Creemos nuestro propio Puente Viejo. ¡TODOS JUNTOS!

¿Piensas entrar? Aquellas palabras seguían resonando en mi mente aún cuando mi hijo entró y yo me quedé en la puerta, más cuando la vi a ella, con el rostro teñido de preocupación y los ojos enrojecidos por las lágrimas, más todavía al ver qeu ella se había percatado de mi presencia. Y al verla así, el cabello suelto, sus mejillas sonrosadas y con aquella mirada de niña desvalida, pero tenaz no pude evitar recordar la primera vez que la vi, cuando apenas era un muchacho, cuando me prometí con Francisca, tras miles de tropelias que hubieran hecho estremecerse hasta al más gallardo de los hombres. Y llegué allí pensando que nada podía conmoverme, qeu mi alma y mi ser habían perecido tras años de vilezas y maldades, llegué justo cuando me había abandonado a aquellas ansias de venganza qeu hacía tanto tiempo habían nacido en mi interior...No lo entenderéis, no podríais entenderlo... quizás si supierais lo que hice antes de conocerla... pero ni siquiera aquí, ni siquiera en mis pensamientos me atrevo a nombrar aquel hecho que cambió mi vida, que me cambió para siempre. O al menos eso pensé...hasta que la vi por primera vez.

Salí de mis pensamientos por fin y me decidía a entrar, cruzando el umbral de la puerta por primera vez en años, sintiendo un peso enorme que se posaba sobre mí. Y ella tan cerca, y a la vez, tan lejos.

- Esta vez no he sido yo. A ver si por un perro que maté...- Pero los ánimos no parecían estar para chanzas así que recuperé mi pose altiva, no podía dejar que ella me afectara tanto. - La encontré así, a saber lo que se propondría a hacer, no se puede dejar a las mujeres solas, tienen demasiada facilidad para olvidar su camino... o sus promesas- Y sí, aquella última frase iba dirigida solo a ella.

Entre y sin mirar si habia alguien corri hacia arriba, la subi a mi habitacion, y con cuidado la tumbe en la cama. Sali de la habitacion y avise al servicio de que hicieran llamar al doctor inmediatamente, y me volvi a la habitacion, me sente en una silla al lado de la cama y le cogi la mano
-Pepa...despierta mi am...-me corte antes estas palabras,pero las dije- mi amor...-mientras le acariciaba la mano, mirandola-

De nuevo aquella herida volvía a hacer acto de presencia, provocando un quejido de Raimundo. Esta vez la maldijo por no dejarnos hacer lo que tanto ansiábamos.

Bromeó intentando suavizar un poco la situación, retirando de mi rostro un mechón que se había soltado de la trenza.

Se apartó y, con dificultad, comenzó a asearse. Eché mis brazos hacia atrás, apoyando mis manos sobre el colchón, como sujeción a mi cuerpo.

Se volvió hacia mí percatándose de que mis ojos no dejaban de mirarlo y sonreí al escuchar su pregunta.

-A ti.- me levanté de la cama mientras contestaba. –Pero, ¿sabes una cosa?- pregunté socarrona. Avanzando hacia él peligrosamente. –Estás mucho mejor sin…- pase sus manos por su pecho. –esta camisa y…- deslicé mis manos hasta llegar a lo más bajo de su espalda. –sin estos pantalones.- lo atraje hacia mí ejerciendo presión allí donde tenía mis manos. Y sintiendo la cercanía de nuestros cuerpos besé sus labios con una pasión arrolladora.

Me separé paulatinamente de él, viendo como había cerrado los ojos incluso.

-Pero qué vamos a hacerle.- pregunté fingiendo resignación. Suspiré. –Espérame aquí mientras me visto.- añadí sonriente. Dirigiendo mis pasos hacia el armario.

¿Promesas? aquella palabra me transporto a un pasado donde yo era una muchacha inocente y feliz hasta que el me rompió el corazón.

-Es usted el que nunca ha sabido mantener una promesa,y ahora voy a buscar a Mauricio-

y salí del salón justo cuando las lagrimas empezaban a asomar a mis ojos,encontre a mauricio en las caballerizas.

