Foro El secreto de Puente Viejo
Creemos nuestro propio Puente Viejo. ¡TODOS JUNTOS!
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07/03/2012 15:08
Fann3 me ha dado la idea de hacer esto, consiste en elaborar nuestra propia historia de Puente Viejo todos juntos. Cada forer@ va a ser un personaje de Puente Viejo.
Espero que os guste esta idea, me parece que lo podemos pasar muy bien.Si teneis alguna duda me lo deciis, y antes que nada si os parece bien, decidme que personaje quereis cada unos y yo los iré poniendo antes de empezar a elaborar la historia. Yo me pido Pepa si no os parece mal, si alguien quiereel personaje de Pepa yo me cojo otro y no pasa nada. Muchas gracias.



PERSONAJES PARA LA HISTORIA:
miri1309- Raimundo
Ruthlovetristan-Pepa
musicintheair13-Emilia
emshdopv-Soledad
Mariaesdpv-Tristán
Fann3-Alfonso
CristinaESDPV- Gregoria Casas
Franrai-Francisca
Triestrellasara-Mariana
Jessicavalido-Rosario
Laury93-Salvador Castro
Nhgsa- Sebastian Ulloa
Esdpvluna- D.Anselmo
¡PODEIS SEGUIR UNIENDOOS AUNQUE YA HAYAMOS EMPEZADO!
Aviso!! Por favor si os comprometeis a hacer un personaje, intentad escribir regularmente para darle continuidad a la historia y no quedar estancados. Muchas Gracias.
Y si quereis participar , informadnos con antelación, sino esto se desmadra y sería un caos. GRACIAS.
Espero que os guste esta idea, me parece que lo podemos pasar muy bien.Si teneis alguna duda me lo deciis, y antes que nada si os parece bien, decidme que personaje quereis cada unos y yo los iré poniendo antes de empezar a elaborar la historia. Yo me pido Pepa si no os parece mal, si alguien quiereel personaje de Pepa yo me cojo otro y no pasa nada. Muchas gracias.



PERSONAJES PARA LA HISTORIA:
miri1309- Raimundo
Ruthlovetristan-Pepa
musicintheair13-Emilia
emshdopv-Soledad
Mariaesdpv-Tristán
Fann3-Alfonso
CristinaESDPV- Gregoria Casas
Franrai-Francisca
Triestrellasara-Mariana
Jessicavalido-Rosario
Laury93-Salvador Castro
Nhgsa- Sebastian Ulloa
Esdpvluna- D.Anselmo
¡PODEIS SEGUIR UNIENDOOS AUNQUE YA HAYAMOS EMPEZADO!
Aviso!! Por favor si os comprometeis a hacer un personaje, intentad escribir regularmente para darle continuidad a la historia y no quedar estancados. Muchas Gracias.
Y si quereis participar , informadnos con antelación, sino esto se desmadra y sería un caos. GRACIAS.
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#841

