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Foro El secreto de Puente Viejo

La Biblioteca (L - Z)

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#0
eiza
eiza
23/10/2011 12:32
labibliotecal-z

EL RINCÓN DE LADYG
labibliotecal-z
El único entre todos I, II, III, IV, V

EL RINCÓN DE LAPUEBLA
labibliotecal-z
Descubriendo al admirador secreto
Los Ulloa se preocupan por Alfonso
La vida sigue igual
Los consejos de Rosario
Al calor del fuego I, II, III
Llueve I, II
La voz que tanto echaba de menos
Para eso están las amigas
El último de los Castañeda
No sé
Pensamientos
La nueva vecina I - IV, V, VI - VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV
Sin rumbo I, II, III, IV
Un corazón demasiado grande
Soy una necia
Necedades y Cobardías
El amor es otra cosa
Derribando murallas
El nubarrón
Una petición sorprendente I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII , IX – XII
Deudas, cobardes y Victimas I (I) (II), II (I) (II), III, IV, V, VI,
El incendio
Con los cinco sentidos

EL RINCÓN DE LIBRITO
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Hermanos para siempre. Las acelgas. Noche de ronda
Tertulia literaria, La siembra
Cinco meses I-IV

EL RINCÓN DE LNAEOWYN
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Mi destino eres tú
Eres mi verdad
Raimundo al rescate
Rendición
Desmayo
Masaje
Qué borrachera, qué barbaridad...

EL RINCÓN DE MARTILEO
labibliotecal-z
Cuenta la leyenda
El amor de mi vida

EL RINCÓN DE MARY
labibliotecal-z
Cumpliendo un sueño I, II, III, IV

EL RINCÓN DE MIRI
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Recuperando la fe
La verdad
Una realidad dolorosa
Yo te entiendo
De adonis y besos

EL RINCÓN DE NHGSA
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Raimundo, Francisca y Carmen: un triángulo peligroso
Confesión I, II

EL RINCÓN DE OLSI
labibliotecal-z
Descubriendo el amor I, II
El amor todo lo puede
Bendita equivocación
Sentimientos encontrados I, II
Verdadero amor I, II, III, VI
El orgullo de Alfonso I, II, III, VI
Descubriendo la verdad I, II
Despidiendo a un crápula I, II
Siempre estaré contigo I, II
La ilusión del amor I, II
El desengaño I, II, III
Sola
Reproches I(I), I(II), II, III, IV
Tenías que ser tú I, II, III
Abre los ojos I, II, III, VI, V
Ilusiones rotas
El tiempo lo cura todo I, II
La despedida

EL RINCÓN DE RIONA
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Abrir los ojos
Su verdad
Si te vas
Y yo sin verte I, II, III, IV, V
Cobarde hasta el final
Un corazón que late por ti
Soy Emilia Ulloa Soy Alfonso Castañeda
La mano de un amigo I, II, III, IV, V

EL RINCÓN DE RISABELLA
labibliotecal-z
Como a un hermano
Disimulando
Alfonso se baña en el río
Noche de pasión

EL RINCÓN DE VERREGO
labibliotecal-z
Lo que tendría que ser...

EL RINCÓN DE VILIGA
labibliotecal-z
Tristán y Pepa: Mi historia

EL RINCÓN DE YOLANADA
labibliotecal-z
¡Cómo Duele! I, II, III, IV, V, VI, VII

EL RINCÓN DE ZIRTA
labibliotecal-z
El despertar de Emilia Ulloa
Atrapado en mis recuerdos
La última carta
Contigo o sin tí (With or without you)
Tiempo perdido (Wasted time)
Si te vas
El tiro de gracia
Perro traidor
#241
lapuebla
lapuebla
11/12/2011 20:45
Al final las cuatro muchachas entraron en la taberna y a los pocos minutos saboreaban el chocolate preparado por la Ulloa. Pero mientras la maestra y Emilia charlaban animadamente, la joven embarazada permanecía callada, aunque sonreía tímidamente. Sin embargo, Pepa se mostraba visiblemente incómoda por la situación.

-Por cierto, ¡qué maleducada eres!. Ni siquiera nos has presentado. Yo soy Emilia y esta es Enriqueta, la nueva maestra.

-Yo me llamo Laura.

-Lo cierto es que me resulta familiar tu cara. ¿De qué nos conocemos?.

-Me temo que de nada. Lo cierto es que yo no soy de estas tierras. Mi marido es el que es de Puenteviejo y se empeñó en que pasara las últimas semanas de embarazo con su familia. Así su madre me podrá ayudar cuando nazca el niño.

En ese momento Pepa se levantó de la silla. Sabía que si permanecían allí Emilia acabaría sufriendo. Y ya bastante dolor estaba soportando en los últimos meses.

-No quiero parecer una desagradecida, pero es hora de irse. Se nos va a echar la noche encima y aun nos queda un buen tramo por recorrer.Mañana por la mañana me paso a ver como estás y charlamos un rato.

-Como quieras-le respondió Emilia.

Aun no habían traspasado la puerta cuando Laura cayó desplomada en el suelo. Afortunadamente, en aquel instante Sebastián llegaba de la conservera. A instancias de Pepa trasladó a la mujer hasta la antigua habitación de la partera, habitación que ahora ocupaba Tristán. La tumbaron en la cama y le aflojaron las ropas. Respiraba con cierta dificultad, su rostro estaba pálido y tenía las piernas muy hinchadas.

-¡Pobre mujer!. Parece que está pasando un mal embarazo-dijo Enriqueta.

-Ojalá fuera eso-murmuró Pepa en voz baja.

-¿Qué quieres decir?- preguntó Emilia alarmada.-¿Acaso está enferma?

-Pues sí.-La partera comprobó que seguía inconsciente antes de proseguir.-Lo cierto es que está bastante mal. Su corazón está muy débil y me preocupa mucho que pueda aguantar el parto.Pero bueno, en todo caso vosotros no podeis hacer nada. Voy a mandar aviso al Jaral para que mi madre nos mande una calesa para poder trasladarla.

-¿Dónde vive?-preguntó Emilia.-Quizás mi hermano pueda acercarla a su casa.

-No es necesario. En realidad vive muy lejos de aquí, pero le recomendaron venir a verme. Me la voy a llevar a casa de mi madre. ¿Podrías traerle un vaso de agua?

-Ya voy yo-dijo Enriqueta, quien salió inmediatamente de la habitación en dirección a la taberna, donde aguardaba Sebastián.

Justo en aquel momento la muchacha se despertó. Al principio parecía un poco confusa, pues no reconocía aquella estancia. Pero al ver el rostro de la partera se tranquilizó. Poco a poco el color volvió a sus mejillas y su respiración se hizo menos dificultosa. Cuando pudo recobrar el aliento preguntó qué había ocurrido.

