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Confía en mí

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#0
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
05/06/2012 21:17
¡Hola, Aguiluchas!

Vuelvo a colgar este mensaje, porque no sé qué ha pasado. Se ha perdido en el ciberespacio... Je,je,je... Bueno, os decía en el anterior que estoy escribiendo esta historia de Gonzalo y Margarita, que he titulado Confía en mí. Una frase que el Amo dice habitualmente. Al principio pensé en centrarme sólo en el CR, pero después me he picado y como le dije a Mar, iré introduciendo personajes para dar más intensidad a la trama. ¡Jó parezco una guionista de la serie! Je,je,je... Iré colgándola poco a poco. Espero que os guste y que disfrutéis tanto como yo al escribirla. Me he basado en algunas imágenes que nos pusieron de la ansiada 5ª temporada, pero el resto es todo, todito de mi imaginación. A ver si los lionistas se pasan por aquí y cogen algunas ideas... Je,je,je. Bueno, allá va... Besitos y con Dios. MJ.

Ya sé lo que pasó. Hay mucho texto y no lo podía colgar... Bueno, aquí os dejo las primeras líneas. Besitos a tod@s. MJ.
#81
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
20/06/2012 23:38
-No le pasa nada, señora. Es que le estoy contado a Cata que tengo un problema con el carnicero. Me prometió que me iba a conseguir varias gallinas y un cordero para el convite y resulta que ha faltado a su palabra.
-¿Ves, Margarita, lo que ocurre con los imprevistos? ¿Qué le vas a dar ahora a tus invitados de comer? –le preguntó sin disimular la satisfacción que sentía.
-No lo sé, señora.
-Por eso te dije que lo celebrarais en los jardines de mi palacio. Vuestros amigos hubieran comido una vez en sus vidas como reyes –replicó maliciosa.
Margarita la miró con gesto serio. La esposa del Comisario, que ya se había recuperado de la operación y había vuelto a su trabajo, intervino en la conversación:
-¿Cuándo se celebrará tu boda, Margarita?
-Dentro de una semana, señora Irene.
-Yo me comprometo a organizar tu convite. ¿Dónde será?
-En nuestra casa, señora Irene, pero no es necesario que usted…
Irene asió las manos de la costurera, y le dijo:
-Yo aprecio al maestro y también a ti, Margarita. Te aseguro que me haría muchísima ilusión ayudaros.
Lucrecia puso los ojos en blanco.
-¡Por Dios, Irene! ¿Crees que Margarita no es capaz de preparar su boda?
-Por supuesto, Lucrecia. –le contestó mirándola fijamente-. Pero yo quiero hacerles un regalo y si ellos están de acuerdo, me gustaría que fuese la fiesta del enlace. ¿Qué opinas, Margarita?
Ella le sonrió.
-Gonzalo y yo estaremos encantados con su regalo, señora Irene. Y también nos agradaría que usted y la señora marquesa nos acompañaran a la iglesia y después al convite.
-¡Me encantaría asistir a vuestro casamiento! Después hablamos, Margarita.
-Gracias, señora Irene. Señora…
Lucrecia curvó los labios en una media sonrisa. Catalina y Margarita hicieron sendas reverencias y después salieron del salón. El ama de llaves pasó su brazo por la cintura de su amiga y le dijo al oído:
-Te lo dije… Yo la conozco como si la hubiera parido… La señora Irene le ha dado donde más le duele…
-¡Sshhh! –siseó Margarita, conteniendo la risa.
#82
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
20/06/2012 23:39
Lucrecia se vio reflejada en el cristal de la ventana. El jubón encotillado de gros de Nápoles de seda y la falda de color dorado realzaban su figura. Estaba bellísima y ella lo sabía. Se alisó las arrugas que se le formaron al caminar y luego miró a Irene.
-¿Tanto te gusta confraternizar con los plebeyos, querida?
-Son personas como nosotros, Lucrecia. Además, el maestro y Margarita son encantadores.
-¿Dónde conociste a Gonzalo?
-Casualmente en palacio. –Mintió-. Vino a traerte unos libros y conversamos sobre Góngora y Calderón de la Barca.
-¡Claro, se me olvidaba que eres una romántica!
-Lo soy, Lucrecia.
Las dos se retaron con la mirada. Nuño irrumpió en la estancia, interrumpiendo aquella silenciosa batalla que ambas mantenían desde hacía unos meses.
-¡Buenos días, madre! ¡Buenos días, Irene!
Lucrecio le sonrió.
-Buenos días, hijo.
Le besó cariñosamente.
-Buenos días, Nuño. ¿Has salido a cabalgar? –le preguntó la esposa del Comisario.
-Sí. Y ahora mismo estoy hambriento.
-Le diré a Catalina que te traigan el desayuno.
-Gracias, madre.
La marquesa carraspeó antes de salir del salón comedor.
-Irene…
-Lucrecia…
-¿Me acompañas, Irene? –le preguntó el futuro marqués de Santillana.
-Con gusto, Nuño. –Le sonrió.