23/04/2012 00:19
Mi padre se dirigió raudo hacia mí muy emocionado para abrazarme. Yo le correspondí con toda la fuerza de mi corazón. Francisca hizo lo mismo con Soledad.
- Tenía que hacerlo padre... - le contesté emocionado. - Siento el mal rato que ha pasado pero era lo mejor para usted...
En ese momento mi padre se apartó y me miró extrañado preguntándome que cómo es que eso era por él. Francisca aprovechó esa separación para soltarme una bofetada llena de rabia y gritando nerviosa que cómo se me había ocurrido hacer esto. Quedaba más que patente que lo habían pasado mal pero todo tenía una explicación. Tristán y Raimundo se encargaron de contenerla pero de repente Francisca pareció marearse. Mi padre la sostuvo y la acomodó en un montón de paja que había en un rincón. Soledad dijo para defenderme que era una locura que habíamos hecho pensando en ellos y no en nosotros.
- Salvador confesó a Rosario que él fue quien asesinó a Juan. - acabé por explicar. Los presentes me miraron sorprendidos. - Rosario me lo contó hace unos días. Parece ser que Juan reunió unas pruebas que comprometían mucho a Salvador.
Pepa me preguntó que si por eso íbamos a Valencia. Yo asentí. Tristán preguntó angustiado que si de verdad fingir nuestra muerte resultaba algo necesario.
- Tristán, Salvador va a por mi padre. Y no quiere sólo su muerte sino su sufrimiento. ¿Crees que fue casualidad el desvanecimiento que tuvo delante de vosotros? Mi padre es un hombre de campo fuerte que nunca ha padecido desvanecimientos ni nada por el estilo. Llámame paranoico pero apostaría mi vida a que fue cosa de Salvador. ¿O si no cómo te explicas que no estuviera en contra de que estuviéramos los dos en la Casona siendo personas que odia?
Tristán me miró reflexivo y después miró a Raimundo que estaba al lado de Francisca.
- Esto ha servido para que vea el dolor de mi padre y que piense que... no sé... que el destino está de su parte y le está haciendo pagar por todo lo que le arrebató. No sospechará que estamos investigándole.
Pepa me miró preocupada y preguntó que qué pasaba si Salvador había destruido las pruebas, y si no encontrábamos nada contra él. Todo esto habría sido en vano. Soledad entonces contestó que si Juan encontró las pruebas nosotros también y que no iba a consentir vivir el resto de su vida soportando los maltratos de Salvador a su madre. Después dijo algo que nunca pensé que oiría... ¡me amaba! Estaba conmigo para que no me pasara nada. Yo la miré emocionado mientras oía sus palabras de amor.
Francisca entonces hizo un esfuerzo por levantarse y volvió a abrazar a su hija emocionada por sus palabras. Mi padre se dirigió a mí diciéndome que si estaba seguro de esto ya que no teníamos nada seguro y podría ser que no encontráramos nada en mucho tiempo.
- Tenga fe padre. Confíe en mí. No podía quedarme con los brazos cruzados sabiendo que estaba en peligro... Volveré con la llave de su felicidad créame. No he de volver sin ella. - le susurré emocionado. - Ante todos tendrán que fingir que estamos muertos. - dije en voz más alta para que me oyera Francisca. - Pero antes necesito que me prometa algo padre... prométame que no va a abandonarse, que no va a desconectarse del mundo... Salvador estará al acecho y Francisca le necesitará... Emilia le necesitará... Cuide de ellas como pueda por favor. Tendrán noticias nuestras a través de don Julián y de Mauricio... lo prometo. Pero necesito que usted me prometa que va a estar ahí. - dije mientras mi padre me escuchaba emocionado y asentía.
Pero el destino le gusta siempre ponernos a prueba y al abrazarme mi padre tocó el bolsillo de mi chaqueta donde tenía el frasco con los calmantes. Yo maldije al destino mil veces al ver cómo mi padre sacaba el frasco del bolsillo. Me preguntó que qué eran.
- Son sólo unos calmantes padre no se preocupe. Me los dio don Julián para el dolor de la pierna que a veces no me dejaba dormir. - mentí. El problema es que mi padre me pillaba en todas las mentiras y me preguntó, esta vez más serio, que qué eran. Si la pierna iba mejor no tenía sentido que las tuviera. Miré a Soledad que me apremió para que lo contara. Vi que mi padre estaba cada vez más nerivoso así que hice de tripas corazón. Tenía que contarlo. - Tuve unos problemas respiratorios hace unos días y don Julián me las recomendó. Pero estoy bien...
Pero mi padre no me creyó y me preguntó que qué se trataba y si había ido a don Julián antes de hacer esto. Estaba seguro que al oir problemas respiratorios pensó en mamá. A la legua notaba que le ocultaba algo gordo y que por eso me lanzaba a esta aventura sin tener nada firme.
- Sólo es un soplo padre tranquilícese.
Pero mi padre era más listo y me increpó que si sólo era un soplo por qué no se lo dije antes. Antes de que yo pudiera contestar él lo sacó a la luz. Me preguntó si era la misma enfermedad que mi madre. Yo no pude hacer otra cosa que callar ya que no sabía qué contestar.
- Tenía que hacerlo padre... - le contesté emocionado. - Siento el mal rato que ha pasado pero era lo mejor para usted...
En ese momento mi padre se apartó y me miró extrañado preguntándome que cómo es que eso era por él. Francisca aprovechó esa separación para soltarme una bofetada llena de rabia y gritando nerviosa que cómo se me había ocurrido hacer esto. Quedaba más que patente que lo habían pasado mal pero todo tenía una explicación. Tristán y Raimundo se encargaron de contenerla pero de repente Francisca pareció marearse. Mi padre la sostuvo y la acomodó en un montón de paja que había en un rincón. Soledad dijo para defenderme que era una locura que habíamos hecho pensando en ellos y no en nosotros.
- Salvador confesó a Rosario que él fue quien asesinó a Juan. - acabé por explicar. Los presentes me miraron sorprendidos. - Rosario me lo contó hace unos días. Parece ser que Juan reunió unas pruebas que comprometían mucho a Salvador.
Pepa me preguntó que si por eso íbamos a Valencia. Yo asentí. Tristán preguntó angustiado que si de verdad fingir nuestra muerte resultaba algo necesario.
- Tristán, Salvador va a por mi padre. Y no quiere sólo su muerte sino su sufrimiento. ¿Crees que fue casualidad el desvanecimiento que tuvo delante de vosotros? Mi padre es un hombre de campo fuerte que nunca ha padecido desvanecimientos ni nada por el estilo. Llámame paranoico pero apostaría mi vida a que fue cosa de Salvador. ¿O si no cómo te explicas que no estuviera en contra de que estuviéramos los dos en la Casona siendo personas que odia?
Tristán me miró reflexivo y después miró a Raimundo que estaba al lado de Francisca.
- Esto ha servido para que vea el dolor de mi padre y que piense que... no sé... que el destino está de su parte y le está haciendo pagar por todo lo que le arrebató. No sospechará que estamos investigándole.
Pepa me miró preocupada y preguntó que qué pasaba si Salvador había destruido las pruebas, y si no encontrábamos nada contra él. Todo esto habría sido en vano. Soledad entonces contestó que si Juan encontró las pruebas nosotros también y que no iba a consentir vivir el resto de su vida soportando los maltratos de Salvador a su madre. Después dijo algo que nunca pensé que oiría... ¡me amaba! Estaba conmigo para que no me pasara nada. Yo la miré emocionado mientras oía sus palabras de amor.
Francisca entonces hizo un esfuerzo por levantarse y volvió a abrazar a su hija emocionada por sus palabras. Mi padre se dirigió a mí diciéndome que si estaba seguro de esto ya que no teníamos nada seguro y podría ser que no encontráramos nada en mucho tiempo.
- Tenga fe padre. Confíe en mí. No podía quedarme con los brazos cruzados sabiendo que estaba en peligro... Volveré con la llave de su felicidad créame. No he de volver sin ella. - le susurré emocionado. - Ante todos tendrán que fingir que estamos muertos. - dije en voz más alta para que me oyera Francisca. - Pero antes necesito que me prometa algo padre... prométame que no va a abandonarse, que no va a desconectarse del mundo... Salvador estará al acecho y Francisca le necesitará... Emilia le necesitará... Cuide de ellas como pueda por favor. Tendrán noticias nuestras a través de don Julián y de Mauricio... lo prometo. Pero necesito que usted me prometa que va a estar ahí. - dije mientras mi padre me escuchaba emocionado y asentía.
Pero el destino le gusta siempre ponernos a prueba y al abrazarme mi padre tocó el bolsillo de mi chaqueta donde tenía el frasco con los calmantes. Yo maldije al destino mil veces al ver cómo mi padre sacaba el frasco del bolsillo. Me preguntó que qué eran.
- Son sólo unos calmantes padre no se preocupe. Me los dio don Julián para el dolor de la pierna que a veces no me dejaba dormir. - mentí. El problema es que mi padre me pillaba en todas las mentiras y me preguntó, esta vez más serio, que qué eran. Si la pierna iba mejor no tenía sentido que las tuviera. Miré a Soledad que me apremió para que lo contara. Vi que mi padre estaba cada vez más nerivoso así que hice de tripas corazón. Tenía que contarlo. - Tuve unos problemas respiratorios hace unos días y don Julián me las recomendó. Pero estoy bien...
Pero mi padre no me creyó y me preguntó que qué se trataba y si había ido a don Julián antes de hacer esto. Estaba seguro que al oir problemas respiratorios pensó en mamá. A la legua notaba que le ocultaba algo gordo y que por eso me lanzaba a esta aventura sin tener nada firme.
- Sólo es un soplo padre tranquilícese.
Pero mi padre era más listo y me increpó que si sólo era un soplo por qué no se lo dije antes. Antes de que yo pudiera contestar él lo sacó a la luz. Me preguntó si era la misma enfermedad que mi madre. Yo no pude hacer otra cosa que callar ya que no sabía qué contestar.
#842

23/04/2012 00:39
Tras abrazar a Soledad y dirigirme hacia Sebastián. Propinándole a este último un fuerte y sonoro bofetón. Mosteándole así mi descontento ante lo que habían hecho. Escuché la ristra de explicaciones que nos debían.
-Cuídamela.- le hice prometerme. Recibiendo como respuesta una tierna a la vez que tímida sonrisa.
Pasamos un buen rato en compañia de los chicos. Disfrutando del ultimo rato, en mucho tiempo, que podría estar con mi niña Soledad.
Pepa se acercó a nosotras y pidió quedar a solas con ella.
-Te dejo con la partera, mi corazón.-pronuncié con una extraña mezcla, sobre todo por mis palabras finales.
Me aleje de ellas, no sin antes depositar un cariñoso beso en su frente. Viendo entonces como lo Tristán y Sebastián charlaban animadamente. Dejando que Raimundo fuese participe de aquella conversación.
Una terrible nausea me puso en sobre aviso y, tras dar la primera arcada, me dirigí hacia la puerta del chozo. Una vez fuera, otra arcada, quizás mayor e irrefrenable me acechó.
-Cuídamela.- le hice prometerme. Recibiendo como respuesta una tierna a la vez que tímida sonrisa.
Pasamos un buen rato en compañia de los chicos. Disfrutando del ultimo rato, en mucho tiempo, que podría estar con mi niña Soledad.
Pepa se acercó a nosotras y pidió quedar a solas con ella.
-Te dejo con la partera, mi corazón.-pronuncié con una extraña mezcla, sobre todo por mis palabras finales.
Me aleje de ellas, no sin antes depositar un cariñoso beso en su frente. Viendo entonces como lo Tristán y Sebastián charlaban animadamente. Dejando que Raimundo fuese participe de aquella conversación.
Una terrible nausea me puso en sobre aviso y, tras dar la primera arcada, me dirigí hacia la puerta del chozo. Una vez fuera, otra arcada, quizás mayor e irrefrenable me acechó.
#843