-Te has vuelto a desmayar. Creo que es conveniente que guardes reposo, porque estás muy débil. Ahora mismo voy a mandar aviso para que nos manden un carruaje. Vamos,te ayudo a incorporarte.

Pero tan pronto como puso los pies fuera de la cama volvió a perder el conocimiento. Entre Emilia y Pepa volvieron a tumbarla en la cama. Se miraron con preocupación, pues eran conscientes de que la muchacha estaba muy débil.

-No podemos moverla. Es mejor que se quede aquí.

-No creo que sea buena idea. Además esta es la habitación de Tristán.

-Pero él no está y no creo que le importe que ocupemos su cuarto. Y tú puedes dormir conmigo, así la podemos cuidar entre las dos.

-Pero Emilia….-Pepa se mostró dubitativa.-Es que Laura es….

-La mujer de Alfonso. Lo sé.

-¿Cómo lo has sabido?-preguntó incrédula Pepa.

-Pues entre lo rara que estabas tú y lo que ella contó, que su marido era de Puenteviejo. Además, no sé el porqué, pero me resultó familiar, como si la conociera.

-¿Y crees que es una buena idea que seas precisamente tú la que cuide de ella?-le preguntó cogiendo sus manos entre las suyas.

-Es la mujer de Alfonso y ese es su hijo-dijo señalando el abultado vientre de la muchacha.-Si cuido de ellos estaré devolviéndole sólo una parte de todo lo bueno que él hizo por mí y por mi familia.
#242
susivo
susivo
11/12/2011 21:56
Pepa, me matas lentamente...
#243
olsi
olsi
11/12/2011 22:28
Pepa, qué ganas de leer tu fic!!! intentaré leerlo esta noche guiño

Os dejo "la felicidad", que tenía mono ya... jejeje

Bona nit!!

https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/709/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#244
yolanada
yolanada
11/12/2011 23:41
Pepa ¿ y decias que no sabías como salir del atolladero? , pues hija , como dice Susivo, nos matas lentamente porque está genial. Y original oyes...
#245
martileo
martileo
12/12/2011 00:47
Lapuebla me dejas sin palabras......es un placer leerte, como siempre.
#246
lapuebla
lapuebla
12/12/2011 12:36
FANTASMAS Y SOMBRAS (Parte 5)

Eran casi las doce de la noche cuando por fin todo en la taberna quedó recogido. Sebastián y Enriqueta habían estado ayudando a atender a los últimos parroquianos mientras ella preparaba los ingredientes de las comidas del día siguiente. Y cuando su hermano, como cada noche, se fue a acompañar a la maestra hasta su casa, el bueno de Hipólito cruzó la plaza y le ayudó a barrer y recoger las mesas mientras le contaba las ultimas novedades de sus flirteos con Mariana y las correrías junto a Paquito. Lo último que se les había ocurrido era ir hasta Villalpanda y emborrachar a uno de los hombres de Pardo con la intención de averiguar por donde paraba Juan. Pero al final, le que se había cogido una buena cogorza fue el Mirañar, que el pobre se mareaba sólo con catar un par de chatos de vino. Asi que la aventura había resultado en un estrepitoso fracaso.

Justo cuando se disponía a cerrar el portón del patio vio aparecer a su padre y a Rosario. Ambos venían de la casona, de visitar a doña Francisca, que seguía convaleciente. Uno de los más afamados cirujanos de Madrid le había extirpado el tumor que le presionaba la columna y amenazaba con segar su vida. Había sido una operación muy díficil y delicada. Los riesgos eran muchos y pocas las esperanzas. Pero si algo no se le podía achacar a Francisca Montenegro es que fuese una cobarde, y desoyendo los ruegos de sus hijos, quienes temían por su vida, decidió someterse a aquella arriesgada intervención quirúrgica. Prefería la muerte a seguir soportando aquellos terribles dolores y,lo que era peor,acabar sus días postrada en una cama, siendo una carga para Soledad y Tristán. Así que entró en aquel quirófano, dispuesta a aceptar los designios de Dios y prometiendo que si éste le daba una segunda oportunidad, trataría de enmendar los muchos errores que había cometido en su vida, empezando por sus hijos y Raimundo Ulloa.

-Buenas noches padre. Buenas noches Rosario. ¿Cómo sigue doña Francisca?

-Algo mejor. Hoy incluso ha dejado que la llevaramos hasta el jardín. Imagino que se ha alegrado mucho con la visita de Rosario. En el fondo yo creo que la echa mucho de menos. Incluso le ha pedido que vuelva a la casona.

-¿Y usted qué va a hacer?-preguntó Emilia.

-No lo sé. Lo cierto es que doña Agueda nos ha tratado muy bien desde el primer día……pero siento que mi lugar sigue siendo la casona. Y más ahora que la doña está inválida y necesita nuestra ayuda.

-Supongo que es una díficil decisión. Pero si al final decide regresar no creo que tenga problemas con los Mesía. Seguro que Pepa sabrá como explicarle la situación a su madre.

-Eso espero. Además…-Rosario permanedió dubitativa durante unos segundos

-Además ¿qué?....¿Qué es lo que le preocupa?

-Pues que si volvemos a trabajar para los Montenegro podríamos disponer de nuesta antigua casa y así tendríamos un lugar para cuidar de Laura y de la criatura.

A Rosario le costaba mucho hablar de su nuera y de su fúturo nieto delante de Emilia. Seguía sintiéndose culpable de todo lo que había ocurrido y casi no podía mirar a los ojos a la muchacha. Y mucho menos a su hijo Alfonso. Casi se sentía aliviada de que él estuviera lejos, pues había aceptado la oferta para trabajar en las minas del norte de León. Era una labor dura y peligrosa,pero muy bien pagada. De este modo pretendía ahorrar unos buenos cuartos para empezar una nueva vida junto a su mujer y su hijo.

Raimundo, que podía adivinar cuales eran los negros pensamientos que atormentaban a su buena amiga Rosario, decidió intervenir de nuevo en la conversación.

-Y hablando de Laura, ¿qué tal ha pasado hoy el día? ¿Ha venido Pepa a verla?

-Sí claro, está con ella. Lo cierto es que estaba esperando a que llegaran para regresar al Jaral con Rosario. Miren-dijo mirando para la puerta del pasillo que daba a las habitaciones- hablando del rey de Roma..

-Buenas noches, Pepa. ¿ Cómo está la muchacha?

-Se ha quedado dormida. Estaba muy cansada. Pero yo creo que está algo mejor. Los guisos y los cuidados de Emilia le están haciendo mucho bien.