Continuará...

Besitos y felices sueños. A más ver. MJ.
#83
Selene2
Selene2
21/06/2012 08:54
ahí le has dao... pobre Lucre, al final me va a dar pena y todo...
#84
Kaley
Kaley
21/06/2012 09:26
jajaja, mi pena es que en unos días me voy de vacaciones y me mata perderme el hilo de la historia, amos, ponnme al día guapa, jajaja
#85
campello2010
campello2010
22/06/2012 11:02
bravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravobravo.

No había entrado en el foro hace unos días, me he leido los tres últimos de un tirón y es todo un placer poder leerte. Gracias.
#86
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
22/06/2012 15:46
¡Hola, guapas!

¿Qué tal llevais esta calurosa tarde de verano? Yo con paciencia... Je,je,je.

Selene, guapísima. Es que Lucre es muy maquiavélica, se merece eso y mucho más. Je,je,je... Ya verás... Por cierto, ahora voy a colgar otro poco y se va a descubrir algo muy interesante... Besitos y que pases un buen finde. Muakkk.

Kaley, preciosa. Tú disfruta de tus vacaciones y cuando vuelvas te pones al día. Yo te prometo que iré colgando la historia. Besitos y pásatelo estupendamente. Muakkk.

Campello, guapa. Me alegro que te guste. ¡¡¡¡¡Ah, por cierto, muchas gracias por aceptarme como amiga en FB!!!! Besitos. Muakkk.

Disfrutad de la playita, del campo o de la piscina. Buen finde a todas. Con Dios. MJ.
#87
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
22/06/2012 16:00
CONFÍA EN MÍ

