Foro El secreto de Puente Viejo
Creemos nuestro propio Puente Viejo. ¡TODOS JUNTOS!
#0

07/03/2012 15:08
Fann3 me ha dado la idea de hacer esto, consiste en elaborar nuestra propia historia de Puente Viejo todos juntos. Cada forer@ va a ser un personaje de Puente Viejo.
Espero que os guste esta idea, me parece que lo podemos pasar muy bien.Si teneis alguna duda me lo deciis, y antes que nada si os parece bien, decidme que personaje quereis cada unos y yo los iré poniendo antes de empezar a elaborar la historia. Yo me pido Pepa si no os parece mal, si alguien quiereel personaje de Pepa yo me cojo otro y no pasa nada. Muchas gracias.



PERSONAJES PARA LA HISTORIA:
miri1309- Raimundo
Ruthlovetristan-Pepa
musicintheair13-Emilia
emshdopv-Soledad
Mariaesdpv-Tristán
Fann3-Alfonso
CristinaESDPV- Gregoria Casas
Franrai-Francisca
Triestrellasara-Mariana
Jessicavalido-Rosario
Laury93-Salvador Castro
Nhgsa- Sebastian Ulloa
Esdpvluna- D.Anselmo
¡PODEIS SEGUIR UNIENDOOS AUNQUE YA HAYAMOS EMPEZADO!
Aviso!! Por favor si os comprometeis a hacer un personaje, intentad escribir regularmente para darle continuidad a la historia y no quedar estancados. Muchas Gracias.
Y si quereis participar , informadnos con antelación, sino esto se desmadra y sería un caos. GRACIAS.
Espero que os guste esta idea, me parece que lo podemos pasar muy bien.Si teneis alguna duda me lo deciis, y antes que nada si os parece bien, decidme que personaje quereis cada unos y yo los iré poniendo antes de empezar a elaborar la historia. Yo me pido Pepa si no os parece mal, si alguien quiereel personaje de Pepa yo me cojo otro y no pasa nada. Muchas gracias.



PERSONAJES PARA LA HISTORIA:
miri1309- Raimundo
Ruthlovetristan-Pepa
musicintheair13-Emilia
emshdopv-Soledad
Mariaesdpv-Tristán
Fann3-Alfonso
CristinaESDPV- Gregoria Casas
Franrai-Francisca
Triestrellasara-Mariana
Jessicavalido-Rosario
Laury93-Salvador Castro
Nhgsa- Sebastian Ulloa
Esdpvluna- D.Anselmo
¡PODEIS SEGUIR UNIENDOOS AUNQUE YA HAYAMOS EMPEZADO!
Aviso!! Por favor si os comprometeis a hacer un personaje, intentad escribir regularmente para darle continuidad a la historia y no quedar estancados. Muchas Gracias.
Y si quereis participar , informadnos con antelación, sino esto se desmadra y sería un caos. GRACIAS.
Vídeos FormulaTV
#821

21/04/2012 20:54
-Haré lo que usted me pida, capitán. No seré yo quién contradiga sus órdenes- dije sonriendo mientras llegábamos al cuartelillo.
#822

21/04/2012 21:22
El licor seguía nublando mi entendimiento, pero la visión de la sangre acariciando su piel me devolvió a la realidad. Creo que susurró algo, no lo recuerdo, no podía escucharla, solo podía verla con los ojos anegados en lágrimas, la mirada perdida, su mano ensangrentada. Y era ella, mi Rosario, laúnica mujer a la que había amado y que me había amado, la única persona en el mundo por la que hubiera cambiado.
La conduje con toda la delicadeza de la que fui capaz en mi estado hacia el sofá haciendo que se sentase, arrodillándome para quedar a la altura de su herida. No era muy profunda, pero algunos cristales seguían esparcidos entre el líquido rojo. Cogí su mano para examinarla estremeciéndose con su tacto. Sin querer, sin poder mirarla a los ojos, tomé una botella de agua y se la eché lentamente limpiando la sangre y los restos de cristal hasta dejar solo su húmeda piel y la breca qeu adornaba su palma. Miré a mi alrededor, pero no tenía nada con lo que presionar para parar la sangre que se empeñaba en escapar de ella, ¿qué clase de necio querría escapar de su cuerpo? Si yo fuera su sangre, si yo fuera el aire que respira, si yo fuera su amante... pero no lo era. Arranqué un trozo de mi camisa de lino y con ella sequé su piel sin perder detalle de sus muecas de dolor. Me dispuse a vendarla, pero antes, justo antes, sosteniendo su mano, sintiendo su calor, no pude evitarlo, no debía hacerlo pero el deseo era mayor que mi determinación. Besé su mano, su piel, en el sitio de la herida, como una madre que besa a su crío como si mi beso pudiera quitarle el dolor cuando mi amor no había hecho más que dañarla. Después até mi improvisada venda a su mano y la miré, expectante, sin saber qué decir ni qué hacer.
- Tienes razón- dije por fin- tú también lo has pasado mal. Quizás lo mejor sea que lo olvidemos todo, el pasado, el presente, lo que podría haber sido pero no fue ni y podra ser.
Me alcé y le di la espalda esperando a que saliera, pero a la vez deseando con todas mis fuerzas que no lo hiciera.
La conduje con toda la delicadeza de la que fui capaz en mi estado hacia el sofá haciendo que se sentase, arrodillándome para quedar a la altura de su herida. No era muy profunda, pero algunos cristales seguían esparcidos entre el líquido rojo. Cogí su mano para examinarla estremeciéndose con su tacto. Sin querer, sin poder mirarla a los ojos, tomé una botella de agua y se la eché lentamente limpiando la sangre y los restos de cristal hasta dejar solo su húmeda piel y la breca qeu adornaba su palma. Miré a mi alrededor, pero no tenía nada con lo que presionar para parar la sangre que se empeñaba en escapar de ella, ¿qué clase de necio querría escapar de su cuerpo? Si yo fuera su sangre, si yo fuera el aire que respira, si yo fuera su amante... pero no lo era. Arranqué un trozo de mi camisa de lino y con ella sequé su piel sin perder detalle de sus muecas de dolor. Me dispuse a vendarla, pero antes, justo antes, sosteniendo su mano, sintiendo su calor, no pude evitarlo, no debía hacerlo pero el deseo era mayor que mi determinación. Besé su mano, su piel, en el sitio de la herida, como una madre que besa a su crío como si mi beso pudiera quitarle el dolor cuando mi amor no había hecho más que dañarla. Después até mi improvisada venda a su mano y la miré, expectante, sin saber qué decir ni qué hacer.
- Tienes razón- dije por fin- tú también lo has pasado mal. Quizás lo mejor sea que lo olvidemos todo, el pasado, el presente, lo que podría haber sido pero no fue ni y podra ser.
Me alcé y le di la espalda esperando a que saliera, pero a la vez deseando con todas mis fuerzas que no lo hiciera.
#823

21/04/2012 21:47
Hizo que me sentara en el sofá y con una botella de agua limpio mi herida, después beso mi mano haciendo que me estremeciera con ese gesto.Se arranco un trozo de su camisa y lo puso alrededor de mi mano. Al terminar me dijo que olvidáramos todo y me dio la espalda.
-Gracias por curarme la herida-le dije acercándome a el y recordando sus ultimas palabras.
-¿Como pretendes que te olvide si te amo?,seria como pedirme que dejara de respirar,simplemente moriría- le dije cogiéndole del brazo para que me mirara.
-Ojala se pudiera cambiar el pasado,pero desgraciadamente eso es imposible,pero daría mi vida por poder hacerlo,para que tu y yo...-trague saliva para tratar de aliviar el nudo que empezaba a formarse en mi garganta-pudiéramos ser felices-dije sin poder contener las lagrimas.
El me acaricio el rostro enjugando mis lagrimas con infinita ternura,yo no pude contener por mas tiempo el deseo que me quemaba por dentro y acercando mis labios a los suyos me fundí con el en un dulce beso.
-Te quiero-dije rompiendo el beso y apoyando mi frente en la suya-mas que a mi propia vida-.
-Gracias por curarme la herida-le dije acercándome a el y recordando sus ultimas palabras.
-¿Como pretendes que te olvide si te amo?,seria como pedirme que dejara de respirar,simplemente moriría- le dije cogiéndole del brazo para que me mirara.
-Ojala se pudiera cambiar el pasado,pero desgraciadamente eso es imposible,pero daría mi vida por poder hacerlo,para que tu y yo...-trague saliva para tratar de aliviar el nudo que empezaba a formarse en mi garganta-pudiéramos ser felices-dije sin poder contener las lagrimas.
El me acaricio el rostro enjugando mis lagrimas con infinita ternura,yo no pude contener por mas tiempo el deseo que me quemaba por dentro y acercando mis labios a los suyos me fundí con el en un dulce beso.
-Te quiero-dije rompiendo el beso y apoyando mi frente en la suya-mas que a mi propia vida-.
#824