23/04/2012 00:39
A cada segundo que no contestaba él se ponía más nervioso. Cerré los ojos y respiré hondo.
- No lo sé padre. No lo sé. Tendría que hacerme unas pruebas pero cuestan dinero.
Mi padre se llevó las manos a la cabeza preso de la angustia. Tristán preguntó que cuánto necesitaba.
- 50 duros.
Francisca dijo que ellos tenían ese dinero pero yo meneé la cabeza derrotado.
- No Francisca. No puede disponer de ese dinero sin la firma de Salvador y dudo mucho que él quiera.
La dura realidad hizo que mi padre maldijera a Salvador gritando con todas sus fuerzas a la vez que daba puñetazos a la pared. Pepa corrió a tranquilizarle y yo fui con ellos.
- Padre tranquilo. En Valencia tengo un amigo médico que puede conseguir que me hagan las pruebas. Don Julián me dijo que todavía no hay señales físicas así que puede no ser nada y quiero que piense en ello ¿me oye?... - le dije emocionado mientras veía la preocupación en su rostro. Volvió a abrazarme esta vez con dolor. - Quiero que sea feliz padre... por eso me he atrevido a hacer esto. No quería que se enterara de esta forma ahora que volvía a ser feliz. - le dije sin romper el abrazo. - Escúcheme padre... prométame que va a ser fuerte - le dije haciendo que me mirara. - Prométamelo por favor... - finalmente él asintió. - Conseguiré la llave de su felicidad padre... se lo prometo por mi amor de hijo.
Mi padre me prometió emocionado que no renunciaría a Francisca lo cual me tranquilizó. Después ella sufrió una náusea muy fuerte que le hizo abandonar el chozo. Mi padre y Pepa corrieron tras ella. Solté el aire esta vez con dolor por lo que había contado. No quería que mi padre tuviera esa preocupación. Tristán se acercó a mí y puso una mano en mi hombro para mostrarme su apoyo y Soledad igual. Después de unos segundos mi padre volvió al chozo no sin la preocupación en su rostro por Francisca.
¡Ale! A coro todo el mundo... ¡¡¡¡ESE SEBAS COMO MOLA SE MERECE UNA OLA!!!!
- No lo sé padre. No lo sé. Tendría que hacerme unas pruebas pero cuestan dinero.
Mi padre se llevó las manos a la cabeza preso de la angustia. Tristán preguntó que cuánto necesitaba.
- 50 duros.
Francisca dijo que ellos tenían ese dinero pero yo meneé la cabeza derrotado.
- No Francisca. No puede disponer de ese dinero sin la firma de Salvador y dudo mucho que él quiera.
La dura realidad hizo que mi padre maldijera a Salvador gritando con todas sus fuerzas a la vez que daba puñetazos a la pared. Pepa corrió a tranquilizarle y yo fui con ellos.
- Padre tranquilo. En Valencia tengo un amigo médico que puede conseguir que me hagan las pruebas. Don Julián me dijo que todavía no hay señales físicas así que puede no ser nada y quiero que piense en ello ¿me oye?... - le dije emocionado mientras veía la preocupación en su rostro. Volvió a abrazarme esta vez con dolor. - Quiero que sea feliz padre... por eso me he atrevido a hacer esto. No quería que se enterara de esta forma ahora que volvía a ser feliz. - le dije sin romper el abrazo. - Escúcheme padre... prométame que va a ser fuerte - le dije haciendo que me mirara. - Prométamelo por favor... - finalmente él asintió. - Conseguiré la llave de su felicidad padre... se lo prometo por mi amor de hijo.
Mi padre me prometió emocionado que no renunciaría a Francisca lo cual me tranquilizó. Después ella sufrió una náusea muy fuerte que le hizo abandonar el chozo. Mi padre y Pepa corrieron tras ella. Solté el aire esta vez con dolor por lo que había contado. No quería que mi padre tuviera esa preocupación. Tristán se acercó a mí y puso una mano en mi hombro para mostrarme su apoyo y Soledad igual. Después de unos segundos mi padre volvió al chozo no sin la preocupación en su rostro por Francisca.
¡Ale! A coro todo el mundo... ¡¡¡¡ESE SEBAS COMO MOLA SE MERECE UNA OLA!!!!

