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Foro El secreto de Puente Viejo

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eiza
eiza
23/10/2011 12:32
labibliotecal-z

EL RINCÓN DE LADYG
labibliotecal-z
El único entre todos I, II, III, IV, V

EL RINCÓN DE LAPUEBLA
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Descubriendo al admirador secreto
Los Ulloa se preocupan por Alfonso
La vida sigue igual
Los consejos de Rosario
Al calor del fuego I, II, III
Llueve I, II
La voz que tanto echaba de menos
Para eso están las amigas
El último de los Castañeda
No sé
Pensamientos
La nueva vecina I - IV, V, VI - VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV
Sin rumbo I, II, III, IV
Un corazón demasiado grande
Soy una necia
Necedades y Cobardías
El amor es otra cosa
Derribando murallas
El nubarrón
Una petición sorprendente I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII , IX – XII
Deudas, cobardes y Victimas I (I) (II), II (I) (II), III, IV, V, VI,
El incendio
Con los cinco sentidos

EL RINCÓN DE LIBRITO
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Hermanos para siempre. Las acelgas. Noche de ronda
Tertulia literaria, La siembra
Cinco meses I-IV

EL RINCÓN DE LNAEOWYN
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Mi destino eres tú
Eres mi verdad
Raimundo al rescate
Rendición
Desmayo
Masaje
Qué borrachera, qué barbaridad...

EL RINCÓN DE MARTILEO
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Cuenta la leyenda
El amor de mi vida

EL RINCÓN DE MARY
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Cumpliendo un sueño I, II, III, IV

EL RINCÓN DE MIRI
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Recuperando la fe
La verdad
Una realidad dolorosa
Yo te entiendo
De adonis y besos

EL RINCÓN DE NHGSA
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Raimundo, Francisca y Carmen: un triángulo peligroso
Confesión I, II

EL RINCÓN DE OLSI
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Descubriendo el amor I, II
El amor todo lo puede
Bendita equivocación
Sentimientos encontrados I, II
Verdadero amor I, II, III, VI
El orgullo de Alfonso I, II, III, VI
Descubriendo la verdad I, II
Despidiendo a un crápula I, II
Siempre estaré contigo I, II
La ilusión del amor I, II
El desengaño I, II, III
Sola
Reproches I(I), I(II), II, III, IV
Tenías que ser tú I, II, III
Abre los ojos I, II, III, VI, V
Ilusiones rotas
El tiempo lo cura todo I, II
La despedida

EL RINCÓN DE RIONA
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Abrir los ojos
Su verdad
Si te vas
Y yo sin verte I, II, III, IV, V
Cobarde hasta el final
Un corazón que late por ti
Soy Emilia Ulloa Soy Alfonso Castañeda
La mano de un amigo I, II, III, IV, V

EL RINCÓN DE RISABELLA
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Como a un hermano
Disimulando
Alfonso se baña en el río
Noche de pasión

EL RINCÓN DE VERREGO
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Lo que tendría que ser...

EL RINCÓN DE VILIGA
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Tristán y Pepa: Mi historia

EL RINCÓN DE YOLANADA
labibliotecal-z
¡Cómo Duele! I, II, III, IV, V, VI, VII

EL RINCÓN DE ZIRTA
labibliotecal-z
El despertar de Emilia Ulloa
Atrapado en mis recuerdos
La última carta
Contigo o sin tí (With or without you)
Tiempo perdido (Wasted time)
Si te vas
El tiro de gracia
Perro traidor
#221
Aricia
Aricia
09/12/2011 23:51
Juani, maravilloso. Te prodigas poco, pero cuando lo haces chapó!!!!!

Y Pepa, joer, que imaginación tienes, que facilidad de palabra, cómo nos transmites las emociones de las escenas. ESperando ansiosa tu continuación
#222
lapuebla
lapuebla
10/12/2011 11:43
Muchas gracias por vuestras palabras. Continuamos, pero aviso, la historia sigue yendo por derroteros muy amargos, demasiado. Pero no desespereis, al final de túnel siempre hay luz.

FANTASMAS Y SOMBRAS (Parte 2)

Hipólito fue el primero en reaccionar. Cruzó la plaza y se dirigió al colmado en busca de sus padres. Sin darles más explicaciones les dijo que en casa de los Ulloa había dos heridos graves y que era necesario dar aviso inmediato a la Guardia Civil y a la galena. Su voz sonó tan contundente que ni Dolores ni Pedro Mirañar osaron hacer más preguntas o contradecir sus indicaciones. La mujer se encargó de alertar a la doctora Casas mientras el alcalde mandaba aviso al cuartel de La Puebla. También envió a uno de los trabajadores del ayuntamiento al Jaral en busca de Pepa. Toda ayuda era poca y la partera ya había demostrado su destreza tratando heridos.

Cuando Hipólito regresó a la taberna, un malherido Tristán trataba de explicarle lo ocurrido a un atónito don Anselmo. Mientras, Sebastián y Raimundo colocaban paños y más paños sobre la herida de Emilia. La muchacha se esforzaba por mantener la compostura, consciente de la preocupación de su padre, que veía como dos de sus hijos estaban heridos. Pero el dolor y el miedo la hacían derramar lágrimas.

-Emilia, hija mía resiste. Pronto llegarán Pepa y la doctora……

-Padre, el niño no se mueve-logró decir. Un nuevo dolor la atravesó y sintió como sus piernas se humedecían. Se había puesto de parto.

-Hermana, tienes que ser fuerte-le dijo con voz suplicante Sebastián mientras le apretaba con fuerza una mano.-Todo va a salir bien, todo,………..ya lo verás. ¿Quién nos va a cuidar si no? Y además-dirigió su mirada hacia el lugar donde Tristán permanecía sentado con la espalda apoyada en la barra-ahora tienes otro hermano del que preocuparte.