21/04/2012 22:14
Me senté, viendo como Raimundo recogía las pruebas de su debilidad.
-¿Por qué lo has hecho?- le pregunté en un susurró, dirigiendo mi mirada hacia la jarra vacía para indicarle a que me refería. Llevé mis ojos de nuevo hacia Raimundo, viendo como agachaba la cabeza y no pude obtener peor respuesta que aquella.
Respiré hondo y cerré los ojos para enfrascarme en la parte de mi pasado que nunca me gustaba recordar.
-Mi vida,- pronuncié casi sin darme cuenta de que aquello quedaba fuera de lugar. -¿cuántas veces soñamos con vivir felices, rodeados de niños y con una alianza en nuestras manos? ¿Cuántas?- mis manos quemaban por no poder entrelazarlas con las suyas que, cruzadas entre sí, pedían a gritos que lo hiciera. –No sabes cuantas veces al día sonreía con la idea de poder tener un hijo tuyo en mi vientre.- le dije. – Y ese niño llegó.- pronuncié. Y esta vez no pude hacer sino, tomar su mano con la mía.-Llegó, pero lo hizo en el momento equivocado, justo cuando tu… Justo cuando tú te fuiste.- continué. Raimundo levantó la mirada, quizás pidiéndome perdón por aquello, mas yo proseguí pues ningún rencor podía guardarle. –Imagínate,- sonreí levemente. –me sentía vacía por tu abandono y plena pues esa criatura seria lo único que me quedaría de ti.- apreté su mano. –Lo sacrifiqué todo porque nada le pasase a ese niño que crecía en mi vientre. La madres solteras no estaban bien vistas, no lo están ahora recuerda entonces. La sociedad era demasiado cruel y yo… No vi otra que abandonar el pueblo y buscar a alguien a quien…- dejé aquella frase sin terminar pues se me hacía demasiado duro contar aquello. –Pasé los 7 meses peores de mi vida. Rezaba una y otra vez porque aquel niño naciese a su momento y pudiese decir que era sietemesino.- solté su mano sintiéndome sucia al narrarle aquello a Raimundo. –Si Salvador se enteraba… Nos hubiese matado a los dos.- una lágrima resbaló por mirad de mi mejilla.
Noté el nerviosismo de Raimundo y aparté la mirada. Quizás por la mera la idea de habernos perdido o tal vez incomodo ante mi cercanía.
-Durante los años que Salvador vivió callé y asentí a todo lo que le placía, con tal de que nada hiciese a mi hijo.- proseguí. –Nuestro hijo.- me corregí. – Y cuando murió… por un momento pensé en ir a contártelo, pero ¿qué hubiera cambiado? Tu y yo éramos enemigos acérrimos y aquello, a mis ojos, no hubiese cambiado nada.- agaché la cabeza pues de nuevo narraba otro de mis errores. –No quería tenerte más lejos de lo que ya estabas, Raimundo.- confesé. –No me veía capaz de afrontar aquello.- meneé la cabeza, negándome a las lágrimas que seguían brotando en mis ojos.
Raimundo se levantó de la silla. Posicionándose de espaldas a mí.
-Si callé todos estos años fue por miedo, miedo a tu indiferencia. Prefería mil veces el odio al que estábamos sumidos que esto.- me levanté yo también. Acercándome a él sin atreverme a tocarlo. Escuchando como mi corazón moría de ganas por abrazarlo. –Al menos cuando me odiabas sabía que había un hueco para mí en tu corazón.- pronuncié.
-¿Por qué lo has hecho?- le pregunté en un susurró, dirigiendo mi mirada hacia la jarra vacía para indicarle a que me refería. Llevé mis ojos de nuevo hacia Raimundo, viendo como agachaba la cabeza y no pude obtener peor respuesta que aquella.
Respiré hondo y cerré los ojos para enfrascarme en la parte de mi pasado que nunca me gustaba recordar.
-Mi vida,- pronuncié casi sin darme cuenta de que aquello quedaba fuera de lugar. -¿cuántas veces soñamos con vivir felices, rodeados de niños y con una alianza en nuestras manos? ¿Cuántas?- mis manos quemaban por no poder entrelazarlas con las suyas que, cruzadas entre sí, pedían a gritos que lo hiciera. –No sabes cuantas veces al día sonreía con la idea de poder tener un hijo tuyo en mi vientre.- le dije. – Y ese niño llegó.- pronuncié. Y esta vez no pude hacer sino, tomar su mano con la mía.-Llegó, pero lo hizo en el momento equivocado, justo cuando tu… Justo cuando tú te fuiste.- continué. Raimundo levantó la mirada, quizás pidiéndome perdón por aquello, mas yo proseguí pues ningún rencor podía guardarle. –Imagínate,- sonreí levemente. –me sentía vacía por tu abandono y plena pues esa criatura seria lo único que me quedaría de ti.- apreté su mano. –Lo sacrifiqué todo porque nada le pasase a ese niño que crecía en mi vientre. La madres solteras no estaban bien vistas, no lo están ahora recuerda entonces. La sociedad era demasiado cruel y yo… No vi otra que abandonar el pueblo y buscar a alguien a quien…- dejé aquella frase sin terminar pues se me hacía demasiado duro contar aquello. –Pasé los 7 meses peores de mi vida. Rezaba una y otra vez porque aquel niño naciese a su momento y pudiese decir que era sietemesino.- solté su mano sintiéndome sucia al narrarle aquello a Raimundo. –Si Salvador se enteraba… Nos hubiese matado a los dos.- una lágrima resbaló por mirad de mi mejilla.
Noté el nerviosismo de Raimundo y aparté la mirada. Quizás por la mera la idea de habernos perdido o tal vez incomodo ante mi cercanía.
-Durante los años que Salvador vivió callé y asentí a todo lo que le placía, con tal de que nada hiciese a mi hijo.- proseguí. –Nuestro hijo.- me corregí. – Y cuando murió… por un momento pensé en ir a contártelo, pero ¿qué hubiera cambiado? Tu y yo éramos enemigos acérrimos y aquello, a mis ojos, no hubiese cambiado nada.- agaché la cabeza pues de nuevo narraba otro de mis errores. –No quería tenerte más lejos de lo que ya estabas, Raimundo.- confesé. –No me veía capaz de afrontar aquello.- meneé la cabeza, negándome a las lágrimas que seguían brotando en mis ojos.
Raimundo se levantó de la silla. Posicionándose de espaldas a mí.
-Si callé todos estos años fue por miedo, miedo a tu indiferencia. Prefería mil veces el odio al que estábamos sumidos que esto.- me levanté yo también. Acercándome a él sin atreverme a tocarlo. Escuchando como mi corazón moría de ganas por abrazarlo. –Al menos cuando me odiabas sabía que había un hueco para mí en tu corazón.- pronuncié.
#825

21/04/2012 22:20
Sonreí.
-Ase gusta,partera. -le dine dandole un beso,vi a los pueblerinos muy alterados y fui a uno de ellos a pregubtar en ese instante me diji que habian encontrado los cuerpos de Soledad y Sebastian,muertos. Mi rostro empalidecio de repente.
-Ase gusta,partera. -le dine dandole un beso,vi a los pueblerinos muy alterados y fui a uno de ellos a pregubtar en ese instante me diji que habian encontrado los cuerpos de Soledad y Sebastian,muertos. Mi rostro empalidecio de repente.
#826