Anabel Sánchez tenía la mañana libre y decidió ir al convento de las hermanas de la Misericordia donde se encontraba su madrina. Sor Angustias, la portera, la abrazó con cariño entre sus rollizos brazos, y pronto las demás monjas la rodearon y le hicieron miles de preguntas. Sin embargo, el silencio se impuso en la galería del pórtico cuando apareció la abadesa. Las religiosas poco a poco fueron abandonando el atrio y prosiguieron con sus quehaceres. Sor Teresa María era una monja de semblante adusto, mirada inteligente y carácter disciplinado. Para ella las reglas de la orden eran esenciales, sin éstas su vida y la de sus hermanas no tenían ningún sentido. Anabel se arrojó en sus brazos y una tenue sonrisa se dibujó en la comisura de sus severos labios.
-Madrina, ¿cómo se encuentra usted?
-Bien, hija. ¿Y tú? ¿Eres feliz en la casa del duque de Villalba? –le preguntó, acariciándole el oscuro cabello.
-Sí, madrina, no puedo quejarme. El servicio y el señor duque son muy amables conmigo. Además, ahora ya no estoy en las cocinas –sor Teresa María arqueó las cejas-, estos días soy la doncella de una dama que el duque protege.
La religiosa comenzó a andar y la joven la siguió por la galería. Los rayos del sol coqueteaban con los rosales que crecían en los parterres; el sonido del agua, que borbotaba de una fuente, se mezclaba con el piar de los gorriones que se posaban en las ramas de los centenarios robles. Anabel suspiró al contemplar aquel lugar donde había crecido. Sor Teresa María le habló nuevamente:
-¿Y quién es esa dama?
-Dicen que es la hermana de un amigo del señor. El caballero murió y tenía tantas deudas que la señora se ha visto en la miseria. El duque se ha apiadado de su mala suerte, y le ha brindado su apoyo y su hogar.
-¡Don Luis es un buen cristiano!
-Sí, lo es. Mademoiselle Gaudet es encantadora. A mí me trata con respeto y dulzura.
-¿Es francesa?
-Sí, pero habla muy bien nuestro idioma.
Llegaron hasta el cuarto donde la abadesa administraba el convento. Aquella estancia era tan sobria como su dueña. Robustos muebles de caoba protegían en su interior antiguos textos y códices que las hermanas de la orden de la Misericordia veneraban desde hacía siglos. Cuadros de escenas religiosas adornaban las encaladas paredes y encima de un escritorio había un crucifijo, una escribanía, varios libros de oraciones y una Biblia abierta por una página en la que se podía leer el versículo 13:4-13 de los Corintios.
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece. No hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. No se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser… Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres. Pero el mayor de ellos es el amor”.
#88
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
22/06/2012 16:01
Anabel se fijó en el halo de luz que penetraba por los ventanales. Las partículas de polvo en suspensión flotaban misteriosamente alrededor de éste, como si fueran minúsculos habitantes de un universo imaginario. Sor Teresa María se acomodó en su sillón y le dijo a su ahijada que se sentara en el otro asiento. Anabel Sánchez le obedeció.
-Entonces, hija mía, ¿te encuentras bien en esa casa? –le volvió a preguntar.
-Sí, madrina. Usted sabe que, aunque lo intenté, la vida religiosa no es para mí. El Señor no me llamó para servirle desde este remanso de paz. Yo tengo otras inquietudes, por eso aprendí a leer y a escribir. Siempre quise saber cómo era el mundo fuera de estas protectoras paredes.
-Sé, hija mía, que tu alma es inquieta y que también se puede servir al Señor lejos del convento; no obstante, tienes que ser precavida. Desgraciadamente, la belleza tienta a los hombres y tú eres muy hermosa, Anabel. Yo rezo todos los días para que nuestro Señor Jesucristo te proteja del pecado y de la lujuria de los varones.
La doncella de Laura de Montignac se sonrojó al oír aquellas palabras, pero aun así replicó a la monja.
-Madrina, usted no debe preocuparse. Es verdad que soy joven, pero sé defenderme.
-El demonio siempre está al acecho, Anabel… -Se persignó al nombrar al maligno y la joven la emuló-. Mis hermanas y yo te queremos mucho, hija. Te hemos visto crecer y convertirte en una mujer. Nosotras siempre vamos a rezar para que el Señor te ilumine y te dé fuerzas en todo momento.
-Y yo se lo agradezco, madrina. –Anabel sonrió a la madre superiora-. Me siento protegida por sus rezos y por el cariño de toda la congregación, pero a veces me pregunto qué le pudo suceder a mi madre para abandonarme... ¿Quién sería ella, madrina? ¿Por qué lo hizo?
Sor Teresa María suspiró y juntó sus manos.
-No la juzgues, Anabel. En ocasiones la desesperación obliga a hacer cosas con las que uno no está de acuerdo. Seguramente a tu madre le atormentó dejarte en el torno, pero el hambre duele en las entrañas y ella prefirió hacerlo y no verte morir.
-No lo hago, madrina. Yo he sido muy feliz en el convento, pero el amor de una madre no se puede comparar con nada. Si algún día tengo hijos, le aseguro que siempre estarán conmigo, aunque yo no tenga ni un mísero mendrugo de pan que llevarme a la boca.
-Recuerda, hija mía… El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece…
#89
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
22/06/2012 16:02
Anabel prosiguió, ya que se sabía de memoria el versículo 13:4-13 de los Corintios y lo recitó ante la abadesa. Luego siguieron hablando hasta que la joven se levantó de la silla.
-Se me hace tarde, madrina. Tengo que marcharme.
Sor Teresa María la abrazó.
-Que el Señor camine junto a ti y aliente tus pasos. En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo –pronunció, haciéndole la señal de la cruz en la frente.
-Amén.
Anabel le sonrió y segundos después se marchó. La madre superiora se sentó de nuevo en su sillón y suspiró. Luego buscó la llave que abría los cajones de su escritorio. Sacó un pequeño cofre de madera y lo abrió. Cogió la medalla que Anabel traía consigo el día que Agustín, el franciscano, se la entregó. Los recuerdos tornaron…

