Creemos nuestro propio Puente Viejo. ¡TODOS JUNTOS!

-Te quiero, te quiero mucho mi amor -le dije, siguiéndole el beso- ¿tu estás bien verdad?

-Sí-dije tocandome el labio

-La peor parte te la has llevado tú- le dije sin dejar de mirarle ni acariciarle.

-Esa bala me tenía que haber dado a mi, Tristán- le dije

La miré acariciándole la cara.

-Esta bala está donde tiene que estar, si te hubiera dado a tí...yo me muero Pepa, no podría soportarlo, por tí hubiera muerto en ese instante, si así te salvo a tí la vida. -le dije sonriéndole,sin dejar de acariciarle su hermoso rostro-

-Yo me muero si no te tengo, soldado- le dije cogiendole suavemente de la cara y besándole con pasión.

-Tristán, Carlos sigue vivo- le dije muy preocupada

-Lo sé...-le dije apartando la mirada, y es peligroso, muy peligroso, si me ha hecho esto a mí, que se supone que soy su hermano, no quiero pensar lo que podría hacerte...-mi ceño se frunció y en mis ojos se podía ver la rabia-

Mi hijo… ¿Mi hijo?...¡Mi hijo! No podía ser, cómo iba a ser, pero ¿era? Todo mi mundo comenzó desmoronarse de pronto. No me importaban aquellos bastardos nacidos de tantas y tantas mujeres con las que yací, pero ella… ella era distinta, era la única mujer a la que había amado, la única que sentí realmente mía y ella…nosotros… Ag no podía más, todo me daba vueltas y nos sabía qué decir ni qué pensar. Me alejé de ella, dándole la espalda tratando de ordenar mis pensamientos lejos de su mirada anegada en lágrimas.
- ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no me diste otra oportunidad? Yo no iba a matarla Rosario- le susurré.- Estuve a punto de hacerlo, pero me arrepentí en el último momento y fui a buscarte para encontrarte del brazo de otro. Y entonces… sí, entonces la maté, pero…
Me acerqué a ella dominado por la rabia que la idea de una vida perdida, de una felicidad inalcanzable, me infundía. La agarré, clavando mis dedos en sus brazos, sintiendo como su carne cedía a la presión de mi abrazo.
- ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué nos negaste una familia, Rosario? ¿Una vida?

Y seguí apretando y apretando, viendo el dolor reflejado en su rostro hasta que no pude soportar más toda aquella confusión y caí al suelo de rodillas con una única pregunta en mis labios
- ¿Por qué?
Por qué mis planes siempre se estropeaban, por qué nunca podría ser feliz, por qué nunca había sido feliz, por qué ella, por qué yo. Por qué.

Y en mi mente, alocada, desquiciada ya, perdida en un mar de dudas y sentimientos, un único culpable: Raimundo


PD: lo se, me parezco a Mourinho jejeje =P

-¡Martin!- grite dándome cuenta de que le podía haber hecho daño

Pero Tristán me calmó diciendo que en el seminario estaba muy bien protegido y que pocas veces le dejaban salir, eso me tranquilizó.

-Yo... Yo no puedo estar con la sensación, cada vez que salga a la calle, de si tendré a Carlos pisándome los talones, Tristán, ni tu ni yo podemos vivir así- le dije ya un poco asustada

-Además, estoy segura de que volverá, y está vez a por mí- finalicé, el mieo se podía percibir en mis ojos.

Se preocupó por Martín, y la tranquilicé diciéndole que estaba bien en el seminario, estaba asustada, le veía el miedo en sus ojos.

-Ven aquí mi amor. -me incorporé un poco, ella vino hacia mí, se sentó a mi lado y la abracé con el brazo que tenía bueno, dándole un dulce beso en la cabeza- Tranquila, si vuelve no te hará daño, no se lo permitiré, esta vez estaré preparado. Pero Pepa, quiero que sigas quedándote en la casona estos días ¿vale? -le dije, acariciándole el pelo, ella asintió, estaba con la cabeza apoyada en mi pecho, y me abrazaba fuerte, yo le volví a susurrar- Tranquila mi amor, estoy aquí, y lo estaré siempre, te protegeré por encima de todo, incluso por encima de mi propia vida.

