Creemos nuestro propio Puente Viejo. ¡TODOS JUNTOS!

Al oir esas palabras no pude evitar sonreir.

-No tienes que sentir nada,aguarda un momento aqui que voy al colmado un momento.

Fui al colmado,sabia que si la noticia ya se sabia Dolores seria la primera,ya me lo oli cuando entre y me miro de forma no habitual.

-Dolores...buenas tardes -le dije,serio.

Tristán tuvo que entrar en el colmado un momento y yo me quedé aguardandole apoyada en una de sus paredes. Sentía que la gente cada vez murmuraba más mirandome. Sus cuchicheos iban en aumento, no pude aguantar más y grité delante de todos.

- ¿Qué pasa? ¿Os ocurre algo?

-Buenas tardes Don Tristan -me dijo Dolores agachando la mirada-

-Me vas a decir que ocurre? Porque todos los pueblerinos cuchichean?

-Yo no se el porque Don Tristan...

-No se haga la loca,bien se que algo pasa

-esta bien...se han enterado de lo de usted y Pepa...

-Lo mio y lo de Pepa?

-si que a pesar se su condicion de hermanos estan juntos y van a tener un hijo

Me quede anonadado.

-Que estamos juntos? pero que barbaridad es esa?

-Eso es lo que dicen, no lo niegue don Tristan sabemos que Pepa esta embarazada

Me comence a enfurecer.

-y como lo sabeis? y no me mientas,Dolores

-El doctor se lo conto a su hermano, pero Salud lo escucho y lo dijo a todo el pueblo

Me quede mirandola, esa mujer, como no.

Solo para que os centreis os regalo una foto mia y de mi Rosario de Jovenes qeu he caido en qeu no sabiais a un como era asi que os dejo una imagen de mi, soy asi exactamente, cosnte!


Ahora ya si:

Ante mí, Rosario... mi Rosario. Toda aquella rabia que me poseia desapareció de prnto bajo el peso de su pronfunda mirada. Y me obligó a sentarme, y rozó mi piel, y sentí como su cuerpo temblaba, pero también sentí arder el mío, por demasiado tiempo apartado de aquel roce. Y sin poder evitarlo, sin querer evitarlo, su mera presencia trajo a mi mente el momento en el qeu nos conocimos, el amor que creí que compartimos...

Cuando la conocí ya había casado con la enfermiza madre de Carlos Castro, el que se haría pasar por mi hijo, aunque apenas la consideraba como mi esposa, pasaba los días buscando noticias, pistas sobre mi madre.
Comenzaba a amanecer en aquel momento, mientras volvía con mi corcel de otra infructuosa búsqueda de mi madre. Harto y cansado de tantos fracasos, espoleé al animal, pero este, que tenía un genio parecido al de su amo no se lo tomé muy bien y se encabritó, tirándome de la montura. En mi caída hube de aterrizar sobre una afilada roca que se clavó en mi costado produciéndome un corte que comenzó a sangrar. Maldito animal, pensé mientras se alejaba al galope, ya lo pillaré. Pero la herida no paraba de sangrar así que me dirigí a un pequeño riachuelo que había cerca. Allí la vi, arrodillada, lavando con brío unas viejas camisas deshilachadas. No era la primera vez que la veía, me había fijado en ella en mis viajes, siempre la veía por el río cargada con cestos de ropa o cargando con sus hermanos pequeños. Al verme, miró asustada mi herida y se ofreció a ayudarme
- No voy a pagarte nada- le advertí
Al fin y al cabo, todas aquellas mujeres que habían nacido para parir muchos hijos y morir desdentadas solo pensaban en el dinero. Pero ella me sonrió sorprendida
- Ni yo lo aceptaría- me dijo, y empezó a limpiarme la sangre con un trapo húmedo.
Mientras punzadas de escozor recorrían mi cuerpo me entretuve en contemplar su cuerpo y su rostro repleto de vida, de alegría y con la belleza de la juventud. En sus oscuros ojos marrones brillaba algo que no sapodía, que no sabía definir, que no había visto en mucho tiempo, pureza, bondad, amor…
- ¿Cómo te llamas?- le dije
- Rosario, señor
Divertido ante tal apelativo hacia mi persona deslicé mi mano por su cabello, ocultando un mechón tras su oreja para después llevarla hasta su barbilla obligándola levemente a mirarme a los ojos, en un gesto que se convertiría en tan mío, en tan nuestro.
- No me llames señor.