#844

23/04/2012 14:17
Nuestros padres entraron. Mi madre corrió hacia mí a abrazarme y Raimundo hizo lo mismo con Sebastián. Luego mi madre se acercó a Sebastián y le dio una bofetada. Sebastián les dijo que todo lo ocurrido tenía una explicación. Les explicó que fue Salvador quién mató a Juan por encontrar unas pruebas que comprometían a Salvador. Entonces, Pepa preguntó qué pasaría si Salvador había destruido esas pruebas y no encontrábamos nada sobre él.
- Si Juan pudo encontrar algo acerca de Salvador, ¿por qué no nosotros también? Sebastián tiene muchos contactos en Valencia que nos pueden ayudar. Él no me obligó a hacer nada que no quisiera hacer. Todo lo he hecho por Sebastián. No podía dejar que se enfrentara a todo esto él solo – mis ojos se empezaron a inundar de lágrimas –Porque si le ocurriera algo a Sebastián no me lo podría perdonar jamás. Hay dos razones por las que hago todo esto: la primera es que no pienso volver a consentir que Salvador nos maltraté a mi madre ni a mí. Y la segunda… - Sebastián me miró con esos ojos que me habían hecho perder la razón – la segunda razón es… que amo a Sebastián más que a nada en este mundo. Estoy perdidamente enamorada de él.
Sebastián me miró emocionado y mi madre me abrazó con fuerza. Nunca había sentido a mi madre tan cercana y cariñosa conmigo. Se ve que Raimundo la estaba cambiando y para mejor. Raimundo hizo lo mismo con Sebastián y encontró unas medicinas que don Julián le había dado para su “enfermedad” respiratoria. Insistí a Sebastián para que se lo contará y al final accedió. Le relató todo lo acontecido. Entonces madre se empezó a sentir mareada y con nauseas y salió del chozo. Detrás de ella salieron presto Pepa y Raimundo. Yo mientras, fui a hablar con Sebastián y Tristán. Raimundo entró y nos contó que había dejado a Pepa con mi madre fuera. Estaba muy preocupada, no sabía que lo podía estar pasando a mi madre. ¿Y si todo había sido culpa mía? Tristán y Raimundo se pusieron a hablar, mientras que Sebastián y yo nos fuimos a un rincón del chozo. Sebastián me dijo que tendríamos que hablar él y yo sobre todo lo acontecido.
- ¿De qué quieres hablar? Yo ya te he dicho todo lo que siento. Des de que nos besamos no puedo dejar de pensar en ti y ahogaba mi garganta para no gritar a los cuatro vientos que te amo. Cuando hemos estado a solas intentaba contenerme para no lanzarme a tus brazos.
Sebastián sonrió y lentamente se fue acercando hacia mí con esa sonrisa que me había enamorado. Me apoyé en la pared del chozo y, acto seguido, me besó como nunca antes me había besado nadie. No sé cuanto duró el beso, ya que a mí me pareció una eternidad, pero estaba muy a gusto con Sebastián ahí, apartados del mundo, sucumbidos en un mundo en el que solo existíamos él y yo.
- Si Juan pudo encontrar algo acerca de Salvador, ¿por qué no nosotros también? Sebastián tiene muchos contactos en Valencia que nos pueden ayudar. Él no me obligó a hacer nada que no quisiera hacer. Todo lo he hecho por Sebastián. No podía dejar que se enfrentara a todo esto él solo – mis ojos se empezaron a inundar de lágrimas –Porque si le ocurriera algo a Sebastián no me lo podría perdonar jamás. Hay dos razones por las que hago todo esto: la primera es que no pienso volver a consentir que Salvador nos maltraté a mi madre ni a mí. Y la segunda… - Sebastián me miró con esos ojos que me habían hecho perder la razón – la segunda razón es… que amo a Sebastián más que a nada en este mundo. Estoy perdidamente enamorada de él.
Sebastián me miró emocionado y mi madre me abrazó con fuerza. Nunca había sentido a mi madre tan cercana y cariñosa conmigo. Se ve que Raimundo la estaba cambiando y para mejor. Raimundo hizo lo mismo con Sebastián y encontró unas medicinas que don Julián le había dado para su “enfermedad” respiratoria. Insistí a Sebastián para que se lo contará y al final accedió. Le relató todo lo acontecido. Entonces madre se empezó a sentir mareada y con nauseas y salió del chozo. Detrás de ella salieron presto Pepa y Raimundo. Yo mientras, fui a hablar con Sebastián y Tristán. Raimundo entró y nos contó que había dejado a Pepa con mi madre fuera. Estaba muy preocupada, no sabía que lo podía estar pasando a mi madre. ¿Y si todo había sido culpa mía? Tristán y Raimundo se pusieron a hablar, mientras que Sebastián y yo nos fuimos a un rincón del chozo. Sebastián me dijo que tendríamos que hablar él y yo sobre todo lo acontecido.
- ¿De qué quieres hablar? Yo ya te he dicho todo lo que siento. Des de que nos besamos no puedo dejar de pensar en ti y ahogaba mi garganta para no gritar a los cuatro vientos que te amo. Cuando hemos estado a solas intentaba contenerme para no lanzarme a tus brazos.
Sebastián sonrió y lentamente se fue acercando hacia mí con esa sonrisa que me había enamorado. Me apoyé en la pared del chozo y, acto seguido, me besó como nunca antes me había besado nadie. No sé cuanto duró el beso, ya que a mí me pareció una eternidad, pero estaba muy a gusto con Sebastián ahí, apartados del mundo, sucumbidos en un mundo en el que solo existíamos él y yo.
#845

