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Confía en mí

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#0
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
05/06/2012 21:17
¡Hola, Aguiluchas!

Vuelvo a colgar este mensaje, porque no sé qué ha pasado. Se ha perdido en el ciberespacio... Je,je,je... Bueno, os decía en el anterior que estoy escribiendo esta historia de Gonzalo y Margarita, que he titulado Confía en mí. Una frase que el Amo dice habitualmente. Al principio pensé en centrarme sólo en el CR, pero después me he picado y como le dije a Mar, iré introduciendo personajes para dar más intensidad a la trama. ¡Jó parezco una guionista de la serie! Je,je,je... Iré colgándola poco a poco. Espero que os guste y que disfrutéis tanto como yo al escribirla. Me he basado en algunas imágenes que nos pusieron de la ansiada 5ª temporada, pero el resto es todo, todito de mi imaginación. A ver si los lionistas se pasan por aquí y cogen algunas ideas... Je,je,je. Bueno, allá va... Besitos y con Dios. MJ.

Ya sé lo que pasó. Hay mucho texto y no lo podía colgar... Bueno, aquí os dejo las primeras líneas. Besitos a tod@s. MJ.
#401
Kaley
Kaley
29/10/2012 16:54
Hala !!! mal cuerpo se me ha quedado, haber como las ajusticias MJ ...

Se merecen una buena reprimenda, una ridiculización pública y con la certeza de Margatrita sobre la inocencia de su esposo ...

Quedo a la espera ....
#402
littlenanai
littlenanai
29/10/2012 21:32
Me encanta!!! grrr odio a Beatríz y a Lucrecia!!! espero que Gonzalo lo arregle pronto y que las criadas le ayuden pero no se yo.... y que bueno que es Sátur siempre ayudando a su amo :) sigue pronto! un beso!
#403
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
01/11/2012 16:20
¡Hola, chicas!

¿Qué tal? Pues sí, Kaley y Littlenanai, las dos brujas merecen un escarnio público por todo el mal que han hecho. Se merecen todo eso y mucho más. Muchas gracias a las dos por seguir ahí, tan atentas a las tramas de "Confía en mí". Sigo publicando y si no nos leemos antes, buen finde a las dos y a todas las demás aguiluchas. Besossssssssssssssssssssssssss... MJ. A más ver.
#404
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
01/11/2012 16:22
CONFÍA EN MÍ