21/04/2012 22:43
"Te quiero" Y aquellas palabras, aquellas dos palabras lograron derrumbar toda una vida de odio y dolor. Porque yo no quería quererla, pero lo hacía, no quería morir cada vez que la veía, no quería temblar al sentir su piel, pero lo hacía. No quería amarla, y sin embargo, mi corazón le pertenecía y por siempre lo haría.
No sé si fue el alcohol, sus labios, mi desesperación, pero olvidé por un momento quién era yo, quién era ella y solo fui capaz de corresponder a aquel beso queriendo con mis labios entregarle mi alma. Porque solo podia desearla, solo podái amarla más que a mi vida, como siempre lo había hecho como sabía que siempre haría. La rodeé con mis brazos buscando fundirla con mi piel, dejándome llevar por el deseo que me consumía, girándola hasta apoyarla en la mesa. De un manotazo tiré todo lo que obstaculizaba nuestra pasión.
Quería beber de sus labios, quería hacerla mía, embriagarme de su aroma, perderme entre sus curvas... Pero no debía, sabía que no debía. Con un gran esfuerzo de mi parte, logré separarme de ella para mirarla a los ojos.
- Rosario... No deberías amarme, no deberías, olvídame, hazlo por mí... - Ella me miraba como si no entendiese nada, y el alcohol o mi corazon o tal vez aquel alocado crío con pañales, habló po rmi- Rosario, te quiero más que a nada, más que a mi vida, más de lo que nunca pensé que pudiera quererse a alguien, por eso mismo te lo pido, te lo ruego, aunque me parta el alma, déjame, si sigues conmigo solo conseguirás que te haga daño.
Ella se separó de mí y comenzó a andar hacia la puerta. Y quería que se fuera, y quería que fuera feliz, pero al mismo tiempo no podía dejarla ir, no podía renunciar a ella. Antes de que desapareciera la agarre del brazo atrayéndola a mí con brusquedad y pasión.
- Lo siento mucho. - le dije entonces- pero es que no puedo dejar que te vayas, no puedo vivir sin ti.
Y así volví a fundirme con sus labios, a buscar su piel con mi piel, a perderme en el templo de su cuerpo. Porque ella nunca había sido solo mía, pero yo era eternamente suyo
No sé si fue el alcohol, sus labios, mi desesperación, pero olvidé por un momento quién era yo, quién era ella y solo fui capaz de corresponder a aquel beso queriendo con mis labios entregarle mi alma. Porque solo podia desearla, solo podái amarla más que a mi vida, como siempre lo había hecho como sabía que siempre haría. La rodeé con mis brazos buscando fundirla con mi piel, dejándome llevar por el deseo que me consumía, girándola hasta apoyarla en la mesa. De un manotazo tiré todo lo que obstaculizaba nuestra pasión.
Quería beber de sus labios, quería hacerla mía, embriagarme de su aroma, perderme entre sus curvas... Pero no debía, sabía que no debía. Con un gran esfuerzo de mi parte, logré separarme de ella para mirarla a los ojos.
- Rosario... No deberías amarme, no deberías, olvídame, hazlo por mí... - Ella me miraba como si no entendiese nada, y el alcohol o mi corazon o tal vez aquel alocado crío con pañales, habló po rmi- Rosario, te quiero más que a nada, más que a mi vida, más de lo que nunca pensé que pudiera quererse a alguien, por eso mismo te lo pido, te lo ruego, aunque me parta el alma, déjame, si sigues conmigo solo conseguirás que te haga daño.
Ella se separó de mí y comenzó a andar hacia la puerta. Y quería que se fuera, y quería que fuera feliz, pero al mismo tiempo no podía dejarla ir, no podía renunciar a ella. Antes de que desapareciera la agarre del brazo atrayéndola a mí con brusquedad y pasión.
- Lo siento mucho. - le dije entonces- pero es que no puedo dejar que te vayas, no puedo vivir sin ti.
Y así volví a fundirme con sus labios, a buscar su piel con mi piel, a perderme en el templo de su cuerpo. Porque ella nunca había sido solo mía, pero yo era eternamente suyo
#827

22/04/2012 01:21
Caminaba hacia la puerta en un mar de lagrimas por sus palabras"te haría daño"¿daño?.daño me haría vivir sin el,sin sus besos sin su calor,lo amaba mas que a nada en mi vida.De pronto sentí que me agarraba y me besaba con pasión, llevándome hacia la mesa,derribando todo lo que había en ella.
-Te amo-le dije mientras me perdía en ese mar de besos y caricias,que tanto anhelaba.
Me besaba siguiendo un camino descendente por todo mi cuerpo,mientras su mano acariciaba mi muslo por debajo de la falda.Le quite lo que le quedaba de camisa recreándome en el y acariciando su espalda.
-Te necesito,quiero ser tuya lo que me quede de vida-le dije acercándolo mas a mi haciendo el encuentro mas intimo si cabía.
El entrelazo su mano con la mia y un "te quiero"escapo de sus labios antes de fundirnos en un solo ser,el atrapo en sus labios el gemido que pugnaba por salir de mi garganta,ahogando en ellos el suyo propio, moviéndonos ritmicamente en un baile de caricias y besos infinitos. Llenando aquel despacho con nuestras agitadas respiraciones y los te quiero que nos decíamos solo moviendo los labios.El culmen del placer nos alcanzo a los dos a la vez y el universo estallo a nuestro alrededor.
El cayo rendido sobre mi cuerpo y yo sentí el latir acelerado de su corazón,mientras el mio trataba de recuperar el ritmo normal al igual que nuestra respiración.
-No me dejes te lo ruego,no podría soportarlo,no esta vez-dije mientras una lagrima resbalaba hasta mi sien y se perdía en mi cabello.
El me miro y yo me estremecí al ver el amor en sus hermosos ojos,esos ojos que eran iguales a los de Alfonso y en los que nunca quería dejar de mirarme,y apoyo su frente en la mía.
-Te amo, así me cueste mi propia vida,que para nada la quiero si no estoy contigo-le dije abrazándome a el.
-Te amo-le dije mientras me perdía en ese mar de besos y caricias,que tanto anhelaba.
Me besaba siguiendo un camino descendente por todo mi cuerpo,mientras su mano acariciaba mi muslo por debajo de la falda.Le quite lo que le quedaba de camisa recreándome en el y acariciando su espalda.
-Te necesito,quiero ser tuya lo que me quede de vida-le dije acercándolo mas a mi haciendo el encuentro mas intimo si cabía.
El entrelazo su mano con la mia y un "te quiero"escapo de sus labios antes de fundirnos en un solo ser,el atrapo en sus labios el gemido que pugnaba por salir de mi garganta,ahogando en ellos el suyo propio, moviéndonos ritmicamente en un baile de caricias y besos infinitos. Llenando aquel despacho con nuestras agitadas respiraciones y los te quiero que nos decíamos solo moviendo los labios.El culmen del placer nos alcanzo a los dos a la vez y el universo estallo a nuestro alrededor.
El cayo rendido sobre mi cuerpo y yo sentí el latir acelerado de su corazón,mientras el mio trataba de recuperar el ritmo normal al igual que nuestra respiración.
-No me dejes te lo ruego,no podría soportarlo,no esta vez-dije mientras una lagrima resbalaba hasta mi sien y se perdía en mi cabello.
El me miro y yo me estremecí al ver el amor en sus hermosos ojos,esos ojos que eran iguales a los de Alfonso y en los que nunca quería dejar de mirarme,y apoyo su frente en la mía.
-Te amo, así me cueste mi propia vida,que para nada la quiero si no estoy contigo-le dije abrazándome a el.
#828

22/04/2012 11:57
Tristán me dio un beso en la mejilla y yo le devolví el beso y la sonrisa. Había un gran alboroto en la plaza. Tristán y yo nos acercamos a preguntar a un pueblerino que ocurría.
De pronto vimos aparecer a unos guardias cargando con dos cuerpos inertes.
Tristán y yo nos miramos asustados.
-¿Sebastián y Soledad?- gritamos
En efecto, eran ellos. Nuestros rostros eran un mar de lágrimas. No podíamos creerlo.
-¿Pero qué ha ocurrido?- preguntaba una y otra vez Tristán a los guardias
De pronto vimos aparecer a unos guardias cargando con dos cuerpos inertes.
Tristán y yo nos miramos asustados.
-¿Sebastián y Soledad?- gritamos
En efecto, eran ellos. Nuestros rostros eran un mar de lágrimas. No podíamos creerlo.
-¿Pero qué ha ocurrido?- preguntaba una y otra vez Tristán a los guardias
#829