-Ya decía yo que os parecíais mucho-trató de bromear pero el dolor de una nueva contracción la atravesó y casi no pudo ahogar la queja.

-Emilia, mírame por favor-Tristán también trataba de infundirle fuerzas-Sebastián tiene razón, todo va a salir bien. ¿O acaso crees que ahora que he descubierto que somos hermanos te vas a librar de guisar para mi?

La muchacha intentó esbozar una sonrisa pero el dolor se lo impedía. Miró a su alrededor sintiéndose reconfortada al tener a su lado a su padre, sus hermanos y a sus buenos amigos don Anselmo e Hipólito. Cuando estaba a punto de plasmar en palabras aquellos pensamientos, la irrupción de la doctora Casas la interrumpió. La médico venía con Dolores Mirañar. Los rostros de las dos mujeres se desencajaron al ver el dantesco espectáculo.

-¡Virgen santísima! ¿Pero qué ha ocurrido?-exclamó la mujer del alcalde.

-Es una historia muy larga-respondió don Anselmo.-Pero en este momento lo importante es atender a los heridos. Por lo que he podido ver la herida de Tristán no es muy profunda pero Emilia……

-Tristán, ¿se encuentra usted bien?-preguntó la doctora con indisimulada angustia.

-No se preocupe, Gregoria. En peores lides me he visto en la guerra. Ocupense de Emilia, por favor.

-Pero…..trató de protestar la doctora.

-Vamos Gregoria, debe atender al herido más grave y,por desgracia, es Emilia. Ese malnacido-su mirada se dirigió hacia el charco de sangre que rodeaba el cadaver de Salvador Castro-le ha disparado en el vientre.

La doctora por fin logró hacer gala de su profesionalidad y se arrodilló junto a Emilia. Con determinación destapó la herida y pudo comprobar que la bala había dañado la matriz y, casi con toda seguridad, a la criatura que albergaba.

-¿Cómo te encuentras, muchacha?

-He roto aguas-logró responder mientras una nueva contracción la atravesaba.

-¿Han mandado llamar a Pepa?. Creo que vamos a necesitar su ayuda.

-Sí, ya debe estar a punto de llegar porque hemos enviado recado al Jaral-contestó Hipólito.

-Pues por el bien de esta muchacha espero que no tarde.-De nuevo era la fría y directa doctora Casas la que hablaba sin tener en cuenta la angustia que podían originar sus palabras.-Con esa herida no podemos moverla, así que tendremos que atenderla aquí. Voy a necesitar agua caliente y muchos paños limpios.
#223
lapuebla
lapuebla
10/12/2011 11:51
Aun no había acabado de impartir ordenes cuando Pepa entró por la puerta seguida de su madre. Sin poder evitarlo su mirada se posó primero en Tristán quien la tranquilizó inmediatamente.

-No te preocupes por mí, yo estoy bien. Debes ayudar a la doctora a antender a Emilia. Creo que se ha puesto de parto.

Tras unos segundos de zozobra, Pepa se acercó a Emilia y trató de animarla, aunque aquella herida en el vientre sólo presagiaba una tragedia.

-Cariño, ya estoy aquí. Escúchame-le dijo en un tono que rozaba la súplica mientras le agarraba la cara con las manos-todo va a salir bien. La doctora y yo te ayudaremos, pero tienes que ser fuerte, ¿me oyes?.

A continuación su mirada se dirigió hacia la médico. Sin palabras le estaba preguntando qué era lo que podían hacer. En sus muchos años recorriendo el mundo jamás se había encontrado en una tesitura tan díficil y por primera vez sintió pánico ante un parto. La doctora asintió y le explicó en voz baja que intentaría suturar la herida de la matriz lo más rápidamente posible. Después deberían ser las habilidades de Pepa las que intentaran traer al mundo al hijo de su amiga.

Media hora después, mientras la doctora Casas ayudada por don Anselmo extraía la bala del hombro de Tristán y procedía a coser la herida, Pepa Aguirre por primera vez en sus muchos años como partera traía al mundo a un niño muerto.

La criatura había recibido la bala que aquel desalmado había disparado. Justo en el momento en que Pepa cortaba el cordón umbilical, Emilia perdía el conocimiento. Había soportado que la cosieran sin anestesia, había aguantado las contracciones sin apenas quejarse. Pero al ver la mirada de espanto de su amiga al sujetar a su hijo muerto en los brazos no pudo más y su cabeza se rindió.

Águeda y Dolores fueron las encargadas de envolver el pequeño cuerpo al mismo tiempo que Sebastián e Hipólito llevaban a su madre hasta la habitación, bajo la atenta mirada de Pepa, que no estaba dispuesta a separarse de Emilia ni un solo segundo. Los muchachos la depositaron con sumo cuidado en la cama y se dispusieron a salir del cuarto para que Pepa pudiese quitarle las ropas ensangrentadas. Acabó de limpiarle las heridas y con delicadeza la tapó con las mantas. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras en silencio rezaba para que ni una posible infección ni la profunda tristeza segasen la vida de su más querida amiga.

El alcalde y la doctora Casas procedieron a tapar el cadáver de Salvador Castro a la espera de que llegara la Guardia Civil y el juez correspondiente. Mientras, sentado en una mesa, Raimundo Ulloa lloraba la muerte de su nieto y la incertidumbre de no saber si su querida hija sobreviviría a tan terrible trance. Don Anselmo hizo ademán de ir a consolarlo, pero un gesto de Tristán lo interrumpió. Éste, con el brazo en cabestrillo y evidentes síntomas de debilidad, se acercó al Ulloa y con la mano ilesa le acarició la cabeza. Quería devolverle así todo el cariño que él le había dado a lo largo de su vida, aun cuando ni siquiera sospechaba que era su hijo.