Alonso no pudo oír la conversación que mantenían su padre y Satur, pero vio los movimientos de ambos en el espacio que había entre los maderos de la fachada de la escuela. Sus amigos estaban junto a él.
-¿Qué le pasará a tu padre? –le preguntó Gabi.
-No lo sé, pero tiene que se algo grave por cómo se mueve Satur y…
Nuño de Santillana les interrumpió con una sonrisa sarcástica en los labios.
-¡Vaya, hoy no hay clases! Normal… El maestro no tendrá muchas ganas de enseñar después de lo que ha sucedido en mi palacio.
-¿De qué estás hablando, Nuño?
-¿No lo sabes aún, plebeyo?
Gabi hizo ademán de coger por la casaca al hijo de Lucrecia de Santillana, pero Alonso se lo impidió.
-No, no sé qué ha pasado… ¿Acaso tú lo sabes, Nuño?
El marqués de Santillana volvió a sonreír.
-Tu padre tiene una querida, Alonso.
-¡Eso es mentira!
-¿Sabes quién es su amante, Alonso? ¡La duquesa de Cornwall! Tu padre tiene buen gusto.
Alonso movió los labios, pero ninguna palabra acudió a éstos. La imagen de aquella mujer que a su tía Margarita no le agradaba se formó en su mente.
Nuño continuó hiriente:
-Se estaban revolcando en una habitación de palacio y tu tía los descubrió… -Rió-. Los plebeyos sois muy divertidos. Ni te imaginas la que se ha formado. Tu tía Margarita no lo quiere ni ver… Echa pestes del honorable Gonzalo de Montalvo.
Gabi y Murillo intentaron agarrar a Alonso, pero su amigo, fuera de sí, se abalanzó contra Nuño de Santillana. Ambos cayeron al polvoriento suelo, se dieron puñetazos y patadas. Los gritos de los demás niños pusieron sobre aviso a Gonzalo y a Satur, que salieron al exterior.
-¡Alonso! ¡Nuño! ¡Parad, ya! –pronunció el maestro.
Los separó como pudo. Los dos niños se miraron con rencor. Ambos sangraban por la nariz y por la boca.
-Pero, ¿qué os pasa?
Su hijo le miró furioso.
-¡No, esa no es la pregunta, padre! ¿Qué te pasa a ti?
Gonzalo parpadeó.
-¿Sabes lo que me ha dicho Nuño…? -Gonzalo miró al hijo de Lucrecia, después a Alonso-. Que has engañado a la tía Margarita con la noble esa que vive en su palacio… -De un manotazo se limpió la sangre del labio inferior-. Por tu culpa perdí a mi madre y si ahora pierdo a mi tía, te juro que no te lo perdonaré jamás… ¿Me oyes, padre? ¡Jamás!
-¡Alonso! ¿Cómo te atreves a hablarle así a tu padre? –le riñó Satur, pues Gonzalo se había quedado paralizado al oírle.
Alonso se giró y echó a correr. Gabi y Murillo fueron tras él. Saturno García miró fijamente a Nuño de Santillana. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abofetear a aquel adolescente malcriado y arrogante.
-Será mejor que el señor se vaya a su palacio, aquí entre tantos plebeyos no hace nada…
Nuño soportó la mirada desafiante del criado de los Montalvo, pero luego se dio la vuelta y se marchó. Satur dijo:
-Ese es igualito a su madre… ¡La mala sangre le corre por las venas! –Y escupió al suelo.
Gonzalo tragó saliva antes de murmurar:
-Alonso me sigue culpando por… -No pudo terminar la frase.
-No le haga caso, amo. El marquesito le ha envenenao con lo que le ha dicho. Usted sabe que el chiquillo suyo es muy viscerá y con lo que ha pasao…
#405
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
01/11/2012 16:23
Gonzalo tenía los ojos brillantes cuando le miró. Satur sintió una gran congoja en su interior. No le gustaba ver sufrir a su amo. Él no se merecía lo que le estaba pasando.
-Dile a los niños que hoy las clases se suspenden. Tengo que hablar con Alonso…
El ayudante del Águila Roja asintió. Satur suspiró al verle caminar.
-Dos frentes se le han abierto a este hombre, desde luego que… Cuando no tiene problemas como pajarraco, los encuentra como padre, esposo y maestro… ¡Maldita sea la madre que parió a la miladi! –profirió dando una patada a una piedra.
Luego llamó a los pequeños que jugaban en el callejón y los despidió todo lo rápido que pudo. A continuación, se dirigió al hogar de los Montalvo. Allí no había nadie. Iba a salir otra vez a la calle cuando llamaron a la puerta. Satur enarcó las cejas al ver a la dama. Laura le sonrió.
-Buenos días, ¿están Margarita o Gonzalo en la casa?
-Buenos días, señora. Pues no… ¿Usted es…?
-Mademoiselle Gaudet.
-¡Ah, usted es la intitutiz, amiga de mi amo! Pase, por favor…
Laura de Montignac asintió y entró en el zaguán. Miró al criado de su hijo… “¿Dónde le había visto…?”, se preguntó.
-Eres Satur, ¿verdad?
-Ese es mi nombre, mamoselle… -le respondió, devolviéndole la sonrisa.
En ese instante, Laura de Montignac recordó dónde le había conocido. Ambos estuvieron encerrados, por culpa de la peste, en aquel lugar que los hombres del Comisario estuvieron a punto de quemar. Sus hijos también estuvieron aquel día allí: Hernán como si fuera un apestado más y Gonzalo como Águila Roja, salvándoles… Laura suspiró. Satur no la había reconocido porque ella ya no era aquella mendiga que caminaba hambrienta por las calles del barrio. Parpadeó al oír al sirviente.
-Ya tenía yo ganas de conocerla, mamoselle, que todos en esta casa hablan de usted y muy bien.
-Gracias, Satur. Yo también he oído mucho de ti y todo bueno.
-Entonces, mamoselle, me alegra hablar con usted.
Laura le sonrió.
-¿Dónde está Gonzalo? –le preguntó poco después.
El rostro de Saturno García demudó por la tristeza.
-¿Qué pasa? ¿Le ocurre algo a mi…? –Estuvo a punto de decir la palabra hijo, pero en el último segundo Laura se contuvo.
#406
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
01/11/2012 16:24
-Siéntese usted y ahora le explico.
