese malnacido se había atrevido a besarme de la misma forma que hacia antaño. A la fuerza, tomando todo a su antojo.
Pepa se lanzó cual fiera dispuesta a enfrentarlo. Inocente. Sin conocer verdaderamente a lo que Salvador podía ser capaz. Él era su padre, y ahora lo enfrentaba por ser el asesino de su madre. Aquello no era sino una muestra más de la maldad de Salvador.
Y así, desconcertada como estaba por el espectáculo, y sobre todo por la presencia de Salvador de nuevo en nuestras vidas, pude ver como Raimundo se abalanzaba sobre Salvador. Propinándole un fuerte puñetazo. Haciendo que cayese al suelo y colocándose sobre él. Arreándole golpe tras golpe.
-Para, Raimundo.- le dije preocupada viendo que él no aflojaba el agarre al que había sometido a Salvador. Me acerqué a él mientras podía ver como cada vez el rostro del Castro enrojecía más. Tiñéndose incluso de un tono morado. -Para.- le repetí. No quería que lo apresaran por matar a nadie. Y menos a ese malnacido. -Raimundo, no merece la pena.- le dije casi gritando. Me agaché para quedar a su altura. Lo tome del brazo, mas para él en aquel momento no existía. -Raimundo.- grité con la voz quebrada. Empujándolo.
Aun podía notar en mis labios el sucio sabor de su boca. Ese malnacido se había atrevido a besarme de la misma forma que hacia antaño. A la fuerza, tomando todo a su antojo.
Pepa se lanzó cual fiera dispuesta a enfrentarlo. Inocente. Sin conocer verdaderamente a lo que Salvador podía ser capaz. Él era su padre, y ahora lo enfrentaba por ser el asesino de su madre. Aquello no era sino una muestra más de la maldad de Salvador.
Y así, desconcertada como estaba por el espectáculo, y sobre todo por la presencia de Salvador de nuevo en nuestras vidas, pude ver como Raimundo se abalanzaba sobre Salvador. Propinándole un fuerte puñetazo. Haciendo que cayese al suelo y colocándose sobre él. Arreándole golpe tras golpe.
-Para, Raimundo.- le dije preocupada viendo que él no aflojaba el agarre al que había sometido a Salvador. Me acerqué a él mientras podía ver como cada vez el rostro del Castro enrojecía más. Tiñéndose incluso de un tono morado. -Para.- le repetí. No quería que lo apresaran por matar a nadie. Y menos a ese malnacido. -Raimundo, no merece la pena.- le dije casi gritando. Me agaché para quedar a su altura. Lo tome del brazo, mas para él en aquel momento no existía. -Raimundo.- grité con la voz quebrada. Empujándolo.
#92

21/03/2012 19:55
Allí me encontraba, sin saber muy bien cómo había acabado en aquella situación, pues lo único que recordaba era mi desconcierto tras ver aquel collar y después… golpes, uno tras otro, gritos, insultos. Raimundo atenazó mi gaganta con fuerza, yo sentía sus manos apretando cada vez con más fuerza, sentía como el aire se escapaba de mi interior, intentaba tomar otra bocanada pero no podía. Las fuerzas comenzaban a abandonarme, pero con las pocas que aún me quedaban tomé las manos con las que Raimundo trataba de matarme y con la débil voz que su agarre me permitía le susurré. Tras las súplicas de Francisca, me soltó, pero no pude evitar confesarle por fin la verdad
- ¿Matarías a tu propio hermano?- La sorpresa hizo que bajara la guardia, momento que aproveché para golpearle con la culata del revólver que seguía en mi poder.
Me levanté con presteza antes de que Tristán o Francisca pudieran aprovechar mi debilidad, apoyándome casi sin aire sobre la pared pero alzando de nuevo el arma.
- No quiero ningún otro héroe ¿entendido?- Tardé un poco en recuperar mi voz pero tras hacerlo me dispuse a hablar- Ya no tolero más tonterías, estoy harto de este juego de críos, he venido a matarme, Raimundo Ulloa y no me iré sin hacerlo. Pero has de saber que eres mi hermano, sí, hermano te digo. Por ese motivo te he odiado, por ese motivo nuestros destinos han sido sellados en unión irrompible, por nuestras venas corre la misma sangre. ¿Acaso no me crees? Permitidme que os cuente una historia, una historia de dolor, traición y abandono, la historia de cómo nació un demonio.