22/04/2012 14:10
Se giró enmarcando mi rostro entre sus manos. Susurrándome palabras que no eran sino de alivio a mi corazón. Sentí mis labios junto a los suyos y mi corazón pareció estallar de alegría al volver a sentir aquello que estos últimos días había creído perdido.
Sus manos, colocadas en mi cintura, me atrajeron hacia él. Profundizando así aquel beso, que deseaba que no terminase nunca. Pues temía que solo hubiese sido un arrebato y sin terminar de perdonarme, volviese a separarse de mí. Puse en ese momento, mayor fuerza al beso, tratando de absorber su aroma y su ser.
El griterío de la gente nos hizo separarnos, pero no apartar nuestras miradas el uno del otro. Hablando con ellas. Viendo en sus ojos el miedo que sentía ante aquella situación. Y cumpliendo mis temores, terminó por alejarse. Cerré los ojos, calmando mi dolor y escuchando como los pueblerinos continuaban con aquella escandalera.
Salimos de la Casa de Comidas. Para sentir en ese momento como mi vida se acababa. Tristán y Pepa lloraban junto a un carro en el que pude reconocer a los jóvenes que allí yacían inertes.
-Soledad.- pronuncié acercándome cual ánima a ella. Acariciando su rostro, el cual aún conservaba el calor de la vida. Mas no respiraba, no vivía. –Mi niña.- grité con la voz rota. Sintiendo un vacío horrible en mi corazón. -¿Qué te ha pasado, mi corazón?- pregunté aunque sabía que no obtendría respuesta. -¿Qué te han hecho?- llevé sus doradas hebras hacia detrás de sus orejas. –Tesoro mío.- besé su rostro. Empapándolo con las amargas lágrimas que surcaban mi rostro.
Todo carecía de importancia en aquel momento. Nada puede solucionarse al llegar la muerte. Un grito desesperado salió de mi garganta y me abracé al cuerpo de mi hija como si con ello pudiese volver a darle aquello que le había sido arrebatado.
Unos brazos me apartaron del cuerpo de mi Soledad y quise resistirme a alejarme de ella.
-No, mi niña no.- pronuncié mirando a quien me había agarrado. Raimundo. Roto el también de dolor pues el cuerpo que había junto al de mi hija era el del suyo.
Entramos de nuevo en la taberna y perdida en mi sufrimiento me dirigí a la barra.
-Mi hija, Raimundo. Mi hija.- repetía. Sin poder creérmelo. Sin querer hacerlo. Nunca había llegado a sentir tal dolor. Nunca había llegado a notar como una parte de mí se moría sin poder hacer nada para evitarlo. Soledad. Mi niña. Aquella criatura a la que llevé nueve meses en mi vientre ahora se dirigía sin vida hacia el consultorio de Don Julián para que certificase su muerte.
Raimundo se acercó a mí. Abrazándome. Dándome las fuerzas que él tampoco tenía.
-Soledad.- pronunciaron mis labios. Rota de dolor. -¿Por qué?- preguntaba una y otra vez. Sintiendo como Raimundo me aferraba entre sus brazos. –Hemos de ir. No puedo quedarme aquí.- me separé de él mirándole a los ojos y sintiéndome egoísta pues su mirada estaba tan rota como la mía. Él también acababa de perder a un hijo.
Sus manos, colocadas en mi cintura, me atrajeron hacia él. Profundizando así aquel beso, que deseaba que no terminase nunca. Pues temía que solo hubiese sido un arrebato y sin terminar de perdonarme, volviese a separarse de mí. Puse en ese momento, mayor fuerza al beso, tratando de absorber su aroma y su ser.
El griterío de la gente nos hizo separarnos, pero no apartar nuestras miradas el uno del otro. Hablando con ellas. Viendo en sus ojos el miedo que sentía ante aquella situación. Y cumpliendo mis temores, terminó por alejarse. Cerré los ojos, calmando mi dolor y escuchando como los pueblerinos continuaban con aquella escandalera.
Salimos de la Casa de Comidas. Para sentir en ese momento como mi vida se acababa. Tristán y Pepa lloraban junto a un carro en el que pude reconocer a los jóvenes que allí yacían inertes.
-Soledad.- pronuncié acercándome cual ánima a ella. Acariciando su rostro, el cual aún conservaba el calor de la vida. Mas no respiraba, no vivía. –Mi niña.- grité con la voz rota. Sintiendo un vacío horrible en mi corazón. -¿Qué te ha pasado, mi corazón?- pregunté aunque sabía que no obtendría respuesta. -¿Qué te han hecho?- llevé sus doradas hebras hacia detrás de sus orejas. –Tesoro mío.- besé su rostro. Empapándolo con las amargas lágrimas que surcaban mi rostro.
Todo carecía de importancia en aquel momento. Nada puede solucionarse al llegar la muerte. Un grito desesperado salió de mi garganta y me abracé al cuerpo de mi hija como si con ello pudiese volver a darle aquello que le había sido arrebatado.
Unos brazos me apartaron del cuerpo de mi Soledad y quise resistirme a alejarme de ella.
-No, mi niña no.- pronuncié mirando a quien me había agarrado. Raimundo. Roto el también de dolor pues el cuerpo que había junto al de mi hija era el del suyo.
Entramos de nuevo en la taberna y perdida en mi sufrimiento me dirigí a la barra.
-Mi hija, Raimundo. Mi hija.- repetía. Sin poder creérmelo. Sin querer hacerlo. Nunca había llegado a sentir tal dolor. Nunca había llegado a notar como una parte de mí se moría sin poder hacer nada para evitarlo. Soledad. Mi niña. Aquella criatura a la que llevé nueve meses en mi vientre ahora se dirigía sin vida hacia el consultorio de Don Julián para que certificase su muerte.
Raimundo se acercó a mí. Abrazándome. Dándome las fuerzas que él tampoco tenía.
-Soledad.- pronunciaron mis labios. Rota de dolor. -¿Por qué?- preguntaba una y otra vez. Sintiendo como Raimundo me aferraba entre sus brazos. –Hemos de ir. No puedo quedarme aquí.- me separé de él mirándole a los ojos y sintiéndome egoísta pues su mirada estaba tan rota como la mía. Él también acababa de perder a un hijo.
#830

22/04/2012 14:34
-Mi hermana, no no no puede ser....-repetia una y otra vez rompiendo a llorar- ¡No puede ser! -grite, me lleve las manos a la cabeza, vi salir a mi madre,rota de dolor, se abrazaba al cuerpo de Soledad,yo fui a abrazarla,pero Raimdo se me adelanto y la cogio llevándola a la casa de comidas,yo no sabia que hacer si entrar,si quedarme ahi,yo tambien estaba roto de dolor,mi hermana,mi hermanita y Sebastian,mi mejor amigo acababan de morir,me gire hacia pepa y la abrace fuerte,la necesitaba mas que nunca.
-Voy a...a la casa de comidas a ver a mi madre y a Raimundo,aguardame en tu cuarto vale?
Ella asintio,y entre a la casa de comidas,alli estaban mi madre y...mi padre rotos de dolor,mis lagrimas aumentaron en cuanto los vi,pero me quede parado,sin saber que hacer,mirandolos.
-Voy a...a la casa de comidas a ver a mi madre y a Raimundo,aguardame en tu cuarto vale?
Ella asintio,y entre a la casa de comidas,alli estaban mi madre y...mi padre rotos de dolor,mis lagrimas aumentaron en cuanto los vi,pero me quede parado,sin saber que hacer,mirandolos.
#831

22/04/2012 15:30
Alejados de todo y de todos, nosotros, Rosario, mi Rosario y yo permanecíamos allí, sentados en el suelo, mi cabeza apoyada sobre la mesa, la suya en mi pecho. No decíamos nada, no había nada que pudiera decir y el silencio era nuestro mejor aliado ocultando unas palabras que temía pronunciar. Cogí su mano ilesa dibujando con mis dedos las líneas que marcaban su piel solo porque quería, como quise hacía tantos años, memorizar cada línea de su cuerpo. Después entrelacé mis dedos con los suyos.
Sentía sus lágrimas sobre mi pecho, lágrimas de alegría, una alegría que también inundaba mi cuerpo, pero estaba empañada. Yo la amaba y aquello era algo que no podía negar, qeu ya no podía ocultar, pero aún así... no podía obligarla a quedarse conmigo, no podía destrozar su vida de nuevo por un futuro incierto. Porque estaba confuso, porque había algo que ella no sabía, que nadie sabía e incluso yo me negaba a saber. Hacer un pacto con el diablo tenía consecuencias y mi benefactor reclamaba su parte del trato. Me estaba muriendo. Me consumía, mi vida llegaba a su fin, mi tiempo se acaba inexorablemente. Ya era tarde para nuestro final feliz, no podía exponerla a la censura de las gentes, no podía volver a ilusionarla para nada, para unos días, unas semanas o poco más. Tenía que hacerlo, no quería, no quería... pero ya era demasiado tarde para mí, para nosotros... Tenía que dejarla, tenía que alejarla de mí. Me levanté sin previo aviso, recogiendo mi ropa, vistiéndome con rapidez sin decir nada hasta que me encontré frente a la puerta. Agarré la manivela con fuerza, no la miré no podía.
- Ha sido divertido, gracias por entretenerme otra noche más.- ¿Cómo puedes mentir así?- No, no digas nada, pero una cosa más zorrita- Imbécil me dije, cállate, deja de hablar- Será mejor que esto no se repita- Eres despreciable, me decía una voz, estás deseando volver a sentirla- Ya me he cansado de ti.
Y me marché sintiendo cómo mi alma se desgarraba con la suya, y corrí y me encerré en mi cuarto, tirado sobre el suelo maldiciéndome a mí mismo, maldiciendo al destino que me obligaba a dejarla y, sobre todo, maldiciendo a la Muerte que alejaría de ella.
Pero no podría seguir así, me había quedado sin fuerzas, me había destrozado, estar sin ella, no verla, no hablarle... no podría, no aguantaría, pero tenía que aguantar, tenía que mantenerla a salvo de mí mismo. Y lo único que podía hacer, lo único que me quedaba para no pensar en mi desgracia, era mi venganza
Sentía sus lágrimas sobre mi pecho, lágrimas de alegría, una alegría que también inundaba mi cuerpo, pero estaba empañada. Yo la amaba y aquello era algo que no podía negar, qeu ya no podía ocultar, pero aún así... no podía obligarla a quedarse conmigo, no podía destrozar su vida de nuevo por un futuro incierto. Porque estaba confuso, porque había algo que ella no sabía, que nadie sabía e incluso yo me negaba a saber. Hacer un pacto con el diablo tenía consecuencias y mi benefactor reclamaba su parte del trato. Me estaba muriendo. Me consumía, mi vida llegaba a su fin, mi tiempo se acaba inexorablemente. Ya era tarde para nuestro final feliz, no podía exponerla a la censura de las gentes, no podía volver a ilusionarla para nada, para unos días, unas semanas o poco más. Tenía que hacerlo, no quería, no quería... pero ya era demasiado tarde para mí, para nosotros... Tenía que dejarla, tenía que alejarla de mí. Me levanté sin previo aviso, recogiendo mi ropa, vistiéndome con rapidez sin decir nada hasta que me encontré frente a la puerta. Agarré la manivela con fuerza, no la miré no podía.
- Ha sido divertido, gracias por entretenerme otra noche más.- ¿Cómo puedes mentir así?- No, no digas nada, pero una cosa más zorrita- Imbécil me dije, cállate, deja de hablar- Será mejor que esto no se repita- Eres despreciable, me decía una voz, estás deseando volver a sentirla- Ya me he cansado de ti.
Y me marché sintiendo cómo mi alma se desgarraba con la suya, y corrí y me encerré en mi cuarto, tirado sobre el suelo maldiciéndome a mí mismo, maldiciendo al destino que me obligaba a dejarla y, sobre todo, maldiciendo a la Muerte que alejaría de ella.
Pero no podría seguir así, me había quedado sin fuerzas, me había destrozado, estar sin ella, no verla, no hablarle... no podría, no aguantaría, pero tenía que aguantar, tenía que mantenerla a salvo de mí mismo. Y lo único que podía hacer, lo único que me quedaba para no pensar en mi desgracia, era mi venganza
#832