Se puso de espaldas a mi diciéndome que porque le había negado otra oportunidad,que en el ultimo momento se arrepintió y volvió a buscarme,pero al verme ya casada si acabo con su vida.

-Dios mio¿que hice?-susurre.

De pronto el me agarro del brazo clavando sus dedos en el,yo sentía como la sangre comenzaba a brotar debido a las heridas que me estaba produciendo,pero aquel no era un dolor comparable al que me producía verlo así. Al ver mi gesto de dolor me soltó cayendo de rodillas al suelo,yo me arrodille a su lado

-¿Crees que no me hubiese gustado que nuestro hijo creciera a tu lado?-le dije mientras las lagrimas anegaban mi rostro.

-Yo también viví un calvario al no poder estar contigo.-Lleve mi mano a su rostro.ese rostro del que llevaba enamorada mas de 30 años.

El me miro y pude ver una furtiva lagrima que yo atrape entre mis dedos. después acaricio dulcemente la herida de mi brazo y un "perdóname" salio de sus labios.

-No es nada-le dije poniendo mi mano sobre la suya en ese punto-mas me duele que no hayamos podido ser felices.

-Perdóname tu a mi te lo ruego,yo..te amo y jamas dejare de hacerlo, perdóname por haberte separado de tu hijo...lo siento tanto-Entonces me abrace a el descargando todo el dolor acumulado durante demasiados años.pero de pronto volví a la realidad acordándome de la señora.

-Tengo que ir a atender a la señora,pero volveré enseguida,tendremos que decirle a Alfonso la verdad-.

Al decir esto, me levante separándome de el,algo que me costo un gran esfuerzo,y subí las escaleras de la cocina.

Al volver a la casa de comidas vi que Emilia ya estaba enfrascada en la comida así que me senté en uno de los bancos que había fuera y contemplé la plaza. Iba a echarla mucho de menos al fin y al cabo mi enfancia transcurrió en Puente Viejo. Debió pasar mucho tiempo así ya que cuando me quise dar cuenta Emilia ya había servido la comida a muchos parroquianos así que entré para comer.

Emilia se sentó conmigo mientras Alfonso y padre servían a la gente. Vi a padre con rostro triste y me conmovió. Dudé de hacer lo que iba a hacer pero esas dudas se fueron al recordar a Salvador. Tenía que hacerlo. La que más me preocupaba era Emilia en estos momentos. Yo intentaba hablarle de anécdotas con Tristán para que sonriera y parecía que funcionaba pero luego volvía a su rostro triste. Yo le tomé la mano y la besé con fuerza diciéndole que todo saldría bien. Le dije además que un amigo en Valencia se hizo médico así que él me haría las pruebas. Eso la tranquilizó un poco. Durante la comida vi que don Julián entraba a comer así que me dirigí a él en cuanto terminé. Él me saludó con una sonrisa y yo le pedí que si podía echarle un vistazo a la pierna porque la herida me daba alguna que otra molestia. Él accedió.

Ayudé a mi familia a recoger los platos y me fui con don Julián al consultorio.

- Veamos esa pierna pues... - me dijo el doctor.

- Lo cierto es que la pierna está bien salvo por los vendajes que hay que cambiar. Lo que quería era hablar con usted.

Don Julián me miró sorprendido.

- Lo haremos mañana... lo de fingir nuestra muerte.

Don Julián me contestó:

- Pero Sebastián eso es demasiado pronto.

- Ya está todo planeado doctor. Pepa me ha contado que el asaltante fue Carlos Castro. ¿No lo ve? Es la oportunidad perfecta. Fingiremos que el asaltante es Carlos pero en realidad será Mauricio. Nos tomaremos lo que usted me dio y una vez aquí nos cambiaremos de ropa para pasar desapercibidos. Usted les contará esto si vienen aquí mi padre y Francisca y les dirá que Después nos encontraremos a medianoche en el chozo para después partir de ahí a Valencia.