-Padre, tranquilo…….Ya verá como Emilia sale de esta. Es una mujer joven y fuerte y nos tiene a todos nosotros para apoyarla.
#224
lapuebla
lapuebla
10/12/2011 11:55
Rosario charlaba animadamente con Paquito, quien le estaba refiriendo las últimas noticias sobre Alfonso y su nueva vida, cuando Mariana bajó por las escaleras con el rostro desencajado.

-Madre, ha ocurrido una desgracia.

-Por el amor de dios, hija, ¿qúe sucede?-preguntó la cocinera alarmada por el tono de voz de su hija.

-Mauricio acaba de dar aviso a la señora de que el señorito Tristán está herido. Al parecer don Salvador le ha disparado mientras estaba en la posada de los Ulloa.

-¡Pero qué disparates estás diciendo! ¿Te has vuelto loca o qué? ¿Te has olvidado que el patrón hace años que falleció ahogado en el río?

-Pues al parecer no estaba muerto……Y lo peor es que……-la voz de Mariana se entrecortó por el llanto

-¡Habla hija, por dios! ¿Cómo está don Tristán?

-Parece que sólo tiene una herida en el hombro, porque Sebastián llegó a tiempo de impedir que ese desalmado lo rematara. Pero…..

-¿Pero qué? Por lo que más quieras, ¡habla de una vez! ¿Le ha pasado algo a Raimundo o a Sebastián?

-Madre…..Emilia-el llanto volvía a quebrar su voz.-Don Salvador también le disparó a ella y……

-¡No me digas que la ha matado!

Paquito, que era el único que parecía mantener cierta calma, les indicó a ambas que se sentaran mientras le acercaba un vaso con agua a Mariana. Al cabo de unos segundos la muchacha logró sosegarse un poco y continuó su relato.

-El tiro la alcanzó en el vientre y aunque Pepa y la doctora han hecho todo lo posible, el niño nació muerto.

-¿Y cómo está Emilia?-preguntó Rosario.

-No lo sé. Mauricio no supo decir nada más. Doña Francisca ha mandado preparar una calesa y creo que se disponía a ir a buscar a don Tristán.

-Paquito, hijo, quédate aquí con Mariana mientras yo me acerco al pueblo-le ordenó al tiempo que se levantaba de la silla.- Mucho me temo que Raimundo va a necesitar la ayuda de todos los que le queremos bien.

Rosario se quitó el delantal y se abrigó con su viejo chal. Los muchachos vieron como salía con paso presuroso por la puerta de la cocina. Mientras caminaba en dirección al pueblo sintió una angustia que jamás había sentido. A lo largo de su vida había sentido muchas veces dolor, porque muchos habían sido los golpes recibidos. Se había quedado huérfana cuando apenas era una niña, había tenido que trabajar muy duro soportando los desplantes de los Castro-Montenegro, sufría por la enfermedad de su marido ausente, había temido por la vida de su hijo Juan en más de una ocasión, había llorado la marcha de su pequeño Ramiro al servicio militar. Pero en esta ocasión era su propia conciencia la que le gritaba. Por primera vez sentía que no había hecho lo correcto y mucho se temía que su hijo Alfonso jamás se lo perdonaría. Ella sólo quería protegerlo, que fuera feliz. Y pensó que la su felicidad sólo podría estar lejos de Emilia. Por eso mintió una y otra vez. Mintió cuando le decía a Alfonso que Emilia estaba bien y que incluso se hablaba de que tenía un nuevo pretendiente. Y le mintió a ella diciéndole que él ya la había olvidado por completo y que había rehecho su vida. Sabía que con aquellas mentiras los había arrastrado a los dos a la infelicidad. No importaba que Paquito le repitiera una y otra vez que Alfonso estaba bien, que era feliz al lado de Laura. Ella misma había podido ver la tristeza que desprendía su mirada. Simplemente se había resignado a pasar el resto de su vida al lado de una mujer a la que nunca llegaría a querer como a Emilia. Sólo la criatura que venía en camino era motivo para seguir adelante. Sería el mejor de los padres e intentaría ser un buen marido.
#225
lapuebla
lapuebla
10/12/2011 11:59
Con estos negros pensamientos en su cabeza llegó casi sin aliento a la posada de los Ulloa. Justo en aquel momento el juez estaba ordenando el levantamiento del cadáver de Salvador Castro. Tuvo que taparse la boca con la mano para ahogar un grito de horror. No era la impresión de ver un muerto lo que le causaba tal espanto; lo que de verdad la impresionaba era el hecho de que aquel abyecto ser pudiera haber estado vivo todos estos años planeando la manera de seguir atormentando a su familia.

Una vez que los guardias procedieron a llevarse el cuerpo, acompañados por el cura y el alcalde, Rosario entró en la taberna. Quiso preguntar por Emilia,pero los gritos de doña Francisca se lo impedieron.

-Mi hijo se viene conmigo para la casona y no se hable más-decía con su acostumbrado autoritarismo.-Allí podrá recibir los cuidados que necesita. No voy a permitir que se quede en esta pocilga.

-No madre, está muy equivocada si cree que voy a ir con usted a ningún lado después de lo que me ha hecho. Me quedaré aquí, con mi padre y mis hermanos-dijo mientras Raimundo y Sebastián lo flanqueaban.