22/04/2012 16:21
Estábamos sentados en el suelo del despacho,el entrelazo sus dedos en los míos,yo era feliz,por tenerlo a mi lado,por sentir su calor.cuando de pronto se levanto y recogió sus ropas y me dio las gracias por entretenerlo una noche mas y me dijo que aquello no se iba a volver a repetir,que se había cansado de mi.
No me lo podía creer,la felicidad que sentía hacia unos minutos,se hacia pedazos junto a mi alma y mi corazón.las lagrimas brotaban sin cesar de mis ojos,yo lo amaba y el me había tratado como una...una cualquiera.De pronto observe un trozo de cristal,me quite el trozo de su camisa que el había puesto en mi herida.
-Idiota-me dije a mi misma-Solo se ha reído de ti- Entonces cogí el trozo de cristal y lo apreté con todas mis fuerzas,derramando amargas lagrimas.
La herida que ya tenia se abrió haciéndose a un mayor y mas profunda,la sangre salia abundantemente,manchando el blanco suelo del despacho.Pero nada me importaba,en lo único que pensaba era en que el ya no me quería, quizás nunca me quiso,si no lo tenia a el ya nada tenia sentido,mi vida no tenia ningún sentido.
-¿Porque?-dije mirando como la sangre salia sin que hiciera nada para detenerla-¿porque permitiste que me enamorara de ti?-.
Entonces pensé que aquello no se podía quedar así, quería que me repitiera de nuevo esas palabras. envolví mi mano herida en el delantal que enseguida se volvió rojo.Al levantarme me maree ya que había perdido bastante sangre,como pude subí las escaleras y llegue a su habitación,entre sin llamar y me lo encontré sentado en el suelo con la mirada perdida,me senté a su lado.
-Júramelo-le dije agarrándole con la mano que tenia ilesa para que me mirara-Júrame por nuestro hijo que no me amas y me iré para siempre-dije mareandome de nuevo,debido a mi debilidad.
El miro el delantal teñido de sangre,me lo quito observando la herida horrorizado, y después me miro a mi enmarcando mi rostro con sus manos y preguntándome que había hecho.
-Te dije que no quería vivir sin ti-le susurre. pues sentía que las fuerzas me abandonaban y llevando mi mano a su rostro, acariciándolo.
No me lo podía creer,la felicidad que sentía hacia unos minutos,se hacia pedazos junto a mi alma y mi corazón.las lagrimas brotaban sin cesar de mis ojos,yo lo amaba y el me había tratado como una...una cualquiera.De pronto observe un trozo de cristal,me quite el trozo de su camisa que el había puesto en mi herida.
-Idiota-me dije a mi misma-Solo se ha reído de ti- Entonces cogí el trozo de cristal y lo apreté con todas mis fuerzas,derramando amargas lagrimas.
La herida que ya tenia se abrió haciéndose a un mayor y mas profunda,la sangre salia abundantemente,manchando el blanco suelo del despacho.Pero nada me importaba,en lo único que pensaba era en que el ya no me quería, quizás nunca me quiso,si no lo tenia a el ya nada tenia sentido,mi vida no tenia ningún sentido.
-¿Porque?-dije mirando como la sangre salia sin que hiciera nada para detenerla-¿porque permitiste que me enamorara de ti?-.
Entonces pensé que aquello no se podía quedar así, quería que me repitiera de nuevo esas palabras. envolví mi mano herida en el delantal que enseguida se volvió rojo.Al levantarme me maree ya que había perdido bastante sangre,como pude subí las escaleras y llegue a su habitación,entre sin llamar y me lo encontré sentado en el suelo con la mirada perdida,me senté a su lado.
-Júramelo-le dije agarrándole con la mano que tenia ilesa para que me mirara-Júrame por nuestro hijo que no me amas y me iré para siempre-dije mareandome de nuevo,debido a mi debilidad.
El miro el delantal teñido de sangre,me lo quito observando la herida horrorizado, y después me miro a mi enmarcando mi rostro con sus manos y preguntándome que había hecho.
-Te dije que no quería vivir sin ti-le susurre. pues sentía que las fuerzas me abandonaban y llevando mi mano a su rostro, acariciándolo.
#833

22/04/2012 18:25
Me impidió marcharme de su lado. Y ciertamente, nada podíamos hacer. La impotencia recorrió mi cuerpo entero al ver que ni siquiera podía reconfortar el dolor que Raimundo sentía. Ambos habíamos sentido como un doloroso puñal se clavaba en nuestro pecho para no salir de allí nunca más.
-Nunca podría alejarme de ti.- respondí a sus palabras segundos antes de que volviese a abrazarme. Haciéndose fuerte cuando estaba tan abatido y destrozado como yo. A fin de cuentas, qué éramos sino dos padres que acababan de perder a lo más querido. -¿Qué mal hemos hecho para que la vida disfrute ahora de nuestro sufrimiento?- le pregunté en un susurro.- ¿Qué pecado tan grande hemos cometido? ¿Por qué ellos?- lloré. Apretándolo contra mí.
La puerta se abrió en aquel momento y tras unos instantes en los que seguí abrazada a Raimundo, incapaz de dar la cara a aquel que hubiese entrado. Sin querer pensar que era Don Julián para decirnos definitivamente que estaban muertos. Un sollozo salió por mi garganta al sentir como Raimundo se separaba animándome con una tierna caricia.
-Tristán.- susurré al verlo. Hundiéndome aún más en el dolor. Él se acercó y sin mediar palabra me abrazó con fuerza. –Tristán.- volví a decir llorando. Notando como él se derrumbaba entre mis brazos. Acababa de perder a una hermana y a un buen amigo. Y aun así, una vez calmado su llanto, no dudó en calmar el mio.
-Nunca podría alejarme de ti.- respondí a sus palabras segundos antes de que volviese a abrazarme. Haciéndose fuerte cuando estaba tan abatido y destrozado como yo. A fin de cuentas, qué éramos sino dos padres que acababan de perder a lo más querido. -¿Qué mal hemos hecho para que la vida disfrute ahora de nuestro sufrimiento?- le pregunté en un susurro.- ¿Qué pecado tan grande hemos cometido? ¿Por qué ellos?- lloré. Apretándolo contra mí.
La puerta se abrió en aquel momento y tras unos instantes en los que seguí abrazada a Raimundo, incapaz de dar la cara a aquel que hubiese entrado. Sin querer pensar que era Don Julián para decirnos definitivamente que estaban muertos. Un sollozo salió por mi garganta al sentir como Raimundo se separaba animándome con una tierna caricia.
-Tristán.- susurré al verlo. Hundiéndome aún más en el dolor. Él se acercó y sin mediar palabra me abrazó con fuerza. –Tristán.- volví a decir llorando. Notando como él se derrumbaba entre mis brazos. Acababa de perder a una hermana y a un buen amigo. Y aun así, una vez calmado su llanto, no dudó en calmar el mio.
#834