-Claro, como si tus remedios y tus consejos no tuvieran nada que ver. Anda zalamera, no te quites mérito. Que aquí la comadrona y casi la médico eres tú.

-Bueno, no discutais-intervino en tono cariñoso Raimundo-.Las dos estais haciendo todo lo posible por ayudar a Laura. Creo que no podían haber caído en suerte mejores enfermeras.

-Raimundo tiene razón-ahora era una emocionada Rosario la que hablabla.-No sé como agradecer todo lo que estais haciendo por ella.

-No tiene nada que agradecer-le dijo Emilia agarrándola del brazo.-Además, ¿qué otra cosa ibamos a hacer?.Ande, no se me ponga así. Mañana pasese por aquí de nuevo, que seguro que su nuera se alegra mucho de verla y pueden pasar un buen rato conversando.

Afortunadamente para Rosario, que ya casi no podía aguantar la emoción y estaba a punto de echarse a llorar, el ruído de una calesa los alertó. Se quedaron expectanten mirando al patio hasta que vieron aparecer por el portón a doña Agueda acompañada por su cochero.

-Buenas noches, madre. ¿Qué está haciendo usted por aquí a estas horas?

-¿Cómo que qué hago por aquí a estas horas?. Serás desagradecida-la mujer quería fingir un tono de enfado, pero su sonrisa la delataba.-He venido a buscaros, que ya es muy tarde para que dos mujeres solas anden pateando los caminos. Además,seguro que estais cansadas.

-Muchas gracias madre, es usted un angel-le dijo Pepa mientras le daba un cariñoso beso en la mejilla.

-Eso ya me gusta más, hija. Y perdonen, que ni siquiera los he saludado.

-No se preocupe, doña Agueda. ¿Quiere tomar algo?-le preguntó cortésmente Raimundo.

-No, muchísimas gracias. Ya es muy tarde y debemos regresar al Jaral cuanto antes, que allí todo el mundo estará deseando irse a dormir. Pero le prometo que mañana me acerco un ratito por la tarde y me dejo invitar a uno de esos deliciosos chocolates que prepara su hija.
#247
lapuebla
lapuebla
12/12/2011 12:46
Al final, Pepa y Rosario partieron hacia la casa de los Mesía con doña Agueda. Raimundo y Emilia se quedaron aun unos minutos charlando sentados en una de las mesas de la taberna. Como él había pasado casi todo el día en la casona de los Montenegro, su hija le contó todo lo acontecido en la taberna durante la jornada. Por su parte, Raimundo le contó más detalles de la evolución de Francisca.

Emilia sonreía al ver a su padre feliz. Después de treinta años de duros enfrentamientos, volvía a estar al lado de la mujer a la que tanto había querido y seguía queriendo, aunque a veces sacase su mal genio a relucir y acabaran discutiendo. La vida le había dado una segunda oportunidad.

Cuando al ver entrar a Sebastián miraron el reloj y se percataron de lo tarde que era, Emilia mandó a su padre ya su hermano a dormir. Ella aun tenía que dar los últimos toques a los preparativos de las comidas del día siguiente. Una vez que todo quedó dispuesto en la cocina, apagó las velas que iluminaban la taberna y se dirigió a su cuarto. Pero antes, tal y como hacía cada noche, abrió con cuidado la puerta de la habitación donde descansaba Laura para comprobar que estuviera bien. Pensó que la muchacha dormía y se dispuso a cerrar de nuevo la puerta. Pero una voz la interrumpió.

-Emilia, ¿eres tú?

-Sí. Vaya, lo siento. No quería despertarte. Sólo venía a comprobar que estuvieras bien.

-No te preocupes, estaba despierta. Lo cierto es que no puedo dormir.

-¿Qué te pasa? ¿No te encuentras bien?-le preguntó alarmada Emilia mientras se acercaba a la cama.

-Estoy bien, no te preocupes. Es sólo que necesitaba hablar contigo.

-Pues tú dirás.

-Siéntate por favor-le indicó la silla que había al lado del lecho.-Verás, quería pedirte un favor.

-Sí, claro.

-Quiero que seas la madrina de mi hijo.

-¿Cómo?-preguntó con indisimulada estupefacción. Era lo último que esperaba oír.-Creía que la madrina sería Rosario, que para eso es su abuela.

-Ya lo sé,pero quiero que tú. Te has portado muy bien comigo. Y si no llega a ser por tus cuidados y los de Pepa, ni siquiera sé si seguiría viva. Te debo tanto……..mucho más de lo que te imaginas.

-¿De qué estás hablando?.-El semblante de Emilia era cada vez más sombrío.

-Sé que tú querías a Alfonso y…

-Laura, creo que no debemos seguir con esta conversación-le dijo levantándose de la silla.

-Espera, por favor. Te lo ruego.-La voz de la muchacha sonaba a súplica.-Tú querías a Alfonso y él te quería a ti. Pero por algún motivo que no logro llegar a comprender tú lo dejaste marchar. Y gracias a eso yo pude conocerlo.

De repente, un incómodo silencio se instaló entre ambas mujeres. Durante aquellas cuatro últimas semanas que Laura había permanecido bajo el cuidado de Emilia, la dos habían pasado muchas horas charlando. Hablaban de cocina, de remedios caseros para la gripe, de cómo zurcir unos calcetines o arreglar los bajos de una falda. Se habían reído con las anécdotas de Hipólito y Paquito e incluso hacían alguna chanza sobre Sebastián y Enriqueta. A veces, incluso Emilia le leía algún libro y le resumía las historias de las novelas que más le habían fascinado. También le había contado la dolorosa historia de amor de su padre y doña Francisca y la no menos tortuosa relación de Pepa y su hermano Tristán. Por su parte, Laura le narró como había sido su vida yendo de campamento en campamento junto a sus padres y su hermanos, que se ganaban el pan como jornaleros o leñadores allá donde sus servicios fueran requeridos. Pero jamás habían hablado de Alfonso.Ni una sola palabra. Hasta aquella noche.

-Emilia, sé que estoy enferma. Aunque vosotras no me digais nada, veo la cara de preocupación de Pepa cada vez que me ausculta. Además, yo ya sabía que mi corazón no estaba bien.

-Bueno, tú no te preocupes. Pepa es una gran comadrona, la mejor en muchas leguas a la redonda. Y seguro que todo sale bien.

-¿Pero si no sale? ¿Si yo no puedo resistir el parto?

-Por favor, no pienses en eso ahora. No creo que sea bueno ni par ti ni para la criatura angustiarse de ese modo.-La voz de Emilia trataba de sonar tranquilizadora, al tiempo que le acariciaba la mano.- ¿Vas a obedecerme?-le preguntó con una sonrisa.