La cara de preocupación de Laura se transformó en indignación al saber lo que había ocurrido. Saturno García se explayó, aunque no mencionó la identidad secreta de su amo ni el chantaje que Beatriz de Villamediana le había hecho a Gonzalo. Laura de Montignac habló:
-No conozco a la duquesa de Cornwall, pero sí a la marquesa de Santillana… ¡Esa mujer no me gusta! Tiene una mirada perversa.
-Ya somos dos los que pensamos lo mismo.
-¿Y Margarita cree que Gonzalo le ha engañado con esa mujer?
-El problema, mamoselle, es que ha visto lo que ha visto… Ella es muy celosa y esas dos brujas lo han preparado todo tan bien que se lo ha creído a pies juntillas.
-Gonzalo la quiere con locura. Margarita no puede pensar eso.
-Eso mismo le he dicho a mi amo, pero él está desconcertao… Yo no sé qué va a pasar, mamoselle, porque la señora es muy suya. Si usted supiera toda la historia de amor de ellos, con alegrías y sinsabores, comprendería lo que le digo.
-Tengo que hablar con ella.
-Hágalo, mamoselle. A lo mejor a usted la escucha y mi amo se lo agradecerá eternamente.
Laura se puso de pie.
-¿Dónde está Margarita?
-Creo que en el palacio de Santillana…
-Gracias, Satur, por contármelo. Intentaré mediar entre los dos.
-Yo se lo agradezco y me pongo a sus pies si consigue que mis amos hagan las paces.
Laura asintió y salió del hogar de los Montalvo dispuesta a ir hasta el palacio de Santillana. Necesitaba hablar con su nuera para convencerla de que aquello que había visto no era real; sin embargo, el destino le tenía preparada una sorpresa muy desagradable que trocaría sus planes…
Satur cogió su zurrón y se fue a la calle. Se tocó la barba. “¿A quién le recordaba mamoselle Gaudet?”, se preguntó mientras descendía los peldaños de la escalera. Se encogió de hombros. “Ya se le refrescaría la memoria…”, se dijo sin saludar a los vecinos que se encontraba en su caminar. Ahora tenía que buscar a su amo y a Alonsillo… Miró hacia el cielo. Oscuros nubarrones amenazaban con deslucir aquel hermoso día. Satur suspiró. En la casa de los Montalvo ya había estallado una tormenta y ésta amenazaba con instalarse permanentemente en sus vidas…
#407
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
01/11/2012 16:25
Irene y Anabel habían congeniado al conocerse. Ambas tenían la misma edad y los mismos deseos de ayudar al prójimo. Lo que ninguna de las dos podía imaginar era que sus vidas habían estado conectadas desde el mismo momento de nacer… Esa mañana, ambas cambiaban las vendas a los pacientes que tenían encomendados cuando Laura entró en el hospital. Cipri le dijo dónde podría hallar a su protegida y la dama, antes de ir al palacio de Santillana, se personó en la sala para saludar a Anabel. En ningún momento pensó que el destino le golpearía en pleno rostro y que el dolor se volvería a incrustar en su corazón de una forma tan cruel. Una sonrisa iluminó su rostro al ver a Irene de Mendoza.
-Buenos días…
Las dos jóvenes se giraron y la saludaron sonrientes.
-Buenos días, mademoiselle…
Laura de Montignac se detuvo junto al catre donde Anabel atendía a un hombre. El enfermo miró a Laura y le habló:
-Señora, ¿usted conoce a este ángel?
-Sí, la conozco. No puedo estar más de acuerdo con sus palabras. Anabel es un ángel…
Una desdentada sonrisa apareció en aquel rostro arrugado y prematuramente envejecido.
-Descanse, Toribio. Ya sabe lo que le dijo el doctor Osuna…
-Lo haré, sólo porque me lo pide usted, señorita Anabel.
La joven acarició dulcemente la frente de Toribio, que cerró los párpados y suspiró. Irene también terminó de cambiar los apósitos del otro enfermo.
-Gracias, señora Irene… -le habló con esfuerzo.
-Descanse, Crisanto. Ya verá cómo se siente mejor.
Laura las observó con detenimiento. “¿Quién sería Ana?”, se preguntó. Ambas se habían criado en conventos, tenían la misma edad que su hija, gestos que le recordaban a los Montignac… Anabel tenía un cierto parecido con Regina, su madre, pero Irene poseía el prendedor de la mariposa y Mendoza se había hecho cargo de ella… Laura de Montignac suspiró. Aquellas dudas la recomerían hasta que Luis obtuviese la información anhelada. Volvió a suspirar. Anabel e Irene recogieron los utensilios que habían usado y le indicaron a laura que las siguiera. Ella les acompañó hasta un pequeño cuarto. Allí las jóvenes introdujeron en un barreño con agua caliente las tijeras y las bandejas utilizadas para curar a los enfermos y luego se lavaron las manos con jabón en una jofaina.
#408
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
01/11/2012 16:27
-El doctor Osuna dice que el agua hirviendo elimina todos los males… -dijo Irene con una sonrisa en los labios.
-Estoy de acuerdo con él –le contestó la institutriz del príncipe heredero.
-Mi madrina siempre me inculcó que la pulcritud es una de las virtudes que una persona debe poseer en su vida. Sólo así será considerada en según qué ámbitos.
-Sor Teresa María es una mujer muy sabia, Anabel.
-Sí. –Le sonrió-. En muchos conceptos me recuerda a usted.
Laura le devolvió la sonrisa. Irene habló:
-¿Y a qué debemos el honor de su visita, mademoiselle?
-Vine al barrio porque necesitaba consultarle una cosa a Gonzalo de Montalvo, pero no lo hallé ni en la escuela ni en su casa.
-Gonzalo fue al palacio de Santillana… -contestó Anabel.
-Sí, Satur, me lo ha dicho.
La expresión de Laura de Montignac se tornó afligida.
-¿Le ocurre algo, mademoiselle? –le preguntó la sobrina del cardenal.
-Siento una gran tristeza por él y por Margarita…
-¿Por qué? –le inquirieron las dos con gesto preocupado.