22/04/2012 19:50
Tristán trató también de consolar a Raimundo y tras unos instantes de absoluto dolor compartido Emilia y Pepa entraron en la taberna.
Raimundo le preguntó a Emilia si se había enterado de la noticia y ella, tranquila, enmarcó su rostro entre sus manos. Haciendo que Tristán, Raimundo y yo nos sentásemos en una de las mesas. En la que antes yo había narrado mi historia a Raimundo.
Nos dijo que enjugásemos nuestras lágrimas pues todo estaba bien.
-¿Cómo que no ocurre nada, Emilia?-exclamé. –Tu hermano y mi hija han…- ni yo hubiese sido capaz de pronunciarlo ni ella misma me dejó hacerlo.
Explicó que todo había sido un plan que ellos mismos habían tramado. Al parecer habían ingerido una planta que ralentizaba sus constantes vitales haciendo que a ojos de todos estuviesen muertos.
-Eso no puede ser.- musité algo más calmada.
Pero ella prosiguió haciéndonos ver que Soledad y Sebastián habían pensado en ello como la única forma de poder salir del pueblo sin levantar sospechas ante Salvador. Cual Julieta que finge su muerte para escapar del matrimonio y huir con el ser amado.
-¿Dónde están ahora?- pregunté levantándome. Dispuesta a acudir allá donde estuvieran.
Esta vez fue Pepa quien contestó. Y al escuchar que estaban aún en el consultorio no dude en poner rumbo hacia la puerta. Pero Emilia me paró. Alegando que aún estaban dormidos bajo el efecto de la planta y que si quería abofetearlos por el susto habría de esperar a la noche. Nos indicó que Mauricio los llevaría a ambos al chozo que había a las afueras del pueblo y que allí podríamos despedirnos antes de que partiesen hacia Valencia.
Me senté en la silla de nuevo, resignada. Dejando escapar un aliviado suspiro. Mirando entonces a Raimundo que apoyaba la frente en sus manos, superando antes todo lo que estaba ocurriendo.
Raimundo le preguntó a Emilia si se había enterado de la noticia y ella, tranquila, enmarcó su rostro entre sus manos. Haciendo que Tristán, Raimundo y yo nos sentásemos en una de las mesas. En la que antes yo había narrado mi historia a Raimundo.
Nos dijo que enjugásemos nuestras lágrimas pues todo estaba bien.
-¿Cómo que no ocurre nada, Emilia?-exclamé. –Tu hermano y mi hija han…- ni yo hubiese sido capaz de pronunciarlo ni ella misma me dejó hacerlo.
Explicó que todo había sido un plan que ellos mismos habían tramado. Al parecer habían ingerido una planta que ralentizaba sus constantes vitales haciendo que a ojos de todos estuviesen muertos.
-Eso no puede ser.- musité algo más calmada.
Pero ella prosiguió haciéndonos ver que Soledad y Sebastián habían pensado en ello como la única forma de poder salir del pueblo sin levantar sospechas ante Salvador. Cual Julieta que finge su muerte para escapar del matrimonio y huir con el ser amado.
-¿Dónde están ahora?- pregunté levantándome. Dispuesta a acudir allá donde estuvieran.
Esta vez fue Pepa quien contestó. Y al escuchar que estaban aún en el consultorio no dude en poner rumbo hacia la puerta. Pero Emilia me paró. Alegando que aún estaban dormidos bajo el efecto de la planta y que si quería abofetearlos por el susto habría de esperar a la noche. Nos indicó que Mauricio los llevaría a ambos al chozo que había a las afueras del pueblo y que allí podríamos despedirnos antes de que partiesen hacia Valencia.
Me senté en la silla de nuevo, resignada. Dejando escapar un aliviado suspiro. Mirando entonces a Raimundo que apoyaba la frente en sus manos, superando antes todo lo que estaba ocurriendo.
#835

22/04/2012 20:41
Enjugué la lágrima que escapó de sus ojos al hablarme.
-Las cosas podrían haber sido de mil formas diferentes, aunque solo tenían dos caminos: la felicidad o el sufrimiento. Ambos, primero tú y luego yo, sin darnos cuenta de que errábamos tomamos el segundo. – sonreí apenada. – Aunque de una forma u otra mi amor hacia ti no ha variado un ápice.- le aclaré acariciando su rostro. Notando como trataba de alejarse, más quizás le era imposible. –Lo hubiese dado todo por vivir la vida de dicha que nos merecíamos. Tú, él -miré a Tristán. –y yo, juntos.- suspiré. – Pero aun en este camino que ambos nos vimos obligados a tomar, ni un instante he dejado de amarte.- humedecí mis labios queriendo besar los suyos, pero algo me hizo entender que no era buena idea. –Te quiero, Raimundo. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.- acaricié su mano con la mía y tras aquellas palabras me separé de él dirigiéndome a la mesa más alejada.
Las horas se me hicieron eternas viendo a Tristán, a Pepa y a Emilia hablar entre si. Observando como Raimundo. En el extremo contrario de la taberna andaba perdido en su propio universo. Quizás recordando mis palabras. O más bien pensando en su hijo.
Me levanté de la silla dirigiéndome hacia la puerta.
-No aguanto más aquí.- respondí a Tristán. Los nervios por ver a mi hija y la incomodidad al sentir a Raimundo tan distante me oprimían el pecho. –Ya es de noche y podemos ir al chozo, necesito ver a Soledad.- añadí.
Él no puso impedimento. Y Emilia, dándome la razón, nos dijo que ya podíamos ir. Alegando ella, que para no levantar sospechas, se quedaría en la taberna.
-Las cosas podrían haber sido de mil formas diferentes, aunque solo tenían dos caminos: la felicidad o el sufrimiento. Ambos, primero tú y luego yo, sin darnos cuenta de que errábamos tomamos el segundo. – sonreí apenada. – Aunque de una forma u otra mi amor hacia ti no ha variado un ápice.- le aclaré acariciando su rostro. Notando como trataba de alejarse, más quizás le era imposible. –Lo hubiese dado todo por vivir la vida de dicha que nos merecíamos. Tú, él -miré a Tristán. –y yo, juntos.- suspiré. – Pero aun en este camino que ambos nos vimos obligados a tomar, ni un instante he dejado de amarte.- humedecí mis labios queriendo besar los suyos, pero algo me hizo entender que no era buena idea. –Te quiero, Raimundo. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.- acaricié su mano con la mía y tras aquellas palabras me separé de él dirigiéndome a la mesa más alejada.
Las horas se me hicieron eternas viendo a Tristán, a Pepa y a Emilia hablar entre si. Observando como Raimundo. En el extremo contrario de la taberna andaba perdido en su propio universo. Quizás recordando mis palabras. O más bien pensando en su hijo.
Me levanté de la silla dirigiéndome hacia la puerta.
-No aguanto más aquí.- respondí a Tristán. Los nervios por ver a mi hija y la incomodidad al sentir a Raimundo tan distante me oprimían el pecho. –Ya es de noche y podemos ir al chozo, necesito ver a Soledad.- añadí.
Él no puso impedimento. Y Emilia, dándome la razón, nos dijo que ya podíamos ir. Alegando ella, que para no levantar sospechas, se quedaría en la taberna.
#836