“Llovía torrencialmente en vísperas. Las hermanas se hallaban en la capilla orando cuando sor Angustias la llamó con gesto implorante. Sor Teresa María hacía pocos días que había sido nombrada madre superiora del convento de la Misericordia. Se levantó del reclinatorio y fue hacia donde la portera se encontraba.
-¿Qué os ocurre, hermana Angustias?
-Un fraile, madre abadesa, pregunta por usted.
-¿Un fraile…?
-Franciscano para más señas, madre abadesa. Dice que tiene que hablar con usted de un asunto muy importante. –Sor Teresa María frunció el ceño-. Le he hecho pasar al cuarto privado. ¿He hecho bien, madre…?
La monja asintió.
-Has hecho bien, hija. No digas nada de esto a las demás. Ve a la capilla y reza.
Sor Angustias le sonrió. La madre superiora caminó deprisa por la galería. Se asomó un instante por uno de los arcos del pórtico y miró hacia el grisáceo cielo, que pareció comprender el desasosiego que se acababa de instalar en su corazón. Las gotas de lluvia repicaban en las baldosas del patio cuando sor Teresa María abrió la puerta de su privado.
El monje se giró y sus ojos se quedaron fijos en los de ella. Tenía el hábito completamente mojado y acunaba en sus brazos a un bulto, que se movía.
-¿Tú…? –pronunció asombrada.
Agustín le sonrió.
#90
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
22/06/2012 16:02
-Hace tanto tiempo… En casa todos creen que has muerto, Agustín...
-Mi vida es muy complicada, Teresa. Es mejor que padre, madre y nuestros hermanos sigan pensando eso.
-¿Por qué?
-No puedo decírtelo, Teresa.
-Siempre confiaste en mí.
-Por eso vengo a pedirte que me ayudes a ocultar a esta criatura.
Le mostró a la niña que comenzó a gimotear. Sor Teresa María la cogió en sus brazos y la meció. La hija de Laura de Montignac dejó de llorar y poco después se durmió.
-Se te dan bien los niños. –Le dijo con una sonrisa de complicidad.
Su hermana le miró y le preguntó:
-¿Quién es, Agustín?
-Se llama Ana y su madre ha hecho un gran sacrificio de amor al renunciar a ella.
-¿Y el padre?
-El padre murió.
-Agustín, tú sabes que nunca me gustaron estas…
-Lo sé, Teresa. Pero te suplico este favor. La vida de Ana estaría en peligro si se supiera quién es. Existe una hermandad secreta que está dispuesta a todo para matar a esta niña.
-¡Dios Santo!
La abadesa se sentó en una de las sillas de tijera que había en el cuarto. Agustín la imitó y siguió hablando:
-Mi primera intención fue entregarla en el hospicio de la Villa, pero sé que los espías están al acecho. Alguien interceptó una carta muy importante y ya sabe que la madre de esta criatura, a la que creía muerta está viva, y también que ha dado a luz. Necesito hacer un intercambio de…
Su hermana le miró con gesto desaprobatorio.
-¿Quieres que te entregue a otra niña para que la asesinen?
Agustín bajó la mirada al suelo durante unos segundos.
-A veces para salvar a unos, otros tienen que morir.
-¡No lo haré! –pronunció la madre superiora poniéndose de pie-. Tú consagraste tu vida a Dios para proteger a los inocentes… ¿Cómo me puedes pedir esa monstruosidad? ¿En qué te has convertido, Agustín?
-Soy un simple soldado de Dios, Teresa –le contestó, levantándose del asiento.
#91
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
22/06/2012 16:03
-Un soldado que utiliza la espada… -murmuró la religiosa, que se llevó la mano que tenía libre al pecho-. ¡Un maldito Templario…! –exclamó con dolor.
Sus lágrimas fueron puñaladas en el corazón del franciscano. Agustín se aclaró la garganta, y después dijo:
-Hace siglos que los Templarios desaparecieron de la faz de la Tierra, Teresa. –Sus miradas se encontraron en mitad de la estancia-. Te juro que la otra niña no morirá, pero necesito que me la entregues, sólo así la identidad de Ana seguirá siendo secreta. Te aseguro que su madre te lo agradecerá eternamente… -Asió la mano de su hermana mayor y la apretó, igual que hacía cuando eran niños y Teresa ocultaba a sus padres sus travesuras.
Sor Teresa María suspiró.
-Está bien. Hoy dejaron en el torno a una criatura recién nacida. Seguramente será hija de una campesina o de una meretriz…
Agustín asintió.
-Guarda esta medalla y cuando Ana crezca y sea una mujer se la das como si fuera un regalo tuyo. También quiero pedirte que le enseñes a leer y a escribir, y que aprenda de memoria este versículo de los Corintios. –Le dio un papel enrollado.
-¿Por qué?
-Algún día su madre la reconocerá por eso.
-Agustín…
-Gracias, hermana –le dijo, besándole la frente-. No sabes cuánto te agradezco tu ayuda.
Aquel día fue el último que vio a su hermano. Agustín se llevó a la niña que habían abandonado en el torno y nunca más supo de él. Ella decidió ocultar a la congregación aquel asunto. Para todas las hermanas de la Misericordia, Ana Isabel, nombre con el que fue bautizada la pequeña, era la niña que habían dejado en las puertas del convento…”

