Julia e Iván; SE ACABÓ, nuestros niños se van a viajar por el mundo, esperemos que se lo pasen ¡muy bien!
#0

02/01/2009 18:31
AUTÉNTICO E IRREMPLAZABLE

Vídeos FormulaTV
#33741

27/06/2009 15:00
Ja ja bequi!!
#33742

27/06/2009 15:05
Sandra, por qué te mosquea la escena de nuestros querubines?
#33743

27/06/2009 15:06
hola! yo creo que a Julia la encierran las niñas para "curarla" y que en ese momento se le aparecerá valentina y ahi si que se vera obligada a escucharla.
#33744

27/06/2009 15:07
Yo ya me teng que ir a buscar a mi prima al aeropuerto.
Un beso!!y,animaros con los relatos.
Un beso!!y,animaros con los relatos.
#33745

27/06/2009 15:14
Wola!!!ESCENA!!!!menos mal...
yo no sé porque lo primero que he pensado al verle la cara a ivan es que va a decirle a julia q se va del internado con maria...
quiero dramón entre ellos jijiji
yo no sé porque lo primero que he pensado al verle la cara a ivan es que va a decirle a julia q se va del internado con maria...
quiero dramón entre ellos jijiji
#33746

27/06/2009 15:29
Hola¡¡¡¡¡¡ xfin escena¡¡¡¡¡ madre mia que ganas de que sea martes, encima el anuncio pinta muy bien.
¿que le dira Julia? ¿ sera el dia en el que le cuente lo de Valen? yo creo que si, nos quedan dos capitulos y no quiero que sea en el ultimo. Ay que carita la de Ivan .
los relatos todos geniales. Evita xfin de nuevo vuelves con tus relatos, que precioso ese San Valentin :) Sandra el tuyo me gusta un monton, tienes unas ideas muy originales :)
¿que le dira Julia? ¿ sera el dia en el que le cuente lo de Valen? yo creo que si, nos quedan dos capitulos y no quiero que sea en el ultimo. Ay que carita la de Ivan .
los relatos todos geniales. Evita xfin de nuevo vuelves con tus relatos, que precioso ese San Valentin :) Sandra el tuyo me gusta un monton, tienes unas ideas muy originales :)
#33747

27/06/2009 15:52
miriam me encanta tu nuevo avatar!!:)
#33748

27/06/2009 16:09
Chicooooosss!!!!por fin escenaaaaaaaaaaa!!!!yujuuuuu!!!y el resto del capi parece q pinta muuuuuy bien!!q gans de verlo ya por Diosss!!!
Lo de Julia encerrada en el baño...a saber...puede que hayan sido Valentina o las niñas, o q las niñas estén dentro del baño y sea ahí cuando Valentina se le aparezca y ellas le escuchan a Julia hablando sola...buffff!!!no se, no se, pero va a estar interesantísimooo!!!
Y la cara de Iván..madre miaaa!!qué pasará?!!le creerá??le mandará a freir espárragos??
Qué pensais??????
Y todavia estamos a sábadooooo!!!
Por cierto chicas vuestros relatos...qué decirosss!!!son geniales!me encantan todosss!!!lo de los San Valentines son preciososss!
Un besito a todos!
Sann!!!a ver que vas a escribir ahora...la vaca Susie me chiflaaaa!!
Lo de Julia encerrada en el baño...a saber...puede que hayan sido Valentina o las niñas, o q las niñas estén dentro del baño y sea ahí cuando Valentina se le aparezca y ellas le escuchan a Julia hablando sola...buffff!!!no se, no se, pero va a estar interesantísimooo!!!
Y la cara de Iván..madre miaaa!!qué pasará?!!le creerá??le mandará a freir espárragos??
Qué pensais??????
Y todavia estamos a sábadooooo!!!
Por cierto chicas vuestros relatos...qué decirosss!!!son geniales!me encantan todosss!!!lo de los San Valentines son preciososss!
Un besito a todos!
Sann!!!a ver que vas a escribir ahora...la vaca Susie me chiflaaaa!!
#33749