Nací en un pueblo de Asturias en una familia que apenas tenía algo para echarse de comer a la boca, yo era el mayor de tres hermanos, y era feliz, era un niño, inocente, noble. Tenía una familia, a mis hermanos a los que siempre cuidaba y a mi madre… ella nos decía que nos quería, que cuidaría de nosotros, nos hizo promesas que después olvidó. Era mi madre, maldita sea, la mujer más hermosa y buena ue había conocido, pero un buen día desapareció, se fue sin más, nos abandonó, dejándonos a los tres con un padre que por culpad e su deshonra se refugió en la bebida y con tan solo 8 años comencé a trabajar en las minas de carbón para poder llevarles algo de comer a mis hermanos. Las minas eran duras y usaban a los niños para los peores trabajos, para adentrarse por los túneles más pequeños y menos asegurados, muchos murieron, muchos más jóvenes, ágiles, fuertes que yo, porque yo tenía algo que me mantenía con vida, el deseo de encontrar a mi madre y vengarme de ella por haberme abandonado. Traté de cuidar a mis hermanos, pero la pobreza era nuestra peor enemiga y la Parca no se apiadó de sus jóvenes almas… y me quedé solo, sin lo único que había tenido culpando a la pobreza y, sobre todo, a mi madre, la culpable de mis desgracias. En aquel momento fue cuando comprendí que todas las mujeres eran unas rameras, furcias de las que no te puedes fiar, que te engañan y manipulan, y ya no me volvería a pasar. A los 18 me escapé de Asturias con dos grandes objetivos, me juré a mí mismo por la memoria de mis hermanos que no volvería a ser pobre, que la falta de dineros no volvería a hacerme perder nada y que encontraría a mi madre y vengaría en ella el destino de mis hermanos, que la mataría con mis propias manos por haberme arrebatado a mi familia. Hice fortuna, me casé con una enfermiza joven que traía un bastardo, y de pronto, un día, justo cuando empezaba a temer que jamás la encontraría, tras haberla buscado por todo el país, la encontré, aquí, en Puente Viejo, casada de nuevo, como toda una gran señora, con otro nombre, otra casa… y otro hijo, tú. Mi madre nos abandonó para casarse con el de Ulloa y darte a ti todo el amor que nos correspondía, por eso te odio, por eso te digo que me los has quitado todo, todo lo que debió ser mío: mi madre, su amor, una vida feliz, dichosa, con una mujer que te amaba y a la que amabas, con una familia y un patrimonio. ¿Por qué tú habías tenido derecho a esa vida llena de esperanza mientras que yo me había visto obligado a trabajar como un esclavo, a sufrir las mayores vejaciones, a perder a todos y a todo lo que me importaba? ¿Qué te hacía merecer esa vida? Yo te lo diré, nada. Por eso, yo mismo acabé con su vida, con la de nuestra madre, como tú pretendías hacer conmigo, descargando mi rabia en su gaznate hasta su último hálito, mirándome a los ojos… No me reconoció hasta que fue demasiado tarde. ¡No me reconoció! ¿Cómo fue capaz de no reconocer a su hijo mientras la estrangulaba? Aquello me dio todavía más fuerzas para acabar con ella, esa maldita perra, si no hubiera sido por ella…
- Pero tú- dije entonces volviendo a mi ser, recordando lo que acababa de ver- Tú, muchacha- dije dirigiéndome a la furcia de mi hijo- ¿Cómo has conseguido ese maldito collar? ¿De dónde has sacado el collar de mi madre?
- ¿Matarías a tu propio hermano?- La sorpresa hizo que bajara la guardia, momento que aproveché para golpearle con la culata del revólver que seguía en mi poder.
Me levanté con presteza antes de que Tristán o Francisca pudieran aprovechar mi debilidad, apoyándome casi sin aire sobre la pared pero alzando de nuevo el arma.