-¿Pero qué locuras estás diciendo?-preguntó desafiante.-Seguro que tienes fiebre y hay que tratártela.

-Me ha mentido durante treinta años. Y lo peor, siguió permitiendo que creyera que Salvador Castro era mi verdadero padre, aun cuando sabía que esa mentira me estaba destrozando la vida. Dejó que creyera que Pepa y yo eramos hermanos sólo para que no me casara con ella. ¿Cómo se puede ser tan cruel?

-¿Quién te ha dicho semejante infamia?-preguntó mientras un mareo la obligaba a tomar asiento. El gran secreto que había guardado durante tantos años por fin había salido a la luz. Pero no estaba dispuesta a dejarse derrotar.

-El propio Salvador Castro nos lo dijo, justo antes de intentar asesinarnos-fue Raimundo quien le respondió.-¿Acaso vas a negar que no es cierto?

-Pues claro que lo niego-gritó con furia.-Y ahora hijo, dime, ¿a quién vas a creerd? ¿a ese loco o a tu propia madre?.

Rosario pudo ver un atisbo de duda en la mirada de Tristán. Pero no estaba dispuesta a permitir que más vidas se malograsen por culpa de secretos y mentiras. Ya no importaban las represalias de doña Francisca. Ella iba a hacer lo correcto.

-Tristán, es cierto que Salvador Castro no era tu padre.

-¿Pero cómo te atreves, desgraciada? ¿Quién te crees que eres tú para inmiscuírte?

-Soy la persona que ayudó a traer al mundo a su hijo-contestó Rosario devolviéndole la mirada.- La que pudo comprobar que aquel chiquillo había nacido con el tiempo cumplido, que no era sietemesino como usted decía. Así que no podía ser hijo de su marido. Me he callado durante mucho tiempo. Y no sabe como me arrepiento-dijo finalmente mirando a Tristán.

Francisca Montenegro logró levantarse de la silla gracias a las fuerzas que le daba la ira que estaba sintiendo. Se dispuso a salir de la posada, pero antes dirigió el odio de su mirada hacia la cocinera.

-Muy bien, tú lo has querido. Mañana por la mañana os quiero a ti y a tu harapienta familia fuera de mis tierras. Y si no atente a las consecuencias.

-No madre, la que tendrá que atenerse a las consecuencias es ustede si se empeña en hacer daño a los Castañeda-dijo Tristán mientras abrazaba a Rosario.

-No se preocupe don Tristán, que creo que ya han sido demasiados años trabajando para los Montenegro. Es hora de buscarnos el sustento lejos de la casona.

-Bueno, eso será mañana. Hoy os quedareis aquí, que mientras Raimundo Ulloa viva a ningún Castañeda le ha de faltar un plato de comida y un techo bajo el que dormir.

-Bien dicho-apostilló Sebastián mientras pasaba una mano por encima del hombro de su padre y otra por el de su amigo y hermano.

Aquella podría haber sido una noche de celebración y reencuentros. Tristán tenía al fin al padre que siempre había querido tener y además, se libraba de aquella macabra sombra que le impedía ser feliz junto a Pepa. Por su parte, Raimundo había descubierto que tenía un hijo, aquel muchacho al que siempre había querido a pesar de todo. Seguramente eso era lo que denominaban la llamada de la sangre. Pero todo aquello dejaba de tener importancia cuando en una de las habitaciones Pepa y la doctora Casas trataban de salvar la vida de su hija Emilia.
#226
verrego
verrego
10/12/2011 14:47
Madre mía LAPUEBLA, jajajajajajajaja!!!!!!!!!!! Chica vaya historieta muy bien montada y para nada es UN ATENTADO DE TU NEURONA O NEURONAS, para nada!!!!!!!!!!! TODO LO CONTRARIO, es una maravilla!!!!!!!!!!!!! Jajajajajajajajajajajaja!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! IM-PRESIONANTE, Y ME HAS DEJADOS SIN PALABRINES, y avísame cuando continúes con esta historia.
#227
eiza
eiza
10/12/2011 15:25
pepa!!! siamesita mia!! hace falta que te diga la parte que mas me ha gustao???


jejejeje, siiiiigueeeeeee, corre saca a la perra a ver si se te despeja la sesera antes de que llueva y sigueeeeeeeeeee
#228
thirdwatch
thirdwatch
10/12/2011 16:11
Toc toc ¿Se puede?. Felicito desde aquí a mis 3 escritoras preferidas: la puebla, olsi y Riona. Siempre que dejáis algo por estos lares o por el hilo alfonso emilista corro rauda y veloz a leeros.
#229
Asuncion1985
Asuncion1985
10/12/2011 16:14
Me ha encantado tu historia. Sigue no nos dejes por la mitad. FELICIDADES!!!
#230
mae878
mae878
10/12/2011 18:27
Hola chicas,

Os dejo por aqui el link de mi primer Fic

LA DECISION:

Por cierto, espero que no sea el titulo del Fic de nadie... si eso lo cambio, es que con tantos, y tan buenos, me pierdo

LA PUEBLA, eres oficialmente un genio!!
#231
barbareta87
barbareta87
10/12/2011 18:32
La puebla me encanta! Haz más porfa!
#232
martileo
martileo
10/12/2011 19:44
De verdad que eres increible lapuebla!! En vilo me tienes. GRACIASSSS
#233
lapuebla
lapuebla
10/12/2011 22:25
Fantasmas y sombras(Parte 3)

La noche había caído ya sobre Puenteviejo y un silencio sepulcral invadía la plaza. En el interior de las casas todos murmuraban sobre lo acontecido aquel día. Aun les costaba creer que le cacique al que creían muerto desde hacía años hubiese regresado para intentar matar a su propio hijo. Tampoco entendían porque había disparado sobre la hija de Raimundo Ulloa. Y todos aquelles que se habían pasado los últimos meses criticando a Emilia por su preñez, ahora rezaban por ella y por el alma de su pequeño.