Sor Teresa María se enjuagó las lágrimas que surcaban su arrugado rostro. Guardó de nuevo la medalla en su cofre y cerró con llave el cajón donde lo ocultaba. Después se puso de pie y fue hasta su celda. Allí comenzó a hacer la penitencia que se había impuesto desde hacía dieciocho años por el alma de la niña a la que había entregado. Se quitó el hábito y dejó su espalda al descubierto. Cerró los ojos al sentir el primer latigazo.


Continuará... Besitos a todas. A más ver. MJ.
#92
Montalvina
Montalvina
24/06/2012 19:51
¡¡¡¡MJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJ, eres Maravillosa!!!!!!! guiño


¡¡¡¡¡Acabo de leer las dos últimas páginas y me tienes totalmente enganchada!!!!! si


Lo describes todo tan bien que tengo la sensación de estar viendo capítulos de la serie, ¿no os pasa a vosotras lo mismo, Selene, Kaley, Campello...?

Todito me gusta, pero resalto de lo que he leído:

bravo El Amor que siente Gonzalo por Margarita cuando le dice a Lucrecia que no se preocupe por el anillo, que él ya le ha regalado uno a su prometida, ¡me encanta!

bravo Hernán recordando a su madre y hermano, ¡qué triste y hermoso a la vez! También el pique entre Irene y Lucrecia, ¡fantástico!

bravo Los penosos recuerdos de Laura cuando da a luz a su hija y tiene que entregarla... Por Amor a sus hijos se sacrificó... ¡Pobre Laura! Se me han escapado algunas lagrimillas... snif También cuando le dice a su amigo Luis el odio que siente por el padre de sus hijos y éste le comenta que conoce al rey y que le pedirá audiencia para castigar al que tanto daño le hizo... Y ella guardando silencio... Uf, qué fuerte!!!!

bravo ¡Agustín era un monje templario! Estaba al lado de los Montignac hasta que se vendió al rey, ¿por qué lo hizo? Nos has descubierto algo muy importante, que Irene no es la hermana de Gonzalo y Hernán, ¡¡¡bravo bravo!!! ¡¡¡¡Anabel es la hija de Laura y de Felipe IV!!!!
También me ha gustado saber que Agustín respetó a Laura y dejó a la niña en buenas manos, las de su hermana Teresa... Cómo se autocastiga con los latigazos... ¡me has puesto la piel de gallina!

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeee, que me tienes esperándote impaciente!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

A más ver.
#93
Kaley
Kaley
24/06/2012 21:31
Maravilloso MJ, en serio que escribes maravilloso y has conseguido que andemos por la historia como un personaje más. Felicidades y sigue que me muero por saber ...