- No quiero ningún otro héroe ¿entendido?- Tardé un poco en recuperar mi voz pero tras hacerlo me dispuse a hablar- Ya no tolero más tonterías, estoy harto de este juego de críos, he venido a matarme, Raimundo Ulloa y no me iré sin hacerlo. Pero has de saber que eres mi hermano, sí, hermano te digo. Por ese motivo te he odiado, por ese motivo nuestros destinos han sido sellados en unión irrompible, por nuestras venas corre la misma sangre. ¿Acaso no me crees? Permitidme que os cuente una historia, una historia de dolor, traición y abandono, la historia de cómo nació un demonio.
Nací en un pueblo de Asturias en una familia que apenas tenía algo para echarse de comer a la boca, yo era el mayor de tres hermanos, y era feliz, era un niño, inocente, noble. Tenía una familia, a mis hermanos a los que siempre cuidaba y a mi madre… ella nos decía que nos quería, que cuidaría de nosotros, nos hizo promesas que después olvidó. Era mi madre, maldita sea, la mujer más hermosa y buena ue había conocido, pero un buen día desapareció, se fue sin más, nos abandonó, dejándonos a los tres con un padre que por culpad e su deshonra se refugió en la bebida y con tan solo 8 años comencé a trabajar en las minas de carbón para poder llevarles algo de comer a mis hermanos. Las minas eran duras y usaban a los niños para los peores trabajos, para adentrarse por los túneles más pequeños y menos asegurados, muchos murieron, muchos más jóvenes, ágiles, fuertes que yo, porque yo tenía algo que me mantenía con vida, el deseo de encontrar a mi madre y vengarme de ella por haberme abandonado. Traté de cuidar a mis hermanos, pero la pobreza era nuestra peor enemiga y la Parca no se apiadó de sus jóvenes almas… y me quedé solo, sin lo único que había tenido culpando a la pobreza y, sobre todo, a mi madre, la culpable de mis desgracias. En aquel momento fue cuando comprendí que todas las mujeres eran unas rameras, furcias de las que no te puedes fiar, que te engañan y manipulan, y ya no me volvería a pasar. A los 18 me escapé de Asturias con dos grandes objetivos, me juré a mí mismo por la memoria de mis hermanos que no volvería a ser pobre, que la falta de dineros no volvería a hacerme perder nada y que encontraría a mi madre y vengaría en ella el destino de mis hermanos, que la mataría con mis propias manos por haberme arrebatado a mi familia. Hice fortuna, me casé con una enfermiza joven que traía un bastardo, y de pronto, un día, justo cuando empezaba a temer que jamás la encontraría, tras haberla buscado por todo el país, la encontré, aquí, en Puente Viejo, casada de nuevo, como toda una gran señora, con otro nombre, otra casa… y otro hijo, tú. Mi madre nos abandonó para casarse con el de Ulloa y darte a ti todo el amor que nos correspondía, por eso te odio, por eso te digo que me los has quitado todo, todo lo que debió ser mío: mi madre, su amor, una vida feliz, dichosa, con una mujer que te amaba y a la que amabas, con una familia y un patrimonio. ¿Por qué tú habías tenido derecho a esa vida llena de esperanza mientras que yo me había visto obligado a trabajar como un esclavo, a sufrir las mayores vejaciones, a perder a todos y a todo lo que me importaba? ¿Qué te hacía merecer esa vida? Yo te lo diré, nada. Por eso, yo mismo acabé con su vida, con la de nuestra madre, como tú pretendías hacer conmigo, descargando mi rabia en su gaznate hasta su último hálito, mirándome a los ojos… No me reconoció hasta que fue demasiado tarde. ¡No me reconoció! ¿Cómo fue capaz de no reconocer a su hijo mientras la estrangulaba? Aquello me dio todavía más fuerzas para acabar con ella, esa maldita perra, si no hubiera sido por ella…
- Pero tú- dije entonces volviendo a mi ser, recordando lo que acababa de ver- Tú, muchacha- dije dirigiéndome a la furcia de mi hijo- ¿Cómo has conseguido ese maldito collar? ¿De dónde has sacado el collar de mi madre?
#93

21/03/2012 20:20
Desperté con un fuerte dolor de cabeza, aturdido. Por un momento no recordé dónde estaba ni qué había pasado. Me incorporé lentamente y vi que en el suelo había sangre donde antes reposaba mi cabeza. Me examiné y vi que tenía una brecha.