-Está bien. Pero, ¿puedo preguntarte una cosa?

Emilia asintió en silencio.

-¿Por qué no aceptaste su proposición de matrimonio? ¿Acaso no lo querías lo suficiente?

-Yo he querido a Alfonso toda la vida, incluso desde antes de ser consciente de ello.-Emilia sintió una extraña paz al abrir su corazón precisamente a aquella mujer.-Pero me di cuenta demasiado tarde, cuando ya había cometido muchos errores. No quise hacerle cargar con ellos. Pensé que lo mejor para él era alejarse de mi y que buscara una mujer que lo amase y le diera sus propios hijos. Y ves, al final el tiempo me dio la razón, porque te encontró a ti.

-¿Sabes una cosa?......Eres la mejor persona que he conocido en mi vida. Por eso quiero que seas la madrina de mi hijo. Para mi sería un honor que mi niño tuviese una madrina tan maravillosa. ¿Qué me dices?

-Está bien, acepto-dijo Emilia en un tono cariñoso. Quería quitarle solemnidad al momento, pues temía que los nervios le jugasen una mala pasada y acabase llorando por la emoción.- Pero ya te puedes ir preparando para oír las quejas de Rosario, que la pobre mujer estaba muy emocioanda con eso de ser la madrina de su primer nieto. Y ahora hazme el favor de dormir, que necesitas desansar.

Unos minutos después Emilia se encogía debajo de las mantas en su cama. Por primera vez en mucho tiempo no lloró al quedarse sola en su cuarto. La vida daba muchas vueltas, y aunque aquel último giro no dejaba de ser una ironía del destino, no podía dejar de sentirse feliz sabiendo que pronto podría cuidar de su ahijado. Al fin y al cabo, los niños siempre traían alegría.

No tardó en quedarse dormida, pues estaba realmente cansada y necesitaba reposo.Aquella noche no tuvo pesadillas. No vió charcos de sangre ni demonios. Soñó con una tarde soleada de verano y risas niños rodando por la era.

Al amanecer unos gritos la despertaron. Laura había empezado a sentir las primeras contracciones.
#248
lapuebla
lapuebla
12/12/2011 21:49
FANTASMAS Y SOMBRAS (Parte 6)

Tristán se había acercado hasta la posada para visitar a sus hermana Emilia, pues hacía ya varios días que no la veía y quería saber cómo estaba. Se pasaba el día pendiente de su madre y de los asuntos de las casona y la finca y apenas tenía tiempo para otros menesteres. Podía charlar con Sebastián cuando se acercaba a la conservera y pasaba algún que otro rato departiendo con Raimundo cuando éste iba cada tarde a hacerle compañía a Francisca. Parecía que poco a poco su vida se iba encauzando. En pocas semanas celebraría su boda con Pepa y por fin podría formar la familia que siempre había soñado junto a ella y junto a Martín. Y por si fuera poco, había descubierto que Raimundo Ulloa era su padre y que, por lo tanto, tenía otros dos hermanos. Sentía un profundo afecto por todos ellos y no podía dejar de alegrarse con sus dichas y preocuparse por sus penas. Sabía que Raimundo estaba recuperando el tiempo perdido junto a su madre y que Sebastián estaba ilusionado con la conservera y, sobr todo, con su estrenado noviazgo con Enriqueta. Pero Emilia era otro cantar. La vida sólo le había deparado golpes en los últimos meses.

Cuando llegó a la casa de comidas se encontró con su padre departiendo con don Anselmo. El cura acostumbraba ir siempre a esa hora a tomarse un orujito y charlar un rato con su buen amigo. Y si se terciaba tampoco hacía ascos a una buena partida al tute o al mus con alguno de los parroquianos.

-Buenas tardes, padre-dijo en voz alta dirigiéndose con la mejor de sus sonrisas hacia el tabernero.

-Hola hijo. ¡Qué alegría verte por aquí!. ¿Cómo está tu madre?

-Bien, hoy un poco malhumorada. Ya la conoce, sigue teniendo su genio. Pero yo creo que cuando le vea a usted, el cabreo se le pasa en un momento.

-Ahora tengo bastante trabajo. Pero después aprovecho un ratito y me escapo a la casona. Por cierto, ¿quieres tomar algo?.

-No, gracias. En realidad venía a ver a Emilia, que hace mucho tiempo que no hablamos.

-Pues ahí está-dijo señalando al patio.-Está cuidando de su ahijado. No se separa de él ni a sol ni a sombra.

-¿Y cómo está la madre?-preguntó Tristán.-Pepa me dijo ayer que aun estaba un poco débil, pero que se estaba recuperando poco a poco

-Pues sí, cada día está un poquito mejor. Hoy ya se ha levantado y ha dado unos paseos por la habitación. En uno días estará restablecida del todo. Lo malo es que no puede darle el pecho al niño, porque Pepa dice que está muy floja para ello. Al final le dio uno de sus preparados para cortarle la leche. Pero lo importante es que al final su corazón resistió el parto y cuando se reponga podrá cuidar de su hijo. Además, Rosario y Mariana la ayudarán. Imagino que en un par de día podrá trasladarse a la casa de los Castañeda.

-Me alegro mucho, que ya bastantes tragedias hemos tenido en los últimos tiempos. Menos mal que al final aguantó el parto, porque Pepa no las tenía todas consigo. Llevaba días angustiada pensando que a la muchacha no el iba a resistir el corazón.

-Ha sido un milagro de Dios nuestro señor. Sí Raimundo,no me mires así, ya sé que tú eres un descreído-sonrió don Anselmo ante la mueca que empezaba a asomar en el rostro del tabernero.

-El milagro lo ha hecho Pepa con su buen hacer y si me apura, hasta ese pequeñajo que decidió adelantar su llegada a este mundo.

-¿Qué quiere decir, padre?-preguntó Tristán.

-Pues que como ha nacido unas semanas antes delo previsto, ha sido pequeñito y así la madre ha tenido que hacer menos esfuerzo para parirlo. El parto fue duro, sí, pero al final todo salió bien y tanto la madre como el hijo están vivos.

-Vaya, por lo que me cuenta se ve que ha salido al padre,que siempre antepuso la felicidad de los demás a la suya-dijo don Anselmo.-Aun recuerdo como se desvivía siempre por proteger a sus hermanos y para evitarle quebraderos de cabeza a su madre. Por no hablar de las muchas veces que acudió en ayuda de los Ulloa, sobre todo cuando Sebastián o Emilia se metían en algún lío. El mayor de los Castañeda siempre ha sido un muchacho noble y trabajador.