Me ha encantado la forma en que Agustín se las apañó para ocultar a Ana y que tubiera una hermana religiosa asombrado es francamente una pincelada más a la historia, fantastica, muy bien redadactada y con esa penitencia tras ese rostro serio como secreto para con el mundo.

Intertesante esa pulsera que guarda Teresa, e interesante que ambas, madre e hija, se hayan conocido sin saber de su parentesco, no me puedo ni imagianer como vas a desvelarlo cool ...

bravobravo
#94
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
25/06/2012 17:23
¡Hola, guapas!

Muchas gracias Montalvina y Kaley. Me alegra que os esté gustando tanto la historia. Yo me siento muy feliz por ello y también me anima a continuar devorándome los sesos... Je,je,je. Buenos, guapis, os dejo otro poquito. Atentas a esta parte. Os confieso que lo pasé muy mal al escribirla. Besitos y a más ver. MJ.
#95
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
25/06/2012 17:24
Confía en mí


El cardenal Mendoza se encontraba en la antesala del salón de recepciones del palacio real. El rey le había citado aquella mañana y, como de costumbre, le hacía esperar. Mendoza sabía que Felipe IV disfrutaba haciéndole perder el tiempo. El secretario de Estado se acercó hasta el lugar donde el prelado intentaba mantener la paciencia, una paciencia que poco a poco escapaba a su control.
-Eminencia… -Mendoza le sonrió-. El rey os espera.
El hombre que se había atrevido dieciocho años atrás a chantajear al rey de las Españas, se levantó del asiento que ocupaba. Se alisó las arrugas que se le habían formado en la túnica roja. Se puso bien la birreta, que se le había ladeado, y luego tocó con el dedo índice de su enguantada mano izquierda el anillo cardenalicio que lucía en la diestra. El secretario le instó a que le siguiera por el corredor. Felipe IV le observaba desde su trono. El hombre de confianza de su majestad cerró segundos después las puertas y les dejó a solas.
-Majestad… -Mendoza se inclinó con respeto.
-Cardenal, os he hecho llamar para comunicaros que existe un problema con vuestro postulado a la Silla de San Pedro. El Papa Alejandro VII desea que su secretario de Estado, Giulio Rospigliosi, le suceda en el cargo cuando él muera. Rospigliosi tiene el apoyo de la mayoría de las Casas Reales y de la Curia Romana.
El semblante del cardenal Mendoza no mostró la ira que sintió. Su voz sonó pausada al decir:
-Y vos… ¿No habéis hecho nada para remediarlo, majestad?
-Yo no tengo tanto poder, cardenal.
-Sería muy doloroso para vos que se hiciera pública la carta en la que doña Laura de Montignac os recriminaba los engaños y la desventura que había sufrido por vuestra culpa.
-¡Cardenal, no os permito que habléis de ese tema! –gritó enojado Felipe IV.
-Si no hubiera sido por mí, majestad, nunca habríais sabido que tenéis una hija. El monje os engañó y os ocultó el nacimiento de esa cándida criatura que es Irene. Incluso he llegado a pensar que también os mintió con respecto a la muerte de vuestros dos hijos varones… ¿Imagináis que os ocurriría si se supiera que cometisteis bigamia y que ocultasteis a dos herederos al trono de las Españas?
-Estáis jugando con fuego… -musitó el rey poniéndose de pie.
#96
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
25/06/2012 17:25
Confía en mí