Al ver el despacho desordenado fui recordando poco a poco lo que había pasado. Salvador Castro en persona era el responsable del sabotaje que había sufrido mis conservas añadiendo sulfuros. Forcejeamos y caí al suelo. ¡Dios mío! Recordé que dijo que se vengaría de padre y de Francisca. Miré por la ventana y vi que era de noche ¿y si era demasiado tarde? No, no podía pensar en eso. Tenía que ir a la casa de comidas a avisarles. Saqué el revolver que guardaba en un cajón de mi despacho y salí de la conservera a galope tendido.
Antes de llegar a la casa de comidas me topé con Emilia y Alfonso.
- ¡¡¡Emilia!!! - grité angustiado con todas mis fuerzas. Emilia se volvió y, al verme sangrando, se acercó preocupada y me dijo...
Al ver el despacho desordenado fui recordando poco a poco lo que había pasado. Salvador Castro en persona era el responsable del sabotaje que había sufrido mis conservas añadiendo sulfuros. Forcejeamos y caí al suelo. ¡Dios mío! Recordé que dijo que se vengaría de padre y de Francisca. Miré por la ventana y vi que era de noche ¿y si era demasiado tarde? No, no podía pensar en eso. Tenía que ir a la casa de comidas a avisarles. Saqué el revolver que guardaba en un cajón de mi despacho y salí de la conservera a galope tendido.
Antes de llegar a la casa de comidas me topé con Emilia y Alfonso.
- ¡¡¡Emilia!!! - grité angustiado con todas mis fuerzas. Emilia se volvió y, al verme sangrando, se acercó preocupada y me dijo...
#94

21/03/2012 20:26
Escuche la historia, que bien poco me importaba, solo pensaba en como salir de aquella situacion sin que nadie de familia resultara herido, observaba la cara de angustia de mi madre, la de odio de Raimundo y la de furia de Pepa, me acerque a ella y me puse delante.
Dejala en paz, no la mires, no le hables, no la toques ¿te ha quedado claro? *y lo mire con asco,odio,resentimiento*
Dejala en paz, no la mires, no le hables, no la toques ¿te ha quedado claro? *y lo mire con asco,odio,resentimiento*
#95

21/03/2012 20:58
Salvador se levantó ya que Francisca terminó convenciendo a Raimundo de que lo soltara. Pero Salvador seguía apuntandonos con su revolver mientras contó su historia. Raimundo y él ¿Hermanos? Parecía imposible, eran como el día y la noche. Puede que en alguna parte de su triste historia sintiera un apice de compasion por el, pero se desvaneció en cuanto recordé todo el mal que había hecho, y que el fue quien mato a mi madre. Mi vida tampoco habia sido facil y sin embargo, yo no iba dañando todo lo que tocaba. Seguía interesado en mi colgante. Ignoraba por qué, pero él aseguraba que pertenecía a su madre. Tristán en todo momento intentaba protegerme, pero yo no tenía miedo a "mi padre" no tenía miedo a nada.
A si que aclaré sus dudas:
-Es imposible, le contesté. A mi me lo regaló Flora, una gran amiga.- Dije mirandole con asco.
A si que aclaré sus dudas:
-Es imposible, le contesté. A mi me lo regaló Flora, una gran amiga.- Dije mirandole con asco.
#96

21/03/2012 23:17
No, no podía ser… Flora no. Cómo podía ser. Sabía que estaba rodeado, acorralado, que Raimundo y Trsitán aguardaban para abalanzarse sobre mí, pero era demasiado lo que sabía.
- No puede ser, mientes, has de menti. Flora era mi madre… era su verdadero nombre, pero está muerta ¡Muerta! Ha de estarlo, debe estarlo. Como puede ser, cómo he llegado a este punto, toda mi condenada y maldita vida, todo este tiempo lo único qe me ha mantenido con vida ha sido la idea, la obsesión de hacerle pagar mi sufrimeinto, y lo hice. Yo mismo le arrebaté la vida con mis manos, con mis propias manos. Me miré las manos, ido, loco.