Los tres hombres se quedaron callados recordando al padre ausente. Seguramente ni siquiera sabía que tenía un hijo. Rosario le había mandado una carta contándole la noticia, pero todos sabían como funcionaba el servicio de correos. Seguramente aquella misiva tardaría algún día más en llegar a aquel pueblo del norte de León donde Alfonso llevaba semanas trabajando.
#249
lapuebla
lapuebla
12/12/2011 21:54
-Bueno, si me disculpan voy a conversar un ratito con mi hermana-Tristán esbozó una ampliar sonrisa dirigida sobre todo a su padre.

-Ve, anda, que se va a alegrar mucho de verte.

Al cabo de unos minutos Raimundo pudo ver como sus hijos charlaban animadamente en el patio. Emilia sostenía en el regazo a su ahijado, mientras le daba el biberón. El niño, aunque pequeño, había salido fuerte y tranquilo. Se pasaba el día comiendo y durmiendo. No lloraba ni cuando tenía hambre, sólo apretaba los puños hasta que sentía la tetina en los labios. Y su madrina se podía pasar horas mirándolo embobada. Aquel niño tenía los mismos ojos oscuros de su padre, aquellos que en algún momento la miraron a ella con amor, aunque no supiera verlo hasta que fue demasiado tarde.

-¿Qué nombre le van a poner?-preguntó Tristán.

-Laura quiere que se llame Ignacio, como su abuelo materno. Creo que Rosario no le ha hecho mucha gracia, porque quería llamarle José, como su marido.

-Pues con ponerle José Ignacio ya no tiene porque haber disputa. Así lleva el nombre de los dos abuelos.

-Tienes razón. Seguro que su abuela se llevaría una gran alegría.

-¿Y tú como estás?-Tristán la agarró del antebrazo con cariño.

-¿Yo?-preguntó levantando la vista hacia su hermano.-Pues estoy bien, un poco cansada. ¿Por qué me lo preguntas?.

-Emilia, Pepa me contó todo lo que pasó con Alfonso.Me parece admirable que te estés ocupando así de su hijo.

-Es lo único que puedo hacer-respondió apartando la mirada. Trataba de ocultar su tristeza.-Es curiosa la forma en que el destino juega con nosotros. Yo rechacé a su padre porque no quería hacerle cargar con un hijo que no era suyo. Y ahora soy yo la que se ocupa deste precioso niño, que es le más bonito del mundo.-Emilia besó con ternura la mejilla del pequeño.

-Y este chiquillo tiene mucha suerte de tener una madrina tan maravillosa.

-Eso lo dices porque eres mi hermano.

-Por supuesto que sí. Y porque tengo ojos en la cara y puedo ver como te desvives por cuidarlo. Estoy muy orgulloso de ti. No conozco a nadie con tu bondad ni tu fortaleza.

-¿Ni siquiera Pepa?-preguntó con un cierto aire socarrón Emilia.

-Bueno, tengo que reconocer que estoy rodeado de mujeres extaordinarias-le respondió dándole un beso en la frente.-Y ahora me voy, que tu fútura cuñada debe estar preguntándose donde me he metido.

-¿No va a venir hoy por aquí?.

-Supongo que se acercará por la noche, antes de irse al Jaral.

Tristán tenía razón y como cada noche Pepa pasó por la taberna. Charló un ratito con Sebastián y Raimundo y cumplió con sus deberes como comadrona revisando tanto al niño como la madre. El pequeño había ganado bastante peso en pocos días, algo que no le extrañó viendo lo glotón que había salido. También su madre parecía estar completamente restablecida del parto. Incluso su corazón parecía latir de nuevo con un ritmo normal. Las noticias no podían ser mejores. Todos durmieron esa noche un poco más tranquilos, casi todos.

Al amanecer del día siguiente una persona andaba por la plaza con paso cansado. Llevaba un pequeño hatillo con ropa y no sabía muy bien a qué lugar encaminar sus pasos.

Un poco después, en casa de los Ulloa, Emilia se levantaba y se vestía como cada día. Se disponía a salir camino de la cocina para calentar la leche para el biberón del pequeño Ignacio. Pero cuando abrió la puerta se encontró con un papel doblado en el suelo. Lo abrió y empezó a leer. “Querida Emilia……”.
#250
yolanada
yolanada
13/12/2011 00:13
Lapuebla, sigue cuándo puedas, nos tienes en un AY¡¡¡
#251
mae878
mae878
13/12/2011 04:42
Os dejo aqui los links para la continuación y final de mi primer Fic.

[url=]DECISIONES II (Antiguo La decisión)[/url]:

DECISIONES III y FINAL:


Buenas noches
#252
lapuebla
lapuebla
13/12/2011 13:59
FANTASMAS Y SOMBRAS (parte 7)

Se sentó en la cama para poder leer la nota con más calma. Pero a medida que su mente iba asimilando aquellas palabras una enorme desazón se apoderaba de ella. El temblor de sus manos le hacía casi imposible seguir sosteniendo el papel. Sentía como el corazón le iba a estallar y las lágrimas acudían a sus ojos. Pero, ¿qué podía hacer ella?. Trató de sobreponerse, se levantó recomponiendo las ropas y se dirigió a pedir ayuda y consejo a su padre. Tal vez él sabría lo que hacer.

Cuando estuvo frente a la puerta del cuarto de Raimundo tomó aire y se seco las lágrimas. Trataba de aparentar cierta normalidad pues no quería preocuparlo. Dio un par de golpes en la madera y cuando oyó la voz de su padre invitándola a pasar entró.

-Buenos días. ¿Puedo hablar con usted?

-Emilia, hija, ¿te encuentras bien?.-Estaba visto que era imposible engañarlo, pues un rápido vistazo le sirvió para saber que a ella le pasaba algo grave. Tenía los ojos enrojecidos y se notaba cierto temblor en su voz.

-Padre, ha ocurrido algo terrible-logró decir antes de que los sollozos ahogasen su voz. No podía disimular su angustia.

-¿Le ha pasado algo al niño?-preguntó preocupado pues aunque la criatura no había tenido ningún problema, Pepa decía que al ser prematuro todas las precauciones eran pocas.

-No, no es eso. Mire-extendió la mano con la carta mientras rompía a llorar desconsoladamente.
Raimundo leyó y releyó el papel varias veces para comprender lo sucedido. ¿Por qué el destino se empeñaba en dar esas vueltas tan retorcidas?. Y justo ahora que parecía que la tranquilidad había llegado por fin a la vida de su hija. Pero había que hacer algo, no se podían quedar con los brazos cruzados. Los Ulloa no permitirían que nada le pasara a una persona a la que le tenían tanto afecto.

-Hija, cálmate-le dijo abrazándola.-Tú ahora ocúpate del pequeño, que seguro que estará hambriento. Yo despertaré a Sebastián y entre los dos algo podremos hacer.