-Francia os declararía la guerra, majestad –prosiguió sin temor-, por el trato que le disteis a tan digna dama francesa y Roma os excomulgaría de la Santa Madre Iglesia. Los Austrias perderían su reino y…
-¡Callaos! –chilló fuera de sí Felipe IV.
Mendoza le miró desafiante.
-¡Maldigo el día en el que pude mataros y no lo hice!
-Dios no lo quiso, majestad.
-Mandaré ahora mismo que os apresen y que la Santa Inquisición os queme en la hoguera por…
-Estáis en vuestro derecho, majestad –le interrumpió con ademán imperturbable-, pero si ordenáis mi muerte, la carta la recibirá el Santo Padre de Roma antes de lo que vos imagináis. Así lo he dispuesto. Sólo os la entregaré a vos cuando me convierta en el nuevo vicario de Pedro.
-¡No puedo hacer nada! ¿No lo comprendéis?
-Vos sois un hombre con muchos recursos, majestad. Estoy seguro de que encontraréis la manera de conseguir lo que este humilde vasallo vuestro anhela. Recordad que la sangre de Irene es especial, no sólo está bendecida por la vuestra, su madre le regaló la de Cristo… -Se santiguó con gesto sereno.
El rey, pálido y con el temor anidando en sus pupilas, se dejó caer en su trono. El cardenal Mendoza hizo una reverencia y dijo:
-Majestad, me retiro para que el Señor os ilumine.
Felipe IV no pudo hablar. Su mirada se hallaba perdida en un punto inexistente. Mendoza se giró. Una sonrisa falaz apareció en la comisura de sus labios al abandonar el salón real.
El rey se llevó las manos al rostro. Un gemido escapó de sus labios. Se sentía solo y hundido en la desesperación. “Laura…”, murmuró. “¿Por qué tuviste que volver? ¿Por qué…?”, se preguntó. En ese instante las brumas del pasado le envolvieron. Recordó el momento en el que la volvió a tener entre sus brazos. La pasión que, dormida, regresó a su vida. El amor que ella siempre le mostró, a pesar de la diferencia de edad entre ambos y los motivos que más tarde les separarían… Él era un cobarde. Sí. Había renunciado a la mujer que más había amado en la vida y a los hijos nacidos de esa unión. Agustín le ayudó a ocultar el error que había cometido, pero también le había engañado. “¿Había muerto realmente Laura en el parto como él le aseguró?”, se dijo. Las dudas flotaron a su alrededor. “Laura…”, susurró con los ojos brillantes. Su mente voló hasta el día en el que se reencontraron, después de nueve años de mentiras, secretos y falsas esperanzas…”
#97
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
25/06/2012 17:26
“Agustín se acercó a la capilla donde el rey oraba. La guardia real le dejó pasar, como siempre. El franciscano, hombre de entera confianza del monarca español, se arrodilló junto a él. Felipe IV le miró. El monje habló:
-Han interceptado una carta de Laura… Saben que está viva.
El monarca cerró los párpados.
-¿Cómo ha podido pasar eso, Agustín?
-No lo sé, majestad. Siempre hemos sido cuidadosos… Pero Mendoza tiene espías en la corte y…
-¡Maldita sea, Agustín! –Se irguió, sin dejar de mirar al Crucificado al que había estado rezando para que Éste le redimiera de sus pecados.
-Tenemos otro problema, majestad…
-¿Cuál?
-Ella ha regresado y quiere veros. Le he dicho que eso es imposible por su seguridad y por la vuestra.
El rey más poderoso de la Tierra tembló al oír las palabras del religioso.
-¿Dónde está?
-En un refugio con personas de mi confianza. Ni Mendoza ni la Logia la encontraran, majestad.
-Quiero verla…
Agustín suspiró.
-Majestad…
El rey le miró escrutador y el monje asintió. Cuando se quedó a solas, Felipe IV pidió perdón al Crucificado por su debilidad. Hincó sus rodillas en el reclinatorio y rezó durante varias horas.
A la mañana siguiente, Laura de Montignac, su esposa, le esperaba en la casa donde se escondía. Estaba bellísima, pero sus ojos del color de la miel habían perdido la dulzura y la inocencia que a él le enamoraron. Aun así, la deseaba. Su corazón latió desbocado dentro de su pecho, la lujuria regresó, olvidó la promesa que le había hecho al Crucificado…
-Laura… -La envolvió en sus brazos y ella se dejó abrazar. Se besaron y pronto la pasión les llevó hasta el lecho.
#98
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