27/06/2009 16:13
Bueeno chicas, pensaba escribir sobre su valentin. Pero he decidido hacerlo de su aniversario. Es un pequeño relatito que consta de dos o tres partes, aqui os dejo la primera.
Esta algo improvisado, ya que se me acaba de pasar por la cabeza, pero espero que os guste.
PARTE 1:
Permanecía quieta. Mirando el techo. Sin dormir. La rabia, el enfado, y la tristeza… podían con ella. Se había olvidado, se había olvidado por completo. Sabia que Iván no se caracterizaba por los detalles, ni el romanticismo, ni por recordar fechas. Pero esa… ¿justo tenia que ser esa? Respiro hondo y se tapo la cara con ambas manos, cansada. Aun no podía creerse que se le hubiese pasado su aniversario. Ya llevaban un año juntos, y menudo año… pero ¿no acordarse? Por ahí no pasaba. Y lo peor era el hecho de que se había pasado todo el día pendiente de él. De una palabra suya, un detalle, una mirada. Pero nada. Había pasado un día cotidiano, como otro cualquiera. Pero aquel día, encima, no había ni tenido un gesto bonito con ella. “que cara de seta” había sido su frase más bonita. ¿Y que esperaba? ¿Qué encima de encontrarse con esa situación le riera las gracias?... prefirió no seguir pensando, porque iba a conseguir hacerse más daño. Trago despacio y cerró los ojos, esperanzada por conciliar el sueño. Ya mañana vería que hacer, si decirle algo, si no hacerlo… estaba más que desganada y desilusionada. Además de la dificultad que tenían por estar juntos allí dentro, las pocas muestras de cariño cada vez eran menos. Joder, si es que últimamente incluso parecía reacio cuando ella se acercaba.
Volvió a respirar hondo y en ese instante, mirando el techo de nuevo, expectante y con los ojos abiertos de par en par… le vino la triste idea, de que quizá no deberían seguir juntos. Se le hizo un enorme nudo en el estomago al plantearse esa posibilidad, se sentía sola en ese instante. Muy sola. Había pasado un día horrible, hasta Carol le había preguntado, ilusionada, cual había sido el regalo o el detalle. Y ella había intentado cubrirle, con tontas excusas como “no somos ese tipo de parejas…”, mientras sentía la desilusión y las vagas esperanzas de que él se acordara. Nulas.
Y en ese instante, cuando Julia ya cansada y apunto de romper a llorar, no dejaba de pensar en la posibilidad de que su historia estuviese acabando… el pitido del despertador sonó y ella se llevo una mano al pecho, sobresaltada. Miro a sus compañeras, pensando que estas se despertarían y la increparían por haber puesto el despertador a ¿Qué hora?... se incorporo en la cama, alargando el brazo para apagarlo rápidamente, cuando una nota calló al suelo. Frunció el ceño y se apresuro a apagar el molesto pitido antes de quedarse mirando la pequeña nota, que permanecía descansando en el suelo, esperando a ser leída.
Suspiro y alargó el brazo, cogiendola con una mano y yendo a leerla, pensativa. Era una tonta hoja de papel, arrancada de un cuaderno de cuadros. Medio arrugada y garabateada. Pensó, que quizá, era una tontería que ella había dejado en la mesilla. Pero ante una leve duda, decidió leerla: “¿Dónde empezó todo?”
Volvió a leerla, ¿Cómo?... estaba cansada, medio dormida y frustrada. Y tuvo que pararse a pensar un instante, antes de que una leve sonrisa iluminara su rostro. Se levantó de la cama, intentando hacer el menor ruido. Con cuidado, andando de puntillas, notando el frío del suelo introducirse en ella, abrió la puerta de la habitación. Despacio, salio al pasillo. Únicamente iluminado por las pocas bombillas encendidas a esas horas de la noche, y la bonita luz que se colaba entre los ventanales, de la luna llena. ¿Dónde empezó todo?... sonrío hacia ella, ambos lo sabían.
Continuara..
Esta algo improvisado, ya que se me acaba de pasar por la cabeza, pero espero que os guste.
PARTE 1:
Permanecía quieta. Mirando el techo. Sin dormir. La rabia, el enfado, y la tristeza… podían con ella. Se había olvidado, se había olvidado por completo. Sabia que Iván no se caracterizaba por los detalles, ni el romanticismo, ni por recordar fechas. Pero esa… ¿justo tenia que ser esa? Respiro hondo y se tapo la cara con ambas manos, cansada. Aun no podía creerse que se le hubiese pasado su aniversario. Ya llevaban un año juntos, y menudo año… pero ¿no acordarse? Por ahí no pasaba. Y lo peor era el hecho de que se había pasado todo el día pendiente de él. De una palabra suya, un detalle, una mirada. Pero nada. Había pasado un día cotidiano, como otro cualquiera. Pero aquel día, encima, no había ni tenido un gesto bonito con ella. “que cara de seta” había sido su frase más bonita. ¿Y que esperaba? ¿Qué encima de encontrarse con esa situación le riera las gracias?... prefirió no seguir pensando, porque iba a conseguir hacerse más daño. Trago despacio y cerró los ojos, esperanzada por conciliar el sueño. Ya mañana vería que hacer, si decirle algo, si no hacerlo… estaba más que desganada y desilusionada. Además de la dificultad que tenían por estar juntos allí dentro, las pocas muestras de cariño cada vez eran menos. Joder, si es que últimamente incluso parecía reacio cuando ella se acercaba.
Volvió a respirar hondo y en ese instante, mirando el techo de nuevo, expectante y con los ojos abiertos de par en par… le vino la triste idea, de que quizá no deberían seguir juntos. Se le hizo un enorme nudo en el estomago al plantearse esa posibilidad, se sentía sola en ese instante. Muy sola. Había pasado un día horrible, hasta Carol le había preguntado, ilusionada, cual había sido el regalo o el detalle. Y ella había intentado cubrirle, con tontas excusas como “no somos ese tipo de parejas…”, mientras sentía la desilusión y las vagas esperanzas de que él se acordara. Nulas.
Y en ese instante, cuando Julia ya cansada y apunto de romper a llorar, no dejaba de pensar en la posibilidad de que su historia estuviese acabando… el pitido del despertador sonó y ella se llevo una mano al pecho, sobresaltada. Miro a sus compañeras, pensando que estas se despertarían y la increparían por haber puesto el despertador a ¿Qué hora?... se incorporo en la cama, alargando el brazo para apagarlo rápidamente, cuando una nota calló al suelo. Frunció el ceño y se apresuro a apagar el molesto pitido antes de quedarse mirando la pequeña nota, que permanecía descansando en el suelo, esperando a ser leída.
Suspiro y alargó el brazo, cogiendola con una mano y yendo a leerla, pensativa. Era una tonta hoja de papel, arrancada de un cuaderno de cuadros. Medio arrugada y garabateada. Pensó, que quizá, era una tontería que ella había dejado en la mesilla. Pero ante una leve duda, decidió leerla: “¿Dónde empezó todo?”
Volvió a leerla, ¿Cómo?... estaba cansada, medio dormida y frustrada. Y tuvo que pararse a pensar un instante, antes de que una leve sonrisa iluminara su rostro. Se levantó de la cama, intentando hacer el menor ruido. Con cuidado, andando de puntillas, notando el frío del suelo introducirse en ella, abrió la puerta de la habitación. Despacio, salio al pasillo. Únicamente iluminado por las pocas bombillas encendidas a esas horas de la noche, y la bonita luz que se colaba entre los ventanales, de la luna llena. ¿Dónde empezó todo?... sonrío hacia ella, ambos lo sabían.
Continuara..
#33750