Laura las miró y luego contó lo que Saturno García le había referido. Anabel se sentó en el escabel que se hallaba en la pequeña habitación. Irene frunció el ceño.
-Nunca me gustó la duquesa de Cornwall y Lucrecia… Es capaz de hacer eso y mucho más. Lo siento por ellos porque tanto Gonzalo como Margarita son buenas personas y no se merecen sufrir. Siempre le digo a Hernán, que…
-¿Hernán…? –la interrumpió Laura.
-Sí, mi esposo se llama Hernán. Es el Comisario de la Villa y…
Laura deseó morir al oír aquellas frases. “¡Hernán e Irene estaban…!”, se dijo sin poder pronunciar la palabra casados. El tiempo se detuvo en aquel instante para ella. Recordó las conversaciones que había mantenido con su primogénito y la verdad se hizo paso entre el dolor y la desesperación… Hernán le había manifestado que su esposa era joven, que había perdido un bebé… El día de la recepción de Todos los Santos en el Real Alcázar, ella no había podido acudir porque estaba cuidando a su tío enfermo. Laura supo días después que el cardenal Mendoza había sufrido una crisis cardiaca. Irene era la sobrina de Mendoza… Cerró los párpados. Anabel la sostuvo al darse cuenta de que su protectora se sentía mal.
-¿Qué le ocurre, mademoiselle? –le preguntó con preocupación.
#409
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
01/11/2012 16:29
Irene salió rápidamente del cuarto y fue en busca de uno de los doctores. Laura abrió los ojos y la miró como si no la reconociese.
-Mademoiselle…
Juan de Calatrava irrumpió en el cuarto.
-Siéntese, mademoiselle… -le dijo.
-No sé qué le ha ocurrido… Estábamos conversando y de pronto se ha puesto pálida y… -comentaba la esposa del Comisario.
Un sudor frío y ancestral se había adueñado de la piel de Laura de Monginac. “¡No, no es posible!”, gritó su corazón, pero su mente le contradijo… “¡Hernán e Irene comparten el lecho…! ¡Tus hijos son marido y mujer!”…
-Le ha bajado la presión… -manifestó el duque de Velasco y Fonseca tras palparla-. Voy a darle este remedio y se recuperará en unos minutos. No os asustéis. –Sonrió a las dos muchachas. Juan hizo beber a Laura el líquido que contenía una redoma. Minutos después, la dama había recuperado el color de las mejillas y la voz.
-¿Cómo se encuentra, mademoiselle? –le preguntó el médico.
-Mejor, gracias doctor.
-Voy a auscultarla, mademoiselle. Según me ha comentado Irene, usted ha sufrido varios desmayos seguidos y, aunque no es preocupante, pueden ocultar otra cosa… -musitó, poniéndose de pie.
Laura asintió y comenzó a desatarse los lazos que anudaban su corpiño. Anabel la ayudó. Juan habló de nuevo:
-Si me lo permite, mademoiselle…
Laura asintió.
El médico apoyó la oreja en la región precordial y oyó los latidos del corazón femenino. El silencio, ensordecedor, sólo fue roto por el largo suspiro que dejó escapar Anabel de su boca. Pasaron varios minutos hasta que Juan terminó con la exploración. Le volvió a sonreír.
-Mademoiselle, usted tiene un corazón sano y fuerte.
-Lo sé –le respondió ella-. Esta mañana no he desayunado y me sentí débil, fue sólo eso… -Laura puso aquella excusa para no decir que la impresión que había recibido al saber que Irene era la esposa de Hernán Mejías, había sido la causante de su indisposición.
-Entonces, voy a reñirle, mademoiselle… -le expresó Juan de Calatrava.
-Y con todo su derecho, doctor.
#410
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
01/11/2012 16:31
-Bien, pues en cuanto pueda, prométame que va a comer algo. Ya verá cómo esa debilidad desaparece.
-Se lo prometo.
Juan asintió conforme y luego dijo:
-Voy a ver a otros pacientes, si me disculpa…
-A más ver, doctor Calatrava.
-A más ver, mademoiselle Gaudet.
Irene y Anabel respiraron tranquilas, pues ambas sentían un cariño especial por mademoiselle Lorelle.
-Tengo que irme… -musitó ella poniéndose de pie.
-Mademoiselle, aún no se ha recuperado del todo y ya oyó al doctor, antes tiene que comer y…
-Gracias, Irene, pero me esperan en otro lugar y no puedo…
Anabel le ató los cordeles del corpiño.
-Se los he aflojado una cuarta, mademoiselle.
-Te lo agradezco, hija. Necesito respirar…
-Voy a decirle a mi cochero que la lleve al Real Alcázar… -manifestó la esposa de Hernán.
-No. El carruaje de palacio me espera en la otra calle.
-¿De verdad no quiere que le acompañemos, mademoiselle? –le preguntó Anabel.
Laura acarició el rostro de la joven.
-No es necesario, Anabel. Te lo aseguro.
Después miró a Irene y también rozó con dulzura sus mejillas.
-Las dos sois muy amables conmigo… -manifestó, conteniendo las lágrimas-. Gracias. –Y salió con paso decidido del cuarto.
Irene y Anabel la emularon.
-Espero que se encuentre mejor… -musitó la sobrina del cardenal Mendoza tras suspirar.
Anabel no le respondió. Sus ojos permanecieron fijos en la figura de su protectora. Un estremecimiento recorrió su espalda y una sensación que creía haber olvidado con el paso del tiempo, tornó en aquel preciso instante. “¿Por qué tuvo deseos de llorar y de llamar a su madre como hacía cuando era pequeña?”, se preguntó.
-El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece. No hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. No se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser… Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres. Pero el mayor de ellos es el amor… -pronunció la oración que su madrina le había enseñado, y que siempre calmaba a su espíritu.
La joven suspiró y después volvió a su trabajo. Anabel no se dio cuenta de que Álvaro de Osuna la contemplaba desde la entrada de su despacho…