25/06/2012 17:27
Más tarde, cuando las respiraciones se normalizaron y la serenidad se posó entre las sábanas, él dijo:
-Te he echado de menos…
-Yo también a ti.
El rey acarició los labios femeninos.
-Felipe, ¿dónde están Hernán y Gonzalo? –le preguntó, anhelante.
El monarca español se puso serio.
-Ellos están bien.
-Necesito verles… -pronunció con los ojos llorosos.
El rey apartó con rabia las sábanas y comenzó a vestirse en total silencio.
-Son mis hijos, tú me prometiste… -comenzó a decir ella.
-¡Yo no te prometí nada! –La miró con el ceño fruncido-. Ellos son un peligro para mi reino, ¿no comprendes, Laura, que yo lo perdería todo si se descubriera la verdad? La Santa Madre Iglesia no me perdonará jamás que me haya desposado con una descendiente de la Magdalena. Mi alma está condenada y arderá en los infiernos si… -Laura tembló. Felipe IV cogió uno de los mechones oscuros y lo besó-. Pero si les entrego el Santo Grial… -Sonrió-, me eximirán del pecado que cometí al unir mi sangre con la tuya. Lo sé. ¿Dónde está el Cáliz, Laura?
-No lo sé –dijo, volviéndole la espalda.
El rey se terminó de vestir con gesto adusto.
-Vendré a visitarte cuando pueda. Si me revelas el paradero de esa reliquia de la cristiandad, podrás ver a Hernán y a Gonzalo. Ahora, considérate prisionera del reino de las Españas y de su rey.
Cerró la puerta. Laura de Montignac se abrazó a la almohada y lloró con amargura, pues supo que su esposo nunca le diría donde se hallaban sus hijos.
Durante los siguientes meses, él la visitó en contadas ocasiones. Poseía su cuerpo, pero no su corazón ni su alma. En aquellos momentos, su mente volaba hasta lugares en los que Hernán y Gonzalo le sonreían y la abrazaban. Sin embargo, la realidad la golpeaba inmisericorde, y los instantes de felicidad imaginaria se escabullían por las rendijas de los postigos de los ventanales. Un día descubrió que estaba encinta y lo ocultó hasta que el embarazo fue evidente. La madrugada en la que sentenció para siempre su vida, llegó sin que ella lo hubiera planeado. Sucedió y actuó, sin importarle nada. Felipe había saciado su apetito sexual y descansaba adormilado en el lecho. Ella vio la daga que reposaba su frío acero en uno de los divanes. Temblaba de miedo cuando la cogió. No podía soportar por más tiempo aquella agonía que la estaba consumiendo; así que la alzó por encima de su cabeza. Felipe oyó un ruido y abrió los ojos. Su asombro dio paso al dolor cuando el puñal con el emblema de la Casa de los Austrias se incrustó en su estómago, perforándole la piel, los músculos, los nervios, los intestinos…
#99
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
25/06/2012 17:28
La sangre brotó, salpicándole la cara y el camisón a Laura. Un grito escapó de los labios femeninos. El rey de las Españas palideció al tocarse la herida y ver la ensangrentada mano. Después… Alguien la zarandeó, se la llevaron de aquella alcoba. Su esposo estuvo librando una batalla contra la muerte durante una semana. Agustín la contemplaba tras los barrotes de la celda donde la habían confinado. Sucia, con los cabellos enmarañados, el camisón con la sangre seca, su abultado vientre… Ver a la hija de Philippe de Montignac en aquel estado le producía tanta tristeza, que el monje se pasaba las horas cerca de ella solicitándole un perdón que Laura nunca oyó.
El rey se recuperó. A la nobleza y a los otros estamentos del reino se les contó que el monarca había sufrido un accidente de caza. Todos creyeron aquella mentira. Luego, Laura fue conducida a un lugar sombrío, bajo tierra. Estaba condenada a vivir en el olvido, igual que los hijos que había engendrado. Pero eso Felipe IV no se lo dijo.”

El rey de las Españas suspiró y se pasó una de las manos por el estómago. Allí permanecía, para recordárselo constantemente, la enorme cicatriz que un día le convirtió en un hombre con corazón de piedra.

Continuará... Besitos a todas. A más ver. MJ.
#100
Kaley
Kaley
26/06/2012 09:28
te pediría más electura para las vacaciones, jajajaja, haber que voy a hacer sin saber como continua la historia ...
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