- Sebastián es una locura. No va a funcionar.

- Doctor tengo que hacerlo. No vamos a quedarnos de brazos cruzados viendo como Salvador maltrata a los demás.

- Pero espera.. "fingiremos", "tomaremos"... ¿quién más viene?

Yo no sabía si contarlo pero al final lo hice.

- Soledad... la hija de Francisca.

- ¿Cómo?¿Soledad?... ¡Dios mío Francisca me matará!

- Soledad ya tuvo que sufrir los maltratos de Salvador cuando era pequeña. Es normal que no quiera volver a vivirlo... y Francisca no creo que haga nada sabiendo lo que cuesta traer un doctor al pueblo.

-... está bien... Todo sea por acabar con ese cerdo. Yo conseguiré la ropa no os preocupéis. - dijo finalmente don Julián. - Espero no tener que arrepentirme de esto Sebastián.

- No tendrá que hacerlo se lo aseguro. - dije incorporándome para irme. - Gracias doctor. Con Dios.

- Con Dios hijo... con Dios...

Tras esta conversación volví a la casa de comidas para el que sería mi último día en Puente Viejo.

Entre en la habitación de la señora después de que ella me diera el permiso.la encontré triste,con la mirada fija en un punto de la habitación y con evidentes signos de haber llorado. Al verme me pregunto por el señor Tristan y por Raimundo.

-El señor fue con Pepa a visitar a Martín al internado-le dije,sabiendo que la siguiente respuesta le iba a romper el corazón.

-Y Raimundo..-corte la frase sabiendo el dolor que le iba a producir,pero ella me apremio para que hablara-se ha ido señora,esta misma mañana-dije finalmente viendo como ella rompía a llorar.

Entonces me senté a su lado y la abrace olvidando por un momento las diferencias que nos separaban.

-No se preocupe señora.el la ama con todas sus fuerzas,estoy completamente segura de que volverá- le dije mientras le acariciaba el pelo.

Ella me miro e intento sonreír,yo le devolví la sonrisa.

-La quiero mucho señora,sabe que puede contar conmigo para todo lo que necesite-.Ella me agradeció el gesto y llevo su mano a mi brazo y ante mi gesto de dolor me miro extrañada y levanto la manga de mi uniforme observando el morado.

-No es nada-le dije intentando quitarle importancia-un simple golpe que me di en la cocina.

Pero puede ver en sus ojos que no estaba creyendo nada de lo que le decía.

Estaba segura de que lo haría. De que él, mi amor, me protegería y cuidaría de mí.

-¿Sabes?- le dije aún abrazándole, con la cabeza apoyada en su pecho.

-Aún recuerdo la primera vez que nos vimos en aquel lago. Me quedé totalmente atónita contigo, soldado, como una chiquilla con zapatos nuevos. ¿Lo recuerdas?- dije de nuevo

Me recordó aquel día en el lago, yo sonreí.

-¿Cómo olvidarlo? Aquel día quedé prendado de una hermosa muchacha que me miró con esos bellos ojos marrones. -le dije sonriendo, acariciándole el pelo con mimo-Desde ese día solo hago que alegrarme porque aparecieses en mi vida,partera.

-Pues yo no puedo evitar recordar esa sonrisa, que me hizo perder la razón- dije dándole un dulce beso

-Te quiero Pepa, te quiero más que a nada -le dije, besándola-

-Y yo a ti, mi vida- le dije devolviéndole el beso.

-Estoy segura de que nuestro hijo será muy feliz- sonreí

Le acaricié el vientre, que poco a poco crecía, no se notaba mucho todavía, pero yo sí lo notaba.

-Yo también lo creo, con una madre como tú ¿como no ser feliz? -sonreí-

-Y con un padre como tú, soldado. -me abracé a él fuertemente

La abracé fuertemente.

-Siempre que estamos bien, tiene que pasar algo...-suspiré-

-Lo se, parece que son jugarretas del destino, que intenta separarnos. Pero, prometeme que no lo conseguira. Tristán, prometeme que siempre estaremos juntos- dije mirándole a los ojos.