Enloquecido por la furia, la rabia, la frustración, el desconcierto. No podía estar viva, ello significaría que toda mi vida había sido en balde, que no había conseguido nada de lo que me había propuesto que no había podido vengar a mis hermanos. No podía soportarlo, aquello no podía estar pasando, era una pesadilla, mi peor pesadilla, el suelo giraba a mi alrededor arrastrándome a una vorágine sin salida. Un grito desgarrador salió de lo más profundo de mi alma, grité porque aquello no podía ser verdad.
- No, yo la maté, Flora está muerta está muerta- Alcé el brazo presa de la rabia y disparé al techo- Mi madre está muerta, está muerta.
No podía soportar aquella angustiosa sensación que atenazaba mi pecho y cualquier cosa valía para desahogarme, lancé la botella de licor, los cuadros, con la culata de la pistola rompí el armario de cristal desgarrando mi piel con el afilado material, pero ni siquiera aquel dolor podía calmar mi desesperación. Tuve que cambiar la pistola de mano con tanta sangre que no paraba de manar de mi mano y me daba igual.
- Vale ya está bien. Se ha acabado este jueguecito. Tú – dije señalando a la muchacha- me llevarás donde quiera que te diese ese colgante mi…madre. Y vosotros- les dije a los demás- pensar vuestras últimas palabras, y que sea rápido, tengo asuntos que resolver.
- No puede ser, mientes, has de menti. Flora era mi madre… era su verdadero nombre, pero está muerta ¡Muerta! Ha de estarlo, debe estarlo. Como puede ser, cómo he llegado a este punto, toda mi condenada y maldita vida, todo este tiempo lo único qe me ha mantenido con vida ha sido la idea, la obsesión de hacerle pagar mi sufrimeinto, y lo hice. Yo mismo le arrebaté la vida con mis manos, con mis propias manos. Me miré las manos, ido, loco.
Enloquecido por la furia, la rabia, la frustración, el desconcierto. No podía estar viva, ello significaría que toda mi vida había sido en balde, que no había conseguido nada de lo que me había propuesto que no había podido vengar a mis hermanos. No podía soportarlo, aquello no podía estar pasando, era una pesadilla, mi peor pesadilla, el suelo giraba a mi alrededor arrastrándome a una vorágine sin salida. Un grito desgarrador salió de lo más profundo de mi alma, grité porque aquello no podía ser verdad.
- No, yo la maté, Flora está muerta está muerta- Alcé el brazo presa de la rabia y disparé al techo- Mi madre está muerta, está muerta.
No podía soportar aquella angustiosa sensación que atenazaba mi pecho y cualquier cosa valía para desahogarme, lancé la botella de licor, los cuadros, con la culata de la pistola rompí el armario de cristal desgarrando mi piel con el afilado material, pero ni siquiera aquel dolor podía calmar mi desesperación. Tuve que cambiar la pistola de mano con tanta sangre que no paraba de manar de mi mano y me daba igual.
- Vale ya está bien. Se ha acabado este jueguecito. Tú – dije señalando a la muchacha- me llevarás donde quiera que te diese ese colgante mi…madre. Y vosotros- les dije a los demás- pensar vuestras últimas palabras, y que sea rápido, tengo asuntos que resolver.
#97

21/03/2012 23:28
Mire como rompia todo aquello que pillaba, me eche para atras trayendo a Pepa conmigo, abrazandola en un intento de calmarla, mientras miraba a mi madre, tambien me moria de ganas de darle un abrazo, cuando Salvador se acerco a nosotros diciendole aquellas palabras a Pepa, con un instinto de proteccion la puse atras mio.
-No no, no te la vas a llevar, por encima de mi cadaver, eso te lo juro, matame si quieres pero a ella ni la toques.
Lo mire a aquellos ojos, que desprendian tanto odio, aquellos ojos que miraba cuando era pequeño cada vez que pegaba a mi madre o a mi hermana, aquellos ojos con los que me habia mirado durante mi secuestro.
-No no, no te la vas a llevar, por encima de mi cadaver, eso te lo juro, matame si quieres pero a ella ni la toques.
Lo mire a aquellos ojos, que desprendian tanto odio, aquellos ojos que miraba cuando era pequeño cada vez que pegaba a mi madre o a mi hermana, aquellos ojos con los que me habia mirado durante mi secuestro.