Continuará... Besosssssssssssssssssssssssssssssss a todas y buen finde. MJ.
#411
Montalvina
Montalvina
01/11/2012 18:39
¡Hola, MJ!

Me acabo de poner al día con tu maravillosa historia y te digo que me tienes totalmente rendida a tus pies.

Espero que las brujas de Lucrecia y Beatriz paguen por todo el daño que han provocado.

Ahora la historia de amor de Gonzalo y Margarita se ha complicado un poco... pero, existe una esperanza para los dos, el bebé que está en camino los tiene que unir para siempre. Por cierto, ¿qué será niño o niña? A mí me gustaría que fuese una niña.

Me gusta mucho tu Laura de Montignac, la pobre está sufriendo por sus hijos, pero creo que cuando pueda decir quién es y sepa toda la verdad, olvidará su doloroso pasado y podrá ser feliz con los suyos.

Satur, es Satur. ¡¡¡Me encanta!!!

Alonsillo, lo está pasando mal, pero es normal. Piensa que su padre es el culpable de lo que ha sucedido, aaayyy, qué equivocado está...

Hernán sigue siendo malo, pero le estoy viendo cambios positivos, a ver qué pasa con él...

La dulce y hermosa Anabel, es la hermana perdida... ¿cuándo lo sabrán? Álvaro se ha enamorado de ella, ¿le pedirá ser su novio?

Luis de Ceballos, ¡qué gran hombre! Siempre ha estado enamorado de Laura...

Cata, Cipri, Murillo, Gabi... ¡qué bien tienes estudiados a todos los personajes! Los veo.

Un besito, MJ. Te seguiré leyendo, tu historia lo merece. A más ver.
#412
littlenanai
littlenanai
01/11/2012 20:33
Perfecto :)

Pobre Gonzalo, las palabras de Alonso han sido muy duras...¡qué malo Nuño! ¬¬"

Espero volver a leerte pronto :) Besos!
#413
Kaley
Kaley
02/11/2012 17:35
Ciertamente Laura tiene mucho protagonismo y me encanta ...

Haber como descubre quien es cada quien, solo espero que nadie se quede fuera de la "familia"

Buen finde MJ, te esperamos con más detalles y más aventura ...
#414
Kaley
Kaley
06/11/2012 17:18
confiaenmi
#415
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
07/11/2012 17:49
¡Hola, chicas!

¿Qué tal, guapas? Perdonad si no he podido entrar antes en el foro. Es que he tenido problemas con la conexión de Internet y hasta hoy no se ha arreglado. Ahora mismo sigo con la continuación de "Confía en mí".

Montalvina, muchas gracias cielo, por todas tus palabras. Me alegro de verdad que te guste tanto "Confía en mí". Yo sí que te tengo que agradecer que pierdas tu tiempo leyendo mi historia, así que un millón de gracias. Besosssssssssssssssssssssssss, guapa.

Kaley, mi niña, no te impacientes. Enseguida podrás seguir leyendo las tramas. Ya me contarás. Muchas gracias también a ti, preciosa.

Littlenanai, besossssssssssssssssssssssss preciosa para ti. Muchas gracias por tus palabras.

Bueno, chicas, espero no tener más problemas con Intenert. Os cuelgo la continuación. Espero que os guste. Besosssssssssssssssssssssssssssssssssssssss... MJ.
#416
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
07/11/2012 17:51
CONFÍA EN MÍ