-¿Van a ir en su búsqueda? ¿No cree que pueda estar ya demasiado lejos?

-Puede, pero lo intentaremos de todos modos.Recorreremos los caminos de La Puebla, de Villalpanda y de Numia. Y si es necesario haremos batidas por el monte.

A los pocos minutos, mientras Emilia le daba el biberón al pequeño Ignacio, su padre le explicaba la situación a Sebastián. Los tres estaban sentados en una de las mesas de la taberna, que a esas horas permanecía aun cerrada. Raimundo le pasó la nota a su hijo. Éste, incrédulo ante lo que estaba leyendo no pudo evitar una exclamación.

-¡Pero esto es muy grave! No tenemos tiempo que perder.

-Sí, y vamos a necesitar ayuda.

-Usted vaya a la casona a hablar con Tristán. Quizás pueda poner hombres a nuestra disposición para ayudar en la búsqueda. Y mientras yo avisaré al alcalde y a don Anselmo.

-¿A don Anselmo para qué?-preguntó angustiada Emilia.¿No pensareis que….?

-Tranquila hermana-le cortó Sebastián, antes de que plasmara en palabras los negros pensamientos que pasaban por la mente de todos en aquel instante.- Don Anselmo es un buen amigo y además es un hombre de recursos. Seguro que nos puede echar una mano.

Las palabras de Sebastián lograron un cierto sosiego en la muchacha, que se concentró en seguir dándole el biberón a aquel chiquillo tan glotón

-Está bien,pero tendremos que avisar a Rosario y a Mariana.

-Creo que es mejor dejar a su familia al margen, por lo menos de momento-respondió Raimundo.-No quiero preocuparlas sin motivo. Bueno, es mejor que nos pongamos en marcha. Voy a pedirle a Hipólito que venga a echarte una mano con la taberna. ¿De acuerdo?

-Sí-contestó Emilia con apenas un hilo de voz.-Entre los dos nos apañaremos bien. Además, seguro que Pepa no tarda en llegar y ella será de gran ayuda.

-¿Estás segura?-preguntó de nuevo Raimundo.

-Que sí, que no es por mí por quien tienen que preocuparse.

Padre e hijo salieron por la puerta dejando a Emilia acunando al pequeño Ignacio, ajeno a todo el terremoto que había desencadenado aquella extraña nota. Al cabo de unos minutos, justo cuando Hipólito y Pepa entraban por la puerta del patio, el chiquillo se quedó dormido en brazos de su madrina.

-No te preocupes mi bien. Ya verás como todo se soluciona y en muy poco tiempo tendrás a tus padres mirándote embobados y cuidando de ti. Sabes, tienes mucha suerte. Porque tu madre es una mujer muy buena y tu padre….-el llanto volvía a apoderarse de su voz- tu padre es el hombre más maravilloso del mundo.

Mientras Pepa abrazaba a Emilia para consolarla, el bueno de Hipólito empezó a preparar las mesas y las sillas en silencio. Los primeros parroquianos no tardarían en llegar y sabía que aquel iba a ser un día muy largo. Sebastián le había explicado lo sucedido a él y a su padre. El alcalde decidió que lo mejor era dar aviso a la guardia civil para que se unieran a la búsqueda.

En la casona, Raimundo ponía al corriente de lo sucedido a Francisca y Tristán. No dudaron ni un segundo en mandar a Maucio poner a todos los hombres a peinar el monte y las veredas junto al río.

Al caer la tarde ni los guardias, ni los hombres de las cuadrillas de los Montenegro ni los vecinos que se habían unido a la búsqueda tenían novedades. Ni buenas ni malas, porque no había rastro alguno. Y lo mismo habría de ocurrir durante los dos días siguiente. Habían rastreado todos los caminos y veredas de la comarca. Preguntaron en los pueblos de los alrededores, pero nadie supo darles seña alguna. Al final era cierto que cuando una persona no quería ser encontrada sabía bien como escabullirse.
#253
lapuebla
lapuebla
13/12/2011 14:06
Finalmente, la guardia civil interrumpió la búsqueda. También los jornaleros de los Montenegro volvieron a las faenas del campo. Todo el mundo parecía resignado,todos menos Emilia. La muchacha era incapaz de dormir y calmaba sus desesperación traginando todo el día entre los pucheros. Sólo cuando tenía en brazos a su ahijado parecía encontrar un poco de calma. Se podía pasar horas mirándolo y cantándole alguna canción de las que su madre le cantaba a ella cuando era pequeña. Precisamente canturreándole una nana la encontraron Sebastián, Raimundo y don Anselmo cuando entraron en la taberna con una sonrisa dibujada en le rostro.

-¿Ha aparecido?-preguntó Pepa, quien estaba haciéndole compañía a su amiga, al ver aquellos tres semblantes tan alegres.

-No, parece como hubiera desaparecido en las entrañas de la tierra.

-Y entonces, ¿a qué vienen esas caras de felicidad?. No lo entiendo, no entiendo como pueden estar tan contentos sabiendo lo que pasa.-El tono de Emilia se volvía más agrio a cada palabra.

-Tranquila hija, que traemos buenas noticias. Anda, siéntate, que don Anselmo tiene algo que contarte.
Mientras Pepa cogía al pequeño Igncio en brazos, don Anselmo y los Ulloa se sentaban en la mesa más apartada de la taberna. Los tres hombres seguían teniendo un semblante alegres, pero Emilia no estaba para chanzas.

-¡Quieren hacer el favor de hablar de una vez!

-Emilia, traigo buenas noticias- fue el cura el que habló.-Cuando tu hermano me dio la nota cogía la primera diligencia y me fui camino de Iscar. Al llegar allí me fui directamente a hablar con el párroco y entre los dos revisamos los archivos de la iglesia.

-¿Y?-preguntó la muchacha, que no acaba de entender de lo que estaba hablando don Anselmo.

-Pues que lo que pone en la carta es cierto. No te mintió. Hija, ¿no te das cuenta de lo que eso significa?

Sin embargo Emilia no pudo responder. Un nudo se instaló en su garganta y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. Su padre la abrazó para consolarla. Pero ella no necesitaba consuelo. Aquellas lágrimas no eran de pena. Por primera vez en muchos meses estaba llorando de felicidad.

Sebastián se percató de que Pepa no estaba entendiendo lo que sucedía. Así que la instó a sentarse y leer la famosa carta, mientras él cargaba con el niño.