Y así hablamos y reí, extrañado, hasta que terminó con mi herida
- Gracias- dije yo, más extrañado que ella en escuchar aquellas palabras salir de mi boca.
Entonces unos relinchos llamaron mi atención y me di cuenta de que mi caballo había vuelto a buscarme.
- He de marchar ya- anuncié
Ella me sonrió tímidamente, y fue aquella timidez, aquella inocencia que apenas recordaba, que apenas había conocido, las que me impulsaron a rozar levemente sus labios con los míos disfrutando del intenso rubor que coloreaba sus mejillas. Sin darle tiempo a reaccionar, subí a mi caballo y al galope le grité.
- Volveremos a vernos. – aunque no pude evitar pensar que yo lo deseaba, quizás, más que ella.

La gente cada vez se aglomeraba más, me miraban y comenzaba a poder distinguir sus gritos:

-¡Fresca! ¡Furcia! ¡Mala mujer!-me gritaban

¿Por qué? ¿Acaso sabían de mi embarazo?

Era imposible, mi estado solo lo conocían Tristán y el Doctor, y este último tiene un juramento que no pude tomarse a la ligera.

El caso era que los gritos me ponían cada vez más nerviosa, estuve a punto de meterme en el colmado, con Tristán, cuando un hombre del pueblo se me acercó cogiendo me del brazo y me gritó:

-¡No puedes tener ese niño! ¡Es fruto del incesto! ¡Eres una fresca!

No me soltaba, me hacía daño. ¿Cómo se habrían enterado?
La gente comenzó a lanzarme objetos, bolsas, piedras...

En ese momento del colmado salió Tristán.

- Pues que le quede claro que eso no es verdad, Pepa y yo no esta...
En ese momento comencé a oir gritos, me asomé por la ventana, y al ver lo que le estaban haciendo, el corazon me dio un vuelco, sali como alma que lleva el diablo.

-me acerque a ellos, con los ojos llenos de rabia, apretando los puños para no rebentarles la cabeza a todos y cada uno de ellos ahi mismo, hasta que grite furioso- BASTA!! CALLAROS! -grite aun mas y me acerque al que la estaba cogiendo del brazo- Sueltala, sueltala YA.

Vi en la mirada de Pepa, como las lagrimas resbalaban de sus ojos, los pueblerinos callaron, después de todo soy el hijo de Francisca Montenegro, pero no todos callaron, Fulgencio, que era el hombre que la agarraba, hablo.

-No la pienso soltar, pretende traer al mundo a un niño maldito, eso dios no lo perdona, y seria la vergüenza de Puente Viejo -dijo apretandole mas el brazo-

Mi rabia no pudo contenerse mas, y me acerque a el, dandole un fuerte puñetazo, y dejandolo en el suelo, despues, abrace a Pepa con todas mis fuerzas, estrechandola en mis brazos mientras le susurraba -Ya esta tranquila, ya esta...-despues volvi a mirar a aquel hombre que estaba en el suelo y le dije- Para todos vosotros sera un niño maldito, pero para nosotros es el fruto del amor mas grande que puede existir, aunque claro, que vais a saber vosotros del amor, si sois unos salvajes sin remedio. Y la vergüenza de este pueblo sois vosotros, capaces de lanzarle piedras y de abuchear a una mujer, y encima embarazada, y vosotros hablais de dios? venga por favor, pero os aseguro que esto no va a quedar asi, no lo hara, todos se quedaron callados, vi el miedo en sus miradas, pero me dio igual, no me senti culpable, no porque le habian hecho daño a lo que mas queria en esta vida.
Entre con Pepa al cuarto, estaba muy nerviosa, la volvi a abrazar.