Lucrecia bajó las escalinatas que conducían a las cocinas con su habitual arrogancia. Le llamó la atención el silencio que allí reinaba y que competía a ratos con el crepitar del fuego y con los sollozos que emitía Margarita. Se detuvo en el último peldaño y oyó la conversación que su ama de llaves y la esposa de Gonzalo mantenían.
-¡Margarita, tienes que tomarte algo…!
-No puedo, Cata… Tengo el estómago cerrado.
-Sé cómo te sientes, mi niña, pero debes cuidarte y…
-¡No seas tan pesada, Catalina! –exclamó la marquesa apareciendo inesperadamente en la estancia-. Cuando Margarita tenga apetito, ya comerá.
Su costurera hizo ademán de ponerse de pie, pero Lucrecia se lo impidió con gesto amable.
-No, querida, quédate ahí sentada. Yo me acomodaré a tu lado.
-Señora…
-Ahora no soy tu señora, Margarita, sino tu amiga.
Margarita la abrazó y lloró en su hombro izquierdo, mientras Catalina las observaba sin saber qué decir ni qué hacer.
-¡Ssshh...! ¡No sabes cuánto lo siento, Margarita! Si lo hubiese sospechado, ten presente que jamás esa mujer…
-¿Cómo me ha podido hacer esto? ¿Por qué?
-Los hombres son así, querida. Gonzalo no es diferente a los demás.
-Pero, él me decía que me amaba, que yo…
-Eso nos dicen a todas y después… -Suspiró-. ¡Quiero que sepas que he echado a la duquesa de mi palacio!
-Gracias, Lucrecia.
Ella le sonrió y le acarició los cabellos.
-No lo podía consentir, sobre todo, después de lo que me ha confesado Beatriz de Lancaster… -Se calló para provocar más tensión al momento.
Catalina puso sus manos en los hombros de su amiga para darle valor.
-Beatriz me dijo que tu esposo y ella habían quedado en verse en mi palacio para planear el viaje a Inglaterra. Se iba a ir con la duquesa, Margarita. Gonzalo te iba a abandonar…
La costurera cerró los párpados compungida mientras Catalina se llevaba las manos a la cabeza.
-¡No me lo puedo creer! Si hace menos de dos horas me estaba convenciendo de que Margarita era lo más importante de su vida y que… ¡No reconozco a Gonzalo!
-Ni yo tampoco, Catalina. Nunca imaginé que pudiera hacer algo tan vil, pero los hombres algunas veces pierden la cabeza y Beatriz de Lancaster posee ciertas cualidades que a él parece ser que le vuelven loco. Por lo visto se conocieron en Oriente, cuando Gonzalo se marchó de la Villa por aquel otro asunto… -Miró a Margarita, que permanecía en silencio. Ya no lloraba. Sus ojos estaban fijos en las llamas del hogar. Lucrecia se aclaró la garganta y prosiguió-. Al verse de nuevo todo resurgió y…
Catalina cerró los ojos. Margarita ni se inmutó, parecía una estatua. La marquesa de Santillana volvió a hablar:
-Lo siento, querida. Me entristece tanto verte así… Desde luego que jamás has tenido suerte con los hombres. Gonzalo te abandonó y se casó con tu hermana, tu primer marido te maltrató, Juan te engañó con una noble y ahora cuando parecía que la felicidad te sonreía, surge una antigua amante de tu esposo y él decide volver a abandonarte…
Margarita la miró a los ojos. Varias lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
-Tienes que ayudarme, Lucrecia… -le dijo, asiéndole de una mano.
-Claro, querida, puedes contar conmigo para lo que sea.
-Necesito marcharme de la Villa…
-Margarita, hija, no te precipites, sobre todo ahora que estás…
Su amiga le hizo una señal para que no dijera nada de su embarazo. Catalina la entendió.
-Ahora que estás tan mal…
Lucrecia, que estaba pensando en la mejor manera de deshacerse definitivamente de la que siempre había considerado su rival, no se dio cuenta de aquel gesto que hicieron sus sirvientas. Sonrió al hallar la solución perfecta.
#417
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
07/11/2012 17:52
-¡Ya sé lo que vamos a hacer! –exclamó feliz-. Sabes, Margarita, que Gonzalo tiene derechos sobre ti. –Ella asintió-. Las leyes le amparan e incluso él podría obligarte a volver si te marcharas de tu hogar…
-Entonces… -comenzó a decir Catalina.
Lucrecia levantó una mano y la hizo callar.
-Pero si te fueras al Nuevo Mundo, Gonzalo no podría hacer nada. Cuando se diera cuenta de tu marcha, el barco estaría ya rumbo a aquellas tierras…
-¿A las Américas? –profirió Catalina abriendo la boca con desmesura.
-¿Estás segura, Lucrecia? ¿Él no me lo podría impedir?
-Sí, lo estoy. –Le sonrió- Yo te pagaré el viaje, creo que dentro de dos semanas sale un barco desde Cádiz. Te daré el dinero suficiente para que puedas emprender una nueva vida allí, lejos del sufrimiento, del dolor, de las penas… Piénsatelo, Margarita. Gonzalo nunca ha merecido tu amor. –Suspiró-. Realmente, él sólo ha respetado a una mujer, a tu hermana. –Margarita parpadeó. Oír aquella frase la estremeció-. Si de verdad Gonzalo te quisiera, nunca te habría hecho esto. Nunca.
Margarita tragó saliva.
-Señora… Es que irse así, solita y… -empezó a decir Catalina.
En ese instante, Alonso de Montalvo irrumpió en las cocinas.
-¡Tía!
-Alonso…
Margarita se levantó de la silla y abrazó a su sobrino. El niño lloró en sus brazos y ella tuvo que aguantar sus lágrimas y consolarle.