23/04/2012 17:57
Raimundo me agarró de la cintura haciéndome temblar bajo su toque. ¿Es que no podía agarrarme por otro sitio? Emití un pequeño suspiro al escuchar cómo, preocupado, me preguntaba en un susurro el porqué de mi estado.
-Estoy bien, ya te dije antes que no era nada y ahora… tampoco.- le contesté mientras me giraba. -Son demasiadas cosas.-musité achacando mi estado a lo últimos acontecimientos. Salvador. Los muchachos. Y él mismo.
Lo empujé suavemente con las manos sobre su pecho y Pepa apareció preguntando por mi estado. Pidiéndole a Raimundo que volviese dentro para poder dejarnos solas.
-Estoy bien, Pepa.- le respondí. Ella quiso interesarse aún más y volvió a obtener la misma respuesta de mi parte. –No me ocurre nada, es solo un simple malestar.- la miré viendo como ella se acercaba. –Demasiados sentimientos en muy poco tiempo.- confesé. – El animal de mi marido sigue vivo y con el propósito de amargar la existencia a todos los que lo rodean.- me apoyé en la pared. –Y por si no estuviese demasiado enfadada con la muerte por no llevárselo a su lado, esta misma tarde he perecido al creer que a la que se había llevado era a mi Soledad.- continué con la mirada perdida. –Para colmo de males, el amor de mi vida, aquel con el que creí haber vuelto a sentir la felicidad, me rechaza por haberle negado la paternidad de Tristán.- suspiré.
Pepa trató de consolarme negándome que Raimundo no actuara de aquella forma conmigo.
-Lo hace, partera. No es capaz de perdonarme del todo.- pronuncié fijando mis ojos en los suyos. –Hombre terco.- dije más para mí que para ella. Llevando mi mirada de nuevo hacia el horizonte. –Y me tortura a cada gesto de preocupación y acercamiento que me dedica, pues sé que tras ese efímero momento se volverá a alejar de mi sin que un te quiero vuelva a salir de sus labios.- terminé hablando en silencio.
La joven trató de alejarme de mis pensamientos. Indicándome que debería ir a hacerme alguna prueba para saber exactamente a que venía mi mal estar.
-Ya te he dicho que no es nada.- volví a negar orgullosa tras salir de mi ensimismamiento.
Me separé de la pared dispuesta a entrar de nuevo al chozo. Mas, perdiendo un poco el equilibrio hube de volver a apoyarme.
-No es nada.- repetí testaruda antes de que la partera se pronunciase. –Voy a despedirme de los chicos.- la informé.
Entré y vi el semblante pensativo de Raimundo. Preocupado por la salud de su hijo, el cual acababa de plantear la posibilidad de tener la misma enfermedad que Natalia, la esposa de Raimundo y madre de Sebastián.
Tristán a su lado, le hablaba y dirigía miradas furtivas hacia uno de los rincones en el que Soledad y Sebastián se encontraban, demasiado acaramelados. Al verme a mí entrar se acercó, preguntándome por lo ocurrido.
-Gracias por el interés, hijo mío.- sonreí cariñosa. –La verdad es que no me encuentro demasiado bien, pero con algo de descanso se me pasará.- le dije tranquilizadora. Se ofreció para llevarme a la Casona sin posibilidad de protesta y asentí, sin querer negárselo.
Me acerqué a Soledad, dándole un fuerte abrazo y despidiéndola amorosa.
-Te quiero, mi corazón.- le susurré al oído mientras la abrazaba.
Después miré a Sebastián y no hizo falta que pronunciase ninguna palabra amenazante. El muchacho me sonrió y prometió cuidar a Soledad. Nada más pude pedirle. Los jóvenes se querían y cuando se ama, se protege a ese amor con la vida misma.
Miré a Raimundo tras aquella reflexión. Y sin que nadie se percatase llevé mi mano hacia mi oreja derecha. Quitándome, sin demasiada dificultad, el pendiente. Guardándolo en mi mano al cerrarla. Me acerqué entonces a él. Quien, me dedicó algunas palabras que no quise o pude llegar a escuchar.
-Raimundo…- pronunciaron mis labios. –sé que es todo esto es difícil,- proseguí. –pero no olvides que…- Acaricié con mi mano derecha su pecho, sin recrearme demasiado. –te quiero.- le susurré acercándome un poco más a él. Aprovechando aquel momento de nerviosismo para dejar caer finalmente mi pendiente en el bolsillo de su chaqueta. Sabía que él también lo hacía. Y confiaba en que cuando viese el pendiente, pasado ya todo el tema de nuestros hijos, pudiese reflexionar aún más sobre las explicaciones que buenamente le había podido dar.
Tristán me llamó para irnos, despidiéndose brevemente de Pepa y prometiendo que en cuanto me dejase en casa volvería.
-Estoy bien, ya te dije antes que no era nada y ahora… tampoco.- le contesté mientras me giraba. -Son demasiadas cosas.-musité achacando mi estado a lo últimos acontecimientos. Salvador. Los muchachos. Y él mismo.
Lo empujé suavemente con las manos sobre su pecho y Pepa apareció preguntando por mi estado. Pidiéndole a Raimundo que volviese dentro para poder dejarnos solas.
-Estoy bien, Pepa.- le respondí. Ella quiso interesarse aún más y volvió a obtener la misma respuesta de mi parte. –No me ocurre nada, es solo un simple malestar.- la miré viendo como ella se acercaba. –Demasiados sentimientos en muy poco tiempo.- confesé. – El animal de mi marido sigue vivo y con el propósito de amargar la existencia a todos los que lo rodean.- me apoyé en la pared. –Y por si no estuviese demasiado enfadada con la muerte por no llevárselo a su lado, esta misma tarde he perecido al creer que a la que se había llevado era a mi Soledad.- continué con la mirada perdida. –Para colmo de males, el amor de mi vida, aquel con el que creí haber vuelto a sentir la felicidad, me rechaza por haberle negado la paternidad de Tristán.- suspiré.
Pepa trató de consolarme negándome que Raimundo no actuara de aquella forma conmigo.
-Lo hace, partera. No es capaz de perdonarme del todo.- pronuncié fijando mis ojos en los suyos. –Hombre terco.- dije más para mí que para ella. Llevando mi mirada de nuevo hacia el horizonte. –Y me tortura a cada gesto de preocupación y acercamiento que me dedica, pues sé que tras ese efímero momento se volverá a alejar de mi sin que un te quiero vuelva a salir de sus labios.- terminé hablando en silencio.
La joven trató de alejarme de mis pensamientos. Indicándome que debería ir a hacerme alguna prueba para saber exactamente a que venía mi mal estar.
-Ya te he dicho que no es nada.- volví a negar orgullosa tras salir de mi ensimismamiento.
Me separé de la pared dispuesta a entrar de nuevo al chozo. Mas, perdiendo un poco el equilibrio hube de volver a apoyarme.
-No es nada.- repetí testaruda antes de que la partera se pronunciase. –Voy a despedirme de los chicos.- la informé.
Entré y vi el semblante pensativo de Raimundo. Preocupado por la salud de su hijo, el cual acababa de plantear la posibilidad de tener la misma enfermedad que Natalia, la esposa de Raimundo y madre de Sebastián.
Tristán a su lado, le hablaba y dirigía miradas furtivas hacia uno de los rincones en el que Soledad y Sebastián se encontraban, demasiado acaramelados. Al verme a mí entrar se acercó, preguntándome por lo ocurrido.
-Gracias por el interés, hijo mío.- sonreí cariñosa. –La verdad es que no me encuentro demasiado bien, pero con algo de descanso se me pasará.- le dije tranquilizadora. Se ofreció para llevarme a la Casona sin posibilidad de protesta y asentí, sin querer negárselo.
Me acerqué a Soledad, dándole un fuerte abrazo y despidiéndola amorosa.
-Te quiero, mi corazón.- le susurré al oído mientras la abrazaba.
Después miré a Sebastián y no hizo falta que pronunciase ninguna palabra amenazante. El muchacho me sonrió y prometió cuidar a Soledad. Nada más pude pedirle. Los jóvenes se querían y cuando se ama, se protege a ese amor con la vida misma.
Miré a Raimundo tras aquella reflexión. Y sin que nadie se percatase llevé mi mano hacia mi oreja derecha. Quitándome, sin demasiada dificultad, el pendiente. Guardándolo en mi mano al cerrarla. Me acerqué entonces a él. Quien, me dedicó algunas palabras que no quise o pude llegar a escuchar.
-Raimundo…- pronunciaron mis labios. –sé que es todo esto es difícil,- proseguí. –pero no olvides que…- Acaricié con mi mano derecha su pecho, sin recrearme demasiado. –te quiero.- le susurré acercándome un poco más a él. Aprovechando aquel momento de nerviosismo para dejar caer finalmente mi pendiente en el bolsillo de su chaqueta. Sabía que él también lo hacía. Y confiaba en que cuando viese el pendiente, pasado ya todo el tema de nuestros hijos, pudiese reflexionar aún más sobre las explicaciones que buenamente le había podido dar.
Tristán me llamó para irnos, despidiéndose brevemente de Pepa y prometiendo que en cuanto me dejase en casa volvería.
#846