“Querida Emilia:
Una vez te conté como había sido mi vida, pero te engañé, no te dije lo más importante. Cuando apenas tenía diecisiete años me enamoré. Era el mozo más guapo y galante que jamás había conocido y prometió darme una vida feliz. Pero resultó ser un tunante que sólo buscaba un poco de diversión. Sin embargo, mis padres y mis hermanos se enteraron y lo obligaron a casarse comigo. En aquella temporada vivíamos en Iscar, donde los hombres de mi familia trabajaba como leñadores en los pinares. Al principio creí que todo iba a ser felicidad. Pero un buen día él desapareció sin dejar rastro. Al cabo de un tiempo nos llegaron noticias de que había muerto en una pelea. Así que de la noche a la mañana me encontré viuda y resignada a pasar el resto de mis días yendo de campamento en campamento con mi familia. Hasta que llegó Alfonso. Era distinto a todos los hombres que había conocido en mi vida, tan trabajador y tan noble. Pensé que era el marido que necesitaba. Pero él parecía no tener el más mínimo interés en festejar con nínguna mujer. Supe que estaba enamorado de una muchacha que lo había rechazado y que no era capaz de olvidarla. No voy a contarte como logré que se casara conmigo, porque creeme que no estoy nada orgullosa de las artimañas que utilicé. Sólo quería que estuviera a mi lado.

Pero cuando empecé a sentirme mal me obligó a venir a Puenteviejo,para que su madre y su hermana pudieran cuidar de mí. Además, decía que Pepa era la mejor partera del país y que me convenía que me tratara. El resto ya lo sabes. Tú cuidaste de mí día y noche aun sabiendo que era la mujer de Alfonso. Y eso jamás lo podré olvidar. También Pepa, tu padre,Sebastián e Hipólito se comportaron como verdaderos amigos. Y fue el bueno de Hipólito el que me contó lo que te había pasado. No me lo podía creer. A las dos nos había engañado el mismo sinvergüenza. Y lo que era peor, mi primer marido seguía vivo. Sí,Emila, yo estoy casada con Severiano Garcés, al que llaman "el guapo". Así que mi matrimonio con Alfonso no tiene validez. Por eso me voy, y me voy tranquila sabiendo que he hecho lo correcto y que mi hijo va a estar bien cuidado. Porque sé que lo vas a querer tanto como amas a su padre.
Nunca podré pagarte todo lo que has hecho por mí y por mi pequeño. Ya te lo dije una vez, pero tengo que repertítelo, eres la mejor persona que he conocido en mi vida. Y por eso quiereo que seas feliz y que puedas formar una familia junto al hombre que amas. Además, sé que vas a ser una madre maravillosa. Por eso mi hijo no podría tener mejor madrina.

No te preocupes por mí. Estaré bien.

Gracias por todo.
Laura.”
#254
martileo
martileo
13/12/2011 17:08
Lapuebla que bien te ha quedado......es precioso!!

Confieso que mientras que iba leyendo cada vez me iba emocionando más. Y la carta con ese toque de intriga y ternura. No imaginé un final mejor para tu relato. Gracias
#255
yolanada
yolanada
13/12/2011 17:27
Chica que intriga, le das mil vueltas a los lionista de Ida y vuelta.
Feicidades, precioso.
#256
CUQUINA37
CUQUINA37
13/12/2011 20:16
Pepa...te lo he dicho..me matas lentamente.EPILOGOOOOOOOOOOOOOO
#257
atrevi
atrevi
14/12/2011 00:34
Lapuebla, Epilogo no!!! por lo menos 10 capítulos más!!!

¡qué bonito! qué intriga, qué de amor verdadero!!! redondo te ha salido redondo.

como te dije un día, menos mal que no sabes escribir cosas románticas que si no...
#258
Aricia
Aricia
14/12/2011 11:38
Pepa, por fa, escribenos el epílogo como regalo de navidad. Te prometo que he sido muy buena esta año :D
#259
lapuebla
lapuebla
14/12/2011 14:15
Y ahora sí, por fin se acaba el relato.

FANTASMAS Y SOMBRAS (epílogo)

Su madre le contó todo lo que había sucedido. No podía dar crédito a lo que oía. Laura estaba casada con Severiano “el Guapo”. Maldijo una y otra vez al de Villalpanda. Si en alguna ocasión se lo volvía a cruzar no sabría como controlarse para no arrancarle el corazón con sus propias manos. Aquel desgraciado había destrozado la vida de Laura. Nadie sabía donde estaba la muchacha pues todos los intentos para dar con su paradero resultaron infructuosos. Había desaparecido sin dejar rastro.

-¡Maldito hijo de perra! ”.- Tanta rabia sentía que casi rompió la mesa del puñetazo con el que trataba de desahogarse.

-Alfonso, por favor, trata de tranquilizarte-le suplicaba Mariana.- Olvídate de ese hombre y piensa en tu niño. Te necesita.

-Lo siento, hermana. Pero es que es pensar en ese indeseable y me hierve la sangre-dijo apretando de nuevo los puños. Estoy harto de que vaya por el mundo desgraciándo la vida de la gente. ¿Acaso no os acordais de lo que le hizo a Juan?

-Lo sabemos, claro que lo sabemos-respondió su madre.- Pero ahora ya es pasado. Piensa en tu niño.

-¿Dónde está? –preguntó un poco más calmado. ¿Está en el cuarto?¿Está bien?

-Está precisos-sonrió Rosario.-Es moreno y tiene tus mismos ojos. Y ha salido tan glotón como tú. La pobre Emilia se pasa el día preparándole biberones.

-¿Qué está diciendo,madre? ¿Cómo que Emilia le prepara los biberones?.-No podía dar crédito a lo que estaba oyendo.

-Hijo, esa muchacha cuidó de Laura día y noche desde que llegó a Puenteviejo. Y se ha encargado de cuidar de tu pequeño desde el día que nació. Hasta la misma Laura comprendió que no podía estar mejor con nínguna otra persona. Ella quería que Emilia fuese la madrina. Por eso el chiquillo está en casa de los Ulloa.

-¿Pero es que todo el mundo se ha vuelto loco o qué?-gritó mientras se levantaba de la silla y se encaminaba a la puerta.

-¿A dónde vas a estar horas, hijo? ¿No ves que ya es muy tarde?.Espérate a mañana.

-Voy a buscar a mi hijo ahora mismo-dijo mientras salía dando un portazo.

Mariana hizo ademán de salir tras él. Pero su madre se lo impedió. Era mejor que Alfonso y Emila se encontrasen a solas.

Recorrió el trayecto entre su casa y el pueblo más rápido de lo que jamás lo había hecho. No importaba la oscuridad de la noche que apenas le permitía ver el camino. Tampoco sentía el frío y la humedad que llegaba desde el río. Andaba a grandes zancadas, impulsado por el deseo de abrazar a su hijo. Pero cuando llegó casi sin aliento a la plaza sintió una enorme zozobra. Un nudo se le puso en el estómago cuando se dio cuenta que no sólo iba a conocer a su hijo, sino que vería a Emilia despues de tanto tiempo. ¿Qué le diría? ¿Cómo le podría agradecer todo lo que había hecho por Laura y por el niño y al mismo tiempo arrebatarle a su ahijado de los brazos?. Lo último que deseaba era causarle un nuevo dolor.