-Ya mi tesoro, ya… Yo estoy bien…
Gabi y Murillo se quedaron en el vano de la puerta. Sus rostros expresaban todo lo que estaba sucediendo en ese momento. Ni Catalina ni la marquesa se atrevieron a intervenir.
-No se lo perdonaré nunca, te lo prometo, tía. Nunca…
Ella le miró enternecida. Pero después le dijo a su sobrino:
-Escúchame, Alonso. Le debes respeto a tu padre y…
-¡Él no te lo ha tenido a ti, tía! –profirió enojado-. Yo siempre te protegeré y no permitiré que ni él ni nadie te hagan daño, te lo juro por mi madre.
-Alonso… -murmuró, abrazándole de nuevo.
Margarita cerró los párpados conmovida.
-Te quiero, tía.
-Y yo a ti, cielo… -Le besó con cariño.
Lucrecia tomó otra vez la palabra:
-Bueno, querida, piensa en lo que hemos hablado. Tómate unos días libres, necesitas descansar…
-Gracias, Lucrecia.
La marquesa de Santillana asintió con un ligero movimiento de su cabeza. Luego se dirigió a su ama de llaves:
-Acompáñala, Catalina, y tómate tú también el día de hoy libre. Margarita te necesita, aconséjala.
-Sí, señora. Muchas gracias por todo.
Lucrecia se marchó de las cocinas con el regocijo danzando a su alrededor. Pronto Margarita desaparecería definitivamente de la Villa y de su vida. Sonrió artera.
-Entonces, vámonos todos de aquí… -murmuró Catalina cogiendo una cesta con víveres. “¡No se pueden echar a perder!”, pensó tras suspirar.
Margarita asintió y abrazada a Alonso comenzó a caminar.
#418
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
07/11/2012 17:53
Laura llegó a la hacienda de Luis de Ceballos con el corazón encogido y la desesperación reflejada en su mirada. Fermín se asustó al verla e, inmediatamente, la hizo pasar al despacho de su señor. Luis, que leía su correspondencia, se levantó del asiento y arqueó las cejas sorprendido por su visita y por el estado en el que se hallaba su amiga. Laura de Montignac se arrojó en sus brazos. Fermín y el duque de Villalba se miraron interrogantes. El fiel criado cerró la puerta y luego se marchó a hacer las tareas que tenía encomendadas.
-¿Qué te ocurre, Laura? –le preguntó Luis con gesto preocupado.
-No puedo más… No puedo…
Él trató de calmarla y cuando lo consiguió, Laura le contó lo que había descubierto y el dolor que sentía.
-¿Por qué el destino es tan cruel conmigo, Luis? ¿Por qué?
-Laura…
-No puedo soportarlo, Luis. Mis hijos duermen como marido y mujer en el lecho, ¿sabes lo que eso significa? –le preguntó, sollozando.
-Escúchame, Laura. Tienes que tranquilizarte, aún no sabemos si Irene es tu hija…
-Pero tiene mi broche, Mendoza la… -No pudo continuar y soltó un gemido de dolor.
Luis la abrazó, confortándola.
-¿Y si estamos equivocados? ¿Y si Anabel es tu verdadera hija? –Laura pestañeó aturdida-. Te prometo que mañana mismo iré al convento de la Misericordia. La madre abadesa es una persona muy compasiva. Ella fue la que me la recomendó para que trabajara como criada en esta casa.
Laura emitió un largo suspiro.
-No sé qué pensar, Luis…
Él asió sus manos con ternura y las besó. Después le preguntó:
-El día que entregaste tu hija a Agustín de Yeste, ¿le diste algo más?
-Sí, una medalla que mi madre me regaló días antes de que diera a luz a Gerard… -Laura cerró los ojos al recordar aquel triste momento. Su hermano nació con malformaciones y su querida madre murió en el parto-. ¿Cómo está, Gerard? –le preguntó.
-Bien. Ya sabes que él es igual que un niño y que vive feliz en su mundo. -Laura asintió-. Sus cuidadores le protegen y le ofrecen mucho cariño. Su dulzura les conmueve.
-Me gustaría verle… -musitó ella.
-Sería muy peligroso para ti, Laura.
-No me importa, Luis. Quiero verle, necesito abrazarle.
-Entonces, la próxima semana prepararé la visita. Los cuidadores de Gerard son personas de mi entera confianza.
-Gracias, Luis. No sé lo que haría sin ti y sin tu ayuda.
El hombre le sonrió.
-Verte feliz y rodeada de tus hijos será mi única satisfacción. En cuanto a Anabel… Te aseguro, Laura, que averiguaré su origen y si ella posee algún objeto que la pueda identificar como tu hija, lo sabré.
Laura le abrazó emocionada.
-Lo sé, Luis. –Le acarició la mejilla izquierda.
-También buscaré información sobre Irene. La semana próxima iré hasta Valladolid y allí concertaré una cita con la madre superiora del convento donde esta niña estuvo viviendo. Además, tengo proyectado viajar hasta Francia para seguir la pista de Jonás López. Después de Año Nuevo, Fermín y yo recorreremos algunas ciudades francesas… Mendoza no se imagina lo que le espera…
Se sonrieron. Laura sintió que una parte de su ser volvía a respirar de nuevo…
#419
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
07/11/2012 17:54
Anabel se sentó en uno de los escalones por los que se descendía hasta un pequeño patio. Había atendido a los pacientes que le habían asignado los doctores y ahora necesitaba un momento de tranquilidad. Álvaro de Osuna la vio y se acercó hasta ella.
-¿Puedo sentarme a tu lado?
Anabel asintió. Él le sonrió.