27/06/2009 16:13
jeje Olga :) a mi el tuyo tambien, de las poquitas escenas de esta tempo esa fue genial.
Maria, que subidon, a mi me parece que lo del baño es cosa de las niñas y su "tratamiento medico". Y el capi pinta genial, entre el traidor, lo de las cartas, y que tengo unas ganas locas de ver las ideas de Maria para llevarse a Ivan... pufffff pero no es para esperar menos, que es el penultimo capitulo y nos lo deben¡¡¡
Maria, que subidon, a mi me parece que lo del baño es cosa de las niñas y su "tratamiento medico". Y el capi pinta genial, entre el traidor, lo de las cartas, y que tengo unas ganas locas de ver las ideas de Maria para llevarse a Ivan... pufffff pero no es para esperar menos, que es el penultimo capitulo y nos lo deben¡¡¡
#33751

27/06/2009 16:17
Sergio, la cara de Ivan, me mosquea, mucho. Es cara de miedo, de preocupacion, de sorpresa. Como si hubiera descubierto algo de Julia...No se, no se.
En fin, ya sabeis que mi musa aparece en os lugares mas insospechados y en los momentos mas variopintos. Aveces salen bazofias, otras relatos mas o menos aceptables, y otras....esto.
Como siempre, protagonizado por Julia e Ivan (aunque no lo parezca) y para variar, alejado del internado, en un futuro lejano y bastante subrrealista.
Advierto, es largo y casi todo narrado, asi que entiendo que os resulte pesado y poco entendible, porque es de esos relatos que cuando los lees al cabo de un tiempo te preguntas: ¿y esto porque carajos lo escribi?. Bastante melodramatico, ya lo he dicho. Pero bueno, al menos sirve para pasar un ratejo. Os lo dejo. :)
En fin, ya sabeis que mi musa aparece en os lugares mas insospechados y en los momentos mas variopintos. Aveces salen bazofias, otras relatos mas o menos aceptables, y otras....esto.
Como siempre, protagonizado por Julia e Ivan (aunque no lo parezca) y para variar, alejado del internado, en un futuro lejano y bastante subrrealista.
Advierto, es largo y casi todo narrado, asi que entiendo que os resulte pesado y poco entendible, porque es de esos relatos que cuando los lees al cabo de un tiempo te preguntas: ¿y esto porque carajos lo escribi?. Bastante melodramatico, ya lo he dicho. Pero bueno, al menos sirve para pasar un ratejo. Os lo dejo. :)
#33752