-ve a buscar a don Julian¡ Rápido!-

Mauricio me pregunto si se trataba de la señora y tras contestarle que se trataba de Pepa,ensillo su caballo y partió rápido hacia el pueblo.yo regrese al salón donde Tristan se paseaba de un lado a otro.

-cálmese señor,se pondrá bien- dije observando el rostro pálido de Pepa.

De pronto Trisan decidió llevar a pepa a su cuarto para esperar la llegada del doctor,y subió con ella las escaleras dejándome sola con Salvador en el salón.

-¿Que le ha pasado a Pepa?-

me atreví a preguntar a pesar del miedo que sentia cuando vi que Salvador comenzaba a acercarse a mi peligrosamente.

Tristán se marchó llevándose consigo a Pepa y la poca calma de la que podía haber hecho gala. Dejándome solo, por segunda vez en muy poco tiempo, con ella, y con aquel ardor que comenzaba a apoderarse de mi cuerpo. Quería besarla, deseaba besarla, necesitaba besarla, hacerla mía, sentirla de nuevo junto a mí, como si el tiempo no hubiera pasado, como si yo aún pudiera cambiar y el mundo pudiera dejar de ser aquel infierno que siempre había tenido por hogar. Pues ella era mi refugio y mi sostén, era lo único que sosegaba mi alma atormentada por el odio y el dolor, solo su mirada. Pero yo soy un monstruo, era un monstruo, seré un monstruo. Ella nunca sentirá por mí más que repulsión y pensar que una vez la tuve y la perdí me hacía sentir un dolor que solamente había sentido con la pérdida de mis hermanos. Pero ahh...¿qué me está pasando? Me gritaba mientras me acercaba más a ella. - Para, estate quieto- me gritaba una voz en mi interior. ¿No ves que besarla ahora significaría rendirte a un sentimiento sin sentido, a un Cupido desquiciado? Lo sabía como sabía que no podía permitirme enamorarme, ni volver a confiar en una mujer, pero también como sabía que no había nada que pudiera conseguir que dejase de acercarme a ella.

Notaba su agitada respiración, me pareció escuchar el latido de su acelerado corazón, más rápido cuanto más próximas estaban nuestras bocas, tan cerca, por primera vez... tan cerca. Nuestros labios se rozaron provocando que un escalofrío recorriese mi cuerpo y justo cuando creí que jamás podría volver a apartarme de ella, unos pasos resonaron sobre nuestras cabezas devolviéndome a la realidad para que me apartase con rapidez antes de que los pasos diesen paso a una figura.

Note que mi respiración se aceleraba a medida que estaba mas cerca de mi,como no lo había estado hacia demasiados años,de repente sentí sus labios rozando los míos y un escalofrió me recorrió la espalda.¿Que me estaba pasando?, debería odiarlo.pero el simple roce de sus labios despertó sentimientos que creía muertos hace mucho tiempo,de repente unos pasos provenientes de la escalera me hicieron volver a la realidad.

Mientras que Soledad y yo maquinábamos oímos unos pasos rápidos en el pasillo. Parecía que había cierto revuelo. Soledad me preguntó si me parecía que la voz era de Tristán. Lo cierto es que a mí también me lo pareció y se le notaba nervioso. Soledad salió de la habitación para ver lo que pasaba pero al poco tiempo volvió con el rostro lleno de miedo.

- ¿Qué ocurre Soledad? ¿qué pasa? - pregunté nervioso al ver que no contestaba.

Soledad me dijo que ya no tendríamos que preocuparnos por el paradero de Salvador.

- ¿Y eso por qué?

"Está aquí". Esas palabras se clavaron en mi interior e hicieron resucitar la rabia que tenía contra él por haberle disparado a mi padre. Esa rabia fue la que me impulsó a levantarme rápidamente pero Soledad vino a impedírmelo. Se puso a mi lado y con cuidado me hizo ponerme de pie y, cogiendo el bastón que me había regalado, conseguí andar sin mayores problemas para mi pierna herida. No podía estar quieto si Salvador estaba en la Casona.

Cuando salimos de la habitación vi como mi padre y Francisca se quedaron petrificados a punto de bajar la escalera.