23/04/2012 19:28
Me llevé a Soledad a un rincón para que me volviera a dedicar las palabras que había oído. No me lo podía creer ¡Soledad me amaba! Mi corazón se disparó en ese momento.
- Soledad ¿estás segura de lo que acabas de decir?
Cuando oí de nuevo esas palabras de amor me lancé a sus labios como un auténtico hambriento. El tiempo se detuvo en ese momento. Sólo existíamos ella y yo. Ahora tenía la fuerza suficiente para afrontar esta aventura y para lo que fuera. Junto a ella, nada me puede detener.
Después de unos minutos Francisca y Pepa entraron de nuevo al chozo. Francisca aseguró que no era nada pero no le vi buena cara. Se acercó a nosotros y abrazó a Soledad. Después me hizo prometer que la cuidaría.
- Pierda cuidado Francisca. No dejaré que le ocurra nada se lo prometo.
Mi padre se acercó para despedirse de mí y nos fundimos en un abrazo. Tristán nos dio un abrazo a los dos al igual que Pepa diciéndonos que tuviéramos cuidado.
- Tranquila... tendréis noticias nuestras.
Ellos se fueron dejándonos solos. Miré a Soledad que estaba triste pero a la vez nerviosa. Yo me acerqué a ella y le abracé contra mi pecho.
- Esto no es un adiós Soledad. Tengo a una persona que mantendrá a raya a Salvador créeme. Volveremos y les liberaremos. Y al fin seremos felices. No habrá más miedo en tu casa ni en tu vida. Nadie volverá a hacerte daño... te lo prometo por mi amor.
Soledad asintió y después me besó con pasión. Yo la abracé por la cintura más fuerte y me perdí en esos labios que me volvían loco. Mauricio llamó a la puerta interrumpiéndonos desgraciadamente para advertirnos que deberíamos marcharnos ya. Deberíamos llegar a la Puebla a primera hora. Asentimos y nos pusimos en marcha.
Cuando llegamos al carro nos dimos cuenta de que Mauricio lo había equipado con víveres para el camino. Había comida suficiente por lo menos hasta llegar a Madrid, dinero y agua, un sombrero y un pañuelo. Le dimos las gracias y nos pusimos en marcha. Yo me puse el sombrero para taparme gran parte de la cara y Soledad se puso el pañuelo tapándole la boca.
Después de unas horas de viaje por un sendero sin hablarnos casi oímos voces. Al estar rodeados de multitud de árboles no nos dimos cuenta de una cabaña ruinosa que había a lo lejos. Alguien gritaba y otro suplicaba. Paramos en seco. Las personas no salieron de esa cabaña cosa que nos alivió hasta que Soledad me cogió del brazo para que me girara. La miré y vi que horrorizada me susurró el nombre de don Anselmo. Me puse a escuchar atentamente y a mí también me lo pareció. ¿Y ahora qué?
- Soledad ¿estás segura de lo que acabas de decir?
Cuando oí de nuevo esas palabras de amor me lancé a sus labios como un auténtico hambriento. El tiempo se detuvo en ese momento. Sólo existíamos ella y yo. Ahora tenía la fuerza suficiente para afrontar esta aventura y para lo que fuera. Junto a ella, nada me puede detener.
Después de unos minutos Francisca y Pepa entraron de nuevo al chozo. Francisca aseguró que no era nada pero no le vi buena cara. Se acercó a nosotros y abrazó a Soledad. Después me hizo prometer que la cuidaría.
- Pierda cuidado Francisca. No dejaré que le ocurra nada se lo prometo.
Mi padre se acercó para despedirse de mí y nos fundimos en un abrazo. Tristán nos dio un abrazo a los dos al igual que Pepa diciéndonos que tuviéramos cuidado.
- Tranquila... tendréis noticias nuestras.
Ellos se fueron dejándonos solos. Miré a Soledad que estaba triste pero a la vez nerviosa. Yo me acerqué a ella y le abracé contra mi pecho.
- Esto no es un adiós Soledad. Tengo a una persona que mantendrá a raya a Salvador créeme. Volveremos y les liberaremos. Y al fin seremos felices. No habrá más miedo en tu casa ni en tu vida. Nadie volverá a hacerte daño... te lo prometo por mi amor.
Soledad asintió y después me besó con pasión. Yo la abracé por la cintura más fuerte y me perdí en esos labios que me volvían loco. Mauricio llamó a la puerta interrumpiéndonos desgraciadamente para advertirnos que deberíamos marcharnos ya. Deberíamos llegar a la Puebla a primera hora. Asentimos y nos pusimos en marcha.
Cuando llegamos al carro nos dimos cuenta de que Mauricio lo había equipado con víveres para el camino. Había comida suficiente por lo menos hasta llegar a Madrid, dinero y agua, un sombrero y un pañuelo. Le dimos las gracias y nos pusimos en marcha. Yo me puse el sombrero para taparme gran parte de la cara y Soledad se puso el pañuelo tapándole la boca.
Después de unas horas de viaje por un sendero sin hablarnos casi oímos voces. Al estar rodeados de multitud de árboles no nos dimos cuenta de una cabaña ruinosa que había a lo lejos. Alguien gritaba y otro suplicaba. Paramos en seco. Las personas no salieron de esa cabaña cosa que nos alivió hasta que Soledad me cogió del brazo para que me girara. La miré y vi que horrorizada me susurró el nombre de don Anselmo. Me puse a escuchar atentamente y a mí también me lo pareció. ¿Y ahora qué?
#847

23/04/2012 19:43
La miré bloqueado.. no sabía qué hacer. Soledad me dijo que no podíamos dejarle a merced de Salvador, teníamos que hacer algo. Miré a nuestro alrededor y vi que no había nadie. Hice ademán para que bajara conmigo. Atamos el carro a un árbol, cogí un palo de madera grueso y el cuchillo que nos había dejado Mauricio en el carro y nos acercamos sigilosamente a la cabaña. Nos agachamos para escuchar mejor debajo de unas ventanas para confirmar los dueños de las voces. Sí, eran Salvador y don Anselmo.
Dije a Soledad que me esperara aquí y yo me encaminé sigilosamente hacia la puerta. Me tapé bien el rostro para que no me reconociera junto con el sombrero. Llamé a la puerta. Alguien gritó dentro maldiciéndome. Volví a llamar. Esta vez abrió y no pensé. En cuanto asomó la cabeza le di con todas mis fuerzas en la cabeza. Cayó de bruces al suelo.
Le comprobé las pulsaciones. No estaba muerto. Llamé a Soledad para que me ayudara. Entramos y vimos a un don Anselmo visiblemente maltratado y deshidratado. Le desatamos con toda la celeridad de la que éramos capaces a la vez que vigilábamos que no despertara Salvador. El pobre don Anselmo no nos reconoció.
- Tranquilo padre. Somos de los buenos.
Gracias a la voz susurró emocionado.
- ¿Sebastián?
- El mismo. Tranquilo que vamos a sacarle de aquí.
En cuanto le desatamos Soledad llevó al padre al carro mientras que yo ataba y amordazaba a Salvador. Después le vendé los ojos.
- Maldita escoria... - susurré lleno de rabia. - Voy a acabar contigo... te lo juro por mi vida.
Me fui al carro donde vi a Soledad que acomodó a don Anselmo en el carro. Éste comía y bebía por lo que parecía la primera vez en muchos días.
- Pero hijos ¿qué hacéis aquí tan lejos de Puente Viejo?
- Es una larga historia padre que de momento no se la podemos contar. Acomódese y espere a mañana.
Y así, con un aventurero más, continuamos nuestro camino.
Dije a Soledad que me esperara aquí y yo me encaminé sigilosamente hacia la puerta. Me tapé bien el rostro para que no me reconociera junto con el sombrero. Llamé a la puerta. Alguien gritó dentro maldiciéndome. Volví a llamar. Esta vez abrió y no pensé. En cuanto asomó la cabeza le di con todas mis fuerzas en la cabeza. Cayó de bruces al suelo.
Le comprobé las pulsaciones. No estaba muerto. Llamé a Soledad para que me ayudara. Entramos y vimos a un don Anselmo visiblemente maltratado y deshidratado. Le desatamos con toda la celeridad de la que éramos capaces a la vez que vigilábamos que no despertara Salvador. El pobre don Anselmo no nos reconoció.
- Tranquilo padre. Somos de los buenos.
Gracias a la voz susurró emocionado.
- ¿Sebastián?
- El mismo. Tranquilo que vamos a sacarle de aquí.
En cuanto le desatamos Soledad llevó al padre al carro mientras que yo ataba y amordazaba a Salvador. Después le vendé los ojos.
- Maldita escoria... - susurré lleno de rabia. - Voy a acabar contigo... te lo juro por mi vida.
Me fui al carro donde vi a Soledad que acomodó a don Anselmo en el carro. Éste comía y bebía por lo que parecía la primera vez en muchos días.
- Pero hijos ¿qué hacéis aquí tan lejos de Puente Viejo?
- Es una larga historia padre que de momento no se la podemos contar. Acomódese y espere a mañana.
Y así, con un aventurero más, continuamos nuestro camino.
#848