27/06/2009 16:20
La Importancia de ser un Payaso
Se levanta todas las mañanas junto a los primeros rayos de sol y esboza una sonrisa, pensando, ilógicamente, que el día vuelve a ser día, que la mañana se le antoja irritántemente larga, y que una vez más ha podido abrir los ojos y respirar.
No piensa, tan solo actúa. Como una máquina engrasada de rutina que ejecuta movimientos inconscientes pero precisos, controlados y reales.
Sacude sus pantalones de lino, y suspira, impotente, cuando comprueba las arrugas apenas perceptibles que se dibujan sobre su camisa de cuadros. Rizos de un verde rutilante adornan su cabeza y la pintura, de tonos cálidos y luminosos, se funde contra su piel bordando su cara de suavidad y color.
Deja escapar un ligero gemido cuando la nariz de plástico opaca la suya propia poniendo en evidencia que seis meses de prácticas aún no han conseguido la maestría perfecta. Ceñudo, revisa su reflejo sobre la puerta acristalada de la tienda de la esquina. Una vez más, el payaso, está preparado para ininicar su función.
Sus pertenencias son pocas -en verdad, sólo ella- y el motivo de su existenica tiene, redundantemente, nombre de mujer.
Es a ella a quién espera, a quién sonrie y a quién vigila.
La única por la que llora, recuerda y vive.
La costumbre, asola cada uno de sus días y el hábito, más que usanza, marca la frontera entre la vida y la supervivencia.
Porque él sobrevive para que ella pueda vivir.
Porque ella ha dejado de vivir sólo porque él no lo hace.
Algunas veces piensa que los más sencillo, lo más coherente, sería cerrar los ojos y desaparecer. Son ideas que lacónicamente cruzan su mente y por breves minutos le tientan a la rendición.
La apariencia nunca ha sido más que apariencia; y él sabe, ella sabe, ambos conocían, que su coraza de hierro paralizaba las emociones pero no las suprimía; que decidió ser débil, a expensas de su orgullo y sus miedos, al permitir que los sentimientos aflorasen libremente por su piel y que mereció la pena: cada segundo a su lado, cada instante vivido, todos aquellos momentos que aún hoy día continúan escribiendo su historia sobre el papel que supone sus vidas.
Cruza la calle esquivando al gentió que desde primeras horas de la mañana atesta la cuidad. Sus brazos, ya desgarbados, se mueven al son de sus piernas e introduce las manos en los bolsillos para protegerlas del frio.
Lo odia.
El aire.
La brisa que azota su rostro, bambolea su cuerpo y gira entorno a su presencia. Que le convierte en pluma: y levita, y se dobla, y se arrastra. Y se hace más diáfano y más frágil. Pero ella pronuncia su nombre: a veces despierta, por un descuido, a veces dormida, por una ilusión; y él se aferra a sus recuerdos y vuelve a recuperar parte de la solidez que aún le retiene a la vida.
Agacha la mirada, tratando de hundir su cuello sobre la pajarita de color rojo, y llega hasta el parque dónde todas las mañanas ella se detiene a pensar. Se sienta en su banco. Ese que tiene reservado pese a que ninguna ley lo estipule y -quién sabe por qué, nunca se lo ha preguntado- nadie ocupa ni vulnera.
Espera.
Una hora.
Dos.
Tres.
Hace reir a los transeúntes: es su oficio, el de ahora no el de antes. Le resulta paradójico. Su trabajo consiste en hacer sonreír, pese a que hace tiempo que él no lo hace. A veces incluso se gana algunas monedas. Como si fuera un mendigo o un vagabundo.
Ella siempre es puntual. Él ha aprendido a serlo por ella. Le gusta presenciar todo el proceso. Desde que visualiza su figura en la distancia, borrosa, lejana, esbelta, hasta que su cuerpo adopta una forma concreta y reconoce en él las curvas que en su día acarició.
Camina lentamente. Contando cada uno de sus pasos. Viste siempre de oscuro. Marrón, negro, gris...La gama es escueta y los colores alegres hace tiempo que desaparecieron de su amario al igual que su sonrisa.
Es lo que más le duele. No verla sonreír.
Cada lágrima, cada suspiro, cada gramo de tristeza que se evapora hasta el cielo son como cuchillos que se clavan en su pecho y le hacen recordar, de forma desgarradora, que sólo él tiene la culpa de su llanto y que no descansará hasta que sus ojos, esos con los que sueña por las noches, vuelvan a rodear de luz sus pupilas verdes.
Extiende sus pies. Se recuesta perezosamente sobre el banco de mandera y la observa, disimuládamente, con una sonrisa.
Está preciosa.
Demasiado delgada. Sabe que apenas come.
Demasiado cansada. Sabe que apenas duerme.
Sus ojeras, sus hombros caidos, la palidez de su rostro o la anchura desproporcionada -antes inexistente- que ha adoptado su ropa en comparación a su cuerpo así se lo desvelan.
Y se preocupa.
Pero sabe, está seguro, necesita creer, que bajo aquella marioneta sombría ella sigue siendo ella, la que conoció, la que debería ser.
Se sienta a su lado. No le mira, no dice nada, nunca lo hace. Ni él se atreve a romper ese rito. Junta sus manos y llora. Con el cuerpo recto, la cabeza firme y la mirada fija sobre algún punto del horizonte; puede que sobre el agua del riachuelo, apacible y cristalina, o puede que sobre nada, pero mira y llora.
Y él se rompe un poco más con cada una de sus lágrimas.
Y las cuenta.
Sabe que es el único momento del día en el que ella se permite caer, abatirse, desplomarse. En el que el héroe se vuelve cobarde y los reproches, la necesidad y las preguntas toman el poder. Y sabe que después volverá a encerrarse en esa burbuja ermética que la rodea, la destruye, la aisla de todo y de todos y a nada ni nadie deja pasar.
Primero fueron 117. Luego 96. Después las lágrimas menguaron a 42. Ahora, ese día, después de 6 meses, tan solo son 10. Pero son, y mientras sean, el tendrá un motivo para permanecer a su lado.
Ella se levanta. Han pasado apenas cinco minutos. Los mismos cinco minutos de siempre, sobre el mismo lugar y a la misma hora, que cada día comparten tiempo y espacio. Alza la cara hacia el cielo en un intento porque al aire limpie el reguero salado que ha trastocado levemente su maquillaje. Se empequeñece un poco más contra su abrigo. Y se va, bajo la atenta mirada de él.
La misma rutina, los mismos gestos, el mismo silencio. Nada cambia. O tal vez sí. Porque ella se detiene, duda, se gira. Borra sus pasos y se acerca nuevamente hasta él. Le mira, se sienta, le vuelve a mirar. Le observa atentamente y él no pregunta, no se inmuta, no replica, porque sabe que la lógica no tiene cabida en ese momento, nunca la ha tenido para ellos, y que el día, ese día, por fin ha llegado.