Tristán salió del colmado y cuando vio todo lo que se había montado, enfureció de la rabia y exigio a Fulgencio que me soltara.

Él no lo hizo y Tristán le asestó un fuerte puñetazo que lo dejó en el suelo. Al principio me asusté un poco pero luego me di cuenta que se lo merecía por haberme tratado tan mal.

Tristán me abrazó y declaró delante de todos que mi hijo no sería un niño maldito sino la prueba de amor más grande que puede haber. No pude evitar emocionarme ante esas bonitas palabras.

Tristán me acompañó a mi cuarto, yo estaba muy inquieta:

- ¡Mira lo que ha ocurrido, Tristán!-le dije

-¡Ya no puedo vivir tranquila aquí! Esto ha ocurrido, hoy que se acaban de enterar pero... ¿Qué pasará dentro de unos meses? Podrían hacerme daño, pero eso no es lo peor. Podrían haceroslo a tí y a mi hijo y por ahí no estoy dispuesta a pasar- le dije

Eran unos salvajes,unos puercos, ella tenia razon, no me perdonaria que le hicieran daño a ella o a nuestro hijo, no lo soportaria.

-Lo se Pepa, se han pasado de la raya, y esto no puede volver a suceder...

Me sente en la cama,llevandome las manos a la cabeza, me sentia culpable por no haber aparecido antes, y evitar que ella pasara por eso, no se merecia mas sufrimientos, no se los merecia.

-Creo que debo adelantar mi marcha. ¿Estas seguro de querer venir conmigo?- pregunté

Pues no quería que dejara su vida aquí si no estaba seguro, sería muy egoísta por mi parte.

-Seguro no, segurisimo, por mi como si marchamos hoy mismo.

Me levante, cogiendola de las manos, y la mire a los ojos.

-Estas bien verdad? te hicieron algun daño? -le cogi cuidadosamente el brazo en el cual fulgencio la habia apretado y vi una marca-

Asentí ante su afirmación de marchar cuanto antes.

Se preocupó por si me habían hecho algún daño. Tenía una pequeña marca en el brazo.

-No es nada, se me pasará-le dije intentando sonreir.

-Tristán, ¿Que vas a hacer si se corre la voz por el pueblo? - No podía quitarme este tema de la cabeza

-¡Oh dios mio!-dije poniendome de pie

-¿Y si se entera tu madre?

Le acaricie con delicadeza el brazo, sintiendome aun mas culpable todavia, cuando me dijo que que pasaria si se enterara mi madre.

- No lo se, no lo se lo que diria ni lo que haria, pero nada ni nadie vaa impedir que marche contigo, te lo aseguro.

-Bueno, si es así tendremos que pensar a que pueblo queremos dirigirnos. ¿No? ¿Tienes alguno en mente?- le pregunté

-Santa Marta es muy bonito, aunque Requejo también...a ti cual te gustaria?

Me sente en la cama de nuevo ofreciendole asiento a mi lado, cuando se sento le sonrei, intentando que aunque fuera por unos instantes olvidara todo lo que acontecia a nuestro alrededor.

-Santa Marta estaría bien. He oído que necesitan una partera y yo podría ejercer allí algún tiempo. Además está algo más lejos que Requejo de Puente Viejo y podríamos vivir felices.

-Me senté en la cama con él, me sonreía le tomé la mano pero aunque estabamos felices me vi obligada a decir:

-Pero... Tendríamos que tener presente nuestra condición de hermanos.

-Lo se, y por mi estate tranquila, te respetare siempre -le acaricie la mano- Pero intentare hacerte feliz de todas maneras, intentare haceros felices a los dos. -y mirando su vientre, le volvi a sonreir-

Después de comer Soledad y yo decidimos dar un paseo por los jardines de la Casona. Nos sentiamos a gusto el uno junto al otro. Yo conseguía caminar sin tantos problemas pero aun así necesitaba ayuda.

- Me alegra que estemos juntos Soledad. - dije abrazándola. - Seguro que lo conseguiremos. - añadí refiriéndome a la investigación.