22/04/2012 20:59
Fui despertando poco a poco. Sentía que el cuerpo me pesaba una barbaridad. "Sin duda esa droga era fuerte." - pensé para mis adentros. Cuando abrí los ojos por fin me encontré en una habitación que no conocía de nada. Intenté mover mi cuerpo pero mis extremidades me respondían con lentitud. Giré la cabeza y allí vi a Soledad que también empezaba a despertarse.
De pronto oí unos pasos que se acercaban y pude ver finalmente a don Julián.
- Sebastián, el plan ha salido a pedir de boca. - me informó. - ¿Cómo os encontráis?
- No sabría decirle doctor. - dije mientras intentaba incorporarme. Afortunadamente a cada segundo mi cuerpo respondía mejor. Vi que Soledad también lo intentaba lentamente. Gracias a Dios ella también se recuperaba. Don Julián fue entonces a su mesa y nos tendió otros frascos.
- Es un reconstituyente. Para que os recuperéis más rápido. Vuestros padres estarán yendo ya al chozo.
Soledad y yo nos miramos preocupados. ¡Dios mío, nuestros padres! Soledad preguntó cómo estaban y don Julián contestó:
- Fatal Soledad. Se les veía realmente rotos por el dolor. Para que la gente luego diga que tu madre no te quiere Soledad. Hoy en la plaza ha mostrado todo lo contrario. Lástima que cuando os vea os mate. - dijo don Julián.
Miré a Soledad que sonreía de felicidad a pesar de la última frase. Había tenido pocas muestras de amor de su madre y saber que lo había pasado mal le hacía sentir querida. Después pensé en mi padre y me bebí de un trago el reconstituyente. Soledad hizo lo mismo al verme. Sabía amargo pero al instante vi que respiraba mejor. Don Julián nos señaló unas ropas que había conseguido para cambiarnos y nos dejó.
Ayudé a Soledad a levantarse y le dije:
- ¿Preparada para que tu madre nos mate? - bromeé.
Soledad me contestó con una sonrisa nerviosa y con un "situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas". Y comenzó a vestirse. Yo la miré admirado por su fuerza y su determinación. Definitivamente, estaba loco por ella. Después de unos minutos también me cambié.
Cuando me quité la camisa pude notar como su mirada se perdía disimuladamente en mí y sonreí interiormente. Sonrisa que se borró cuando contemplé su figura sin el vestido. Mi corazón comenzó a acelerarse y por un instante temí perder el control. A duras penas frené el impulso de devorar su cuerpo y hacerla mía y me terminé de vestir. Don Julián nos bajó algo de comida mientras que esperábamos a que llegara Mauricio por la puerta trasera del consultorio.
Comimos algo deprisa y después notamos que alguien llamó a la puerta. Mauricio nos estaba esperando con un carro tirado por caballos. Nos ocultamos bajo una manta en el carro y Mauricio comenzó la marcha al encuentro con nuestros padres.
De pronto oí unos pasos que se acercaban y pude ver finalmente a don Julián.
- Sebastián, el plan ha salido a pedir de boca. - me informó. - ¿Cómo os encontráis?
- No sabría decirle doctor. - dije mientras intentaba incorporarme. Afortunadamente a cada segundo mi cuerpo respondía mejor. Vi que Soledad también lo intentaba lentamente. Gracias a Dios ella también se recuperaba. Don Julián fue entonces a su mesa y nos tendió otros frascos.
- Es un reconstituyente. Para que os recuperéis más rápido. Vuestros padres estarán yendo ya al chozo.
Soledad y yo nos miramos preocupados. ¡Dios mío, nuestros padres! Soledad preguntó cómo estaban y don Julián contestó:
- Fatal Soledad. Se les veía realmente rotos por el dolor. Para que la gente luego diga que tu madre no te quiere Soledad. Hoy en la plaza ha mostrado todo lo contrario. Lástima que cuando os vea os mate. - dijo don Julián.
Miré a Soledad que sonreía de felicidad a pesar de la última frase. Había tenido pocas muestras de amor de su madre y saber que lo había pasado mal le hacía sentir querida. Después pensé en mi padre y me bebí de un trago el reconstituyente. Soledad hizo lo mismo al verme. Sabía amargo pero al instante vi que respiraba mejor. Don Julián nos señaló unas ropas que había conseguido para cambiarnos y nos dejó.
Ayudé a Soledad a levantarse y le dije:
- ¿Preparada para que tu madre nos mate? - bromeé.
Soledad me contestó con una sonrisa nerviosa y con un "situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas". Y comenzó a vestirse. Yo la miré admirado por su fuerza y su determinación. Definitivamente, estaba loco por ella. Después de unos minutos también me cambié.
Cuando me quité la camisa pude notar como su mirada se perdía disimuladamente en mí y sonreí interiormente. Sonrisa que se borró cuando contemplé su figura sin el vestido. Mi corazón comenzó a acelerarse y por un instante temí perder el control. A duras penas frené el impulso de devorar su cuerpo y hacerla mía y me terminé de vestir. Don Julián nos bajó algo de comida mientras que esperábamos a que llegara Mauricio por la puerta trasera del consultorio.
Comimos algo deprisa y después notamos que alguien llamó a la puerta. Mauricio nos estaba esperando con un carro tirado por caballos. Nos ocultamos bajo una manta en el carro y Mauricio comenzó la marcha al encuentro con nuestros padres.
#837

22/04/2012 21:21
Durante el viaje sentía a Soledad acomodada en mi pecho. Mi corazón palpitaba sin cesar. ¿Cómo podía amarla tanto? Sentir su respiración, su piel, su calor, estaba siendo una tortura. Después de unos minutos nos paramos y Mauricio nos informó de que habíamos llegado y de que no había nadie en el camino. Bajamos todo lo deprisa que pudimos y entramos. No habían llegado.
- Somos los primeros. - dije con voz baja.
Noté la respiración de Soledad más rápida y me giré para verla. Estaba muy nerviosa así que la abracé contra mi pecho.
- Shhhh. Todo va a salir bien Soledad. Seguro que lo entenderán. Diré que todo fue idea mía. Al principio tu madre me matará pero lo explicaremos. Todo saldrá bien... lo más gordo está hecho. - dije intentando tranquilizarla. - ¿Confías en mí?
Soledad me miró diciéndome que sí. La miré con los ojos velados por el amor y le acaricié el rostro. Ella después tomó la palabra diciéndome si estaba seguro de esto.
- Ya te dije que solo hay dos cosas que tengo seguras en mi vida: que quiero acabar con Salvador Castro... y que estoy enamorado de ti Soledad.
Soledad me miró con esos ojos que me volvían loco pero antes de que pudiera decir nada la puerta se abrió. Nuestros padres habían llegado.
- Somos los primeros. - dije con voz baja.
Noté la respiración de Soledad más rápida y me giré para verla. Estaba muy nerviosa así que la abracé contra mi pecho.
- Shhhh. Todo va a salir bien Soledad. Seguro que lo entenderán. Diré que todo fue idea mía. Al principio tu madre me matará pero lo explicaremos. Todo saldrá bien... lo más gordo está hecho. - dije intentando tranquilizarla. - ¿Confías en mí?
Soledad me miró diciéndome que sí. La miré con los ojos velados por el amor y le acaricié el rostro. Ella después tomó la palabra diciéndome si estaba seguro de esto.
- Ya te dije que solo hay dos cosas que tengo seguras en mi vida: que quiero acabar con Salvador Castro... y que estoy enamorado de ti Soledad.
Soledad me miró con esos ojos que me volvían loco pero antes de que pudiera decir nada la puerta se abrió. Nuestros padres habían llegado.
#838

22/04/2012 22:03
Decidimos dar un gran rodeo para no levantar sospechas. Sinceramente agradecí el paseo pues el fresco aire de la noche me ayudó a calmar el cúmulo de sentimientos que me acechaban.
Aún sentía como, cerrando los ojos, el aliento de Raimundo se mezclaba con el mío a la espera de un beso que no llegó.
Caminaba con la mirada perdida, pensando en todo lo acontecido. Queriendo acelerar mí paso para llegar cuanto antes allí donde Soledad se encontraba. Dirigí mi mirada hacía Tristán y Pepa que, unos pasos más adelantados, sonreían despreocupados.
Noté entonces como todo comenzaba a hacérseme borroso a la vista, creyendo a la vez que el mismo suelo se tambaleaba a mis pies. Perdiendo el equilibrio y la estabilidad. Di los siguientes pasos casi por inercia, a sabiendas de que en nada podía agarrarme. Saliéndome del camino, quizás para buscar el árbol más cercano para apoyarme.
Pero sin darme tiempo a ello, al tiempo que creí caer definitivamente al suelo, Raimundo me agarró por la cintura, impidiéndome hacerlo. En un susurro me preguntó si estaba bien, y sentí como toda mi piel se erizaba al sentir su cuerpo demasiado pegado al mío.
-Sí, no ha sido nada.- respondí sin separarme pues sabía que si lo hacía caería finalmente. –Solo estoy un poco mareada.- cerré los ojos tras contestar a su insistencia. Creyendo que con ello el equilibrio volvería.
Al abrirlos, me sorprendí a mí misma aferrada a las solapas de su chaleco. Sonreí para mis adentros ante tal acción y sentí el calor en mis mejillas al ver cómo me miraba con preocupación. Quedé mirándolo hipnotizada, perdida en la profundidad de aquellos ojos castaños que eran mi vida entera.
Abrumado, tal vez, por la intensidad de los sentimientos que en mi mirada había la apartó. Mirando como los jóvenes se miraban y sonreían acurrucados. Apelando entonces a nuestra propia juventud.
Tragué saliva ante aquel recuerdo y me separé de él, sin recordar el motivo por el que nos habíamos acercado.
-Será mejor que sigamos.- pronuncié al tiempo que retomaba el paso. Cerrando los ojos una vez que me sentí libre de su mirada. Sintiéndome aun un poco mareada.
No tardamos mucho más en llegar al chozo. Entrando primero Tristán y Pepa.
Aún sentía como, cerrando los ojos, el aliento de Raimundo se mezclaba con el mío a la espera de un beso que no llegó.
Caminaba con la mirada perdida, pensando en todo lo acontecido. Queriendo acelerar mí paso para llegar cuanto antes allí donde Soledad se encontraba. Dirigí mi mirada hacía Tristán y Pepa que, unos pasos más adelantados, sonreían despreocupados.
Noté entonces como todo comenzaba a hacérseme borroso a la vista, creyendo a la vez que el mismo suelo se tambaleaba a mis pies. Perdiendo el equilibrio y la estabilidad. Di los siguientes pasos casi por inercia, a sabiendas de que en nada podía agarrarme. Saliéndome del camino, quizás para buscar el árbol más cercano para apoyarme.
Pero sin darme tiempo a ello, al tiempo que creí caer definitivamente al suelo, Raimundo me agarró por la cintura, impidiéndome hacerlo. En un susurro me preguntó si estaba bien, y sentí como toda mi piel se erizaba al sentir su cuerpo demasiado pegado al mío.
-Sí, no ha sido nada.- respondí sin separarme pues sabía que si lo hacía caería finalmente. –Solo estoy un poco mareada.- cerré los ojos tras contestar a su insistencia. Creyendo que con ello el equilibrio volvería.
Al abrirlos, me sorprendí a mí misma aferrada a las solapas de su chaleco. Sonreí para mis adentros ante tal acción y sentí el calor en mis mejillas al ver cómo me miraba con preocupación. Quedé mirándolo hipnotizada, perdida en la profundidad de aquellos ojos castaños que eran mi vida entera.
Abrumado, tal vez, por la intensidad de los sentimientos que en mi mirada había la apartó. Mirando como los jóvenes se miraban y sonreían acurrucados. Apelando entonces a nuestra propia juventud.
Tragué saliva ante aquel recuerdo y me separé de él, sin recordar el motivo por el que nos habíamos acercado.
-Será mejor que sigamos.- pronuncié al tiempo que retomaba el paso. Cerrando los ojos una vez que me sentí libre de su mirada. Sintiéndome aun un poco mareada.
No tardamos mucho más en llegar al chozo. Entrando primero Tristán y Pepa.
#839