Con paso lento cruzó la plaza y entró por el patio. En la taberna casi todas las mesas estaban recogidas y sólo una vela alumbraba un rincón junto a una de las ventanas. Sintió como el corazón se le salía del pecho al contemplarlos. Emilia estaba sentada y le cantaba una nana al niño mientras lo acunaba. Se quedó paralizado. No pudo decir una sola palabra y sus piernas no fueron capaces de dar ni un paso hacia el interior de la estancia. Contuvo la respiración hasta que sintió el sabor salado de sus propias lágrimas. En ese momento emitió un involuntario sollozo.

Aquel sonido sacó a Emilia de su ensimismamiento. Alzó la vista y lo vió parado en la puerta. Estaba más delgado y en su perilla se podían adivinar más canas de las que recordaba. Pero sus ojos la seguían mirando como siempre. En aquel momento sintió que lo amaba más que nunca.

-¡Alfonso!-logró por fin exclamar.

Pero él seguía incapaz de reaccionar. Quería retener aquella imagen para siempre en su retina. Sólo la veía a ella con su hijo en el regazo, el resto del mundo no importaba. Podía haberse abierto el suelo bajo que sus pies, que él ni se habría dado cuenta.

Emilia se levantó de la silla con el niño en brazos. Mientras caminaba hacia la puerta empezó a hablarle al chiquillo.

-Mira quien está aquí pequeñín. Es tu padre. Pero parece que hay cosas que no cambiarán nunca. No se lo tomes a mal, es que él es así. Para unas cosas es capaz de ponerse el mundo por montera, pero hay ocasiones en las que le faltan arrestos. Tú no sabes lo que tardó en decidirse a decirme que me quería. Pero esperemos que contigo no tarde tanto.

Cuando acabó de hablarle al chiquillo ya estaba tan cerca de Alfonso que podía oler su aliento. Con un brazo siguió sujetando al niño mientras que con la otra acarició la mejilla de su padre intentando secar con su pulgar las lágrimas que brotaban de sus ojos.

-Te presento a Ignacio Castañeda. Es tan bueno como su padre-la mirada de Emilia se dirigió de nuevo al niño.-Mira, tiene tus mismos ojos. Y ahora cogelo en brazos, que no se va romper.

Alfonso por fin cogió a su hijo y se quedó mirándolo en silencio durante minutos. Emilia tampoco dijo nada. Sólo sonrió hasta que el pequeño se quedó dormido en brazos de su padre.

-Creo que es hora de que este pequeñajo se vaya a dormir. Tenemos que llevarlo a su cuna.Ven-ella le tomó de la mano para conducirlo hasta su cuarto.

Recorrieron el pasillo sigilosos, intentando no despertar a nadie. Sebastián y Raimundo hacía ya mucho rato que se habían acostado y el silencio reinaba en toda la casa. Emilia abrió la puerta de su habitación y encendió la vela que había encima de una de las mesillas. Después cogió al niño entre sus brazos, le dio un beso en la frente y con sumo cuidado lo depositó en aquella cuna fabricada hacía más de treita años por el marido de Rosario. En ella habían dormido su padre y sus tres tíos.
#260
lapuebla
lapuebla
14/12/2011 14:18
Alfonso abrazó por la espalda a Emilia y le susurró un “te quiero” al oído. Ella respondió acariciándole las manos. Volvieron a quedarse en silencio mientras observaban la respiración tranquila del pequeño, que seguía durmiendo ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor. Pero no podían quedarse así toda la vida.

-Ya es muy tarde. Será mejor que me vaya, que mi madre y Mariana deben de estar muy preocupadas.

-No te vayas, por favor-le pidió con voz casi inaudible.

-Emilia, ¿estás segura?-le preguntó mientras cogía su cara entre sus manos.

-Una vez que pensé que la vida ya no tenía sentido para mí soñé que un buen amigo intentaba animarme. ¿Sabes qué fue lo que me dijo?-le preguntó mostrándole aquella sonrisa que tanto había añorado.

Alfonso negó con la cabeza.

-Me suplicaba que no me rindiera, que estaba seguro que algún día entraría por esa puerta un hombre maravilloso que me cuidaría y que me daría hijos. Yo cumplí con mi parte y no me rendí. Pero ese hombre ha tardado mucho tiempo en regresar y no pienso dejarlo escapar.Así que no te vas a marchar, ni esta noche, ni nínguna. ¿O acaso tienes algo que objetar?

No respondió, al menos no con palabras. Sus manos y sus labios se encargaron de decirle que no se iría a nínguna parte. Y mientras él no podía dejar de contemplarla, ella empezó a desvestirlo. Primero le quitó el viejo chaquetón de pana negra y con manos temblorosas le desabrochó la camisa. Alfonso siguió mirándola sin acabar de creerse lo que había ocurrido, ni lo que estaba aun por pasar. Pero cuando Emilia empezó a despojarse de sus vestimentas y pudo acariciar aquella piel tan blanca y tan suave, su cuerpo despertó. La tumbó en la cama y sin dejar de besarse acabaron de arrancarse las últimas prendas de ropa. Dejaron que sus cuerpos se encontrasen y se reconociesen. Se tocaron, se miraron, se olieron, se saborearon el uno al otro. Y se susurraron palabras de amor y al final ahogaron sus gritos porque no querían despertar al pequeño.

Pocas horas faltaban para el amanecer cuando se quedaron dormidos. Emilia se tumbó de lado, con la cara vuelta como todas las noches hacia la cuna. Alfonso la abrazó por la espalda mientras le susurraba un “gracias”. Le acarició la cicatriz del vientre, aquella huella indeleble que le hizo recordar todo el sufrimiento que ella había padecido. Una sombra negra cruzó su mente. No dijo nada, pero ella pudo adivinar su pensamiento.

-No te preocupes, Pepa y la doctora Casas hicieron un buen trabajo. Así que si tú quieres podremos darle muchos hermanos a Ignacio.

Cuando Raimundo se levantó hizo lo que hacía todos los días antes de dirigirse a la taberna. Abrió con gran sigilo la puerta del cuarto de su hija para comprobar que el niño estuviese bien. Pero esa mañana no se acercó a la cuna. Volvió a cerrar la puerta esbozando una gran sonrisa. Estaba seguro de que hasta don Anselmo estaría feliz de saber lo que había ocurrido aquella noche en ese cuarto.
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