- Segunda ronda. - susurré para mis adentros.

Vi como mi padre sujetaba fuertemente a Francisca y bajaron lentamente. Noté que Soledad temblaba así que la abracé con fuerza.

- Pase lo que pase, no dejaré que te haga daño. - le susurré al oído. Ella me miró anhelante pero rompí ese momento. No quería volver a asustarla. Le sonreí y le besé la frente. Cuando noté que se tranquilizó un poco, bajamos a la "reunión familiar"

Abrí poco a poco los ojos, aún me encontraba cansada y estaba algo aturdida. Lo último que recordaba era a Tristán lanzándose contra Salvador y aséstandole fuertes golpes. Eché un vistazo a mi alrededor. ¿La Casona? A mi lado estaba Tristán, mi hermano... Cuanto me costaba pronunciar estas palabras, él me tomaba de la mano y me velaba´. Supuse que me habría desmayado, pero para cerciorarme, dije con un hilo de voz.

-Tristán, ¿Qué ha ocurrido?

Segui con su mano, velandola hasta que despertara, cuando abrio los ojos el rostro se me ilumino, y sonrei.
-Pepa! -y le aprete la mano mas fuerte- te desmayaste...como estas? como te encuentras?

-Algo cansada, pero me encuentro bien. ¿Y Salvador?- le pregunté aún en voz baja.

Cuando dijo el nombre de Salvador, el gesto se me torno serio.
-abajo, le deje con Rosario..-le volvi a acariciar la mano- quieres agua?

Sentí una extraña sensación de alivio al saber que Salvador se encontraba bien. Después de todo, el me había salvado de aquellos malnacidos. Pero, una pregunta me rondaba una y otra vez la sesera. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué me había salvado?

-Sí, gracias.-accedí a la petición de Tristán

Él se acercó con un vaso de agua cristalina y me dio a beber poco a poco.

-¿Y Sebastián? ¿Cómo está?

-Sebastian mejor tambien...como estas tu? -le volvi a preguntar-

Don Julian entro, le explique la situacion y se dispuso a examinar a Pepa, mientras yo los observaba, caminando por la habitacion de un lado a otro, nervioso.

-Doctor,ya sabe que le ocurre?

Tristán me confirmó la mejoría de Sebastián. En ese preciso momento entró D. Julián, supuse que le habrían llamado. Me estuvo revisando y cuando ya hubo acabado, Tristán, preguntó que que me ocurría.

El médico me miró y pidió por favor si nos podía dejar solos. Creí comprender el por qué de su petición.

Lo mire, extrañado. Porque me pedia que me fuera? tan grave era? de todas maneras, asenti, y sali de la habitacion, no muy convencido, y mas preocupado aun de llo que ya estaba antes.

Tristán accedió a dejarnos solos, pero con una última mirada de incompresión.

Una vez me hube quedado con él médico, él me contó lo que yo ya sabía. Mi cansancio, mis mareos, eran parte de un embarazo. Y es que, en mi vientre, llevaba el hijo de mi amor, Tristán Castro Montenegro.

Me preguntó que pensaba hacer, ya que él sabía quien era el padre de mi criatura.

-Lo voy a tener le dije. Este niño me va a sar todo el amor que Tristán no puede darme.

Él médico me miró, sonriendo levemente, toco mi vientre y me dijo:

-Cuidaté.

Yo asentí y vi que se marchaba mientars decía a Tristán que ya podía pasar.

Entre rapidamente, sentandome al lado de Pepa.Y preocupado, le dije.
-Porque el doctor me ha hecho salir? que tienes Pepa? tan grave es?

Tristán entró rápido en el cuarto.

-No es nada- le dije.

-Me ha dicho que es solo el cansancio de todo lo ocurrido estos últimos días, solo necesito relajarme y descansar un poco, ya sabes como son estos médicos, lo exageran todo- le dije ocultandole toda la verdad, pues no quería que sufriera.

La mire, oyendo sus palabras, sin creermelo demasiado, pero no le hice mas preguntas, tampoco queria agobiarla, ya estaria suficientemente cansada.
-Esta bien, descansa pues, duerme un poco, yo me quedare velandote...