Lo cierto es que no teníamos mucho por donde empezar pero yo tenía contactos en Barcelona que me podían ayudar a buscar los trapos sucios de Salvador aunque fuera por toda España. Aunque fuera lo último que hiciera en la vida, acabaría con Salvador Castro.

Charlábamos sobre los recuerdos que Soledad tenía de Salvador. Ella intentaba hacer memoria para saber si oyó algo más como lo de Guadalupe y recordar si habría alguna foto en casa de Salvador. Si no había siempre podía escribir a Asturias pidiendo una.

Después de unos minutos de paseo vimos que en la Casona no había nadie. O al menos eso parecía. El salón y el despacho estaban desiertos. Soledad se dirigió al despacho y yo me quedé en el salón. Estaba muy cansado... demasiado cansado. Tanto es así que mi corazón volvió a asustarme latiendo más despacio y más fuerte. Me quedaba sin aire. No podía respirar. Soledad me miró asustada diciéndome que respirara pero me costaba un mundo. Me llevé una mano al pecho por el dolor mientras que Soledad me llevaba al sofá para acostarme. Después me desabrochó la camisa mientras que yo seguía sin poder respirar con normalidad. Soledad llamó a Mauricio para que trajera a don Julián lo más deprisa que pudiera. Yo me volví a concentrar en mi respiración intentando tranquilizarme mientras que Soledad me suplicaba que respirara.

Tras unos amargos minutos lo conseguí pero aún así me dolía mucho el pecho. Al ver que recuperaba el color Soledad se tranquilizaba.

Lo deje sumido en sus pensamientos,y tras recoger lo que había usado para curarle, salí del cuarto cerrando la puerta detrás de mi.Me apoye en ella y tome el aire que sentía que me faltaba,mire mi mano en la que todavía sentía el contacto de la suya,deseche los pensamientos que comenzaban a rondarme y me encamine rumbo a la cocina.

Me encaminaba hacia la cocina, cuando a vi a Soledad y a Sebastian en el salón,el muchacho parecia no encontrarse bien y Soledad le pedía que respirara.

-Sebastian,que te ocurre?-pregunte angustiada.

El muchacho apenas podía contestarme,solo se llevaba la mano al pecho,entonces entre Soledad y yo lo llevamos a su habitación hasta la llegada de don Julian,una vez el doctor se hubo marchado pensé en contarles a los muchachos lo que sabia.

-Soledad,se quien mato mi hijo Juan-la muchacha y Sebastian me miraron sorprendidos.yo respire hondo y continué hablando.

-Fue Salvador,Juan había descubierto sus asuntos turbios mientras estuvo estudiando en valencia.-.

Soledad y Sebastian no salían de su asombro mientras yo hablaba,y yo me sentía mal por lo que estaba haciendo pero creía que era lo justo.

Yo no dejaba de toser a la vez que intentaba calmarme ¿qué me pasaba? Rosario llegó y al verme tan mal me ayudó a volver a la habitación junto con Soledad.

Cuando me acosté en la cama y me desabrocharon la camisa me encontré mucho mejor. Vi que Soledad seguía angustiada y le cogí la mano:

- Tranquila, estoy bien Soledad.

Después de unos minutos llegó don Julián y me revisó. Le relaté el ataque que había tenido y me preguntó si lo había padecido alguna otra vez.

- Desgraciadamente sí. - le dije.

Don Julián pidió a Soledad y a Rosario que se fueran un momento de la habitación. Yo me asusté al ver su rostro serio. Cuando nos quedamos solos don Julián me dijo que eran los mismos síntomas que había padecido mi madre pero también podía ser un soplo. Tendría que ir mañana por la mañana a la Puebla a hacerme unas pruebas.

Pero lo más impactante no fue lo dicho por el doctor sino la confesión de Rosario. Después de unos segundos de titubeos finalmente nos dio la noticia: Salvador había matado a Juan tras enterarse de unos asuntos turbios suyos en Valencia.

Soledad y yo nos miramos anonadados pero a la vez esperanzados: al fin teníamos un hilo más claro del que tirar.