Se levanta todas las mañanas junto a los primeros rayos de sol y esboza una sonrisa, pensando, ilógicamente, que el día vuelve a ser día, que la mañana se le antoja irritántemente larga, y que una vez más ha podido abrir los ojos y respirar.
No piensa, tan solo actúa. Como una máquina engrasada de rutina que ejecuta movimientos inconscientes pero precisos, controlados y reales.
Sacude sus pantalones de lino, y suspira, impotente, cuando comprueba las arrugas apenas perceptibles que se dibujan sobre su camisa de cuadros. Rizos de un verde rutilante adornan su cabeza y la pintura, de tonos cálidos y luminosos, se funde contra su piel bordando su cara de suavidad y color.
Deja escapar un ligero gemido cuando la nariz de plástico opaca la suya propia poniendo en evidencia que seis meses de prácticas aún no han conseguido la maestría perfecta. Ceñudo, revisa su reflejo sobre la puerta acristalada de la tienda de la esquina. Una vez más, el payaso, está preparado para ininicar su función.
Sus pertenencias son pocas -en verdad, sólo ella- y el motivo de su existenica tiene, redundantemente, nombre de mujer.
Es a ella a quién espera, a quién sonrie y a quién vigila.
La única por la que llora, recuerda y vive.
La costumbre, asola cada uno de sus días y el hábito, más que usanza, marca la frontera entre la vida y la supervivencia.
Porque él sobrevive para que ella pueda vivir.
Porque ella ha dejado de vivir sólo porque él no lo hace.
Algunas veces piensa que los más sencillo, lo más coherente, sería cerrar los ojos y desaparecer. Son ideas que lacónicamente cruzan su mente y por breves minutos le tientan a la rendición.
La apariencia nunca ha sido más que apariencia; y él sabe, ella sabe, ambos conocían, que su coraza de hierro paralizaba las emociones pero no las suprimía; que decidió ser débil, a expensas de su orgullo y sus miedos, al permitir que los sentimientos aflorasen libremente por su piel y que mereció la pena: cada segundo a su lado, cada instante vivido, todos aquellos momentos que aún hoy día continúan escribiendo su historia sobre el papel que supone sus vidas.
Cruza la calle esquivando al gentió que desde primeras horas de la mañana atesta la cuidad. Sus brazos, ya desgarbados, se mueven al son de sus piernas e introduce las manos en los bolsillos para protegerlas del frio.
Lo odia.
El aire.
La brisa que azota su rostro, bambolea su cuerpo y gira entorno a su presencia. Que le convierte en pluma: y levita, y se dobla, y se arrastra. Y se hace más diáfano y más frágil. Pero ella pronuncia su nombre: a veces despierta, por un descuido, a veces dormida, por una ilusión; y él se aferra a sus recuerdos y vuelve a recuperar parte de la solidez que aún le retiene a la vida.
Agacha la mirada, tratando de hundir su cuello sobre la pajarita de color rojo, y llega hasta el parque dónde todas las mañanas ella se detiene a pensar. Se sienta en su banco. Ese que tiene reservado pese a que ninguna ley lo estipule y -quién sabe por qué, nunca se lo ha preguntado- nadie ocupa ni vulnera.
Espera.
Una hora.
Dos.
Tres.
Hace reir a los transeúntes: es su oficio, el de ahora no el de antes. Le resulta paradójico. Su trabajo consiste en hacer sonreír, pese a que hace tiempo que él no lo hace. A veces incluso se gana algunas monedas. Como si fuera un mendigo o un vagabundo.
Ella siempre es puntual. Él ha aprendido a serlo por ella. Le gusta presenciar todo el proceso. Desde que visualiza su figura en la distancia, borrosa, lejana, esbelta, hasta que su cuerpo adopta una forma concreta y reconoce en él las curvas que en su día acarició.
Camina lentamente. Contando cada uno de sus pasos. Viste siempre de oscuro. Marrón, negro, gris...La gama es escueta y los colores alegres hace tiempo que desaparecieron de su amario al igual que su sonrisa.
Es lo que más le duele. No verla sonreír.
Cada lágrima, cada suspiro, cada gramo de tristeza que se evapora hasta el cielo son como cuchillos que se clavan en su pecho y le hacen recordar, de forma desgarradora, que sólo él tiene la culpa de su llanto y que no descansará hasta que sus ojos, esos con los que sueña por las noches, vuelvan a rodear de luz sus pupilas verdes.
Extiende sus pies. Se recuesta perezosamente sobre el banco de mandera y la observa, disimuládamente, con una sonrisa.
Está preciosa.
Demasiado delgada. Sabe que apenas come.
Demasiado cansada. Sabe que apenas duerme.
Sus ojeras, sus hombros caidos, la palidez de su rostro o la anchura desproporcionada -antes inexistente- que ha adoptado su ropa en comparación a su cuerpo así se lo desvelan.
Y se preocupa.
Pero sabe, está seguro, necesita creer, que bajo aquella marioneta sombría ella sigue siendo ella, la que conoció, la que debería ser.
Se sienta a su lado. No le mira, no dice nada, nunca lo hace. Ni él se atreve a romper ese rito. Junta sus manos y llora. Con el cuerpo recto, la cabeza firme y la mirada fija sobre algún punto del horizonte; puede que sobre el agua del riachuelo, apacible y cristalina, o puede que sobre nada, pero mira y llora.
Y él se rompe un poco más con cada una de sus lágrimas.
Y las cuenta.
Sabe que es el único momento del día en el que ella se permite caer, abatirse, desplomarse. En el que el héroe se vuelve cobarde y los reproches, la necesidad y las preguntas toman el poder. Y sabe que después volverá a encerrarse en esa burbuja ermética que la rodea, la destruye, la aisla de todo y de todos y a nada ni nadie deja pasar.
Primero fueron 117. Luego 96. Después las lágrimas menguaron a 42. Ahora, ese día, después de 6 meses, tan solo son 10. Pero son, y mientras sean, el tendrá un motivo para permanecer a su lado.
Ella se levanta. Han pasado apenas cinco minutos. Los mismos cinco minutos de siempre, sobre el mismo lugar y a la misma hora, que cada día comparten tiempo y espacio. Alza la cara hacia el cielo en un intento porque al aire limpie el reguero salado que ha trastocado levemente su maquillaje. Se empequeñece un poco más contra su abrigo. Y se va, bajo la atenta mirada de él.
La misma rutina, los mismos gestos, el mismo silencio. Nada cambia. O tal vez sí. Porque ella se detiene, duda, se gira. Borra sus pasos y se acerca nuevamente hasta él. Le mira, se sienta, le vuelve a mirar. Le observa atentamente y él no pregunta, no se inmuta, no replica, porque sabe que la lógica no tiene cabida en ese momento, nunca la ha tenido para ellos, y que el día, ese día, por fin ha llegado.
#33753