23/04/2012 20:03
Sentía una gran pena por la muerte de Soledad y Sebastián. Soledad era mi hermana y yo siempre la había sentido como tal y Sebastián... Él también era como un hermano para mí. Abracé con fuerza a Tristán, que estaba destrozado por la pérdida, me pidió que me fuera a mi habitación de la posada y él iría a la casa de comidas, dónde estaban su madre y Raimundo.
Así lo hice. Y en la puerta de mi habitación de encontré a Emilia, caminando de un lugar a otro preocuda. Probablemente aún so sabía lo ocurrido. Dudé si decírselo o no, por su estado, pero merecía saberlo. Se lo dije pero ella no se mostro triste, más bien algo enfadada. Me contó que Sebastián y Soledad no estaban muertos, si no que todo había sido parte de un plan para acabar con Salvador y poder investigarle. Se habían tomado una sustancia que les hacía parecer muertos, pero que en realidad no lo estaban.
Me dirigí a Emilia y la dije que tenía que contárselo a Francisca, a Raimundo y a Tristán. Se vino conmigo y entramos en la taberna, dónde se lo relató a todos. En los rostros de todos se podía percibir el alivio por saber que los muchachos estaban bien, pero a la vez el enfado y la rabio, de que no se lo hubieran contado. Así me sentía yo también.
Permanecí junto a Tristán y a todos los demás, en la casa de comidas, hasta que anocheció. El plan era ir al chozo, allí nos veríamos con Sebastián y Soledad, que ya estarían despiertos.
Nos dirigimos hacia allí, Tristán y yo íbamos algunos pasos más adelantados, hablando de la reprimenda que les íbamos a echar, pero también del alivio que sentíamos porque no les hubiera ocurrido nada.
Por fin llegamos al chozo y les encontramos a ambos, mirándonos. Me dirigí a Sebastián, y le ché la bronca diciéndole que por que no nos había avisado. Él nos explicó que las cosas se habían dado de una forma algo precipitada y que no les había quedado otra opción. Pero Tristán no fue tan comprensivo como yo.
Agarró a Sebastián de la camisa y levantó el puño incriminandole el gran susto que ambos nos habían dado. Entre Soledad y yo conseguimos calmarle y que le soltara.
Entraron Raimundo y Francisca, ambos dándoles reprimendas a us respectivos hijos por no haberles contado nada, pero dichosos, a la vez por que estaban vivos.
De pronto parece que Francisca se mareó, no se encontraba bien. Entre todos conseguimos tumbarla para que nos explicara que la ocurría.
Así lo hice. Y en la puerta de mi habitación de encontré a Emilia, caminando de un lugar a otro preocuda. Probablemente aún so sabía lo ocurrido. Dudé si decírselo o no, por su estado, pero merecía saberlo. Se lo dije pero ella no se mostro triste, más bien algo enfadada. Me contó que Sebastián y Soledad no estaban muertos, si no que todo había sido parte de un plan para acabar con Salvador y poder investigarle. Se habían tomado una sustancia que les hacía parecer muertos, pero que en realidad no lo estaban.
Me dirigí a Emilia y la dije que tenía que contárselo a Francisca, a Raimundo y a Tristán. Se vino conmigo y entramos en la taberna, dónde se lo relató a todos. En los rostros de todos se podía percibir el alivio por saber que los muchachos estaban bien, pero a la vez el enfado y la rabio, de que no se lo hubieran contado. Así me sentía yo también.
Permanecí junto a Tristán y a todos los demás, en la casa de comidas, hasta que anocheció. El plan era ir al chozo, allí nos veríamos con Sebastián y Soledad, que ya estarían despiertos.
Nos dirigimos hacia allí, Tristán y yo íbamos algunos pasos más adelantados, hablando de la reprimenda que les íbamos a echar, pero también del alivio que sentíamos porque no les hubiera ocurrido nada.
Por fin llegamos al chozo y les encontramos a ambos, mirándonos. Me dirigí a Sebastián, y le ché la bronca diciéndole que por que no nos había avisado. Él nos explicó que las cosas se habían dado de una forma algo precipitada y que no les había quedado otra opción. Pero Tristán no fue tan comprensivo como yo.
Agarró a Sebastián de la camisa y levantó el puño incriminandole el gran susto que ambos nos habían dado. Entre Soledad y yo conseguimos calmarle y que le soltara.
Entraron Raimundo y Francisca, ambos dándoles reprimendas a us respectivos hijos por no haberles contado nada, pero dichosos, a la vez por que estaban vivos.
De pronto parece que Francisca se mareó, no se encontraba bien. Entre todos conseguimos tumbarla para que nos explicara que la ocurría.
#849

23/04/2012 20:16
Vimos como Francisca se mareaba y se llevaba la mano al estómago. Salió despedida fuera del chozo. Yo la seguí y la vi vomitando en un árbol cercano. La pregunte por su estado y me dijo que no era nada, todas las preocupaciones que había tenido últimamente.
Insistí pues no me parecía que fuera solamente eso y la dije que quizá lo mejor era hacerse alguna prueba. También hablamos de su relación con Raimundo. Me dijo que estaba segura de que él jamás la perdonaría haberle ocultado su paternidad. Yo la intenté calmar diciendola que si que lo haría, que Raimundo la quería y tarde o temprano aflojaría, ella cambio de tema y me dijo que ella no tenía que hacerse prueba alguna y en ese momento pensé:
-¿Cómo no? ¡Genio y figura!
La acompañé de nuevo al chozo pues me dijo que se encontraba mejor. Aún así Tristán propuso llevarla a la Casona para que descansara. A Raimundo se le ocurrió la idea de que podríamos ir los cuatro en la calesa, además así dejaríamos solos a Sebastián y Soledad que parecía que lo necesitaban, Tristán aceptó encantado.
Durante todo el viaje estuvimos dándonos besos y haciendonos carantoñas aunque en algún momento me corté un poco ya que parecía que Raimundo y Francisca nos miraban atentos. Aún así disfruté del viaje, tenía claro que nadie nos iba a privar de nuestro amor, y Tristán estaba de acuerdo conmigo.
Insistí pues no me parecía que fuera solamente eso y la dije que quizá lo mejor era hacerse alguna prueba. También hablamos de su relación con Raimundo. Me dijo que estaba segura de que él jamás la perdonaría haberle ocultado su paternidad. Yo la intenté calmar diciendola que si que lo haría, que Raimundo la quería y tarde o temprano aflojaría, ella cambio de tema y me dijo que ella no tenía que hacerse prueba alguna y en ese momento pensé:
-¿Cómo no? ¡Genio y figura!
La acompañé de nuevo al chozo pues me dijo que se encontraba mejor. Aún así Tristán propuso llevarla a la Casona para que descansara. A Raimundo se le ocurrió la idea de que podríamos ir los cuatro en la calesa, además así dejaríamos solos a Sebastián y Soledad que parecía que lo necesitaban, Tristán aceptó encantado.
Durante todo el viaje estuvimos dándonos besos y haciendonos carantoñas aunque en algún momento me corté un poco ya que parecía que Raimundo y Francisca nos miraban atentos. Aún así disfruté del viaje, tenía claro que nadie nos iba a privar de nuestro amor, y Tristán estaba de acuerdo conmigo.
#850