Mientras, en la posada, el tiempo parecía haberse detenido. Cada minuto era una nueva angustia que hacía trizas los nervios de Raimundo, que paseaba arriba y abajo maldiciendo a Salvador Castro ante la mirada impotente de Mariana y Paquito. Ambos habían llegado apenas hacía unos minutos, una vez que empaquetaron sus escasas pertenencias. Hipólito había sido el encargado de avisarlos de que debían abandonar las tierras de los Montenegro y acercarse a la posada, donde su madre los estaba esperando y les explicaría todo lo ocurrido. Aquella noche pernoctarían en casa de los Ulloa y al día siguiente deberían dirigirse al Jaral, puesto que doña Agueda, a instancias de Raimundo, los había contratado a los tres ofreciéndoles un bun sueldo y un techo bajo el que cobijarse.

En uno de los cuartos, Sebastián permanecía sentado al lado del lecho de Tristán. La herida ya no sangraba pero había que vigilar su evolución. Ambos muchachos estuvieron charlando durante un rato, intentando espantar los fantasmas y los miedos hasta que el herido se quedó dormido. Sebastián se maldijo a si mismo por haber estado tan ciego, por haber pasado meses peleando por la dichosa conservera sin querer ver que Tristá sólo intentaba protegerlo. Tal y como hacen siempre los hermanos mayores. También se maldijo por no haber llegado a tiempo de impedir que aquel monstruo disparase a su hermana, que ahora se debatía entre la vida y la muerte.

En el cuarto de Emilia, Pepa y Rosario vigilaban cada una de sus respiraciones y no dejaban de tocar su frente esperando que la fiebre remitiese. Estaba ardiendo y en sueños murmuraba palabras casi inaudibles. Sólo de vez en cuando les parecía entender que repetía el nombre de Alfonso.

-Es curioso-dijo Pepa más para sus adentros que para Rosario

-¿El qué?

-Se ha pasado la vida amando a su hijo y jamás se lo confesó.

-¿Cómo? Pero si lo rechazó una y otra vez……..Todos pensamos que no lo quería……¿Pero por qué lo
echó de su lado entonces?

-Porque se sentía culpable e indigna.

-Sigo sin entenderte.-Rosario miraba a la partera expectante.

-Se castigaba a si misma por non haber sabido ver que Alfonso estaba enamorado de ella. Le mortificaba pensar que le había hecho daño sin querer. Y además no quería hacerle cargar con el hijo
de otro, pensaba que él se merecía algo mejor.

-Valiente tontería, si Alfonso estaba dispuesto a querer a ese niño como si de su propia sangre se tratara.

-Eso mismo le repetía yo una y otra vez. Incluso llegué a pensar que había cambiado de opinión. Cuando supo que él volvía al pueblo fue a buscarlo a la diligencia, dispuesta a decirle lo que sentía y rogarle que se quedara. No sé lo que pasó, sólo que aquella tarde volvió llorando y se encerró en su habitación. Y después nunca más quiso que le sacaramos el tema.

-¡Malditos secretos y malditas mentiras!- dijo Rosario mientras su voz se quebraba por el llanto.-Yo tengo la culpa.

-Vamos, no te pongas así. ¿Cómo vas a tener tú la culpa?-.Pepa abrazó a la mujer tratando de consolar un dolor que no acababa de comprender.

-Porque yo pensé que Alfonso sólo podría ser feliz si se alejaba de ella. Le mentimos diciendo que ya tenía un nuevo pretendiente.

-Y Emilia pensó que él ya la había olvidado…….-murmuró Pepa al darse cuenta de lo que había ocurrido.-Pero no te aflijas Rosario, no hay que perder la esperanza y aun podemos hacer algo…..

-Ya es demasiado tarde, Pepa-La mirada de Rosario estaba más abatida que nunca.-Alfonso se ha casado con otra mujer y ella está esperando un hijo.

-¡Dios mío! ¡Pero hasta cuando tendremos que seguir sufriendo!-exclamó Pepa mientras las lágrimas volvían a arrasar sus mejillas.-¡No es justo, no es justo, maldita sea!-repetía una y otra vez golpeando su propia pierna con el puño.

-Anda mi niña, descansa un poco que yo me quedo con Emilia-.Rosario trataba de calmarla. Bastante había sufrido ya la partera como para que encima cargase con el dolor ajeno.- Además, creo que con todo este jaleo no te has enterado de lo ocurrido y no todo son desgracias.

-¿Qué quieres decir?

-Es mejor que vayas a ver como está Tristán, él te lo explicará todo.

-No voy a irme a la casona a estas horas y dejar sóla e Emilia-protestó Pepa.-Lo último que necesito es encontrarme con la doña.

-Tristán no está en la casona. Creo que está en la habitación de su hermano-.Rosario trataba de esbozar una sonrisa.

-Rosario, ¡explícate de una vez!. No creo que sea momento para chanzas.

-Y no me estoy chanceando muchacha. Ese malnacido de Salvador Castro les dijo antes de morir que Tristán en realidad es hijo de Raimundo. Pepa, ¿no lo comprendes? Tú y Tristán no sois hermanos.

-¿Estás segura de lo que dices?

-Tan segura como que este chal es negro. Anda, ve junto a él, que a Sebastián le va a venir bien un descanso.