27/06/2009 16:20
Le cuesta hablar. Tiene tanto qué decir que no sabe por dónde empezar. Él espera, paciente. Es algo que también ha aprendido de ella, a esperar. Carraspea, traga saliva, retuerce sus dedos y humedece sus labios. Aparta la mirada de su rostro y la centra en sus zapatos. Su voz, un susurro.
-No sé qué hacer con su foto.
Él frunce el ceño, extrañado. Ella continúa hablando, no espera respuesta. Él sabe que no la espera. Sólo necesita hablar.
-He guardado su ropa en el desván. El coche...se lo ha quedado Marcos. Siempre le gustó. Para mí era demasiado grande sin él. Yo me he comprado otro, más pequeño, más sencillo. Él decía que era una conductora terrible. Fue él quién me enseñó a conducir. Le exasperaba la lentitud con la que lo hacía. A él le gustaba correr...
Hace una pausa. Sigue sin mirarle. Verbaliza los pensamientos tal y cómo éstos asolan sus mente; sin conexiones, sin método, sin análisis. Solo...habla.
-María me ayudó a recoger sus cosas del despacho. Aún recuerdo la mirada lastimera, perpleja de sus compañeros. Nunca he tenido mucha relación con ellos. Tan sólo con Roque. Somos amigos desde hace tiempo. Ellos también lo eran. Trabajaban juntos. Ahora el ocupa su puesto. Él lo hubiera querido. Supongo...
Suspira. Dibuja con un dedo la linea perfilada de su ceja y arruga su nariz.
-A veces tengo la absurda impresión de que todo ésto es un sueño. Es extraño. Me siento lejana, como si no tuviera que ver conmigo, como si fuese una simple observadora. Me levanto todas las mañanas, trabajo, como, duermo... Pero no estoy viva. A veces creo que sí. A veces me evado, lo suficiente como para pensar que sigo viviendo, como para tener la vana esperanza de hacerlo. ¿Pero de qué sirve respirar, que tu corazón siga latiendo, cuando no tienes motivo alguno para ello?.
Sacude la cabeza. Coloca un mechón de pelo detrás de su oreja y vuelve a unir sus manos. No repara en sus ojos marrones; en la forma en la que siguen cada uno de sus movimientos, con detalle, con reverencia.
- Le hecho de menos. En ocasiones consigo olvidarme de él. Alejarme lo suficiente de su recuerdo como para pensar que nunca existió. Pero no funciona, porque sigue existiendo en cada uno de los momentos que vivimos juntos. Cuando logro convencerme a mí misma de que nunca le conocí, de que nunca fue, de que nunca fuimos...Él aparece. En la frase de una canción, en la imágen de una película, cuando por las mañanas me miro al espejo y él no me sonrie desde la ducha, mojado, desnudo...cuando me tumbo en la cama y él no me abraza, cuando no siento su cuerpo, sus brazos, su aliento contra mi nunca...¡Dios, la jodida cama es tan grande...!.
Le mira. Por fin.
-¿Sabe?. No llore. Cuando me dijeron que Iván había muerto, no llore. Fue tan repentino. Aquel accidente...¡Hacia apenas una hora que me había besado!. Es como una de esas noticias que no logras asimilar; que las oyes, que te sorprenden, pero que eres incapaz imaginar, de aceptar...A veces me sorprendo a mi misma sentada en el sofa, esperando que vuelva del trabajo, o hablando sóla, con él, pero sola...Y el mundo sigue girando. Y tú lo haces con él. Pero de una manera distina. Porque algo a cambiado aunque no sepas exactamente qué. No me engañó. Sé que no está, sé que no va a volver, sé que se ha ido para siempre...Y eso es lo que más me duele. Se fue sin despedirse, sin darme ninguna orden. Porque ahora no sé qué coño hacer con su foto, no sé qué hacer con nuestros planes, no sé dónde poner mis manos por las noches o cuánta comida he de cocinar.. y no sé si lloro porque no lloro o si lloro porque él se ha muerto. No se cómo seguir viviendo...
Vuelve a suspirar, derrotada. Desvía la mirada. Él sabe que está llorando. Respira. Una vez. Otra. Trata de calmarse, de recuperar la serenidad. Él observa cómo su pecho sube y baja y como el aire cálido de su boca se entremezcla con la gélida brisa de la mañana.
Y por un momento lo adora.
El aire.
Desea sentirlo contra su piel, que roce su mejilla, que se adentre por sus laios, que recorra su lengua y empape de calor su cuerpo. Porque se siente tan frio, tan solo, tan vacío.
Estira su mano. Sabe que no debe hacerlo. Pero es ella, nada le importa, sólo ella, y lo hace. Apenas logra ver su cara, oculta tras su pelo. Le toca suavemene la barbilla. Ella se sorpende, da un respingo, le mira. Él acaricia su mejilla, pasea sus dedos por su frente, sus ojos, su nariz...recorre sus labios pausadamente y ella cierra los ojos dejando caer una lágrima, esas que había logrado detener, porque reconoce su tacto.
Terso, conciso, plácido.
-Iván...-susurra.
Abre los ojos lentamente, sonrie y le mira. Y sus sospechas se confirman cuando sus ojos le devuelven aquella mirada: esa que él le dedica solo a ella, esa que la hace sentir especial, esa que la hace sonreír como a una tonta cada vez que la ve; la única que basta para saber que él la quiere y que ella le quiere a él.
-Tú...estás muerto.
Él asiente, y no deja de mirarla; de memorizar su rostro por si no puede volverlo a ver, de acariciarlo por si no puede volverlo a tocar.
Y ella hace lo mismo.
Acerca sus manos a su cara, cohibida, recelosa al principio. Temiendo tal vez que no sea real.
Y el mundo se detiene. Apenas un instante. No hay palabras, ni explicaciones, ni nada que comprender. Sólo ellos, sus manos, sus caricias.
-¿Qué estás haciendo aquí?.
-Tenía una misión.
-¿Cuál?.
-Verte sonreír.
Y ella lo hace. Como si quisiera darle ese placer. Sonrie y llora al mismo tiempo. Pero él deja de contar sus lágrimas porque sonrie y sabé, lo sabé, que volverá a comer, a dormir, a ser feliz, a vivir...
Los pigmentos de su cara poco a poco van desapareciendo y su disfraz improvisado va siendo sustituido por él mismo. Y vuelve a levitar, a doblarse, a arrastrarse; se hace más diáfano y más frágil.
Julia vuelve a ver a Iván. El Iván que ella recordaba. Le retira la nariz rojiza de su rosto y poco a poco vuelve a apreciar su cara y su cuerpo.
Es hora de marchar. Ambos lo saben.
Lleva seis meses haciendo reir a personas desconocidas: a niños, a ancianos, a mujeres, a hombres. Tan sólo faltaba ella. La más importante, la risa que debía resaltar por encima de todas, la única que él quería ver y por la que el resto del mundo reía.
La risa de Julia.
Porque esa es la importancia de ser un payaso. La melodía que escucha mientras se desvanece para siempre.
-No sé qué hacer con su foto.
Él frunce el ceño, extrañado. Ella continúa hablando, no espera respuesta. Él sabe que no la espera. Sólo necesita hablar.
-He guardado su ropa en el desván. El coche...se lo ha quedado Marcos. Siempre le gustó. Para mí era demasiado grande sin él. Yo me he comprado otro, más pequeño, más sencillo. Él decía que era una conductora terrible. Fue él quién me enseñó a conducir. Le exasperaba la lentitud con la que lo hacía. A él le gustaba correr...
Hace una pausa. Sigue sin mirarle. Verbaliza los pensamientos tal y cómo éstos asolan sus mente; sin conexiones, sin método, sin análisis. Solo...habla.
-María me ayudó a recoger sus cosas del despacho. Aún recuerdo la mirada lastimera, perpleja de sus compañeros. Nunca he tenido mucha relación con ellos. Tan sólo con Roque. Somos amigos desde hace tiempo. Ellos también lo eran. Trabajaban juntos. Ahora el ocupa su puesto. Él lo hubiera querido. Supongo...
Suspira. Dibuja con un dedo la linea perfilada de su ceja y arruga su nariz.
-A veces tengo la absurda impresión de que todo ésto es un sueño. Es extraño. Me siento lejana, como si no tuviera que ver conmigo, como si fuese una simple observadora. Me levanto todas las mañanas, trabajo, como, duermo... Pero no estoy viva. A veces creo que sí. A veces me evado, lo suficiente como para pensar que sigo viviendo, como para tener la vana esperanza de hacerlo. ¿Pero de qué sirve respirar, que tu corazón siga latiendo, cuando no tienes motivo alguno para ello?.
Sacude la cabeza. Coloca un mechón de pelo detrás de su oreja y vuelve a unir sus manos. No repara en sus ojos marrones; en la forma en la que siguen cada uno de sus movimientos, con detalle, con reverencia.
- Le hecho de menos. En ocasiones consigo olvidarme de él. Alejarme lo suficiente de su recuerdo como para pensar que nunca existió. Pero no funciona, porque sigue existiendo en cada uno de los momentos que vivimos juntos. Cuando logro convencerme a mí misma de que nunca le conocí, de que nunca fue, de que nunca fuimos...Él aparece. En la frase de una canción, en la imágen de una película, cuando por las mañanas me miro al espejo y él no me sonrie desde la ducha, mojado, desnudo...cuando me tumbo en la cama y él no me abraza, cuando no siento su cuerpo, sus brazos, su aliento contra mi nunca...¡Dios, la jodida cama es tan grande...!.
Le mira. Por fin.
-¿Sabe?. No llore. Cuando me dijeron que Iván había muerto, no llore. Fue tan repentino. Aquel accidente...¡Hacia apenas una hora que me había besado!. Es como una de esas noticias que no logras asimilar; que las oyes, que te sorprenden, pero que eres incapaz imaginar, de aceptar...A veces me sorprendo a mi misma sentada en el sofa, esperando que vuelva del trabajo, o hablando sóla, con él, pero sola...Y el mundo sigue girando. Y tú lo haces con él. Pero de una manera distina. Porque algo a cambiado aunque no sepas exactamente qué. No me engañó. Sé que no está, sé que no va a volver, sé que se ha ido para siempre...Y eso es lo que más me duele. Se fue sin despedirse, sin darme ninguna orden. Porque ahora no sé qué coño hacer con su foto, no sé qué hacer con nuestros planes, no sé dónde poner mis manos por las noches o cuánta comida he de cocinar.. y no sé si lloro porque no lloro o si lloro porque él se ha muerto. No se cómo seguir viviendo...
Vuelve a suspirar, derrotada. Desvía la mirada. Él sabe que está llorando. Respira. Una vez. Otra. Trata de calmarse, de recuperar la serenidad. Él observa cómo su pecho sube y baja y como el aire cálido de su boca se entremezcla con la gélida brisa de la mañana.
Y por un momento lo adora.
El aire.
Desea sentirlo contra su piel, que roce su mejilla, que se adentre por sus laios, que recorra su lengua y empape de calor su cuerpo. Porque se siente tan frio, tan solo, tan vacío.
Estira su mano. Sabe que no debe hacerlo. Pero es ella, nada le importa, sólo ella, y lo hace. Apenas logra ver su cara, oculta tras su pelo. Le toca suavemene la barbilla. Ella se sorpende, da un respingo, le mira. Él acaricia su mejilla, pasea sus dedos por su frente, sus ojos, su nariz...recorre sus labios pausadamente y ella cierra los ojos dejando caer una lágrima, esas que había logrado detener, porque reconoce su tacto.
Terso, conciso, plácido.
-Iván...-susurra.
Abre los ojos lentamente, sonrie y le mira. Y sus sospechas se confirman cuando sus ojos le devuelven aquella mirada: esa que él le dedica solo a ella, esa que la hace sentir especial, esa que la hace sonreír como a una tonta cada vez que la ve; la única que basta para saber que él la quiere y que ella le quiere a él.
-Tú...estás muerto.
Él asiente, y no deja de mirarla; de memorizar su rostro por si no puede volverlo a ver, de acariciarlo por si no puede volverlo a tocar.
Y ella hace lo mismo.
Acerca sus manos a su cara, cohibida, recelosa al principio. Temiendo tal vez que no sea real.
Y el mundo se detiene. Apenas un instante. No hay palabras, ni explicaciones, ni nada que comprender. Sólo ellos, sus manos, sus caricias.
-¿Qué estás haciendo aquí?.
-Tenía una misión.
-¿Cuál?.
-Verte sonreír.
Y ella lo hace. Como si quisiera darle ese placer. Sonrie y llora al mismo tiempo. Pero él deja de contar sus lágrimas porque sonrie y sabé, lo sabé, que volverá a comer, a dormir, a ser feliz, a vivir...
Los pigmentos de su cara poco a poco van desapareciendo y su disfraz improvisado va siendo sustituido por él mismo. Y vuelve a levitar, a doblarse, a arrastrarse; se hace más diáfano y más frágil.
Julia vuelve a ver a Iván. El Iván que ella recordaba. Le retira la nariz rojiza de su rosto y poco a poco vuelve a apreciar su cara y su cuerpo.
Es hora de marchar. Ambos lo saben.
Lleva seis meses haciendo reir a personas desconocidas: a niños, a ancianos, a mujeres, a hombres. Tan sólo faltaba ella. La más importante, la risa que debía resaltar por encima de todas, la única que él quería ver y por la que el resto del mundo reía.
La risa de Julia.
Porque esa es la importancia de ser un payaso. La melodía que escucha mientras se desvanece para siempre.
#33754