24/04/2012 12:40
Entramos al chozo, y mi reflejo fue coger a Sebastián por la camisa, levantándole el puño, y diciéndole si había obligado a mi hermana a algo, alf in Pepa y Soledad lograron calmarme, y me convencieron de que no había obligado a nadie. Después abracé a mi hermana, y le pedí disculpas a Sebastián, mi madre se mareó y salió fuera, Pepa fue tras ella, cuando volvieron propuse que fueramos los cuatro en la calesa hacia la casona, mi madre no se encontraba muy bien, y tanto Pepa como ella tenían que descansar, aún no estaba todo dicho con mi madre, tenía que pedirle demasiadas explicaciones, pero nunca veía el momento oportuno, al fin, despues de un viaje lleno de arrumacos y caricias hacia Pepa, bajo la mirada de mi madre y Raimundo llegamos a la casona, la criada acompañó a mi madre a su alcoba,Raimundo marchó y yo me quedé en el salón con Pepa, en su cara podía ver el agotamiento.
#851

24/04/2012 12:47
Al fin llegamos a la Casona, Elena acompañó a Francisca a su alcoba y Tristán yo nos quedamos en el salón. Raimundo prefirió volver al pueblo tras despedirse de Francisca. El día había sido agotador, pero en la cabeza me rondaba la pregunta sobre que le pasaría a Francisca, no creía que esos mareos y nauseas fueran normales. No dejaba de darle vueltas a la cabeza, todo me parecía una absoluta contradicción.
-¿Por qué te preocupas por ella, si siempre ha deseado tu mal?- decía un voz en mi cabeza.
No lo sabía, pero sentía que debía hacerlo. Noté que Tristán me decía algo, aunque no estaba atendiendo a sus palabras.
-¿Por qué te preocupas por ella, si siempre ha deseado tu mal?- decía un voz en mi cabeza.
No lo sabía, pero sentía que debía hacerlo. Noté que Tristán me decía algo, aunque no estaba atendiendo a sus palabras.
#852

24/04/2012 12:50
Ví a Pepa como ida, absorta en sus pensamientos.
-Pepa ¿te ocurre algo? -le pregunté sin obtener respuesta-
-¡Pepa! -le dije en un tono de voz más alto- ¿estás bien?
-Pepa ¿te ocurre algo? -le pregunté sin obtener respuesta-
-¡Pepa! -le dije en un tono de voz más alto- ¿estás bien?
#853

24/04/2012 12:53
Salí de mis pensamientos y esta vez si que atendí a Tristán que me llamaba.
-Eh Sí... ¿Que me decías?- le dije aún perdida en la conversación
-Eh Sí... ¿Que me decías?- le dije aún perdida en la conversación
#854

24/04/2012 12:55
-Que si me vas a contar que te ocurre. -le dije sentándome en el sillón y sentándola en mis brazos-
#855

24/04/2012 12:58
-Nada- le dije intentando ocultarle lo de su madre, pues no quería preocuparle.
Él me miró y comprendí que debía contárselo.
-Es tu madre.- le dije seria.
-Esos vomitos y mareos no tienen buena pinta. Me he ofrecido a examinarla, pero la muy terca se niega- le dije
Él me miró y comprendí que debía contárselo.
-Es tu madre.- le dije seria.
-Esos vomitos y mareos no tienen buena pinta. Me he ofrecido a examinarla, pero la muy terca se niega- le dije
#856

24/04/2012 13:00
Me dijo que era por mi madre,fruncí el ceño mirándola.
-¿Crees que puede ser algo grave? -la miré, preocupado-
-¿Crees que puede ser algo grave? -la miré, preocupado-
#857

24/04/2012 13:03
-No lo se- le respondí.
-¡Pero qué demontres!- dije dándome cuenta de lo que estaba diciendo.
-Si la señora no quiere que la examine, pues yo la llevo la contraria y lo hago, no me voy a dejar doblegar por ella de repente.- dije sonriendo a Tristán y levantandome, el me miraba con una sonrisa de oreja a oreja
-Esa es mi Pepa- dijo, y yo le volví a sonreir.
-¡Pero qué demontres!- dije dándome cuenta de lo que estaba diciendo.
-Si la señora no quiere que la examine, pues yo la llevo la contraria y lo hago, no me voy a dejar doblegar por ella de repente.- dije sonriendo a Tristán y levantandome, el me miraba con una sonrisa de oreja a oreja
-Esa es mi Pepa- dijo, y yo le volví a sonreir.
#858

24/04/2012 13:10
La miré con una sonrisa de oreja a oreja.
-Esa es mi Pepa. -seguí sonriéndole- Pero mejor mañana, ya es muy de noche y todos necesitamos descansar, ha sido un día realmente agotador. -le dije cogiéndola de la mano-
-Esa es mi Pepa. -seguí sonriéndole- Pero mejor mañana, ya es muy de noche y todos necesitamos descansar, ha sido un día realmente agotador. -le dije cogiéndola de la mano-
#859

24/04/2012 13:15
-Esta bien- le dije cogiendole de la mano y subiendo a su alcoba
Entramos y él cerró la puerta. Sacó algo del bolsillo de su chaqueta y lo escondió detrás de él. Yo le ví y le pregunté:
-¿Qué tienes ahí tunante?
Él me sonrió y me dijo:
-Quitameló si puedes, partera
Entramos y él cerró la puerta. Sacó algo del bolsillo de su chaqueta y lo escondió detrás de él. Yo le ví y le pregunté:
-¿Qué tienes ahí tunante?
Él me sonrió y me dijo:
-Quitameló si puedes, partera
#860

24/04/2012 13:18
Llegamos a la alcoba, aún guardaba el pañuelo que le había encargado con tanto ahinco a Dolores, un pañuelo delicado y bonito,muy bonito,lo saqué y lo escondí detrás, ella me preguntó que tenía.
-Quitameló si puedes, partera. -le dije riendo-
-Quitameló si puedes, partera. -le dije riendo-