Pepa salió de la habitación. Sentía que el corazón le latía a mil por hora. El destino parecía empeñado en burlarse de ella una y otra vez. Al mismo tiempo que su querida Emilia lo perdía todo y luchaba por escapar de las garras de la muerte, ella recibía la mejor noticia que podía recibir.

Se quedó inmóvil frente a la puerta del cuarto de Sebastián justo en el momento en que éste salía a buscar un vaso de agua.

-¡Pepa! ¿Cómo está mi hermana?-preguntó angustiado al verla en el pasillo.

-Sigue igual. Rosario está con ella. ¿Y Tristán?

-Bien, por lo menos no tiene fiebre. Le duele un poco la herida,pero supongo que es normal. Iba a buscar un poco de auga, porque se acaba de despertar. Pero es mejor que pases-le dijo sonriendo-creo que teneis mucho de lo que hablar. Voy a ver como se encuentra mi padre.

Pepa dudó unos segundos antes de atravesar la puerta. No sabía qué era lo que iba a decir, ni lo qué iba a hacer. Pero su zozobra desapareció en el momento en que vio la sonrisa de Tristán. No era necesaro decir nada, por lo menos no con palabras.
#234
lapuebla
lapuebla
10/12/2011 22:29
Hipólito tampoco durmió durante aquella larguísima noche. Se pasó horas y horas dando vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. No soportaba la incertidumbre de saber si Emilia podría sobrevivir o no a aquella tragedia. Y se sentía impotente por no poder hacer nada por aliviar el sufrimiento de su amiga.

Tan pronto como sintió entrar los primeros rayos de sol por la ventana se levantó. Se vistió y salió sigilosamente de la habitación, pues no quería despertar a sus padres. Al cabo de unos minutos cruzaba la plaza en dirección a la posada de los Ulloa. Entró por el patio y en la taberna se topó con un ojeroso Raimundo, que mostraba los síntomas de no haber dormido en toda la noche.

-Buenos días don Raimundo. ¿Cómo se encuentra Emilia?

-Hola Hipólito. ¿Qué haces aquí tan temprano, zagal?-le preguntó con la voz cansada.

-Venía a ver cómo estaba su hija y a ofrecerme para lo que sea menester. Si necesitan cualquier cosa, no duden en pedírmela.

-Te lo agradezco-el Ulloa trató de esbozar una sonrisa para agradecer los desvelos del joven Mirañar.-Pero nada podemos hacer, sólo esperar. La doctora dice que lo único que queda es aguardar, que ella ya ha hecho todo lo posible.

-No se preocupe don Raimundo, que Emilia es joven y fuerte. Y siempre ha sido una muchacha luchadora. Ya verá como sale de esta.-Hipólito posó su mano en el hombro de Raimundo en un intento de transmitirle un poco de ánimo.

-Ojalá……

La llegada de Pepa interrumpió la conversación. La partera traían los ojos enrojecidos, señal de que había estado llorando. Ambos hombres se temieron lo peor y durante unos segundos no fueron capaces de articular palabara. Fue la propia partera la que rompió el silencio.

-Buenos días a los dos.

-Pepa, ¿cómo está Emilia?-preguntó con el corazón en un puño Raimundo.

-Sigue igual. La he examinado y yo creo que no hay infección. Además ya no tiene fiebre.

-Esas son buenas noticias-dijo Hipólito.

-Sí, sí que lo son. Pero me preocupa que no despierte. Yo creo que se ha rendido

-¿Qué quieres decir?-la angustia dominaba la voz de aquel padre desesperado.

-Pues que no quiere seguir viviendo. Ha recibido el peor golpe que puede recibir una mujer-la voz de Pepa volvió a quebrarse por el llanto mientras se abrazaba a Raimundo.

-¿Quién está con ella ahora?-preguntó Hipólito mientras contemplaba desolado el dolor de aquel abrazo.

-La he dejado con Sebastián. Y hasta hace un ratito también ha estado Rosario. La verdad es que nos hemos pasado la noche hablándole, diciéndole que tiene que salir de esta, que no nos puede dejar solos. Pero no nos escucha….

Hipólito salió corriendo de la taberna, sin tan siquiera despedirse. Cruzó de nuevo la plaza en dirección al colmado. Y a los pocos minutos, después de haber dejado una nota para sus padres, salía de nuevo a la calle pertrechado debajo de su abrigo y su sombrero. Tenía por delante un día muy duro de viaje. Pero estaba dispuesto a ir al fin del mundo con tal de traer a la única persona que podría hacer reaccionar a su bella Emilia.
#235
lapuebla
lapuebla
10/12/2011 22:37
Las campanas de la iglesia anunciaban la medianoche cuando aquellos dos hombres atravesaron la plaza. Sólo se veían luces encendidas en la casa de los Ulloa. Ellos eran los únicos que no podían dormir mientras el resto del mundo descansaba. Las puertas de la taberna estaban cerradas, por lo que tuvieron que entrar por el patio. Allí se encontraron con Sebastián, que con los ojos cerrados parecía dormitar. Sin embargo, se sobresaltó al escuchar ruídos.

-¿Quién anda ahí?-preguntó al mismo tiempo que se levantaba del banco en el que estaba sentado.

-Somos nosotros-respondió Hipólito.-Pensábamos que estabas durmiendo y no queríamos despertarte.

-Sólo estaba aireándome un poco. Ha sido un día muy duro-dijo dirigiendo su mirada hacia el acompañante de Hipólito.

-¿Cómo siguen los heridos?- fue de nuevo el joven Mirañar el que habló.

-Tristán está bastante recuperado. Incluso se ha levantado un rato. Mi padre está ahora con él.

-¿Y la bella Emilia?