27/06/2009 16:21
-Mira mamá, aquella chica se está riendo sola.
Andrea lavanta la mirada, observa a su hijo, y adusta, dirige sus ojos hacia el punto exacto que señala el dedo acusador del niño. Ladea la cabeza y observa con incredulidad.
Una chica, joven, guapa, elegante.
Está sentada sobre un banco de madera, no lejos del suyo, y parece hablar con alguien a su lado. El probema es que ese alguien no existe.
Mueve sus labios dirigendo sus palabras hacia el aire y levanta las manos acariciando una figura imaginaria y haciendo que Andrea se lleve una mano a la boca, sorpendida.
Lo hace con ternura, con fervor.
“Esta loca”, piensa.
La chica se levanta, está llorando, lo intuye. Se limpia las lágrimas de su rostro y camina hacia la salida del parque. Lo hace lentamente, dirigiendo su mirada hacia el cielo. Suspira. Sonrie. Una sonrisa amplia, luminosa, feliz.
Andrea mueve la cabeza, compasiva. “Pobre...”. Después coge a su hijo y lo abraza. No se fija en la nariz de payaso que Julia lleva en la mano.
Andrea lavanta la mirada, observa a su hijo, y adusta, dirige sus ojos hacia el punto exacto que señala el dedo acusador del niño. Ladea la cabeza y observa con incredulidad.
Una chica, joven, guapa, elegante.
Está sentada sobre un banco de madera, no lejos del suyo, y parece hablar con alguien a su lado. El probema es que ese alguien no existe.
Mueve sus labios dirigendo sus palabras hacia el aire y levanta las manos acariciando una figura imaginaria y haciendo que Andrea se lleve una mano a la boca, sorpendida.
Lo hace con ternura, con fervor.
“Esta loca”, piensa.
La chica se levanta, está llorando, lo intuye. Se limpia las lágrimas de su rostro y camina hacia la salida del parque. Lo hace lentamente, dirigiendo su mirada hacia el cielo. Suspira. Sonrie. Una sonrisa amplia, luminosa, feliz.
Andrea mueve la cabeza, compasiva. “Pobre...”. Después coge a su hijo y lo abraza. No se fija en la nariz de payaso que Julia lleva en la mano.
#33755

