¿os habría gustado ver esto?

Ayer lo comenté con una forera, a ver qué le parecía la idea de un final alternativo al capítulo del lunes, me he animado y aquí está el resultado:

Un final alternativo…

Cuando por fin llegó consiguió llegar hasta Margarita, la acunó entre sus brazos, comprobó sus constantes vitales y le quitó la soga. Estaba viva. Gracias a Dios. El profundo dolor que sintió al ver que era ella, su mujer, porque en su fuero interno sabía que de verdad era su mujer, como había dicho el cosaco, iba poco a poco diluyéndose. Todavía no había conseguido dominar el miedo que le helaba el alma al ver a Margarita colgando de la cuerda. Quitándose el embozo, susurró unas palabras que a duras penas salían de sus labios. Te quiero…
Todavía temblando, y con lágrimas brillando en sus ojos, acercó suavemente sus labios a los de ella, para depositar allí un tierno beso.
Una vez sosegado, se puso en marcha hacia la villa, con el todavía inerte cuerpo de Margarita entre sus brazos. Al llegar al tejado de la casa, en el que tantas confidencias le había hecho en otros tiempos, la posó con sumo cuidado, colocándole las manos sobre el regazo, y acariciándole la cara una última vez. Se dispuso a irse, no sin antes dejarle una pluma roja en la mano derecha.
Margarita recuperó la consciencia, al principio desconcertada al ver dónde estaba. Se llevó la mano al cuello y trató de hablar, pero su garganta no le respodía. Por fín emitió un leve sonido de queja y comenzó a llorar, asustada.
En estas apareció Gonzalo por la ventana.
- Margarita… había oído ruidos y … ¿estás bien?
A duras penas Margarita consiguió hablar entre sollozos.
- Había un hombre que me quería matar y yo… yo no sé, pero me parece que me ha salvado la vida el Aguila Roja.
- ¿Cómo…? ¿cómo que un hombre te quería matar? Vamos abajo, te preparo algo caliente y me lo cuentas…
- Espera, no quiero que Alonso me vea así – continuó llorando
- Tranquila, ya estás a salvo, mientras yo esté a tu lado nada malo te pasará, te lo juro.
Gonzalo abrazó a Margarita con toda la delicadeza de la que fue capaz. Mientras ella seguía llorando, él la consolaba, susurrándole tiernas y delicadas palabras al oído, depositando suaves besos aquí y allá, por toda su cara, bebiendo sus lágrimas, transmitiéndole todo su amor… hasta que finalmente sus labios se unieron con los de ella.