-Sigue igual. La doctora dice que es un milagro que no haya infección, pero sigue sin despertar. Es como si no quisiera seguir viviendo.

-¿Puedo verla?

-Claro que sí, seguro que se alegraría mucho si supiera que estás aquí. Pepa está con ella.

Dejando atrás a Sebastián e Hipólito cruzó el patio y después se dirigió al pasillo que daba a las habitaciones. Al pasar junto al primero de los cuartos pudo escuchar las voces de Raimundo y Tristán. No pretendía espiarlos pero no pudo evitar oír como el Ulloa le decía al joven que se alegraba mucho de tenerlo allí . Por fin sus tres hijos estaban juntos. Por el camino el bueno de Hipólito le había narrado todo lo sucedido, desde la increíble aparición de Salvador Castro hasta la marcha de su madre y su hermana de la casona porque la doña las había echado. También se había enterado de que al final el gran secreto de Francisca Montenegro había quedado al descubierto y Tristán ya no era un Castro, sino un Ulloa, como Sebastián. Como Emilia.

La siguinte puerta se abrió y pudo ver a Pepa. La muchacha lo abrazó emocionada y sin decirle nada le indicó que pasara mientras ella salía al pasillo. Un par de velas iluminaban apenas la estancia, pero aun así podía ver perfectamente aquel rostro tan añorado. Se sentó en una silla junto a la cama y estrechó su mano entre las suyas. Tenía tantas cosas que decirle, pero un nudo que subía desde el estómago a la garganta atenazaba su voz.Durante unos minutos permaneció en silencio, dejando que las lágrimas corriesen por sus mejillas.

“Emilia, escúchame por favor, tienes que luchar, no puedes rendirte......... Ya sé que ha sido un golpe muy duro, que no hay nada peor en el mundo que perder un hijo. Pero tienes que superarlo y seguir adelante. Piensa en tu padre…..¿cómo va a seguir adelante Raimundo sin su princesa?............¿Te imaginas cómo funcionaría la casa de comidas sin tus guisos y tus potajes?. ¡No sabes como echo de menos tus platos!. Nadie cocina como tú, nadie, ni siquiera mi madre. Pero no se lo digas, que no me lo perdonaría y diría que soy un mal hijo……Por cierto, al venir hacia aquí me encontré con Sebastián y estaba muy preocupado. Normal, yo tambien me preocuparía si a Mariana le pasara algo. Es un buen hermano, que te necesita. Ya sé que él es el mayor, pero siempre has sido tú la que ha cuidado de él. Y tienes que seguir haciéndolo........ Ah, y hablando de hermanos, ya me he enterado de que tienes otro, que don Tristán es hijo de Raimundo........... Esa es una gran noticia, porque así él y Pepa podrán casarse……”. Su voz se quebró por el llanto.

Al cabo de unos minutos logró recomponerse y siguió hablándole. Le contó decenas de anécdotas de su nuevo trabajo, recordó las travesuras que cometían cuando eran niños, las bromas que le gastaban Ramiro y él a Hipólito. Le habló de regalos furtivos, de cómo disfrutaba viéndola feliz cuando leía “Veinte mil leguas de viaje submarino” o escuchando la cajita de música. Parecían tan lejanos aquellos tiempos y apenas había pasado un año. Pero ya nada volvería a ser igual.

Al final, el cansancio hizo mella y se quedó dormido con la cabeza apoyada en el colchón, sin soltar en ningún momento su mano.

Cuando oyó el canto de algún gallo madrugador se despertó. Pero ella seguía inconsciente. Era hora de marchar, pero aun le faltaba lo más importante por decir.

“Emilia, te quiero. Te he querido siempre y sé que lo voy a seguir haciendo durante el resto de mi vida. Y quiero verte feliz, necesito verte feliz…….. Estoy seguro de que un día entrará por esa puerta un hombre maravilloso, alguien que de verdad te merezca; un hombre que cuidará de ti y que te dará hijos………. Recuerdo que me dijiste una vez que querías tener uno o dos………¿te acuerdas?......... Pues tienes que luchar , tienes que seguir adelante, para que ese momento llegue. ¡Por favor!.......Una vez me dijiste que querías verme feliz…….pues yo para ser feliz necesito que tú sigas adelante, que no te rindas”.

Se levantó y le rozó la frente con sus labios. La miró durante unos segundos y no pudo evitar robarle un beso, tal y como había hecho el día que le dijo que estaba embarazada y el sintió como los celos los corroían. Sin embargo ahora el dolor era mucho mayor. Antes de cerrar la puerta tras de si volvió repetirle que la quería. Pero ella no escuchaba.

Una hora después Raimundo entraba en la habitación. Intentó mantener la calma, pero no pudo contener la emoción cuando escuchó aquellas palabras.

-Padre, tengo mucha sed.
#236
atrevi
atrevi
11/12/2011 00:14
¡me tienes enganchá! ¡es maravilloso!
#237
CUQUINA37
CUQUINA37
11/12/2011 00:57
Pepa,me matas lentamente...esto es un sinvivir
#238
barbareta87
barbareta87
11/12/2011 01:19
La puebla xo como me has casado a Alfonso por dios! Tienes que hacer algo para cambiarlo! Me tienes enganchada nena.
#239
martileo
martileo
11/12/2011 16:31
Ay lapuebla, que sufrimiento!!!
Confío en un final feliz :)
#240
lapuebla
lapuebla
11/12/2011 20:41
FANTASMAS Y SOMBRAS (parte 4)

Una de las cosas que le seguía gustando hacer era sentarse al sol de la tarde mientras veía pasar las gentes por la plaza. A esa hora la faena en la casa de comidas le daba una pequeña tregua, aunque con la marcha de su padre a Madrid tenía más trabajo que nunca. Raimundo había decidido acompañar a Tristán en aquel duro viaje. Las noticias sobre la salud de doña Francisca no eran nada alentadoras y todos se temían lo peor.