-Ha sido una mañana agotadora, ¿verdad?
-Sí, un poco. –Le devolvió la sonrisa y después se ruborizó.
Álvaro, que se jactaba de ser un gran conquistador, parpadeó. Se sintió como un adolescente sin saber qué decir. Carraspeó.
-Juan me dijo que mademoiselle Lorelle estuvo en el hospital, y que sufrió una indisposición. Me contó que la auscultó…
-Sí, mademoiselle se encontró mal. La señora Irene y yo nos asustamos…
-Pero Juan me dijo que todo se debió a que ella no había desayunado.
-A mademoiselle Lorelle también le preocupa lo que le ha sucedido a la familia Montalvo…
Álvaro arqueó las cejas.
-¿A Gonzalo y a los suyos? ¿Qué les ha pasado? –le preguntó con gesto interrogante.
Los hermosos ojos azules de Anabel reflejaban una gran tristeza cuando le miró. Ella le refirió lo que sabía. Álvaro le preguntó:
-¿Y esas damas han hecho eso?
-La señora Irene las conoce y no tiene ninguna duda de que lo hayan planeado todo.
-Margarita no puede creer que Gonzalo la engañe. Si él está muy enamorado de ella…
-Yo también lo veo así, aunque a veces un malentendido provoca este tipo de situaciones tan desagradables –le dijo, mirándole fijamente-, les conozco desde hace poco tiempo, pero les tengo cariño y me entristece que sufran por culpa de dos personas tan egoístas y malvadas.
-Estoy seguro de que todo se arreglará… -Le sonrió-. Cuando el amor es tan fuerte nada puede desunir a una pareja.
Anabel suspiró. Uno de los mechones, que se le había soltado de la redecilla, se deslizó, rebelde, por el rostro. Álvaro se lo apartó con ternura. Se miraron y en ese instante supieron que el amor había prendido como dos vigorosas llamas en sus corazones. Lentamente el médico se fue acercando hasta los labios femeninos, pero oyeron la voz de Juan de Calatrava y la magia se esfumó… Anabel, nerviosa, se puso de pie. Álvaro de Osuna la emuló. Juan arqueó las cejas al verles. El duque de Velasco y Fonseca tuvo la sensación de que había interrumpido algo importante.
-Si me disculpan… -murmuró la joven sonrojada.
Los médicos asintieron. Álvaro no dejó de mirarla hasta que ella desapareció de su vista. Juan sonrió.
#420
MJdeMontalvo
MJdeMontalvo
07/11/2012 17:55
-¿Qué…?
Su amigo suspiró y se llevó una de las manos al mentón acariciando la incipiente barba.
-Me gusta Anabel… -le dijo convencido.
-Es muy bonita, pero no es el tipo de mujer a la que estás acostumbrado a seducir y…
-No, no me has entendido. Me gusta de verdad.
Juan de Calatrava soltó una carcajada. Álvaro frunció el ceño.
-¿Te has enamorado de ella? –le preguntó sorprendido-. ¡El gran seductor conquistado por una dulce e inocente joven! Tu padre se arrodillará ante Anabel para agradecerle que por fin su hijo asiente la cabeza, aunque si el marqués de Abrantes se entera de que la joven no posee apellidos nobles y que fue abandonada al nacer en las puertas de un convento, no sé yo si la aceptaría como nuera.
-A mí eso no me importa.
Juan sonrió y le dio una palmadita en el hombro derecho.
-Si lo tienes claro, Álvaro, lucha por ese amor. Yo fui un cobarde y perdí a la mujer que quería…
Su amigo le miró con asombro.
-Me dijiste que no te habías enamorado durante estos años…
Juan suspiró y se sentó en el escalón. Álvaro le imitó.
-Ella era Margarita…
-¿Margarita, la esposa de Gonzalo de Montalvo?
Juan asintió.
-Estuvimos prometidos y aunque yo siempre supe que estaba enamorada de Gonzalo… negué aquella evidencia y proseguí con el compromiso. Ahora entiendo que para Margarita fui su única tabla de salvación. Ella quería escapar de lo que realmente sentía por su cuñado. –Álvaro hizo ademán de hablar, pero Juan se lo impidió-. No la juzgues porque sé que todo el tiempo que estuvimos juntos, ella respetó nuestra relación. Yo creí que cuando nos casáramos todo cambiaría… -Se calló unos segundos-, pero en el corazón no se puede mandar, Álvaro. Lo que no puede ser, no se puede forzar…
-Lo siento por ti.
Él le sonrió triste.
-Yo también me equivoqué, la engañé con otra mujer y la perdí… -Miró hacia el frente y suspiró-. Ya no me duele verla con Gonzalo. He comprendido que son felices y que se aman de verdad. Su historia de amor es tan grande que a pesar del tiempo y del destino han podido realizarla.
-Pues parece ser que éstos juegan otra vez contra ellos…
-¿Qué quieres decir?
Álvaro narró a su amigo todo lo que Anabel le había relatado minutos antes. Juan frunció el ceño.
-¡Lucrecia! –exclamó con rabia-. Nunca ha soportado a Margarita…
-¿Piensas que ha sido capaz de planear con la duquesa de Cornwall algo tan ruin?
-No sólo lo creo, estoy completamente seguro de que ha sido así.
-Entonces, si tú hablaras con Margarita ella creería a su marido y…
-Conociéndola, Gonzalo lo tendrá complicado.
-No lo entiendo…
-Ella le ha visto con otra mujer, aunque sea una mentira, lo ha visto. ¿Comprendes?
Álvaro de Osuna asintió.
-No quisiera estar en la piel de Gonzalo de Montalvo.
-Yo tampoco –le contestó el duque de Velasco y Fonseca.
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