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La Hoguera de las Vanidades

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Izkira
Izkira
04/03/2021 14:19
Nació con la vocación de ser un magazín y consiguió ser una comedia, más tarde, tras su paso por tragicomedia y tragedia, un esperpento, una pieza de corrala donde la función principal es la denominada: Entre todos la mataron y ella sola se murió. Salvando, claro está, el lenguaje de Cervantes quien recogió este dicho popular en su refranero. Si Ramón María de Valle-Inclán, padre del esperpento, levantara cabeza se vería totalmente sorprendido ante los actores y protagonistas que configuran este este evento; periodistas, periodistas del corazón vendedores de su código deontológico a una productora, personajillos salidos de la cama de algún famosillo, convividores, porteros de discotecas e incultos varios salidos de programas televisivos; un elenco variopinto enfrascado en el acoso y derribo de uno de ellos. Seguro que Valle-Inclán, en su tiempo, les convenciera para que se dieran un paseo frente a un comercio de ferretería situado en la madrileña calle de Álvarez Gato, cuya característica más llamativa era la fachada publicitaria, donde se hallaban un espejo cóncavo y otro convexo que deformaban la figura de todo aquel que frente a ellos posase, tal vez se reconociesen en alguno de ellos. Dicen que las Hoguera de las Vanidades más famosas fue la que se celebró en Florencia un martes de Carnaval, un 7 de Febrero de 1497, donde se quemaron multitud de objetos pecaminosos, vanidosos, como espejos, cajas de maquillaje, ropas de lujo e incluso Sandro Boticelli quemó varias pinturas originales sobre temas mitológicos. Y todo ello bajo los auspicios del franciscano Girolamo Savonarola cumpliendo así con la purificación de la vanidad humana. Pero no fue éste el inventor de la Hoguera de las Vanidades sino también el franciscano Bernardino de Siena cuyos sermones provocaban tal furia y exaltación que tras una de estas ceremonias celebrada en Roma en 1424 la ciudad entera presenció la quema en público de una mujer acusada de brujería. También lo veremos en el plató de Sálvame pero no en la versión de Girolamo Savonarola ni en la de Bernardino de Siena; uno a uno irán desdiciéndose de todo lo vomitado sobre Anabel y alimentando con ello esa hoguera, la Hoguera de la Vanidades de Sálvame en la que se quemarán conceptos como: La manipulación de la información y la opinión. El no respeto del derecho a la privacidad. La conversión de dolor y miseria humana en espectáculo. La aberración, presentada como un modelo a imitar. La discusión acalorada en lugar de diálogo. El lenguaje ofensivo, gritos e insultos. La carencia o relativismo cultural y difusión de una subcultura. La promoción de la zafiedad. El tratamiento obsesivo de la vida privada de los famosos y seudofamosos. La exaltación del ridículo. Una vez purificada su vanidad, convocarán un nuevo akelarre para elegir una nueva víctima a quien despellejar en vivo y en directo porque esta gentuza no es capaz de realizar la mínima reflexión y mucho menos una autocrítica con sentido positivo, prepararán de nuevo pócimas, conjuros y hechizos; y obrarán cual nigromantes y brujas sin darse cuenta que al final no son más que pobres diablos, marionetas en manos de una productora de televisión.