Al final, la doctora Casas había logrado convencer a la Montenegro para que fuese a la capital a tratarse el mal que aquejaba su columna y le provocaba terribles dolores. Incluso se ofreció a acompañarla, buscado así un camino de huída de Puenteviejo,pues ya no soportaba la vida en aquel pueblo perdido de la mano de dios donde no había sido capaz de ganarse la estima de sus habitantes. La gente reconocía su buen hacer como médico, pero no soportaban su altanería y su falta de tacto. Además, su carácter se agrió todavía más cuando la terrible aparición de Salvador Castro destapó el gran secreto de la verdadera paternidad de Tristán. Ahora ya no había impedimentos para que él y Pepa pudieran casarse. Así que Gregoria Casas hizo sus maletas y se marchó a Madrid sin intención de volver. Puenteviejo se quedó nuevamente sin médico y mientras no llegaba un nuevo galeno, Pepa se volvió a hacer cargo del consultorio.

Cuando Soledad alertó a su hermano sobre el grave estado de salud de su madre, éste decidió que ya era hora de enterrar el hacha de guerra y perdonar los muchos errores del pasado. Al fin y al cabo, Francisca seguía siendo su madre. Quizás aquella era la última oportunidad para poner fin a la guerra que mantenía enfrentados a Montenegro y Ulloa y unir por fin a toda su familia.

Emilia sabía que su padre jamás había olvidado el amor que sentía por la Montenegro, y más cuando supo que Tristán era su hijo. Por eso lo animó a emprender el viaje, a pesar de que ella aun no estaba completamente restablecida. Comprendía mejor que nadie la necesidad de Raimundo de sincerarse con la mujer a la que había querido toda su vida y no estaba dispuesta a permitir que su padre desaprovechase su última oportunidad para ser feliz, aunque eso significase quedarse sola al frente de la casa de comidas. Sen sentía aun algo débil pero el trabajo le ayudaba a mantener la mente ocupada, y al menos durante el día había dejado de llorar. Las lágrimas quedaban sólo para las noches solitarias en su cuarto. Dos meses habían sido suficientes para curar las heridas de su cuerpo, pero sabía que las heridas de su corazón no sanarían nunca. Lo único que podía hacer era tratar de convivir con ellas.

Se quedó mirando para el colmado, donde Dolores hacía grandes aspavientos. Seguramente estaría echándole una nueva bronca a Hipólito por llegar tarde. El zagal había pasado un buen rato entreteniéndola con sus ocurrencias y contándole como iban sus muchos intentos para conquistar a la dulce Mariana. Seguía siendo tan pertinaz como siempre y recibía calabazas un día sí y otro también. Pero él no se rendiría tan fácilmente. Ojalá todo el mundo fuese así de claro y transparente con sus sentimientos.

La llegada de Enriqueta, la nueva maestra del pueblo, interrumpió sus pensamientos. A esa hora cerraba la escuela y como cada día se acercaba a charlar con ella. La verdad es que le caía bien aquella muchacha morena, de voz cantarina y de semblante siempre alegre. Era inteligente, trabajadora y una gran conversadora. Además, en poco tiempo se había ganado el afecto de sus alumnos y del resto del pueblo. Aunque la razón principal de su simpatía era que la joven profesora había devuelto la sonrisa al rostro de Sebastián. Desde la llegada a Puenteviejo de la nueva maetra, su hermano había vuelto a ser el muchacho alegre y cariñoso que había sido siempre. Enriqueta le había devuelto la ilusión y las ganas de vivir.

Mientras disertaban sobre “Doña Perfecta”, el libro de Pérez Galdós que Sebastián le había regalado, vieron como Pepa bajaba por las escaleras del consultorio. Detrás de ella vieron a una muchacha menuda y morena que acariciaba su voluminoso vientre. Emilia seguía sintiendo un nudo en el estómago cuando veía mujeres embarazadas o madres llevando en brazos a sus hijos. Así que normalmente prefería apartar la vista para evitar que el nudo se deshiciera en lágrimas. Pero en aquella ocasión sintió la necesidad de observar a la mujer. Había algo en ella que le resultaba familiar, aunque no recordaba haberla visto nunca.

-Buenas tardes-saludó Pepa.-Veo que estais pegando la hebra nuevamente. Pero sería mejor que lo hicierais dentro de la taberna, que ya empieza a refrescar.

-No le eches la bronca, que la culpa ha sido mía por entretenerla-trató de explicarse Enriqueta.

-No trates de disculparla, que la Emilia ya es mayorcita para saber lo que tiene que hacer-Pepa estaba fingiendo el enfado.-Lo que pasa es que quiere matarme con las preocupaciones.¿Quieres pillar un resfriado o qué?

-Bueno, no hace falta que te pongas así. Anda, no te enfades-le agarró del brazo, que te invito a tomar algo calentito.

-Te lo agradezco, pero quería acompañar a esta paciente hasta su casa, que no es conveniente que en su estado camine mucho sola.

-Por mí no te preocupes-habló por fin la muchacha embarazada-que yo estoy acostumbrada a las caminatas.

-Ya sé lo que vamos a hacer. Os invito a las dos a tomar un chocolate caliente y así reponeis fuerzas para afrontar el camino.

-No quisiera molestar.

-No es molestia nínguna-le dijo Emilia con la mejor de las sonrisas.-Anda, pasad para dentro.
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