22/04/2012 22:10
No, no eran nuestros padres sino Tristán y Pepa. Tristán se dirigió a Soledad y Pepa se acercó a mí gritando que cómo se nos ocurría hacer eso.
- Pepa puedo explicarlo.
Después Tristán llevado por la rabia del momento que sin duda habrían vivido al creernos muertos me cogió de la camiseta y me llevó a una pared con la mirada llena de rabia. Soledad dijo viendo a su hermano alterado que tenía una explicación. Tristán contestó que si me había obligado pero ella dijo que accedió voluntariamente. Le contestó que todo era para acabar con Salvador, no tenía nada que ver con nosotros. Yo me limité a guardar la compostura mientras veía a Tristán amenazándome puño en alto. Pepa intentó calmar a Tristán y al final lo consiguió. Pero antes de que pudiera hablar llegaron mi padre y Francisca con el mismo ánimo que Tristán.
- Pepa puedo explicarlo.
Después Tristán llevado por la rabia del momento que sin duda habrían vivido al creernos muertos me cogió de la camiseta y me llevó a una pared con la mirada llena de rabia. Soledad dijo viendo a su hermano alterado que tenía una explicación. Tristán contestó que si me había obligado pero ella dijo que accedió voluntariamente. Le contestó que todo era para acabar con Salvador, no tenía nada que ver con nosotros. Yo me limité a guardar la compostura mientras veía a Tristán amenazándome puño en alto. Pepa intentó calmar a Tristán y al final lo consiguió. Pero antes de que pudiera hablar llegaron mi padre y Francisca con el mismo ánimo que Tristán.
#840

22/04/2012 22:24
Poco a poco me fui despertando. La cabeza me dolía y notaba que mi cuerpo me respondía lentamente. Giré la cabeza y vi que Sebastián también se estaba despertando lentamente. Me miró y me sonrió. Escuché unos pasos, era don Julián. Me incorporé lentamente. Don Julián nos contó que todo había salido como estaba previsto. Todos pensaban que Sebastián y yo habíamos muerto. Nos dio un reconstituyente para recuperarnos más rápidamente y nos dijo que nuestros padres ya deberían estar yendo al chozo.
- ¡Dios mío! ¡Nuestros padres! Don Julián, ¿Cómo están?
Nos contó que estaban fatal y que mi madre demostró delante de todo el pueblo lo mucho que me quiere. Una lágrima recorrió mi cara. Don Julián nos dijo que teníamos que darnos prisa, pues pronto llegaría Mauricio. Nos dejó unas ropas para que pudiéramos cambiarnos y marchó. Sebastián y yo nos empezamos a quitar la ropa. Noté como mi corazón se aceleraba al ver el torso desnudo de Sebastián y temí no poder controlarme, pero, por suerte, don Julián llegó con algo de comida. Comimos rápidamente y escuchamos unos golpes en la puerta. Era Mauricio que había llegado con un carro tirado por caballos. Sebastián me ayudó a subir y luego nos ocultamos debajo de una manta. Tenía la cabeza encima del pecho de Sebastián y notaba que mi corazón volvía a acelerarse. Le amaba muchísimo, le amaba con todo mi ser. Después de unos minutos, paramos y Mauricio nos informó de que habíamos llegado. Corrimos hacía el chozo. Fuimos los primeros en llegar. Estaba muy nerviosa y Sebastián se percató de ello, ya que me abrazó con fuerza. Veía a Sebastián bastante tranquilo. Me dijo que todo iba a salir bien, que lo más difícil ya había pasado.
- ¿Estás seguro de lo que vamos a hacer Sebastián?
Contestó diciéndome que solo tenía dos cosas seguras en su vida: que quería acabar con mi padre, Salvador Castro, y que estaba enamorado de mí. Esas últimas palabras me hicieron sonreír de oreja a oreja. ¡Sebastián me amaba! No me lo podía creer, y en mis ojos empezaron a brotar lágrimas, pero lágrimas de felicidad. Cuando iba a contestarle que yo también le amaba, la puerta se abrió. Nuestros padres habían llegado. Pero no les vimos a ellos, sino a Pepa y a Tristán. Tristán corrió hacia mí a abrazarme. Después se abalanzó contra Sebastián muy alterado. Le preguntó si me había obligado a algo.
- ¡No Tristán, no! ¡No le hagas daño! Sebastián no me ha obligado a nada. Todo lo he hecho porque he querido. Sebastián no me ha obligado a nada.
Pepa logró calmar a Tristán. Al tiempo llegaron mi madre y Raimundo.
- ¡Dios mío! ¡Nuestros padres! Don Julián, ¿Cómo están?
Nos contó que estaban fatal y que mi madre demostró delante de todo el pueblo lo mucho que me quiere. Una lágrima recorrió mi cara. Don Julián nos dijo que teníamos que darnos prisa, pues pronto llegaría Mauricio. Nos dejó unas ropas para que pudiéramos cambiarnos y marchó. Sebastián y yo nos empezamos a quitar la ropa. Noté como mi corazón se aceleraba al ver el torso desnudo de Sebastián y temí no poder controlarme, pero, por suerte, don Julián llegó con algo de comida. Comimos rápidamente y escuchamos unos golpes en la puerta. Era Mauricio que había llegado con un carro tirado por caballos. Sebastián me ayudó a subir y luego nos ocultamos debajo de una manta. Tenía la cabeza encima del pecho de Sebastián y notaba que mi corazón volvía a acelerarse. Le amaba muchísimo, le amaba con todo mi ser. Después de unos minutos, paramos y Mauricio nos informó de que habíamos llegado. Corrimos hacía el chozo. Fuimos los primeros en llegar. Estaba muy nerviosa y Sebastián se percató de ello, ya que me abrazó con fuerza. Veía a Sebastián bastante tranquilo. Me dijo que todo iba a salir bien, que lo más difícil ya había pasado.
- ¿Estás seguro de lo que vamos a hacer Sebastián?
Contestó diciéndome que solo tenía dos cosas seguras en su vida: que quería acabar con mi padre, Salvador Castro, y que estaba enamorado de mí. Esas últimas palabras me hicieron sonreír de oreja a oreja. ¡Sebastián me amaba! No me lo podía creer, y en mis ojos empezaron a brotar lágrimas, pero lágrimas de felicidad. Cuando iba a contestarle que yo también le amaba, la puerta se abrió. Nuestros padres habían llegado. Pero no les vimos a ellos, sino a Pepa y a Tristán. Tristán corrió hacia mí a abrazarme. Después se abalanzó contra Sebastián muy alterado. Le preguntó si me había obligado a algo.
- ¡No Tristán, no! ¡No le hagas daño! Sebastián no me ha obligado a nada. Todo lo he hecho porque he querido. Sebastián no me ha obligado a nada.
Pepa logró calmar a Tristán. Al tiempo llegaron mi madre y Raimundo.