27/06/2009 16:31
Wow...impresionante el relato...que triste...y que bien escrito!!!felicidades!
La cara de ivan me mosquea mucho...esa cara no presagia nada bueno...pero al menos presagia contacto entre ellos, q es mucho más que lo que tuvimos el ultimo capitulo...
sigo pensando que ivan va a buscarla para decirle que se va del internado
La cara de ivan me mosquea mucho...esa cara no presagia nada bueno...pero al menos presagia contacto entre ellos, q es mucho más que lo que tuvimos el ultimo capitulo...
sigo pensando que ivan va a buscarla para decirle que se va del internado
#33756

27/06/2009 16:40
Bequi, me gusta Ivan con detalles, espero que lo continues pronto.
Sandra, no se ni que decir, porque me has dejado sin palabras, triste, emocionada y alucinada
Sandra, no se ni que decir, porque me has dejado sin palabras, triste, emocionada y alucinada
#33757

27/06/2009 16:40
Oh, San es precioso! Plas, plas..
Siempre los payasos me han parecido tristes aunque hagan reir a la gente.
Me ha recordado un poco a la escena del mimo en abre los ojos.
Bueno que me ha encantado, esa drama de los amores eternos que destila éste tu relato y esos otros de Becky y es que el dolor imprime cierta eternidad a lo vivido.
Buenas tardes , mis julivanes geniales!
Ando loca buscando el catgador del móvil, por el momento ando por acá y hay escena juliván, eso equilibra los sentimientos encontrados ja ja ;)
Siempre los payasos me han parecido tristes aunque hagan reir a la gente.
Me ha recordado un poco a la escena del mimo en abre los ojos.
Bueno que me ha encantado, esa drama de los amores eternos que destila éste tu relato y esos otros de Becky y es que el dolor imprime cierta eternidad a lo vivido.
Buenas tardes , mis julivanes geniales!
Ando loca buscando el catgador del móvil, por el momento ando por acá y hay escena juliván, eso equilibra los sentimientos encontrados ja ja ;)
#33758

27/06/2009 16:42
san relato completamente psicologico....muy bueno
becky genial como siempre
la escena no se la ve muy romantica pero algo de conversacion tendra digo yo.....fijo que mas conversacion de lo que han tenido en los ultimos dos capis....hombre ya esta bien......
pd: carol ha dicho chivatO, pensais entonces que es alguno de los chicos?
becky genial como siempre
la escena no se la ve muy romantica pero algo de conversacion tendra digo yo.....fijo que mas conversacion de lo que han tenido en los ultimos dos capis....hombre ya esta bien......
pd: carol ha dicho chivatO, pensais entonces que es alguno de los chicos?
#33759

27/06/2009 16:44
Bequi!! me encantaa! ¿donde empezo todo? sigueo yaaaa! por favor!
Sandra...que decirte, sin palabras! es taaan bonito aunque trite a la vez es precioso y muy profundo, ya sabes, perfectooooo!:)
Sandra...que decirte, sin palabras! es taaan bonito aunque trite a la vez es precioso y muy profundo, ya sabes, perfectooooo!:)
#33760

27/06/2009 16:46
ola!!
sandra,bequi están genial los relatos!!
Haber si los continuais pronto!
sandra,bequi están genial los relatos!!
Haber si los continuais pronto!