#98

22/03/2012 00:04
Sintiendo como Raimundo se aferraba a mí con fuerza pude escuchar al sonido de un revolver al cargarse. Casi por inercia, viendo que Salvador lo apuntaba, me coloqué delante de él. Como una madre que defiende a sus crías. Como una mujer enamorada que defiende ante todo a su amado.
Mas, como si de un juego de niños se tratase, Raimundo se adelantó a mí. Protegiéndome ahora él a mí. Me hubiese vuelto a posicionar entre el cuerpo de mi amado y el revolver de no haber visto como Salvador dejaba de mirarnos para centrar toda su atención en Pepa.
Las palabras que el Castro comenzó a decir no se hicieron más que un ruido sordo en mis oídos. Al igual que las de Pepa y Tristán.
La vista se me nubló y sentí flaquear mis piernas. Estas, con una torpeza aumentada por mi actual estado, caminaron por instinto hacia el sofá. Alejándome de la peculiar escena. Me agarré al respaldar confiando en que me sirviese de punto de apoyo. Mis parpados comenzaron a cerrarse. Apreté con fuerza la madera en un último intento por permanecer erguida.
Pero todo se agolpaba en mi mente. Las últimas noticias. Los últimos acontecimientos. Flora. La desaparición y ahora repentino regreso de mi hijo. Pepa y su colgante. El regreso de Salvador. Su... parentesco con Raimundo, ambos eran hermanos. Y por último mi relación con Raimundo.
Aflojé sin fuerzas el agarre al que había mantenido el respaldar. Mis parpados vencieron a su peso. Y mi peso quedó rendido a las leyes de la gravedad.
Mas, como si de un juego de niños se tratase, Raimundo se adelantó a mí. Protegiéndome ahora él a mí. Me hubiese vuelto a posicionar entre el cuerpo de mi amado y el revolver de no haber visto como Salvador dejaba de mirarnos para centrar toda su atención en Pepa.
Las palabras que el Castro comenzó a decir no se hicieron más que un ruido sordo en mis oídos. Al igual que las de Pepa y Tristán.
La vista se me nubló y sentí flaquear mis piernas. Estas, con una torpeza aumentada por mi actual estado, caminaron por instinto hacia el sofá. Alejándome de la peculiar escena. Me agarré al respaldar confiando en que me sirviese de punto de apoyo. Mis parpados comenzaron a cerrarse. Apreté con fuerza la madera en un último intento por permanecer erguida.
Pero todo se agolpaba en mi mente. Las últimas noticias. Los últimos acontecimientos. Flora. La desaparición y ahora repentino regreso de mi hijo. Pepa y su colgante. El regreso de Salvador. Su... parentesco con Raimundo, ambos eran hermanos. Y por último mi relación con Raimundo.
Aflojé sin fuerzas el agarre al que había mantenido el respaldar. Mis parpados vencieron a su peso. Y mi peso quedó rendido a las leyes de la gravedad.
#99

22/03/2012 00:44
Cuando Salvador disparo, vi como la bala se clavaba en el estomago de aquel hombre que siempre lo habia querido como mi padre.
Raimundo!!! *grite con todas mis fuerzas, acto seguido abalanzandome sobre Salvador,cayendo ambos al suelo, comence a forcejear con la mano que llevaba el arma, intentando quitarsela, mientras con la otra mano, le pegaba, le pegaba con toda mi rabia y todo mi odio*
Raimundo!!! *grite con todas mis fuerzas, acto seguido abalanzandome sobre Salvador,cayendo ambos al suelo, comence a forcejear con la mano que llevaba el arma, intentando quitarsela, mientras con la otra mano, le pegaba, le pegaba con toda mi rabia y todo mi odio*
#100

22/03/2012 08:18
¿Flora, su madre? Entonces, se trataría de ¿mi abuela? Siempre la había considerado, una gran amiga, que me ayudada cuando mas me flaqueaban las fuerzas. Salvador quería que le llevara a Flora. Pero yo no puedo ir donde ella, ella siempre venía a mí. Quería acabar con la vida de Francisca Raimundo y Tristán, y la primera iba a ser la Doña. Disparó hacia ella, pero Raimundo interceptó el disparó y lo recibió él. Angustiados Tristán y yo corrimos hacia él. Tristán comenzó a pegar a Salvador y yo atenía a Raimundo que se desangraba en el suelo.